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Escritos de León Trotsky (1929-1940)

Catorce preguntas sobre la vida y la moral en la Unión Soviética

Catorce preguntas sobre la vida y la moral en la Unión Soviética

Catorce preguntas sobre la vida y la moral en la Unión Soviética [1]

 

 

17 de septiembre de 1932

 

 

 

En Estados Unidos se discute a menudo el problema del reconocimiento de la Unión Soviética. Naturalmen­te, el reconocimiento diplomático no implica que cada una de las partes aprueba la política de la otra. Hasta ahora el no reconocimiento de la república soviética se basó fundamentalmente en razones de carácter moral. Las preguntas que me planteó el director de Liberty se refieren a ese tipo de temas.

 

1. ¿El estado soviético transforma a los hombres en robots?

¿Por qué? Eso es lo que yo pregunto. Los ideólogos del sistema patriarcal como Tolstoi o Ruskin dicen que la civilización industrial convierte al campesino libre y al artesano en tristes autómatas. En estas últimas déca­das se lanzó esta acusación fundamentalmente contra el sistema industrial de Norteamérica (taylorismo, fordismo).

¿Es que tal vez oiremos ahora los Clamores de Chicago y Detroit contra la máquina que destruye el alma? ¿Por qué no volver al hacha de piedra y la choza de barro, a cubrirse con pieles de oveja? No; nos nega­mos a hacerlo. En el terreno de la mecanización la república soviética es a lo sumo una discípula de Estados Unidos... y no tiene intenciones de quedarse a mitad de camino.

Pero tal vez la pregunta no se refiere al trabajo me­canizado sino a las características del orden social. ¿No será que en el estado soviético los hombres se están convirtiendo en robots porque las máquinas son de propiedad estatal y no privada? Basta con plantear claramente la pregunta para demostrar que carece de todo fundamento.

Finalmente, queda en pie la cuestión del régimen político, de la dura dictadura, la máxima tensión de todas las fuerzas, el bajo nivel de vida de la población. No tendría ningún sentido negar estos hechos. Pero no son tanto la expresión del nuevo régimen como de la te­rrible herencia del atraso.

A medida que se eleve el bienestar económico del país la dictadura tendrá que ablandarse y suavizarse. El método actual de disponer de los hombres dará paso al de disponer de las cosas. El fin del camino no es el robot sino un tipo de hombre superior.

 

2. ¿Está el estado soviético totalmente dominado por un pequeño grupo que desde el Kremlin ejerce poderes oligárquicos con el pretexto de la dictadura del proletariado?

No, no es así. La misma clase puede, según las cir­cunstancias, gobernar valiéndose de diferentes siste­mas y métodos políticos. Así, la burguesía en su tra­yectoria histórica gobernó a través de la monarquía ab­soluta, el bonapartismo, la república parlamentaria y la dictadura fascista. Todas estas formas de gobierno conservan su carácter capitalista ya que las riquezas más importantes de la nación, la administración de los medios de producción, de la educación y la prensa siguen en manos de la burguesía y las leyes protegen antes que nada la propiedad burguesa.

El régimen soviético es el gobierno del proletariado, más allá de la amplitud del sector que en lo inmediato concentra el poder.

 

3. ¿Los soviets les robaron la alegría a los niños y transformaron la educación en un sistema de propa­ganda bolchevique?

La educación de los niños siempre y en todas partes estuvo ligada con la propaganda. La propaganda co­mienza convenciendo acerca de las ventajas del pañuelo sobre los dedos y se eleva luego a las ventajas de la pla­taforma demócrata sobre la republicana o viceversa. La educación religiosa es propaganda; seguramente nadie se negará a admitir que San Pablo fue un gran propagandista.

La educación universal que imparte la república francesa está imbuida hasta la médula de propaganda. Su idea fundamental es que a la nación francesa o, más precisamente, a la clase dominante de la nación fran­cesa le son inherentes todas las virtudes.

Posiblemente, nadie niegue que la educación que reciben los niños soviéticos también es propaganda. La única diferencia reside en que los países burgueses se trata de inculcarle al niño respeto por las viejas institu­ciones y por ideas que se dan por aceptadas. En la URSS se trata de ideas nuevas, y por eso la propaganda resulta más evidente. "Propaganda", en el mal senti­do de la palabra, es el nombre que se le da generalmen­te a la defensa y difusión de las ideas que a uno no le gustan.

En las épocas conservadoras y estables la propaganda cotidiana pasa desapercibida. En las épocas revolu­cionarias la propaganda adquiere generalmente un ca­rácter belicoso y agresivo. Cuando volví con mi familia de Canadá a Moscú a principios de mayo de 1917 mis dos hijos estudiaron en un "gimnasio", (es decir, una escuela secundaria) al que concurrían los hijos de muchos políticos, entre ellos los de algunos ministros del Gobierno Provisional. En todo el gimnasio había solamente dos bolcheviques -mis hijos- y un tercer simpatizante. Pese al reglamento oficial, "la escuela debe ser apolítica", mi hijo, que apenas tenía doce años, fue despiadadamente golpeado por ser un bolchevique. Después de que fui electo presidente del Soviet de Petrogrado a mi hijo nunca se lo llamaba de otra ma­nera que "el presidente" y los castigos se redoblaron. Era propaganda contra el bolchevismo.

Los padres y maestros partidarios de la vieja socie­dad claman contra la "propaganda". Si un estado tiene que construir una sociedad nueva, ¿cómo no va a co­menzar por la escuela?

"¿La propaganda soviética les roba a los niños la alegría?" ¿Por qué razón y de qué manera? Los niños soviéticos juegan, cantan, bailan y lloran como todos los demás niños. Hasta los observadores malevolentes ad­miten la atención desusada que presta el estado sovié­tico a la niñez. La mortalidad infantil descendió a la mi­tad de la cifra usual en el antiguo régimen.

Es cierto que a los niños soviéticos no se les habla del pecado original ni del paraíso. En este sentido se podría decir que a los niños se les roba la alegría de la vida después de la muerte. Como no soy un experto en la materia no me atrevo a juzgar la magnitud de la pér­dida. Sin embargo, los dolores de esta vida tienen cierta prioridad sobre las alegrías de la vida futura. Si a los niños se les proporciona la cantidad necesaria de calorías la abundancia de su vida actual será motivo sufi­ciente de alegría para ellos.

Hace dos años vino de Moscú mi nieto. Aunque no sabía absolutamente nada de Dios, no pude descubrir en él tendencias esencialmente pecaminosas, salvo la vez en que, con la ayuda de algunos diarios, logró obstruir totalmente las cañerías del lavabo. Para que pudiera relacionarse con otros chicos en Prinkipo tuvi­mos que enviarlo a un jardín de infantes dirigido por monjas católicas. Las buenas hermanas no hacían más que alabar la moral de mi ateíto que ahora tiene casi siete años.

Gracias a este mismo nieto, el año pasado me puse muy al tanto de los libros rusos para niños, tanto de los soviéticos como de los de los emigrados. En ambos hay propaganda. Sin embargo, los libros soviéticos son in­comparablemente más frescos, más activos, más llenos de vida. El hombrecito lee y escucha estos libros con el mayor placer. No, la propaganda soviética no le roba la alegría a la niñez.

 

4. ¿Destruye el bolchevismo deliberadamente la familia?

 

5. ¿Se rebela el bolchevismo contra todos los valo­res morales establecidos respecto al sexo?

 

6. ¿Es cierto que la bigamia y la poligamia no son punibles en el sistema soviético?

Si se considera "familia" la unión compulsiva basada en el contrato matrimonial, la bendición de la igle­sia, el derecho de propiedad y el acta de matrimonio, entonces el bolchevismo destruyó de raíz esta familia policial.

Si se entiende por "familia" la dominación ilimitada de los padres sobre los hijos y la carencia de derechos legales por parte de la esposa, entonces, desgraciada­mente, el bolchevismo no destruyó por completo este lastre de la vieja barbarie social.

Si se entiende por "familia" la monogamia ideal -no en el sentido legal sino real-, entonces los bolcheviques no podían destruir lo que nunca existió sobre la tierra, salvo afortunadas excepciones.

Carece absolutamente de todo fundamento la afir­mación de que la ley de matrimonio soviética incentivó la poligamia y la poliandria. No hay, ni puede haber, estadísticas -reales- sobre las relaciones matrimo­niales. Pero aun sin columnas de datos se puede afir­mar con certeza que la cantidad de adulterios y matri­monios naufragados en Moscú no es mayor que la de París, Nueva York o Londres, y -¿quién sabe?- tal vez mas baja.

La lucha contra la prostitución fue muy enérgica y dio resultados bastante buenos, lo que demuestra que los soviets no tienen intención de tolerar la desenfrena­da promiscuidad que aquélla refleja de la manera más destructiva y maligna.

Lo ideal es el matrimonio prolongado y permanente basado en el amor y la cooperación mutuos. La influen­cia de la escuela, la literatura y la opinión pública sovié­ticas tienden a ello. Liberado de las cadenas de la policía y el clero, más tarde también de las de la necesidad económica, el lazo entre hombre y mujer hallará una expresión propia, que estará determinada por la fisiología, la psicología y la preocupación por el bienestar de la raza humana. El régimen soviético todavía está lejos de haber solucionado éste como tantos otros pro­blemas, pero creó bases serias para su solución. De todos modos el problema del matrimonio dejó el terreno de la tradición acrítica y de la fuerza ciega de las cir­cunstancias para pasar al de la razón colectiva.

En la Unión Soviética nacen anualmente cinco mi­llones y medio de niños. Los nacimientos exceden a los decesos en más de tres millones. En la Rusia zarista nunca hubo tal crecimiento de la población. Este solo hecho impide hablar siquiera de desintegración moral o de disminución de las fuerzas vitales de la población rusa.

 

7. ¿Es cierto que el incesto no es considerado una ofensa criminal?

Debo admitir que nunca me interesé en este proble­ma desde el punto de vista de la persecución criminal, de modo que para contestar tendría que informarme so­bre lo que dice al respecto la ley soviética, si es que dice algo. Sin embargo, creo que esta cuestión pertenece más a los campos de la patología y la educación que al de la criminología. El incesto disminuye las cualidades necesarias para la supervivencia de la raza humana. Por esa razón la gran mayoría de las personas sanas lo consideran una violación de las pautas normales.

El objetivo del socialismo consiste en hacer raciona­les no sólo las relaciones económicas sino también, en todo lo posible, las funciones biológicas del hombre. Ya hoy las escuelas soviéticas hacen muchos esfuerzos por esclarecer a los niños sobre las necesidades reales del cuerpo y del alma humanos. No tengo motivos para creer que los casos patológicos de incesto sean más numerosos en Rusia que en otros países. Además, me in­clino a sostener que en este terreno la intervención jurídica no es beneficiosa. Discuto, por ejemplo, que la humanidad haya salido ganando cuando la justicia británica envió a Byron a la cárcel.

 

8. ¿Es cierto que se puede obtener el divorcio con solo pedirlo?

Por supuesto que es cierto. Hubiera sido más ade­cuado hacer otra pregunta: "¿Es cierto que todavía existen países en los que no se puede obtener el divor­cio por el simple pedido de una de las partes?"

 

9. ¿Es cierto que en la URSS no hay ningún respeto para la castidad de los hombres y las mujeres?

Creo que en este aspecto lo que disminuyó no es el respeto sino la hipocresía.

Por ejemplo, ¿acaso Ivar Kreuger, el rey de los fós­foros al que en vida se describía como un austero asceta e irreconciliable enemigo de los soviets, no de­nunció más de una vez la inmoralidad de los muchachos y chicas rusos de la Juventud Comunista, que no hacían bendecir sus abrazos por la iglesia? Si no hubiera sido por su naufragio financiero, Kreuger se habría ido a la tumba como un hombre que actuaba honradamente en el mercado de valores y además como un pilar de la moralidad. Pero ahora la prensa informa que la cantidad de mujeres que mantenía Kreuger en los distintos con­tinentes era varias veces mayor al número de chime­neas de sus fábricas de fósforos.

Las novelas francesas, inglesas y norteamericanas describen familias dobles o triples presentando el he­cho como regla general, no como excepción. Un joven observador alemán muy bien informado, Klaus Meh­nert, que recientemente publicó un libro sobre la juven­tud soviética, dice: "Es cierto que los jóvenes rusos no son modelos de virtud […], pero moralmente no son por cierto inferiores a los alemanes de la misma edad." Creo que tiene razón.

En febrero de 1917, estando en Nueva York, obser­vé una vez en un vagón subterráneo a alrededor de dos docenas de estudiantes con sus novias. Aunque en el coche había una cantidad de gente que no era de su grupo, la conducta de estas parejas vivaces era tal que uno se veía obligado a hacerse la reflexión de que, si estos jóvenes creían en principio en la monogamia, en la práctica llegaban a ella por los caminos más desviados.

La abolición de la ley seca en Norteamérica de nin­guna manera significa que la nueva administración esté a favor de estimular la bebida. Del mismo modo, la abolición por el gobierno soviético de una cantidad de leyes que supuestamente protegían el hogar, la casti­dad, etcétera, de ningún modo significa que se quiera destruir la permanencia de la familia o impulsar la promiscuidad. Simplemente se trata de llegar a través de la elevación del nivel material y cultural a lo que no se puede lograr por medio de la prohibición formal o la prédica sin vida.

 

10. ¿Es el objetivo último del bolchevismo reprodu­cir en la vida del hombre la etapa de la colmena o del hormiguero?

 

11. ¿En qué se diferencia el ideal del bolchevismo del nivel de civilización que predominaría sobre la tierra si los insectos tuvieran el control?

Ambas preguntas son tan injustas para con los insectos como para con los hombres. Las hormigas y las abejas no tienen por qué responder por las monstruo­sidades de que está plagada la historia de la humani­dad. Por otro lado, por malos que sean los seres huma­nos, tienen posibilidades inaccesibles para cualquier in­secto. No seria difícil demostrar que el objetivo de los soviets es precisamente destruir las características "hormiguísticas" de la sociedad humana.

Es un hecho que entre las abejas y las hormigas hay distintas clases: algunas trabajan o pelean, otras se especializan en la reproducción. ¿Se puede ver en esa especialización de las funciones sociales el ideal del bolchevismo? Esas son más bien las características de la civilización actual, llevadas hasta sus límites máximos. Algunas especies de hormigas esclavizan a sus hermanas hormigas de distinto color.

El sistema soviético no se parece en absoluto a esto. Las hormigas, por su parte, no produjeron un John Brown ni un Abraham Lincoln.

Benjamin Franklin describió al hombre como "el animal que fabrica herramientas". Esta notable carac­terización constituye la base de la interpretación mar­xista de la historia. La herramienta creada liberó al hombre del reino animal e impulsó el trabajo del inte­lecto humano; provocó los cambios del esclavismo al feudalismo, al capitalismo y al sistema soviético.

La idea que evidentemente subyace tras la pregunta es la de que el control general debe matar la individua­lidad. Los males del sistema soviético residirían enton­ces en su control excesivo, ¿no es así? Pero ya hemos visto que en otras preguntas se acusa al sistema sovié­tico de negarse a poner bajo el control estatal los más íntimos aspectos de la vida personal, el amor, la fami­lia, las relaciones sexuales. La contradicción es perfec­tamente obvia.

Los soviets de ninguna manera se proponen contro­lar las fuerzas intelectuales y morales del hombre. Por el contrario, a través del control de la economía quieren liberar la personalidad de cada individuo del control del mercado y de sus fuerzas ciegas.

Ford organizó la producción de automóviles en serie, lo que le permitió obtener un rendimiento enor­me. El objetivo del socialismo, desde el punto de vista de los principios de la técnica productiva, es organizar toda la economía nacional e internacional sobre ese sis­tema, en base a un plan de conjunto y a una distribu­ción precisa de todas sus partes. El principio de la pro­ducción en cadena transferido de algunas fábricas ais­ladas a todas las fábricas y granjas produciría tales resultados que, en comparación, los éxitos de Ford pare­cerían los de un miserable taller artesanal de las afueras de Detroit. Una vez que el hombre haya con­quistado a la naturaleza ya no tendrá que ganarse el pan con el sudor de su frente. Ese es el requisito fun­damental para la liberación de la personalidad.

Cuando baste, digamos, con tres o cuatro horas de trabajo diario para satisfacer con creces las necesidades materiales, cada hombre y cada mujer tendrán veinte horas libres de todo "control". Los problemas educati­vos, de perfeccionamiento de la estructura física y espi­ritual del hombre, se convertirán en el Centro de la atención general. Por primera vez las escuelas filosófi­cas y científicas, las distintas tendencias literarias, ar­quitectónicas y artísticas en general serán de interés vital no solamente para un estrato privilegiado sino para toda la masa de la población. Liberada de la presión de las fuerzas económicas ciegas, la lucha entre los grupos, tendencias y escuelas será una lucha de ideas, de un carácter profundamente desinteresado. En este clima no se agotará la personalidad humana; por el contrario, florecerá plenamente.

 

12. ¿Es cierto que el sovietismo enseña a los niños a no respetar a sus padres?

No; así generalizada, esa afirmación es una simple caricatura. Sin embargo, es cierto que los rápidos progresos en la técnica, las ideas o las costumbres generalmente disminuyen la autoridad de las generaciones an­teriores, incluida la de los padres. Cuando los profeso­res enseñan la teoría de Darwin, es inevitable que se le­sione la autoridad de los padres que creen que Eva salió de la costilla de Adán.

En la Unión Soviética todos los conflictos son incom­parablemente más agudos y dolorosos. Las actitudes de los jóvenes comunistas tienen que chocar inevitable­mente a los padres que todavía quisieran casar a sus hijos e hijas según su buen saber y entender. El soldado del Ejército Rojo, que aprendió a manejar el tractor y la cosechadora, no puede aceptar la autoridad técnica de su padre, que trabaja con un arado de madera.

El padre ya no puede mantener su dignidad simplemente señalando el icono y reforzando este gesto con una bofetada en la cara. Los padres recurren a armas espirituales. Sin embargo, los chicos, que se apoyan en la autoridad oficial de la escuela, demuestran estar me­jor armados. El amour propre herido de los padres a menudo se vuelve contra el estado. Esto sucede gene­ralmente en las familias hostiles a los objetivos fundamentales del nuevo régimen. La mayoría de los padres proletarios se reconcilian rápidamente con la pérdida de parte de su autoridad paterna a medida que el estado asume casi todas las obligaciones que antes recaían sobre ellos. Sin embargo, también en estos sectores hay conflictos generacionales, y en el campesinado son especialmente agudos. ¿Es bueno o malo que así sea? Yo pienso que es bueno. De otra forma no se avanzaría.

Permítanme hablar de mi propia experiencia. A los diecisiete años tuve que romper con mi familia. Mi pa­dre había tratado de decidir el curso de mi vida. Me dijo: "Las cosas por las que tú luchas no ocurrirán ni en trescientos años." Y en ese entonces sólo se trataba del derrocamiento de la monarquía. Más tarde mi padre comprendió los límites de su autoridad y volví a estable­cer relaciones con mi familia. Después de la Revolución de Octubre comprendió su error. "Tu verdad era más fuerte", me dijo. Había miles de ejemplos como esos; después fueron cientos de miles y millones. Caracteri­zan la situación de una época en que "el lazo de las generaciones" se rompe en pedazos.

 

13. ¿Es cierto que el bolchevismo castiga la religión y pone fuera de la ley la práctica religiosa?

Miles de veces, con hechos, pruebas y testimonios se refutó esta afirmación deliberadamente falsa. ¿Por qué se vuelve a plantear continuamente? Porque la iglesia se considera perseguida cuando no se ve apo­yada por el dinero del estado y la fuerza policial y cuando no se persigue a sus adversarios.

En muchos países se considera un crimen la crítica científica a la fe religiosa; en otros simplemente se la tolera. El estado soviético actúa de otro modo. Lejos de considerar un crimen la fe religiosa, tolera la existencia de distintas religiones pero, al mismo tiempo, apoya abiertamente la propaganda materialista contra la religión. Es precisamente esta situación lo que la iglesia interpreta como persecución religiosa.

 

14. ¿Es cierto que el estado bolchevique, aunque hostil a la religión, capitaliza sin embargo los prejuicios de las masas ignorantes? Por ejemplo, los rusos consi­deran que ningún santo podrá ir al cielo si su cadáver no resiste la descomposición. ¿Es por eso que los bol­cheviques preservan artificialmente la momia de Lenin?

No; ésa es una interpretación totalmente incorrecta, determinada por los prejuicios y la hostilidad. Puedo afirmarlo con toda libertad ya que desde un principio, igual que la viuda de Lenin, N.K. Krupskaia,[2] me opuse decididamente al embalsamamiento, el mausoleo y todo lo demás. No me cabe ninguna duda de que si Lenin, en su lecho de enfermo, hubiera pensado por un momento en que se trataría a su cadáver como al de un faraón, habría apelado indignado al partido. Planteé esta objeción como mi argumento principal. No se debía usar el cuerpo de Lenin contra el espíritu de Lenin.

También señalé el hecho de que la "incorruptibili­dad" del cadáver embalsamado de Lenin podía dar lugar a supersticiones religiosas. Krasin,[3] que defen­día y aparentemente fue el iniciador de la idea del em­balsamamiento, objetó: "Al contrario, lo que en manos de los curas aparecía como un milagro en las nuestras será un problema de tecnología. Millones de personas tendrán una idea de cómo era el hombre que introdujo cambios tan grandes en la vida de nuestro país. Con ayuda de la ciencia, podremos satisfacer este justificable interés de las masas y a la vez les explicaremos el misterio de la incorruptibilidad."

Indudablemente el levantamiento del mausoleo tenía un objetivo político: fortalecer para la eternidad la autoridad de los discípulos a través de la autoridad del maestro. Sin embargo, esto no puede ser interpretado como una capitalización de la superstición religiosa. A los visitantes al mausoleo se les dice que le corresponde a la química el mérito de la preservación del cadáver.

Nuestras respuestas no pretenden adornar la situa­ción actual de la Unión Soviética, subestimar las conquistas económicas y culturales ni, mucho menos, re­presentar el socialismo como una etapa ya lograda. El régimen soviético es y seguirá siendo durante mucho tiempo un régimen transicional, plagado de contradic­ciones y dificultades extremas. Sin embargo, debemos considerar los hechos a la luz del proceso. La Unión Soviética cargó con la herencia del imperio de los Romanov.[4] Durante quince años vivió rodeada por un mundo hostil.

Esa situación de fortaleza sitiada determinó que la dictadura asumiera formas especialmente duras. La política de Japón no se presta precisamente para que en Rusia se desarrolle un sentimiento de seguridad; pero también el hecho de que Estados Unidos, que hizo la guerra contra los soviets en territorio soviético, no haya establecido hasta hoy relaciones diplomáticas con Mos­cú tuvo una influencia enorme, y naturalmente negati­va, en el régimen interno del país.



[1] Catorce preguntas sobre la vida y la moral en La Unión Soviética. Liberty [Libertad], 14 de enero de 1933, donde se publicó con el título ¿Está la Rusia soviética en condiciones de ser reconocida? Este artículo fue escrito durante la campaña electoral de 1932, en la que se discutía el problema del reconocimiento de la URSS. Finalmente, Estados Unidos la reconoció en noviembre de 1933, dieciséis años después de la Revolución.

[2] Nadezda K. Krupskaia (1869-1939): dirigente del Partido Bolchevique y compañera de Lenin.

[3] Leonid Krasin (1870-1926): compañero de Lenin y dirigente en la revolución de 1905. Sirvió al gobierno soviético en importantes cargos administrativos y diplomáticos, entre ellos el de comisario de comercio exterior (1922-1924). En el intervalo entre una y otra revolución se destacó como ingeniero.

[4] La dinastía Romanov gobernó en Rusia desde 1963 hasta 1917.



Libro 2