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Escritos de León Trotsky (1929-1940)

Dos deserciones en una semana

Dos deserciones en una semana

Dos deserciones en una semana[1]

 

 

9 de diciembre de 1937

 

 

 

En el curso de una semana, dos prominentes figuras soviéticas rompieron con el gobierno de Moscú. Lo acusaron públicamente de organizar juicios falsos y asesinar cientos de antiguos revolucionarios, incluyendo importantes diplomáticos soviéticos. La primera de estas dos figuras, Alejandro Barmin, fue voluntario durante la Guerra Civil, y hacia finales de ésta, general de brigada y protegido del estado mayor. Después de la desmovilización, continué en el departamento de comercio extranjero. En un período reciente, Barmin trabajó como ministro soviético en Grecia. El segundo, Walter Krivitski,[2] tiene diecinueve años de trabajo soviético y partidista. En el último período fue jefe de investigaciones en el instituto de industria bélica. Este instituto es el cerebro de la tecnología de la guerra. Todos los inventos, mejoras, secretos técnicos, pasan a través del instituto de investigación. Barmin y Krivitski, en sus propias palabras, hace tiempo empezaron a dudar de la validez política del gobierno stalinista. Ambos estaban asociados con personas que súbitamente fueron declarados espías, detenidos y fusilados. Barmin y Krivitski no podían creer esta acusación puesto que conocían muy bien la honradez y dedicación al deber de sus antiguos superiores y compañeros de trabajo.

Mucha gente se preguntó por qué diplomáticos soviéticos, agregados militares y representantes de la industria, uno tras otro, regresaron voluntariamente a instancias de Moscú, a los brazos de la GPU. Barmin y Krivitski explican las razones de tal docilidad. Rehusar a regresar significaba ser asesinado, como Ignace Reiss, agente extranjero de la Comintern y la GPU. Después de titubear, Barmin y Krivitski decidieron sin embargo un rompimiento total con Moscú. A diferencia de Reiss, no trataron de vivir de incógnito. Por el contrario, apelaron al gobierno francés y a la opinión pública mundial con una declaración abierta de su ruptura con Moscú y su posición de volverse exiliados políticos. Este atrevido paso les dió una protección vitalmente importante. La opinión pública supo de Ignace Reiss solamente después de muerto. Por contraste, a Barmin y Krivitski los conocen en todo el mundo. La GPU tendrá que pensarlo dos veces antes de decidirse a un nuevo crimen.

No es necesario explicar que reina una grandísima ansiedad en todas las agencias gubernamentales soviéticas en el extranjero, especialmente en las organizaciones secretas de la GPU. El ejemplo de Barmin y Krivitski puede ser altamente contagioso. Se puede predecir confiadamente que el período inmediato verá toda una serie de nuevas rupturas con Moscú. De este modo empiezan a verse grietas y agujeros en la muralla china que Stalin ha construido entre la Unión Soviética y el resto del mundo, con la ayuda de perros policías y privilegiados guardias de frontera. Barmin y Krivitski estaban profundamente comprometidos con la causa de la Revolución de Octubre y el pueblo soviético. A diferencia de los “amigos” mercenarios, demostraron esto a través del trabajo de toda una vida. Confrontados con la necesidad de tomar una decisión, después de titubear se declararon en defensa del pueblo contra la camarilla stalinista. La importancia sintomática de este hecho es enorme. Confirma lo que dijimos hace año y medio, que la agonía mortal del régimen stalinista comenzó con los Juicios de Moscú.



[1] Dos deserciones en una semana. Con autorización de la Biblioteca de la Universidad de Harvard. Traducido del ruso para este volumen [de la edición norteamericana] por Pat Galligan.

[2] Walter Krivitski (1889-1941): jefe de la inteligencia militar soviética en Europa occidental antes de desertar en diciembre de 1937. Reveló numerosos secretos sobre la inteligencia soviética y fue el autor de En el servicio secreto de Stalin (1939). Evolucionó políticamente hacia la derecha y acabó asociándose a los mencheviques. Seis meses después del asesinato de Trotsky moría en Washington bajo las más misteriosas circunstancias.



Libro 5