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Escritos de León Trotsky (1929-1940)

Nuestro trabajo en el Partido Comunista

Nuestro trabajo en el Partido Comunista

Nuestro trabajo en el Partido Comunista[1]

 

 

20 de marzo de 1939

 

 

 

La discusión se abrió con la lectura de los siguientes extractos de dos cartas.

 

Carta de Trotsky

 

“Su carta y la discusión con dos compañeras de Nueva York que vinieron a verme me indican nuevamente que nuestro trabajo dentro del Partido Comu­nista es muy pobre. No hay ningún tipo de conexión y se nota un cierto fatalismo al respecto: “Somos demasiado débiles; no contamos con suficientes fuerzas para comenzar una acción sistemática, etcétera”.

“Me parece absolutamente falso, peligroso, casi diríamos criminal. Mi opinión es que debemos hacer un registro de todos los camaradas que vinieron del Partido Comunista en los últimos dos o tres años, de los que tienen conexiones personales con los stalinistas, etcé­tera, y organizar pequeñas discusiones con ellos, no de carácter general sino práctico e incluso individual; elaborar algunos planes muy concretos y rediscutir la cuestión después de una semana o algo más de tiempo. Sobre la base de este trabajo preparatorio se podrá formar una comisión con ese propósito.

”El fin de la tragedia española, las revelaciones sobre las actividades de los stalinistas en España y artículos como la excelente correspondencia de Terence Phelan en París[2] inevitablemente producirán alguna desintegración en las filas stalinistas. Debemos estar allí para observar estos procesos y utilizar las oportu­nidades que se presenten. Es la tarea más importante del partido en este período.”

 

Carta a Trotsky

 

“Leí su carta con mucha atención y discutí su conte­nido con varios camaradas. Se hicieron algunos intentos en relación al PC, pero de carácter local; están lejos, muy lejos, de constituir organizativamente la primera tarea del partido. Un camarada muy activo e inteligente consideró muy buenas sus sugerencias y estimó que las mismas podrían conducirnos al éxito. Otros camara­das de mayor nivel partidario no se mostraron tan seguros.

”Sus dudas pueden plantearse así: los militantes del PC en su conjunto no tienen más de un año o año y medio de antigüedad. Estos militantes no entraron al partido para luchar por el establecimiento del comunismo sino con el fin de estar en mejores condiciones para luchar por la democracia capitalista. La experiencia de nuestros camaradas que están en contacto con la base del PC en muchas partes del país muestra que estos militantes hablan un lenguaje enteramente diferente al nuestro. Cuando hablamos de política con ellos, simplemente no saben a qué nos referimos. En relación con esto, me enteré por un íntimo amigo mío que vive en California, un artista que simpatiza con nosotros pero no milita en el partido, que el PC está desarrollando una intensa actividad entre los círculos universitarios de California, y logra un gran éxito sólo sobre la base de que lucha por la democracia. Los compañeros que re­clutan son gente conocida en la universidad como libe­ral, creyente en la democracia, que incluso considera muy radical a Nation;[3] y no han cambiado ni un ápice sus creencias. El PC se acercó a ellos. Además, la acti­vidad de los miembros del PC es de un nivel increíble­mente bajo. No están mínimamente adiestrados en la lucha de clases sino simplemente amarrados a la ma­quinaria bélica. Si esta gente deja el PC como ya lo han hecho miles de personas, no vendrán hacia nosotros sino que se convertirán en apáticos o serán material para los fascistas. El trabajo en el PC es extremadamente difícil porque la militancia está atomizada -el polo opuesto a la centralización de la dirección-; no hay posibilidades de que los militantes se reúnan y discutan en una escala más amplia que la de una peque­ña rama o unidad.

”Todos los camaradas están de acuerdo en que sa­bemos muy poco acerca de la composición del PC y de lo que ocurre en él y aceptaron que podíamos hacer mucho más. Propuse que se estableciera un trabajo organizativo a escala nacional y uno de los camaradas de mayor nivel preguntó cómo se realizaría esa tarea.

Naturalmente, el problema de desmenuzar la organiza ción y descubrir inicialmente qué sucede dentro de ella me interesa vivamente, pero hay muchos camaradas mejor capacitados que yo para hacer ese trabajo.

”Sí, hay algo de escepticismo entre algunos compa­ñeros. Cuando afirmé que era inevitable una escisión en el PC y que la misma no haría sino ayudar a educar en cierto grado a la gente que permanece, aunque sea un corto tiempo, en sus filas - incluso el Daily Wor­ker utiliza posiciones socialistas en alguna medida -[4] estuvieron de acuerdo en que existe una contradicción en su ideología pero opinaron que difícilmente nos favorezca.

”Una curiosa observación: algunos de los miembros que estuvieron entre los primeros militantes en el ter­cer período son en la actualidad dentro del PC devotos adherentes de Roosevelt. Escuchan sus discursos por radio como si hablara Dios Padre. No son cínicos; son realmente simpatizantes de Roosevelt ¿Qué se puede hacer con gente como ésa?”

Trotsky: Me parece que estas dos cartas son una introducción suficiente para que los camaradas expre­sen sus opiniones acerca de la posibilidad de trabajar dentro del partido stalinista.

O ’Brien: Podría agregar algo sobre las relaciones de nuestros militantes con los stalinistas a partir de mis experiencias mientras estaba en el Appeal de Nueva York. Recibíamos quejas cada vez que sacábamos artículos contra los stalinistas. Los camaradas solían escribimos diciéndonos que estábamos tratando de construir un partido de masas y que deberíamos hacer de nuestro periódico un periódico de masas, sin fijarnos constantemente en el partido stalinista. Para ellos, fijarse en los trabajadores significa no fijarse en el partido stalinista. Sin embargo, cada vez que los mismos camaradas escribían para el Appeal, las realidades del trabajo partidario les exigían expre­sarse contra los stalinistas. Otros camaradas que se quejaban de los ataques al PC, cuando se les pedían propuestas concretas, sólo sugerían más ataques.

Sus objeciones, me parece, se basaban en la can­tidad del material antistalinista. Ciertamente, un repaso del Socialist Appeal muestra que el sesenta por ciento de los artículos son contra el Partido Comunista. Pero el trabajo parece demasiado difuso, como disparar al cielo. Lo que necesitamos es un plan concreto y un acercamiento consecuente hacia los stalinistas.

Creo que en la tarea de acercarnos a los militantes del PC debemos tomar en cuenta el análisis que usted hace en su carta. Debemos ocuparnos de lo fundamen­tal; si la militancia del PC está interesada únicamente en “preservar la democracia” debemos tratar la cues­tión en ese sentido. Si somos serios cuando afirmamos que desearnos influir en la actual militancia del PC, debemos estar dispuestos a intentar la tarea de edu­carlos para que tengan un punto de vista revolucio­nario. No podemos hablarle a la nueva base stalinista a partir de una premisa revolucionaria; tampoco podemos esperar que estén familiarizados con la historia de la Comintern.

Yo sugeriría para este momento una columna definida, dirigida por alguna persona que sirva para esa tarea específica, que aparezca una o dos veces por semana si es necesario insistiendo en dos o tres puntos fundamentales y trabajar intensamente sobre ellos todas las semanas. Nuestra campaña antistali­nista, aunque sea concreta a escala local, a escala nacional es incomprensible para la base del PC. Por supuesto, junto con la prensa debemos llevar a cabo dentro del PC un trabajo organizativo.

Lankin: Creo que la única forma de averiguar realmente qué está sucediendo en el PC es, efectiva­mente, mandando gente a trabajar allí por un cierto tiempo y darles tareas especiales; debe tratarse de gente calificada. Creo, y así lo he sostenido durante mucho tiempo, que en lo que respecta a ganar verda­deramente militantes, poco es lo que podemos esperar del trabajo con esa organización. Hay pocos elementos revolucionarios en el PC. Casi todos ellos, afiliados al partido antes de que Hitler llegara al poder, atra­vesaron el tercer período y ahora aceptan la nueva línea, son absolutamente inútiles y deshonestos. Nadie puede haber aceptado de buena fe el tercer período y actualmente la nueva línea. Los elementos nuevos, que se unieron al partido después del tercer período, no son revolucionarios, pero existe para ellos cierta esperanza. Hay entre ellos una cantidad de trabajadores que no ingresaron por una línea revolu­cionaria sino porque se trataba del primer contacto con el movimiento radical y porque estaban interesados en “mantener la democracia”. Muchos vinieron de los sindicatos. Podríamos ganar a algunos con nuestro trabajo en el partido stalinista. Pero debemos enviar allí a gente capacitada para que permanezca sólo un cierto tiempo.

Guy: Estoy de acuerdo con lo que dice el camarada Lankin, la gente enviada allí a trabajar, para poder realizar su tarea tendría que estar capacitada y ser completamente desconocida, y eso va a ser muy difícil de encontrar.

Cornell: Lo que dice el camarada Guy es completa­mente correcto. Es muy difícil enviar a trabajar dentro del PC a camaradas capacitados, o a cualquiera de nuestros compañeros. Nuestros compañeros son conocidos, distintos, y el mero hecho de ser trots­kistas les ha dado alguna reputación. Aun cuando se los enviara a otra localidad, al otro lado del país, los stalinistas también se mueven y no les llevaría mucho descubrirlos. Aun cuando se haga con considerable sacrificio, su actividad en el PC tendrá corta vida. Se podría sugerir que dejáramos en el PC a los compañe­ros que ganamos. Esto también presenta dificultades. El cambio no ocurre de la noche a la mañana sino que requiere un lapso considerable. En la medida en que aumentan sus dudas y cuestionamientos, se ponen más y más en evidencia hasta que se hacen fama de trots­kistas incluso antes de que ellos mismo lo acepten realmente. Se ponen en evidencia ya antes de acercarse a nosotros. Si, debido a alguna afortunada combinación de circunstancias, eso no ocurriera, generalmente no están preparados para llevar a cabo un trabajo tan delicado ni tampoco disponen de condiciones políticas favorables. Si los dejamos en el PC es mucho más probable que se desmoralicen y abandonen definitivamente el movimiento antes de que acerquen a nuevos militantes.

Encontrar gente para enviar allí es tarea difícil, pero por supuesto se debe hacer, y junto con eso hay que llevar a cabo un trabajo esencial de planificación y dirección, muy cuidadoso y alerta.

O ’Brien: En la época de la visita del camarada Gould discutimos el proyecto de hacer circular un bole­tín mimeografiado o un periódico dentro del propio PC. ¿Tienen noticias de que se haya hecho algo en ese sentido?

Trotsky: No se hizo nada, según vimos en la carta que acabamos de leer. Y algunos creen que no es posible hacer nada o que ganemos a muchos camara­das. Esa es también la opinión de Lankin. Tenemos dos tareas relacionadas pero que al mismo tiempo deben considerarse por separado. Una tarea es comprometer, destrozar, aplastar al PC como un obstáculo para nuestro movimiento. Si tenemos éxito, muchos vendrán a nosotros. Pero ahora el Partido Comunista es el obstáculo más importante. El primero fue el Partido Socialista, más débil que el comunista. Tratamos de superar este obstáculo y lo logramos con algún éxito. Actualmente, el Partido Socialista ya no es un problema para nosotros. La Vieja Guardia es una organización pequeñoburguesa y semiliberal, sin influencia directa en el movimiento obrero. Y la sección de Norman Thomas agoniza.[5] La tarea se reduce al PC. Lo que O’Brien nos dice acerca de las objeciones de muchos camaradas -no polemizar directamente entre los militantes del PC, mejor acercarse a ellos de manera constructiva- significa un acercamiento anónimo. Esperan así evitar la fricción y los golpes. Muestra de esa manera a la opinión pública que les podemos tener algún temor a los stalinistas, implica aceptar que ellos son fuertes y nosotros débiles. Esta objeción señala que los stalinistas son ahora la próxima y más impor­tante valla en nuestro camino. Y no podemos respon­der, como hacen algunos camaradas, que sociológi­camente no están constituidos por elementos fundamentalmente proletarios, y que los pocos que tienen están desmoralizados y no los podemos ganar. No es lo que dice el camarada Lankin, pues él propone alguna acción dentro del partido. En la carta, los camaradas afirman que ellos son escépticos acerca del trabajo en general. La primer tarea es comprometer a este partido ante los ojos de lo trabajadores. La segunda ganar tantos militantes como sea posible.

En su discurso ante el Décimoctavo Congreso del PCUS Manuilski[6] afirmó que el Partido Comunista Norteamericano tenía veinte mil afiliados y que ahora tiene noventa mil. No estoy seguro de que la cifra sea correcta, pero es posible que en la actualidad la redondeen. ¿Cuántos trabajadores tienen? No lo sé. Por esta carta y por nuestra discusión con los camaradas nos enteramos de que el crecimiento de los stalinistas se debe al ingreso de elementos pequeño burgueses. Seguramente es cierto que la gran mayo­ ría son pequeños burgueses, pero yo les pregunto a nuestros camaradas sobre su influencia en los sindica­tos. En la CIO son muy influyentes; ¿de dónde viene esta influencia, de la base o de la dirección? Sabemos que los lovestonistas tienen influencia en la dirección, a través de conexiones personales, etcétera.[7] ¿Qué pasa con los stalinistas? ¿Se trata de la influencia de los militantes de base o de los cuadros de direc­ción? No conozco la respuesta. ¿Han organizado núcleos en los sindicatos? ¿Son numerosos? ¿Tienen reuniones y aceptan instrucciones del partido? Creer que la influencia de los stalinistas se da en un doble sentido, en cierta medida a través de capas de traba­jadores y en mayor grado a través de su aparato, es una simple hipótesis. Disponen de un aparato poderoso, con charlatanes adiestrados que resultan de suma utilidad para otros charlatanes menos educados. La combinación es completamente natural. Pero, al mismo tiempo, ¿este aparato burocrático no tiene una base entre los militantes? Deben tener algún apoyo en las masas. De ser así, se demuestra que entre los noventa mil afiliados hay muchos miles de obreros y un número suficiente de obreros influyentes. ¿Tenemos un mapa de los sindicatos y de la influen­cia de los stalinistas en ellos? Debemos tenerlo con estadísticas, características, etcétera de todos los sindicatos, en el orden nacional y local. No podemos combatir a un enemigo sin un reconocimiento previo. Debemos penetrar y tener más puestos en los sindica­tos, debemos penetrar en el Partido Comunista. Los sindicatos son más o menos democráticos y nosotros estamos mejor capacitados para trabajar allí. Tenemos que generalizar, analizar, resumir y concretar toda la información de que disponemos y crear un mapa de los sindicatos y de la influencia de los stalinistas, porque el movimiento sindical es para nosotros el terreno más importante. Allí los stalinistas entran en directa colisión con los intereses de los sindicatos. Lo hemos visto en el Sindicato del Automóvil y en los otros. Y, como dice el camarada O’Brien, nuestra critica es correcta pero demasiado abstracta. No puede llegar al trabajador de base del sindicato. Nuestra crítica se basa en nuestras concepciones generales, no en la propia experiencia de los trabajadores. No podemos hacerlo porque no disponemos de información, porque no hacemos nada para conseguirla. Supongamos por un momento que toda la influencia de los stalinistas en los sindicatos no viene de los trabajadores sino de su aparato, compuesto de elementos pequeñobur­gueses y burócratas. Es absolutamente exagerado, imposible, pero por el momento aceptemos esta impresión, que confirmaría la opinión de que no podemos ganar a muchos militantes. Pero incluso en ese caso, deberíamos acercarnos a los trabajadores de los sindicatos con el fin de comprometer y romper ese aparato. No es un aparato homogéneo. Está for­mado por Jimmy Higgings,[8] burócratas y charlatanes.

El PC tiene también Jimmy Higgings honestos y abnegados.

El camarada Lankin dice que la gente que pasó por la experiencia del tercer período y ahora por la nueva orientación está absolutamente desmoralizada y no es de gran valor. Los burócratas sí, pero los trabaja­dores no, ni siquiera la mayoría. En el tercer período sufrieron una serie de derrotas y sintieron la nece­sidad de cambiar la política. Lo mismo pasó en Francia. Entonces la Comintern propuso un nuevo camino; los dirigentes les dijeron que se había tratado de una maniobra. Esos trabajadores no estaban educados y tenían una idea muy confusa sobre el valor de una maniobra. Sabían que los bolcheviques habían utili­zado maniobras exitosamente. La cosa empeoró con los años. Se sintieron cada vez más enredados y no pudieron encontrar una salida. Atravesaron una crisis moral. Un trabajador que es despertado por una organización le está agradecido y no le es fácil romper con ella, especialmente si no puede encontrar un nuevo camino. Lo consideramos perdido demasiado prema­turamente. No es correcto.

Repito que tiene que haber oposición a la burocracia dirigente. Esta es omnipotente y los funcionarios modestos deben sentir que no se trata de una organiza­ción de camaradas. Este debe ser uno de los motivos de fricción en la propia organización. Debemos hallar a la mujer que limpia los pisos de la organización y a los que están un poquito más arriba, y comenzar con ellos.

Por otra parte, hay contradicciones políticas en el aparato; hay dos tipos de elementos importantes y semimportantes. Los dirigentes -una parte por lo menos- tienen la educación “cosmopolita” de la cultura stalinista y están dispuestos a traicionar todo por ella. Son la minoría activa, influyente y absoluta­mente viciada del aparato. Pero hay otros. En este gran partido es inevitable que haya sinvergüenzas nuevos -yanquis- en lugar de “internacionales”. Son honestos yanquis, devotos de Roosevelt, de la democracia, etcétera. Si la Unión Soviética marcha junto a Estados Unidos, estas dos partes de la buro­cracia pueden permanecer juntas y mantener un cierto tipo de amistad que reflejará la amistad entre Roosevelt y Stalin, y se reflejará en el propio Partido Comunista. Pero si la política de Roosevelt y la Unión Soviética se oponen, habrá fricción en el propio aparato. Posiblemente se esté desarrollando ahora, pero no sabemos nada de ella. Si en el momento adecuado les podemos plantear claramente el problema a los militantes o a una publicación y sabemos lo que está sucediendo, entonces podemos proyectar una ruptura.

Creo que deberíamos organizar un censo de todos los camaradas del partido que tengan conocimientos o conexiones con la gente y los procedimientos del PC o sus nucleamientos sindicales, a nivel local e interna­cional; luego convocarlos y discutir lo que sepan y el material de que dispongan, darles dos o tres días para completar la información, pues en muchos casos es probable que hayan abandonado sus relaciones (pueden establecerlas nuevamente). Luego habrá que convocar a estos camaradas y discutir planes concretos. Se les aconseja que vean a una determinada persona o que envíen a un hermano o hermana para verlo. Se elaboran medios elementales y prácticos de aproximación. En poco tiempo se puede establecer una organización que deberá efectuar dos tipos de trabajo: uno, muy delicado e ilegal, que sólo debe organizarse a partir de la dirección, local e internacionalmente, en estrecha relación con la base; y otro de penetración general en las filas stalinistas. El compañero Cornell dice que los camaradas se desmoralizan si se los deja trabajando dentro del PC. Eso es porque están aislados. Es muy difícil trabajar en una atmósfera de mentiras y falsedades. Si su tarea se sistematiza y tienen reuniones regulares con el comité, si se les da la ayuda y compren­sión necesarias para solucionar sus problemas, e incluso se los soluciona exitosamente, no habrá desmo­ralización. Debemos rechazar el fatalismo sociológico, comenzar el trabajo político y organizarlo a escala local y nacional.

Lankin: Me gustaría agregar algo a lo que ya expresé. Cuando dije que debíamos mandar camaradas capacitados al PC, no quise decir que era necesario mandar a la dirección. Creo que para realizar este trabajo es suficiente con enviar a algunos compañeros de base muy despiertos, que entiendan y puedan expli­car nuestro programa y trabajar bajo un comité. Hay, además, muchas maneras de unirse al PC: a través de las organizaciones fraternales, porque aquí no se les da un tercer grado, a través de los clubes, o de un sindicato. Algunos que no sean conocidos pueden incluso unirse directamente al partido. A muchos de los que adhieren a las organizaciones fraternales del PC se los invita a afiliarse.

Ustedes plantearon otra cuestión: preguntaron si los stalinistas tienen realmente influencia en la base o en la dirección. Creo que el grueso de la influencia se ejerce sólo en la dirección, porque en muchos casos están en condiciones de comprarla. Cuando el PC controla un sindicato, lo hace porque da todo su apoyo a un burócrata que dentro del partido ni siquiera lleva un libro.

Gray: Cuando estuve en la Liga Juvenil Comunista - en un núcleo trotskista dentro de la misma - saca­mos un periódico mimeografiado durante algunas semanas. El efecto de este periódico resultó notable si se tiene en cuenta su corta vida, y se puede afirmar que si hubiera continuado se habrían obtenido mucho mejores resultados que los conseguidos. La razón -una de las razones principales- por la que el periódico dejó de salir fue la falta de guía y dirección por parte de la CLA.[9] Los militantes del PC leían realmente el periódico y extraían beneficios del mismo. Provocó muchas discusiones. Si se pudo hacer entonces, se puede hacer ahora, pues las posiciones son mucho más claras que hace cinco años.

O ’Brien: En el momento en que discutimos el proyecto de un boletín creí que no disponíamos de suficiente gente en el PC para llevar a cabo la tarea. A través de la discusión me di cuenta de que se debería hacer desde afuera. Pero no se hizo nada.

Trotsky: No se hizo nada. Durante la crisis con la gente de Norman Thomas un trabajo así era un lugar común. Después de esto, el nuevo paso es el trabajo dentro del PC. Nosotros también lo discutimos con los camaradas que estaban aquí y la opinión general fue que se debía hacer y que se haría. No se hizo. Sin embargo, esto no es un reproche. Es posible que después de abandonar el Partido Socialista se haya creado una organización cerrada, satisfecha o descon­tenta consigo misma. Como paso transitorio es com­prensible pero peligroso; podía degenerar en una secta. Ese peligro fue vencido por el ingreso al Partido Socialista. Ahora es necesario desarrollar nuestro trabajo contra el obstáculo real.

La opinión de los camaradas es interesante: por favor no polemicen con los stalinistas. Es necesario despertar la opinión de nuestros camaradas. Decimos a menudo que el verdadero campo de actividades es el sindicato, pero allí nos encontramos la misma tarea, los stalinistas.



[1] Nuestro trabajo en el Partido Comunista. Con autorización de la Biblioteca de la Universidad de Harvard. Borrador de actas taquigráficas, no revisadas por los participantes, de una discusión que sostuvo Trotsky con una dele­gación del Socialist Workers Party. Por razones de seguridad en las actas se usaron seudónimos, pero fueron reemplazados por los nombres de aquellos individualizados. Trotsky se identificaba como Cruz del SWP participaron Charles Cornell, Vaughan T. O’Brien y Sol Lankin. También estaban “Gray” y “Guy” La “carta a Trotsky” que éste cita era de Joseph Hansen, otro de sus secretarios, que a la sazón se encontraba en Nueva York.

[2] Terence Phelan era Sherry Mangan (1904-1961), escritor y periodista norteamericano, trotskista desde 1934. Activó en Francia durante la ocupa­ción alemana hasta que fue expulsado por el gobierno de Petain. Durante los últimos años de la guerra estuvo en el Secretariado europeo y luego en el Secretariado Internacional.

[3] The Nation era entonces una revista liberal muy influenciada por el stalinismo.

[4] Daily Worker era el periódico del Partido Comunista predecesor de Daily World.

[5] La Vieja Guardia era el ala derecha del Partido Socialista, que rompió con éste en 1936 para formar la Federación Socialdemócrata. Norman Thomas (1884-1968): seis veces candidato a presidente por el Partido Socialista, lo dirigió durante su decadencia, una vez expulsadas la derecha y la izquierda trotskista.

6 Dimitri Manuilski (1883-1952): como Trotsky, había sido miembro del grupo marxista independiente que se unió en 1917 al Partido Bolchevique. En la década del 20 apoyó a la fracción de Stalin y fue secretario de la Comin­tern desde 1931 hasta 1943.

7Jay Lovestone: dirigente del Partido Comunista Norteamericano en la década del 20; expulsado en 1929, poco después de la caída de su aliado internacional Bujarin. Los lovestonistas mantuvieron una organización propia hasta que la disolvieron a comienzos de la Segunda Guerra Mundial. En la época de la guerra fría Lovestone pasó a ser consejero de asuntos exteriores del presidente de la AFL-CIO George Meany.

[8] Jimmy Higgins: mote con que se designaba al obrero socialista de base, muy trabajador, que realiza todo el trabajo rutinario y aburrido, pero indispensable, de una organización. Lo hizo famoso la novela de ese nombre que escribió Upton Sinclair en 1919.

[9] En 1928, poco después de ser expulsados del Partido Comunista, los primeros trotskistas norteamericanos formaron la Communist League of America [Liga Comunista de Norteamérica, LCA]. Conservaron ese nombre hasta 1934, cuando se unieron al American Workers Party [Partido Obrero Norteamericano], liderado por A.J. Muste, para formar el Workers Party. En 1938, cuando fueron expulsados del Partido Socialista. adoptaron su nombre actual, Socialist Workers Party.



Libro 6