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Francia

Un gran militante ha muerto… Gramsci

Un gran militante ha muerto… Gramsci

Después de once años de prisión, Antonio Gramsci ha muerto de una apoplejía en Roma, en una clínica a la que la brutal represión fascista se había visto obligado a transferirlo hacía dos años, para evitar que el hombre más amado del proletariado de Italia, terminara muriendo en el fondo de su celda (1).

Antonio Gramsci se había unido al socialismo en los años que precedieron inmediatamente a la guerra de 1914, cuando, joven estudiante, hijo de campesinos pobres, desde su Cerdeña natal, iría a Turín con el objetivo de continuar sus estudios. Fue allí en la capital de Piamonte, en contacto con el proletariado industrial más concentrado y más experimentado de Italia, cuando hizo sus primeros pasos en el camino de la revolución.

Aunque de apariencia extremadamente descuidada y de un físico lamentable, daba una gran impresión a aquellos que tuvieron la ocasión de conocerlo. Mussolini, quien, en 1914, antes de renegar de sus convicciones había sido invitado a Turín por el grupo de estudiantes socialistas, entre ellos Gramsci, se acordaba justamente de él, ocho años después cuando escribió que el Partido Comunista tenía por cabeza a un pequeño jorobado, extraordinariamente inteligente y vivaz ...

(..) Pero es solamente en 1919 cuando Gramsci reveló enteramente todas sus cualidades de polemista, cabeza y corazón de la clase obrera y más particularmente del proletariado industrial de Piamonte.

En 1919 el proletariado italiano está en plena efervescencia revolucionaria. Los retrocesos sucesivos de la burguesía acercan extraordinariamente a los ojos de la clase obrera y de las masas laboriosas la posibilidad de la victoria final, del triunfo de la revolución.

Las noticias provenientes de Rusia sobre las victorias y la consolidación del poder soviético, llenan a las masas de entusiasmo.

El emblema de la hoz y el martillo cubre los muros de las ciudades y los pueblos de un lugar a otro de toda Italia. Los nombres de Lenin y Trotsky son aclamados como llamados al combate por millones de obreros, soldados, pequeños campesinos. El Partido Socialista, que crecía día a día, resultó ser absolutamente impotente para coordinar el movimiento de las masas, para organizar la revolución (…)

L’Ordine Nuovo será entonces el título del semanario que él fundó en Turín y del que tomó la dirección (…) Durante dos años, en sus artículos de estilo muy personal, pero que reflejaban todo el tormento y el esfuerzo creador de la vanguardia revolucionaria del proletariado de Turín, Gramsci devora los tesoros de su inteligencia, de su cultura y de su pasión revolucionaria para impulsar los Consejos de Fábrica, para demostrar su valor destructivo del orden capitalista y su carácter necesario en tanto células constitutivas del Orden Nuevo, del orden socialista y comunista. Los obreros avanzados de las grandes fábricas de Turín, los miembros de las “Comisiones Internas”, se agitan a su alrededor. Los burócratas sindicales lo acusan de minar la autoridad y las funciones de los sindicatos, pero él responde ganando para su punto de vista a las mayorías sindicales y transformando así a los sindicatos en un punto de apoyo para los Consejos de fábrica en lugar de ser sus adversarios.

La derrota sufrida por el proletariado italiano en septiembre de 1920 con el abandono de las fábricas ocupadas será el fin de este movimiento de los Consejos de fábricas, a los que Gramsci entregó lo mejor de su vida. L’Ordine Nuovo, de semanario se transformó en diario, pero será otra cosa distinta del que él había fundado.

Los filisteos y los burócratas, los que, hoy en día, buscan explotar a Gramsci en beneficio de la traición y el fraude estalinista, nos presentan ya un Gramsci trucado, irreconocible para quienes lo conocimos y para él mismo si hubiera estado vivo.

Nosotros creemos poder decir, por el contrario, que Gramsci, a pesar de sus eminentes cualidades, también se equivocó, y sobre problemas importantes. Y podemos agregar que tenía plena consciencia y no tenía problema de decirlo. La prueba está en que a través de los años él se negó a recoger en un volumen sus escritos. Al final, se había decidido a hacerlo, pero había comenzado a escribir un prefacio (ya tenía escritas 100 páginas de su pequeña pero clara caligrafía) en los que se criticaba a sí mismo con la honestidad intelectual que lo caracterizaba.

Este proyecto fue truncado por su arresto en el momento de las leyes de emergencia y ahora por su muerte.

No sabemos cuál ha sido la evolución de Gramsci en el curso de once años de prisión, pero sí podemos afirmar esto: toda la actividad de Gramsci, toda su concepción de desarrollo del partido y del movimiento obrero se opone de manera absoluta al estalinismo, a sus villanías políticas, a sus falsificaciones desvergonzadas. Uno de los últimos actos políticos de Gramsci antes de su detención, en 1926, fue hacer aprobar por el Buró Político del Partido italiano, una carta dirigida al Buró Político del Partido ruso solicitando que respetaran al camarada Trotsky dentro de los límites de una discusión entre camaradas y que no se adoptaran métodos que distorsionaran los problemas en discusión e impidieran al Partido y la Internacional pronunciarse con pleno conocimiento de causa. Esta carta fue aprobada por Grieco (Garlandi), Camila Rayera y Mauro Scocimarro.

Pero fue enviada a una “vía muerta” por Ercoli (Togliatti, NDR) que, estando en Moscú y habiendo presentido quienes eran los destinatarios, se la guardó en el bolsillo.

Podemos afirmar también que, al menos desde 1931 y hasta 1935, la ruptura moral y política de Gramsci con el Partido estalinizado era total. La prueba está no solamente en el hecho de que durante estos años la prensa había puesto sordina a la campaña por la liberación de Gramsci, sino también por el hecho de que Gramsci había sido oficialmente depuesto como Jefe del Partido y que, en su lugar ¡había sido investido este payaso dispuesto a todo que se llama Ercoli!

Los camaradas liberados de prisión nos han comunicado asimismo hace dos años ya que Gramsci había sido excluido del Partido, exclusión que la dirección había decidido tener oculta por los menos hasta que Gramsci tuviera la posibilidad de hablar libremente.

Y esto con el objetivo de poder explotar la personalidad de Gramsci para sus fines. En todo caso, los burócratas estalinianos se las arreglaron para enterrar a Gramsci políticamente antes de que el régimen mussoliniano lo acabara físicamente.

Gramsci ha muerto, pero para el proletariado, para las jóvenes generaciones que vienen hacia la revolución a través del infierno fascista, permanecerá como el que mejor que cualquiera encarnó los sufrimientos, las aspiraciones y la voluntad de los obreros y los campesinos de Italia, durante los últimos veinte años.

Permanecerá como un ejemplo de rectitud moral y de probidad intelectual absolutamente inconcebible para la congregación de gusanos estalinianos cuyo lema es “acomodarse”.

Gramsci ha muerto, pero después de presenciar la descomposición y la muerte del Partido que había ayudado poderosamente a crear y haber escuchado los golpes de revólver cargados por Stalin y que abatieron toda una generación de viejos bolcheviques.

Gramsci ha muerto, pero después de haber sabido que los nuevos viejos bolcheviques como Bujarin, Rikov y Rakovsky estaban próximos a ser masacrados (2).

Gramsci ha muerto de un golpe al corazón, puede que nunca sepamos que contribuyó más a matarlo: once años de sufrimiento en las prisiones mussolinianas o los golpes de pistola que Stalin disparó en la nuca de Zinoviev, Kamenev, Smirnov, Piatakov y de sus compañeros en las cuevas de la GPU.

Adiós Gramsci.

Traducción: Juan Dal Maso.
Correcciones a la traducción: Teresa Acuña.

Notas

1. Este texto tiene la limitación de que el autor desconocía las elaboraciones de Gramsci en sus Cuadernos de la Cárcel. Asimismo, distintos investigadores han señalado que la relación entre Gramsci y Togliatti no se había roto abiertamente como pensaba Pietro Tresso.
2. Se refiere a los Juicios de Moscú, procesos judiciales montados por Stalin para liquidar a los miembros de la vieja guardia del partido bolchevique, con falsas pruebas sobre supuestas conspiraciones y complicidad con la contrarrevolución, durante la segunda mitad de los años ’30.



La Lutte Ouvriere (1937-1939)