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Una explicación necesaria a los sindicalistas comunistas

Una explicación necesaria a los sindicalistas comunistas

Publicado en Bulletin Communiste N° 15, 12 de abril de 1923 y según cita Trotsky en “Los errores fundamentales del sindicalismo”, también en Pravda. Tomado de la versión publicada en León Trotsky, Sobre los sindicatos, Bs. As., Ediciones Pluma, 1974, pp. 9-12. Cotejado y modificado con Léon Trotski, Le mouvement communiste en France (1919-1939), Textes choisis etpresentes par Pierre Broué, París, Les Éditions de Minuit, 1967, pp. 261-269.

21 DE MARZO DE 1923

Este artículo fue escrito como respuesta al camarada Louzon1, inmediatamente después del IV Congreso Mundial de la Internacional Comunista [IC]2 . Pero en ese momento se prestaba más atención a la lucha contra la derecha socialista, contra la última camada de disidentes, Verfeuil, Frossard, etcétera 3. En esta lucha uníamos nuestros esfuerzos, y lo seguimos haciendo, a los de los sindicalistas, y yo preferí posponer la publicación de este artículo. Estamos firmemente convencidos que nuestra unión con los revolucionarios del sindicalismo seguirá siendo total y plena. La entrada de nuestro viejo amigo Monatte al Partido Comunista para nosotros fue una gran alegría. La revolución necesita hombres como él. Pero sería un error comprar un rapprochement [acercamiento, NdT] al precio de una confusión ideológica. En el curso de los últimos meses el Partido Comunista Francés se ha depurado y consolidado; por lo tanto, podemos entrar ahora en una discusión tranquila y fraternal con nuestros camaradas sindicalistas, a cuyo lado tenemos muchas tareas que cumplir y muchas batallas que ganar. El camarada Louzon, en una serie de artículos y explicaciones personales, expuso, respecto a la cuestión fundamental de las relaciones entre el partido y los sindicatos, posiciones que difieren radicalmente de las de la IC y de la doctrina marxista.
Los camaradas franceses, cuya opinión acostumbro respetar, sienten una gran estima por el camarada Louzon y a su devoción hacia el proletariado. Por esa razón, es más necesario aún corregir los errores que cometió en una cuestión tan importante.
El camarada Louzon defiende la independencia total e incondicional de los sindicatos. ¿Contra qué? Obviamente contra ciertos ataques. ¿De quiénes? Evidentemente del partido. La independencia de los sindicatos, una necesidad indiscutible, para él adquiere un significado absoluto y casi místico. Y nuestro camarada apela, equivocadamente, a Marx.
Los sindicatos, dice Louzon, representan a “toda la clase obrera”. El partido, en cambio, no es más que el partido. La clase obrera en su conjunto, no puede estar subordinada al partido. Ni siquiera se los puede equiparar. “La clase obrera tiene su objetivo en sí misma”. En cambio el partido solamente puede servir a la clase obrera o subordinarse a ella. Así que el partido no puede “anexarse” a la clase obrera. El hecho de que hasta el último Congreso de Moscú, la IC estuviera representada en la Internacional Sindical Roja 4, y viceversa, para Louzon, significaba el reconocimiento de la igualdad de derechos y de la equivalencia de la clase y el partido. Ahora, una vez eliminada esta representación, el partido reasume su rol de servidor o de subordinado, y el camarada Louzon lo aprueba. Para él, ésta también era la posición de Marx. Por eso, Louzon interpreta la supresión de la representación recíproca entre los organismos de los sindicatos y del partido como una renuncia a los errores de Lassalle (!)5 y de los socialdemócratas (!) y un retomo a los principios del marxismo.
Esta es la esencia de un artículo aparecido en Vie Ouvriére del 15 de diciembre. Lo más llamativo de este y otros artículos similares, es que el autor cierra obvia, consciente y decididamente los ojos ante lo que ocurre realmente en Francia. Se podría suponer que el artículo fue escrito por un habitante de la estrella Sirius.
¿De qué otro modo se puede comprender la afirmación de que los sindicatos representan a “toda la clase obrera”? ¿De qué país está hablando? Si se refiere a Francia, por lo que sabemos, allí los sindicatos no incluyen, desgraciadamente, ni a la mitad de la clase obrera. Las maniobras criminales de los sindicalistas reformistas, apoyados desde la izquierda por algunos anarquistas, han roto la organización sindical francesa en dos. Ninguna de las confederaciones sindicales abarca más de 300.000 obreros. Ni por separado ni juntas, se pueden identificar con todo el proletariado francés, del cual solamente constituyen una modesta porción. Es más, cada sindicato persigue una política distinta. La confederación sindical reformista (CGT) tiene una política de conciliación con la burguesía; la Confederación General del Trabajo Unitaria [Confédération Genérale du Travail Unitaire, Confederación General Unitaria del Trabajo (CGTU)] tiene una política de lucha revolucionaria. El camarada Louzon apoya a la CGTU contra la CGT, y eso está muy bien. Y en la CGTU, Louzon no representa más que una tendencia. ¿Qué quiere decir entonces cuando afirma que la clase obrera, a la que identifica obviamente con la organización sindical, tiene un objetivo en sí misma? ¿Con ayuda de quién y cómo expresa la clase obrera francesa sus reivindicaciones? ¿Con la ayuda de la organización de Jouhaux? Por cierto que no. ¿Con la ayuda de la CGTU? La CGTU le ha prestado grandes servicios, pero desgraciadamente todavía no es toda la clase obrera. Finalmente, para no omitir nada, no hace mucho la CGTU estaba dirigida por los anarco-sindicalistas del “Pacto” 6. Actualmente sus dirigentes son sindicalistas-comunistas. ¿En cuál de estos dos períodos la CGTU expresaba mejor los intereses de la clase obrera? ¿Quién puede juzgarlo? Si intentáramos contestar esa pregunta ahora, valiéndonos de la experiencia internacional de nuestro partido, cometeríamos, para Louzon, un pecado mortal, porque estaríamos pretendiendo que el partido juzgue qué política es más beneficiosa para la clase obrera. Es decir, colocamos al partido por encima de la clase obrera. Pero si quisiéramos dirigirnos a toda la clase obrera, desgraciadamente la encontraríamos dividida, impotente, muda.
Los distintos sectores de la clase, organizados en diferentes confederaciones, los diferentes sindicatos de una misma confederación, los diferentes grupos de un mismo sindicato, nos darán respuestas diversas. Pero la abrumadora mayoría del proletariado, que sigue fuera de ambas confederaciones, no nos dará actualmente ninguna respuesta.
No hay ningún país en que la organización sindical abarque a toda la clase obrera, pero en algunos comprende al menos un vasto sector. No es el caso de Francia. Si, como plantea Louzon, el partido no debe “anexarse” la clase obrera (¿qué se supone que quiera decir realmente este término?), ¿por qué razón le otorga entonces el camarada Louzon este derecho al sindicalismo? Podría contestarnos: “Nuestra organización sindical es todavía muy débil. Pero no tenemos dudas sobre su futuro y su victoria final”. A eso le contestaríamos: “Es cierto, nosotros también compartimos esta convicción. Pero no tenemos dudas de que el partido ganará la confianza incondicional de la gran mayoría de la clase trabajadora”.
No se trata, para el partido ni para los sindicatos, de “anexarse” al proletariado –está muy mal de parte de Louzon el emplear la terminología que utilizan nuestros opositores en su lucha contra la revolución–, sino de ganarse la confianza del proletariado. Y esto solamente puede lograrse mediante tácticas correctas, probadas por la experiencia. ¿Quiénes preparan consciente, cuidadosa y críticamente estas tácticas? ¿Quién se las propone a la clase obrera? Seguramente no caen del cielo. Y el conjunto de la clase obrera, como “cosa en sí”, tampoco nos enseña esas tácticas. Nos parece que el camarada Louzon no ha pensado en esto.
“El proletariado tiene su objetivo en sí mismo”. Si despojamos esta frase de su envoltura mística, su significado obvio es que los objetivos históricos del proletariado están determinados por su situación social como clase y por su papel en la producción, en la sociedad y en el Estado. Esto es indiscutible. Pero esta verdad no nos ayuda a resolver el problema que nos preocupa, es decir: ¿Cómo llegará el proletariado a la comprensión subjetiva de la tarea histórica que le plantea su situación objetiva?
Si el proletariado como clase fuera capaz de comprender inmediatamente su tarea histórica no serían necesarios ni el partido ni los sindicatos: la revolución proletaria habría nacido simultáneamente con el proletariado. Por el contrario, el proceso mediante el cual el proletariado comprende su misión histórica es largo y penoso, y está plagado de contradicciones internas.
Solamente a través de prolongadas luchas, de duras pruebas, de muchos errores y de una amplia experiencia, la concepción correcta de los caminos y de los métodos de desarrollo son asimilados por los mejores elementos que forman la vanguardia de la clase obrera. Esto se aplica tanto al partido como a los sindicatos. También los sindicatos comienzan como un pequeño grupo de obreros activos y crecen gradualmente, a medida que su experiencia les permite ganar la confianza de las masas. Pero mientras las organizaciones revolucionarias luchan para ganar influencia sobre la clase obrera, los ideólogos burgueses contraponen a “la totalidad de la clase obrera” no sólo con el partido de la clase obrera sino también con sus organizaciones sindicales, a las que acusan de querer “anexársela”. Le Temps 7 lo dice cada vez que hay una huelga. En otras palabras, los ideólogos burgueses contraponen a la clase obrera como objeto con la clase obrera como sujeto consciente.
Porque es solamente a través de su minoría con conciencia de clase que la clase obrera se convierte en sujeto de la historia. Vemos entonces que las críticas planteadas por el camarada Louzon hacia las “pretensiones del partido” se aplican igualmente a las “pretensiones” de los sindicatos. Sobre todo en Francia, ya que el sindicalismo francés –debemos repetirlo– ha sido y es, organizativa y teóricamente, igual que un partido. Así fue que llegó, durante su período clásico (1905-1907), a la teoría de la “minoría activa”, y no a la “clase obrera en sí misma”. ¿Y qué es una minoría activa, ligada por la unidad de sus ideas, sino un partido? Por otra parte una organización sindical masiva que no con-tuviera una minoría activa con conciencia de clase, ¿no sería una organización sin sentido y puramente formal? Que el sindicalismo francés era un partido quedó totalmente confirmado con la ruptura que sufrió tan pronto aparecieron divergencias políticas en sus filas. Pero el partido del sindicalismo revolucionario siente la misma aversión por los partidos en general que toda la clase obrera francesa. Por lo tanto no asumió el nombre de partido y se mantiene incompleto en cuanto a organización. Es un partido que intentó diluir a sus miembros en la asociación sindical, o al menos enmascararse tras los sindicatos. Se explica entonces la subordinación real de los sindicatos a ciertas tendencias, fracciones y hasta camarillas. También se explica el “Pacto”, caricatura masónica de un partido en el seno de la organización sindical.
Y viceversa: la IC ha combatido firmemente la división del movimiento sindical francés, es decir, su conversión en partidos sindicalistas. La consideración principal del Partido Comunista ha sido la tarea histórica de la totalidad de la clase obrera, y la enorme importancia que como tal tiene la organización sindical en la resolución de las tareas del proletariado. En este aspecto ha defendido, desde el principio, en el espíritu del marxismo, la independencia real y viva de los sindicatos.
El sindicalismo revolucionario, que fue en muchos aspectos el precursor del comunismo actual en Francia, ha adoptado la teoría de la minoría activa, es decir del partido, pero sin convertirse abiertamente en un partido. De esta forma ha impedido que los sindicatos se transformaran en una organización de la totalidad de la clase obrera (lo que no es posible en un sistema capitalista) o al menos de importantes masas de ella.
Los comunistas no le temen a la palabra partido, porque su partido no tiene ni tendrá nada en común con los otros partidos.
Su partido no es uno de los partidos políticos del sistema burgués, es la minoría activa y con conciencia de clase del proletariado, su vanguardia revolucionaria. Por lo tanto los comunistas no tienen ninguna razón, ni ideológica ni organizativa, para esconderse tras los sindicatos. No los utilizan para maquinaciones de trastienda. No los rompen cuando están en minoría. No perturban de ningún modo el desarrollo independiente de los sindicatos y apoyan sus luchas con todas sus fuerzas. Pero al mismo tiempo el Partido Comunista se reserva el derecho a expresar sus opiniones sobre todos los problemas del movimiento obrero, incluso sobre los sindicales, de criticar las tácticas de los sindicatos y de hacerles propuestas concretas que aquellos, por su parte, son libres de aceptar o rechazar. El partido se esfuerza con la acción práctica en ganar la confianza de la clase obrera y, sobre todo, del sector organizado en los sindicatos.
¿Qué significan las citas de Marx a las que hace referencia el camarada Louzon? Es cierto que Marx escribió en 1868 que el partido obrero saldría de los sindicatos. Cuando escribía esto pensaba principalmente en Inglaterra, que era el único país capitalista desarrollado que ya tenía grandes organizaciones obreras. Desde entonces ha pasado medio siglo. La experiencia histórica confirmó las profecías de Marx en lo que respecta a Inglaterra. El Partido Laborista inglés se construyó realmente sobre la base de los sindicatos. ¿Pero cree el camarada Louzon que al Partido Laborista inglés actual, con la dirección de Henderson y Clynes8 , se lo puede considerar auténticamente representativo de los intereses de la totalidad del proletariado? Decididamente, no. El Partido Laborista traiciona la causa del proletariado en Gran Bretaña, del mismo modo que lo hace la burocracia sindical, si bien en Inglaterra los sindicatos están más cerca de representar al conjunto de la clase obrera que en cualquier otra parte. Por otro lado, no debemos tener ninguna duda de que nuestra influencia comunista crecerá en este Partido Laborista inglés surgido de los sindicatos, y que esto contribuirá a agudizar las luchas entre las masas y sus dirigentes dentro de los sindicatos, hasta que los burócratas traidores sean expulsados y el Partido Laborista transformado y regenerado totalmente. Y nosotros, como el camarada Louzon, pertenecemos a una Internacional a la que se ha adherido el Partido Comunista inglés, y que combate a la II Internacional9 a la que apoya el Partido Laborista inglés, que tuvo su origen en los sindicatos. En Rusia –y con relación a las leyes de desarrollo capitalista Rusia está en las antípodas de Gran Bretaña– el Partido Comunista, que originariamente fue el Partido Socialdemócrata, es anterior a los sindicatos y los creó. Los sindicatos y el Estado obrero de Rusia están hoy en día totalmente bajo la influencia del Partido Comunista, que no tuvo de ningún modo su origen en los sindicatos sino que por el contrario, los creó y formó ideológicamente. ¿Diría el camarada Louzon que la evolución de Rusia entra en contradicción con el marxismo? ¿No es más sencillo decir, que el planteo de Marx sobre el origen sindical del partido es aplicable a Inglaterra como lo demostró la experiencia –y sólo hasta cierto punto–, pero que Marx nunca tuvo la más mínima intención de sentar una ley que él mismo llamaba con desprecio “suprahistórica”? Los demás países de Europa incluida Francia, se encuentran, en este aspecto, entre
Rusia y Gran Bretaña. En algunos países los sindicatos son anteriores al partido, en otros se dio el caso contrario. Pero en ninguna parte, salvo en Inglaterra y parcialmente en Bélgica, el partido del proletariado surgió de los sindicatos. Pero, como de los sindicatos no ha surgido ningún partido comunista orgánico, ¿debemos sacar la conclusión de que toda la IC ha tenido un “nacimiento ilegítimo”? Cuando los sindicatos ingleses apoyaban alternativamente a los conservadores y a los liberales y en cierta medida eran un apéndice sindical de esos partidos, cuando la organización política de los obreros alemanes no era más que el ala izquierda del partido democrático, cuando los seguidores de Lassalle y Eisenach10 se peleaban entre sí; entonces Marx reivindicaba la independencia de los sindicatos de todo partido. Esta fórmula estaba dictada por el deseo de contraponer las organizaciones obreras a todos los partidos burgueses y de impedir que se ligaran demasiado estrechamente a las sectas socialistas. Pero el camarada Louzon se olvida de que el mismo Marx fundó la I Internacional, cuyo objetivo era guiar en todos los sentidos al movimiento obrero de todos los países y hacerlo fructífero. Fue en 1864, y la Internacional creada por Marx era un partido. Marx no quiso esperar a que el partido internacional de la clase obrera se formara sólo y de cualquier forma y al margen de los sindicatos. Hizo todo lo que pudo, para fortalecer dentro de los sindicatos la influencia de las ideas del socialismo científico, las que aparecieron por vez primera en 1847 en el Manifiesto Comunista. Cuando Marx exigía la total independencia de los sindicatos de todos los partidos y sectas existentes, es decir de todos los partidos y sectas burguesas y pequeñoburguesas, lo hacía con el objeto de facilitar al socialismo científico su predominio en los sindicatos. Marx nunca consideró al partido del socialismo científico uno más de los tantos partidos políticos existentes (parlamentarios, democráticos, etcétera). Para Marx, la Internacional era la clase obrera consciente, representada en ese momento por una vanguardia aún muy pequeña.
Si el camarada Louzon fuera consecuente con su metafísica sindical y tenaz en su interpretación de Marx, diría: “Renunciemos al Partido Comunista y esperemos a que se forme a partir de los sindicatos”. Esta lógica sería mortal no sólo para el partido sino también para el sindicato. En realidad la única posibilidad de que los actuales sindicatos franceses recuperen su unidad y conquisten una influencia mayoritaria sobre las masas, reside en que sus mejores elementos se organicen como vanguardia revolucionaria consciente del proletariado, es decir en el Partido Comunista.
Marx no dio ninguna respuesta universal al problema de las relaciones entre el partido y los sindicatos, tampoco podía hacerlo. Estas relaciones dependen de circunstancias que varían en cada caso. Si el partido y la confederación sindical tienen una representación mutua en sus Comités Centrales, o si forman comités de acción conjunta cuando es necesario, no tiene mayor importancia. Pueden cambiar las formas organizativas, pero el papel fundamental del partido sigue constante. El Partido para merecer ese nombre, debe incluir a toda la vanguardia de la clase obrera y usar su influencia ideológica para que puedan fructificar todas las manifestaciones del movimiento obrero, en primer lugar el movimiento sindical. Pero para que las organizaciones sindicales merezcan ese nombre deben abarcar a una masa creciente de obreros, y entre ellos a muchos elementos atrasados. Sólo cumplirán su misión si se guían conscientemente por principios firmemente establecidos, y sólo la pueden cumplir si sus mejores elementos se encuentran unidos en el partido de la revolución proletaria.
La reciente depuración del Partido Comunista Francés, que por un lado se libró de pequeñoburgueses llorosos, “oradores” de salón, Hamlets políticos y arri¬bistas, y por el otro produjo el rapprochement de los comunistas y los sindicalistas revolucionarios, significa un gran avance para la creación de correctas relaciones entre las organizaciones sindicales y la organización política, lo que a su vez es un gran paso adelante hacia la revolución.

Notas:
1 Robert Louzon (1882-1976): Sindicalista revolucionario, por esa época miembro del Partido Comunista Francés. Él y Monatte siguieron luego el mismo camino y terminaron en el grupo La Révolution Prolétarienne. Trotsky había dejado temporalmente de lado sus diferencias con Monatte y Louzon para concentrar sus esfuerzos en la lucha contra Frossard.
2 El IV Congreso Mundial de la Internacional Comunista se realizó en noviembre-diciembre de 1922. En este congreso Trotsky realizó un informe sobre la crisis del partido francés.
3 Louis Olivier Frossard (1889-1946): Centrista de izquierda. Secretario del Partido Comunista Francés después de 1920, renunció en 1923 y volvió al Partido Socialista. Dejó el PS en 1935 para ser ministro de Trabajo. Fue ministro de los gobiernos del Frente Popular y del primero de Pétain.
4 Internacional Sindical Roja: También conocida como Profintern, sigla de sus iniciales en ruso. Fue fundada en Moscú en 1921 en oposición a la Federación obrera internacional reformista (“amarilla”) con sede central en Amsterdam. Fue disuelta en 1937 como parte de la política del stalinismo de impulsar los frentes populares.
5 Ferdinand Lassalle (1825-1864): Socialista alemán. Organizó la Unión General de Obreros Alemanes en 1863. Su fusión con los seguidores de Marx en Alemania condujo finalmente a la constitución del Partido Socialdemócrata.
6 El “Pacto” fue firmado por dieciocho anarquistas y semianarquistas en febrero de 1921, su existencia se mantuvo en secreto. Impregnados del espíritu de francmasonería y del “sindicalismo puro”, sus firmantes intentaban copar el movimiento sindical francés para oponerse a la influencia de los comunistas. Al descubrírselo un tiempo antes del congreso de fundación (junio de 1922) de la Confederación General Unitaria del Trabajo (CGTU) se armó gran revuelo. El pacto no logró su objetivo, ya que la CGTU eligió una dirección comunista y comunista-sindicalista.
7 Le Temps: Importante diario francés. Apareció entre la Primera Guerra Mundial y la Segunda como vocero semioficial del gobierno. Muy corrupto. Fue cerrado después de la Segunda Guerra por colaboración con los fascistas.
8 Arthur Henderson (1863-1935): Secretario general del Partido Laborista (Labor Party) de 1911a 1934. Defendió la política guerrerista británica en la Primera Guerra Mundial. En 1924 fue ministro del Interior del gobierno laborista de MacDonald. Presidió la II Internacional en 1923 y 1925-29. John Robert Clynes (1869-1949): Sindicalista y parlamentario del Partido Laborista, también apoyó la política guerrerista en la Primera guerra. Ministro del Interior del segundo gobierno de MacDonald de 1929 a 1931.
9 La II Internacional, también conocida como la Internacional Socialdemócrata, fue fundada en 1889. En ella se desarrollaron importantes posiciones reformistas que terminaron en el apoyo de la mayoría de los partidos socialistas a sus burguesías en la Primera Guerra Mundial. Esto causó rupturas que llevaron, luego de la Revolución Rusa de 1917 y bajo el impulso esencialmente de Lenin y Trotsky a la creación de la III Internacional.
10 Wilhelm Liebknecht y August Bebel, seguidores de Marx en Alemania, fundaron el Partido Obrero Socialdemócrata en 1869 en Eisenach, en oposición a la Unión General de Obreros Alemanes, lasallista. Lasallistas y eisenacheanos unieron finalmente sus movimientos en 1875 en una convención celebrada en Gotha.