Carta abierta a los bolcheviques leninistas que firmaron la declaración del 22 de agosto[1]
25 de septiembre de 1929
Queridos camaradas:
El 22 de septiembre recibí en Constantinopla su declaración del 22 de agosto.
Aunque no participé en la elaboración de esa declaración y, por consiguiente, no me puedo hacer responsable de todas sus afirmaciones, agrego mi firma a la misma ya que en lo fundamental concuerda con la línea política de los bolcheviques leninistas (Oposición).
Siempre hemos luchado por que la masa partidaria tenga la posibilidad de verificar y superar en el marco de un partido unificado, las profundas diferencias surgidas y desarrolladas a partir de 1923. Creímos que con una democracia lo suficientemente flexible y con sentido de responsabilidad revolucionaria, por parte de los dirigentes de todas las corrientes del partido, se podía permitir que los hechos ratificaran o corrigieran la línea política, sin sufrir esos golpes que socavan cada vez mas la dictadura del proletariado. Basándonos en estas consideraciones presentamos las declaraciones de octubre de 1926, julio de 1927 (coincidiendo con el Decimoquinto Congreso del Partido) y, por último, la del Sexto Congreso de la Internacional Comunista. Cada una de estas declaraciones ratificó nuestra lealtad inconmovible a las ideas teóricas y políticas que constituyen la plataforma de los bolcheviques leninistas (Oposición), a la vez que mostró nuestra disposición a subordinar la lucha por esas ideas a los estatutos y la disciplina de un partido guiado por la democracia proletaria.
Como anotamos anteriormente, hicimos estas declaraciones en momentos en que las corrientes centrista y derechista de nuestro partido constituían todavía un bloque indivisible que consideraba un documento antipartidario a la plataforma de los bolcheviques leninistas (Oposición).
No es necesario demostrar aquí que los argumentos principales formulados por la dirección oficial contra nuestra plataforma constituyen, en su conjunto, la plataforma del ala derecha actual. Tampoco me parece necesario explicar hasta qué punto caracteriza al régimen partidario imperante el hecho de que la ruptura en la dirección y el viraje abrupto de la línea se hayan dado entre dos congresos del partido y en vísperas del Congreso de la Internacional, y hasta qué punto esta circunstancia, que perjudicó la estabilidad y continuidad de la línea del partido, esta preñada de consecuencias peligrosas. La declaración lo afirma en términos cautelosos, pero no equívocos.
Es evidente que la dirección oficial giró a la izquierda. Desde 1926 predijimos mas de una vez que ese viraje sería inevitable bajo los golpes de la lucha de clases, que destrozó sin la menor dificultad el marco de la política de centro-derecha. Tampoco es necesario que nos detengamos en el hecho incontrovertible de que, si la lucha contra nuestra plataforma se dio con argumentos tomados al grupo de derecha, la lucha oficial contra éste se realiza con argumentos tomados de nuestra plataforma. En estas circunstancias, renunciar al programa evidenciaría una deshonestidad deliberada hacia las obligaciones ideológicas que imponen la teoría de Marx y la escuela revolucionaria de Lenin, y sembraría una confusión mayor aun en un partido que ya se encuentra bastante confundido y desorientado.
Pero es evidente que si creíamos posible y obligatorio mantener nuestra posición en el marco de un partido unificado, en un momento en que el bloque de centro-derecha era indivisible y las ideas de la derecha dominaban de hecho la línea, podemos asumir la misma obligación, con mayor certeza y tenacidad, ahora, cuando los problemas que planteamos como pronósticos políticos se ven formulados abierta e imperiosamente en el curso mismo de la lucha de clases y provocan reagrupamientos tan importantes en el seno del partido. En el momento más duro de la represión y la persecución declaramos que nuestra fidelidad al partido de Lenin y a la Revolución de Octubre permanecía inconmovible.
Un marxista no podría negarse a firmar la declaración, salvo que llegara a la conclusión de que el termidor es un hecho consumado, el partido es un cadáver y el camino hacia la dictadura del proletariado pasa por una nueva revolución. Aunque se nos atribuyó esta posición en muchas ocasiones, no tenemos nada que ver con ella. Es por eso que la declaración del 22 de agosto es una etapa normal en la senda política de la Oposición.
Aunque la ruptura formal entre la derecha y el centro, el vuelco hacia la izquierda de la dirección oficial y el uso frecuente de las ideas y consignas de nuestra plataforma para combatir a la derecha -exclusivamente desde el punto de vista teórico- deberían facilitar enormemente la reunificación del partido sobre bases leninistas, desgraciadamente las circunstancias reales no nos permiten llegar a conclusiones optimistas para el futuro cercano. El hecho de que muchas consignas, ideas y planteamientos de nuestra plataforma se hayan convertido en patrimonio oficial del partido, no impide que los autores y defensores de esa misma plataforma se encuentren en la cárcel o en el exilio. Si el viraje actual de la dirección hubiera zanjado las diferencias fundamentales, la dirección lo comprendería tan claramente como nosotros. En ese caso, la represión contra la Oposición resultaría totalmente inexplicable, al menos que se la considere bandolerismo burocrático liso y llano. Pero jamás llegamos ni llegaremos a tal conclusión. La dirección mantiene y aun incrementa la represión porque, si bien existe una coincidencia entre las importantísimas medidas prácticas tomadas en consonancia con su política actual y las consignas y planteamientos de nuestra plataforma, esto no significa, para ella, que hayan desaparecido la disparidad de principios teóricos, que constituyen para la dirección y para la Oposición el punto de partida del análisis de los problemas cotidianos. Dicho en otras palabras: la dirección, aun después de haber absorbido oficialmente buena parte de nuestras deducciones tácticas, se aferra todavía a los principios estratégicos que dieron origen a la táctica de centro-derecha empleada hasta ayer. De ahí la intranquilidad y desconfianza con que ambos bandos contemplan el futuro.
Ustedes admiten el sometimiento a la disciplina del partido ya que, sin duda, nuestra crítica teórica ayudará objetivamente a liquidar los principios estratégicos erróneos, así como ya ha ayudado a liquidar toda una serie de conclusiones tácticas erróneas. Pero es precisamente por esto que la dirección redobla sus esfuerzos para impedir que la Oposición se reintegre a las filas del partido.
Ustedes señalan con todo acierto que el plan quinquenal de construcción del socialismo puede resultar una etapa muy importante en el desarrollo de la Revolución de Octubre. En términos cautelosos pero no equívocos demuestran cuáles son las condiciones necesarias, aunque no exista todavía. Más abajo rechazan la teoría del socialismo en un solo país y dicen, en este sentido, que aun si existieran las condiciones internas indispensables y si el plan quinquenal se cumpliera en los hechos, el problema fundamental de la Revolución de Octubre -transformación de la sociedad burguesa en una sociedad socialista- no se puede resolver plenamente sin un desarrollo paralelo de la revolución internacional y sin que ésta triunfe en los países capitalistas adelantados.
Esto supone de antemano que la Internacional Comunista siga una línea correcta. Sin embargo, hay que decirlo claramente: a pesar del viraje abrupto, es probable que la dirección de la Internacional se encuentre hoy tan lejos de la línea leninista como en la época del Kuomintang y del Comité Anglo-Ruso. Dicen ustedes correctamente que "la dirección de la Internacional todavía no ha superado la etapa de fluctuación ideológica". A ello hay que agregar que la combinación de conclusiones ultraizquierdistas con los principios de la derecha sigue produciendo resultados funestos para la política cotidiana de las principales secciones de la Internacional Comunista; consecuencia de ello es que, con toda la bulla que arman en artículos y discursos sobre el "tercer período" y la "nueva alza", lo que prueba la realidad es un mayor debilitamiento organizativo y político de la Internacional. Este proceso no se ha detenido en ningún país y en él reside la principal amenaza, tanto a la Revolución de Octubre como a la clase obrera mundial.
Ustedes publicaron su declaración en un momento en que la situación interna e internacional de la república soviética es sumamente compleja. Nos aguardan grandes peligros que en estas condiciones especificas, podrían surgir mucho antes de lo que suponemos. La Oposición luchará por la Revolución de Octubre levantando la bandera de Lenin en todo momento y en todas las circunstancias. Este deber está por encima de las normas organizativas y la afiliación formal al partido. En la declaración dicen solamente que los intereses de la revolución exigen que se conceda a la Oposición la posibilidad de cumplir con su deber por los canales normales en las filas del partido. Me solidarizo plenamente con este objetivo. Espero junto con ustedes que, cualquiera que sea la suerte que la realidad le reserve a nuestra declaración, ésta pueda "ganar la simpatía y apoyo de la abrumadora mayoría del partido y la clase obrera".
Con saludos comunistas,
L. Trotsky
[1] Carta abierta a los bolcheviques leninistas que firmaron la declaración del 22 de agosto. Biulleten Opozitsi, N° 6, octubre de 1929. Traducido [al inglés] para este volumen [de la edición norteamericana] por Jim Burnett. Los oposicionistas de la URSS, encabezados por Cristian Rakovski, Vladimir Kosior y Mijail Okudshava, suscribieron una declaración, con fecha 22 de agosto de 1929, dirigida al Comité Central y a la Comisión Central de Control del PCUS. Aunque formalmente era un llamado a la readmisión de la Oposición de Izquierda, su objetivo principal era demostrar que el giro a la izquierda de Stalin no justificaba la conciliación con el stalinismo, aislando a los capituladores como Radek y Piatakov. Trotsky envió copias de la declaración del 22 de agosto a las colonias penales soviéticas y la reprodujo en el Biulleten junto con su carta abierta, que expresaba su solidaridad general con la declaración y sus reservas sobre alguna de las formulaciones allí vertidas.