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Un recorrido por la Comuna de París en la obra de Trotsky

Maximiliano Olivera

COMUNA
Ilustración: Tardi, El grito del pueblo

Un recorrido por la Comuna de París en la obra de Trotsky

Maximiliano Olivera

Ideas de Izquierda

Se cumplieron 150 años de la Comuna de París, el primer gobierno obrero de la historia. Por su magnitud tuvo un gran impacto para el movimiento obrero que sumaba un nuevo jalón y al mismo tiempo fue fuente de enseñanzas para los revolucionarios. En este artículo ahondaremos en las relaciones que estableció León Trotsky, enmarcadas en los diferentes momentos de la Revolución rusa.

En los orígenes de la revolución permanente

Tras la revolución rusa de 1905, Trotsky reconoció la vigencia de las lecciones que podían extraerse de la Comuna de París para desarrollar un balance. En diciembre de 1905 escribió el artículo “35 años después: 1871-1906”, mientras aguardaba en una prisión zarista el juicio por su rol como presidente del Soviet de Petrogrado. El texto fue escrito como prólogo para un folleto de Marx sobre la Comuna y forma parte de los primeros escritos donde Trotsky comienza a esbozar su teoría de la revolución permanente, por eso planteó:

Si hace unos años estábamos aparentemente más lejos que cualquier nación europea de las tradiciones de la Comuna de París, ahora, al pasar por la primera fase de nuestra propia revolución, que la lucha del proletariado ha convertido en una revolución en Permanenz, una revolución ininterrumpida, nos enfrentamos a la herencia de la Comuna de 1817 más directamente que cualquier nación europea [1].

Haciendo uso de esa herencia, Trotsky discute contra aquellos, como los mencheviques, que postulaban la necesidad de un período de desarrollo económico capitalista con una burguesía gobernando, tanto en Rusia como en el resto de los países atrasados. Recién a partir de un alto desarrollo de las fuerzas productivas se podía pensar en un estado obrero. Apoyado en la Comuna de París, Trotsky planteará que esta idea es “un prejuicio de materialismo ‘económico’ extremadamente simplista" y que en París los trabajadores tomaron el poder no porque las relaciones productivas hubieran “madurado” sino porque fueron empujados a ese curso tras la traición de la burguesía francesa en la defensa nacional ante la invasión alemana. Siguiendo ese razonamiento, Trotsky plantea que “si la Comuna colapsó, no fue porque las fuerzas productivas no estaban lo suficientemente desarrolladas, sino por una serie de razones de naturaleza política” [2].

La toma del poder y las medidas democráticas-radicales realizadas por la Comuna sirven de sustento a Trotsky para demoler los argumentos de quienes querían desviar las energías revolucionarias de las masas hacia el establecimiento de una república. La discusión era relevante para Rusia por el intento de encauzar al proceso de 1905 en torno a la constitución de una Duma, un parlamento amañado por el Zar. En este debate, Trotsky contrapone

… una revolución ininterrumpida que ligue la liquidación del absolutismo y la servidumbre con la revolución socialista a través de una serie de crecientes choques sociales, el levantamiento de nuevos estratos de las masas, con incesantes ataques del proletariado a los privilegios económicos y políticos de la clase dominante [3].

Este planteo de Trotsky es una primera versión de lo que más tarde, en 1929, denominará el primer aspecto de la teoría de la revolución permanente, conocido como el “transcrecimiento” de la revolución democrática en la revolución socialista.

El revolucionario ruso además discutirá que la burguesía demostró en 1848 y 1871 que había dejado de ser revolucionaria y que esa lección era válida para la lucha contra el zarismo de Rusia. Incapaz de derrocar al Zar, la burguesía también se oponía al armamento de la revolución porque significaba el armamento del proletariado. Así como Thiers abandonó París y Francia para Bismarck, los liberales rusos abandonaron la idea de la milicia, dice Trotsky. Esta cuestión del armamento era central para un joven Trotsky que comenzaba a madurar las lecciones militares y políticas de la derrota de 1905.

Siguiendo con los contrapuntos, Trotsky afirma que si en el 1789 la burguesía liberó al campesinado, ahora lo ahogaba con la usura capitalista y el militarismo. Entonces, por su rol reaccionario, la burguesía empuja al proletariado a pelear por la hegemonía del campesinado.

Finalmente, Trotsky dará cuenta de la novedad del 1905 ruso. Dirá que así como en 1871 la forma de la dictadura del proletariado pasó por la Comuna como comité ejecutivo del proletariado y la Guardia Nacional como su ejército, en Rusia pasa por los soviets de diputados obreros:

Estos órganos son creaciones planificadas de esa masa para la coordinación de su lucha revolucionaria. Y estos Soviets, que han sido elegidos por las masas y son responsables ante ellas, estas instituciones incondicionalmente democráticas, dirigen la más decidida política de clase en el espíritu del socialismo revolucionario. [...] Y toda la actividad de los Soviets Obreros muestra claramente que la política del proletariado ruso en el poder será un nuevo paso colosal en comparación con la Comuna de 1871 [4].

1917 bajo la bandera de la Comuna

La siguiente referencia importante a la Comuna aparecerá en marzo de 1917, en un aniversario atravesado esta vez por la revolución de febrero. En un texto conocido como “Bajo la bandera de la Comuna” y escrito en Nueva York, parte de su periplo para retornar a Rusia, Trotsky retomará la idea de la guerra como partera de las revoluciones.

En las trincheras desbordantes de sangre y lodo, en los pueblos y ciudades hambrientos, millones de corazones están llenos de indignación, de desasosiego y rabia. Y esos sentimientos combinados con las ideas socialistas se transforman en entusiasmo revolucionario. Mañana esa llama ascenderá a la superficie en potentes levantamientos de las masas obreras [...]. “¡Recordad la Comuna!”, les diremos los socialistas a las masas obreras insurgentes [5].

Frente a las burguesías nacionales que habían armado a obreros y campesinos para combatir contra el enemigo extranjero, Trotsky recomendaba retomar el ejemplo de los obreros parisinos y apuntar esas armas contra las propias burguesías.

¡Arrancar la maquinaria del Estado de sus manos! Transformadla de instrumento de opresión burguesa en aparato de autogobierno proletario. Hoy sois infinitamente más poderosos que vuestros antepasados en la época de la Comuna. Derribad a todos los parásitos de sus tronos. Tomad la tierra, las minas y las fábricas para vuestro uso [6].

Nuevamente la Comuna de París le sirvió a Trotsky como fundamento de la ligazón entre las demandas democráticas con las socialistas, con la perspectiva de una dictadura del proletariado apoyada en los soviets. Este es el debate de fondo abierto tras la revolución de febrero. Con su llegada a Rusia, en sus famosas Tesis de Abril, Lenin peleará por esta perspectiva dentro del Partido Bolchevique.

Cuando la insurrección y la toma del poder era un hecho palpable, Stalin publicó un artículo de Zinoviev que toma a la Comuna de París como ejemplo del fracaso de un levantamiento prematuro que no había que repetir. Trotsky recuerda esta polémica en Historia de la Revolución rusa citando las palabras de Lenin:

La alusión a la Comuna es muy superficial y hasta tonta. En primer lugar los bolcheviques, después de todo, algo han aprendido desde 1871, no dejarían de apoderarse de los bancos, no renunciarían a una ofensiva contra Versalles; y, en esas condiciones, la Comuna habría podido incluso vencer. Además, la Comuna no podía proponer al pueblo, en seguida, lo que podrán proponer los bolcheviques si detentan el poder: la tierra a los campesinos y una propuesta inmediata de paz [7].

En defensa de Octubre

Consumado el triunfo de los soviets en Rusia vendrá todo un panorama convulsivo que incluyó a la guerra civil y el combate contra 14 ejércitos imperialistas por parte del Ejército Rojo dirigido por Trotsky. Ese período reñido con la contrarrevolución, la Comuna de París vuelve a ser un ejemplo retomado, esta vez por los detractores del bolchevismo. Quién desarrolló estos planteos fue Karl Kautsky en el libro Terrorismo y comunismo de 1919.

En su argumentación, Kautsky buscó marcar una discontinuidad entre la Comuna y la Revolución de Octubre. El socialdemócrata alemán planteó que la insurrección parisiense fue espontánea, sorprendiendo a los comuneros, muchos de los cuales no la deseaban, mientras que Octubre fue un golpe de estado del bolchevismo “sabiamente preparado”. En ese pecado insurreccional que conlleva la toma del poder, los comuneros deberían ser perdonados porque no sabían lo que hacían, mientras los bolcheviques merecían la condena absoluta por haberlo hecho deliberadamente.

Desde el famoso tren blindado, Trotsky escribió una réplica al libro de Kautsky. Allí restituye el hilo rojo entre la Comuna y Octubre precisamente en donde Kautsky ve una ruptura. El jefe del Ejército Rojo retoma analogías entre ambos procesos para plantear justamente que los bolcheviques sacaron lecciones sobre el rol de la burguesía en tiempos de guerra y el desarme de los obreros. Estas lecciones estaban al servicio de aumentar durante los nueve meses del Gobierno Provisional las posibilidades de un triunfo en la toma del poder. Sintetiza su idea señalando que la Revolución de Octubre

…estalló después de que hubiéramos alcanzado una aplastante mayoría en los soviets de obreros y soldados de Petrogrado, de Moscú y, en general, de todos los centros industriales del país, y transformado los soviets en poderosas organizaciones dirigidas por nuestro partido. En fin, teníamos detrás de nosotros a la heroica Comuna de París, de cuyo aplastamiento habíamos deducido que es misión de los revolucionarios prever los acontecimientos y prepararse para recibirlos [8].

Además desmiente la distinción que hace Kautsky entre una Comuna con “moral elevada” y un bolchevismo despiadado en cuanto al uso de la violencia (hace una comparación similar sobre el proletariado francés y el ruso). Para Trotsky, siguiendo las conclusiones de Engels, la Comuna no actuó con la dureza suficiente sobre sus enemigos, permitiendo que se reagrupen. “Los obreros no inauguran la ofensiva más que bajo el imperio de una necesidad férrea, como no establecen el terror rojo sino ante la amenaza de los asesinatos contrarrevolucionarios”, planteó Trotsky y agregó que en eso hay un paralelo con la respuesta que dieron los bolcheviques a la contrarrevolución. Finalmente concluirá:

Si la Comuna de París no hubiese fracasado, si hubiera podido sostenerse en una lucha ininterrumpida, se habría visto obligada, sin duda alguna, a recurrir a medidas cada vez más rigurosas para aplastar la contrarrevolución. Es verdad que, entonces, Kautsky no hubiera podido oponer los humanitarios comuneros a los bolcheviques inhumanos. Pero, en cambio, tampoco Thiers hubiese podido cometer su monstruosa sangría del proletariado de París [9].

Ligado a este punto, Kautsky reivindica que no se haya avanzado sobre la Asamblea Nacional dominada por monárquicos y republicanos moderados y no se violente “el principio de que el poder supremo corresponde a los elegidos por el sufragio universal”. El planteo era parte de su crítica a los bolcheviques por haber impulsado la disolución de la Asamblea Constituyente rusa en enero de 1918, tras la toma el poder con los soviets, transformándolos automáticamente en antidemocráticos [10]. El debate entre Trotsky y Kautsky sobre la democracia, la Comuna y los soviets es analizado en este artículo este artículo de esta misma edición.

Partido y Frente único

Con la ola revolucionaria que despertó la Revolución Rusa, la III Internacional, bajo la dirección de Lenin y Trotsky, se fundó como partido de la revolución mundial. En esta etapa, Trotsky liga la Comuna de París con nuevas reflexiones sobre la estrategia revolucionaria de aquel momento: la dirección (el partido) y el frente único.

En el prólogo al libro La Commune de 1871 de C. Talès (seudónimo de Maurice Lacoste, militante del PCF), texto escrito en 1921 pero publicado en 1924, Trotsky es tajante en cuanto a la principal lección que surge entre la derrota de 1871 y la victoria de 1917: la existencia de un partido revolucionario de la clase obrera.

El partido no crea la revolución a su gusto, no escoge según le convenga el momento para tomar el poder, pero interviene activamente en todas las circunstancias, pulsa en todo momento el estado de ánimo de las masas y evalúa las fuerzas del enemigo, determinando así el momento propicio para la acción definitiva. Esta es la más difícil de sus tareas. El partido no cuenta con una solución que valga para todos los casos. Necesita una teoría justa, un estrecho contacto con las masas, una acertada comprensión de la situación, una visión revolucionaria y una gran decisión. Cuanto más profundamente penetra un partido revolucionario en todas las esferas de la lucha revolucionarias y cuanto más cohesionado está en torno a un objetivo y por la disciplina, mejor y más rápidamente puede llevar a cabo su misión [11].

Más adelante Trotsky remarca la dificultad para ligar estrechamente esta organización de partido centralizado con el movimiento de las masas, con sus flujos y reflujos. El acento también es puesto en las tareas preparatorias para apuntalar las posibilidades del triunfo. “La correlación entre una acción cuidadosamente preparada y el movimiento de masas es la tarea político-estratégica de la toma del poder”, concluye.

Esta discusión sobre el partido tenía dos aristas. Por un lado, diferenciarse de la tradición de la II Internacional y del Partido Socialista francés en general, cultor de las reformas y la legalidad. Por el otro lado, discutir con los comunistas franceses que integraban un partido joven, como muchos otros de la III Internacional, que debían hacer frente a las tendencias hostiles a una organización centralizada. La expresión principal de esta presión era el sindicalismo, dividido en grupos y subgrupos de acuerdo a sus dirigentes y limitando a la clase obrera a luchas reivindicativas parciales. Frente a estas tendencias, Trotsky plantea que:

La clase obrera en su totalidad, aunque conserve la originalidad de su cultura y sus matices políticos, puede actuar con método y firmeza, sin ir a remolque de los acontecimientos y dirigiendo sus golpes mortales contra los puntos débiles del enemigo, a condición de que esté liderada, por encima de barrios, secciones y grupos, por un aparato centralizado y cohesionado por una disciplina de hierro [12].

Sobre este problema estratégico de cómo interviene “la clase obrera en su totalidad”, la III Internacional formuló la táctica del frente único, como una manera de superar la atomización y una vía para que los comunistas ganen influencia sobre sectores de masas en lucha política con direcciones reformistas y centristas. En 1922, en una de las tantas discusiones con comunistas franceses, Trotsky volverá a la Comuna para ilustrar la construcción del partido revolucionario y la táctica del frente único:

La página más gloriosa de la historia del proletariado francés –la Comuna de París– no fue más que un bloque de todas las organizaciones y matices de la clase obrera unidos contra la burguesía. Si a pesar del establecimiento del frente único la Comuna fue aplastada rápidamente, se debe buscar la explicación, sobre todo, en el hecho de que el frente único no tenía en su flanco izquierda una organización revolucionaria auténtica, disciplinada y decidida, capaz de obtener con velocidad la dirección medio de los acontecimientos.
La Comuna fue un gobierno de los trabajadores justamente en este sentido; un bloque de los partidos y agrupamientos obreros contrapuesto a la burguesía. Como gobierno de los trabajadores, la Comuna representó nada más que una etapa hacia el establecimiento del orden socialista. El proletariado francés con conciencia de clase tiene que reflexionar en profundidad sobre la experiencia de la Comuna, con el fin de encontrar en su propio pasado heroico todos los argumentos necesarios en favor de la táctica revolucionaria del frente único, junto con la demanda de un gobierno de los trabajadores que se desprende de ella [13].

Como señala Trotsky, cada vez que volvemos a estudiar la historia de la Comuna descubrimos un nuevo matiz gracias a la experiencia de las revoluciones que le siguieron. A 150 años, es importante retomar el hilo rojo de las lecciones que nos legaron aquellos comuneros y comuneras que tomaron el cielo por asalto.


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NOTAS AL PIE

[1León Trotsky, “Thirty-five years after: 1871-1906” en On Paris Commune, Pathfinder Press, New York, 1970, p. 10. Destacado de LT.

[2Ibídem, pp. 12-13.

[3Ibídem, p. 14. Destacado de LT.

[4Ibídem, p. 25.

[5León Trotsky, “Under the banner of the Commune”, Novy Mir, 17 de marzo de 1917. Reimpreso en New Militant, Vol. II No. 11, 1936.

[6Ídem.

[7León Trotsky, Historia de la Revolución rusa, Tomo II, Ediciones IPS, Buenos Aires, 2016, p. 420.

[8León Trotsky, Terrorismo y comunismo, Edición Akal, Madrid, 2009, p. 170.

[9Ibídem, pp. 1174-175.

[10Trotsky desmiente esto aclarando que incluso en esa Asamblea Constituyente los bolcheviques tenían la mayoría de las masas frente a los mencheviques y eseristas que levantaban el programa de la burguesía liberal (y la contrarrevolución). Y agrega que no haber corrido tras la legalidad y combatir decididamente a los restos del zarismo y la burguesía liberal que pretendía recuperar Petrogrado fue precisamente un acierto de los bolcheviques.

[11León Trotsky, “Las lecciones de la Comuna”, febrero de 1921.

[12Ídem.

[13León Trotsky, “Resolución del CEIC sobre el Partido Comunista Francés (II)” en Los primeros 5 años de la Internacional Comunista, Ediciones IPS, Buenos Aires, 2016, p. 467.
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Maximiliano Olivera

@maxiolivera77
Nació en Mosconi, Salta en 1989. Militante del Partido de los Trabajadores por el Socialismo (PTS). Miembro del comité editorial del suplemento Armas de la Crítica.