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Escritos de León Trotsky (1929-1940)

Carta al New York Times

Carta al New York Times

Carta al New York Times[1]

 

 

20 de noviembre de 1939

 

 

 

Al director del New York Times:

Su corresponsal en Moscú afirma en un despacho so­bre la política exterior del Kremlin, publicado en el New York Times del 12 de noviembre, que esta política se basa en la doctrina marxista. El señor Geyde reitera insistentemente: “Son marxistas al principio, al final y siempre”. Por lo tanto, concuerda totalmente con la eva­luación que de sí mismos hacen los dirigentes del Krem­lin, y que tan necesaria les es para mantener la reputación de su agencia internacional, la Comintern. Es imposible, por supuesto, entrar aquí en una discusión sobre “el marxismo” del Kremlin. Sin embargo, hay otras afirma­ciones concretas en el cable del señor Geyde que no pue­do pasar por alto.

“Los dirigentes -escribe el señor Geyde- no adoptaron la teoría de León Trotsky de la ‘revuelta permanen­te’ y la concepción de que es imposible el socialismo en un solo país. Lejos de ello, están más convencidos que nunca de que Lenin tenía razón.”

Estas dos oraciones contienen, para decirlo claramente, dos malentendidos. Lenin nunca propagó la teoría del socialismo en un solo país. Por el contrario, constantemente afirmaba que el destino último del orden social imperante en la URSS depende por completo de la suerte del capitalismo internacional. Permítame dar como refe­rencia mi Historia de La Revolución Rusa (t. III, págs. 378-418), donde se demuestra irrefutablemente que la concepción de Lenin era directamente opuesta a la que ahora le adscribe el Kremlin.

Incluso después de la muerte de Lenin, en la primavera de 1924, Stalin todavía explicaba en su selección Proble­mas del leninismo cómo y por qué Lenin consideraba imposible construir una sociedad socialista en un solo país. Sólo en la edición siguiente del mismo libro, en el otoño de 1924, Stalin, movido no por consideraciones teóricas sino muy prácticas cambió radicalmente su posi­ción sobre este problema, que por cierto no carece de importancia. La continuación de este viraje fue la preten­sión del Kremlin de obligar también a Lenin a cambiar su posición. El señor Geyde, infortunadamente, apoya esta pretensión.

No menos errónea es la afirmación respecto a la teoría de la “revuelta permanente” que supuestamente se me atribuye. La teoría de la “revolución permanente”, no “revuelta”, parte de un análisis de las relaciones de clase en la Rusia zarista y llega a la conclusión de que la revolución democrática en Rusia llevará inevitablemente a la conquista del poder por el proletariado y abrirá así la era de la revolución socialista. No creo que los aconteci­mientos recientes hayan refutado esta teoría, promulgada a comienzos de 1905. En todo caso, no tiene nada en común con la teoría de la “revuelta permanente”, que me parece simplemente un contrasentido. La prensa totalita­ria de Moscú más de una vez presentó mis posiciones en forma caricaturesca. El señor Geyde, obviamente, asimiló esa caricatura.

Debo aclarar que en general en ningún país se trabaja sobre los corresponsales extranjeros con tanta persistencia y tanto éxito como en la URSS. Estos últimos años observamos cómo algunos periodistas norteamericanos sis­temáticamente inducían a error a la opinión pública norteamericana con sus artículos sobre “la constitución

más democrática del mundo”, sobre la profunda simpatía del Kremlin por las democracias, sobre su odio no menor por Hitler, etcétera.

Como consecuencia de esa información, los últimos virajes del Kremlin tomaron de sorpresa a la opinión pública. En un país donde los libros dedicados a la historia del partido y la revolución, los dramas históricos, las películas históricas, los cuadros históricos, no son más que falsificaciones conscientemente fabricadas, el corres­ponsal extranjero tendría que proveerse de una buena dosis de desconfianza crítica si realmente deseara informar a la opinión pública de su país y no solamente mantener relaciones amistosas con el Kremlin.

Permítame utilizar esta ocasión para otra observación. Varias veces me encontré con la afirmación de que Lenin caracterizó a Trotsky como “el miembro más inteligente del Comité Central”. Temo que esta traducción también provenga de uno de esos confiados corresponsales en Mos­cú. La palabra “inteligente” tiene en este contexto una con­notación irónica, en cierto modo despectiva, de la que no hay ni trazas en el llamado “testamento de Lenin”. Samo sposobni, las palabras usadas exactamente en ruso por Lenin, pueden traducirse al inglés como “el más capaz”. pero en ningún caso como “el más inteligente”.

 

León Trotsky



[1] “Carta al New York Times. New York Times, 23 de noviem­bre de 1939, donde apareció con el título de “Trotsky escribe sobre Rusia”.



Libro 6