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Clásicos de León Trotsky online

¿Qué deben hacer los bolcheviques- leninistas en España?

¿Qué deben hacer los bolcheviques- leninistas en España?

Carta a un amigo español, 22 abril 1936

 

Esta carta fue publicada por primera vez en New Militant el 2 de mayo de 1936, luego en el B.I. del G.B.L., n.º 7‑8 de mayo 1936, p. 8‑10. Los antiguos miembros de la I.C.E. y del P.O.U.M. consideran generalmente que el amigo español que era el destinatario era Arlen, ya mencionado más arriba a propósito de la crisis de 1933. Se sabe de forma general que Trostky tenía por Arlen cierta estima y es probable que en otro tiempo hubiera podido pensar en él para hacer contrapeso a la orientación de Nin. Esta convicción extendida entre los antiguos militantes, no está apoyada en nada preciso: en una carta del 10 de enero 1972, Enrique Rodríguez nos ha precisado que ningún militante del P.O.U.M. ‑entre ellos él mismo‑ había oído nunca hablar de esta carta antes de sus años de emigración y, verosímilmente, su publicación en el tomo III de los Escritos. Enrique Rodríguez nos ha sugerido que la carta de Trotsky podía estar dirigida, no a Arlen, sino a Luis García Palacios. El antiguo secretario general de las juventudes comunistas, pasado a la oposición de izquierdas en 1932, después de una breve estancia en la agrupación autónoma de Madrid, había sido partidario de la formación del P.O.U.M., pero, como la mayoría de los militantes de Madrid salidos de la I.C.E., aceptaba mal la ruptura definitiva con Trotsky y los partidarios de la IVª Internacional. Un poco antes del mes de abril le habría dirigido una carta, “una carta‑mensaje de adhesión entusiasta y personal”, a la. que Trotsky habría respondido con este texto. Enrique Rodríguez nos ha precisado que esta iniciativa de Luis García Palacios había provocado en Madrid una viva reacción de algunos elementos del P.O.U.M., como Luis Portela, pero que Maurín había cerrado el incidente. Joaquín Maurín, al que hemos consultado, no tiene ningún recuerdo de este episodio. T. 3913.

 

 

La situación en España es de nuevo revolucionaria.

La revolución española se ha desarrollado con un ritmo muy lento. Los revolucionarios se han beneficiado así de un plazo relativamente importante para reunir alrededor de ellos a la vanguardia a fin de estar a la altura de sus tareas en el momento decisivo. Hoy, debemos decir abiertamente que los «comunistas de izquierda» españoles han dejado pasar completamente este plazo muy favorable y que no se han mostrado en nada mejores a los traidores socialistas y «comunistas». ¡Sin embargo no les habla faltado advertencias! Tanto más grande es la responsabilidad de un Andrés Nin, o de un Andrade. Con una política justa, la izquierda comunista hubiera podido encontrarse hoy, como sección de la IV.ª Internacional, a la cabeza del proletariado español. En lugar de ello, vegeta en la organización confusionista de un Maurin, sin programa, sin perspectivas, sin ninguna importancia política. La acción de los marxistas en España comienza por la condena del conjunto de la política de Andrés Nin y Andrade, que era y sigue siendo, no sólo errónea, sino criminal.

¿Qué significa la destitución del presidente Alcalá Zamora?[1] Significa que la evolución política ha entrado de nuevo en una fase aguda. Zamora constituía, por decirlo así, el polo estable de las cimas dirigentes. Aunque en condiciones diferentes, jugaba el papel que representó por cierto tiempo un Hindenburg en Alemania, en la época en que la reacción ‑incluidos los nazis‑ por una parte, y la socialdemocracia por la otra depositaban en él sus esperanzas. El bonapartismo de los tiempos modernos es la expresión de la exacerbación extrema de las contradicciones de clase en un período en que no han conducido aun a la lucha abierta. El bonapartismo puede encontrar su punto de apoyo en un gobierno cuasi‑parlamentario o en un presidente «por encima de los partidos»: no depende más que de las circunstancias. Alcalá Zamora era el representante de este equilibrio bonapartista. La exacerbación de las contradicciones ha llevado a los campos a intentar primero utilizarlo, luego a desembarazarse de él. No habiéndolo conseguido en su tiempo las derechas, ahora es el Frente Popular quien lo hace. Pero ello significa el comienzo de un período revolucionario agudo. La profunda efervescencia de las masas, las incesantes explosiones de violencia, muestran que los obreros de las ciudades y el campo, igual que los campesinos pobres, engañados tan a menudo, empujan con todas sus fuerzas hacia la solución revolucionaria. Frente a‑este poderoso movimiento, ¿cuál es el papel del Frente Popular? El de un freno gigantesco, construido y manejado por traidores y empedernidos canallas. ¡Y todavía ayer, Juan Andrade firmó el programa particularmente infame de este Frente Popular!

Después de la destitución de Alcalá Zamora, será Azaña, quien, de la mano del nuevo presidente de la República tendrá que asumir el papel de polo bonapartista[2] estable, es decir, tratar de elevarse por encima de los dos campos a fin de dirigir mejor las armas del Estado contra las masas revolucionarias que le han alzado al poder. Pero las organizaciones obreras permanecen enteramente prisioneras en las redes del Frente Popular. En estas condiciones, las convulsiones de las masas revolucionarías ‑sin programa y sin dirección digna de su confianza‑ corren el riesgo de abrir de par en par la puerta a la dictadura contrarrevolucionaria[3]

El que los obreros empujen en dirección a la revolución está probado por el desarrollo de todas sus organizaciones, en particular la del Partido Socialista y de las juventudes socialistas. Hace dos años, planteamos la cuestión de la entrada de los bolcheviques‑leninistas en el partido socialista. Los Andrés Nin y Andrade rechazaron esta propuesta con el desprecio de filisteos conservadores: querían ante todo su « independencia », porque les aseguraba su tranquilidad y no les comprometía a nada. La adhesión al partido socialista en España habría conducido sin embargo, en las condiciones dadas, a resultados infinitamente mejores que en Francia, por ejemplo ‑a condición sin embargo que se hubieran conseguido evitar los enormes errores cometidos por los camaradas de la dirección francesa, por supuesto. Luego, Nin y Andrade se fusionaron con el confusionista Maurin para correr con él tras el Frente Popular[4]. Entretanto, los obreros socialistas, que aspiran a la claridad revolucionaria, han sido víctimas de estafadores estalinistas. La fusión de las dos organizaciones de juventud significa que los mercenarios de la Internacional comunista van a burlar y destruir las mejores energías revolucionarias.[5] Y los «grandes» revolucionarios Andrés Nin y Andrade se mantienen al margen para llevar con Maurin una propaganda‑ perfectamente inoperante en favor de la «revolución democrático‑socialista», es decir, en favor de la traición socialdemócrata.[6][7]
Nadie puede prever el aspecto que revestirá en España el próximo período. La corriente que ha llevado al poder a la banda del Frente Popular es en todo caso demasiado potente como para poder retroceder en breve plazo y para abandonar a la reacción el campo de batalla. Los elementos auténticamente revolucionarios disponen aún de cierto plazo, verosímilmente bastante breve, para tomar conciencia, para reunirse, para preparar el futuro. Y esto concierne en primer lugar a los partidarios de la IV.ª Internacional. Sus tareas son claras como la luz del día:

1. Condenar y denunciar implacablemente ante las masas la política de todos los dirigentes que forman parte del Frente Popular.
2. Comprender a fondo y exponer claramente ante los ojos de los obreros avanzados el lamentable papel jugado por la dirección del «partido obrero de unificación marxista», en particular el de los antiguos «comunistas de izquierda» como Andrés Nin, Andrade, etc.
3. Reunirse alrededor de la bandera de la IVª Internacional sobre la base de la «Carta abierta»[8]
4. Adherirse al partido socialista y a las juventudes unificadas, a fin de trabajar allí como fracción en el espíritu del bolchevismo.[9]
5. Crear fracciones y células en los sindicatos y otras organizaciones de masas.
6. Dirigir lo esencial de su atención hacia los movimientos espontáneos o semiespontáneos, estudiar sus rasgos generales, es decir, preocuparse de la temperatura de las masas, y no de la de las bandas parlamentarias[10]
7. Estar presentes en todas las luchas, a fin de darles una expresión clara.
8. Insistir siempre para que las masas constituyan sus comités de acción elegidos ad hoc (juntas, soviets) y ampliarlos cada vez más.
9. Oponer el programa de la conquista del poder, de la dictadura del proletariado y de la revolución social a todos los programas híbridos, al estilo Caballero o Maurín.
Este es el único camino real de la revolución proletaria. No existe otro.



[1] El 7 de abril de 1936, por 238 votos contra 5 ‑absteniéndose el grueso de la derecha‑, las Cortes pronuncian la deposición del presidente de la República, Niceto Alcalá Zamora, católico y conservador que había combatido a la izquierda mientras se esforzaba por moderar a la derecha en el curso del bienio negro. Se puede comparar la posición de Trotsky sobre esta cuestión a la que desarrolla, en La Batalla del 1.º de mayo el antiguo militante de la I.C.E. José Luis Arenillas: «La destitución del presidente de la República ha sido una farsa, montada con la complicidad de todos los partidos «de izquierda», a fin de dar prestigio al Parlamento y de desviar la atención de las masas de sus verdaderos problemas de clase». Señalemos que Joaquín Maurín, el único diputado del P.0.U.M., votó el 15 de abril la confianza al gobierno Azaña. Pero los electores del P.O.U.M. votaron, simbólicamente, por la elección del presidente de la república, en favor del socialista Ramón González Peña, que había sido una de las víctimas más ilustres de la dura represión consecutiva a la insurrección obrera de Asturias.
[2] Azaña, que había sido presidente del consejo durante el primer bienio, y cuya política había abierto el camino a la reacción, se había aproximado a los partidos obreros al final del bienio negro y había sido uno de los artesanos de la formación del bloque electoral de las izquierdas, igual que Prieto por el lado socialista. Había sido llamado apresuradamente a la presidencia del consejo por el presidente Alcalá Zamora inmediatamente después del éxito electoral de las izquierdas y de las manifestaciones que habían desencadenado en todo el país. Después de un interín asegurado por el presidente de las Cortes, Diego Martínez Barrio, iba a suceder a Alcalá Zamora el 10 de mayo. La Batalla escribía de él, el 10 de mayo, que en realidad era «el candidato de las derechas». Señalemos que el periodista socialista Javier Bueno, el antiguo director del periódico de Oviedo Avance, uno de los más ardientes defensores de la política de Alianza Obrera, también célebre víctima de la represión de después de octubre de 1934, había igualmente atacado violentamente, en el periódico de Largo Caballero, Claridad, la candidatura de Azaña a la presidencia de la República.
[3] El 16 de junio, en las Cortes, el jefe parlamentario de la derecha, José Calvo Sotelo ‑que estaba personalmente comprometido en los preparativos de la insurrección militar‑ enumeraba 170 destrucciones y 251 tentativas de destrucción o incendio de iglesias, 269 muertos y 1.287 heridos en riñas, batallas en las calles, o asesinatos, 133 «huelgas generales» y 218 huelgas parciales, estadísticas altamente fantasiosas, pero cuya razón de ser era evidentemente proporcionar a los facciosos pretextos para «restablecer el orden» por el levantamiento militar
[4] El giro de La Batalla hacia el Frente Popular no puede inspirarnos ninguna confianza. No se puede decir el lunes que la Sociedad de Naciones es una banda de ladrones y el martes invitar a los electores a votar por el programa de la S.D.N., para explicar el miércoles que no se trataba la víspera más que de una maniobra electoral y que se va a volver a tomar su verdadera programa. El obrero serio debe preguntarse: ¿qué van a decir esta gente el jueves o el viernes? Maurín parece la encarnación del pequeño-burgués revolucionario, ágil, versátil, y superficial. No estudia nada, comprende poco y siembra la confusión. (Nota de Trotsky)
[5] La fusión entre las juventudes socialistas y las juventudes comunistas se habla efectuado, a partir de una conferencia común el 1º de abril de 1936, sobre la base de las recomendaciones de una «comisión de unificación», sin que se hubiera celebrado el menor congreso previo de las dos organizaciones. La nueva organización de las juventudes socialistas unificadas (J.S.U.) se alineaba inmediatamente sobre posiciones estalinistas. Trotsky, a diferencia de sus camaradas españoles, no estaba sorprendido por ello: únicamente los trotskystas podían, según él, vacunar a la izquierda socialista contra el estalinismo,.y ellos se habían negado a hacerlo. Solano, dirigente de la organización de jóvenes del P.O.U.M., la J.C.I., escribía: «En el momento de la fusión, las juventudes socialistas mantenían posiciones marxistas revolucionarias en contraste manifiesto con las juventudes comunistas oficiales que actuaban conforme a las reglas del más vergonzoso de los oportunismosLa "unificación", sin embargo, se ha realizado. Las juventudes socialistas han absorbido orgánicamente a las juventudes comunistas. Pero sólo orgánicamente. Desde el punto de vista de la doctrina y de la táctica, la nueva organización de juventudes es una organización, si no estalinista, fuertemente estalinizada». Añadía, sin embargo, esta nota optimista: «La gran mayoría de los jóvenes socialistas son marxistas revolucionarios. La "unificación va a sorprenderles por su carácter de fusión oportunista». (La Nueva Era, junio 1936, p. 118 y 120.)
[6] Este «veredicto» era evidentemente tenido por demasiado severo por buen número de militantes y simpatizantes de la época, por no hablar de los Sneevliet, Vereecken, Víctor Serge y los Rosmer que lo rechazaban fervientemente. Es así como New Militant, a petición, indicaba, de «numerosos lectores» había debido publicar el 11 de abril el texto íntegro del programa electoral de las izquierdas que Trotsky había reprochado al P.O.U.M. de firmar, en su artículo aparecido el 15 de febrero en New Militant. Y en el mismo periódico, con fecha del 6 de junio, en un artículo sobre el «balance del Frente Popular en España», Alfredo Rojas mostraba que alimentaba aún la esperanza de ver a los antiguos B.‑L. llevar a cabo una rectificación. Después de haber criticado una vez más la política y las dudas del P.O.U.M. y tratado a Maurín de «tendero», escribía, en efecto: «Hasta ahora, el grueso de la antigua oposición de izquierda no ha roto como esta pandilla estéril; pero la escisión que se está desarrollando en el partido socialista deberá por fin galvanizar a todos los que son aún capaces de pensamiento político». El comentarista de New Militant se equivocaba. En efecto, en esta época, según Joaquín Maurín (carta personal del 18 de mayo de 1972) Francisco Largo Caballero había propuesto al dirigente del P.O.U.M. la entrada de este último en las filas del partido socialista, con el objetivo, sin duda, de reforzar en él su propia tendencia entonces en descenso. Y, siempre según Maurín, en el comité ejecutivo del P.O.U.M. en el que rindió cuentas de esta propuesta, Andrés Nin había sido el más ardiente adversario de esta eventual «entrada». En respuesta a nuestras preguntas, Joaquín Maurin nos ha indicado (carta del 6 de agosto 1972) que tenía la intención de redactar un artículo sobre Largo Caballero, dando cuenta particularmente de estos contactos de primavera de 1936.
[7] Marx escribía en 1876 que el término de «socialdemócrata» no era correcto: no se puede colocar al socialismo bajo el control de la democracia. El socialismo ‑o el comunismo‑ nos basta; la «democracia» no tiene nada que ver ahí. Desde entonces, la revolución de Octubre ha demostrado con vigor que la revolu­ción socialista no puede efectuarse en el marco de la democracia. La revolución «democrática» y la revolución socialista se encuentran en lados opuestos de la barricada. La IVª Internacional ha confirmado esta experiencia y la ha teorizado. La revolución «democrática» está hecha ya en España. Resucita con el Frente Popular. Azaña, con o sin Largo Caballero, personifica en España la «revolución democrática». La revolución socialista se hará en el curso de una lucha implacable contra la «revolución democrática» con su Frente Popular. ¿Qué quiere. decir esta «síntesis» de «revolución democrático‑socialista»? Nada. Sólo un galimatías ecléctico. 
[8] La «Carta abierta para la IV Internacional» de agosto de 1935 había sido firmada por el R.S.A.P. de Holanda, el Workers Party de los Estados Unidos y el del Canadá, el G.B.L. francés de la S.F.I.O. y el Secretariado Internacional de la Liga Comunista Internacional (B.‑L.). Daba las indicaciones siguientes para la construcción de las secciones nacionales: «Seria funesto intentar establecer un itinerario único para todos los países. Según las condiciones nacionales, según los grados de descomposición de las viejas organizaciones obreras, según, en fin, del estado de sus propias fuerzas en el momento. dado, los marxistas (socialistas‑ revolucionarios, internacionalistas, bolcheviques‑leninistas) pueden aparecer, bien como organizaciones independientes, bien como fracciones en uno de los viejos partidos o sindicatos. Evidentemente, en el momento y en la arena que sea, este trabajo de fracción no es nunca más que una etapa hacia la creación de nuevos partidos de la IVª Internacional, partidos que pueden nacer por el agrupamiento de los elementos revolucionarios de las viejas organizaciones, o por la acción de formaciones independientes. Pero en la arena y métodos de que se trate, están obligados a presentarse con todos sus principios y con claras consignas revolucionarias. No juegan al escondite con la clase obrera, no disimulan su objetivo, no reemplazan la lucha de principios por la diplomacia y las combinaciones». (La Vérité, 23 agosto 1935.)
[9] No había, ni podía haber en esta fecha, «fracción trotskysta» en el P.S. y las J.S. El grupo Fersen había estallado estrepitosamente, habiéndose integrado en el P.S. su principal inspirador donde no jugaba ningún papel, y dándose, además, a la bebida. G. Munis había vuelto a Méjico. Jesús Blanco iba a adherirse al P.O.U.M. poco antes del comienzo de la guerra civil y convertirse rápidamente en uno de los principales dirigentes de la J.C.I. madrileña. A pesar de su toma de posición a favor del «entrismo», no parece que, en el intervalo, haya entrado (y salido) en las J.S.. Esteban Bilbao debía permanecer aislado durante numerosos meses, sin tan siquiera la sombra de una organización. Existían en Madrid y en Gerena, al menos, militantes B.‑L. en las juventudes socialistas a comienzos de 1936. Por lo que se refiere a los madrileños, Yvan Craipeau. escribe en Revolution, órgano de las J.S.R., en julio de 1936, que los militantes que se reclaman del trotskysmo han sido expulsados al día siguiente de la unificación después de una apremiante intervención de Santiago Carrillo en persona.Los andaluces Julio Cid y José Quesada abandonaban las J.S. en el mismo momento. Señalemos por fin, que un militante americano -Harry Milton‑ enumerando las fuerzas B.‑L., habla en una carta de abril de 1937 del «grupo de mejicanos de Madrid». (Archivos Jean Rous.)
[10] Trotsky expresa aquí la idea subyacente a todo su análisis, pero nunca desarrollada completamente antes de 1937, de que los revolucionarios deben fijar su línea política determinándose en relación al movimiento de las masas y no a: las posiciones de los estados mayores y de los aparatos



Escritos sobre España - Tomo I y II