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Naturaleza y dinámica del capitalismo y la economía de transición (compilación)

En vísperas de la Segunda Guerra Mundial

En vísperas de la Segunda Guerra Mundial

EN VISPERAS DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL[1]

23 de julio de 1939

Señoras y señores, les doy la bienvenida a nuestra casa y les agradezco mucho su visita; trataré de responder lo mejor posible a las preguntas que me formulen. Mi inglés es todavía tan malo como lo era hace un año. Hace dos años le prometí a Mr. Herring mejorarlo, con la condición de que Washington me diera una visa para Estados Unidos, pero parece que no les interesa mucho mi inglés.
Permítanme contestar sus preguntas sin ponerme de pie. Hay once o doce muy importantes. Abarcan casi toda la situación mundial. No es fácil responderlas con claridad porque se refieren a las actividades de los gobiernos, y no creo que ellos mismos tengan muy claro qué quieren, especialmente en este momento de crisis mundial. El sistema capitalista está en un impasse. Por mi parte, no le veo ninguna salida normal, legal, pacífica. Sólo una tremenda explosión histórica puede dar esa salida. Hay dos tipos de explosiones históricas, las guerras y las revoluciones. Creo que habría tanto de unas como de otras. Los programas de los gobiernos actuales, tanto de los buenos como de los malos (si suponemos que también hay gobiernos buenos), los programas de los distintos partidos, los pacifistas y los reformistas, parecen ahora, por lo menos a quien los observa desde afuera, el juego de un niño que corretea por la pendiente de un volcán antes de una erupción. Este es el panorama general del mundo de hoy.
Ustedes inauguraron una Exposición Mundial[2]. Por la misma razón por la que mi inglés es tan malo puedo juzgarla sólo desde afuera, pero por lo que leí en los periódicos deduzco que se trata de una tremenda creación humana que ubican en la perspectiva del “mundo del mañana”. Creo que esta caracterización es un poquito unilateral. Sólo desde un punto de vista técnico se puede considerar la Feria Mundial de ustedes “el mundo del mañana”. Porque si reflexionamos sobre el verdadero mundo del futuro tenemos que imaginarnos una centena de aviones militares sobrevolando la Feria Mundial con bombas, centenares de bombas; lo que quede después será el mundo del mañana. Por un lado esta grandiosa potencia creativa, por el otro este terrible atraso en el terreno que para nosotros es el más importante, el social; genio creador y, permítanme la palabra, idiotez social; este es el mundo de hoy.

Pregunta: ¿Cómo caracteriza usted la capacidad militar de la Rusia soviética actual?

Respuesta: La potencia militar de la Rusia soviética, o mejor dicho la situación militar de la Rusia soviética, es contradictoria. Por una parte tenemos una población de ciento setenta millones de personas que despertaron con la revolución más grande de la historia, que cuentan con energías renovadas, con una poderosa dinámica, con una industria de guerra más o menos desarrollada. Por otra tenemos un régimen político que paraliza todas las fuerzas de la nueva sociedad. No puedo prever cómo se equilibrarán estas fuerzas contradictorias. Creo que nadie puede hacerlo, porque hay factores morales que sólo los acontecimientos permitirán medir. De una cosa estoy seguro: el régimen político no sobrevivirá a la guerra. El régimen social, que es la propiedad nacionalizada de la producción, es mucho más poderoso que el régimen político de características despóticas. Las nuevas formas de propiedad revisten una tremenda importancia desde la perspectiva del progreso histórico. La vida interna de la Unión Soviética, igual que la de su ejército, está signada por las contradicciones entre el régimen político y las necesidades del desarrollo económico, cultural, etcétera, de la nueva sociedad. Toda contradicción social se expresa en su forma más extrema en el ejército, porque éste es el poder armado de la sociedad. A los representantes del poder político, o burocracia, los asusta la perspectiva de una guerra porque saben mejor que nosotros que no le sobrevivirán como régimen.

P.: ¿Cuál fue la razón real de la ejecución de Tujachevski* y los generales?

R.: Esta pregunta se relaciona con la primera. La sociedad nueva tiene sus métodos de cristalización social, la selección de hombres distintos para funciones diferentes. Cuentan con un grupo nuevo para la economía, otro para el ejército y la armada, otro para el poder [administración]; son todos muy diferentes entre sí. La burocracia llegó a ser, durante los últimos diez años, un freno tremendo para la sociedad soviética. Es una casta parasitaria interesada en su poder, en sus privilegios y sus emolumentos, y hoy subordina todo a sus intereses materiales de sector. Por otra parte, las funciones creativas de la sociedad, lo económico, lo cultural, lo militar (que también constituye, en determinado aspecto, una función creativa) cuentan con su grupo selecto de individuos, inventores, administradores, etcétera. En cada rama, en cada sector de la vida social, vemos que estos grupos trabajan unos en contra de los otros.
El ejército necesita hombres capaces, honestos, como los economistas y los científicos, hombres independientes con mentalidad abierta. Todo hombre o mujer de mentalidad independiente entra en conflicto con la burocracia, y ésta tiene que decapitar a un sector a expensas de otro con el objetivo de preservarse a sí misma. Ésta es la explicación histórica obvia de los dramáticos Juicios de Moscú[3], de las famosas pruebas prefabricadas, etc. La prensa norteamericana está más interesada, por su parte, en los hechos (es decir, está más interesada en determinados aspectos de los cuales puede dar cuenta), pero nosotros podemos explicarlos objetiva, científica, socialmente. Fue un choque entre dos grupos, entre distintos sectores de la sociedad. Un buen general como Tujachevski necesita auxiliares independientes, otros generales que lo rodeen, y aprecia a cada hombre de acuerdo con su valor intrínseco. La burocracia necesita gente dócil, bizantina, servil, y estos dos tipos de personas entran en conflicto en todos los países. Dado que la burocracia es dueña de todo el poder, son las cabezas del ejército las que caen y no las suyas.

P.: ¿Cómo explica usted la destitución de Litvinov como ministro de relaciones exteriores?[4]

R.: En líneas generales se explica por las mismas consideraciones que expresé hace unos minutos. Personalmente, Litvinov era un hombre capaz, es un hombre capaz. No es una personalidad política independiente; nunca lo fue. Pero es inteligente; habla varios idiomas; visitó muchos países; conoce muy bien Europa. Debido a sus viajes, a su conocimiento de distintos países, pone en dificultades embarazosas al Politburó que está formado a hechura de Stalin[5]. En la burocracia nadie habla idiomas extranjeros, nadie vivió en Europa y nadie sabe nada de política exterior. Cuando Litvinov presentó sus opiniones al Politburó se sintieron un poquito irritados. Esta es una razón más para su destitución, pero creo que fue también una señal del Kremlin a Hitler de que están dispuestos a cambiar su política, a concretar el objetivo, el propósito que les planteó a ustedes y a Hitler hace unos años; porque el objetivo de Stalin en política internacional es el acuerdo con Hitler.
Krivitski[6] publicó un artículo muy interesante en el Saturday Evening Post. Observa estos procedimientos desde un punto de vista personal. Estuvo en el servicio de espionaje militar y Moscú le encargó misiones muy delicadas. Lo que dice es muy interesante como confirmación de un planteo general que nosotros hicimos muchas veces antes de esta revelación. La burocracia de Moscú no desea la guerra. La teme porque no le sobrevivirá. Quiere la paz a cualquier precio. Ahora la Unión Soviética se ve amenazada por Alemania y sus aliados, Italia y Japón. Un acuerdo con Hitler significaría que no habrá guerra. La alianza con Chamberlain significaría ayuda militar durante la guerra, pero nada más, porque las esperanzas de que una alianza entre Inglaterra, Francia y la Unión Soviética pueda evitar la guerra son infantiles. Recuerden que Europa, antes de la Gran Guerra, estaba dividida en dos campos, y eso fue lo que la hizo estallar. Luego Woodrow Wilson propuso la creación de la Liga de las Naciones, con el argumento de que sólo la seguridad colectiva puede impedir las guerras. Ahora, luego del colapso de la Liga de las Naciones, se comienza a hablar de que la división de Europa en dos campos, que sería la consecuencia de una alianza entre Inglaterra, Francia y la Unión Soviética, evitaría la guerra. Es infantil. Puede servir únicamente para ayudarse durante la guerra. Es una repetición, en una nueva escala histórica, de la experiencia de hace veinticinco años. Si la guerra es inevitable es mejor tener aliados, pero lo que desea el Kremlin es evitar la guerra. Y para ello necesita del acuerdo con Hitler. A esto se encamina toda la política del Kremlin. Stalin le informa a Hitler que si no concluye un acuerdo con él se verá obligado a concluirlo con Inglaterra.

P.: ¿Qué fuerza tiene el bloque para detener a Hitler? ¿Se orientará la Rusia soviética hacia una alianza con Inglaterra y Francia? ¿O considera usted probable que el acuerdo lo haga con Hitler?

R.: No depende sólo de Stalin sino también de Hitler. Stalin declaró que está dispuesto a concluir un acuerdo con Hitler. Hitler hasta ahora rechazó su propuesta. Tal vez la acepte. Hitler desea que Alemania domine el mundo. Sus formulaciones racionales son nada más que una máscara, como lo es la democracia para los imperios francés, británico y norteamericano. El verdadero interés de Gran Bretaña está en la India; el de Alemania, en apoderarse de la India; el de Francia, en no perder sus colonias; el de Italia, en hacerse de colonias nuevas. En las colonias no hay democracia. Si Inglaterra, por ejemplo, luchara por la democracia, lo primero que podría hacer es dársela a la India. El muy democrático pueblo inglés no les concede la democracia porque sólo puede explotar a la India utilizando métodos dictatoriales. Alemania desea aplastar a Francia y Gran Bretaña. Moscú está absolutamente dispuesto a dejarle vía libre a Hitler, porque sabe muy bien que si éste se dedica durante varios años a destruir aquellos países, Rusia no estará expuesta a los ataques alemanes. Estoy seguro de que proveerán a Alemania de materias primas durante la guerra con la condición de que Rusia no se vea involucrada. Stalin no desea una alianza militar con Hitler sino un acuerdo que le permita permanecer neutral durante la guerra. Pero Hitler teme que la Unión Soviética pueda volverse lo suficientemente poderosa como para conquistar, de una u otra manera, mientras Alemania esté sumergida en una guerra mundial, Rumania, Polonia y los Estados bálticos. Entonces las fronteras alemanas se verían directamente amenazadas. Por eso Hitler quería librar una guerra preventiva contra la Unión Soviética, aplastarla y luego comenzar su guerra por la dominación del mundo. Los alemanes vacilan entre estas dos posibilidades, entre estas dos variantes. No puedo pronosticar cuál será la decisión final. No estoy seguro de si el mismo Hitler lo sabe ya. Stalin no lo sabe porque duda y continúa discutiendo con Gran Bretaña, y al mismo tiempo concluye acuerdos económicos y comerciales con Alemania. Tiene, como dicen los alemanes, dos ollas puestas al fuego.

P.: ¿Qué propósitos cree usted que oculta el gobierno de Chamberlain?

R.: Creo que los factores que lo mueven son el pánico y la confusión. No es una característica individual de Mr. Chamberlain. No creo que sea más tonto que cualquier otra persona, pero la situación de Gran Bretaña es muy difícil, igual que la de Francia. Inglaterra fue una potencia mundial rectora en el pasado –en el siglo XIX–, aunque ya no lo es. Pero cuenta con el mayor imperio del mundo. Francia, con su población estancada y su estructura económica más o menos atrasada, posee un imperio colonial de segunda clase. Esta es la situación, que hace muy difícil que a un primer ministro inglés se le puedan ocurrir soluciones. Sólo la vieja fórmula de “esperar y ver”. Esto servía cuando Inglaterra era la potencia más fuerte del mundo y tenía suficiente poder como para alcanzar sus objetivos. Pero no ahora. La guerra aplastará y destruirá los imperios británico y francés. No pueden ganar nada con la guerra, solo pueden perder. Por eso Mr. Chamberlain fue tan amable con Hitler durante el período de Munich[7]. Creía que el problema estaba en Europa central y el Danubio, pero ahora comprende que se trata del dominio del mundo. Gran Bretaña y Francia no están en condiciones de eludir la guerra, pero hacen todo lo posible, a un ritmo febril, para lograrlo, amenazadas por la situación que creó el rearme de Alemania. Esa guerra es inevitable.

P.: ¿Cómo analiza usted los movimientos de Francia? ¿Es el nacionalismo francés lo suficientemente fuerte como para estorbar la unidad de los intereses capitalistas entre Fracia y Alemania?

R.: Creo que al comienzo de la guerra todos los gobiernos capitalistas tendrán tras de sí a la inmensa mayoría del pueblo. Pero al final de la guerra ni uno de los gobiemos actuales contará con el apoyo de su pueblo. Por eso temen tanto esta guerra, de la que no pueden escapar.

P.: ¿Todavía cree usted imposible la revolución socialista en un solo país, sin participación mundial?

R.: Creo que hay un malentendido en la formulación de esta pregunta. Yo nunca afirmé que es imposible la revolución socialista en un solo país. En la Unión Soviética hicimos una revolución socialista. Yo participé en ella. La revolución socialista implica la toma del poder por una clase revolucionaria, el proletariado. Por supuesto que no se puede realizar simultáneamente en todos los países. Cada país, de acuerdo a sus condiciones, tiene su momento histórico. La revolución socialista no sólo es posible sino inevitable en cada país. Lo que yo afirmo es que es imposible construir una sociedad socialista en el marco del mundo capitalista. Es un problema diferente, absolutamente diferente.

P.: ¿Acaso el gran progreso económico de la Unión Soviética en los últimos cinco años no demuestra la viabilidad de la construcción de un Estado socialista en un mundo capitalista?

R.: Prefiero interpretar su pregunta como referida a “la construcción de una sociedad socialista”, no de un Estado socialista, ya que la toma del poder por el proletariado significa la creación del Estado socialista. El Estado socialista es sólo una herramienta para la creación de la sociedad socialista, ya que ésta implica la abolición del Estado por considerarlo un instrumento propio de la barbarie. Todo Estado es una supervivencia de la barbarie. La pregunta en realidad significa si el progreso económico de los últimos cinco años no demuestra la posibilidad de construir una sociedad socialista en un mundo capitalista.
Según mi opinión, no; no lo veo así, porque el progreso económico no es lo mismo que el socialismo. Norteamérica, Estados Unidos, logró a lo largo de su historia un progreso económico grandioso sobre fundamentos capitalistas. El socialismo significa la igualdad progresiva y la abolición progresiva del Estado. El Estado es un instrumento de sumisión. La igualdad implica la abolición del Estado. Durante esos cinco años, en la Unión Soviética, junto con el indiscutible progreso económico, creció terriblemente la desigualdad y hubo un tremendo reforzamiento del Estado. ¿Qué significan los juicios de Moscú desde la perspectiva de la desigualdad y la abolición del Estado? Dudo que quede una sola persona que crea que hubo justicia en ellos. En Moscú durante los últimos años se purgó a cien mil personas, se exterminó a la Vieja Guardia del Partido Bolchevique, a generales, a los mejores oficiales, los mejores diplomáticos, etcétera. No se abolió el Estado. Existe, ¿y qué es ese Estado? Es el sometimiento del pueblo a su maquinaria, al nuevo poder, a la nueva casta, al nuevo dirigente; la burocracia es ahora una casta privilegiada. No es el socialismo y esta casta no se está debilitando. Se niega a morir. Prefiere matar a los demás. Incluso a los mejores elementos del ejército, el instrumento de su propia defensa.
No digo que se deba establecer inmediatamente una igualdad absoluta. Eso no es posible. Pero la tendencia general tendría que ser de la vil desigualdad burguesa hacia la igualdad; sin embargo, la tendencia actual es absolutamente opuesta. Si se hicieran estadísticas se comprobaría que los estratos superiores de la sociedad soviética viven como la alta burguesía de Estados Unidos y Europa, la clase media como la burguesía mediana y los obreros peor que los de un país grande como Estados Unidos. La revolución significó para Rusia un progreso económico. Sí, es absolutamente indiscutible. Pero eso no es socialismo. Está muy lejos de serlo. Se aparta cada vez más del socialismo.

P.: ¿Cómo analiza usted la situación de Japón? ¿Hará la guerra a Gran Bretaña para salvar las apariencias?

R.: No creo que Japón pueda sorprender a Gran Bretaña declarándole la guerra, pero Gran Bretaña no puede eludir la guerra. Y cuando estalle, Japón, por supuesto, utilizará en su beneficio la situación europea. Gran Bretaña se enfrentará con Japón. No se trata de salvar las apariencias sino muchas vidas.

P.: ¿Si Alemania se apodera de Danzig[8], qué hará Chamberlain?

R.: Si Alemania se apodera de Danzig el mes próximo, será la señal de que desea la guerra, ya que conoce la situación. Si Alemania desea la guerra, habrá guerra. Si Alemania se siente lo suficientemente fuerte para ello, provocará la guerra, y Chamberlain tendrá que entrar.

P.: ¿Cuál opina usted que es el curso más probable de los acontecimientos en España?

R.: Creo que el problema español es sólo una pequeña parte del europeo. Hasta la derrota fue un gran problema. Si los republicanos burgueses, con sus aliados socialistas, con sus aliados comunistas o con sus aliados anarquistas no hubieran logrado liquidar la revolución española (pues no fue el triunfo de Franco, fue la derrota del Frente Popular), se habría podido tener esperanza de que el proletariado español provocara un gran movimiento revolucionario en Francia. Lo vimos comenzar en junio de 1936 con las huelgas de brazos caídos. Entonces Europa podría evitarse la guerra. Pero Moscú logró matar la revolución española y ayudar a la victoria de Franco. Ello implica que ahora España deja de ser un factor independiente. Por supuesto, la prensa socialista de Mr. Norman Thomas y la de Mr. Browder[9], todavía menos inteligente que aquella, señalan que Franco no dominará España, que caerá. Pasó casi lo mismo cuando triunfó Hitler en junio de 1933[10]. En ese entonces, igual que ahora, yo opinaba lo contrario. La fuerza de Franco no está en el mismo Franco sino en la bancarrota total de la II Internacional y de la Tercera, en la dirección de la revolución española.
Para los obreros y campesinos de España la derrota no constituye sólo un accidente militar sino una tremenda tragedia histórica. Es el desmoronamiento de sus organizaciones, de sus ideales históricos, de su felicidad, de todas las esperanzas que cultivaron durante décadas, durante siglos. ¿Puede imaginarse un ser humano que razona mínimamente que esta clase, en uno, dos o tres años puede crearse nuevas organizaciones, un nuevo espíritu militante y derrotar de esta forma a Franco? No lo creo. España está ahora, más que cualquier [otro] país, muy lejos de la revolución. Por supuesto, si comienza la guerra, y estoy seguro de que así será, el ritmo del movimiento revolucionario se acelerará en todos los países. Ya hicimos la experiencia de la última guerra mundial. Ahora todas las naciones son más pobres. Los medios de destrucción son incomparablemente más efectivos. La vieja generación lleva en su sangre aquella experiencia. La nueva aprenderá de su propia experiencia y de la generación anterior. Estoy seguro de que la nueva guerra traerá como consecuencia la revolución; en este caso, España participará de la revolución, pero no por iniciativa propia sino a cuenta de los demás.

P.: ¿Qué aconsejaría usted a Estados Unidos en cuanto a su orientación en los asuntos internacionales?

R.: Tengo que aclarar que no me siento competente para aconsejar al gobierno de Washington, por la misma razón política por la que el gobierno de Washington no considera necesario otorgarme una visa. Nuestra ubicación social es distinta que la del gobiemo de Washington. Yo podría aconsejar a un gobierno que se planteara los mismos objetivos que el mío, no a un gobiemo capitalista, y el gobierno de Estados Unidos, a pesar del New Deal, es en mi opinión un gobierno capitalista e imperialista. Lo único que puedo decir es qué haría un gobierno revolucionario, un gobierno obrero genuino en Estados Unidos.
Creo que lo primero sería expropiar a las Sesenta Familias. Se trataría de una medida muy buena, tanto desde la perspectiva nacional como desde la mundial; sería un ejemplo muy bueno para las demás naciones. Nacionalizar los bancos; dar trabajo, adoptando medidas sociales radicales, a los diez o doce millones de desocupados; prestar ayuda material a los campesinos para facilitar el libre cultivo. Creo que ello significaría un aumento de la renta nacional de Estados Unidos de sesenta y siete mil millones de dólares a doscientos o trescientos mil millones por año. Y eso en lo inmediato, porque para el futuro es imposible prever el tremendo avance de la potencia material de esta poderosa nación. Por supuesto, esa nación se transformaría en el verdadero dictador del mundo, pero un dictador muy bueno. Estoy seguro de que los países fascistas de Hitler y Mussolini, y sus pobres y miserables pueblos, desaparecerían, en última instancia, de la escena histórica si esa potencia económica que es Estados Unidos encontrara el poder político que reorganice su actual estructura económica, muy enferma por cierto.
No veo ninguna otra salida, ninguna otra solución. Hemos sido testigos, durante los últimos seis o siete años, de la política del New Deal. Despertó grandes expectativas. Yo no las compartía. Hace dos años me visitaron, aquí en México, algunos senadores conservadores; me preguntaron si todavía estábamos a favor de las medidas revolucionarias radicales. Les contesté que no veía otras posibles, pero que si el New Deal tenía éxito estaba dispuesto a abandonar mi concepción revolucionaria en favor de la del New Deal. No tuvo éxito; y me atrevo a afirmar que si se elige a Mr. Roosevelt para un tercer gobierno el New Deal también fallará en este nuevo período. Pero este poderoso cuerpo económico de Estados Unidos, el más poderoso del mundo, está en descomposición. Nadie indicó cómo detener este proceso. Hay que implantar toda una estructura nueva, lo que no puede hacerse mientras estén las Sesenta Familias. Por eso comencé con el consejo de expropiarlas.
Hace dos años, cuando vuestro Congreso votó las leyes de neutralidad[11], discutiendo con algunos políticos norteamericanos les expresé mi asombro de que la nación más poderosa del mundo, con tal fuerza creadora y genio tecnológico, no comprendiera la situación mundial, que quisiera separarse del mundo con la pantalla de papel de las leyes de neutralidad. Si el capitalismo norteamericano sobrevive, y lo hará durante un tiempo, Estados Unidos se transformará en el imperialismo y el militarismo más poderoso del mundo. Ya estamos presenciando los comienzos. Por supuesto, este armamentismo crea, de hecho, una situación nueva. El armamento constituye también una empresa. Detenerlo ahora, cuando no hay guerra, implicaría la mayor crisis social del mundo, diez millones de desocupados. La crisis sería suficiente para provocar una revolución, y el temor a esta revolución constituye también un argumento para continuar con el armamento, que se transforma así en un factor histórico independiente. Utilizarlo se vuelve una necesidad. La clase gobernante de ustedes tenía la consigna “Puertas abiertas a China”; eso lo único que significa es pasarles barcos de guerra para preservar, con una tremenda flota, la libertad del Océano Pacífico. No veo otra forma de [¿derrotar? ] al Japón capitalista. ¿Quién puede hacerlo si no la nación más poderosa del mundo? Estados Unidos dirá que no quiere una paz alemana. Japón está apoyado por las armas alemanas. Nosotros no queremos una paz alemana; impondremos nuestra paz norteamericana porque somos más fuertes. Esto significa una explosión del militarismo y el imperialismo norteamericanos.
Este es el dilema, socialismo o imperialismo. La democracia no responde a este problema. Este es el consejo que yo le daría al gobierno norteamericano.