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Escritos de León Trotsky (1929-1940)

Prefacio

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Este libro abarca, los ocho últimos meses del período turco desde su retorno a la isla de Prinkipo, en diciembre de 1932 hasta junio de 1934. Durante los cuatro años y medio siguientes prácticamente todos los gobiernos europeos denegaron sus peticiones de asilo. Tan sólo en 1933 el gobierno francés del premier radical Edouard Daladier accedió a garantizarle asilo revocando el decreto de 1916 que expulsaba a Trotsky de Francia "para siempre" (a causa de su actividad antibélica). Trotsky y su compañera Natalia partieron de Turquía en julio de 1933 para co­menzar su residencia en Francia, que duró casi dos años.

 

En ese momento el mundo entero se debatía en las garras de la crisis económica. Ya en los principales países industriales la depresión más profunda y prolongada jamás experimentada por el régimen capitalista había dislocado las viejas pautas políticas y dado lugar a poderosos movimientos nuevos, tanto reformistas como fascistas. Y en Estados Unidos, Franklin D. Roosevelt acababa de ganar las elecciones; poco después, en Alemania, Hitler accedería a la Cancillería. En la Unión Soviética, la colectivización forzosa y el desarraigo de millones de familias seguían provocando desajustes económicos y miseria, junto con una represión cada vez más feroz hacia todos los sectores disidentes. El triunfo nazi en Alemania fortalecía las tendencias dictatoriales en Austria, y desbarataba en todo el mundo los planes y maniobras diplomáticas. En el Extremo Oriente, el imperialismo japonés, que se había apropiado de grandes territorios de China sin sufrir sanción alguna por parte de la Liga de las Naciones, se preparaba para ampliar sus conquistas.

De todos estos procesos, el que más repercusiones tuvo a largo plazo fue la victoria nazi a principios de 1933. Desde 1930 Trotsky venía alertando que el destino del movimiento revolucionario internacional dependía del resultado de la lucha contra la amenaza fascista creciente en Alemania, y que el Partido Comunista Alemán (KPD) seguía una política ultraizquierdista, dictada por la burocracia stalinista desde Moscú, que hacía el juego a los nazis. En lugar de aplicar la táctica leninista del frente único con el Partido Socialdemócrata (SPD), el más grande de los partidos obreros de ese país, el PC lo tachaba de “social-fascista”, de ser sólo una variante del fascismo, e impedía la realización de la lucha obrera unificada que podría haber detenido a los nazis.

 

La Oposición de Izquierda siguió considerándose “fracción” de la Comintern, exigió su readmisión sobre la base del centralismo democrático y rechazó enérgicamente toda propuesta, proveniente de algunos militantes de la Oposición de Izquierda o de otras organizaciones revolucionarias, de creación de una internacional o de partidos nacionales independientes. En diciembre de 1932 Trotsky escribió dos documentos de gran importancia, reproducidos aquí: La situación de la Oposición de Izquierda y La Oposición de Izquierda Internacional. Sus tareas y métodos. En ambos instó a la Oposición a mantener esa política como norma fundamental. Esa posición ni siquiera varió con el ascenso de Hitler al poder en enero de 1933: pocos días después de ese acontecimiento se celebró en París una conferencia internacional de la Oposición de Izquierda que reafirmó la política de “fracción, no partido”. Ello no significa que Trotsky y la Oposición de Izquierda restaran importancia al nombramiento de Hitler sino que no consideraban que su victoria era definitiva; opinaban que la clase obrera alemana todavía era capaz de oponer una fuerte resistencia y que la misma provocaría en Alemania una guerra civil. Pero el Partido Comunista, al igual que el PSD, capituló ignominiosamente, sin siquiera presentar batalla, y Hitler pudo despedazarlos y asumir plenos poderes en algunas pocas semanas.

El triunfo de Hitler en enero de 1933 -la peor derrota que sufrió el movimiento obre­ro- fue posible por la política criminalmente ultraizquierdista del Partido Comunista Alemán, que se opuso a la formación de un frente único obrero para detener a los nazis. En marzo de 1933, entonces, Trotsky llamó a la Oposi­ción de Izquierda a reconocer que el Partido Comunista Alemán estaba liquidado como fuerza revolucionaria, a abandonar en Alemania la política de "reforma" y co­menzar a trabajar en ese país para crear un nuevo partido revolucionario. Después de mucha discusión y resis­tencia, ya que la propuesta de Trotsky introducía un drástico cambio de perspectiva, la Oposición de Izquier­da Internacional aprobó el viraje.

Pero, evidentemente, éste era sólo un paso transi­cional. La política aplicada en Alemania no era obra del partido alemán sino de la propia dirección de la Comintern, es decir de la burocracia soviética. En los meses que siguieron al triunfo nazi, cuando se hacía pedazos al Partido Comunista y a todas las demás organizaciones de la clase obrera alemana, lo único que dijo la dirección de la Comintern sobre su política en Alemania fue que había sido correcta del principio al fin. En todo el mundo, ni un solo partido comunista hizo la menor crítica, ninguno propuso una discusión o un congreso mundial para considerar qué fue lo que anduvo mal si la política oficial había sido tan correcta.

Por lo tanto, a mediados de julio Trotsky dio el paso siguiente. Poco antes de abandonar Turquía puso a discusión un artículo suyo en el que proponía que la Oposición avanzara más aún, que abandonara por com­pleto la perspectiva de reformar la Comintern y procla­mara la necesidad de construir una nueva internacional y nuevos partidos revolucionarios en todo el mundo. En el barco que lo llevaba a Francia escribió otro artículo polémico, Es imposible permanecer en la misma "In­ternacional" con Stalin, Manuilski, Lozovski y Cía., que aquí reproducimos. Era un paso difícil para uno de los fundadores de la Internacional Comunista, pero en julio de 1933, poco antes de embarcarse para Francia, Trotsky llamó a la Oposición de Izquierda a terminar con la política de “reforma” y comenzar a bregar por la creación de una nueva internacional y nuevos partidos revolucionarios en todo el mundo. Ya durante los últimos días de su estadía en Turquía, dio el primer paso hacia la fundación de la Cuarta Internacional, hecho que se produjo en 1938.

La Oposición de Izquierda Internacional también aceptó esta propuesta después de discutirla.

De la anterior perspectiva "reformista" quedaba un solo elemento en las propuestas que hizo Trotsky en julio: la creencia de que el estado soviético todavía podía regenerarse sin una revolución. Sin embargo, la reflexión y la discusión ulteriores lo llevaron, junto con su movimiento (que como símbolo de la nueva orienta­ción se cambió el nombre y pasó a llamarse Liga Comu­nista Internacional), a la conclusión de que tampoco en ese terreno bastaba con una simple reforma. La nueva posición -de que en la Unión Soviética es necesaria una nueva revolución política (no social)- está explica­da en su folleto La naturaleza de clase del estado soviético, fechado el 1° de octubre de 1933, que reproduci­mos en este libro. Este pasó a ser uno de los postu­lados fundamentales de la Liga Comunista Internacio­nal y de la Cuarta Internacional, que la sucedió.

Nadie comprendió mejor que Trotsky la inmensidad de la tarea que le esperaba a su pequeño y aislado movimiento. Y nadie buscó más infatigablemente cualquier oportunidad para que este pequeño movi­miento rompiera su aislamiento y hallara nuevos aliados, aunque fueran circunstanciales, para poder dar los primeros pasos hacia la formación de una nueva inter­nacional. Un mes después de su arribo a Francia se ce­lebró en París una conferencia internacional a la que concurrieron varios partidos y grupos socialistas y comunistas independientes. Trotsky sabía que la mayor parte de estos grupos era centrista, pero también sabía que muchos de sus afiliados se habían sentido profun­damente sacudidos por los acontecimientos de Alema­nia y que algunos buscaban realmente el camino hacia el reagrupamiento revolucionario y una nueva interna­cional. Aunque él no pudo concurrir personalmente a la Conferencia de París se reunió con muchos de los diri­gentes y trato de ganarlos. En parte, como consecuencia de su intervención, los dirigentes de un partido Alemán y dos partidos holandeses firmaron, junto con la Oposición de Izquierda, la Declaración de los Cuatro, un llamamiento público a formar una nueva interna­cional escrito por Trotsky. Este y muchos otros artículos publicados en este libro atestiguan el profundo in­terés de Trotsky en el desarrollo de estos partidos cen­tristas y sus intentos de persuadir a su propio movi­miento de la necesidad de ayudarlos a evolucionar lo máximo posible hacia la izquierda.

 

Otros escritos de este período se refieren a la crisis económica y a la represión política en la URSS, al suicidio de su hija Zinaida Volkova, a las implicaciones de la política exterior de Hitler, al fin de la democracia en Austria, al papel de Japón en China, a la conferencia internacional contra el fascismo celebrada en París, a las repercusiones de la derrota alemana sobre las bases socialdemócratas en otros países, a los problemas internos de la Oposición en Estados Unidos y otros lugares, a los peligros del ultraizquierdismo en el trabajo sindical, a la actitud marxista hacia las diferencias en el terreno filosófico, etcétera. Los reportajes a Trotsky que se incluyen en este libro se refieren a la crisis bancaria que sucedió en Estados Unidos a la elección de Roosevelt, al funcionamiento de las leyes del desarrollo desigual y combinado, a la ideología racista nazi, a la relación dialéctica entre dictadura v democracia, a las ventajas de la normalización de las relaciones diplomáticas y comerciales entre Estados Unidos y la URSS.

 

Poco después de llegar a Francia Trotsky decidió que su próximo libro sería una biografía de Lenin. Mientras reunía y preparaba el material para este trabajo, por lo menos durante su primer año en Francia, la mayor parte de sus escritos se refirieron a los proble­mas de la construcción de la nueva internacional y a los acontecimientos contemporáneos tales como el incendio del Reichstag, el Decimoséptimo Congreso del Partido Comunista soviético, la capitulación de su viejo camarada Cristian Rakovski ante Stalin y la crisis política que asoló Francia luego del intento de golpe de estado fas­cista. Convencido de que Francia estaba al borde de una explosión social y por lo tanto se constituía en la clave de la situación internacional, comenzó a prestar más atención a los acontecimientos franceses.

 

Entre tanto, en abril de 1934 la policía local se ente­ró de que Trotsky vivía de incógnito en Barbizon, con autorización de la policía nacional. Este descubrimien­to provocó furor tanto entre los fascistas como entre los stalinistas franceses, que exigían su expulsión del país El régimen de Doumergue, que pretendía crearse la imagen de un gobierno "fuerte" y tanteaba, a la vez, las posibilidades de un pacto militar con las autori­dades soviéticas, respondió con un decreto ordenando la partida inmediata de Trotsky, decreto que éste no pudo acatar dado que ningún gobierno quería aceptarlo. Pero se le ordenó salir de Barbizon y tuvo que mudarse constantemente, de una ciudad a otra, hasta que en junio encontró alojamiento en una remota aldea alpina, donde el gobierno le permitió residir hasta que algún otro país le abriera sus puertas. Hasta ese mo­mento Trotsky no pudo expresar por escrito sus ideas sobre lo que había que hacer en Francia, aunque en realidad estas posiciones maduraron en la primavera de 1934 y alcanzaron su expresión escrita en junio de ese año (ver Libro IV).

 

Este libro termina con uno de los folletos más importantes de Trotsky, La guerra y la Cuarta Interna­cional (sin firma), publicado en junio de 1934. Es la ex­posición más completa y sistemática de la posición leninista ante la guerra en la época del imperialismo escrita hasta el presente.



Libro 3