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Escritos de León Trotsky (1929-1940)

La situación mundial y sus perspectivas

La situación mundial y sus perspectivas

La situación mundial y sus perspectivas[1]

 

 

14 de febrero de 1940

 

 

 

Pregunta: ¿Qué opina usted de la alianza ruso-germana? ¿Tenía que concretarla Stalin? Si es así, ¿qué podría haber hecho antes para evitarla? Rusia, al penetrar en los estados del Báltico y en Finlandia, sostuvo que se veía obligada a hacerlo para defenderse convenientemente contra la agresión. ¿Cree usted que había alguna probabi­lidad de agresión nazi? ¿Cree usted que había alguna posibilidad de ataque por parte de las democracias capitalistas?

Respuesta: La política exterior constituye la exten­sión y el desarrollo de la política interior. Para compren­der correctamente la política exterior del Kremlin hay que tener siempre en cuenta dos factores: uno, la situa­ción de la URSS en el entorno capitalista, y otro, la situación de la burocracia gobernante dentro de la socie­dad soviética. La burocracia defiende la URSS. Pero ante todo se defiende a sí misma dentro de la URSS. La situación interna de la burocracia es incomparablemente más vulnerable que la situación internacional de la URSS. La burocracia es implacable con sus adversarios desarmados de adentro del país. Pero es en extremo cautelosa, y a veces hasta cobarde, ante sus enemigos externos muy bien armados. Si el Kremlin gozara del apoyo de las masas populares y confiara en la solidez del Ejército Rojo, podría asumir una posición más independiente respecto a ambos bandos imperialistas. Sin embargo, la realidad es otra. El aislamiento de la burocracia totalitaria dentro de su propio país la echó en brazos del imperialismo más próximo, el más agresivo y por lo tanto el más peligroso.

Ya en 1934 Hitler le dijo a Rauschning:[2] “Puedo hacer un acuerdo con la Rusia soviética en el momento en que lo desee”. El mismo Kremlin le había dado garantías categóricas al respecto. El ex jefe de la agencia de la GPU en el exterior, el general Krivitski, reveló detalles muy interesantes sobre las relaciones entre Moscú y Berlín. Pero, para quien lee cuidadosamente la prensa soviética, los planes del Kremlin dejaron de ser un secreto desde 1933. Stalin temía por sobre todas las cosas una gran guerra. Con el fin de escaparle se transformó en un auxiliar insustituible de Hitler. Sin embargo sería incorrecto concluir que la campaña que durante cinco anos llevó Moscú en favor de un “frente único de las democracias” y de la “seguridad colectiva” fue simplemente una estafa, tal como lo plantea hoy el mismo Krivitski, que desde los cuarteles de la GPU percibía sólo un aspecto de la política moscovita y no tenía una visión de conjunto. Mientras Hitler desdeñó su mano tendida, Stalin se vio obligado a preparar seriamente la otra alternativa, es decir la alianza con las democracias imperialistas. La Comintern naturalmente no entendía qué estaba pasando; se reducía simplemente a los balbuceos “democráticos”, siguiendo las instrucciones.

Por otra parte, Hitler no podía volverse hacia Moscú mientras necesitara de la neutralidad amistosa de Inglaterra. El espectro del bolchevismo hacía falta, sobre todo, para evitar que los conservadores británicos se pusieran suspicaces respecto del rearme de Alemania. Baldwin y Chamberlain fueron más lejos todavía;[3] directamente ayudaron a Hitler a formar la Gran Alemania, que se convirtió en una poderosa base centroeuropea para la agresión mundial.

Hubo una razón fundamental para el vuelco de Hitler hacia Moscú a mediados del año pasado. Ya había recibido todo lo posible de Gran Bretaña. No se podía esperar que Chamberlain le garantizara a Hitler Egipto y la India además de Checoslovaquia. La expansión ulterior del imperialismo alemán sólo podía estar dirigida contra la misma Inglaterra. La cuestión polaca pasó a ser el punto determinante. Italia se hizo cautelosamente a un lado. El conde Ciano explicó en diciembre de 1939 que la alianza militar ítalo-germana, firmada diez meses antes, excluía la entrada de los aliados totalitarios en una guerra durante los tres años siguientes.[4] Sin embargo, Alemania, presionada por la fuerza de su propio armamento, no podía esperar. Hitler aseguró a su primo anglosajón que la anexión de Polonia era parte de su avance hacia el este, y solamente hacia el este. Pero sus adversarios conservadores se cansaron de que les hiciera trampa. La guerra se hizo inevitable. En estas condiciones Hitler no tenía opción; se jugó su último triunfo, la alianza con Moscú. Stalin obtuvo finalmente el apretón de manos con el que soñó incesantemente durante seis años Frecuentemente se lee en la prensa democrática que Stalin, con su alianza con Hitler, buscó deliberadamente provocar una guerra mundial; es absurdo. La burocracia soviética teme más que cualquier clase dominante del mundo una gran guerra; tiene poco que ganar y todo que perder. ¿Contar con la revolución mundial? Pero incluso si la oligarquía completamente conservadora del Kremlin peleara por la revolución, sabe muy bien que la guerra no comienza con la revolución sino que termina con ella, y que la burocracia de Moscú se hundirá en un abismo antes de que llegue la revolución a los países capitalistas.

En las negociaciones de Moscú del año pasado los delegados de Gran Bretaña y Francia jugaron un rol bastante lamentable. “¿Ven a estos caballeros? -preguntaron los agentes alemanes a los gobernantes del Kremlin-. Si nos dividimos Polonia entre nosotros ellos no moverán ni su dedo meñique.” Mientras firmaba el acuerdo, Stalin, dada su limitación política, podía creerse que no habría una guerra grande. En todo caso, se compró la posibilidad de escapar durante el período siguiente a la necesidad de verse involucrado en una guerra. Y nadie sabe qué hay detrás del “período siguiente”. Las invasiones a Polonia y los países bálticos fueron la consecuencia inevitable de la alianza con Alemania. Sería infantil pensar que la colaboración entre Stalin y Hitler se basa en la confianza mutua; estos caballeros se entienden demasiado bien. Durante las negociaciones de Moscú del verano pasado el peligro alemán podía y debía parecer muy real y también bastante inmediato. Influido por Ribbentrop, según se dijo, el Kremlin supuso que Inglaterra y Francia no darían un paso contra el hecho consumado del sometimiento de Polonia y que en consecuencia Hitler tendría las manos libres para su ulterior expansión hacia el este. En estas condiciones quedó consumada la alianza con Alemania con las garantías materiales que su aliado le dio a Rusia. Es probable que también en este terreno la iniciativa la haya llevado el socio dinámico, es decir, Hitler, quien debe de haberle propuesto al cauteloso y contemporizador Stalin que se tomara las garantías necesarias por la fuerza de las armas. Naturalmente, la ocupación de Polonia oriental y la instauración de bases militares en el Báltico no constituirán obstáculos absolutos para la ofensiva alemana; lo atestigua la experiencia de la última guerra (1914-1918). Sin embargo, el hecho de que la frontera se haya corrido hacia el Oeste y el control sobre la costa oriental del Báltico representan ventajas estratégicas indudables. Así, en su alianza con Hitler y por iniciativa de éste, Stalin decidió tomar “garantías” contra Hitler. No menos importantes fueron las consideraciones que le inspiró su política interna.

Después de cinco años de agitación ininterrumpida contra el fascismo, después de la eliminación de la Vieja Guardia bolchevique y del estado mayor general por su supuesta alianza con los nazis, el inesperado acuerdo con Hitler resultó muy impopular en el país. Era necesario justificarlo con éxitos inmediatos y brillantes. La anexión de Ucrania occidental y la Rusia Blanca y la conquista pacífica de posiciones estratégicas en los estados del Báltico tenían el objetivo de demostrar a la población qué sabia es la política exterior del “padre de las naciones”. Finlandia contrarió, en parte, estos planes.

Pregunta: ¿Cree usted, como ex jefe del Ejército Rojo, que era necesario que los soviets entraran en los estados del Báltico, Finlandia y Polonia para defenderse mejor contra la agresión? ¿Cree usted justificado que un estado socialista extienda a otro el socialismo por la fuerza de las armas?

Respuesta: No se puede dudar de que el control de las bases militares que están sobre la costa del Báltico constituye una ventaja estratégica. Pero esto solo no puede determinar la invasión de un estado vecino. La defensa de un estado obrero aislado depende mucho más del apoyo de las masas trabajadoras de todo el mundo que de dos o tres puntos estratégicos secundarios. Lo demuestra incontrovertiblemente la historia de la intervención extranjera en nuestra guerra civil desde 1918-1920.

Robespierre decía que al pueblo no le gustan los misioneros con bayonetas. Naturalmente, esto no excluye el derecho y la obligación de dar ayuda militar desde el exterior a los pueblos que se rebelan contra la opresión. Por ejemplo, cuando en 1919 la Entente estranguló la revolución húngara,[5] nosotros, por supuesto, teníamos derecho a ayudar militarmente a Hungría. Las masas trabajadoras del mundo hubieran entendido y justificado esta intervención. Desgraciadamente éramos demasiado débiles... En la actualidad el Kremlin es mucho más fuerte desde el punto de vista militar. Sin embargo, ya no cuenta con la confianza de las masas de adentro ni de afuera del país.

Si hubiera democracia soviética en la URSS, si el progreso tecnológico fuera paralelo al de la igualdad socialista, si la burocracia se desplazara dando paso al gobierno de las masas, Moscú representaría, especialmente para sus vecinos más próximos, una fuerza de atracción tremenda. Entonces la catástrofe mundial actual arrojaría inevitablemente a las masas de Polonia (no sólo a los ucranianos sino también a los polacos y judíos) y a las de los estados de la frontera del Báltico hacia la unificación con la URSS.

Actualmente, si es que existe este importante requisito de la intervención revolucionaria, se da en un grado mínimo. El estrangulamiento de los pueblos de la URSS, en particular de las minorías nacionales, con métodos policiales, alejó de Moscú a la mayor parte de las masas trabajadoras de los países vecinos. Los pueblos no ven la invasión del Ejército Rojo como una liberación sino como un acto de violencia, lo que, en consecuencia, les permite a las potencias imperialistas movilizar a la opinión pública contra la URSS. Por eso, en última instancia, le traerá a la URSS más perjuicios que ventajas.

Pregunta: ¿Cuál es su opinión sobre la campaña de Finlandia desde el punto de vista militar, en lo que hace a la estrategia, el equipamiento, la dirección militar y política, el mantenimiento de las comunicaciones y el entrenamiento general de las tropas rojas? ¿Cuál es el resultado más probable de la campaña de Finlandia?

Respuesta: Por lo que puedo juzgar, el plan estratégico, considerado en abstracto, era bastante correcto, pero se subestimó la capacidad de resistencia de Finlandia y se ignoraron detalles tales como el invierno finlandés, el transporte, el aprovisionamiento y las condiciones sanitarias. En sus versos satíricos sobre la campaña de Crimea de 1855 el joven oficial León Tolstoi decía: Muy fácil en el papel, pero se olvidaron de los torrentes. Y tenemos que marchar encima de ellos.

El estado mayor general de Stalin, decapitado y desmoralizado, repite textualmente a los estrategas de Nicolás I.

El 15 de noviembre le escribí al director de uno de los semanarios norteamericanos más leídos: “Durante el próximo periodo Stalin seguirá siendo el satélite de Hitler. El próximo invierno probablemente no se moverá. Con Finlandia llegará a un acuerdo”. Los hechos demostraron que mi pronóstico fue incorrecto en el último punto. Lo que provocó mi error fue atribuirle al Kremlin más sentido común político y militar del que demostró tener en realidad. La resistencia finlandesa, es cierto, hizo peligrar el prestigio del Kremlin no sólo en Estonia, Letonia y Lituania sino también en los Balcanes y Japón. Después de haber dicho “A”, Stalin se vio obligado a decir “B”. Pero incluso desde la perspectiva de sus objetivos y métodos, no tenía que atacar Finlandia inmediatamente. Una política más paciente nunca podría haber comprometido tanto al Kremlin como sus vergonzosas derrotas en el transcurso de esas once semanas.

Moscú revela ahora que nadie espera una victoria rápida y hace referencia a la escarcha y las ventiscas. ¡Asombroso argumento! Si bien Stalin y Voroshilov son incapaces de leer mapas militares, sí pueden, suponemos, leer el calendario; el clima finlandés no era un secreto para ellos. Stalin es capaz de utilizar enérgicamente una situación que maduró sin su participación activa cuando las ventajas son incuestionables y el riesgo mínimo. Es un hombre de aparato. La guerra y la revolución no constituyen su elemento. Cuando hace falta utilizar previsión e iniciativa, Stalin sólo consigue la derrota. Fue lo que sucedió en China, Alemania y España; también es el caso de Finlandia.

Lo decisivo no es el clima físico de Finlandia sino el clima político de la URSS. En el Boletín ruso editado por mí,[6] publiqué en setiembre de 1938 un artículo en el que analizaba las causas del debilitamiento y la descomposición del Ejército Rojo. Aclara bastante, según mi opinión, tanto las fallas actuales del Ejército Rojo, como las crecientes dificultades por las que atraviesa la industria. Todas las contradicciones y defectos del régimen siempre se expresan de manera concentrada en el ejército. La enemistad entre las masas trabajadoras y la burocracia lo corroe desde dentro. El ejército necesita tanto como la economía la independencia personal, la libertad de investigación y de crítica. En lugar de ello, se pone a los oficiales del Ejército Rojo bajo el control de la policía política, personificada en los oficiales trepadores. Se extermina a los comandantes independientes y talentosos, los demás viven sometidos a un temor constante. En un organismo artificial como el ejército, en el que es ineludible la precisión de los derechos y deberes, nadie sabe en realidad qué está permitido y qué es tabú. Los ladrones y los timadores se ocultan tras un frente patriótico de denuncias. Las personas honestas se descorazonan. El alcoholismo se extiende cada vez más. En el aprovisionamiento militar reina el caos.

Una cosa es desfilar en la Plaza Roja y otra muy distinta es ir a la guerra. El proyectado “paseo militar” a Finlandia se convirtió en un despiadado muestrario de todos los aspectos del régimen totalitario. Descubrió la bancarrota de la burocracia y la incapacidad del comando superior, designado más por su servilismo que por su talento y conocimientos. Además, la guerra reveló una extrema desproporción en las distintas ramas de la economía soviética, en particular la pésima situación del transporte y distintos tipos de pertrechos militares, especialmente provisiones y ropa. El Kremlin construyó, no sin éxito, tanques y aeroplanos, pero se olvidó de los artículos sanitarios, los guantes y las botas. La burocracia olvidó completamente al hombre que maneja todas las máquinas. El problema de si se combate en defensa “propia” ante una invasión extranjera o a la ofensiva contra otro país es de inmensa importancia, a veces decisiva, en lo que hace al estado de ánimo del ejército y la nación. Para una guerra revolucionaria ofensiva son necesarios un entusiasmo genuino, una gran confianza en la dirección, soldados muy hábiles. Nada de esto se vio en la guerra que encaró Stalin sin preparación técnica y moral. La relación de fuerzas determina de antemano el resultado final de la lucha. Los quinientos mil soldados del Ejército Rojo estrangularán finalmente al ejército finlandés si la guerra soviético-finesa no se resuelve en las próximas semanas en una guerra europea general, o si Stalin no se ve arrastrado a una solución de compromiso. Es decir, a retirarse por temor a una intervención inglesa, francesa o sueca. Es posible que la situación militar se resuelva todavía antes de que aparezcan estas líneas en la prensa. En el primer caso, el Kremlin, como ya ocurrió con sus efímeros éxitos al comienzo de diciembre, tratará de complementar la agresión militar con una guerra civil dentro de Finlandia. Para incorporar Finlandia a la URSS -y ése es ahora el objetivo evidente del Kremlin- es necesario sovietizarla, es decir, expropiar a la capa superior de terratenientes y capitalistas. Es imposible llevar a cabo esa revolución en las relaciones de propiedad sin una guerra civil. El Kremlin hará todo lo posible por atraerse a los obreros industriales finlandeses y a los estratos más bajos de los campesinos. Una vez que la oligarquía de Moscú se vea obligada a jugar con el fuego de la guerra y la revolución, tratará por lo menos de calentarse las manos. Indudablemente logrará‚ algunos éxitos en este sentido. Pero desde ya podemos asegurar una cosa: ningún éxito futuro podrá borrar de la conciencia del mundo lo que sucedió hasta ahora. La aventura finlandesa ya provocó una revaluación radical del peso real del Ejército Rojo, que había sido extraordinariamente idealizado por algunos periodistas extranjeros devotos -suponemos que desinteresadamente- del Kremlin. Las derrotas militares del Kremlin proporcionarán un serio argumento a todos los partidarios de la cruzada contra la URSS. Indudablemente aumentará la osadía de Japón, lo que puede crear dificultades para lograr un acuerdo soviético-japonés, que es realmente uno de los principales objetivos del Kremlin. Desde ya se puede afirmar que si el período anterior se caracterizó por la exageración de la capacidad ofensiva del Ejército Rojo, el que comienza ahora se distinguirá por la subestimación de su fuerza defensiva.

Es posible prever también otras consecuencias de la guerra soviético-finesa. Lo que determinó la monstruosa centralización, de arriba hacia abajo, del comercio y la industria, igual que la colectivización compulsiva de la agricultura, no fueron las necesidades del socialismo sino el afán de la burocracia de tener todo, sin excepción, en sus manos. Las nevadas finlandesas fueron un cruel castigo por esta violencia repugnante y de ningún modo necesaria contra la economía y el hombre, que se reveló claramente en los juicios de Moscú por “sabotaje”. Es posible, en consecuencia, que por la influencia de las derrotas militares se vea obligada a retroceder en el plano económico. Se puede suponer que se restablecerá una especie de NEP,[7] es decir de economía de mercado controlada a un nivel económico nuevo, superior. Si la burocracia se salvará o no apelando a estas medidas es otra cuestión.

Pregunta: ¿Qué sería lo más inteligente que podría hacer hoy Stalin en Rumania, teniendo en cuenta las posibles derivaciones políticas, sociales y militares?

Respuesta: Creo que el Kremlin, especialmente después de la experiencia finesa, considerará que en el próximo período lo más “inteligente” será no tocar Rumania. Stalin puede marchar contra los Balcanes sólo con acuerdo de Hitler, sólo para ayudar a Hitler (por lo menos mientras éste no se debilite, y esta perspectiva por ahora es lejana). En este momento Hitler necesita paz en los Balcanes para conseguir materias primas y mantener su ambigua amistad con Italia.

Tanto desde el punto de vista militar como político. Rumania es una nueva edición de Polonia, si no peor La misma opresión semifeudal de los campesinos, la misma cínica persecución a las minorías nacionales, la misma mezcla de estupidez, impertinencia y cobardía en la capa gobernante personificada por el rey. Sin embargo, si por iniciativa de la nueva entente Hitler y Stalin se ven obligados a quebrar la inestable paz de los Balcanes, el Ejército Rojo entrará a Rumania con sus consignas de revolución agraria y probablemente con mayor éxito que en Finlandia.

Pregunta: Dados los acontecimientos actuales, ¿qué puede o debe hacer Stalin en los Balcanes en general? ¿En Persia? ¿En Afganistán?

Respuesta: Las fuerzas armadas soviéticas tienen que prepararse para defender una vasta zona con medios de comunicación insuficientes. La situación mundial plantea la necesidad de no dispersar el ejército en aventuras aisladas sino de mantenerlo fuertemente concentrado. Pero si Gran Bretaña y Francia -con algo de ayuda de Alemania- consideran necesario declarar la guerra a la Unión Soviética la situación cambiará radicalmente En ese caso no está excluido que la caballería soviética pueda intentar invadir India a través de Afganistán; técnicamente el objetivo no es irrealizable. Puede ser que la historia destine a Budeni, el ex sargento mayor del ejército zarista,[8] a entrar en la India, jinete de un blanco caballo, jugando el rol de “liberador”. Pero de cualquier modo esta perspectiva es muy lejana.

Pregunta: Teniendo en cuenta la vastedad de Rusia, sus numerosas fronteras y sus enemigos actuales y potenciales, ¿cuál es su futuro inmediato?

Respuesta: La invasión a Finlandia provoca indudablemente la condena silenciosa de la mayor parte de la población de la URSS. Sin embargo, al mismo tiempo la minoría comprende y la mayoría siente que tras la cuestión finesa, como tras los errores y crímenes del Kremlin, queda en pie el problema de la existencia de la URSS. Su derrota en la guerra mundial no sólo significaría el aplastamiento de la burocracia totalitaria sino también de la economía estatal planificada; convertiría al país en un botín colonial de los estados imperialistas. Son los mismos pueblos de la URSS los que tienen que aplastar a la odiada burocracia; no pueden delegar esta tarea en Hitler ni en Chamberlain. La cuestión está en si, como resultado de la guerra actual, toda la economía mundial reconstruirá planificadamente, o si el primer intento de esta reconstrucción será aplastado en una convulsión sanguinaria y el imperialismo conseguirá un nuevo respiro hasta la tercera guerra mundial, la que puede llegar a ser la tumba de la civilización.

Pregunta: Generalmente se acredita a la Unión Soviética el haberse defendido con fuerza y haber derrotado efectivamente a los japoneses en Changkufeng, en el verano de 1938. ¿Cree usted que fue una prueba del poderío del ejército soviético y, en este caso, lo que determinó a Hitler a alejar sus miras de Ucrania?

Respuesta: El Ejército Rojo, como ya dije, es incomparablemente más fuerte en la defensa que en la ofensiva. Además, las masas populares, especialmente en el Lejano Oriente, comprenden muy bien qué significaría para ellas la dominación japonesa. Sin embargo, sería incorrecto sobreestimar, siguiendo al Kremlin y a los corresponsales extranjeros que lo apoyan, la importancia de la batalla de Changkufeng.

Hace varios años mencioné varias veces que el ejército japonés es el ejército de un régimen en descomposición. Muchas de sus características recuerdan el ejército zarista de vísperas de la revolución. Los gobiernos conservadores y los estados mayores sobrevaloran al ejército y la armada del Mikado, de la misma manera en que lo hacían con el ejército y la armada del zar. Los japoneses pueden lograr triunfos solamente contra la atrasada y semidesarmada China. No soportarán una guerra larga contra un adversario serio. Por lo tanto, el éxito del Ejército Rojo cerca de Changkufeng tiene una importancia limitada. No creo que este episodio haya influido en algo en los planes estratégicos de Hitler. Factores mucho más concretos y poderosos decidieron su acercamiento a Moscú.

Pregunta: ¿Qué piensa usted de las bases del Partido Comunista de la Unión Soviética? Usted dice que la dirección del partido no sigue los lineamientos del marxismo-leninismo. ¿Cree usted que si la dirección fuera removida el partido procedería a la socialización de Rusia, y hasta qué punto Rusia ya ha sido socializada? ¿Es posible que el pueblo ruso cambie su dirección sin emplear la violencia? Si hubiera un cambio de dirección, ¿Rusia no resultaría más vulnerable a los ataques de las otras potencias? ¿El pueblo no correría el riesgo de perder sus conquistas?

Respuesta: Hace mucho tiempo que nuestras diferencias con la dirección del llamado Partido Comunista de la URSS dejaron de ser teóricas. Ahora el eje no lo constituye la línea “marxista-leninista”. Acusamos a la camarilla gobernante de haberse transformado en una nueva aristocracia que oprime y roba a las masas. La burocracia nos responde acusándonos de agentes de Hitler (ayer) y de Chamberlain y Wall Street (hoy). Todo esto se parece muy poco a una discusión teórica entre marxistas. Es hora de que la gente seria se saque los monóculos que los “amigos de la URSS” profesionales ponen sobre las narices de la opinión pública radicalizada. Es hora de comprender que la actual oligarquía soviética no tiene nada en común con el viejo Partido Bolchevique, que era un partido de los oprimidos. La degeneración del partido gobernante, complementada con sangrientas purgas, fue resultado del atraso del país y el aislamiento de la revolución. Es cierto que el cataclismo social trajo aparejados importantes éxitos económicos. Sin embargo, la productividad del trabajo en la URSS es cinco, ocho y diez veces más baja que en los Estados Unidos. La inmensa burocracia se devora la parte del león de la modesta renta nacional. Lo que queda lo consumen las fuerzas armadas. Como antes, el pueblo tiene que luchar por un pedazo de pan. La burocracia cumple el rol de distribuidor de las mercancías y se guarda para ella los bocados selectos. La capa superior de la burocracia tiene aproximadamente el mismo nivel de vida que los burgueses ricos de Estados Unidos y otros países capitalistas. Hay entre doce y quince millones de privilegiados; son el “pueblo” que organiza los desfiles, manifestaciones y ovaciones que producen tan enorme impresión en los turistas liberales y radicalizados. Pero aparte de este pays legal, como se decía en Francia en una época, hay ciento sesenta millones de personas profundamente insatisfechas.

¿Qué evidencias hay de esto? Si la burocracia gozara de la confianza del pueblo, se empeñaría por lo menos en mantener su propia constitución; en realidad, la pisotea. El antagonismo entre la burocracia y el pueblo se mide por la creciente rigidez del gobierno totalitario. Nadie puede decir con certeza -ni siquiera ellos mismos- qué pretenden con los dos millones de comunistas que fueron silenciados por el Kremlin con mayor brutalidad todavía que el resto de la población. No caben dudas, sin embargo, de que la inmensa mayoría de los comunistas y de la población no desea volver al capitalismo, particularmente ahora, cuando el capitalismo arrojó a la humanidad en una nueva guerra.

La burocracia será aplastada sólo por una nueva dirección política, que preservará la nacionalización de los medios de producción y la economía planificada y establecerá sobre esta base una democracia soviética de tipo muy superior. Esta profunda transformación aumentará enormemente la autoridad de la Unión Soviética entre las masas trabajadoras de todo el mundo y hará prácticamente imposible que los países imperialistas le declaren la guerra.

Pregunta: Si usted fuera el líder del estado soviético. ¿Cuál hubiera sido su política internacional desde el momento en que Hitler tomó el poder en Alemania, sumándose así el fascismo alemán al italiano para constituir un bloque fascista en Europa?

Respuesta: Considero esta pregunta internamente contradictoria. Yo no podría ser el “líder” del actual estado soviético; Stalin es el único adecuado para ese papel. No perdí el poder por razones personales o por accidente, sino porque a la época revolucionaria sucedió una reaccionaria. Luego de esfuerzos prolongados de brindar innumerables víctimas, las masas, cansadas y desilusionadas, se replegaron. La vanguardia quedó aislada. Una nueva casta privilegiada concentró el poder en sus manos y Stalin, que hasta entonces había jugado un rol secundario, se transformó en su líder. La reacción avanzó paralelamente en la URSS y en el mundo entero. En 1923 la burguesía alemana estranguló la revolución proletaria en curso. El mismo año comenzó en la Unión Soviética la campaña contra los llamados “trotskistas”. En 1928 fue aplastada la revolución china. A fines de ese año se expulsó del partido a la “oposición trotskista”. En 1933 Hitler toma el poder y en 1934 realiza su purga,[9] en 1935 comienzan las tremendas purgas en la URSS, los juicios contra la Oposición, la liquidación de la Vieja Guardia bolchevique y del estado mayor revolucionario de oficiales. Esos son los hitos fundamentales que demuestran la relación indisoluble entre el fortalecimiento de la burocracia en la URSS y el avance de la reacción mundial. La presión del imperialismo mundial sobre la burocracia soviética, la presión de la burocracia sobre el pueblo, la presión de las masas atrasadas sobre la vanguardia: he aquí las causas de la derrota de la fracción revolucionaria que yo representaba. Por eso no puedo responder la pregunta de qué hubiera hecho yo de haber estado en el lugar de Stalin. No puedo estar en su lugar. Sólo puedo estar en el mío. Mi programa es el de la Cuarta Internacional, que únicamente podrá tomar el poder en una nueva etapa revolucionaria. Quiero recordar, al pasar, que a comienzos de la última guerra la Tercera Internacional era incomparablemente más débil de lo que es hoy la Cuarta.

Pregunta: ¿En qué cree usted que desembocará, política, económica, social y territorialmente, la guerra europea?

Respuesta: Para formular una opinión sobre las posibles consecuencias de la guerra es necesario responder primero un interrogante. ¿Será posible apagar, en un lapso breve, a través de un compromiso, la furia desatada, o la guerra continuará su tarea de devastación y destrucción hasta sus últimas consecuencias? Ni por un minuto me hago la ilusión de que los intentos pacifistas de los neutrales (incluyendo la misteriosa misión del señor Sumner Welles)[10] tendrán éxito en un futuro más o menos cercano. Las contradicciones entre ambos bandos son irreconciliables. Por amplias que puedan ser las conquistas de Hitler en Europa, no resolverán el problema del capitalismo alemán; por el contrario, sólo lo agravarán. A la industria alemana se agregó la austríaca, la checa y la polaca; todas ellas padecían la estrechez de las fronteras nacionales y la falta de materias primas. Además, para conservar los nuevos territorios será inevitable mantener en tensión constante las fuerzas militares. Hitler podrá capitalizar sus éxitos europeos sólo extendiéndose a escala mundial. Para hacerlo tiene que aplastar a Francia e Inglaterra. Hitler no puede detenerse. Por lo tanto, los aliados tampoco pueden detenerse si no desean suicidarse. Los lamentos humanitarios y las apelaciones a la razón no servirán de nada. La guerra continuará hasta agotar todos los recursos de la civilización o hasta que la revolución le rompa la cabeza.

Pregunta: ¿Cómo quedarán Europa y el mundo después de la guerra?

Respuesta: Los programas de paz de ambos bandos son, además de reaccionarios, fantásticos, es decir irrealizables. El gobierno británico sueña con que en Alemania se establezca una monarquía moderada, con la restauración de los Habsburgo en Austria-Hungría y un acuerdo entre todos los estados europeos sobre las materias primas y los mercados. Londres actuaría mejor si se preocupara por encontrar el secreto de un acuerdo pacífico con la India, y con Irlanda sobre el Ulster. Mientras tanto hay terrorismo, ejecuciones, resistencia activa y pasiva, pacificaciones sanguinarias. ¿Es posible suponer que una Inglaterra triunfante renunciará a sus derechos coloniales en favor de Alemania? Inglaterra fundamentalmente propone, para el caso de que triunfe, una reedición de la Liga de las Naciones, con todos sus viejos antagonismos pero sin las viejas ilusiones.

La situación de Francia es todavía peor. Su importancia económica está en contradicción evidente con su posición en el mundo y la extensión de su imperio colonial. Francia busca la salida a esta contradicción en el desmembramiento de Alemania. ¡Como si fuera posible atrasar el reloj de la historia hasta la etapa previa a 1870! La unificación de la nación alemana fue el resultado inevitable de su desarrollo capitalista. Para desmembrar la Alemania actual sería necesario destrozar su técnica, sus fábricas y exterminar a buena parte de la población. Es más fácil decir que realizar.

El programa de libertad e independencia para las naciones pequeñas proclamado por los aliados suena muy atractivo pero carece totalmente de contenido. Bajo la dominación ilimitada de los intereses imperialistas a escala mundial, la independencia de los estados pequeños y débiles es tan poco real como la independencia de las pequeñas empresas comerciales e industriales bajo la dominación de los trusts y las corporaciones (consultar al respecto las estadísticas de los Estados Unidos). A la vez que Francia desea desmembrar Alemania, ésta, por el contrario, quiere unificar Europa, naturalmente bajo su bota. En consecuencia, las colonias de los estados europeos estarían sometidas al dominio alemán. Tal el programa del imperialismo más dinámico y agresivo. El objetivo de la unificación económica de Europa es en sí mismo progresivo. Sin embargo, todo el problema reside en quién unificará, cómo y por qué. No se puede creer que las naciones europeas aceptarán que las encierren en los cuarteles del nacionalsocialismo. La Pax Germánica implicaría, inevitablemente, una nueva serie de convulsiones sangrientas. Estos son los dos programas de “paz”; por un lado, la balcanización de Alemania y en consecuencia de Europa: por el otro, la transformación de Europa, y luego del mundo entero, en un cuartel totalitario. La guerra actual se libra en función de estos dos programas.

Pregunta: ¿Cuál es, en su opinión, la salida? ¿Quién logrará, cómo y a través de quiénes, una paz verdadera?

Respuesta: En primer lugar, quiero recordar que en la guerra pasada, que fue fundamentalmente un ensayo de la actual, no sólo ningún gobierno concretó su programa sino que ni siquiera sobrevivieron mucho tiempo a la firma del tratado de paz. Tres antiguas y sólidas firmas, los Romanov, los Habsburgo y los Hohenzollern. con su cohorte de dinastías menores, se hundieron en la nada.[11] Clemenceau y Lloyd George fueron barridos del poder. Wilson terminó sus días víctima de sus esperanzas e ilusiones desvanecidas. Antes de su muerte Clemenceau previó la próxima guerra. Lloyd George estaba destinado a contemplar con sus propios ojos una nueva catástrofe. Ninguno de los gobiernos actuales sobrevivirá a esta guerra. Los programas que ahora se proclaman caerán pronto en el olvido, igual que sus autores. El único programa que mantendrán las clases gobernantes es salvar el pellejo. El sistema capitalista es un callejón sin salida. Sin una reconstrucción total del sistema europeo a escala europea y mundial nuestra civilización está condenada. La lucha entre fuerzas ciegas e intereses desenfrenados ha de ser reemplazada por el dominio de la razón, de la planificación, de la organización consciente.

Para Europa la unificación económica es una cuestión de vida o muerte. El cumplimiento de este objetivo no será tarea, sin embargo, de los gobiernos actuales sino de las masas populares dirigidas por el proletariado. Europa se transformará en los estados socialistas o en el cementerio de la antigua cultura. Una Europa socialista proclamará la plena independencia de las colonias, establecerá relaciones económicas fraternales con ellas y, paso a paso, sin la menor violencia, por medio del ejemplo y la colaboración, las introducirá en una federación socialista mundial. La URSS liberada de su casta gobernante se unirá a la federación europea, que la ayudará a alcanzar un nivel superior. La economía de una Europa unificada funcionará como un todo. El problema de las fronteras entre los estados traerá tan pocas dificultades como ahora la división administrativa dentro de un mismo país. Las fronteras dentro de la nueva Europa estarán determinadas por los idiomas, y la cultura nacional por la libre decisión de las poblaciones implicadas. ¿Les parecerá utópico esto a los políticos “realistas”? En la época de los caníbales dejar de comer carne humana parecía algo utópico.

Pregunta: ¿Significa la dictadura del proletariado, necesariamente, la supresión de los derechos civiles tal como los reconoce la Ley Fundamental de los Estados Unidos, incluyendo, por supuesto, la libertad de palabra, prensa, reunión y religión? ¿Cree usted que hay una zona intermedia entre el capitalismo, tal como lo vemos hoy en los Estados Unidos, y el comunismo, tal como lo podemos imaginar en los Estados Unidos?

Pregunta: Usted dijo que el Kremlin teme la guerra porque es probable que a ésta le siga otra revolución de masas. ¿Puede aclararlo?

Respuesta: Permítanme responder juntas estas dos preguntas. ¿Entrarán los Estados Unidos a la senda revolucionaria? ¿Cuándo y como? Para encarar el tema correctamente comenzaré con una pregunta preliminar: ¿intervendrán los Estados Unidos en la guerra? En su último discurso profético, en el que combinó el lenguaje de Wall Street con el del Apocalipsis, el señor Hoover[12] predijo que los campos de la Europa ensangrentada serán recorridos finalmente por sólo dos jinetes triunfantes, el hambre y la peste. El ex presidente recomendó que Estados Unidos quede al margen de la locura europea para, a último momento, poner sobre la balanza su poderío económico. Esta recomendación no es original. Todas las grandes potencias todavía no involucradas en la guerra preferirían utilizar sus recursos disponibles en el momento de la rendición final de cuentas. Esa es la política de Italia. También la de la Unión Soviética, a pesar de la guerra con Finlandia. Tal es la de Japón, pese a la guerra no declarada contra China. Esa es, de hecho, la política actual de Estados Unidos, pero será posible mantenerla mucho tiempo? Si la guerra se desarrolla hasta el final, si el ejército alemán logra triunfos -y lo hará realmente-, si el espectro de una Europa dominada por Alemania surge como un peligro real, el gobierno de Estados Unidos tendrá que decidir. O permanece al margen y permite a Hitler asimilar sus nuevas conquistas, sumar a la técnica alemana las materias primas de las colonias conquistadas y preparar la dominación de Alemania sobre todo el planeta. O interviene en la guerra para ayudar a cortarle las alas al imperialismo alemán. Yo soy el menos indicado para aconsejar a los gobernantes actuales; simplemente trato de analizar la situación objetiva y extraer las conclusiones que surgen de este análisis. Creo que ante la alternativa señalada hasta el ex jefe de la Administración Norteamericana de Beneficencia dejará de lado su programa de neutralidad; es imposible ser dueño impunemente de la industria más poderosa, de más de los dos tercios de las reservas mundiales de oro y de diez millones de desocupados.

Una vez que los Estados Unidos, como pienso que sucederá, intervengan en la guerra, posiblemente este mismo año, tendrán que soportar todas sus consecuencias. La más seria es el carácter explosivo que la evolución política asumirá en el futuro.

Pregunta: ¿Qué quiere decir con eso?

Respuesta: El 10 de febrero el presidente Roosevelt habló en el Congreso de la Juventud Norteamericana aconsejando mejorar las instituciones existentes poco a poco, año a año. Este proceder sería indudablemente el mejor, el más ventajoso, el más económico... si fuera realizable. Desgraciadamente, las “instituciones existentes” de todo el mundo no mejoran año a año sino que se deterioran. Las instituciones democráticas no se perfeccionan; se descomponen y ceden su lugar al fascismo. Y no se debe a la casualidad o a la ligereza de la juventud. Los monopolios capitalistas, luego de corroer a las clases medias, están devorando la democracia. Los monopolios mismos fueron una consecuencia de la propiedad privada de los medios de producción. La propiedad privada, que una vez fue un factor de progreso, entró en contradicción con la tecnología moderna y ahora es causa de crisis, guerras, persecuciones nacionales y dictaduras reaccionarias. La liquidación de la propiedad privada de los medios de producción es la tarea histórica central de nuestra época y garantizará el surgimiento de una sociedad nueva, más armoniosa. La vida cotidiana nos enseña que el nacimiento nunca es un proceso “gradual” sino una revolución biológica.

Usted pregunta si es posible una organización intermedia entre el capitalismo y el comunismo. El fascismo alemán y el italiano fueron intentos de este tipo de organización. Pero en realidad el fascismo expresó en su forma más bestial las características más repulsivas del capitalismo. Otro ejemplo de sistema intermedio fue el New Deal. ¿Tuvo éxito este experimento? Creo que no: en primer lugar el número de desocupados ya tiene siete ceros, las Sesenta Familias son más poderosas que nunca. Y lo que es más importante, no hay la menor esperanza de que por esta vía se pueda lograr una mejora orgánica de la situación. El mercado, la banca, la bolsa, los trusts deciden, y el gobierno lo único que hace es adaptarse a ellos con paliativos tardíos. La historia nos enseña que de esta manera se prepara la revolución. Sería un gran error suponer que la revolución socialista en Europa o Norteamérica seguirá el modelo de la atrasada Rusia. Las tendencias fundamentales serán, por supuesto, similares. Pero las formas, los métodos, el “clima” de la lucha revisten características propias en cada país. Por anticipado se puede establecer la siguiente ley: cuanto más numerosos sean los países en los que se destruya el sistema capitalista, más débil será la resistencia que opongan las clases dominantes de las demás naciones, menos violento el carácter que asumirán la revolución socialista y la dictadura del proletariado, más breve el lapso de resurgimiento de la sociedad sobre la base de una democracia nueva, más plena, más perfecta y humana En todo caso, ninguna revolución puede atentar tanto contra la Carta Fundamental como la guerra imperialista y el fascismo que ella engendrará. El socialismo no tendría ningún valor si no implicara la inviolabilidad jurídica y la protección plena de todos los intereses de la personalidad del hombre. La humanidad no toleraría una aberración totalitaria al estilo del Kremlin. El régimen político del Kremlin no constituye una sociedad nueva, sino la peor caricatura de la antigua. Con el poder de la tecnología y los métodos organizativos de Estados Unidos; con el alto nivel de vida que la economía planificada garantizaría a todos sus ciudadanos, el régimen socialista en su país significaría desde su instauración el surgimiento de la independencia, la iniciativa y la creatividad del hombre

Pregunta: Usted afirma que hoy gobierna la Unión Soviética una clase privilegiada. ¿Quiénes son y en qué sentido son privilegiados? ¿Cabe una comparación entre esas personas y otras de los Estados Unidos?

Respuesta: El régimen de la democracia burguesa nació de una serie de revoluciones; basta recordar la historia de Francia. Algunas de estas revoluciones fueron sociales, es decir, liquidaron la propiedad feudal en favor de la burguesa; otras fueron puramente políticas, lo que significa que mientras conservaban las formas burguesas de propiedad cambiaron el sistema de gobierno. La revolución proletaria, por lo menos en un país atrasado y aislado, también es más complicada de lo que se podía imaginar a priori. La Revolución de Octubre fue social y política; cambió los fundamentos económicos de la sociedad y construyó un nuevo sistema estatal. En general y de conjunto la nueva base económica se mantiene en la URSS, aunque deteriorada. El sistema político, por el contrario, degeneró totalmente; la burocracia totalitaria aplastó los gérmenes de democracia soviética. En estas condiciones, una revolución política que proclame como su programa una nueva democracia en base a la economía planificada es históricamente inevitable.

Pregunta: ¿Que futuro piensa usted que le aguarda a Litvinov dado el cambio de política del Kremlin de la seguridad colectiva a la cooperación con Alemania?

Respuesta: Nunca consideré el futuro del señor Litvinov. No era una personalidad independiente sino un funcionario del cuerpo diplomático inteligente y hábil. ¿Sabía que tras la mascara de los discursos sobre “el frente único de las democracias” se negociaba con Hitler? No estoy seguro, pero es muy posible. De todos modos no sería una contradicción con la fisonomía política de Litvinov. Si lo mantendrán para un nuevo cargo o si lo liquidarán físicamente como chivo emisario de alguno de los errores de Stalin es un problema para Litvinov, pero no tiene ninguna importancia política

Pregunta: ¿Cree probable una alianza de los países capitalistas contra la URSS?

Respuesta: Recientemente el ex káiser Guillermo planteó su programa: “Los países en guerra tienen que abandonar las operaciones y unificar fuerzas para ayudar a Finlandia. Tienen que hacer un frente único para barrer el bolchevismo del mundo y la civilización”. Nadie, por supuesto, está obligado a tomarse demasiado en serio al ex káiser. Pero en este caso expresa con loable franqueza lo que los demás piensan y preparan. Mussolini no oculta sus designios al respecto. Londres y París están peleando la amistad de Mussolini a expensas de la URSS. Washington envía a Roma un embajador plenipotenciario. El presidente de Estados Unidos, según sus propias palabras, no desea permanecer neutral en la guerra soviético-finesa; defiende Finlandia y la religión. Sumner Welles tiene la misión de consultar con Inglaterra, Francia, Italia, Alemania, pero no con la Unión Soviética; esto significa que las conversaciones serán en contra de la Unión Soviética. En consecuencia, no faltan fuerzas que se mueven preparando una cruzada contra la URSS. “La defensa de Finlandia” es el centro matemático alrededor del cual se nuclean estas fuerzas.

El problema de esta tendencia reside en que sólo Hitler puede librar una guerra seria contra la URSS. Japón podría complementarla en ese caso. Sin embargo, en este momento las fuerzas armadas alemanas se dirigen contra Occidente. Por eso el programa del ex Káiser no es de aplicación inmediata. Pero si la guerra se prolonga (y se prolongará); si Estados Unidos interviene (e intervendrá); si Hitler se encuentra con dificultades insuperables (e inevitablemente las encontrará), entonces el programa del ex káiser seguramente estará a la orden del día.

De lo que dije se desprende claramente cómo me ubico en relación a este agrupamiento de fuerzas. Antes que nada, completa e incondicionalmente junto a la URSS contra todos los imperialismos. Después, contra la oligarquía del Kremlin, que con su política exterior facilita la preparación de la marcha contra la URSS y con su política interior debilita al Ejército Rojo.



[1] “La situación mundial y sus perspectivas”. St. Louis Post Dispatch, 10 y 17 de marzo de 1940. El entrevistador fue Julius Klyman, corresponsal del plantel del Post-Dispatch. Otra entrevista hecha por Klyman el 16 de enero de 1937 se reproduce en Escritos 1936-1937.

[2] Herman Rauschning (1887- ): fue un político antinazi y presidente de la Danzig landbund (1932), de su senado y de los departamentos de exterior y personal (1933-1934). En 1940 huya Inglaterra y en 1948 se hizo ciudadano norteamericano.

[3] Stanley Baldwin (1867-1947): fue primer ministro conservador de Gran Bretaña (1923-1924,1924-1929, 1935-1937).

[4] Conde Galeazzo Ciano di Cortellazzo (1903-1944), yerno de Benito Mussolini, fue ministro italiano de relaciones exteriores (1936-1943).

[5] En octubre de 1918 estalló una revolución en Budapest y el conde Karolyi, un demócrata, se convirtió en primer ministro, formando un gobierno de coalición. En noviembre proclamó la república de Hungría e instituyó varias reformas democráticas. En marzo se proclamó una república soviética cuyo jefe era Bela Kun. Checoslovaquia y Rumania invadieron inmediatamente Hungría. El régimen de Kun fue aplastado en noviembre por un gobierno de extrema derecha presidido por el almirante Horthy.

[6] Biulleten Opozitsi [Boletín de la Oposición] fue el órgano en idioma ruso de la Oposición de Izquierda, que se publicaba entonces en Nueva York, editado por Trotsky desde el comienzo de su último exilio hasta su muerte. El artículo a que hace referencia fue publicado en Liberty, 26 de noviembre de 1938, con el título de “Por qué Rusia es impotente” y fue vuelto a publicar en la primera edición de Writings 38-39, Biulleten Opozitsi fue reimpreso en cuatro volúmenes por Monad Press en 1973, Nueva York.

[7] La nueva política económica (NEP) se inició en 1921 para reemplazar a la política del “comunismo de guerra”, que predominó durante la guerra civil y condujo a drásticas declinaciones en la producción industrial y agrícola. Para reactivar la economía después de la guerra civil se adoptó la NEP como medida provisoria que permitía una limitada reactivación del librecomercio dentro de la Unión Soviética y concesiones extranjeras junto a los sectores de la economía nacionalizados y controlados por el estado. A la NEP siguió en 1928 la colectivización forzada de la tierra y el primer plan quinquenal.

[8] Semion M. Budeni (1883- ): se unió al Partido Comunista ruso en 1919. Ganó fama en la guerra civil como comandante de caballería y fue una de las pocas figuras militares importantes que escapó al encarcelamiento o la ejecución de las purgas stalinistas.

[9] Ambas referencias a 1928 son errores en el original en ruso: La derrota de la revolución china y la expulsión de la Oposición trotskista tuvieron lugar en 1927. El 30 de junio de 1934, Hitler lanzó una purga de sangre que exterminó a potenciales elementos de oposición entre los nazis y otros grupos burgueses de Alemania.

[10] Sumner Welles (1892-1961): subsecretario de estado de Estados Unidos de 1933 a 1943. Su misión en Europa en 1940 estuvo destinada a discutir los problemas políticos y económicos con los políticos europeos durante la “calma” que precedió al avance alemán de la primavera.

[11] Romanov era el nombre de la familia imperial de Rusia que fue derribada por la Revolución de 1917. Habsburgo era el nombre de la familia real de gobernantes austríacos que también dio emperadores católicos y soberanos de Hungría y Bohemia hasta fines de la primera guerra mundial. Georges Clemenceau (1841-1929): premier de Francia (1906-1909,1917-1920). Encabezó la delegación francesa a la conferencia de Versalles en 1919. David Lloyd George (1863-1945): primer ministro liberal de Inglaterra de 1916 a 1922. Después de la primera guerra mundial fue autor del tratado de Versalles junto con Clemenceau.

[12] Herbert Hoover (1874-1964): presidente republicano de Estados Unidos de 1929 a 1933. A posteriori de la primera guerra mundial fue jefe de la Asociación de Socorro Norteamericano, que proveyó de remedios y alimentos a las zonas de Europa azotadas por el hambre y la enfermedad. Esta institución ayudó particularmente a las fuerzas contrarrevolucionarias en la guerra civil rusa.



Libro 6