Ideas de izquierda

Armas de la critica

SEMANARIO

Rosa Luxemburg y Bélgica, 1902: en los orígenes del debate sobre la huelga de masas

Guillermo Iturbide

LUXEMBURGO
Ilustración: Marito Ce

Rosa Luxemburg y Bélgica, 1902: en los orígenes del debate sobre la huelga de masas

Guillermo Iturbide

Ideas de Izquierda

Una polémica poco conocida y muy interesante en la que intervinieron Rosa Luxemburg, Franz Mehring y Émile Vandervelde, que antecedió los debates de 1905-06 sobre la huelga de masas. Con este primer artículo sobre el tema iremos desarrollando algunos puntos, que continuaremos en las ediciones siguientes.

Rosa Luxemburg es famosa, entre otras cosas, por su folleto Huelga de masas, partido y sindicatos, escrito en 1906 a pedido de los socialdemócratas de Hamburgo como una síntesis de la Revolución rusa de 1905. Su autora lo compuso a pedido de los socialdemócratas de Hamburgo, luego de una estadía de varios meses en una cárcel en Varsovia por participar de la revolución, en una aldea de Finlandia cerca de la frontera rusa, donde se encontraba junto a Lenin y otros bolcheviques con los que mantenía discusiones amistosas a diario, ya que, en ese momento, los socialdemócratas polacos y los bolcheviques eran parte de la misma fracción dentro del Partido Obrero Socialdemócrata Ruso [1]. Mucho menos conocida y estudiada es la polémica de 1902 y su continuación entre 1912 y 1914, en la que intervino, sobre la huelga de masas en Bélgica. En este artículo comenzaremos a desarrollar esa polémica alrededor de la huelga política y qué nos dice sobre varios problemas, como la forma de pelear por derechos democráticos (entre ellos los derechos de las mujeres), la relación entre estos y los objetivos socialistas, las alianzas políticas de colaboración de clases, la unidad de las filas obreras y la conquista de aliados (o la relación entre el frente único y la hegemonía, diríamos utilizando un lenguaje que no se usaba en la época sino que proviene de la tradición de la Tercera Internacional), las “reservas estratégicas” y, destacadamente, una discusión sobre la violencia y la ilegalidad, entre posibles temas de actualidad. Soy de la opinión, además, de que la polémica de Rosa con Lenin, apenas dos años después, en 1904, respecto a la división de la socialdemocracia rusa no se puede terminar de entender sin ver las huellas allí de los temas que habían atravesado a la disputa belga. Esto lo desarrollaré en un artículo próximo.

La huelga política de masas era un medio de lucha que el movimiento obrero europeo (y en particular el belga, muy combativo) venía utilizando desde la última década del siglo XIX, principalmente para pelear por derechos democráticos. Desde 1896 se volvió objeto de debate teórico y político en Alemania, a medida que estos movimientos se continuarían dando en la primera década del siglo XX, pero en sus inicios esta discusión fue opacada por la controversia teórica dentro de la Segunda Internacional alrededor de Bernstein y el revisionismo. En abril de 1902 tiene lugar en Bélgica una gran huelga política por la conquista del derecho al sufragio igualitario. Lo particular de esta huelga, además de haber terminado en una contundente derrota histórica, es justamente el haber sido la primera vez que las ideas de los revisionistas salían del plano puramente teórico o a lo sumo de cuestiones de intervención parlamentaria, y eran llevadas a la práctica en un hecho importante de la lucha de clases.

Siendo un hecho de trascendencia internacional, la huelga belga suscitó un debate en la prensa de la socialdemocracia alemana, donde se destacaron las intervenciones críticas de Rosa Luxemburg y Franz Mehring, por un lado, y la del laborista belga e importante dirigente de la Segunda Internacional, Émile Vandervelde, quien además simpatizaba con los revisionistas alemanes [2]. Este debate anticipa muchos de los temas que luego retomaría Rosa Luxemburg en su folleto de 1906, pero tiene también muchos aspectos particulares y muy interesantes, por lo que es extraño que no se le haya dedicado mucha atención en investigaciones [3].

El desarrollo de la huelga de 1902

En 1891 y 1893 hubo grandes huelgas generales políticas con choques callejeros y disturbios. El triunfo de la huelga de 1893 había llevado a la introducción del sufragio universal masculino obligatorio desde los 25 años, solo que no igualitario, sino bajo una forma de voto calificado, donde los votos individuales de los burgueses y los nobles contaban por varios votos obreros. Este sistema fue llamado derecho electoral plural y otorgaba un poder de voto desproporcionado a favor de las clases dominantes y sus partidos. Sumado a esto, Bélgica era una monarquía parlamentaria (aún lo sigue siendo). A pesar de estas limitaciones, este sufragio masculino calificado permitió que el socialista y miembro de la Segunda Internacional Partido Obrero Belga (POB por su sigla en francés, BWP por su sigla en neerlandés, los idiomas de las dos regiones en que se divide el país, Valonia y Flandes, respectivamente, antecesor del actual Partido Socialista Belga fundado en 1945), entrara al Parlamento en 1894 por primera vez en su historia, con 27 diputados.

El problema del derecho a voto era muy sentido en Bélgica, y a la “impermeabilidad” del régimen político de ese país, bajo un gobierno del Partido Clerical ligado a la Iglesia Católica, se le sumaba, en 1902, el comienzo de una crisis económica que golpeaba a toda Europa con el aumento del desempleo. El movimiento de huelga surgió a partir de huelgas “salvajes” (espontáneas, sin autorización sindical) desde los sindicatos y le fue impuesto a los dirigentes moderados del POB, que sancionaron el cese de actividades a partir del 10 de abril. Los militantes del POB asumieron resueltamente la lucha y mantuvieron la huelga durante 10 días, incluso con algunos enfrentamientos y muertos en distintos puntos del país. En simultáneo, la bancada socialista en el Parlamento llegaba a un acuerdo con la oposición liberal, mediante el cual POB hacía enormes concesiones rebajando el programa de la huelga y absteniéndose de tomar medidas de lucha que fueran más allá de la actividad parlamentaria y de una huelga pacífica y limitada. Por esa vía, el POB renunciaba a plantear la reivindicación de la extensión del sufragio universal a las mujeres, así como a tomar medidas de lucha “revolucionarias”. Como era de esperar, la reforma electoral fracasó en el Parlamento por encontrarse en minoría. El periódico oficial del POB, Le Peuple, el día del rechazo parlamentario a la reforma, a pesar del resultado llamaba a continuar la lucha mediante la huelga hasta vencer. Pero en 24 horas, mediante la presión de su bancada parlamentaria, pegó un giro de 180 grados y llamó a volver al trabajo, al tiempo que cifraba todas sus esperanzas en la intervención del rey llamando a disolver el Parlamento y convocar nuevas elecciones. El objetivo era capitalizar la huelga mediante un aumento de los votos a la oposición socialista y liberal y así obtener más diputados y tener la fuerza suficiente como para aprobar una reforma electoral en el futuro. Sin embargo, el rey solo llamó a elecciones parciales, y como resultado, lejos de lo esperado por la oposición, se fortaleció el Partido Clerical.

Este resultado produjo un efecto desmoralizante en la clase obrera belga y europea, luego de las grandes expectativas puestas en la huelga general. Ya desde el comienzo de la huelga esta fue seguida en la prensa de la socialdemocracia alemana, donde Rosa Luxemburg y Franz Mehring escribieron al respecto, criticando la orientación de los dirigentes socialistas belgas.

Cómo pelear por derechos democráticos. El programa y las concesiones a los supuestos aliados

Ya el 4 de abril de 1902, en su artículo “Una cuestión táctica”, Rosa Luxemburg, en los comienzos de la huelga y de la lucha por la reforma electoral, empieza criticando la alianza de los dirigentes del socialista POB con los liberales. La fundamentaban en la lucha por ese derecho democrático. Sin embargo, esta se expresaba en posiciones políticas de conciliación de clases en el POB, donde los liberales con sus giros y vacilaciones una y otra vez habían traicionado a su supuesto aliado, la clase obrera. En ese momento el movimiento obrero belga se encontraba en un punto de un giro decisivo en su lucha, y esta alianza podía perjudicarlo. Los liberales al mismo tiempo se servían de la presión del movimiento obrero para obtener concesiones para la burguesía industrial que los apoyaba, al tiempo que para domesticar ese movimiento. En virtud de esta alianza, los liberales aceptaban la consigna del sufragio igualitario (un hombre = un voto), mientras que el POB aceptaba el sistema de elección proporcional (otra trampa mediante la cual se burlaba en los hechos el sufragio universal), la negativa al sufragio femenino (con la excusa de que era una concesión temporal, y que luego de la obtención del sufragio igualitario masculino pelearían por introducir el femenino), y la renuncia a los métodos revolucionarios de lucha. No obstante, hay que destacar que la orientación del POB constantemente tuvo una doble cara que desorientó a sus seguidores: la revisionista parlamentaria por un lado, y otra, expresada sobre todo en su periódico, que apuntaba a la lucha de clases extraparlamentaria y la continuación de la lucha por medios radicales. No existió una síntesis entre el plano parlamentario expresado por los dirigentes y el de la lucha extraparlamentaria de la base, y ambas “sensibilidades” coexistieron dando como resultado un rumbo errático, hasta que la primera se terminó imponiendo sobre la segunda.

En cuanto a la renuncia al sufragio femenino, Rosa plantea que:

Es una concepción nueva para la socialdemocracia en todos los países considerar a su programa es una especie de menú, con distintos platos que se comen en un determinado orden. Y aunque la situación política de cada país significa que el partido de la clase obrera en cada país a veces pone más peso en la agitación de algunas de sus demandas por sobre otras, la base permanente de nuestra lucha política sigue siendo la totalidad de nuestras demandas. Entre el menor énfasis temporal en un punto del programa y su sacrificio explícito, aunque temporal, como precio a pagar por otro punto del programa, se encuentra toda la distancia que separa la lucha fundamental de la socialdemocracia de las manipulaciones políticas de los partidos burgueses [4].

Previendo las consecuencias que ese rebajamiento del programa tendría sobre la posibilidad de obtener la victoria, agrega:

Lo que se suele llamar "principismo" es ciertamente algo malo, y nunca se nos ocurriría exigir que ningún partido obrero renuncie a ventajas prácticas evidentes en aras de un esquema programático abstracto. Pero aquí, como siempre, simplemente se sacrifican los principios en función de puras ilusiones y no de ventajas prácticas reales. Aquí, como en todo el mundo, si lo examinamos más de cerca, la idea de que la adhesión a nuestros fundamentos políticos básicos sería un obstáculo para nuestra felicidad terrenal no es más que una ilusión [5].

Unidad de las filas obreras y conquista de aliados. “Libertad de acción”

De esta manera, los socialistas belgas se ataban las manos desde el comienzo mismo, al contrario de la esencia de la estrategia que, como dice el general Beaufre, “es la lucha por la libertad de acción” y mantener la iniciativa para actuar con total independencia sin dejarse supeditar por el enemigo [6].

Con respecto a la negativa al sufragio femenino, tanto los liberales como los dirigentes socialistas belgas que simpatizaban con el revisionismo argumentaban que las mujeres eran más atrasadas política y culturalmente, y que la introducción inmediata de la posibilidad de votar para ellas redundaría en un fortalecimiento del Partido Clerical. Rosa planteaba que esto era una posibilidad, pero que en función de eso el partido debía reformular completamente su organización y agitación en función de eso, y que la igualación política de la mujer sería un experimento histórico muy inteligente. Frente a esto, contraponía la supuesta “audacia” que los revisionistas belgas y alemanes adjudicaban, positivamente, al experimento ministerialista de Millerand en Francia, que sin embargo comprometía políticamente a la socialdemocracia en la complicidad con el Estado capitalista y echaba por la borda todos los principios, mientras que no mostraban la misma “audacia” a la hora de pelear por el derecho al sufragio femenino, que sí era uno de los principios de la socialdemocracia.

En su artículo “Volteretas de la táctica” (9 de abril de 1902) [7] plantea que uno de los efectos de la huelga general ya comenzada espontáneamente, y ante el temor a ella, fue hacer que toda la política belga terminara patas para arriba. Se llegó al colmo de que el gobernante Partido Católico “corriera por izquierda” a la oposición liberal y socialista, planteando la introducción del sufragio femenino, únicamente para introducir una cuña en la oposición y debilitarla; así, el propio POB llegó a oponerse al sufragio femenino mediante una resolución de su propio congreso partidario y su bancada parlamentaria se opuso férreamente a él. Por si fuera poco, los socialistas dejaron también su programa republicano de lado y apelaron a la mediación del rey Leopoldo II (¡sí, ese mismo cuyo monumento estuvo a punto de ser derribado hace unos días en Bruselas por ser el responsable del genocidio en la antigua colonia africana del Congo Belga!), argumentando que, al fin y al cabo, una república no dejaba de ser burguesa y, por lo tanto, bajo dominio de los partidos capitalistas podía seguir siendo un instrumento de la oligarquía financiera, de la Iglesia y del imperialismo… Un argumento “izquierdista” para una política conservadora que llegaba a sugerir incluso la posibilidad de una… ¡una monarquía parlamentaria, dieciséis años antes de que la socialdemocracia alemana adoptara ese mismo programa a la salida de la Primera Guerra Mundial! De esta manera, se intercambiaban los lugares políticos, quedando los católicos “a la izquierda” y los socialistas “a la derecha”. El motivo de ese enroque no era otro que la adopción, por parte de los socialistas, del programa de los liberales. Era una recurrencia histórica en Europa que, en la lucha política entre liberales y conservadores, frecuentemente los primeros, considerados “progresistas”, quedaban a la derecha de los conservadores, por ser orgánicos a la burguesía industrial y financiera.

Finalmente, la reforma es rechazada en el parlamento el 20 de abril. Este resultado era previsible, por lo cual el POB debía tener un plan alternativo de continuar la pelea. Sin embargo, siguiendo fielmente el compromiso firmado con los liberales, los dirigentes socialistas mandaron a los 300 mil trabajadores en huelga a sus casas con las manos vacías. Rosa escribe en su artículo “¡Sin timón!”:

Si el Consejo General del Partido Obrero decide realmente llamar a los huelguistas a reanudar el trabajo, la lucha está perdida por el momento. Vergonzosamente perdida, antes de la batalla decisiva, sin lucha real. Porque todo lo que hemos visto hasta ahora no han sido más que preliminares, nada más que preparativos, nada más que demostraciones de fuerza, nada más que ejercicios de entrenamiento, nada más que la preparación de las armas. No hubo empleo de las fuerzas, se enfundará el cuchillo antes de usarlo, se descargará al aire la energía acumulada antes de descargarla [8].

No se trataba en sí mismo, tal cual querían hacer pasar los dirigentes revisionistas como si fuera la posición de Rosa, de pasar a provocar disturbios y violencia para forzar el resultado, pero:

… tenían que tener algún tipo de dirección, alguna táctica clara y consistente. Y sus acciones muestran exactamente lo contrario. Solo se pueden ver una serie de marchas y contramarchas, un tanteo caótico, una vacilación de ir y venir. Si los dirigentes belgas querían limitarse a la lucha parlamentaria, no deberían haber amenazado tanto con la utilización de "medios extremos", con la revolución y con el derramamiento de sangre, con sacrificios de vidas y con poner en pie a las masas. Si, por el contrario, querían apoyarse en las masas, en la acción extraparlamentaria, entonces son incomprensibles sus esfuerzos convulsivos para prolongar la lucha parlamentaria tanto como fuera posible y, cuando una vez concluida, sofocar la acción de las masas lo más rápidamente posible [9].

Si la orientación de los socialistas iba a transcurrir por los canales legalistas en virtud de su pacto con los liberales, entonces no se entiende para qué “jugaron” con la puesta en escena de la huelga general,

... ya que, tan pronto como se blandió el amenazador espectro de una posible revolución, su inocuidad para enfrentar a la mayoría clerical quedó clara desde un principio. Pero si se había determinado, de ser necesario y después de haber agotado los medios legales, echar mano a otros medios auxiliares, entonces es desconcertante por qué la huelga general fue desactivada justo después de haber demostrado su ineficacia la vía legal. Es necesario considerar todas estas cuestiones y analizar la lógica interna de lo que está sucediendo en Bélgica [10].

Para Rosa era una bravuconada centrista de un sector de los socialistas belgas amenazar con una “revolución” que nunca prepararon, que jamás se tomaron en serio y en la que no creían, debido a la coexistencia en su dirección con los parlamentarios moderados que pactaban con los liberales. Tal vez, debe haber sido una de las primeras puestas en escena en la historia del movimiento obrero del clásico “exabrupto verbal” que muchas burocracias sindicales de allí en más acostumbraron utilizar, el tipo de presión in extremis mediante “advertencias” de uso de la fuerza que a menudo ni ellos ni el estado mayor de las clases dominantes (por caracterización de la naturaleza de la burocracia) creían que se fuera a concretar.

En “La causa de la derrota” dice que “No se puede pensar en una contradicción más flagrante entre las palabras de Vandervelde en la Casa del Pueblo, entre los artículos incendiarios del Peuple y la decisión posterior del comité ejecutivo del partido”. Y constata, por primera vez, que “probablemente nunca se ha experimentado en la historia de las luchas obreras modernas un cambio de frente tan repentino” [11]. La causa de semejante cambio de táctica, de un día para el otro, la encuentra en la presión de los liberales, frente a los cuales el POB terminó actuando como correa de transmisión de su política dentro del movimiento obrero.

En la próxima edición seguiremos desarrollando este interesante debate, especialmente respecto a la idea de “plan de guerra”.


VER TODOS LOS ARTÍCULOS DE ESTA EDICIÓN
NOTAS AL PIE

[2La corriente llamada "revisionista" surge alrededor de Eduard Bernstein que, en una serie de artículos llamada "Problemas del socialismo", comienza a plantear desde 1896 la necesidad de revisar el programa de la socialdemocracia alemana para transformarla en un partido que abrazara abiertamente la causa de la reforma del sistema capitalista como medio para llegar paulatinamente y en forma pacífica a la realización del socialismo, y abandonara así su carácter de partido revolucionario. Rosa Luxemburg polemiza con Bernstein en su primera gran obra teórica, Reforma social o revolución (1898-999).

[3La polémica llevada adelante en la prensa socialdemócrata alemana sobre las huelgas políticas en Bélgica en 1902 está compuesta por la siguiente serie de artículos: Rosa Luxemburg: “Eine taktische Frage” (4/4/1902); “Purzelbäume der Taktik” (9/4/1902); “Der dritte Akt” (artículo en dos partes, mediados de abril de 1902); “Steuerlos!” (21/4/1902); “Die Ursache der Niederlage” (22/4/1902); Franz Mehring: “Ein dunkler Maitag” (23/4/1902); Rosa Luxemburg: “Das belgische Experiment” (26/4/1902); Emile Vandervelde: “Nochmals das belgische Experiment”(30/4/1902); Rosa Luxemburg: “Und zum dritten Mal das belgische Experiment”(14/5/1902); "Schlag auf Schlag" (29/6/1912); "Das belgische Experiment" (artículo en tres partes, entre el 15 y el 18/5/1913). Algunos artículos de ese debate fueron publicados en castellano en el Cuaderno de Pasado y Presente N° 62, Debate sobre la huelga de masas, primera parte. (Primera edición 1975). Hay más artículos de Rosa sobre la huelga belga de 1902, que fueron publicados en el tomo 6 de la edición oficial de sus obras completas en alemán, recién aparecido en 2014, luego de un lapso de cuatro décadas de aparecido el tomo 5, en la en ese entonces República Democrática Alemana.

[5Ibídem.

[6Ver Emilio Albamonte y Matías Maiello, Estrategia socialista y arte militar, Buenos Aires, Ediciones IPS, 2017, p. 84.

[9Ibídem.

[10Ibídem
COMENTARIOS
CATEGORÍAS

[Ideas & Debates]   /   [Franz Mehring]   /   [Teoría // Ideología]   /   [Rosa Luxemburg]   /   [Teoría marxista]   /   [Bélgica]   /   [Marxismo]

Guillermo Iturbide

(La Plata, 1976) Es licenciado en Comunicación Social (FPyCS-UNLP) y doctorando en Ciencias Sociales (FaHCE-UNLP). Compiló, tradujo y prologó Rosa Luxemburg, "Socialismo o barbarie" (2021) y AA.VV., "Marxistas en la Primera Guerra Mundial" (2014). Ha participado en la traducción y edición de las Obras Escogidas de León Trotsky de Ediciones IPS. Milita en el Partido de los Trabajadores Socialistas desde 1997.