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Escritos de León Trotsky (1929-1940)

Problemas de la sección mexicana

Problemas de la sección mexicana

Problemas de la sección mexicana[1]

 

 

5 de diciembre de 1938

 

 

 

En su declaración Galicia dice que "se atiene" a la decisión de la Cuarta Internacional. Pero esto sólo indica que no entendió esta decisión o que es un hipócrita, o que combina la falta de comprensión con la hipocresía. La resolución de la Cuarta Internacional plantea un cambio de política completo, radical. Si Galicia hubiera comprendido la necesidad de una nueva orientación, no habría escrito su absurda y criminal declaración.

Como todos los individualistas pequeñoburgueses con tendencias anarquistas, Galicia hace un llamado a la "democracia". Exige que la Internacional garantice a su individualidad una libertad total. Se olvida comple­tamente del centralismo. Pero para el revolucionario la democracia es solamente uno de los elementos de la organización; el otro, no menos importante, es el centralismo, sin el cual es imposible la actividad revo­lucionaria. La democracia garantiza la libertad en la discusión; el centralismo garantiza la unidad en la acción. Los charlatanes pequeñoburgueses se reducen a la crítica, la protesta y la conversación. Por eso apelan a la democracia ilimitada y absoluta, ignorando los derechos del centralismo.

¿En qué se violó la democracia respecto a Galicia? Durante un largo período Galicia y su grupo negaron los principios fundamentales de la Cuarta Internacional sobre los sindicatos. Si de algo es culpable la Interna­cional es de una excesiva paciencia. Cuando tuvo claro que la Internacional no podía seguir tolerando su política de diletantismo e intriga pequeñoburgueses, ¡Galicia desbandó la sección de la Cuarta Internacional! ¡Ni más ni menos! Desbandar una organización revolu­cionaria significa capitular vergonzosamente ante adversarios y enemigos, significa traicionar nuestras banderas. ¿Qué hizo la Internacional ante esta situa­ción? Despachó a México una delegación de tres camaradas norteamericanos, con autoridad e interna­cionalmente respetados, para que examinen el proble­ma sobre el terreno y traten de persuadir a los miem­bros de la sección mexicana de la necesidad de cambiar su política. Cuando Galicia vio que pese a sus crimi­nales actividades la Cuarta Internacional todavía estaba dispuesta a depositar en él alguna confianza moral condicionada, rápidamente proclamó "reconstituida" la Liga Mexicana. Al hacerlo demostró una vez más que para él la organización no es una herramienta destinada a la lucha de clases sino a sus combinaciones perso­nales, es decir, dejó al descubierto su carácter de aventurero pequeñoburgués.

En el congreso internacional se reunieron repre­sentantes de doce secciones. Por nuestra prensa conocían desde hace mucho la lucha interna de la Liga Mexicana. Para ellos estos hechos no significaban nada nuevo. Como ya se dijo, Galicia no hace más que repetir en forma caricaturesca las actividades de Vereecken, Molinier, Eiffel y otros como ellos[2]. El congreso disponía de los documentos de Galicia y del informe de la delegación del Socialist Workers Party [Partido Socialista de los Trabajadores] de Estados Unidos. No se encontró frente a ningún misterio. Les mejores representantes de la Cuarta Internacional plantearon su opinión basándose en ese material. "¡Eso es buro­cratismo!", exclama Galicia.

¿Por qué burocratismo? ¿De qué otra manera se podía establecer un juicio en esas circunstancias? ¿O en realidad Galicia pretende que la Internacional no tiene que osar examinar los problemas del movimiento mexicano? En esta oportunidad la acusación de buro­cratismo es la calumnia de una camarilla sectaria a la que no le interesa el marxismo, ni la experiencia colectiva de la Cuarta Internacional, ni la autoridad de sus congresos mundiales.

Galicia intenta presentar las cosas como si él tratara de aplicar una política revolucionaria pero sus esfuerzos fueron obstaculizados por la "burocracia" de la Cuarta Internacional; supuestamente, esta burocracia quiere aplastar la lucha de clases en México y, en persecución de ese objetivo, aplica métodos opresivos, pisoteando la "democracia", no escuchando a Galicia y sus amigos, etcétera. Todo esto es falso del principio al fin. Con su conducta Galicia reveló que no es un revolucionario, ya que un revolucionario es antes que nada una persona de acción. Galicia no comprende la acción en lo más mínimo, no intenta asumirla; por el contrario, rehusa participar en cualquier lucha seria. Galicia brilla por su ausencia en las reuniones que organizan los stalinistas y toledanistas para luchar contra el llamado "trots­kismo". En realidad, ¿para qué exponerse al riesgo de una lucha abierta? ¿Por qué molestarse en organizar grupos de activistas, en defender la organización, en protestar y en hacerse conocer? Es mucho más simple permanecer al margen y atacar a los "burócratas" de la Cuarta Internacional. La intriga sectaria siempre va acompañada por la pasividad política. Lo demuestra una vez más el ejemplo de Galicia y su grupo.

Galicia afirma que la Cuarta Internacional supuestamente intenta obligarlo a funcionar en alianza con la burguesía y el gobierno de México. Es la repetición de la vil calumnia de Eiffel. Los "revolucionarios" tipo Eiffel se caracterizan siempre por abstenerse de la lucha revolucionaria. Arrastran una existencia parasi­taria. Siempre cuentan con miles de explicaciones y argumentos sobre su abstención y pasividad. Su vida política consiste en calumniar a los que participan en la lucha de clases. Galicia pertenece a esta escuela.

Pero supongamos por un momento que, debido a algunas circunstancias especiales, la Internacional decidiera aplicar en México métodos más "pacíficos", más "cautelosos", en beneficio del conjunto de la lucha internacional. ¿Cómo deberían actuar en este caso los revolucionarios mexicanos? Tendrían que decidir si la directiva de la Internacional, dictada en función de los intereses generales del movimiento, fue correcta o incorrecta, es decir, si esta directiva sirve al propósito planteado. Pero Galicia y su grupo ni siquiera tratan de explicar por qué la Internacional les "impone" una política que consideran oportunista. ¿O tratan de decir, como Eiffel, Oehler y Cía.[3], que nuestra Internacional es en general oportunista? No, dicen que la internacio­nal hace una inadmisible excepción en el caso de México. Sin embargo, no analizan esta "excepción", no dicen si realmente se debe o no a razones internacio­nales. En otras palabras, no tratan de ubicarse en una perspectiva internacional. Incluso en esta cuestión siguen siendo burgueses nacionalistas y no marxistas internacionalistas.

¿Es cierto que la Internacional plantea para México métodos de lucha diferentes? ¿Plantea una alianza con la burguesía y el gobierno? No; esto es una mentira total, que no inventó Galicia sino Eiffel, Oehler y otros intrigantes similares. El problema está en que Galicia no comprende qué significa la lucha de clases contra la burguesía y el gobierno. Cree que para cumplir su deber de marxista alcanza perfectamente con publicar una o dos veces por mes un periódico superficial en el que se grita contra el gobierno. Hasta hoy, ésta ha sido toda su actividad "revolucionaria". Sin embargo, en México más que en cualquier otro lado, la lucha contra la burguesía y su gobierno consiste ante todo en liberar a los sindicatos de su dependencia respecto al gobierno. Formalmente, en los sindicatos mexicanos está todo el proletariado. La esencia del marxismo consiste en proporcionar una dirección a la lucha de clases del proletariado. Pero ésta exige su independen­cia de la burguesía. En consecuencia, la lucha de clases en México tiene que estar orientada a ganar la indepen­dencia de los sindicatos del estado burgués. Esto exige de los marxistas una concentración de todas sus fuerzas contra los stalinistas y toledanistas. Todo lo demás son bagatelas, charlas, intrigas, traición pequeñoburguesa y pesimismo. Y Galicia no es ningún principiante en esta clase de traiciones y pesimismos.

El trabajo sindical significa militar en los sindicatos obreros. Por supuesto, es necesaria la participación en el sindicato de maestros; pero ésta es una organización de la intelligentzia pequeñoburguesa, incapaz de jugar un rol independiente. Los que no juegan un rol siste­mático en los sindicatos obreros son un peso muerto para la Cuarta Internacional.

Cuando Galicia insinúa enigmáticamente que se le impidió aplicar una política revolucionaria contra la burguesía, aparentemente se refiere a su patética experiencia de "lucha" contra el alza de los precios. Como es sabido, Galicia hizo un cartel absurdo llamando a la "huelga general", el "sabotaje" y la "acción directa", sin explicar cómo creía que había que orga­nizar una huelga general, sin tener la menor influencia en los sindicatos y sin explicar qué quiere decir "sabo­taje" o más precisamente a qué clase de "acción directa" se refería. En lo que hace a los trabajadores, todo el llamamiento parecía una provocación. Pero dado que carecía de la menor influencia y que ni siquiera era consciente de su falta de influencia, la provocación no fue trágica sino cómica. Para Galicia el problema no consiste en ganar a uno u otro sector de las masas para la lucha activa sino en gritar algunas frases ultraizquierdistas que no tienen ninguna ligazón con la vida real de la clase. En cierta categoría de seudorevolu­cionarios pequeñoburgueses resulta muy típico ese matiz de sectarismo, aventurerismo y cinismo. ¿Pero esto qué tiene que ver con el marxismo? ¿Qué tiene que ver con la Cuarta Internacional?

Hasta el día de hoy Galicia no presentó sus tesis, contratesis y enmiendas sobre ninguna cuestión fundamental. Marcado por su parasitismo ideológico, se limita a recoger aquí y allá rumores y chismes, a traducir al castellano artículos ultraizquierdistas contra la Cuarta Internacional, publicados en todos los rincones del mundo, a negociar con los enemigos de la Cuarta Internacional, a no responsabilizarse directamente por nadie ni por nada, a hacer simplemente el papel de un rupturista ofendido. ¿Acaso esta actitud tiene algo en común con la de un luchador revolu­cionario?

Los groseros e injustificados ataques de Galicia a Diego Rivera forman parte inevitable de su política pequeñoburguesa. Para nosotros es un hecho muy valioso que un artista de importancia mundial perte­nezca totalmente a nuestro movimiento. Sabemos que Marx consideraba muy importante que el poeta alemán Freiligrath fuera miembro de la Internacional,[4] aunque éste no se puede comparar con Rivera ni por su adhe­sión revolucionaria ni por su talento artístico. Lo mismo puede decirse de la actitud de Lenin hacia Gorki,[5] cu­ya posición revolucionaria siempre fue difusa y vaga. Marx y Lenin partían de que Freiligrath y Gorki rendían un gran servicio a la causa del proletariado con su creatividad artística y de que su apoyo al partido elevaba la autoridad mundial de éste. ¡Con mucha mayor razón tenemos que apreciar la participación de Diego Rivera en la Cuarta Internacional! Sería ridículo y criminal asignar a un gran artista tareas superficiales y cotidianas, apartándolo de su creación; es más criminal todavía ocultar los errores de la organización tras los constantes ataques personales a Rivera. Esto solo caracteriza plenamente la psicología envidiosa, intrigante, pequeñoburguesa de Galicia y de los que son como él.

¿Quiénes apoyan en el plano internacional a Galicia? Molinier, que reimprime los documentos de Galicia y le da los suyos para que haga lo mismo; Vereecken, que consigue el apoyo de Galicia para todas sus declaraciones; Oehler, que estimula a Galicia y Cía., palmeándolos amistosamente y aconsejándoles llegar hasta el fin, es decir, romper abiertamente con la Internacional. En última instancia, ¿a qué bando pertenece Galicia? ¿Al de la Cuarta Internacional o al de sus enemigos? Evidentemente Galicia declara "acatar" la decisión con el único propósito de perma­necer dentro de la Cuarta Internacional y proseguir con su política divisionista.

Galicia parece sugerir que el congreso de la Cuarta Internacional se dejó llevar por consideraciones ocultas o personales. La mayor parte de nuestras organiza­ciones lleva una existencia ilegal o semilegal que implica sacrificios extraordinarios y exige, por lo tanto, un excepcional nivel de idealismo y heroísmo. Y ahora resulta que estas organizaciones enviaron a sus dele­gados para condenar a Galicia apoyándose en innobles consideraciones. ¿Es posible una traición más evi­dente? ¿No está demostrando Galicia que es simplemente un pequeño burgués exasperado?

Galicia se permite hacer una analogía entre la Cuarta Internacional y la Internacional stalinista. De hecho, el mismo Galicia es un legitimo producto de la Internacional de Stalin. Los burócratas o aspirantes a burócratas se pueden dividir, por regla general, en satisfechos e insatisfechos. Los primeros recurren a la represión más furibunda para conservar sus puestos. Los segundos ocultan su ambición frustrada tras la más frenética fraseología ultraizquierdista. Los de la primera especie se transforman en la segunda con la misma facilidad con que un cazador furtivo se convierte en un gendarme. Si Galicia hace sospechoso al con­greso de la Cuarta Internacional de viles motivaciones, ¿por qué razón sigue ligado a esta organización?

¿Qué conclusiones se derivan de lo que planteamos aquí? Es obvio que Galicia no entiende el propósito de las decisiones que tomó el congreso de la Cuarta Internacional, como tampoco comprende cuáles son sus objetivos ni el espíritu que la anima. No sorprende, entonces, que no haya entendido la importancia de sus propios errores. Continúa con estas equivocaciones y las acentúa. Ignora a nuestra Internacional en nombre de todas las camarillas centristas y ultraizquierdistas. Por eso, en nuestra opinión, la decisión que tomó el congreso internacional respecto a él resulta hoy total­mente inadecuada. Hay que hacerle un agregado. Es imposible admitir a Galicia en la organización sobre la base del "acatamiento", obviamente falso, a las decisiones del congreso. Estas hacen inadmisible ya la vieja política de Galicia y su grupo. Se le puede dar otros seis meses para que reflexione mientras permanezca fuera de la sección mexicana de la Cuarta Internacional. Si durante este medio año Galicia llega a comprender que la Cuarta Internacional es una organización revolu­cionaria basada en principios de acción definidos, y no un club de discusión para los intelectuales pequeñoburgueses, encontrará nuevamente un sitio en la organización. Si no, quedará siempre del otro lado del umbral. En cuanto a los demás miembros del grupo de Galicia, sólo podrán unirse a la organización luego de una aceptación real, no diplomática, de las decisiones del congreso. Si no, la organización se construirá sin ellos. Esta es nuestra propuesta.



[1] Problemas de la sección mexicana. Con permiso de la Biblioteca de la Universidad de Harvard. Traducido del ruso [al inglés] para este volumen [de la edición norteamericana] por Marilyn Vogt. Luciano Galicia: dirigente de la LCI (Liga Comunista Internacionalista), la sección mexicana del movi­miento trotskista, que se organizó en 1930. La organización siguió una política sectaria en los sindicatos y lanzó consignas irresponsables y aventureras. El Departamento Latinoamericano de la Cuarta Internacional envió a México una delegación para investigar los hechos formada por Cannon, Shachtman y V.R. Dunne, los tres de Estados Unidos, pero Galicia disolvió el grupo poco antes de su llegada. Luego lo reconstituyó, y la Conferencia de Fundación le dio al Subsecretariado Internacional el mandato de reorganizar La sección mexicana previa aceptación por parte de ésta de las resoluciones de la Conferencia, Internacional y la disciplina de la Cuarta Internacional. En enero de 1939 Galicia denunció" el régimen totalitario y la línea centrista de los dirigentes de La llamada Cuarta Internacional, proclamada en su conferencia de setiembre, y rompió con la Cuarta. En el transcurso de ese mismo año se reorganizó la sección mexicana con el nombre de POI (Partido Obrero Internacionalista). Galicia luego volvió a la Cuarta Internacional.

[2] Paul Eiffel: en 1936 dirigió un pequeño grupo que rompió con la Revolutionary Workers League (Liga de Obreros Revolucionarios, ver nota siguiente). Argumentó que se saboteaba la lucha de los leales contra Franco y la de los nacionalistas chinos contra Japón. Trotsky se refiere a él y a los demás que cita aquí como prototipos de la cínica maniobra organizativa y de la política sin principios.

[3] Hugo Oehler: dirigió una fracción sectaria del Workers Party de Estados Unidos que se oponía a su entrada en el Partido Socialista para llegar al ala izquierda de éste. En 1935 él y su grupo fueron expulsados por violar la disci­plina partidaria y formaron la Revolutionary Workers League.

[4] Ferdinand Freiligrath (1810-1876): poeta alemán; en su obra se encuentran poemas líricos y políticos, canciones de guerra patrióticas, traducciones de Víctor Hugo, Shakespeare, etcétera.

[5] Máximo Gorki (1868-1936): escritor ruso, autor de cuentos, novelas y dramas populares. En 1917 se mostró hostil a la Revolución Rusa, pero luego apoyó al nuevo gobierno hasta 1921, cuando abandonó el país aparentemente por motivos de salud. Cuando volvió, en 1932 dio un apoyo general a la política de Stalin.



Libro 6