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Ledebour y Hoffman

Ledebour y Hoffman

Kievskaya Mysl, Nro 296, 25 de octubre de 1915

Georges Ledebour encabezó la delegación alemana, el primero por edad y popularidad. Siempre fue el mismo: los acontecimientos no habían dejado ninguna huella externa en él. Durante mis siete años de residencia en Viena, viajé con frecuencia a Berlín y casi todas las veces me encontré con Ledebour allí, ya sea en el Reichstag, en casa de Kautsky o en el café Fürstenhof, donde Ledebour bajaba las escaleras cojeando fuertemente con su pierna más corta. Los rusos y los polacos contaban con él como amigo, y a veces lo llamaban Ledeburov, a veces Ledebursky. Por lo demás, sus lazos con Rusia y Polonia nunca fueron más allá de los intereses puramente parlamentarios o de la asistencia personal a los exiliados rusos, mientras que su joven camarada Karl Liebknecht trabó lazos espirituales muy fuertes con la juventud de Rusia. Ledebour debía tener al menos sesenta y cinco años, porque recuerdo que en 1910 o 1911 asistí en casa de Kautsky a la celebración de su sesenta cumpleaños. Auguste Bebel, que había cumplido ochenta años, participó en la ceremonia. El partido había alcanzado entonces su cénit. Su organización, su prensa, sus fondos, florecían de una manera como nunca antes lo habían hecho. Los ancianos registraban automáticamente los éxitos y miraban al futuro sin miedo. Héroe de la fiesta, Ledebour dibujaba caricaturas durante la cena y recibía la aprobación unánime. Era sin duda un caricaturista de talento, y la ironía y el humor bilioso formaban buena parte de su temperamento, que, según la vieja clasificación, debe considerarse como colérico en el más alto grado. Han pasado cinco años desde la cena de la fiesta de los canosos... ¡Cuántos cambios provocados por el tiempo, que esconde otros aún más colosales!

Georges Ledebour

Ledebour, acompañado por Franz Mehring, salió de las filas de los periodistas democráticos para entrar en la socialdemocracia, pero fue mucho más activo como parlamentario que como periodista. A menudo tuvo éxito en la cámara; en las ocasiones en que no era necesario tratar de alta política, sino cuando Ledebour tenía la oportunidad de ejercer su cáustico verbo para atacar y despedazar al oponente. A menudo provocaba votos de desconfianza; los liberales le odiaban más, si es posible, que los conservadores; les devolvía el favor con sarcasmos, que lanzaba con una sonrisa desdeñosa en su fino y afeitado rostro vivaz de actor.
Adolf Hoffmann había cambiado poco, también un viejo con un elegante peluquín blanco, con rasgos a la Rochefort. Antiguo miembro del Reichstag, fue derrotado en las últimas elecciones y sólo conservó un escaño en el Landtag prusiano, donde combinó sus esfuerzos con los de Liebknecht para combatir la “prusificación”, la violencia de la esclavitud. Hoffmann todavía se consideraba a sí mismo como un extremista de izquierda. Hace unos años, cumplió los Diez Mandamientos de los Socialdemócratas y se ganó el apodo de “Hoffman, el de los Diez Mandamientos”. Era un orador popular, con una voz aguda, gestos agudos, y un montón de bromas y juegos de palabras que a menudo dolían mucho. Estaba convencido de que un verdadero demócrata, antes de ir a la guerra contra los “militaristas” extranjeros, debe poner fin a la reacción de su propio país. Hoffmann es más radical que Ledebour; le disgusta que el grupo socialdemócrata de la oposición en el Reichstag “se abstuviera” de votar, en lugar de votar “en contra”, en el debate sobre los créditos militares.

Adolf Hoffmann

Las relaciones entre la mayoría de los patriotas y el ala izquierda se deterioraron dramáticamente. Ya no se trataba de diferencias teóricas o de diferencias tácticas secundarias, sino de una contradicción fundamental con este hecho crucial: ¿cómo vive la humanidad y a qué aspira? Sudekum y Scheidemann usaron todos los medios para silenciar a sus oponentes. Cuanto más perdían a las masas los dos primeros, más tenían que recurrir al aparato de gobierno y más se envenenaban los conflictos internos del partido... La sesión del Reichstag fue descrita por Ledebour como una protesta contra las medidas represivas tomadas por el gobierno contra el pueblo. Entonces, Scheidemann lo desautorizó.
¿Cree que estos tipos organizaron una sesión del partido para juzgarme? ¡Nada de eso! Durante el “escándalo”, Scheidemann se acercó a los bancos del gobierno, susurró con los ministros (no con mis colegas del partido, sino con los ministros) y declaró, con el fuerte aplauso del Reichstag, que no estaba autorizado a criticar las acciones de las autoridades militares. ¡Esos son los procedimientos de estos individuos!
¡Y sin embargo no decide votar en contra de ellos!, gritó un delegado alemán de izquierdas desde su esquina. Comienza una discusión sobre las tácticas parlamentarias. Ledebour intenta demostrar que la táctica de la abstención es mucho más hábil, sin romper irreparablemente la disciplina del partido. Facilita la conquista de la mayoría de la fracción parlamentaria: “Éramos catorce al principio de la guerra, ahora somos treinta y seis.”
¡Pero usted olvida, exclama Hoffmann, la impresión que su comportamiento produce en las masas! Las medias tintas, las medias decisiones siempre han sido erróneas, son inadmisibles frente a los acontecimientos de los que depende el destino de nuestro desarrollo político. Las masas demandan respuestas claras, francas y valientes, a favor o en contra de la guerra. Y se les debe dar esas respuestas.
A pesar mío no puedo dar los nombres de los otros miembros de la delegación; hacerlo sería exponerlos a la venganza de la policía alemana. En lo que respecta a Ledebour y Hoffmann, se “desenmascararon” firmando el manifiesto redactado en la conferencia, con plena conciencia de lo que estaban haciendo. Pero el resto de la delegación debe permanecer en el anonimato: sólo le puede caracterizar por sus rasgos generales.
Siendo ella misma el ala izquierda de la socialdemocracia oficial, tenía su propia ala izquierda. Expresó sus ideas a través de dos publicaciones: la pequeña revista de propaganda de Jules Burchardt Lichtstrahlen [rayo de luz], irreconciliable en el fondo, pero de tono muy moderado y sin mucha influencia política, y el órgano de Luxemburg y Mehring Die Internationale que consistió en un solo número, ardiente y combativo y que provocó la prohibición de la revista. Elementos influyentes de la izquierda, Liebknecht y Zetkin estaban cerca del grupo “Internationale”. Los partidarios de Luxemburg y Mehring eran nada menos que tres. Uno de ellos pertenecía al periódico Lichstrahlen. Entre los demás miembros de la delegación, dos eran parlamentarios que sostenían las opiniones de Ledebour, mientras que otros dos no tenían una posición definida. Hoffmann, como ya hemos dicho, es de la “extrema izquierda”, pero pertenece a la vieja generación, y la juventud de la izquierda está buscando otros caminos(1).

1. Ledebour, incluso ahora, es uno de los líderes del partido “independiente”. Hoffmann, después de la escisión de los “independientes”, se unió al partido comunista. Pero luego, junto a Levi, rompió con el partido y volvió a los “independientes”. Nota del traductor al francés [1922].