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Clásicos de León Trotsky online

VII. Anexos

VII. Anexos

 


CARTA A JAMES P. CANNON 
12 de septiembre de 1939.

Querido Jim: 
Estoy escribiendo un estudio sobre el carácter social de la URSS en relación con el problema de la guerra. El escrito y su traducción no estarán listos hasta dentro de una semana. Las ideas fundamentales son las siguientes: 

1. Nuestra definición de la URSS puede ser correcta o no, pero no veo ninguna razón para que esa definición dependa del pacto germano-soviético. 

2. El carácter social de la URSS no está determinado por su amistad hacia las democracias o el fascismo. El que adopte este punto de vista está atrapado por la concepción stalinista del Frente Popular. 

3. El que diga que la URSS ya no es un estado obrero degenerado, sino un nuevo tipo de formación social, debe especificar claramente cómo apoya nuestras conclusiones políticas.
 
4. No podemos considerar el problema de la URSS aisladamente, fuera del proceso histórico actual, El estado stalinista es una formación transitoria, la deformación de un estado obrero en un país aislado y atrasado, o un "colectivismo burocrático" (Bruno R., La Bureaucratisation du monde, París, 1939), un nuevo tipo de formación social que está reemplazando al capitalismo en todo el mundo (stalinismo, fascismo, New Deal, etc.). Los experimentos terminol6gicos (estado obrero, o no; de clase o no de clase, etc.) cobran sentido sólo si tenemos en cuenta su aspecto histórico. El que elige la segunda alternativa admite, abiertamente o no, que se ha extinguido todo el potencial revolucionario del proletariado, a nivel mundial, que el movimiento socialista está en bancarrota y que el viejo capitalismo se está autotransformando en "colectivismo burocrático", con una nueva clase dominante. 

La enorme importancia de esta conclusión se explica por sí misma. Implica, en el sentido más amplio, el destino de la humanidad y del proletariado mundial. ¿Tenemos derecho para implicarnos, simplemente por experimentos terminológicos, en una nueva concepción histórica que está en contradicción absoluta con nuestro programa, táctica y estrategia? Un salto tan aventurado podría ser doblemente criminal en un momento de guerra mundial, cuando la revolución socialista parece inminente y cuando el caso de la URSS puede aparecer a los ojos de todo el mundo como un episodio transitorio en el proceso de la revolución socialista mundial. 

He escrito estas líneas muy rápidamente, lo que explica su insuficiencia, pero espero poder mandarte dentro de una semana una tesis más completa. 

Saludos del camarada, 
V.T.O. León Trotsky 

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LA URSS EN GUERRA
 
El pacto germano-soviético y el carácter de la URSS

Es posible, una vez concluido el acuerdo germano-soviético, seguir considerando a la URSS como un estado obrero? El futuro del estado soviético ha suscitado, una y otra vez, discusiones entre nosotros. Tenemos ante nosotros el primer caso histórico de estado obrero. Nadie ha podido analizar antes este fenómeno. En el problema del carácter social de la URSS, los errores suelen proceder, como ya habíamos previsto, de reemplazar el hecho histórico por la norma programática. El hecho concreto se deriva de la norma. Esto no significa, sin embargo, que la rompa: por el contrario, la reafirma, en su aspecto negativo. La degeneración del primer estado obrero, prevista y explicada por nosotros, ha demostrado gráficamente lo que puede y debe ser un estado obrero bajo determinadas condiciones históricas. La contradicción entre la norma y el hecho concreto no nos obliga a rechazar la norma, sino, al contrario, a luchar para construir un camino verdaderamente revolucionario. El programa para abordar el problema de la revolución en la URSS está determinado, por un lado, por el hecho histórico objetivo de la existencia de la URSS y, por otro, por la norma del estado obrero. No decimos: "Todo se ha perdido, debemos empezar de cero otra vez", sino que indicamos claramente los elementos del estado obrero que, en el momento actual, pueden salvarse, perservarse e incluso desarrollarse.
 
Los que hoy afirman que el pacto germano-soviético debe cambiar nuestra posición respecto al estado soviético se basan en la postura del Comintern -o mejor dicho, de la antigua postura del Comintern-. De acuerdo con esta lógica, la misión histórica del estado obrero es la lucha a favor de la democracia imperialista. La "traición" de las democracias a favor del fascismo despoja a la URSS de su condición de estado obrero. De hecho, el tratado con Hitler no es sino un dato más del grado de degeneración de la burocracia soviética, y de su desprecio por la clase trabajadora internacional, incluido el Comintern, pero no la base para una revaluación de nuestra concepción sociológica de la URSS. 

¿Se trata de un crecimiento canceroso o de un nuevo órgano?

Nuestros críticos han argüido más de una vez que la burocracia soviética actual se parece muy poco a las burocracias burguesas' o sindicales en las sociedades capitalistas: que representan una nueva formación social, en mucha mayor medida que el fascismo Esto es casi verdad y nunca nos hemos negado a reconocerlo. Pero si consideramos a la burocracia soviética como una "clase", debemos reconocer inmediatamente que no se parece a ninguna de las clases basadas en la propiedad que hemos conocido en el pasado. Frecuentemente llamamos "casta" a la burocracia soviética, tratando de simbolizar así su carácter cerrado, su gestión arbitraria y la altanería de su estrato dirigente, que considera que sus progenitores proceden de los divinos labios de Brahma, mientras que las clases populares han nacido de sus partes más groseras. Pero esta definición no es estrictamente científica. Su relativa superioridad se basa únicamente en que el sentido general del término es claro para todo el mundo, sin que a nadie se le ocurra identificar la oligarquía de Moscú con la casta hindú de Brahma. La vieja terminología sociológica no posee un término adecuado para un nuevo acontecimiento social que está en evolución (degeneración) y que no ha tomado todavía formas estables. Para nosotros, sin embargo, la burocracia soviética puede seguir llamándose así, burocracia, sin privaría de sus peculiaridades históricas. En nuestra opinión, esto es suficiente por el momento. 

Científica y políticamente -y no sólo terminológicamente-, la cuestión central es: ¿es la burocracia un crecimiento temporal en un organismo social o se ha transformado ya en un órgano históricamente indispensable? Las excrecencias sociales pueden ser el producto de un conjunto "accidental" (por tanto, temporal y extraordinario) de circunstancias históricas. Un órgano social (y esto son las clases, incluidas las clases dominantes) sólo puede comprenderse como el resultado necesario del desarrollo de las necesidades de la producción. Si no respondemos a esta pregunta, la discusión se convertirá en un mero juego de palabras. 

La temprana degeneración de la burocracia

La justificación histórica de toda clase dominante consiste en afirmar que el sistema de explotación que capitanea lleva el desarrollo de las fuerzas productivas a un nuevo nivel. Fuera de toda duda, el régimen soviético ha dado un gran impulso a la economía. Pero la fuente de este impulso fue la nacionalización de los medios de producción y la planificación económica, y no el hecho de que la burocracia usurpara el mando de la economía. Por el contrario, el burocratismo, como sistema, ha sido el peor enemigo del desarrollo técnico y cultural del país. Durante algún tiempo, esto estuvo oculto por el hecho de que la economía soviética tuvo que dedicar dos décadas a asimilar la tecnología y la organización de la producción de los países capitalistas avanzados. Este período de imitación y trasplante se ha podido cubrir, para bien o para mal, con el automatismo burocrático. El aguda y constante contradicción entre ambos elementos conduce a constantes convulsiones políticas y a la eliminación sistemática de los elementos más creativos en todas las esferas de actividad. De este modo, antes de que la burocracia haya conseguido producir una "clase dominante", ha entrado en contradicción irreconciliable con las exigencias del desarrollo. La explicación de esto debe basarse precisamente en el hecho de que la burocracia no es el portador de un nuevo sistema económico peculiar e imposible sin ella, sino un parásito que crece en un estado obrero. 

Las condiciones para la omnipotencia y caída de la burocracia

La oligarquía soviética posee todos los vicios de las antiguas clases dominantes, pero carece de su misión histórica. En la degeneración burocrática del estado soviético no se expresan las leyes generales de transición de la sociedad moderna del capitalismo al socialismo, sino una refracción especial excepcional y temporal de dichas leyes bajo las condiciones de un país atrasado y revolucionario en un contexto capitalista. La escasez de bienes de consumo y la lucha generalizada por conseguirlos da lugar a un policía que se arroga la función de la distribución. La hostilidad exterior confiere al policía el papel de "defensor" del país, le dota de autoridad nacional y le permite saquear el país por partida doble. 

Las dos condiciones de la omnipotencia de la burocracia -el atraso del país y el entorno imperialista- tienen, sin embargo, un carácter temporal y transitorio y deben desaparecer con el triunfo de la revolución mundial. Incluso los economistas burgueses han calculado que, con una economía planificada, los EE.UU. alcanzarían rápidamente un producto nacional de 200 billones de dólares, que sería suficiente para asegurar a la población, no sólo la cobertura de sus necesidades primarias, sino un elevado nivel de confort. De otra parte, la revolución mundial suprimiría la amenaza exterior, que es otra de las causas de la burocratización. La eliminación de la necesidad de gastar una parte enorme del producto nacional en armamento elevaría aún más el nivel cultural y de vida de las masas. En estas condiciones, la necesidad de un policía distribuidor caería por sí misma. Una administración similar a una cooperativa gigante suplantaría rápidamente el poder del Estado. No habría lugar para una nueva clase dominante o para un nuevo régimen explotador, situado entre el capitalismo y el socialismo. 

¿Y qué pasará si no tiene lugar la revolución socialista?

La desintegración del capitalismo y de la vieja clase dominante ha alcanzado límites extremos. La supervivencia de este sistema es imposible. Las fuerzas productivas deben organizarse de acuerdo con un plan. Pero, ¿quién cumplirá esta tarea, el proletariado o una nueva clase dominante de "comisarlos", políticos, administradores y tecnócratas? En opinión de algunos racionalistas, la experiencia histórica demuestra que no se debe depositar ninguna confianza en el proletariado. El proletariado se demostró incapaz de impedir la última guerra mundial, aunque las precondiciones materiales para una revolución socialista ya existían en aquel momento. Los éxitos del fascismo tras la guerra serían una nueva muestra de la "incapacidad" del proletariado para sacar a la sociedad capitalista de su callejón sin salida. La burocratizaci6n de la úRSS sería una nueva prueba de la "incapacidad" del proletariado para organizar la sociedad por medios democráticos. La revolución española ha sido estrangulada por las burocracias fascistas y stalinista ante los mismísimos ojos del proletariado mundial. El último eslabón de esta cadena es la nueva guerra imperialista, que se prepara abiertamente, ante la impotencia del proletariado internacional. Si se adopta esta concepción, esto es, si se reconoce que el proletariado no tiene fuerza suficiente para llevar a cabo la revolución socialista, la urgente tarea de la estatalización de las fuerzas productivas deberá realizarse por otros. ¿Por quién? Por una nueva burocracia, que reemplazará a la decaída burguesía como clase dominante a escala mundial. Así están empezando a plantear el problema algunos "izquierdistas" que no se contentan con discutir sobre terminología. 

La guerra actual y el destino de la sociedad moderna

Dada la marcha de los acontecimientos, este problema se plantea ahora muy concretamente. La segunda guerra mundial ha comenzado. Esto confirma incontrovertiblemente el hecho de que la sociedad no puede subsistir más tiempo sobre bases capitalistas. Además, somete al proletariado a una prueba nueva y quizá decisiva. 
Si esta guerra provoca, como creemos firmemente, una revolución proletaria, se producirá la ruptura de la burocracia de la URSS y la regeneración de la democracia soviética sobre bases económicas y culturales más firmes que en 1918. En este caso, la cuestión de si la burocracia stalinista es una "clase" o un cáncer del estado obrero se resolverá automáticamente. Quedará claro que la burocracia soviética era sólo un episodio en el proceso de desarrollo de la revolución mundial. 

Podemos suponer, sin embargo, que la presente guerra no va a provocar la revolución, sino la decadencia proletariado. Queda, en ese caso, su progresiva fusión con el estado y la suplantación de la democracia, allí donde todavía existe, por un régimen totalitario. La incapacidad del proletariado para tomar en sus manos la dirección de la sociedad podría conducirnos, en las actuales condiciones, al crecimiento de una nueva clase dominante, de la burocracia fascista bonapartista. Sería, según todos los indicios, un régimen de decadencia, destinado al eclipse de la civilizaci6n. 

Se produciría un resultado similar si el proletariado de los países capitalistas avanzados, una vez conquistado el poder, se muestra incapaz de retenerlo y lo entrega, como en la URSS, a una burocracia privilegiada. En ese caso, nos veríamos obligados a reconocer que las causas del burocratismo no son el atraso del país ni el imperialismo circundante, sino una incapacidad congénita del proletariado para llegar a ser la clase dominante. Entonces tendríamos que reconsiderar los rasgos característicos que hacen de la URSS la precursora de un nuevo régimen de explotación a escala mundial. 

Nos hemos alejado mucho de la controversia inicial sobre cómo denominar al Estado soviético. Pero no nos critiquéis; sólo de una perspectiva histórica adecuada se puede uno proveer de elementos de juicio suficientes para decidir sobre una cuestión como la sucesión de un régimen social por otro. La alternativa histórica, llevada al límite, es la siguiente: ¿es el estado stalinista un desgraciado incidente en el proceso de transformación de una sociedad del capitalismo al socialismo, o es el primer paso hacia un nuevo tipo de sociedad basada en la explotación? Si la segunda afirmaci6n es cierta, la burocracia se convertirá en una nueva clase explotadora. Si el proletariado del mundo se muestra incapaz de cumplir la misión que le ha asignado el curso del desarrollo histórico, no nos quedará más remedio que reconocer que el programa socialista, basado en las contradicciones internas de la sociedad capitalista, es una utopía. Sería necesario, en ese caso elaborar un nuevo programa "mínimo", para la defensa de los intereses de los esclavos de la sociedad burocrática totalitaria. 

¿Nos obligarán los datos objetivos a renunciar ya al proyecto de la revolución socialista? Este es el problema que se nos plantea. 

La teoría del "colectivismo burocrático"

Poco después de la toma del poder por Hitler, un comunista de izquierda alemán, Hugo Urbahns, llegó a la conclusión de que el capitalismo iba a ser reemplazado por un nuevo, "capitalismo de estado". Los primeros ejemplos eran Alemania, la URSS e Italia. Urbahns, sin embargo, no elaboró las conclusiones políticas de esta teoría. 
Recientemente, un comunista de izquierda italiano, que formalmente se adhiere a la IV internacional, Bruno R., ha llegado a la conclusión de que el "colectivismo burocrático" reemplazará al capitalismo (Bruno R.: La Bureaucratisation du Monde, París, 1939, 350 págs.). La nueva burocracia es una clase, su relación con los trabajadores es la explotación colectiva, los proletarios se han transformado en los esclavos de los explotadores totalitarios. 

Bruno R. da igual trato a la economía planificada de la URSS, el fascismo, el Nacional Socialismo y el New Deal de Rooswelt. Todos estos regímenes poseen, indudablemente, rasgos comunes, que se basan, en último análisis, en las tendencias colectivistas de la economía moderna. Lenin, antes de la Revolución de Octubre, formuló así las características más importantes del capitalismo imperialista; concentración gigantesca de las fuerzas productivas, fusión progresiva del capital monopolista con el estado, tendencia orgánica a la dictadura descarada como resultado de esta fusión. La centralización y la colectivización determinan tanto la política revolucionaria como la contrarrevolucionaria; pero esto no significa que el termidor, el fascismo o el reformismo americano sean equivalentes a la revolución. Bruno queda atrapado por el hecho de que, a causa de la postraci6n política de la clase trabajadora, las tendencias a la colectivización hayan tomado la forma de "colectivismo burocrático". El fenómeno en sí es irrefutable, pero, ¿cuáles son sus límites y su peso histórico? Lo que nosotros consideramos una malformación en un período de transición, el resultado del desarrollo desigual de los múltiples factores que intervienen en un proceso social, es para Bruno una formación social independiente en la que la burocracia es la clase dominante. Bruno tiene el mérito de llevar el asunto desde el círculo reducido de los ejercicios terminológicos al terreno de las generalizaciones históricas. Esto nos hace más fácil la tarea de divulgar su error. 

Como muchos ultraizquierdistas, Bruno R. identifica esencialmente stalinismo y fascismo. Por un lado, la burocracia soviética ha adoptado los métodos políticos del fascismo; por el otro, la burocracia fascista, que de momento se contenta con una intervención "parcial" de la economía, está evolucionando rápidamente hacia la total estatificación de la economía. La primera afirmación es absolutamente correcta. Pero la creencia de Bruno de que el "anticapitalismo" fascista será capaz de expropiar por completo a la burguesía es errónea. La intervención "parcial" del estado difiere de la economía planificada en la misma medida en que "reforma" difiere de "revolución". Mussolini y Hitler están "coordinando" los intereses de los propietarios privados y "regulando" la economía capitalista y, además, principalmente por razones de guerra. La oligarquía del Kremlin es algo más: tiene la oportunidad de dirigir la economía como un cuerpo, porque la clase trabajadora de Rusia fue capaz de dar el mayor vuelco a las relaciones de propiedad conocido en la historia. Es una diferencia que no podemos olvidar. 

Pero aunque aceptemos que el stalinismo y el fascismo, desde polos opuestos, llegarán algún día a ser el mismo tipo de sociedad ("colectivismo burocrático", según la terminología de Bruno R.), la Humanidad continuará ante un callejón sin salida. La crisis del sistema capitalista es tanto el resultado del papel reaccionario de la propiedad privada como del no menos reaccionario del estado nacional. Aunque los distintos gobiernos fascistas triunfasen en su empeño de construir una economía planificada en sus países respectivos, al margen de los inevitables movimientos revolucionarios del proletariado imprevisibles para todo plan, la lucha de los estados totalitarios por el dominio del mundo continuará e incluso se recrudecerá. Las guerras devorarán los frutos de las economías planificadas y destruirán la civilización. Bertrand Russell cree, es cierto, que algún estado victorioso puede, como resultado de la guerra, unificar el mundo bajo un régimen totalitario. Pero incluso si esta hipótesis se realizara, lo que es muy dudoso, la "unificación militar" no sería más estable que el Tratado de Versalles. Los levantamientos nacionales llevarían a una nueva guerra mundial, que sería la tumba de la civilización. Los hechos objetivos, y no nuestros deseos subjetivos, nos muestran que la única posibilidad de salvación de la Humanidad es la revolución socialista mundial. La alternativa es la vuelta a la barbarie. 

El proletariado y sus dirigentes

Dedicaremos muy pronto un artículo entero a la cuestión de la clase y su dirección. Nos limitamos aquí a decir lo más indispensable. Sólo los "marxistas vulgares", que interpretan la política como un simple y directo "reflejo" de la economía, pueden pensar que la dirección refleja directa y simplemente a la clase. En realidad, la dirección, que se ha alzado sobre la clase oprimida, sucumbe inevitablemente a la presión de la clase dominante. La dirección de los sindicatos americanos, por ejemplo, refleja tanto al proletariado como a la burguesía. La selección y educación de una dirección verdaderamente revolucionaria, capaz de soportar la presión de la burguesía, es una tarea extraordinariamente difícil. La dialéctica del proceso histórico nos ha mostrado claramente como el proletariado del país más atrasado del mundo, Rusia, ha sido capaz de engendrar la dirección más clarividente y valerosa que hayamos conocido. Por el contrario, el proletariado del país con un capitalismo más antiguo, Inglaterra, tiene, hasta el momento, la dirección más servil y lerda. 

La crisis de la sociedad capitalista, que tomó un carácter manifiesto en julio de 1914, produjo, desde el primer día de guerra, una profunda crisis en la dirección del proletariado. Esto viene durante 25 años; el proletariado de los países avanzados todavía no ha sido capaz de producir una dirección a la altura de las tareas históricas de nuestro tiempo. El ejemplo de Rusia nos revela, sin embargo, que es posible (lo que no significa que haya sido inmune a la degeneración). Por lo tanto, la pregunta a la que ahora hemos de responder es la siguiente: ¿se engendrará, en el proceso de esta guerra y de las profundas convulsiones que se van a producir, una dirección auténticamente revolucionaria, capaz de dirigir al proletariado en la conquista del poder? 

La IV Internacional ha respondido afirmativamente a esta pregunta no sólo a través de su programa, sino, y sobre todo, a través del hecho de su existencia. Los desilusionados y aterrorizados pseudo-marxistas de todo tipo responden, por el contrario, que la bancarrota de la dirección "refleja" simplemente la incapacidad del proletariado para cumplir su misión histórica. No todos nuestros oponentes expresan con claridad su pensamiento, pero todos ellos -ultraizquierdistas, centristas, anarquistas, por no hablar de los stalinistas y los socialdemócratas- cargan el peso de sus propios errores sobre las espaldas del proletariado. Ninguno de ellos expresan claramente bajo qué condiciones será capaz el proletariado de llevar a cabo la revolución socialista. 

Si aceptamos como válido que la causa de los errores es consustancial a las cualidades sociales del proletariado como tal, hemos de reconocer que el futuro de la sociedad moderna se nos presenta sin esperanza. Bajo las condiciones del capitalismo en decadencia, el proletariado no crece ni numérica ni culturalmente. No hay razones, por tanto, para creer que alcance algún día la altura de su misión revolucionaria. Hemos clarificado el profundo antagonismo entre la necesidad orgánica, insoslayable y creciente de las masas trabajadoras de escapar del caos sangriento del capitalismo y el carácter conservador, patriótico y totalmente burgués de las direcciones sindicales existentes. Debemos elegir entre una de estas dos alternativas irreconciliables 

Las dictaduras totalitarias, consecuencia de una crisis 
aguda, no regímenes estables

La Revolución de Octubre no fue un accidente. Fue un anticipo del futuro. Los acontecimientos confirmaron su carácter de pronóstico, y su degeneración no lo desmintió, porque los marxistas no creyeron nunca que un estado obrero aislado pudiera mantenerse indefinidamente en Rusia. A decir verdad, esperábamos la caída del Estado soviético, no su degeneración; más exactamente, no habíamos hecho diferencias entre estas dos posibilidades. Pero no son contradictorias. La degeneración ha de acabar necesariamente en caída al llegar a un determinado punto. 
Un régimen totalitario, sea del tipo stalinista o fascista, puede ser, esencialmente, un régimen temporal y transitorio. La dictadura descarada ha sido, a lo largo de la historia, el producto y el síntoma de una crisis social especialmente severa, nunca un régimen estable. Las crisis profundas no pueden ser una condición permanente de la sociedad. Un régimen totalitario es capaz de suprimir las contradicciones sociales durante cierto tiempo, pero es incapaz de autoperpetuarse. Las monstruosas purgas de la URSS son el mejor testimonio de que la sociedad soviética rechaza orgánicamente la burocracia. 
Es asombroso que Bruno R. vea en estas purgas la prueba de que la burocracia soviética se ha convertido en clase dominante, pues, en su opinión, sólo una clase dominante es capaz de medidas a tal escala. Olvida, sin embargo, que el zarismo, que no era de "clase", también realizó grandes purgas, y precisamente cuando estaba cerca de su fin. Stalin testifica mejor que nadie, con sus monstruosas purgas, síntoma inequívoco de su agonía, la incapacidad de la burocracia para convertirse en una clase estable. ¿No hubiésemos quedado en ridículo si hubiésemos dicho que la oligarquía bonapartista era una clase pocos anos, o incluso pocos meses, antes de su vergonzosa caída? Con esta pregunta quisiéramos advertir a los camaradas entregados a experimentos terminológicos, y generalizaciones apresuradas. 

La orientación hacia la Revolución Mundial y la regeneración de la URSS

Un cuarto de siglo es muy poco tiempo para el rearme de la vanguardia proletaria mundial, y demasiado para mantener intacto el sistema soviético en un país aislado y atrasado. La Humanidad está pagando esto con una nueva guerra imperialista; pero la misión fundamental de nuestra época no ha cambiado, por la sencilla razón de que no se ha realizado. La gran ventaja que tenemos ahora, y la gran promesa para el futuro, es que un destacamento del proletariado nos ha mostrado ya cómo llevar a la práctica esa misión. 

La segunda guerra imperialista concede a esta tarea por cumplir un rango histórico muy elevado. Pone de nuevo a prueba no sólo la estabilidad de los regímenes existentes, sino la capacidad del proletariado para reemplazarlos. Los resultados de esta prueba tendrán una importancia decisiva a la hora de considerar la época moderna como la época de la revolución proletaria. Si, contra todo pronóstico, la Revolución de Octubre encuentra algún continuador en los países desarrollados durante la guerra o tras ella: o si, por el contrario, el proletariado es derrotado en todos los frentes, tendremos que replantearnos nuestra concepción de la época actual y sus fuerzas motoras. No se trataría sólo de un ejercicio literario sobre la denominación de la URSS y de la banda de Stalin, sino la revolución de la perspectiva histórica del mundo en las próximas décadas, quizá en los próximos siglos; ¿hemos entrado en la época de la revolución social y la sociedad socialista o, por el contrario, en la de la decadencia de la sociedad y el totalitarismo burocrático? 

El doble error de simplistas como Urbahns y Bruno R. consiste, en primer lugar, en considerar este último régimen (el totalitario) definitivamente instalado; en segundo término, en creer necesario un largo período de transición entre el capitalismo y el socialismo. Ahora es absolutamente evidente que, si el proletariado internacional, a pesar de la experiencia adquirida y de la guerra en curso, se muestra incapaz de llegar a ser el director de la sociedad, nos encontraríamos sin ninguna esperanza de que la revolución socialista llegase a realizarse, porque no podemos esperar condiciones mejores; en cualquier caso, nadie parece preverlas o ser capaz de especificarlas en el momento actual. Los marxistas no tienen el menor derecho (a no ser que el cansancio y la desilusión se consideren "derechos") a llegar a la conclusión de que el proletariado ha agotado todo su potencial revolucionario y debe renunciar a sus aspiraciones a conquistar la hegemonía en los próximos años. Veinticinco años de historia, cuando se trata de profundos cambios económicos y culturales, pasan menos que una hora en la vida de un hombre. ¿Qué podemos pensar de un individuo que, por contratiempos de un día o una hora, renuncia a metas que se había propuesto en base al análisis de la experiencia de toda su vida anterior? En los años de la peor reacción rusa (1907-1917), nosotros nos apoyábamos en la idea de que el proletariado ruso había mostrado sus posibilidades revolucionarias en 1905. La IV Internacional no se denomina por casualidad "el partido mundial de, la revolución socialista". Dirigimos nuestro rumbo hacia la revolución mundial y, como consecuencia, hacia la regeneración de la URSS como verdadero estado obrero. 

La política exterior es la continuación de la política interna

¿Qué defendemos de la URSS? No precisamente aquello en lo que se parece a los países capitalistas, sino en lo que se diferencia. En Alemania apoyamos la ofensiva contra la burocracia dominante, pero sólo para destruir la propiedad capitalista. En la URSS, la destrucción de la burocracia es indispensable para preservar la propiedad estatal. Sólo en este sentido defendemos a la URSS. 

Ninguno de nosotros duda de que los trabajadores soviéticos deban defender la propiedad estatal no sólo contra el parasitismo de la burocracia, sino también de todo tipo de tendencia hacia la propiedad privada, por ejemplo, por parte de la aristocracia de los koljoses. Pero, en definitiva, la política exterior es la continuación de la política interna. Si en política interna consideramos que la defensa de las conquistas de la Revolución de Octubre implica una lucha a muerte contra la burocracia, debemos hacer lo mismo en política exterior. Bruno R., tras asegurarnos que el "colectivismo burocrático" ha triunfado en toda la línea, nos quiere hacer creer que nadie va a atacar la propiedad estatal, porque Hitler (y hasta Chamberlain) están tan interesados en mantenerla, sabe usted, como Stalin. Aunque nos duela, las afirmaciones de Bruno son frívolas. Si Hitler gana la guerra, empezará por devolver a los capitalistas alemanes todo lo expropiado; luego hará lo mismo con los capitalistas ingleses, franceses o belgas, a cambio de un acuerdo con ellos a expensas de la URSS; por último, hará de Alemania el mayor cliente de las principales empresas estatales de la URSS, de acuerdo con los intereses de la maquinaria bélica alemana. Hoy Hitler es amigo y aliado de Stalin; pero en cuanto consiga una victoria en el Frente Occidental con la ayuda de Stalin, volverá sus armas contra la URSS. Y Chamberlain, en circunstancias similares, haría lo mismo que Hitler. 

La defensa de la URSS y la lucha de clases

Los malentendidos en torno al asunto de la defensa de la URSS nacen frecuentemente de una comprensión incorrecta de los métodos de "defensa". Defensa de la URSS no significa aproximación a la burocracia del Kremlin, aceptación de su política o de sus aliados. En este tema, como en todos los demás, permanecemos totalmente dentro del campo de la lucha de clases internacional. 
En el periodiquito francés Que Faire se decía no hace mucho que los "trotskistas" eran tan derrotistas con respecto a Francia e Inglaterra como con respecto a la URSS. En otras palabras: si usted quiere defender a la URSS, debe dejar de ser derrotista respecto a sus aliados imperialistas. Que Faire calculaba que las "democracias" debían de ser los aliados de la URSS. No sé qué dirán hoy estos "listos". Pero es muy importante, porque significa que su método está podrido. Renunciar al derrotismo respecto al campo imperialista con el que la URSS debe aliarse más pronto o más tarde significa empujar a los trabajadores del campo ene migo a ayudar a sus gobiernos: significa renunciar al derrotismo en general. Renunciar al derrotismo bajo las condiciones de una guerra imperialista que implica el rechazo de la revolución socialista -el rechazo de la revolución en nombre de "la defensa de la URSS"- sentenciaría a la URSS a la descomposición final y a la tumba. 

El Comintern interpreta la "defensa de la URSS", como ayer interpretaba la "lucha contra el fascismo", en base a la renuncia a una política de clase independiente. El proletariado se ha transformado -por diferentes causas y bajo circunstancias diversas- en una fuerza auxiliar de un campo burgués contra otro. En contradicción con este hecho, algunos de nuestros camaradas dicen: como no queremos convertirnos en instrumento de Stalin y sus aliados, renunciamos a la defensa de la URSS. Pero con esto sólo demuestran que entienden "defensa" igual que lo hacen los oportunistas: no piensan en términos de una política independiente del proletariado. Como cuestión de principio, defendemos la URSS como defendemos las colonias, como resolvemos todos nuestros asuntos, no apoyando unos gobiernos imperialistas contra otros, sino por el método de la lucha de clases internacional, tanto en las colonias como en las metrópolis. 

No somos un partido de gobierno: somos el partido de la oposición irreconciliable no sólo en los países capitalistas, sino también en la URSS. Realizaremos nuestras tareas, entre ellas "la defensa de la URSS" no a través de los gobiernos burgueses ni del Gobierno de la URSS, sino a través de la agitación y la educación de las masas, explicando a los trabajadores lo que deben defender y lo que deben destruir. Esta "defensa" no va a dar resultados milagrosos ni inmediatos. Pero no pretendemos ser milagreros. Tal y como están las cosas, somos una minoría revolucionaria. Nuestro trabajo debe consistir en hacer ver las cosas correctamente a los trabajadores sobre los que tenemos influencia, en enseñarles a no dejarse engañar, y en preparar un sentimiento general de clase, para que en su día sea capaz de enfrentarse revolucionariamente a la tarea que le corresponde.
 
La defensa de la URSS coincide, para nosotros, con la preparación de la revolución mundial. Sólo podemos permitirnos métodos que no están en conflicto con la revolución. La defensa de la URSS se relaciona con la revolución socialista mundial como una táctica a una estrategia. La táctica debe subordinarse siempre al fin estratégico y en ningún caso pueden llegar a ser contradictorias en el futuro. 

La cuestión de los territorios ocupados

Mientras escribo estas líneas, no está clara todavía la cuestión de los territorios ocupados por el Ejército Rojo. Las noticias son contradictorias; las actuales relaciones en esa zona son, sin duda, muy inestables. Muchos de los territorios ocupados se convertirán en parte de la URSS. ¿De qué manera? ¿Cómo? 
Supongamos por un momento que, de acuerdo con el tratado firmado con Hitler, el Gobierno de Moscú deja intacto el derecho de propiedad en los territorios ocupados y se autolimita a "controlarlos" según el modelo fascista. Esta concesión supondría un importante paso atrás y podría tener un carácter decisivo en la historia del régimen soviético; consecuentemente, sería un nuevo punto de partida para reelaborar nuestra concepción del Estado soviético. 

Es más probable, sin embargo, que Moscú proceda a la expropiación de los grandes terratenientes y a la estatificación de los medios de producción en los territorios ocupados. Y es más probable no porque la burocracia permanezca fiel al programa socialista, sino porque no desea ni es capaz de compartir el poder con las viejas clases dominantes de los territorios ocupados. Salta a la vista una analogía histórica. El primer Bonaparte detuvo la revolución mediante una dictadura militar. Sin embargo, cuando las tropas de Napoleón entran en Polonia dicta un decreto aboliendo la servidumbre de la gleba. Napoleón no tomó esta medida por simpatía a los campesinos o por sentimientos democráticos, sino porque su dictadura se basaba sobre las relaciones de propiedad burguesas, no sobre el feudalismo. Como la dictadura stalinista se basa en la propiedad estatal y no en la privada, el resultado de la invasión de Polonia por el Ejército Rojo será la abolición de la propiedad capitalista, para poner el régimen de los territorios ocupados de acuerdo con el régimen de la URSS. 

La medida, de carácter revolucionario -"la expropiación de los expropiadores"- será llevada a cabo por métodos burocrático-militares. La llamada a la actividad independiente de las masas en los nuevos territorios -y sin esta llamada, aunque se oculte con gran cuidado, es imposible construir un nuevo régimen- será sustituida por medidas políticas de rutina destinadas a asegurar la preponderancia de la burocracia sobre las desilusionadas masas revolucionarias. Esta es una cara del asunto. Pero hay otra. Para conseguir la posibilidad de ocupar militarmente Polonia mediante un acuerdo con Hitler, el Kremlin ha decepcionado una y otra vez a las masas rusas y del mundo entero, y ha conseguido la total desorganización de su propia Internacional Comunista. Nuestro criterio político primordial no es el cambio de las relaciones de propiedad en tal o cual área, por muy importante que sea, sino el cambio en la conciencia y organización del proletariado mundial, el afianzamiento de su capacidad para defender sus conquistas y proponerse otras nuevas. Desde este punto de vista, los políticos de Moscú, en conjunto, constituyen el principal obstáculo para la revolución mundial. 

Nuestra concepción general del Kremlin y el Comintern no debe, sin embargo, modificar nuestra idea de que el hecho particular de la modificación de las relaciones de propiedad en los territorios ocupados es una medida progresiva. Debemos reconocerlo abiertamente. Cuando Hitler vuelva sus ejércitos hacia el Este para defender "la ley y el orden" en la Polonia occidental, los trabajadores deberán defender contra Hitler las nuevas formas de propiedad impuestas por la burocracia bonapartista soviética. 

¡No cambiamos nuestro rumbo!

La estatificación de los medios de producción es una medida progresista. Pero su progresismo es relativo: su peso depende de la suma de toda una serie de factores. Por lo tanto, debemos dejar sentado desde ahora que la extensión del territorio dominado por la burocracia autocrática y parásita, acompañada de "medidas socialistas", puede aumentar el prestigio del Kremlin, engendrar ilusiones sobre la posibilidad de sustituir la revolución por medidas burocráticas, etc. Esto contrapesaría con mucho el carácter progresivo de las medidas stalinistas en Polonia. Ya que la nacionalización de la propiedad en las zonas ocupadas, igual que en la URSS, provee las bases para un desarrollo germinalmente progresista, es decir, socialista, se hace más necesario destruir la burocracia de Moscú. Nuestro programa sigue siendo, por tanto, totalmente válido. Los acontecimientos no nos cogen desprevenidos. Sólo es preciso interpretarlos correctamente. Es necesario comprender claramente que la contradicción más profunda está en el carácter de la URSS y en su posición internacional. Es imposible librarse de esta contradicción con artilugios terminológicos (estado obrero no estado obrero). Tenemos que tomar las cosas como son. Debemos construir nuestra política sobre la base de las contradicciones y los hechos reales. 

No creemos que el Kremlin tenga ninguna misión histórica. Estábamos y estamos contra la apropiación de nuevos territorios por el Kremlin. Estamos por la independencia de Ucrania Soviética y, si los bielorrusos lo desean, por una Bielorrusia Soviética independiente. Al mismo tiempo, en los sectores de Polonia ocupados por el Ejército Rojo, los partidarios de la IV Internacional están jugando un papel decisivo: expropiando a los terratenientes y a los capitalistas, repartiendo la tierra entre los campesinos, creando soviets y comités obreros, etc. Mientras tanto, deben perseverar en su independencia política, luchar en las elecciones de los soviets y comités de fábrica para que en el futuro sean independientes de la burocracia, hacer propaganda revolucionaria contra la oligarquía del Kremlin y sus agentes locales. 

Pero supongamos que Hitler dirige sus armas hacia el Este y ocupa los territorios en que se encuentra ahora el Ejército Rojo. En esas condiciones, los partidarios de la IV, sin cambiar para nada su actitud hacia la oligarquía del Kremlin, serán los primeros en el frente porque considerarán que la tarea más urgente del momento es la resistencia frente a Hitler. Los trabajadores dirán: "No podemos ceder a Hitler la destrucción de Stalin: esa es misión nuestra". Durante la lucha armada contra Hitler, los trabajadores revolucionarios tratarán de establecer una camaradería lo más estrecha posible con los soldados del Ejército Rojo. Mientras luchan contra Hitler con las armas en la mano, los bolcheviques-leninistas deben hacer propaganda contra Stalin, preparando su derrota en la próxima, y quizá muy cercana batalla. 

Esta clase de "defensa de la URSS" es diferente, tan diferente como el cielo de la tierra, de la defensa oficial, que se está haciendo bajo el slogan: "¡Por la Patria! ¡Por Stalin! Nuestra defensa de la URSS se lleva a cabo bajo el slogan: "¡Por el socialismo! ¡Por la Revolución Mundial! ¡Contra Stalin!". Para no confundir estos dos tipos de "defensa de la URSS" en la conciencia de las masas es preciso elaborar slogans que corresponden a la situación concreta. Pero, sobre todo, es preciso establecer claramente qué se está defendiendo, cómo y contra quién lo estamos defendiendo. Nuestros slogans crearán confusión entre las masas solo si nosotros no tenemos claras nuestras tareas. 

Conclusiones

Por el momento, carecemos de razones para modificar nuestra posición de principio con respecto a la URSS. 

La guerra acelera los distintos procesos políticos. Puede acelerar el proceso de regeneración revolucionaria de la URSS. Por eso es preciso que sigamos cuidadosamente y sin prejuicios las modificaciones que la guerra va introduciendo en la vida interna de la URSS y que seamos conscientes de ellas en el momento en que se produzcan. 

Nuestras tareas en los territorios ocupados son básicamente las mismas que en la URSS: pero como se derivan de acontecimientos planteados en forma muy aguda, nos permiten clarificar mejor nuestras tareas respecto a la URSS. 

Debemos formular nuestros slogans de forma que los trabajadores vean claramente lo que estamos defendiendo de la URSS (propiedad estatal y economía planificada) y contra quien dirigimos nuestra lucha sin cuartel (la burocracia parasitaria y el Comintern). No debemos perder de vista ni por un momento el hecho de que para nosotros la destrucción de la burocracia soviética está subordinada a la preservación de la propiedad estatal de los medios de producción en la URSS; pero que la cuestión de preservar la propiedad estatal de los medios de producción en la URSS está subordinada a la revolución proletaria mundial. 

25 de septiembre de 1939. 

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CARTA A SHERMAN STANLEY
  
8 de octubre de 1939

Querido camarada Stanley: 

Recibí su carta a O'Brien en vista de su marcha. La carta me produjo una extraña impresión porque, al contrario de lo que sucede con sus excelentes artículos, estaba llena de contradicciones. 

No he recibido todavía ningún material sobre el plano ni conozco el texto de la resolución mayoritaria ni de la de M. S., pero puedo asegurarle que no hay oposición irreconciliable entre los dos textos. Afirma usted que el partido está al borde del desastre, ¿por qué? Aunque hubiera habido dos posiciones irreconciliables, no sería un "desastre", sino la necesidad de llevar la lucha política hasta el fin. Pero si las dos posturas no son más que matices del mismo punto de vista expresado en el programa de la IV Internacional, ¿cómo puede llamar catástrofe a una divergencia "sin fundamento" (según sus propias palabras)? Que la mayoría prefiriese su propio matiz (si es sólo un matiz) es natural. Pero lo que es absolutamente antinatural es que la minoría diga: "porque vosotros, la mayoría, preferís vuestra propia interpretación y no la nuestra, nosotros, la minoría, pronosticamos una catástrofe". ¿Por parte de quién? Usted dice: "veo las cosas objetivamente, por encima de las distintas facciones". Mi impresión no es esa, en absoluto. 

Escribe, por ejemplo, que a mi artículo "por una razón o por otra, le faltaba una página". Expresa de esta manera una sospecha venenosa hacia los camaradas responsables. La página faltaba a causa de un error en la oficina de aquí, y ya he mandado un texto completo para que lo traduzcan. 

Su argumento sobre el "imperio obrero" me parece una ocurrencia desafortunada. A los bolcheviques se les acusó de tener un "programa de expansión zarista" desde el primer día de la Revolución de Octubre. Hasta un estado obrero sano tiende a la expansión y sus líneas geográficas coincidirán necesariamente con las de la expansión zarista, porque una revolución no suele cambiar la geografía. Lo que criticamos a la banda del Kremlin no es la expansión ni la dirección de la expansión, sino los métodos burocráticos y contrarrevolucionarios de la expansión. Pero, al mismo tiempo, y ya que como marxistas debemos ver objetivamente los hechos históricos, debemos reconocer que ni el Zar, ni Hitler, ni Chamberlain, han tenido la costumbre de abolir la propiedad privada en los países ocupados y este hecho, tan progresivo, depende de otro: de que la Revolución de Octubre aún no ha sido totalmente asesinada por la burocracia, que en último término se ve obligada a tomar medidas que debemos apoyar en ciertas situaciones contra los enemigos imperialistas. Estas medidas progresistas son, naturalmente, mucho menores que la actividad contrarrevolucionaria generalizada que lleva a cabo la burocracia; por eso es por lo que consideramos necesario destruirla... 
Los camaradas están indignados por el pacto Hitler-Stalin. Es natural. Quieren tomarse la revancha con Stalin. Muy bien. Pero hoy todavía no estamos preparados para destruir el Kremlin inmediatamente. Algunos camaradas se conforman con una satisfacción puramente voluntarista: le quitan a la URSS el título de Estado Obrero, como le quita Stalin a un funcionario caído en desgracia la Orden de Lenin. A mí esto me parece, querido amigo, un poco infantil. La sociología marxista y la historia son absolutamente irreconciliables. 

Saludos del camarada, 
Crux (Leon Trostky)

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EL REFERÉNDUM Y EL CENTRALISMO DEMOCRÁTICO 

Pedimos un referéndum sobre la guerra porque queremos paralizar o destruir el centralismo en el estado imperialista. Pero, ¿podemos reconocer el referéndum como un método normal de decisión dentro de nuestro partido? La respuesta sólo puede ser negativa. 

Quien está a favor del referéndum reconoce que la democracia interna del partido es sólo la suma aritmética de decisiones locales, condicionadas inevitablemente por las fuerzas y la experiencia limitadas de cada sección. Quien esté en favor de un referéndum debe estar a favor de los mandatos imperativos: es decir, a favor de que cada sección local tenga derecho a exigir a su representante en el congreso del partido que vote de manera predeterminada. Quien reconoce el mandato imperativo está automáticamente en contra de la concepción del congreso como órgano supremo del partido. Es suficiente sustituir el congreso por un recuento de votos locales. El partido, como un todo centralizado, desaparece. Aceptando el referéndum, la influencia de las secciones más avanzadas y de los camaradas con más experiencia o más perspicaces se sustituye por la influencia de los menos experimentados, de las secciones más atrasadas, etc. 

Naturalmente estamos por un examen a fondo y porque sobre cada cuestión voten todas las secciones locales del partido, todas las células. Pero, al mismo tiempo, cada delegado elegido por su sección debe tener derecho a sopesar todos los argumentos expuestos en el congreso y a votar según le dicte su juicio político, y si, después del congreso, no es capaz de convencer a su organización de lo correcto de sus apreciaciones, ésta debe privarle consecuentemente de su confianza política. Casos así son inevitables. Pero son un mal infinitamente menor que el sistema de referéndum o de voto imperativo, que destruyen por completo el partido como un todo. 

Coyoacan, D. F., 21 de octubre de 1939.

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CARTA A SHERMAN STANLEY 
 
22 de octubre de 1939

Querido camarada Stanley: 

Contesto con un poco de retraso su carta del 11 de octubre. 

1. Dice que "no debe haber serios enfrentamientos ni diferencias" en la cuestión rusa. Si es así, ¿por qué esa terrible alarma en el partido contra el Comité Nacional, es decir, contra su mayoría? No debe sustituir sus concepciones personales por las de la minoría del Comité, que considera la cuestión lo bastante seria como para provocar una discusión justo en el umbral de la guerra. 

2. Pero no estoy de acuerdo con usted en que mi argumento no contradice los del camarada M. S. La contradicción implica dos puntos fundamentales: 

a) La naturaleza de clase de la URSS. 
b) La defensa de la URSS. 

Sobre el primer tema, el camarada M. S. plantea una cuestión de principio, lo que significa que deja de reconocer la antigua decisión y toma una nueva. Un partido revolucionario no puede vivir entre dos decisiones, una aniquilada, otra adoptada sin ser previamente propuesta. En el problema de la defensa de la URSS y los nuevos territorios ocupados contra Hitler (o Inglaterra) el camarada M. S. propone una revolución contra Hitler y Stalin a la vez. Esta fórmula abstracta significa negar la defensa real en una situación concreta. Intento aclarar este punto en un nuevo artículo que mandé ayer por avión al Comité Central. 

3. Estoy completamente de acuerdo con usted en que sólo una discusión seria clarificará el asunto, pero no creo que votando simultáneamente por la propuesta de M. S. y por la de la mayoría vaya a clarificar nada. 

4. Afirma en su carta que el problema principal no es la cuestión rusa, sino el "régimen interno". He oído esa acusación bastante a menudo desde el comienzo de nuestro movimiento en EE.UU. Varían un poco las formulaciones y los grupos, pero siempre hay una parte de nuestros camaradas que está en contra del "régimen". Estaban, por ejemplo, contra la entrada en el Partido Socialista (no hace falta irse muy atrás en el tiempo). Pero inmediatamente dijeron que el "principal problema" no era entrar en el Partido Socialista, sino el "régimen". Ahora se repite la misma fórmula en relación con la cuestión rusa. 

5. Por mi parte, creo que la entrada en el Partido Socialista fue una medida muy saludable para la mayor extensión de nuestro partido y que el "régimen" (o la dirección) que llevó a cabo la fusión estaba en lo cierto, al contrario que la oposición, que, además, en este caso representaba la tendencia al estancamiento. 

6. Ahora, al comienzo de la guerra, surge una nueva y aguda posición, basada en la cuestión rusa. Afecta a la correcci6n de nuestro programa, elaborado a través de innumerables discusiones, polémicas y disputas a lo largo de diez años. Naturalmente, nuestras decisiones no son eternas. Si alguien de la dirección del partido tiene dudas y sólo dudas, es su deber hacia el partido clarificarse mediante estudios y discusiones dentro de la dirección, antes de lanzar la cuestión a todo el partido, y no en forma de nuevas decisiones, sino de dudas. Desde luego, desde el punto de vista de los estatutos, cualquiera, hasta un miembro del Comité Político, tiene derecho a hacerlo, pero no creo que este derecho se haya usado de tal manera que haya contribuido a mejorar el régimen del partido. 

7. En el pasado, he oído a menudo acusaciones de camaradas contra el Comité Nacional en su conjunto -sobre su falta de iniciativa y demás-. No soy el abogado defensor del Comité Nacional y estoy seguro de que ha dejado de hacer muchas cosas que podría haber hecho. Pero insisto en que es preciso concretar las acusaciones. Me he dado cuenta a menudo que el disgusto con la propia actividad local, con la propia falta de iniciativa, se transformaba en una acusación al Comité Nacional, que se suponía debía ser Omnipotente, Omnipresente y Omnibenevolente. 

8. En el caso presente, el Comité Central es acusado de "conservadurismo". Creo que defender las decisiones tomadas, hasta que no se tomen otras nuevas, es deber elemental del Comité. Creo que este "conservadurismo" está dictado por el instinto de conservación del propio partido. 

9. Hay otros dos asuntos sobre los que los camaradas actualmente disconformes con el "régimen" han adoptado, en mi opinión, una postura políticamente falsa. El régimen debe ser un instrumento al servicio de la política adecuada. Cuando la incorrección de su política es manifiesta, sus protagonistas tienden a decir que tal asunto no es tan importante como el régimen en general. Durante el desarrollo de la Oposición de Izquierda y de la IV Internacional me he opuesto cientos de veces a esta sustitución. Cuando Vareecken, Sneevliet e incluso Molinier fueron derrotados en todos sus puntos de diferencia, declararon que el auténtico problema de la IV Internacional no era tal o cual decisión, sino su régimen. 

10 No quiero hacer una analogía entre los líderes de la presente oposición en el Partido americano y los Vareeckenes, Snevliets y compañía. Sé muy bien que los líderes de la oposición actual son camaradas muy cualificados y espero sinceramente que seguiremos trabajando juntos tan amistosamente como hasta ahora. Pero no voy a aportar nada positivo inquietándome, porque alguno de ellos vaya a cometer el mismo error, a cada nueva etapa en el desarrollo del partido, apoyándose en un grupo de adherentes personales. Creo que en la presente discusión esta actitud debe analizarse y condenarse severamente por la opinión general del partido, que en este momento tiene enormes tareas que cumplir. 

Con los mejores saludos del camarada, 
Crux (Leon Trotsky)

P. S. -Como hablo de la mayoría y la minoría del Comité Nacional, y especialmente de los camaradas de la resolución M. S., voy a enviar copia de esta carta a los camaradas Cannon y Schatman.

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CARTA A MAX SHACHTMAN 

6 de noviembre de 1939

Querido camarada Shachtman: 

Recibí la transcripción de su discurso del 15 de octubre que me envió usted y la leí con todo el interés que se merece. He encontrado un montón de excelentes ideas y de formulaciones en completo acuerdo con nuestra posición común, tal y como se expresa en los documentos fundamentales de la IV Internacional. Pero lo que no pude encontrar es una explicación de por qué ataca nuestra posición previa como "insuficiente, inadecuada e inactual". 

Dice usted: "Los acontecimientos, que han resultado ser diferentes de nuestras hipótesis y predicciones teóricas, han cambiado la situación". Pero desgraciadamente, habla usted tan en abstracto de "los acontecimientos" que no soy capaz de comprender cómo cambian la situación y cuáles pueden ser las consecuencias de estos cambios para nuestra política. Usted menciona algunos ejemplos del pasado. Así, "vimos y previmos la degeneración de la III Internacional"; pero sólo después de la victoria de Hitler consideramos necesario proclamar la IV Internacional. El ejemplo no está formulado exactamente. Habíamos previsto no sólo la degeneración de la III Internacional, sino también la posibilidad de su regeneración. Sólo la experiencia alemana de 1929-33 nos convenció de que el Comintern estaba podrido y nada podría regenerarlo. Pero entonces cambiamos nuestra política radicalmente: opusimos a la III la IV Internacional. 

Pero no sacamos las mismas conclusiones respecto al estado soviético. ¿Por qué? La III Internacional era un partido una selección de personas en base a ideas y métodos. Esta selección era tan opuesta al marxismo que tuvimos que abandonar toda esperanza de regenerarla. Pero el estado soviético no es sólo una selección ideológica, es un complejo de instituciones sociales que persiste a pesar de que las ideas de la burocracia sean opuestas a las de la Rev6lución de Octubre. Esta es la razón por la que no renunciamos a regenerar el estado soviético mediante una revolución política. ¿Cree usted que debernos cambiar de actitud? Si no, y estoy seguro de que usted no quiere proponer eso, ¿dónde está el "cambio" fundamental que se ha producido a raíz de los últimos acontecimientos? 

Veo con satisfacción que acepta usted el slogan "por una Ucrania soviética independiente". Pero añade: "Yo siempre entendí nuestra posición básica como opuesta a las tendencias separatistas en las Repúblicas Soviéticas Federadas". Ve con respecto a esto "un cambio fundamental en nuestra política". Pero: l) el slogan sobre Ucrania independiente se propuso antes del pacto Hitler-Stalin; 2) este slogan es sólo una aplicación a una cuestión nacional de nuestro slogan general de lucha contra la burocracia. Podría usted decir con el mismo derecho: "Tal y como yo entiendo nuestra posición básica, nos hemos opuesto siempre a todo acto de rebelión contra el Gobierno soviético". Naturalmente, pero cambiamos esta postura básica hace ya varios años. No veo qué nuevo cambio propone usted ahora. 

Cita usted la marcha del Ejército Rojo en 1920 sobre Polonia y Georgia, y dice: "Ahora, si no ha cambiado nada en la situación, ¿por qué la mayoría no propone apoyar el avance del Ejército Rojo en Polonia, los países bálticos o Finlandia?". En esta parte decisiva de su discurso, usted establece que "algo ha cambiado" entre 1920 y 1939. ¡Claro, hombre! La novedad es la situación de bancarrota de la III Internacional, la degeneración del estado soviético, el desarrollo de la oposición de izquierda, y la creación de la IV Internacional. Los "acontecimientos concretos" han ocurrido precisamente entre 1920 y 1939. Y estos acontecimientos explican suficientemente por qué hemos cambiado radicalmente nuestra postura hacia el Kremlin, incluyendo su política militar. 

Olvida usted que en 1920 apoyamos no sólo al Ejército Rojo, sino también al GPU. Desde nuestra concepción del estado, no existe diferencia radical entre el Ejército Rojo y el GPU. Sus actividades están estrechamente conectadas y son interdependientes. Podemos afirmar que en 1910 y los años siguientes, apoyamos a la Cheka en su lucha contra los rusos contrarrevolucionarios y los espías imperialistas, pero que, cuando en 1927 el GPU empezó a arrestar, exiliar y perseguir a los auténticos bolcheviques, cambiamos nuestra apreciación de esa institución. Este cambio se produjo por los menos once años antes del pacto germano-soviético. Por eso me ha asombrado profundamente que hable usted sarcásticamente de "el rechazo de la mayoría a adoptar la misma postura que todos tomamos en 1920...". Todos nosotros empezamos a cambiar de postura en 1923 avanzando poco a poco de acuerdo con los desarrollos objetivos. El punto decisivo de la evolución fue 1933-34. ¡Si no somos capaces de ver qué cambios fundamentales se han producido ahora y por qué debemos cambiar nuestra política, según propone usted, no significa que hayamos vuelto a 1920! 

Insiste usted fundamentalmente en la necesidad de abandonar el slogan de la defensa incondicional de la URSS, porque usted interpretó en el pasado ese slogan como apoyo a toda acción diplomática o militar del Kremlin, es decir, de la política de Stalin. No, mi querido Schatman, eso no corresponde "a los acontecimientos concretos". Ya en 1927 proclamamos en el Comité Central: "¿Por la patria socialista? ¡Sí! ¿Por la carrera de Stalin? ¡No! " (The Stalin School of Falsification.) Además, parece olvidar usted la llamada "tesis de Clemenceau", que significaba que, en interés de la auténtica defensa de la URSS, la vanguardia proletaria podría estar obligada a destruir el gobierno de Stalin y reemplazarlo por el suyo propio. ¡Todo esto se dijo en 1927! Cinco años después, explicamos a los trabajadores que el cambio de gobierno podría llevarse a cabo sólo mediante la revolución política. Así separamos nuestra defensa de la URSS como estado obrero de la defensa de la URSS que hacía la burocracia. ¡A pesar de ello, usted interpreta nuestra política anterior como apoyo incondicional a las actividades diplomáticas y militares de Stalin! Permítame decirle que eso es una deformación horrible de nuestra postura, no sólo desde la creación de la IV Internacional, sino desde el principio de la oposición de izquierda. 

La defensa incondicional de la URSS significa, simplemente, que nuestra política no está determinada por las hazañas, maniobras o crímenes de la burocracia del Kremlin, sino solamente por nuestra concepción de los intereses del estado soviético y de la revolución mundial. 

Al final de su discurso cita usted la fórmula de Trotsky de subordinar la defensa de la propiedad nacionalizada en la URSS a los intereses de la revolución mundial, y prosigue: "Mi interpretación de nuestra postura en el pasado significaba que no podía haber contraposición entre ambas... Nunca interpreté que se debía subordinar la una a la otra. Si entiendo inglés, el término significa que hay, o puede haber, conflicto entre ambas". Y de ahí deriva usted la imposibilidad de mantener el slogan de la defensa incondicional de la URSS. 

Este argumento se basa por lo menos sobre dos malentendidos. ¿Cómo y por qué han de entrar en conflicto los intereses de la revolución mundial y el mantenimiento de la propiedad nacionalizada en la URSS? Usted infiere tácitamente que la política del Kremlin (no la nuestra) puede entrar en conflicto con los intereses de la revolución mundial. ¡Naturalmente! ¡A cada paso! ¡En todos los aspectos! Por eso nuestra política de defensa no está condicionada por la política del Kremlin. Este es el primer malentendido. Pero, pregunta usted, sino hay conflicto, ¿para qué hace falta la subordinación? Aquí está el segundo malentendido. Debemos subordinar la defensa de la URSS a la revolución mundial lo mismo que subordinamos una parte al todo. En 1918, en la polémica con Bujarin, que insistía en la necesidad de una guerra revolucionaria contra Alemania, Lenin contestó más o menos: "Si hubiera ahora una revolución en Alemania, nuestro deber sería ir a la guerra, aun a riesgo de perderla. La revolución alemana es más importante que nosotros y deberíamos sacrificar el poder soviético en Rusia (por un tiempo) si fuera necesario, para ayudar a establecerlo en Alemania." Una huelga en Chicago puede ser irrazonable en un momento determinado y por sí misma, pero si los trabajadores de Chicago tienen que apoyar una huelga general deben subordinar sus intereses a los de su clase y llamar a la huelga. Si la URSS se ve envuelta en la guerra del lado de Alemania, la revolución alemana amenazaría los intereses de la defensa de la URSS. ¿Debemos decirles a los trabajadores alemanes que no la hagan? El Comintern seguramente se lo diría, pero nosotros no. Les diremos: "Debemos subordinar los intereses de la defensa de la URSS a los intereses de la revolución mundial." 

Me parece que algunos de sus argumentos han sido rebatidos por Trotsky en su último artículo "Una y otra vez sobre la naturaleza de la URSS", escrito antes de que yo recibiera la transcripción de su discurso. 

Tenemos cientos y cientos de nuevos camaradas que no han pasado por nuestra experiencia común. Me temo que sus argumentos les hagan creer que alguna vez hemos apoyado al Kremlin, al menos en el campo internacional, que no habíamos previsto la posibilidad de cooperación entre Hitler y Stalin, que los acontecimientos nos han pillado desprevenidos y que debemos cambiar fundamentalmente nuestra posición. 
¡Y eso no es verdad! E, independientemente de otras cuestiones, discutidas o sólo tocadas en su discurso (dirección, conservadurismo, régimen del partido y demás), creo que debemos examinar de nuevo nuestra posición sobre la cuestión rusa, todo lo cuidadosamente que nos sea posible, en bien de la sección americana y de la IV Internacional en su conjunto. 

El verdadero peligro ahora no es la defensa "incondicional" de lo que merece ser defendido, sino la ayuda directa o indirecta a la corriente política que trata de identificar la URSS con los estados fascistas en beneficio de las democracias, o con quienes intentan echar todas las tendencias en el mismo saco para comprometer el bolchevismo o marxismo con el stalinismo. Somos el único partido que previó los acontecimientos, no concretamente, como es natural, pero sí su tendencia general. Nuestra ventaja consiste en que no tenemos que cambiar nuestra orientación, aunque comience la guerra. Y me parece muy poco adecuado que algunos de nuestros camaradas, movidos por la lucha de facciones por un "buen régimen" (que, que yo sepa, no han definido nunca) insistan en gritar: " ¡Nos han cogido desprevenidos! ¡Nuestra orientación se ha vuelto inadecuada! ¡Debemos improvisar una nueva línea!" Todo esto me parece totalmente incorrecto y muy peligroso. 

Con los mejores saludos del camarada, 
LUND (Leon Trotsky)
 
Saludos a J. P. Cannon. 
 
P.S.-Las formulaciones de esta carta están lejos de ser perfectas, porque no es un artículo elaborado, sino simplemente una carta que he dictado a mi colaborador en inglés y que él ha corregido sobre la marcha. L.

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CARTA A JAMES P. CANNON
  
15 de diciembre de 1939

Los líderes de la oposición no han aceptado hasta ahora el debate a nivel de principios e indudablemente tratarán de evitarlo en el futuro. En consecuencia, no es difícil imaginar lo que van a decir sobre el artículo que incluyo. "Hay muchas verdades elementales en este artículo -dirán-, no las negamos, pero no nos responde las cuestiones "concretas" del momento. Trotsky está demasiado lejos del partido para poder juzgar correctamente. No todos los elementos pequeño-burgueses del partido están con la oposición, ni todos los obreros con la mayoría." Algunos añadirán que el artículo les "atribuye" ideas que no han mantenido nunca, etc. 

Las "respuestas concretas" que requieren los de la oposici6n son recetas de un libro de cocina especial para tiempos de guerra imperialista. No he intentado escribir este libro de cocina. Pero hemos de ser capaces de llegar, desde nuestro enfoque de principio de las cuestiones fundamentales, a la solución de cada problema concreto, por complicado que sea. Precisamente en el problema de Finlandia, la oposición demostró su incapacidad de abordar cuestiones concretas. 

No hay facciones químicamente puras. Los elementos pequeño-burgueses se encuentran necesariamente en cada facci6n y cada partido obrero. El asunto es quién da el tono. En la oposición, el tono lo dan los pequeño-burgueses. 

La inevitable acusación de que el artículo atribuye a la oposición ideas que nunca ha formulado se explica por el carácter contradictorio e incoherente de las ideas de la oposición, que no pueden soportar ni el roce del análisis crítico. El artículo no "atribuye" nada a los líderes de la oposición, sólo desarrolla sus ideas hasta el fin. Naturalmente, puedo observar el desarrollo del debate sólo desde fuera. Pero los rasgos generales de un combate suelen verse mejor cuando no se toma parte en él. 

Con un amistoso apretón de manos, 
Leon Trotsky 
Coyoacan, D. F.

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CARTA A JOHN G. WRIGHT 

19 de diciembre de 1939

Querido amigo: 
He leído tu carta a loe. Estoy completamente de acuerdo contigo en que hay que luchar firme, hasta implacablemente, contra las tendencias pequeñoburguesas de la oposición. Como verás por mi último artículo, que te enviaré por correo aéreo mañana, caracterizo las divergencias de la oposición con más dureza que la mayoría. Pero, al mismo tiempo, creo que la lucha ideológica, desde luego implacable, debe ir acompañada de tácticas organizativas muy cautelosas. No os interesa lo más mínimo- una escisión, aunque, accidentalmente, la oposición obtuviese la mayoría en el próximo congreso. No debéis dar ningún motivo para la escisión a ese ejército heterogéneo y desequilibrado que es la oposición. Aunque quedaseis en minoría, debéis ser fieles al conjunto del partido y guardar la disciplina. Es muy importante para la educación en la auténtica lealtad al partido, sobre la que Cannon me ha escrito una vez muy acertadamente. 
Una mayoría compuesta por los miembros de la oposici6n actual no duraría más que unos meses. Después, la tendencia proletaria del partido recobraría la mayoría, y con una autoridad mucho mayor. Sed muy firmes, pero no perdáis la calma -es más necesario que nunca que la fracción proletaria lo tenga en cuenta en su estrategia-. 

Con los mejores deseos de tu camarada, 
Leon Trotsky

P. S.- Las principales causas del problema son: a) mala composición, especialmente de la rama de Nueva York; b) falta de experiencia, sobre todo, de los miembros provenientes del Partido Socialista (juventudes). Para superar estas dificultades, heredadas del pasado, no basta con medidas de urgencia. Hace falta firmeza y paciencia. L. T.

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CARTA A MAX SCHATMAN 

20 de diciembre de 1939

Querido camarada Schatman: 
Te mando una copia de mi último artículo. Como verás, considero que las divergencias tienen un carácter decisivo. Creo que estás en el lado erróneo de las barricadas, querido amigo. Con tu postura, estás impulsando a todos los elementos pequeñoburgueses y antimarxistas a oponerse a nuestra doctrina, nuestro programa y nuestra tradición. No espero convencerte con estas pocas líneas, pero tengo que decirte que, si ahora te niegas a colaborar con la fracción marxista contra los revisionistas pequeñoburgueses, cometerás el gran error de tu vida y lo vas a lamentar mucho tiempo. 
Si pudiera tomaría un avión para Nueva York y discutiría personalmente contigo durante cuarenta y ocho o setenta y dos horas seguidas. Siento mucho que, en estas circunstancias, no sientas la necesidad de venir aquí a discutir el problema conmigo. ¿O sí la sientes? Me alegraría tanto... 

L. Trotsky 
Coyoacan, D. F

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CUATRO CARTAS A LA MAYORÍA DEL COMITÉ NACIONAL 

Coyoacan, D. F., 26 de diciembre de 1939

Queridos amigos: 
Personalmente estaba a favor de llevar a cabo la discusión a través del Socialist Appeal y el New International, pero vuestros argumentos, especialmente los que se refieren al camarada Burnham, son muy serios y me han convencido. 

El Socialist Appeal y el New International son instrumentos del Partido y de su Comité Nacional, no de un comité de discusión especial. En un boletín de discusión, la oposición puede pedir igualdad de derechos con la mayoría, pero las publicaciones oficiales del Partido tiene el deber de defender el punto de vista de éste y de la IV internacional. Una discusi6n en las páginas de estas publicaciones oficiales, ha de discurrir siempre dentro de los límites que establezca la Mayoría del Comité Nacional. Es evidente. 

Las garantías jurídicas permanentes para la minoría no son, con toda seguridad, herencia de la experiencia bolchevique. Pero tampoco son un invento del camarada Burnham; el Partido Socialista Francés tiene desde siempre esas garantías constitucionales que, por otro lado, se corresponden perfectamente con el espíritu de literatos envidiosos y parlamentarios de pandilla, pero que no previenen la Posibilidad de que los trabajadores sean subyugados por esos tipos. 

La estructura organizativa de la vanguardia proletaria debe Subordinarse a las exigencias positivas de la lucha revolucionaria, y no a garantías negativas de su degeneración. Si el partido no cumple las exigencias de la revolución socialista, degradará aunque se intente evitarlo con los acuerdos jurídicos más perfectos. En el terreno organizativo, Burnham demuestra una falta total de sentido revolucionario, como la demostró en el terreno político a raíz del insignificante asunto del Comité Dies. En ambos casos ha adoptado una postura puramente negativa lo mismo que, en la cuestión del Estado soviético, da una definición simplemente negativa. No es suficiente con no estar de acuerdo con la sociedad capitalista (actitud negativa); es preciso aceptar todas las conclusiones prácticas de una concepción revolucionaria. Bueno, pues este no es el caso del camarada Burnham 

¿Mis conclusiones prácticas? 

Primero: es necesario denunciar oficialmente ante el partido el intento de destruir la línea del partido, poniéndola al mismo nivel que cualquier innovación aún no aceptada por el partido. 

Segundo: si el Comité Nacional considera necesario dedicar al asunto un artículo en el New International (yo no lo propongo), debe hacerse de manera que el lector vea claramente cuál es la posición del partido y cuál el intento de revisión, y dejando que la mayoría diga la última palabra. 

Tercero: si no son suficientes los boletines internos, se puede intentar publicar una serie especial de artículos dedicados al orden del día del Congreso. 

¡Poned toda la lealtad del mundo en la discusión, pero no hagáis la menor concesión al espíritu anarquista y pequeñoburgués! 

 W. ROORK (L. Trotsky) 

 Coyoacan, 27 de diciembre 1939

Queridos amigos: 
Debo confesar que, en el primer momento, me sorprendió vuestra comunicación sobre la insistencia de los camaradas Burnham y Schatman de publicar sus artículos polémicos en el New International y el Socialist Appeal. Me pregunté cuál podría ser el motivo. Debemos excluir por completo que se sientan hasta el punto seguros de su posición. Sus argumentos son muy primitivos, se contradicen profundamente unos con otros y en el fondo sienten que la mayoría representa la doctrina y la tradición marxistas. No pueden ni soñar salir victoriosos de un debate teórico: tanto Schatman y Abern como Burnham lo saben perfectamente. Entonces, ¿por qué ese ansia de publicidad? La explicación es muy sencilla: están impacientes por justificarse ante la opinión pública demócrata; de gritarles de todos los Eastman, Hook y su pandilla que ellos (la oposición) no son tan malos como nosotros. Esto debe ser especialmente necesario para Burnham. Es el mismo tipo de capitulación vergonzosa que pudimos observar en Zinoviev y Kamenev en vísperas de la Revolución de Octubre y en muchos "internacionalistas" bajo la presión del patriotismo bélico. Dejando de lado peculiaridades personales, malentendidos o errores, estamos ante el primer pecado contra el patriotismo dentro del partido. 

Dejasteis sentado este hecho desde el principio, muy correctamente, pero yo me doy cuenta ahora con toda claridad, cuando él -como los poumistas, pivertistas y tantos otros- declara su deseo de anunciar a los cuatro vientos que no son tan malos como los "trotskistas". 

Esta consideración es un argumento más para no hacerles ninguna concesión. Bajo las actuales condiciones, tenemos perfecto derecho a decirles: tenéis que esperar a que el partido dé su veredicto, sin apelar previamente a los jueves democráticos y patrióticos. 
He tratado antes muy teóricamente la cuestión, y desde este punto de vista, estoy completamente de acuerdo con el camarada Goldman en que tenemos que ganar. Pero una larga experiencia política me dice que debemos evitar la influencia prematura del factor demócrata patriótico en la lucha del partido y que la oposición debería mantener la lucha sólo con sus propias fuerzas, como hace la mayoría. En esas condiciones, el examen y selección de los distintos elementos de la oposición serían más efectivos y más favorables para el partido. 

Ya Engels hablaba en sus tiempos de las costumbres de los pequeñoburgueses rabiosos. Me parece que podemos encontrar trazas de estas costumbres entre las filas de la oposición. Hasta ayer, muchos de ellos estaban hipnotizados por la tradición bolchevique, Nunca la absorbieron profundamente, pero tampoco se atrevieron a desafiarla abiertamente. Pero Burnham y Abern les han dado el coraje necesario y ahora manifiestan a las claras su carácter de pequeñoburgueses "enragés". Esta impresión me han dado, por ejemplo, los últimos artículos y cartas de Stanley. Ha perdido por completo el sentido de autocrítica y cree sinceramente que cada inspiración que se le pasa por la cabeza merece ser dicha en pública e impresa, siempre que vaya contra la tradición y el programa del partido. El mayor crimen de Schatman y Aber es precisamente el haber provocado semejante explosión de autosuficiencia pequeñoburguesa. 

W. RORK (L. Trotsky)

P. S.- Es absolutamente seguro que agentes stalinistas están trabajando entre nosotros para agudizar la discusión y provocar la escisión. Sería necesario examinar a muchos "combatientes" fraccionases desde este punto de vista. 
 

3 de enero de 1940

Queridos amigos: 
He recibido los dos documentos de la oposición, he estudiado el que trata del conservadurismo burocrático y estoy estudiando el de la cuestión rusa. ¡Qué cosas más lamentables! Es difícil encontrar una frase que exprese una idea correcta o que sitúe una idea adecuada en el sitio adecuado. Gente inteligente, pero en una posición evidentemente falsa, que se mete cada vez más en un callejón sin salida. 

La frase de Abern sobre la escisión puede tener dos sentidos: o quiere amenazarnos con ella, como hacen en cada discusión, o realmente desea un suicidio político. En el primer caso, nos confirma en nuestra apreciación del carácter no marxista de la política de la oposición. En el segundo, no podemos hacer nada; si una persona adulta quiere suicidarse, es difícil impedírselo. 

La reacción de Burnham es un desafío brutal al marxismo. Si la dialéctica es una religión y si la religión es el opio del pueblo, ¿cómo se niega a luchar para liberar de ese veneno a su propio partido? Estoy escribiendo una carta abierta a Burnham sobre este asunto. No creo que la opinión pública de la IV Internacional permita al editor de la revista teórica del marxismo semejantes aforismos cínicos sobre las bases del socialismo científico. En cualquier caso, no descansaré hasta que las concepciones antimarxistas de Burnham hayan sido denunciadas ante el Partido y la Internacional. Espero poder enviar la carta abierta, por lo menos el texto ruso, pasado mañana. 
Estoy escribiendo también un análisis de los dos documentos. Es muy buena la explicación de por qué están de acuerdo en estar en desacuerdo en la cuestión rusa. 
Me ha dado mucha rabia haber perdido el tiempo en leer esos dos detestables documentos. Los errores son tan elementales que hay que hacer un constante esfuerzo para recordar en cada caso los argumentos contra ellos que nos proporciona el ABC del marxismo. 

W. RORK (L. Trotsky)

Coyoacan, D. F. 
 

4 de enero de 1940

Queridos amigos: 
Os envío copia de la carta que escribí a Schatman hace dos semanas. Aún no me ha contestado. Esto nos indica el modo en que se ha metido en este debate sin principios. Forma un bloque con el antirnarxista de Burnham y se niega a contestar a mis cartas sobre el tema. El hecho en sí carece de importancia, pero es muy sintomático. Por eso os mando copia de la carta. 

Mis mejores deseos 
L. TROTSKY 
Coyoacan, D. F.

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CARTA A J. HANSEN 

 5 de enero de 1940

Querido Joe: 
Gracias por tu información. Si fuese necesario o conveniente, Jim podría publicar nuestra correspondencia y la de Wrigth sobre el problema de la escisión. Esta correspondencia muestra nuestro firme deseo de preservar la unidad del partido, a pesar del debate fraccional más enconado. He escrito a Wright que, aunque quedase en minoría, el ala bolchevique del partido debería mantenerse dentro de la disciplina y Jim me ha contestado que está ampliamente de acuerdo conmigo. Creo que estas dos frases son decisivas en este asunto. 

Te diré sólo dos palabras sobre mi opinión sobre la cuestión finlandesa, tal como la expuse en el artículo sobre la oposición pequeñoburguesa. Hay una diferencia de principio entre Finlandia y Polonia, ¿no es cierto? La intervenci6n del Ejército Rojo en Polonia, ¿fue o no fue acompañada de guerra civil? La prensa de los Mencheviques, que está muy bien informada gracias a su amistad con emigrados del Bund y del PPS, dice abiertamente que una oleada revolucionaria acompañaba el avance del Ejército Rojo. Y no sólo en Polonia, sino también en Rumania. 

El Kremlin creó el gobierno de Kuusinen con el propósito evidente de suplementar la guerra con la guerra civil. Hay información sobre los comienzos de la creación del Ejército Rojo finlandés, sobre el "entusiasmo" de los granjeros pobres de las regiones ocupadas en las que se había expropiado a los grandes terratenientes, y todo eso. ¿Qué es esto si no es el principio de una guerra civil? 

El desarrollo posterior de esta guerra civil depende completamente del avance del Ejército Rojo. El "entusiasmo" del pueblo no es, evidentemente, lo suficientemente grande come para producir levantamientos autónomos de campesinos bajo la espada del verdugo Mannerheim. La retirada del Ejército Rojo pondría, necesariamente, la guerra civil en la misma situación que al principio. 

Si los capitalistas ayudan eficientemente a la burguesía finesa a defender el régimen capitalista, la guerra civil será imposible en Finlandia, por el momento. Pero si, como es más probable, los destacamentos reforzados del Ejército Rojo penetran con éxito en el campo, veremos cómo la guerra civil se desarrolla paralelamente a la invasión. 
No podemos prever todos los episodios militares, los altibajos tácticos, pero la línea estratégica general de los acontecimientos debe ser ésta. Y en este tema, como en tantos otros, la oposición hace una política puramente impresionista y coyuntural, en lugar de una política de principios 

(No creo necesario repetir que la guerra civil en Finlandia, como en Polonia, es de naturaleza limitada, medio reprimida y que puede convertirse, en su día, en una guerra civil entre las masas finlandesas y la burocracia de Moscú. Somos tan conscientes de esto, por lo menos, como la oposición, y apoyamos abiertamente a las masas. Pero tratamos de analizar el proceso tal como es y no identificamos el primer paso con el segundo.) 

Con mis mejores deseos y saludos 
Para todos los amigos,

Leon Trotsky 
Coyoacan, D. F.

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CARTA A JAMES P. CANNON 
 
9 de enero de 1940

Querido amigo: 
Ayer envié el texto ruso de mi nuevo artículo, escrito en forma de carta a Burnham. Probablemente no les guste a todos los compañeros que la mayor parte de él esté dedicado al tema de la dialéctica. Pero estoy seguro de que esta es la única manera de empezar la educación teórica del partido, especialmente de la juventud, y de intentar una inversión del empirismo y el eclecticismo. 

W. RORK (L. Trotsky)

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CARTA A FARRELL DOBBS 
 
10 de enero de 1940

Querido amigo: 
En el artículo que he enviado a Wright para traducirlo no menciono en absoluto dos asuntos: 

Primero, el conservadurismo burocrático. Quisiera discutir un poco con usted sobre ello. El conservadurismo burocrático, como tendencia política, representa los intereses materiales de un determinado estrato social, el de la privilegiada burocracia obrera en el capitalismo, especialmente en los regímenes imperialistas y en medida incomparablemente mayor en la URSS. Sería fantástico, por no decir estúpido, pretender que el "conservadurismo burocrático" de la mayoría tiene raíces de este tipo. Por lo tanto, ya que en este caso el conservadurismo y el burocratismo no tienen un origen social, deben basarse en rasgos caracterol6gicos de algunos líderes. A veces, pasan cosas así. Pero, ¿cómo explicar en este caso la formación de una fracción? ¿Es una selección de individuos conservadores? Tenemos, pues, una explicación psicológica, no política. Si admitimos (y yo personalmente no lo admito) que por ejemplo, Cannon tiene tendencias burocráticas, la mayoría que lo apoya debe hacerlo, a pesar de ese rasgo de su carácter, y no a causa de ello. Esto quiere decir que el problema de las bases sociales del debate de fracciones todavía no ha sido abordado por los líderes de la minoría. 

Segundo, para comprometer mi "defensa" de Cannon, dicen que defendí sin razón a Molinier. Puedo cometer faltas políticas y personales. Pero, a pesar de ello, el argumento no es muy profundo. Nunca apoyé las falsas teorías de Molinier. Se trataba simplemente de una cuestión de carácter; brutalidad, falta de disciplina y sus negocios privados. Algunos camaradas, entre ellos Vereecken, insistieron en la inmediata expulsión de Molinier. Yo insistí en que era preferible que la organización intentara someter a Molinier a la disciplina. Pero, cuando en 1934 Molinier intentó sustituir el programa del partido por "cuatro slogans", y sacó un trabajo sobre ello, yo estuve entre los que propusieron la expulsión. Es una larga historia. Se puede ser de distinta opinión sobre mi conducta con Molinier, pero me guiaba, naturalmente, por el interés de la educación del partido y no por los intereses personales de Molinier; algunas de nuestras secciones han heredado el veneno del Comintern, y abusan de las expulsiones y las escisiones, o intentan hacerlo. En el caso de Molinier y de algunos camaradas americanos (Field, Weisbord y algunos otros) yo estaba a favor de una actitud más paciente. En algunos casos he tenido razón, en otros me he equivocado. Pero no me arrepiento en absoluto de haber adoptado siempre la actitud más paciente posible hacia las figuras dudosas del movimiento. Nunca los "defendí" formando un bloque o a costa de los principios. Si alguien propone, por ejemplo, expulsar al camarada Burnham, me opondré enérgicamente. Pero, al mismo tiempo, mantendré la necesidad de dirigir una lucha ideológica sin cuartel contra sus concepciones antimarxistas. 

Fraternalmente, 
L.TROTSKY 
Coyoacan, D. F.

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CARTA A JOHN G. WRIGHT 

13 de enero de 1940

Querido amigo: 
Estoy completamente de acuerdo contigo en tu apreciación de panfleto de Schatman. Estamos ante el Schatman más débil, multiplicado por la pasión fraccionario. Le falta esa cosita que se llama punto de vista proletario. Vive en el reino de las sombras literarias: cuando se vive cara al proletariado o al marxismo, las sombras se parecen, más o menos, a la realidad; pero ahora le ha vuelto la espalda a la mayoría proletaria del partido y al marxismo y todo lo que escribe es una reinterpretación fantástica de hechos e ideas. Ahora no me queda más remedio que dedicar un par de días a analizar más atentamente ese documento absolutamente extravagante. Espero demostrar al partido, incluida la mayor parte de la minoría, que cada línea del documento de Schatman es una patética ruptura con el marxismo y el bolchevismo. 

Fraternalmente, 
L. TROTSKY

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CARTA A JAMES P. CANNON 
 
16 de enero de 1940
Querido amigo: 
Qué escrito más miserable es la carta abierta de Schatman. Su único mérito es que me ha permitido decirle toda la verdad sobre su política. Ya he dictado la respuesta. Sólo me falta pulirla. Desgraciadamente, va a ser tan larga como mi carta a Burnham. 
L. T.

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CARTA A WILLIAM F. WARDE 

16 de enero de 1940

Querido camarada Warde: 
Es usted uno de los pocos camaradas que está seriamente interesado por los problemas metodológicos de nuestro movimiento. ¿No cree usted que su intervención es la discusión desde este punto de vista sería muy útil? 

Me dicen los amigos que el interés por el materialismo dialéctico se está agudizando mucho en nuestro partido, especialmente entre la juventud. ¿No cree usted que los camaradas que pueden encauzar este interés deberían crear una asociación puramente teórica para promover las doctrinas del materialismo dialéctico en el partido? Usted, el camarada Wright, el camarada Gerland (muy enterado del asunto) podrían constituir el primer núcleo de dicha asociación, bajo el control del departamento de propaganda del Comité NacionaI, naturalmente. Esto es sólo una sugerencia vaga, que debe discutirse con las instituciones responsables del partido. 
 
Siempre suyo, el camarada, 
LEON TROTSKY 

Coyoacan, D. F

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CARTA A JOSEPH HANSEN 

18 de enero de 1940

Querido Joe: 
Ya he acabado mi artículo contra Schatman. En dos días lo habré pulido, y utilizaré algunas de tus sugerencias. 

Pero quiero hablar ahora de un asunto mucho más importante. Algunos de los líderes de la oposición están preparando una escisión; de esta forma, presentarán en el futuro a la oposición como a una minoría perseguida. Es muy característico de este tipo de mentes retorcidas. Creo que debes responderles más o menos lo siguiente: 

"¿Tenéis miedo de represalias en el futuro? Os proponemos garantías mutuas para la futura minoría, seáis vosotros o seamos nosotros. Estas garantías pueden formularse en cuatro puntos: 
l) No prohibición de las fracciones 
2) la actividad de las fracciones sólo se restringirá en función de las necesidades de la acción común 
3) las publicaciones oficiales representarán, como es natural, la línea que establezca el próximo congreso 
4) la minoría futura puede tener, si lo desea, un boletín interno para los miembros del partido, o un boletín de discusión en común con la mayoría". 

La persistencia de boletines de discusión después de una larga disputa y un congreso no es la regla, sino una lamentable excepción. Pero no somos nada burócratas. No tenemos reglas inmutables. Somos dialécticos, y también en el campo organizativo. Si tenemos una importante minoría dentro del partido que queda insatisfecha con las decisiones del congreso, es muchísimo mejor legalizar la discusión tras éste que sufrir una escisión. 
Podemos ir más lejos, si es necesario, y proponerles, tras el congreso, y naturalmente bajo la supervisión del nuevo Comité nacional, la publicación de números especiales de discusión, para el público en general y no sólo para miembros del partido. Debemos ir lo más lejos posible en este sentido, hacer desaparecer sus prematuros temores y dificultarles la escisión. 

Por mi parte, creo que la continuación de la discusión, si se hace en un clima de buena voluntad por ambas partes, puede ser muy útil, en las condiciones actuales, para la educación del partido. 

Creo que la mayoría debe hacer estas propuestas oficialmente, en el Comité Nacional y por escrito. Cualquiera que sea la respuesta, el partido saldrá beneficiado. 

Con mis mejores deseos 
CORNELL (L. Trotsky) 
Coyoacán, D. F.

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CARTA A MARTÍN ABERN 

29 de enero de 1940

Querido camarada Abern: 
El camarada Cannon me ha informado de cómo usted ha dicho: "Esto significa la escisión." Me escribió el 28 de diciembre de 1939: 
"Hemos difundido ya tu documento en el partido. He oído sólo dos comentarios definidos por parte de los líderes de la minoría. Abern, tras leer el título y unos cuantos párrafos, le dijo a Goldman: "Esto significa la escisión." 
Considero a Cannon una persona sincera y no tengo la más mínima razón para dudar de sus palabras. 

Usted dice que esto "es mentira". Sé, por experiencia, que en las luchas profundas suelen producirse malentendidos de este tipo por ambas partes, sin que medie la mala fe de unos ni de otros. 

Me pregunta usted por qué no hice ningún esfuerzo para comprobar la veracidad de la información. Nada de eso. Si lo hubiera difundido en privado, como un hecho presenciado por mí, no habría sido leal. Pero lo he dicho públicamente, precedido de un "se me ha informado de que... " y le he dado la posibilidad de confirmar o negar la información. Creo que ésta es la mejor comprobación posible, dentro de una discusión en el partido. 

Me dice al principio de su carta: "He pasado por alto, en el pasado, muchas afirmaciones falsas, pero noto, entre otras cosas, en su carta abierta... " ¿Qué significa la frase "muchas afirmaciones falsas"? ¿De quién? ¿Qué significa la expresión "entre otras cosas"? ¿Qué cosas? ¿No cree usted que los camaradas sin experiencia pueden ver en estas frases acusaciones veladas? Si hay en mi artículo "afirmaciones falsas" y "otras cosas", lo mejor sería enumerarlas claramente. Si yo no hice las afirmaciones falsas, no sé por qué las introduce en una carta dirigida a mí. No entiendo cómo uno puede "Pasar por alto" afirmaciones falsas, si tienen alguna importancia política; podría interpretarse como una falta de atención hacia el partido.
 
En cualquier caso, noto con satisfacción que niega haber pronunciado la frase "esto significa la escisión". Interpreto el enérgico tono de su carta en ese sentido. Su negación no es sólo formal, es decir, no niega sólo el haber pronunciado la frase, sino que considera que la misma idea de escisión es una despreciable traición a la IV Internacional. 

Fraternalmente, 
Leon Trotsky 
Coyoacan, D. F. 
Copia a Cannon

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DOS CARTAS A ALBERT GOLDMAN 
 
10 de febrero 1940

Querido camarada Goldman: 
Estoy completamente de acuerdo con su carta del 5 de febrero. Al publicar la frase de Abern sobre la escisión, pretendía que él y otros líderes de la oposición se pronunciasen claramente y sin ambigüedades sobre sus propias intenciones, no sobre las que atribuyen a los líderes de la mayoría. 

Ya he oído el aforismo sobre los "ciudadanos de segunda categoría". Preguntaría a los líderes de la oposición, cuando llaman a la mayoría "la pandilla de Cannon" o "conservadores burocráticos; ¿no la están tratando también como a "ciudadanos de segunda categoría"? No puedo dejar de añadir que la susceptibilidad excesiva es característica de todas las fracciones pequeñoburguesas. Por ejemplo, ignoro si Schatman, en su Carta abierta, quiere convertirme en ciudadano de segunda. Me interesan sus ideas, no hacerle el psicoanálisis. 

Tengo la sensación de que, enervados por una serie de errores sucesivos, los líderes de la oposición se empujan unos a otros a la histeria y luego, para justificar la histeria colectiva de la fracción, atribuyen a sus adversarios los designios más siniestros e increíbles. Cuando dicen que las cartas que hemos cruzado Cannon y yo no son más que un camuflaje, lo único que se me ocurre es alzar los hombros. 

La objetividad marxista es el mejor tratamiento para la histeria pequeñoburguesa. Seguiremos discutiendo sobre dialéctica, sociología marxista, la naturaleza de clase del Estado soviético, el carácter de la guerra, pero no con el absurdo propósito de provocar una escisión, sino para convencer a una parte importante del partido y para ayudarles a pasar de su posición pequeñoburguesa a la proletaria. 
Con los mejores saludos del camarada 
Leon Trotsky
 

18 de febrero de 1940

Querido camarada Goldman: 
Un congreso de la minoría no es más que una reunión informal a escala nacional. Por lo tanto, no supone un cambio de principio de la situación, Es un paso más por el mismo camino, un mal paso por el camino de la escisión, pero no es todavía la escisión. 

Probablemente habrá dentro de la oposición dos o tres tendencias respecto a la escisión y el propósito de la conferencia es unificarlas. ¿Sobre qué base? Probablemente algunos líderes, en su desesperación, no ven otra salida que la escisión. 

En estas condiciones, una intervención vigorosa de la mayoría haría más difícil la tarea de los escisionistas conscientes. Su grupo, o mejor aun, la mayoría oficial del C. N. o del C. P. podrían dirigir a Cleveland un comunicado sobre un solo punto, la unidad del partido. Sería mejor no introducir el tema de la URSS o de la guerra, pues de lo contrario podrían considerar que se les pone como precondición para permanecer en el partido el abandono de sus posturas sobre esos puntos. Nada de eso. Los aceptáis tal como son, si son realmente fieles al partido y a la IV Internacional y están dispuestos a aceptar, en la práctica, su disciplina. 

Con mis mejores saludos, 
Leon Trotsky

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¡VOLVED AL PARTIDO! 

21 de febrero de 1940

Queridos camaradas: 
Los líderes de la minoría todavía no han respondido a uno solo de nuestros argumentos teóricos o políticos. La inconsistencia de sus propios argumentos ha sido desenmascarada por los escritos de la mayoría. Ahora, los líderes de la oposición parecen haber adoptado la táctica de la guerra de guerrillas: es el destino de muchos ejércitos derrotados. El camarada Goldman caracteriza muy bien el nuevo método de la oposición en su circular del 12 de febrero. Uno de los ejemplos más curiosos de esta nueva táctica es el ataque del camarada McDonald a mi artículo en el Liberty. No encuentra en ese artículo un análisis del carácter contradictorio del Estado soviético y del "papel progresista" del Ejército Rojo. Con la misma lógica que muestra en los editoriales, de la Partisan Review o en su análisis del levantamiento de Kronstadt, descubre que soy, "en realidad", un oposicionista, un partidario de Schatman o de McDonald, por lo menos cuando hablo para la prensa burguesa, y que mis declaraciones en contra las hago sólo en los boletines internos, con el único propósito de ayudar a Cannon. Si quisiera exponer el descubrimiento de McDonald de forma articulado, diría: cuando Trotsky quiere adaptarse a la opinión pública burguesa, agradar a los lectores de Liberty, escribe como Schatman, incluso como McDonald; pero, dentro del partido, se vuelve terriblemente anti-minoritario. La Partisan Review está muy interesada por el psicoanálisis, y me permito decirle a su editor que, si se analizase un poquito, se daría cuenta de que ha descubierto su propio subconsciente. 

La minoría, sin que nadie se lo pida, analiza en cada artículo y en cada discurso la naturaleza contradictoria del Estado soviético y el papel contradictorio del Ejército Rojo. Lo que les preguntamos es si entienden esta naturaleza y este papel, y si aplican adecuadamente este conocimiento a la práctica. Mi artículo estaba dedicado a Stalin y no a la naturaleza del Estado soviético. La prensa burguesa mejicana había publicado una nota anónima en la que se afirmaba, "de fuentes cercanas a Trotsky", que yo apruebo la política internacional de Stalin y estoy buscando reconciliarme con él. No sé si han aparecido notas de este tipo en la prensa americana. Pero es claro que la prensa mejicana no hace más que repetir, a su manera, la acusación de McDonald y Compañía de que estoy capitulando ante el stalinismo. Para prevenir este mal uso de una discusión interna por parte de la prensa burguesa, consideré conveniente dedicar mi artículo en Liberty a denunciar el papel de la política internacional de Stalin y no al análisis sociológico de la naturaleza del Estado soviético. Escribí lo que consideré más urgente. La política no consiste en decir cada vez todo lo que uno sabe, sino en decir en cada ocasión justo lo necesario. Posiblemente, coincidí con algunas afirmaciones de la oposición, pero seguramente estas afirmaciones de la oposición no hacían sino repetir pensamientos míos, expresados cien veces antes de que McDonald apareciese en nuestro horizonte. 

Pero pasemos a temas más serios. La carta que me ha escrito el camarada Abern enuncia claramente su deseo de escisión. La justificación que da es a la vez lamentable y escandalosa; son las palabras más moderadas que se me ocurren. Si la "pandilla de Cannon" consigue la mayoría en el congreso, sabe usted, convertirán a Abern y sus amigos en ciudadanos de segunda categoría. Por lo tanto, Abern prefiere tener su propio estado, en el que será, como Weisbord, Field y Oehler, el primero entre los ciudadanos de primera. ¿Quién decide los puestos de los distintos "ciudadanos" dentro del partido. El mismo partido. ¿Cómo toma una decisión el partido? A través de la discusión libre. ¿Quién ha iniciado esta discusión? Abern y sus socios. ¿Se les ha impedido usar su pluma o su lengua? En absoluto. Pero no han conseguido, a juzgar por la carta de Abern, convencer al partido. Peor todavía: se han desacreditado ellos mismos a los ojos del partido y de la Internacional. Es lamentable, porque son elementos valiosos. Ahora podrían rentabilizar la autoridad adquirida mediante un trabajo serio y constante en el partido. Eso lleva tiempo, paciencia y firmeza. Pero parece que Abern ha perdido toda esperanza de convencer al partido basado en los principios de la IV Internacional. La tendencia escisionista es una especie de deserción. Por eso es tan lamentable. 

¡Pero también es escandaloso! El "leit motiv" es el desprecio de los pequeñoburgueses hacia la mayoría proletaria: tan magníficos escritores, oradores, organizadores como somos, y esta gentuza inculta no sabe apreciarnos en nuestro justo valor. ¡Construyamos nuestra propia liga de almas elevadas! 

En la III Internacional, insistimos siempre en ser una tendencia o una fracción. Nos persiguieron, nos privaron de los medios legales de expresión, nos calumniaron; en la URSS detuvieron y fusilaron a nuestros camaradas, y, a pesar de ello, nunca quisimos apartarnos de los trabajadores. La IV Internacional es la única organización revolucionaria honrada en todo el mundo. No tenemos una burocracia profesional. Nuestro "aparato" no tiene medios de coerción. Se decide cada asunto y se aprecia a cada camarada a través de la más completa democracia de partido. Si la mayoría está equivocada, la minoría puede, poco a poco, irla educando. Si no es antes del próximo congreso, puede ser después. La minoría puede atraer nuevos miembros al partido y transformarse en mayoría. Sólo hace falta un poco de confianza en los trabajadores y confianza en que los trabajadores llegarán a confiar en los líderes de la oposición. Pero esos líderes crean en su propio medio una atmósfera de impaciencia histérica. Se adaptan a la opinión pública burguesa, pero no quieren adaptarse al ritmo de desarrollo de la IV Internacional. Su impaciencia tiene un carácter de clase, es el reverso de su desprecio de intelectuales pequeñoburgueses hacia los trabajadores. ¡Esta es la razón de que la tendencia escisionista capitaneada por Abern sea tan escandalosa! 

Las apreciaciones y la perspectiva del camarada Abern se basan en el odio. Y el odio personal es, en política, un sentimiento abominable. Estoy seguro de que todo miembro sano de la oposición rechaza la actitud de Abern y su intento de escisión. ¡Volved al partido, camaradas! El camino de Abern es un callejón sin salida. No hay otro camino que el de la IV Internacional. 

Leon Trotsky 
Coyoacan, D. F.

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CIENCIA Y ESTILO 

23 de febrero de 1940

Queridos camaradas: 
He recibido Ciencia y estilo, de Burnham. Ya se ha abierto el absceso, y eso es una importante ventaja política. El atraso teórico de la opinión "radical" americana queda claramente expuesto en el hecho de que Burnham se limite a repetir -con algunas ilustraciones "modernizantes"- lo que escribió Struve en Rusia hace más de cuarenta años, y, en cierta medida, lo que Dühring trataba de enseñar a la Socialdemocracia alemana hace más de tres cuartos de siglo. Esto, desde el punto de vista de la "ciencia". En cuanto a "estilo", francamente, prefiero a Eastman. 

Pero el interés principal del documento no es de carácter teórico; la mil y una refutación académica de la dialéctica no tiene más valor que cualquiera de sus precedentes. Sin embargo, desde el punto de vista político, el documento tiene un valor indiscutible. Demuestra que el inspirador teórico de la oposición no está más cerca del socialismo científico de lo que estaba Duste, el anterior socio de Abern. Schatman mencionaba la filosofía de Bogdanov. Pues es absolutamente imposible imaginarse la firma de Bogdanov bajo semejante documento, incluso después de su ruptura definitiva con el bolchevismo. Creo que el partido debe preguntar a los camaradas Schatman y Abern, como hago yo en este momento: "¿Qué pensáis del "estilo" de Burnham y de su "ciencia"?" La cuestión finlandesa es importante, pero después de todo no es más que un episodio y el cambio en la situación internacional, que revelará los auténticos factores de los acontecimientos, pueden disipar todas las divergencias sobre este asunto concreto. Pero, ¿pueden ahora los camaradas Schatman y Abern, tras la aparición de Ciencia y estilo, soportar todas las concepciones -sobre ciencia, marxismo, política, "moral"- de Burnham? Los "minoritarios" que se preparan para la escisión deben considerar si pueden permanecer unidos, no una semana ni lo que dure la guerra entre Finlandia y la URSS, sino durante años, a un líder que no tiene nada en común con la revolución proletaria. 

Se ha abierto el absceso. Schatman y Abern no pueden seguir diciendo que sólo quieren discutir un poquito sobre Finlandia o sobre Cannon. No pueden seguir jugando a la gallina ciega con el marxismo y la IV Internacional. El SWP o sigue la tradición de Marx, Engels, Mehring, Lenin y Rosa Luxemburgo -esa tradición que Burnham llama "reaccionaria"- o sigue las concepciones de Burnham, que no son sino una mala reproducción del socialismo pequeñoburgués premarxista. 

Sabemos muy bien lo que este revisionismo ha significado políticamente en el pasado. Hoy, en la época de la agonía de muerte de la sociedad burguesa, las consecuencias políticas del burnhamismo pueden ser mucho más inmediatas y anti-revolucionarias. ¡Camaradas Schatman y Abern, el campo es vuestro! 

Leon Trotsky 
Coyoacan, D. F.

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CARTA A JAMES P. CANNON 

27 de febrero de 1940

Querido amigo: 
Contesto tu carta del 20 de febrero. Debe estarse celebrando la conferencia de la minoría y supongo, es decir, creo que, respecto a la cuestión táctica concreta que analizas en tu carta, tus movimientos inmediatos dependen, al menos en un 51 por 100, de los resultados de esa conferencia. 

Estás convencido de que la minoría en conjunto está preparando la escisión y de que no puedes hacer nada más. Acepto esta premisa. Pero, por lo menos, habría que hacer ante la conferencia de Cleveland una enérgica demostración de paz, para cambiar radicalmente la línea tras su respuesta negativa. Aprecio en lo que valen tus consideraciones sobre la necesidad de dedicar un número del New International a preparar a la opinión pública para la escisión. Pero la conferencia de la minoría ha sido el 24-25 de febrero y el Congreso del partido no será hasta primeros de. abril. Tienes bastante tiempo para hacer una propuesta de paz, denunciar la negativa de la oposición y publicar el número extraordinario del New International. Debemos hacer todo lo posible para convencer a las otras secciones de que la mayoría ha hecho todo lo posible en favor de la unidad. Por eso hicimos nosotros tres la propuesta en el Comité Ejecutivo Internacional; hace falta, por otro lado, poner a prueba a cada miembro de ese importante órgano. 

Comprendo la impaciencia de muchos camaradas de la mayoría (supongo que esta impaciencia irá acompañada frecuentemente por la indiferencia hacia la teoría), pero deben recordar que los acontecimientos actuales del SWP tienen gran importancia internacional y que debéis actuar no sólo sobre la base de vuestras apreciaciones subjetivas, por muy correctas que sean, sino sobre las bases de los hechos objetivos, observables por todo el mundo. 

W. Rork (Leon Trotsky) 
Coyoacan, D. F.

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CARTA A JOSEPH HANSEN 

29 de febrero de 1940

Mi querido Joe: 
Si Schatman afirma que la carta sobre España que cité estaba firmada también por Cannon y Carter, está completamente equivocado. Naturalmente, no he ocultado ninguna firma; simplemente, no existen. Como puedes ver en las fotocopias que te envío, la carta iba firmada sólo por Max Schatman. 

En mi artículo admitía que los compañeros de la mayoría han podido cometer los mismos errores que Schatman, pero que nunca han hecho de ellos un sistema ni una plataforma para una fracción. Y este es el problema. 

Abern y Burnham se indignan porque cito sus declaraciones orales sin "verificarlas previamente". Quieren decir, obviamente, que, en lugar de publicar las declaraciones que se les atribuyen y darles la oportunidad de confirmarlas o negarlas, debo enviar un comité investigador de cinco o siete miembros imparciales, acompañado de dos taquígrafos. Y ¿por qué ese alboroto de indignación moral? Burnham ha identificado muchas veces la dialéctica con la religión. Sí, es verdad. Pero en esa ocasión, precisamente, no pronunció la frase que cité (tal y como me contaron). ¡Oh, qué horror! ¡Qué cinismo bolchevique! , etc. 

Con Abern, lo mismo. En la carta que me escribió demuestra claramente que está preparando una escisión. Pero sabe usted, él nunca le dijo a Goldman nada sobre escisiones. ¡Es un infundio! , ¡una invención deshonrosa! , ¡una calumnia! , etc. 
Si no recuerdo mal, empiezo a tratar el tema de la moral en mi artículo hablando de las paridas morales de los pequeñoburgueses desorientados. Nos encontramos ante un fenómeno similar, dentro de nuestro propio partido. 

Los nuevos moralistas citan mi terrible crimen con Eastman y el Testamento de Lenin. ¡Banda de hipócritas despreciables! La iniciativa de la publicación del documento fue de Eastman, precisamente en un momento en que nuestra fracción había decidido interrumpir toda actividad pública para evitar una escisión prematura. No olvides que fue antes del famoso Comité Sindical anglo-ruso, y antes de la revolución china, incluso antes de la aparición de la oposición de Zinoviev. Teníamos que maniobrar para ganar tiempo. Por el contrario, la Troika quiso aprovechar la publicación de Eastman para provocar una especie de aborto de la oposición. Nos presentaron un ultimátum: o firmaba la declaración que había escrito la Troika en mi nombre o empezaba la lucha. El centro de la oposición decidió unánimemente que eso sería desfavorable en ese preciso momento, y tuve que aceptar el ultimátum y poner mi nombre bajo una declaración escrita por el Politburó. Sólo los pequeñoburgueses, siempre dispuestos a exclamar: "¡Perat mundus, fiat justitia! ", pero mucho más indulgentes para sus propias faltas en la vida diaria, pueden transformar esta cuestión de necesidad política en un asunto moral abstracto. ¡Y se creen revolucionarios! Nuestros viejos mencheviques eran verdaderos héroes comparados con ellos. 

W. Rork (Leon Trotsky) 
Coyoacan, D. F.

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TRES CARTAS A FARRELL DOBBS 

4 de marzo de 1940

Querido camarada Dobbs: 
Claro que me resulta difícil seguir desde aquí la febril evolución política de la oposición. Pero dan cada vez más la impresión de que quieren quemar los puentes tras ellos. No me ha sorprendido el artículo de Burnham "Ciencia y estilo". Pero la calma con que lo han aceptado Schatman y Abern es un síntoma decepcionante, no sólo desde el punto de vista teórico y político, sino desde el de sus verdaderas ideas sobre la unidad del partido. 

Tal y como veo las cosas desde aquí, creo que quieren una escisión en nombre de la unidad. Schatman busca o, mejor dicho, inventa precedentes históricos. La oposición tenía, en el partido bolchevique, sus propios periódicos, etc. Sólo olvida que el partido, en aquel momento, tenían cientos de miles de militantes, que la discusión debía llegar a todos ellos y convencerlos. En esas condiciones, no era posible confinar la discusión a círculos internos Por otro lado, los peligros derivados de la coexistencia de periódicos del partido y la oposición se conjuraba porque la decisión dependía de cientos de miles de trabajadores, y no de dos pequeños grupos. El partido americano tiene un número comparativo de miembros muy pequeño, y la discusión ha sido siempre, y sigue siendo, superabundante. Las líneas de demarcación parecen bastante firmes, por lo menos para el próximo futuro. En estas circunstancias, un periódico o revista de la oposición no sería un medio para convencer al partido, sino para desacreditarlo en el mundo exterior. 
La homogeneidad y la cohesión de una organización revolucionaria propagandística, como el SWP, deben ser mucho mayores que las de un partido de masas Estoy de acuerdo en que, en estas condiciones, la IV Internacional no debe de servir de cobertura a una unidad ficticia, desde la que dos organizaciones diferentes se dirijan al exterior con teorías programas, "slogans" y principios organizativos diferentes. En estas condiciones, una escisión abierta sería mil veces mejor que una unidad ficticia. 

La oposición se refiere también al hecho de que, en cierto momento, tuvimos dos organizaciones paralelas en el mismo país. Pero podemos admitir semejante situación sólo en dos casos: cuando la fisonomía política de uno de los grupos no está clara y la IV Internacional necesita tiempo para examinarlo: o en caso de que exista un desacuerdo muy agudo sobre una cuestión muy concreta [como en el caso de la entrada en PSOP, etc.]. La situación en EE.UU. es completamente diferente. Tenemos un partido unido con una tradición importante, y dos organizaciones, una de las cuales, por su composición social y presiones externas, plantea, durante un par de meses, un conflicto irreconciliable con nuestra teoría, nuestro programa, nuestra política y nuestros métodos organizativos. 

Si están de acuerdo en trabajar con nosotros sobre la base del centralismo democrático, podemos esperar convencer y ganarnos a los mejores de ellos en la práctica común (y ellos pueden esperar lo mismo). Pero una organización independiente, con sus propias publicaciones, sólo puede desarrollarse en la dirección que marca Burnham. En ese caso, a la IV Internacional no le interesa lo más mínimo, en mi opinión, garantizarles una cobertura, es decir, camuflar entre los trabajadores su inevitable degeneración. Por el contrario, a la IV Internacional le interesaría forzar a la oposición a tener una experiencia totalmente independiente, sin la protección de nuestra bandera, y habiendo prevenido seriamente a las masas contra ellos. 

Por lo tanto, el congreso debe formular una alternativa clara y concisa: o la unidad auténtica sobre el principio del centralismo democrático (con garantías amplias y serias para la minoría del partido) o una ruptura abierta y declarada a los ojos de la clase trabajadora. 

Con mis mejores deseos, 
W. Rork (Leon Trotsky)

P. S.-Acabo de recibir la resolución de Cleveland sobre la unidad del partido. Mi impresión es que la mayor parte de la oposición no desea la escisión. Los líderes están interesados en actividades puramente periodísticas, no en política. Presentaron una resolución sobre la ruptura con el nombre de "resolución sobre la unidad del partido" para enredar a sus seguidores. La resolución dice que "las minorías del partido bolchevique antes y durante la primera guerra mundial" tenían sus propios periódicos públicos. ¿Qué minorías? ¿Cuándo? ¿Qué periódicos? Los líderes llevan al error a sus seguidores para camuflar sus propósitos de escisión. 

Todas las esperanzas de los líderes de la oposición se basan en su capacidad literaria. Se aseguran unos a otros que su periódico seria mejor que el de la mayoría. Esta misma era la esperanza de los mencheviques rusos que, como fracción pequeñoburguesa, tenían más intelectuales y periodistas. Pero esperaron en vano. Una buena pluma no es suficiente para crear un partido revolucionario; hace falta una base teórica de granito, un programa científico, un pensamiento político consistente y firmes principios organizativos. La oposición, como tal oposición, no tiene nada de esto; es "lo opuesto" a todo ello Por lo tanto, estoy completamente de acuerdo en que si quieren presentar las teorías de Burnham, la política de Schatman y los métodos organizativos de Abern a la opinión pública, lo hagan en su propio nombre, sin mezclar al partido ni a la IV Internacional. 
W. R.
 

4 de abril de 1940

Querido camarada Dobbs: 
Cuando reciba esta carta, ya estará avanzado el Congreso, y ya se habrá hecho una idea de si la escisión es inevitable. Si es así, la cuestión Abern habrá perdido su interés. Pero en el caso de que la minoría inicie una retirada, repito mis propuestas anteriores. Es muy importante preservar el secreto de las discusiones y decisiones del Comité Nacional, pero en este momento no es de interés primordial. Alrededor del 40 por 100 de los miembros del partido creen que Abern es el mejor organizador que tenemos. Si se quedan en el partido, no se puede hacer nada, más que dar a Abern la oportunidad de demostrar sus habilidades organizativas o comprometerle. En la primera sesión del nuevo Comité Nacional debe decidirse que nadie tiene derecho a divulgar los asuntos internos del Comité Nacional, más que éste en conjunto o sus órganos oficiales (el Comité Político o el Secretariado). A su vez, el Secretariado concretará las normas del secreto, Si a pesar de todo se comete una falta, debe abrirse una investigación oficial, y si Abern es culpable, debe advertírsele públicamente; si reincide, se le debe eliminar del Secretariado. Este procedimiento, aunque de momento sea poco ventajoso, es mejor que dejar al organizador de Nueva York fuera del Secretariado, es decir, fuera del control real del Secretariado. 

Comprendo que esté satisfecho del Secretariado actual. En caso de escisión, sería el mejor que podríamos tener. Pero si se mantiene la unidad, no se puede tener un Secretariado compuesto sólo por representantes de la mayoría. Probablemente podremos tener un Secretariado de cinco miembros, tres de la mayoría y dos de la minoría. 
Si la oposición vacila, lo mejor es decírselo informalmente; estamos dispuestos a que Schatman siga siendo miembro del Comité político y de nuestro equipo editorial; estamos dispuestos, incluso, a incluir a Abern en el Secretariado; podemos tener en cuenta otras combinaciones posibles; lo único que no podemos aceptar es que la minoría se transforme en un factor político independiente. 

He recibido carta de Lebrun, del CEI. ¡Qué gente más particular! Creen que ahora, en la agonía del capitalismo, en situación de guerra e ilegalidad, debe abandonarse el centralismo bolchevique en favor de la democracia ilimitada. ¡Todo está patas arriba! Pero su democracia tiene un significado puramente individualista: dejadme hacer lo que me dé la gana. Lebrun y Johnson fueron elegidos para el CEI en base a unos principios, como representantes de unas organizaciones. Los dos han abandonado los principios e ignoran por completo a sus organizaciones. Estos "demócratas" actúan como lanceros bohemios. Si pudiéramos convocar un congreso internacional, se les expulsaría con toda la razón y ellos lo saben. Pero al mismo tiempo, se consideran senadores irrevocables... ¡en nombre de la democracia! 

Como dicen los franceses, en tiempos de guerra hay que tomar medidas de guerra. Esto significa que debemos adaptar el cuerpo directivo de la IV Internacional a la correlación de fuerzas real dentro de nuestras secciones. Hay mucha más democracia en esto que en las pretensiones de senadores irrevocables. 
Si se discute este asunto, puede citar estas líneas como mi respuesta al documento de Lebrun. 

W. Rork (Leon Trotsky) 
Coyoacan, D. F.
 

16 de abril de 1940

Querido camarada Dobbs: 
 Hemos recibido también los comunicados de usted y Joe sobre el congreso. Tal y como se ven las cosas desde aquí, hicisteis todo lo posible por mantener la unidad del partido. Sin embargo, si a pesar de todo la minoría se separa, sólo nos queda mostrar a cada trabajador lo lejos que están de los principios de bolchevismo y lo hostiles que son a la mayoría proletaria del partido. Podré juzgar mejor los detalles de los acuerdos cuando tenga más información. 

 Me permito llamar su atención sobre otro artículo, el de Gerland contra Burnham sobre la lógica simbólica, la de Bertrand Russell y otros. El artículo es muy incisivo y, en caso de que la oposición permanezca en el partido y Schatman en el equipo editorial, debería ser reescrito para "amabilizar" algunas expresiones. Pero la presentación de la lógica simbólica es muy buena y muy seria y me parece muy útil, especialmente para los lectores americanos. 

El camarada Weber dedica también una parte importante de su último artículo al mismo tema. Creo que esta parte se podría elaborar, como un artículo independiente para el New International. Tenemos que articular seria y sistemáticamente la campaña en favor del materialismo dialéctico. 

 El panfleto de Jim es excelente. Es el escrito de un auténtico líder obrero. La discusión estaría justificada, aunque no hubiera producido más que este documento. 

Saludos amistosos para todos, 
W. Rork (Leon Trotsky)

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CARTA A JAMES P. CANNON

28 de mayo de 1940

Queridos camaradas: 

La renuncia de Burnham es una excelente confirmación de nuestro análisis y nuestros pronósticos sobre la ex-minoría. No creo que éste sea el último abandono. 

W. R. (Leon Trotsky)

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CARTA A ALBERT GOLDMAN 

5 de junio de 1940

Querido amigo: 
Burnham no reconoce la dialéctica, pero la dialéctica no le deja escape. Está tan cogido como una mosca en una telaraña. Ha hecho a Schatman un daño irreparable. ¡Qué lección sobre las alianzas sin fundamento! Y pobre Abern. Hace cuatro años, encontró protector para su pandilla en la persona del Gran Papa Muste y su acólito, Spector. Ahora repite la experiencia con el católico secularizado de Burnham y su monaguillo, Schatman... En los buenos y viejos tiempos teníamos que esperar años, a veces décadas, para que se cumpliese un pronóstico. Ahora, el ritmo de los acontecimientos es tan rápido que las verificaciones nos sorprendan de un día para otro. ¡Pobre Schatman! 

Con mis mejores deseos, 
Leon Trotsky 

Coyoacan, D. F.

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SOBRE EL PARTIDO OBRERO

PREGUNTA: ¿Había, en su opinión, suficientes diferencias políticas entre la mayoría y la minoría para justificar una escisión? 
TROTSKY: Hay que considerar la cuestión dialéctica, no mecánicamente. ¿Qué significa la terrible palabra "dialéctica"? Significa comprender las cosas a través de su desarrollo, no estáticamente. Si tomamos las diferencias políticas tal como parecen, podríamos decir que no eran suficientes para una escisión, pero al desarrollar una tendencia de huida del proletariado y aproximación a los círculos pequeñoburgueses, las mismas diferencias adquirieron un valor diferente; un peso específico distinto; estaban conectadas con un grupo social diferente. Este es un punto muy importante. 

Nos encontramos ante el hecho de que la minoría se escindíó de nosotros, a pesar de todas las medidas que tomó la mayoría para evitar la escisión. Esto significa que su sentimiento social era tal que les impedía seguir junto a nosotros. Es una tendencia pequeñoburguesa, no proletaria. Si quiere otra confirmación, tenemos un excelente ejemplo en el artículo de D. McDonald. 

Ante todo, ¿qué es lo que caracteriza a un proletario revolucionario? Nadie está obligado a participar en un partido revolucionario, pero, si lo hace, debe considerar seriamente al partido. ¿Y qué es nuestra teoría, sino nuestro instrumento para la acción? Nuestro instrumento es la teoría marxista, porque hasta el momento no hemos encontrado nada mejor. Un trabajador no fantasea sobre las herramientas; si tiene las mejores que puede conseguir, las cuida; no las abandona, ni pide unas inexistentes. 
Burnham es un intelectual snob. Picotea en un partido, lo abandona, prueba otro... Un trabajador no puede hacer eso. Si entra en un partido revolucionario, se dirige a la gente, la llama a la acción, es como un general en guerra; debe saber a dónde la lleva. ¿Qué pensaríais de un general que dice que las armas son malas, y que, por tanto, lo mejor es irse a casa y esperar a ver si las inventan mejores? Ese es el razonamiento de Burnham. Por tanto, abandonó el partido. Pero la lucha continúa. No se puede posponer. Es sólo Burnham el que ha abandonado la acción. 

D. McDonald no es un snob, pero sí un poco tonto. Cito: "El intelectual, si quiere servir a la sociedad, no debe decepcionarse ni a sí mismo ni a los otros, no debe dar por bueno lo que sabe que es imperfecto, no debe olvidar lo que ha aprendido a lo largo de años y años." Muy bien. Completamente correcto. Sigo con la cita: "En estos años terribles y borrascosos, sólo si somos capaces de combinar el escepticismo con la devoción -escepticismo ante todas las teorías, gobiernos y sistemas sociales; devoción a la lucha revolucionaria de las masas- podremos justificarnos como intelectuales." 

He aquí a uno de los líderes del autodenominado "Partido Obrero", que no se considera un proletario, sino un "intelectual". Habla de escepticismo hacia todas las teorías. 
Nos hemos preparado para esta crisis estudiando, construyendo un método científico, y nuestro método es el marxismo. Llega la crisis y el señor McDonald se proclama escéptico ante "todas las teorías", y luego habla de devoción a la revolución, sin proporcionarle ninguna teoría de repuesto. ¿Cómo podemos trabajar sin teoría? ¿Qué es la lucha, las masas, lo revolucionario? Todo el artículo es escandaloso, y un partido que tolera como líder a un hombre como ése no es serio. 

Cito de nuevo: "Entonces, ¿cuál es la naturaleza de la bestia (el fascismo)? Trotsky mantiene que se trata nada más que del fenómeno familiar del bonapartismo, en el que una banda se mantiene en el poder enfrentando una clase con otra y dando al poder del estado un carácter temporalmente autónomo. Pero los regímenes totalitarios modernos no son episódicos; han cambiado ya la estructura económica y social ' no sólo manipulando las viejas formas, sino destruyendo su vitalidad interna. Por tanto, ¿es la burocracia nazi una nueva clase dominante y el fascismo una nueva formación social, comparable al capitalismo? Esto tampoco parece ser cierto." Crea así una nueva teoría, una nueva definición del fascismo, aunque desea que seamos escépticos ante todas las teorías. ¡Es como si les dijésemos a los trabajadores que deben ser devotos de su trabajo, pero que sus herramientas no tienen ninguna importancia! Estoy seguro que los trabajadores tendrían un buen apelativo para quien se lo dijera. 

Pero es muy característico de un intelectual desorientado. Se enfrenta con la guerra, con la terrible época actual, con pérdidas, con sacrificios, y tiene miedo. Empieza a propagar el escepticismo y todavía cree que es posible unir el escepticismo con la devoción revolucionaria. Sólo podemos desarrollar una devoción revolucionaria si estamos seguros de que es racional y posible, y no podemos estarlo sin una teoría operativo. El que proclama el escepticismo teórico es un traidor. 

Analizamos diferentes elementos en el fascismo: 
1. El elemento común al fascismo y al viejo bonapartismo es que utilizan la lucha de clases para dar la mayor independencia posible al poder del Estado. Pero siempre hemos subrayado que el viejo bonapartismo se produjo en una sociedad burguesa ascendente, mientras que el fascismo es el poder del Estado de una sociedad burguesa que decae. 
2. El fascismo es un intento de la burguesía de superar la contradicción entre la técnica actual y la propiedad privada sin destruir la propiedad privada. La "economía planificada" del fascismo en un intento de salvar la propiedad privada y de mantenerla a raya a la vez. 
3. Es un intento de superar la contradicción entre la técnica moderna de las fuerzas productivas y el limitado espacio del Estado nacional. La nueva técnica no puede limitarse dentro de fronteras nacionales, y el fascismo intenta superar esta contradicción. El resultado es la guerra. 

Ya hemos analizado en otro lugar estos tres elementos. D. McDonald abandonará el partido igual que Burnham, pero, como es más perezoso, tardará más. 

¿Consideramos a Burnham como "un buen elemento" alguna vez? Sí. En esta época, el partido proletario debe salvarse de todo intelectual que pueda ayudarle. Gasté muchos meses con Diego Rivera, para salvarle para nuestro movimiento, pero no tuve éxito. Pero todas las Internacionales han tenido experiencias de este tipo. La primera, con el poeta Freiligrath, que era muy caprichoso. La segunda y la tercera, con Gorki. La cuarta, con Rivera. Siempre se separaron de nosotros. 

Burnham estaba más cercano al movimiento, pero Cannon siempre tuvo sus dudas respecto a él. Sabía escribir, y tenía un cierto estilo de pensamiento, no muy profundo, pero diestro. Podía aceptar una idea, desarrollarla, escribir un buen artículo sobre ella... y olvidarla. El autor puede olvidar, el obrero no. Sin embargo, mientras podamos utilizar esa gente, santo y bueno. ¡También Mussolini fue, en sus tiempos, "un buen elemento"! 

Coyoacan, D. F. 
7 de agosto de 1940.

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CARTA A ALBERT GOLDMAN 

9 de agosto de 1940

Mr. Albert Goldman. 

Querido amigo: 
No sé si has visto el artículo de McDonald en el número de agosto del Partisan Review. 
Este tipo era discípulo de Burnham, el intelectual snob. Tras su deserción, McDonald es el único representante de la "Ciencia" en el partido de Schatman. 

En el tema del fascismo, McDonald plagia algunas ideal de nuestro arsenal, las presenta como si fueran sus propios descubrimientos, y las contrapone con una serie de banalidades que dice que son nuestras ideas. El conjunto resulta sin perspectiva, sin proporción y sin la más elemental honradez intelectual. 

Sin embargo, esto no es lo peor. El huérfano de Burnham dice: "Debemos examinar, fría y escépticamente, las premisas básicas del marxismo" (pág. 266). ¿Y qué hará el pobre "Partido Obrero" en este período de "examen"? ¿Qué deberá hacer el proletariado? Esperará, claro está, a los resultados del estudio de McDonald. El resultado será, probablemente, que McDonald se pase al campo de Burnham. 

Las últimas cuatro líneas del artículo hacen prever esta deserción personal: "En estos años terribles y borrascosos, sólo si somos capaces de combinar el escepticismo con la devoción -escepticismo ante todas las teorías, todos los gobiernos, todos los sistemas sociales; devoción a la lucha revolucionaria de las masas- podremos justificarnos como intelectuales." 

La actividad revolucionaria basada en el escepticismo teórico es el no va más de las contradicciones internas. "La devoción a la lucha revolucionaria de las masas" es imposible sin una comprensión teórica de las leyes de esta lucha. La devoción revolucionaria sólo es posible si uno está seguro de que es razonable, adecuada; de que se corresponde con sus intereses. Esta seguridad sólo puede crearse mediante la comprensión teórica de la lucha de clases. El "escepticismo ante todas las teorías" es sólo la preparación de la deserción personal. 

Schatman permanece callado; como Secretario General del Partido, está demasiado ocupado defendiendo "las premisas básicas del marxismo" de filisteos y snobs pequeñoburgueses... 

Fraternalmente, 
Leon Trotsky

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CARTA A CHRIS ANDREWS 

17 de agosto de 1940

Querido Chris: 
Me ha gustado mucho tu apreciación de la postura antipacifista del partido. Esta postura tiene dos grandes ventajas: primero, es esencialmente revolucionaria y está de acuerdo con el carácter de esta época, en la que hay que resolver los problemas no sólo con el arma de la crítica, sino con la crítica de las armas. En segundo lugar, porque está completamente libre de sectarismo. No nos enfrentamos a los acontecimientos ni a los sentimientos de las masas con una afirmación abstracta de nuestra santidad. 

El pobre Labor Action del 12 de agosto escribe: "Estamos con Lewis en la lucha contra el reclutamiento." Nosotros no estamos con Lewis, porque lo que Lewis trata de defender es la Patria Capitalista, y además por medios totalmente anticuados. La gran mayoría de los trabajadores comprende o siente que esos medios (ejército profesional voluntario) son anticuados desde el punto de vista militar y muy peligrosos desde el punto de vista de la clase trabajadora. Por eso, los trabajadores están por el reclutamiento. Es una forma confusa y contradictoria de adherirse al "ejército del proletariado". No debemos rechazar este gran cambio histórico, como hacen los sectarios de todas clases. Debemos decir: "¿Reclutamiento? Sí. Pero aprovechaos de él." Puede ser un magnífico punto de partida. 

Fraternalmente, 
TU VIEJO (Leon Trotsky)