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Verdad histórica y política revolucionaria

Marx contra las infamias de la reacción burguesa

Corría el año 1860 cuando Marx recibe indignado las declaraciones del profesor y periodista alemán Karl Vogt, participante de la revolución de 1848. El Señor Vogt, como lo llamó Marx, luego de un juicio contra su persona declaró ante la prensa que “el juicio había sido urdido por una conspiración de Karl Marx”. Afirmaba que Marx era el líder de un grupo de “atacantes” e “incendiarios” llamado La Liga de los Comunistas. Marx se apartó un año entero de sus trabajos en economía para investigar y escribir una respuesta “aniquiladora” contra Vogt, desenmascarando sus métodos de “agente policial” y de bonapartista. Clasificó dos tipos de hombres infames: a unos los llamaba “infames solventes” (el clásico agente policial que vende información por un salario) y a los otros los llamó “infames sin respeto” (integrantes de organizaciones revolucionarias que se entregaban a la manipulación policíaca y a la confusión moral). Estos últimos eran “la mancha de la cual ni las comunidades cristianas ni el Club Jacobino ni incluso nuestra ‘Liga’ pudieron quedar libres”.

Un siglo después Trotsky emprendió una batalla titánica. La tarea que acometió era enteramente novedosa. No se enfrentaba ya directamente a las infamias urdidas por la “sociedad burguesa oficial”, sino que tuvo que combatir contra las “infamias” de la nueva casta de burócratas que se había apoderado del Partido Comunista en la Unión Soviética, y que para desconcierto de todos hablaba en “su” nombre, en nombre de la revolución obrera. Las conquistas de los trabajadores y el partido revolucionario habían dado un salto. Los marxistas habían llegado al poder en Rusia y se proponían, mediante la organización de la III Internacional, desarrollar y extender el combate contra el mundo capitalista. Esa era la tradición del bolchevismo, pero contra él se levantó una reacción interna, dentro de la propia revolución nacional, a la altura del desafío que se había lanzado. Trotsky, luego de la muerte de Lenin, fue el principal dirigente de la organización política que la enfrentó: la Oposición de Izquierda rusa (OI), la base de la IV Internacional.

Un “testigo” enfrentando la “negra noche del mundo”

En 1937 Trotsky era el único testigo que podía brindar su testimonio para restablecer la verdad de los hechos. Era el único dirigente de la revolución de 1917 que no se encontraba muerto, en la cárcel o en un campo de concentración ahogado bajo la dictadura totalitaria de la burocracia de la URSS. Mientras Trotsky testificaba, el mundo capitalista se precipitaba hacia un nuevo período de violencia y aniquilación contra las masas para preservar y acrecentar sus negocios. Los Partidos Socialistas y Comunistas colaboraban con esta tarea de buena gana. El Frente Popular francés reprimía las huelgas obreras que pedían la socialización de la industria y los obreros insurrectos de Barcelona caían frente a la represión de la República. Hitler se preparaba para reinar sobre Europa y destruir la URSS, mientras la burocracia soviética “aniquilaba” lo que quedaba del bolchevismo en nombre del “bolchevismo”. El testimonio de Trotsky se eleva así sobre las calamidades, la mentira, el escepticismo y la desesperación de un mundo que se precipitaba hacia la locura. Parte de su generación estaba siendo juzgada como “traidora del socialismo”: Zinoviev, Kamenev, Smirnov, Radek, Pyatakov, Muralov y Rakovsky.Todas las figuras destacadas de la “vieja guardia bolchevique” eran acusadas de ser integrantes de un grupo conspirativo aliado a la Alemania nazi. Antes de su sentencia a muerte algunos de ellos habían “confesado” haber cometido “crímenes contrarrevolucionarios” orientados por un “centro unificado” que preparaba el “asesinato de Stalin”. Trotsky sería el dirigente de este “centro unificado”.

Otto Rühle, integrante de la Comisión Investigadora, fue uno de los que indagó a Trotsky sobre la responsabilidad de los dirigentes del Partido Comunista en este destino que estaban sufriendo los líderes revolucionarios. No eran extrañas sus preguntas teniendo en cuenta que éste había pertenecido a uno de los sectores “izquierdistas” de la III internacional que planteaba que los partidos y los dirigentes representaban un obstáculo para el avance socialista de los trabajadores. Rühle va a preguntar entonces a Trotsky: “¿Cuál fue su posición personal en el Comité Central de la Internacional Comunista sobre la cuestión de la liquidación práctica de los soviets y su reemplazo por la soberanía y la administración burocráticas que traicionaron las consignas de la Revolución?”. Trotsky respondió: “¿En la época de Lenin? […] Creo que hicimos lo que pudimos para evitar la degeneración. Durante la Guerra Civil, la militarización de los soviets y del Partido fue casi inevitable. Pero aún durante la Guerra Civil, yo mismo intenté en el ejército –hasta en el campo de batalla– darles a los comunistas la posibilidad plena de discutir todas las medidas militares. Discutí estas medidas hasta con los soldados y, tal como expliqué en mi autobiografía, hasta con los desertores.

Después de que terminó la Guerra Civil, esperábamos que la posibilidad de democracia fuera mayor. Pero hubo dos factores, dos factores distintos aunque relacionados, que dificultaron el desarrollo de la democracia soviética. El primer factor general fue el atraso y la miseria del país. De esa base emanaba la burocracia, y la burocracia no deseaba ser abolida, aniquilada. La burocracia se convirtió en un factor independiente. Entonces la lucha se transformó hasta un cierto grado en lucha de clases” (p. 95).

De hombres y alternativas

Trotsky rememora a lo largo de su testimonio que fue 1923 el año en el que la lucha comenzó a transformarse “hasta un cierto grado en lucha de clases”. La OI había solicitado, entre otras medidas, la rehabilitación de las fracciones y la libertad de discusión en el partido, la regeneración de los soviets y clamado contra los privilegios de la burocracia gobernante.

Como dirigente de la OI Trotsky enfrentó el bloque constituido por Kamenev, Zinoviev y Stalin en el Comité Central del PCUS, conocido como “la troika”. En este punto el abogado defensor Goldman va a indagar a Trotsky sobre los motivos de la ruptura del bloque, y éste va a indicar: “Zinoviev y Kamenev fueron mis más acérrimos adversarios durante la época de la alianza con Stalin. Stalin fue más cauto en la pelea contra mí. Pero Zinoviev era presidente del Soviet de Petrogrado. Kamenev era presidente del Soviet de Moscú. Son circunstancias muy importantes. Estaban bajo la presión de los trabajadores, de los mejores obreros que había, los de Petrogrado y Moscú, los obreros más desarrollados y educados. La base de apoyo de Stalin estaba en las provincias, la burocracia de las provincias. Al principio no entendían, es decir, Zinoviev y Kamenev, así como otros, por qué se daba la ruptura. Pero fue la presión de los obreros de ambas capitales. La presión de los trabajadores empujó a Zinoviev y Kamenev a tener contradicciones con Stalin. Eran los fundamentos del socialismo… los cimientos del socialismo. No podía explicar esto por ambiciones personales. No estoy negando el papel del factor de las ambiciones personales, sino que las ambiciones personales empiezan a jugar un rol sólo por la presión de las fuerzas sociales. Sin eso, se convierten puramente en ambiciones personales” (p. 109).

Fue esa presión la que hizo girar a las ambiciones personales de ambos a la alianza con la OI y tomar parte de su combate contra la reacción burocrática, la cual hasta cierto punto habían ayudado a avanzar con su bloque con Stalin.La lucha interna del partido apareció abiertamente durante el 10° aniversario de la revolución rusa con manifestación callejera y agitación política de la oposición conjunta. Sin embargo, los aliados de 1927 diferían en la apreciación del combate, de sus posibilidades y resultados. Trotsky veía que la reacción burocrática tenía bases profundas, y se trataba entonces de preparar un núcleo ideológico que estuviese dispuesto a mantenerse de manera legal e ilegal, en retroceso o a la ofensiva, en la lucha contra la burocracia. Por el contrario, Zinoviev y Kamenev eran optimistas y creían que de un solo golpe se podía derrotar a la burocracia. Sin embargo, el resultado de los acontecimientos del 10° aniversario endureció la respuesta de la burocracia. Un mes después, a finales de noviembre de 1927, todos los oposicionistas eran expulsados del partido.

En ese momento se abrió para Trotsky una alternativa vital: “Entonces la cuestión era ruptura con la burocracia y el aparato, con existencia legal, o retroceder y capitular” (p. 120). Parados frente a esta disyuntiva, Zinoviev y Kamenev optaron por rendirse frente a la burocracia, capitularon y enviaron al Partido declaraciones de “arrepentimiento”. Para Trotsky, igual que para Marx, a partir de ese momento estos “infames sin respeto” no le generaban la más mínima condescendencia. Hombres, marxistas, moldeados por los golpes de la historia, por la revolución y la reacción, cayeron vencidos frente a ésta. No poseían una visión profunda del enfrentamiento. Creyeron que ceder y aceptar como verdadero el método de la “infamia” era un trago amargo que debían pasar y que luego,al cambiar las circunstancias, podrían modificar. Como Fausto vendieron su alma al diablo creyendo que éste podía devolvérsela a pedido. Trotsky entendió que se había perdido una oportunidad, que habían sido derrotados internamente, y que sólo una lucha inflexible contra la reacción podía mantener la vitalidad del marxismo en los momentos más aciagos, manteniendo la continuidad revolucionaria que debía ser decisiva ante futuros acontecimientos.



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