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Escritos de León Trotsky (1929-1940)

¿Quién es el culpable de haber comenzado la segunda guerra mundial?

¿Quién es el culpable de haber comenzado la segunda guerra mundial?

¿Quién es el culpable de haber comenzado la segunda guerra mundial?[1]

 

 

5 de setiembre de 1939

 

 

 

Ayer hablé del tema de la responsabilidad inmediata por la guerra. Hitler comenzó las sangrientas operaciones militares que Stalin le ayudó a comenzar. Esta vez la responsabilidad inmediata, por así decirlo jurídica, del comienzo de las acciones militares se muestra más claramente que en la guerra pasada. Es sabido que el proble­ma de la responsabilidad juega un gran papel en la propaganda internacional de ambos bandos combatientes. Cada uno de los estados que participan en la guerra trata de atribuirle la responsabilidad al enemigo.

Desde el punto de vista histórico y político, sin embar­go, este criterio jurídico (o diplomático) es de importancia completamente secundaria. Hay guerras progresivas, justas, y hay guerras reaccionarias, injustas, indepen­dientemente de quién las “comience”. Desde una pers­pectiva histórico-científica son guerras progresivas, justas, las que sirven a la liberación de las clases y naciones oprimidas y hacen avanzar así a la humanidad. Por el contrario, son reaccionarias las guerras que sirven para preservar un orden social perimido o para esclavizar a las clases trabajadoras y a las naciones atrasadas o débiles. En consecuencia, lo que reviste una importancia decisiva no es quién “comenzó”, quién aparece como “agresor”, sino qué clase dirige la guerra y en función de qué objetivos históricos lo hace. Si la clase oprimida o una nación oprimida aparecen como “agresores” en pro de su liberación, siempre aplaudiremos esa agresión.

El intento de presentar la próxima guerra como una guerra entre las democracias y el fascismo se estrelló contra el curso real de los acontecimientos. La guerra actual, que sus protagonistas comenzaron antes de firmar el Tratado de Versalles, surgió como producto de las contradicciones imperialistas. Era tan inevitable como el choque de dos trenes que se dejan sueltos andando en direcciones contrarias por la misma vía.

Los antagonistas principales en el continente europeo son Alemania y Francia. En la lucha por la hegemonía en Europa y sus posesiones coloniales, Francia intentó mantener dividida y debilitada a Alemania (a la Alemania democrática, no a la fascista). En este sentido el imperia­lismo francés fue la partera del nacionalsocialismo ale­mán. Por el contrario, Inglaterra, que tenía interés en romper la hegemonía de Francia en Europa y sus preten­siones internacionales, comenzó enseguida después de Versalles a apoyar a Berlín contra París. El rearme de la Alemania nazi hubiera sido imposible sin la ayuda directa de Inglaterra. Así, los antagonismos disimulados pero profundos entre las democracias fueron el trampolín de Hitler.

En Munich, Inglaterra apoyó a Hitler con la esperanza de que se conformaría con Europa central. Pero un par de semanas más tarde Inglaterra “finalmente descubrió” que el imperialismo alemán pretende dominar el mundo. En su calidad de potencia colonial mundial, Gran Bretaña no podía dejar de responder con la guerra a las pretensio­nes desenfrenadas de Hitler.

Las maquinaciones diplomáticas, los malabarismos con la fórmula “democracia versus fascismo”, los sofismas respecto a quién le cabe la responsabilidad, no nos pueden hacer olvidar que la lucha se libra entre esclavistas imperialistas de bandos opuestos por una nueva división del mundo. Por sus fines y sus métodos la guerra actual es la prolongación directa de la anterior, sólo que la putrefacción de la economía capitalista es mucho mayor y los métodos de destrucción y exterminio son mucho más terribles.

En consecuencia, no veo la menor razón para cambiar los principios respecto a la guerra elaborados entre 1914 y 1917 por los mejores representantes del movimiento obrero bajo la dirección de Lenin. La guerra actual es reaccionaria por parte de ambos bandos. Cualquiera que sea el bando que triunfe, la humanidad retrocederá enormemente.

La tarea de los auténticos representantes de la clase obrera y las naciones oprimidas no consiste en ayudar a un sector imperialista en contra del otro, sino en hacer comprender a las masas trabajadoras de todos los países el sentido reaccionario de la guerra presente, en elevar su programa (federación socialista mundial de naciones) y en prepararse para sustituir el régimen del saqueo por el de la cooperación internacional.

Este es el programa de la Cuarta Internacional. Parece utópico a los seudo realistas, que no comprenden la lógica del desarrollo histórico. La Cuarta Internacional ahora nuclea a una pequeña minoría. Pero el partido de Lenin también representaba una minoría insignificante antes de la guerra anterior, y no les merecía más que desprecio a los héroes de la charlatanería. La guerra es una escuela severa. ¡En su fuego arderán los viejos prejui­cios y hábitos de los esclavos! Las naciones saldrán de esta guerra diferentes de cómo entraron en ella, y recons­truirán nuestro planeta siguiendo las leyes de la razón.



[1] “¿Quién es el culpable de haber comenzado la segunda guerra mundial?”, Socialist Appeal, 11 de setiembre de 1939.



Libro 6