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Trotsky y el papel de la tradición en los desafíos revolucionarios

Juan Valenzuela

Trotsky y el papel de la tradición en los desafíos revolucionarios

Juan Valenzuela

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El debate de Trotsky y los futuristas

Para hacernos una idea de la postura de Trotsky frente al tema de las tradiciones o las “rupturas absolutas” con aquéllas, recordemos su discusión con los futuristas de 1922.

En la actitud de “rechazo extremo” al pasado de esta vanguardia literaria, para Trotsky, no se escondía “un punto de vista revolucionario proletario, sino el nihilismo de la bohemia” (Literatura y revolución). La ruptura de los futuristas con el pasado, a su entender, era sólo “una tempestad en el mundo cerrado” de la intelectualidad, pues para tal ruptura era necesaria previamente una formación dentro de la misma tradición con la cual se rompía. ¿Y cuál era esa tradición? La tradición literaria, cuya principal referencia era el poeta y narrador Aleksandr Pushkin (1799-1837). Trotsky decía que los futuristas hacían bien en separarse de la intelectualidad “pasadista” predominante en las instituciones literarias, pero señalaba que “no es preciso transformar esta ruptura en una ley de desarrollo universal”. Es por esta última consideración que Trotsky consideraba que llamar a realizar esa ruptura “se convierte en un absurdo evidente tan pronto como se dirige al proletariado”. En su visión:

«La clase obrera no tiene ni puede tener que romper con la tradición literaria, porque esa clase no se halla en modo alguno encerrada en el abrazo de tal tradición. La clase obrera no conoce la vieja literatura, tiene todavía que familiarizarse con ella, debe manejar a Pushkin, absorberlo, y así superarlo» (Literatura y revolución).

En esta discusión el dirigente revolucionario se ubica lejos de cualquier intento de idolatrar a la clase trabajadora tal cual es en sí misma, en su condición de clase explotada y desposeída. Muy por el contrario, para Trotsky la clase trabajadora necesita absorber la cultura del pasado. El atraso cultural era un factor de debilidad no de fortaleza. No está mal que un sector de la intelectualidad cuestione el conservadurismo de otro, pero eso no quiere decir que tengamos que defender una ideología de las “rupturas absolutas” con toda la herencia del pasado.

Guerra civil y herencia cultural

Esto no es un problema puramente teórico, literario o pedagógico. En plena guerra civil, después del triunfo de la revolución en octubre de 1917, la falta de familiaridad de la clase trabajadora con la cultura, la técnica y la ciencia de la sociedad de clases, se había manifestado en un problema vital: la carencia de especialistas militares. Así, surgió la discusión de si la clase trabajadora en el poder debía o no utilizar a los especialistas militares heredados del régimen zarista anterior para responder a los apremios de la guerra civil. Trotsky discutía ácidamente en contra de las tendencias autosuficientes en sectores del propio Partido Comunista en el cual él mismo cumplía un papel central:

«Sólo un miserable burócrata soviético, celoso de su puesto reciente, y que cuida con fervor de este puesto en razón de los privilegios personales que éste le brinda, y no en razón de los intereses de la revolución obrera, puede tener una actitud de infundada desconfianza hacia cualquier gran experto, organizador, técnico, especialista o científico destacado; habiendo ya decidido de antemano por su propia cuenta que “yo y mis compañeros nos las arreglaremos de alguna manera”» (¿De manera científica o de cualquier modo?).

Trotsky reivindicaba en 1919 a los “camaradas del partido que estudiando en este momento han comprendido en la práctica, a través de una experiencia sangrienta, concienzudamente, cuán duro es el severo arte de la guerra, y que ahora están trabajando con la mayor atención bajo la guía de los profesores de la antigua escuela militar”. En otros artículos se puede estudiar concretamente cómo el nuevo Estado obrero ejerció el control sobre esos especialistas militares heredados del régimen anterior (se incluyeron, por supuesto, métodos coercitivos). Lo que nos interesa resaltar aquí es el hecho de que Trotsky consideraba que en el terreno de la guerra era necesario absorber los conocimientos técnicos del pasado para encarar los nuevos desafíos militares que se le presentaban a la clase trabajadora en el poder.

Su postura posterior frente al tema de la literatura en el debate con los futuristas (1922), mantuvo coherencia con este criterio que se expresó primero en un terreno mucho más crítico y determinante para la revolución como lo era el arte militar en plena guerra civil.

El marxismo revolucionario y las tradiciones

Ahora bien ¿cómo se podría resumir, entonces, la actitud de Trotsky frente a la cuestión de las tradiciones? En 1922, lo resumía así:

«Nosotros, marxistas, vivimos con las tradiciones y no por ello dejamos de ser revolucionarios. Hemos estudiado y guardado vivas las tradiciones de la Comuna de París desde antes de nuestra primera revolución. Luego se les han añadido las tradiciones de 1905, con las cuales nos hemos nutrido para preparar la segunda revolución. Remontándonos más lejos, hemos vinculado la Comuna a los días de junio de 1848 y a la gran revolución francesa» (Literatura y revolución).

Trotsky aquí se refiere al ámbito de la experiencia histórica revolucionaria. Los marxistas revolucionarios, para Trotsky, necesitan transformar esa experiencia en un patrimonio que sea útil para la acción política en el presente. Conservar las tradiciones de la Comuna, de la revolución rusa de 1905 e incluso las tradiciones de 1848 y la revolución francesa de 1789-1792, sólo tenía importancia si permitía realizar el objetivo presente de vencer revolucionariamente en la lucha de clases. Hoy podríamos pensar en la relevancia que tiene en Chile tener un balance de la década de 1970 para construir un nuevo proyecto anticapitalista y socialista. Por eso, la relación con la tradición para el marxismo de Trotsky tiene un valor estratégico y no consiste simplemente en coleccionar hechos del pasado con fines académicos. Si la estrategia es el “arte de vencer”, apropiarnos de la experiencia histórica de la lucha de clases es una necesidad para encarar los nuevos desafíos en la lucha revolucionaria por el socialismo.

La clase trabajadora no es una clase poseedora que pueda desarrollar una “ciencia proletaria” o “popular” aislada de la ciencia burguesa: “en el terreno de la teoría nos hemos fundado, a través de Marx, en Hegel y en la economía clásica inglesa” escribía Trotsky.

Tanto aprender estratégicamente de la experiencia como teorizar requieren de darle peso al factor de la tradición. Por eso la desconfianza de Trotsky con los discursos de rupturas absolutas y negaciones antidialécticas. Cuando se rompe con el pasado, hay algo que se conserva. Por eso, a cinco años de haber triunfado la revolución en Rusia, escribía que aquélla, para los marxistas, no es la “destrucción total” del mundo conocido como pudo haber sido para los futuristas:

«Para nosotros [...] la revolución encarnaba la tradición familiar, asimilada. Dejando un mundo que teóricamente habíamos rechazado y minado en la práctica, penetramos en un mundo que ya nos era familiar por la tradición y por la imaginación. En esto se opone el tipo psicológico del comunista, hombre político revolucionario, con el futurista, innovador revolucionario en la forma. Es la fuente de los malentendidos que les separan. El mal no reside en la “negación” por parte del futurismo de las santas tradiciones de la intelligentsia. Al contrario, reside en el hecho de que no se siente miembro de la tradición revolucionaria. Mientras que nosotros hemos entrado en la revolución, el futurismo cayó en ella» (Literatura y revolución).

En la actualidad, estas reflexiones de Trotsky sobre la tradición -con independencia de la polémica con la extinta escuela futurista-, resultan muy pertinentes. Como nunca antes, hoy existe una importante discontinuidad de la tradición revolucionaria en la clase trabajadora. Emilio Albamonte y Matías Maiello en Estrategia socialista y arte militar escribían que:

«a diferencia de la derrota histórica que sufrió el proletariado con la Comuna de París -donde los heroicos comuneros batallaron a muerte contra el ejército francés apoyado por el ejército prusiano y que sirvió de ejemplo e inspiración para las nuevas generaciones de revolucionarios-, en las últimas tres décadas los trabajadores vieron cómo sus propias organizaciones se les volvían en contra, plegándose a la ofensiva neoliberal y a la restauración capitalista en los Estados donde se había expropiado a la burguesía».

Lo contradictorio de este factor es que la misma derrota y el paso de las organizaciones históricas de la clase trabajadora a las filas del orden capitalista o la fragmentación de los sindicatos, implican un debilitamiento del control de los aparatos burocráticos sobre la clase trabajadora.

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En un escenario así, es clave el papel de las tradiciones revolucionarias para el desafío de construir una nueva izquierda de la clase trabajadora que pelee por el socialismo. La lucha de clases que viene estando presente en la situación internacional puede abrir oportunidades inéditas al marxismo revolucionario de Trotsky. Discutir sus ideas es una tarea ineludible para todos quienes nos queremos preparar para revolucionar la sociedad.


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Juan Valenzuela

Profesor de filosofía. Nuestra Clase.
Santiago de Chile