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Libros y compilaciones

¡Otra vez los prejuicios anarco-sindicalistas!

¡Otra vez los prejuicios anarco-sindicalistas!

Tomado de la versión publicada en León Trotsky, Sobre los sindicatos, op. cit., pp. 13-14. Cotejado con la versión inglesa de www.marxists.org.

Moscú, 8 de mayo de 1923

El nuevo artículo del camarada Louzon1 contiene aún más errores que los anteriores, si bien su línea principal de argumentación toma esta vez un giro totalmente distinto. En sus artículos anteriores partía de abstracciones que suponían que los sindicatos representaban al “conjunto de la clase obrera”. En mi respuesta planteé la siguiente duda: “¿Dónde escribe sus artículos el camarada Louzon, en Francia o en el sistema solar Sirius?”. En su último artículo abandonó el débil soporte de las leyes universales e intentó apoyarse en el terreno nacional del sindicalismo francés. Dice que sí, que los sindicatos franceses no son realmente el conjunto de la clase trabajadora sino una minoría activa. O sea que el camarada Louzon reconoce que los sindicatos son una especie de partido revolucionario. Pero este partido sindicalista se distingue por ser puramente proletario en su constitución. Esta es su gran ventaja sobre el Partido Comunista. Además tiene otras ventajas: el partido sindicalista rechaza categóricamente las instituciones estatales del Estado burgués, no “reconoce” a la democracia y por lo tanto no toma parte en las luchas parlamentarias. El camarada Louzon no se cansa de repetir que nos referimos a las particularidades del desarrollo francés, únicamente. Habiendo comenzado con una amplia generalización en la que había convertido a Marx en un sindicalista, ahora deja de lado a Inglaterra, Rusia y Alemania. No contesta a nuestra pregunta de por qué pertenece él a la IC, en compañía del minúsculo Partido Comunista inglés, y no a la II Inter-nacional, como los sindicatos ingleses y el Partido Laborista inglés que éstos apoyan. Louzon comenzó por una ley “suprahistórica” para todos los países y terminó reclamando una ley excepcional para Francia. Más aún, su carácter excluye la posibilidad de una Internacional: ¿cómo pueden discutirse tácticas comunes si no hay premisas fundamentales comunes? Es muy difícil entender por qué el camarada pertenece a la IC. No menos difícil es entender por qué pertenece al Partido Comunista Francés, habiendo otro que tiene todas sus ventajas y ninguna de sus desventajas. Ahora, si bien el camarada Louzon deja el plano internacional para internarse en el nacional, sistemáticamente ignora la cuestión “nacional” que se le planteó en nuestro primer artículo: ¿Qué papel cumplió la CGT durante la guerra? El de Jouhaux no fue menos despreciable y traidor que el de Renaudel2 . La única diferencia consistió en el hecho de que el partido socialpatriótico demostraba una cierta sistematización en sus posiciones y en sus actos, mientras que los sindicalistas patriotas actuaban de una forma puramente empírica y justificaban sus acciones con miserables y estúpidas improvisaciones. Podría decirse que, en cuanto a tradición patriótica, el Partido Socialista, debido a su definición, superaba al semidefinido partido sindicalista. En el fondo, Renaudel y Jouhaux eran lo mismo. ¿Cuál es la situación actual? ¿Desea Louzon la unión de ambas confederaciones? Nosotros sí. La Internacional lo considera necesario. Ni siquiera nos alarmaríamos si esta unión le da a Jouhaux la mayoría. Claro que no diríamos (como lo hace Louzon) que el sindicalismo es, aun encabezado por Jouhaux, Dumoulin, Merrheim y demás, la forma más pura de organización proletaria, que abarca “al conjunto de la clase obrera”, etc., etcétera. Sería una tergiversación de los hechos. Pero consideraríamos que la formación de organizaciones obreras más amplias, es decir la concentración de masas proletarias mayores, que forman un campo de batalla más vasto para la lucha por las tácticas e ideas del comunismo, es un gran logro para la causa de la revolución. Lo primero que se necesita para esto es que las ideas y tácticas del comunismo no estén en el aire sino organizadas bajo la forma de un partido. En cuanto al camarada Louzon, no es consecuente hasta el final con sus planteamientos, porque si no su conclusión lógica debería ser la sustitución del partido por una organización sindical de la “minoría activa”. El resultado inevitable de esto sería el reemplazo del partido y del sindicato, ya que esos sindicatos que propone el camarada Louzon son demasiado indefinidos como partidos y demasiado pequeños para sindicatos. Los argumentos del camarada Louzon respecto a que los sindicatos no quieren mancharse con el contacto con las organizaciones de la democracia burguesa son un débil eco del anarquismo. Puede suponerse que la mayoría de los obreros organizados en la CGTU votaran en las elecciones por el Partido Comunista (al menos esperamos que el camarada Louzon, como miembro del Partido Comunista, los llame a hacerlo), mientras que la mayoría de los miembros de la confederación amarilla votarán por el partido de Blum3 , Renaudel. El sindicato, como forma organizativa, no se adapta a la lucha parlamentaria, pero los obreros organizados en los sindicatos tendrán igualmente sus diputados. Es un simple caso de división del trabajo dentro de una misma clase. ¿O acaso a los obreros franceses les es indiferente lo que pasa en el parlamento? Ellos no piensan así.
Los sindicatos han reaccionado muchas veces ante la labor legislativa del parlamento, y lo seguirán haciendo en el futuro. Y si, al mismo tiempo, hay legisladores comunistas en el parlamento, que trabajen hombro a hombro con los sindicatos revolucionarios contra los actos de violencia y los golpes de la “democracia” imperialista, es una ventaja y no una desventaja. La “tradición” francesa dice que los diputados son traidores. Pero el Partido Comunista Francés ha sido creado con el fin explícito de barrer con esa tradición. Si algún diputado se aparta de la línea clasista, será expulsado del partido. Nuestro partido francés ha aprendido a hacerlo y la desconfianza es totalmente infundada. Louzon se queja de que el partido tiene muchos intelectuales pequeñoburgueses. Es cierto. Pero el IV Congreso de la IC4 lo reconoció y adoptó una resolución al respecto, que no ha dejado de tener su efecto. Hay más por hacer para consolidar el carácter proletario del partido. Pero no lograremos este fin mediante la contradictoria metafísica sindicalista del camarada Louzon, sino con un trabajo partidario sistemático en el terreno sindical y en los aspectos de la lucha proletaria. Ya hay un número considerable de obreros en el Comité Central de nuestro partido francés. Esto se refleja en todo el partido. La misma tendencia se sigue, de acuerdo a las resoluciones del IV Congreso, en las elecciones parlamentarias y municipales. El partido ganará así la confianza del proletariado revolucionario. Esto significa que el partido sufrirá cada vez menos la falta de proletarios activos y competentes que ocupen los puestos revolucionarios más importantes y de mayor responsabilidad. Mucho me temo que las posiciones del camarada Louzon ejerzan una influencia negativa sobre esta profunda evolución progresiva de la vanguardia de la clase obrera francesa. Pero no dudo que el comunismo superará este obstáculo, como todos los demás.

1 Este artículo de Louzon fue publicado en International Press Correspondence, 14 de junio de 1923.
2 Pierre Renaudel (1871-1935): Mano derecha del dirigente socialista Jean Jaurès hasta 1914. Editor socialpatriota de L’Humanité durante la Primera Guerra Mundial. Luego dirigente del ala derecha del Partido Socialista.
3 León Blum (1872-1950): Editor del principal periódico socialista, Le Populaire. Después de las elecciones de 1936 fue primer ministro del primer gobierno del Frente Popular.
4 El IV Congreso de la IC sesionó en noviembre-diciembre de 1922.