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Boletín Especial (Noviembre 2007)

Mujeres Combatientes en los días de la Gran Revolución de Octubre

Mujeres Combatientes en los días de la Gran Revolución de Octubre

 

Alexandra Kollontai[1]

 

Traducción inédita para este boletín por Gabriela Vino. Tomado de la versión en inglés disponible de la página web Marxist Internet Archive. Fuente: Alexandra Kollontai: Artículos y Discursos Seleccionados, Progress Publishers, 1984; Primera Publicación: en Zhensky zhurnal (El Diario de las Mujeres), No. 11, Noviembre de 1927, pp. 2-3, abreviado.

 

Las mujeres que tomaron parte en la Gran Revolución de octubre – ¿quiénes fueron? ¿Individuos aislados? No, fueron muchísimas, decenas, cientos de miles de heroínas sin nombre quienes, marchando codo a codo con los trabajadores y los campesinos detrás de la bandera roja y la consigna de los Soviets, pasaron sobre las ruinas de la teocracia zarista hacia un nuevo futuro...

Si se mira hacia atrás en el pasado, se las puede ver, estas masas de heroínas sin nombre a quienes Octubre encontró viviendo en ciudades famélicas, en pueblos empobrecidos saqueados por la guerra....Una bufanda sobre sus cabezas (muy raramente, todavía, un pañuelo rojo), una pollera gastada, una chaqueta remendada de invierno...

Jóvenes y ancianas, trabajadoras, campesinas esposas de soldados y amas de casa de la ciudad pobre. Más raramente, mucho más raramente en esos días, mujeres oficinistas y profesionales, mujeres cultas y educadas. Pero también había mujeres de la intelligentsia entre aquellas que llevaron la bandera roja hacia la victoria de Octubre – maestras, empleadas de oficina, jóvenes estudiantes de secundarios y universidades, doctoras. Ellas marcharon animadas y desinteresadamente, con un propósito. Iban donde fueran enviadas. ¿Al frente? Se ponían una gorra de soldado y se transformaban en combatientes del Ejército Rojo[1]. Si se ponían una banda roja en el brazo, entonces se precipitaban hacia los puestos de primeros auxilios para ayudar al frente Rojo contra Kerensky[2] en Gatchina[3]. Ellas trabajaron en las comunicaciones del ejército. Trabajaban animadamente, llenas del convencimiento de que algo crucial estaba ocurriendo, y de que todas somos pequeños engranajes en la gran maquinaria de la revolución.

En los pueblos, las campesinas (cuyos esposos habían sido enviados al frente) tomaron las tierras de los terratenientes y persiguieron a la aristocracia fuera de las madrigueras que habían ocupado durante siglos.

Cuando se rememoran los hechos de Octubre, no se ven rostros individuales sino masas. Masas sin número como olas de humanidad. Pero dondequiera que se mire se ven hombres -en reuniones, agrupaciones, manifestaciones...[4]

Todavía no están seguros de qué es exactamente lo que quieren, qué procuran, pero saben una cosa: no tolerarán más la guerra. Tampoco quieren más terratenientes ni señores influyentes... En el año de 1917, el gran océano de la humanidad empuja y se balancea, y una gran parte de ese océano está hecho de mujeres.

Algún día el historiador escribirá sobre las hazañas de estas heroínas anónimas de la revolución, que murieron en el frente, que fueron baleadas por los Blancos y soportaron las incontables privaciones de los primeros años después de la revolución, pero que continuaron manteniendo en alto la Bandera Roja del poder del Soviet y el comunismo.

Es ante estas heroínas sin nombre, quienes murieron para lograr una nueva vida para la clase trabajadora durante la Gran Revolución de Octubre, que la joven república se inclina en reconocimiento, mientras su joven pueblo, animoso y entusiasta, se pone a construir las bases del socialismo.

Sin embargo, de este océano de cabezas femeninas con pañoletas y gorros gastados, inevitablemente emergerán las figuras de ésas a quienes el historiador dedicará particular atención cuando, dentro de muchos años, escriba sobre la Gran Revolución de Octubre y su líder Lenin.

La primera figura que se destaca es la de la fiel compañera de Lenin, Nadezhda Konstantinovna Krupskaya[5], llevando su simple vestido gris y siempre proponiéndose permanecer en segundo plano. Ella se escurría sin ser notada en una reunión y se ubicaba detrás de una columna, pero veía y oía todo, observando todo lo que acontecía para poder luego darle un informe detallado a Vladimir Ilyich, añadiendo sus acertados comentarios propios y arrojando luz sobre alguna sensible, pertinente y útil idea.

En esos días Nadezhda Konstantinovna no hablaba en las numerosas y tumultuosas asambleas en las que la gente discutía alrededor del gran interrogante: ¿ganarían los Soviets el poder o no? Sin embargo, ella trabajaba incansablemente como la mano derecha de Vladimir Ilyich, a veces haciendo un breve pero informativo comentario en las asambleas del partido. En los momentos de mayores dificultades y peligros, cuando muchos camaradas más fuertes se descorazonaban y sucumbían ante la duda, Nadezhda Konstantinovna siempre permaneció igual, totalmente convencida de la rectitud de la causa y de su certera victoria. Irradiaba una fe inconmovible, este acérrimo espíritu se ocultaba detrás de una modestia poco frecuente, y siempre tenía un efecto esperanzador sobre todo aquel que entrara en contacto con la compañera del gran líder de la Revolución de Octubre. 

Otra figura emerge – la de otra fiel compañera de Vladimir Ilyich, una camarada de armas durante los difíciles años del trabajo clandestino, secretaria del Comité Central del Partido, Yelena Dmitriyevna Stassova[6]. Una clara, intelectual, precisa y excepcional capacidad para el trabajo; una rara habilidad para indicar la persona correcta para el trabajo. Su alta, escultural figura podría ser vista primero en el Soviet del palacio Tavrichesky[7], luego en la casa de Kshesinskaya[8], y finalmente en el Smolny[9] En sus manos ella sostiene un anotador, mientras, a su alrededor, sus camaradas de prensa del frente, obreros, Guardias Rojos, obreras, miembros del partido y de los Soviets, buscan una pronta, clara respuesta u orden.

Stassova tenía a cargo la responsabilidad de varios asuntos importantes, pero si un camarada enfrentaba necesidades o angustia en aquellos días tormentosos, ella siempre respondía dando una breve y aparentemente seca frase, pero haciendo ella misma todo lo que pudiera. Estaba sobrepasada de trabajo, y siempre en su puesto. Siempre en su puesto y a la vez nunca esforzándose por destacarse. No le gustaba ser el centro de atención. Sus preocupaciones no eran para con ella misma sino para la causa.

Por la noble y querida causa del comunismo, Yelena Stassova sufrió el exilio y la prisión en las cárceles zaristas, y su salud quedó quebrantada... En el nombre de la causa ella se volvió evasiva, tan dura como el acero. Pero hacia los sufrimientos de sus camaradas, desplegaba una sensibilidad y receptividad que sólo se encuentran en una mujer con un corazón cálido y noble.

Klavdia Nikolayeva era una obrera de orígenes muy humildes. Ella se unió a los bolcheviques tempranamente en 1908, en los años de la reacción, y había soportado el exilio y la prisión... En 1917 regresó a Leningrado y se convirtió en el corazón de la primera revista para las mujeres trabajadoras, Kommunistka. Era todavía joven, llena de fuego e impaciencia. Pero sostuvo la bandera firmemente, y con audacia declaró que las obreras, las esposas de los soldados y las campesinas debían ser atraídas al partido. ¡Mujeres, al trabajo! ¡A la defensa de los Soviets y el comunismo! 

Ella hablaba en las reuniones, aún nerviosa e insegura de sí, pero atraía a otros a seguirla. Era una de aquellas que sostenían sobre sus hombros todas las dificultades que implicaba preparar el camino para la amplia participación masiva de las mujeres en la revolución; una de aquellas que pelearon en dos frentes – para los Soviets y el comunismo, y al mismo tiempo para la emancipación de las mujeres. Los nombres de Klavdia Nikolayeva y Konkordia Samoilova, quién murió de la enfermedad del cólera en su puesto revolucionario en 1921, están ligados en forma indisoluble con los primeros y más difíciles pasos tomados por el movimiento de las mujeres trabajadoras, particularmente en Leningrado. Konkordia Samoilova fue una trabajadora del partido de una generosidad sin paralelos, una magnífica, metódica oradora que sabía cómo ganar los corazones de las trabajadoras. Aquellas que trabajaron a su lado recordarán por mucho tiempo a Konkordia Samoilova. Era simple en sus modales, en su vestimenta, demandante en la ejecución de las decisiones, estricta, tanto consigo misma como con los otros.

Particularmente impactante es la figura de Inessa Armand[10], quien fue encargada de un trabajo partidario muy importante de preparación de la Revolución de Octubre, y quien desde allí contribuyó con muchas ideas creativas para el trabajo llevado adelante entre las mujeres. Con toda su feminidad y gentileza de modales, Inessa Armand era inamovible en sus convicciones y capaz de defender lo que creía correcto, incluso cuando enfrentaba a grandes oponentes. Luego de la revolución, Inessa Armand se dedicó totalmente a la organización del amplio movimiento de mujeres trabajadoras, y la conferencia de delegadas es su creación.

Un enorme trabajo fue realizado por Varvara Nikolayevna Yakovleva[11] durante los difíciles y decisivos días de la Revolución de Octubre en Moscú. En el campo de batalla de las barricadas ella mostró una resolución digna de un líder de cuartel del partido... Varios camaradas dijeron entonces que su resolución y firme coraje dieron valor a los dubitativos e inspiraron a aquellos que habían perdido esperanzas. “¡Adelante!” – hacia la victoria. 

Mientras se rememora las mujeres que formaron parte de la Gran Revolución de Octubre, más y más nombres y rostros se levantan como por arte de magia de la memoria. ¿Podríamos faltar a honrar hoy la memoria de Vera Slutskaya, quien trabajó desinteresadamente en la preparación de la revolución y fue baleada por los Cosacos en el primer frente Rojo cerca de Petrogrado?

¿Podríamos olvidar a Yevgenia Bosh, con su temperamento apasionado, siempre listo para la batalla? También ella murió en su puesto revolucionario.

¿Podríamos omitir mencionar aquí dos nombres cercanamente conectados con la vida y la actividad de V. I. Lenin – sus dos hermanas y camaradas en armas Anna Ilyinichna Yelizarova[12] y Maria Ilyinichna Ulyanova?

...¿Y la camarada Varya, de los talleres del ferrocarril en Moscú, siempre vivaz, siempre con prisa? ¿Y Fyodorova, la trabajadora textil en Leningrado, con su agradable rostro sonriente y su temeridad cuando acudía a luchar en las barricadas?

Es imposible enumerarlas a todas, ¿y cuántas permanecen sin nombre? Las heroínas de la Revolución de Octubre fueron un ejército completo, y aunque sus nombres puedan ser olvidados, su entrega vive en la misma victoria de esa revolución, en todos los logros y ganancias que ahora disfrutan las mujeres trabajadoras en la Unión Soviética.

Es un hecho claro e incontrovertible que, sin la participación de las mujeres, la Revolución de Octubre no hubiese podido traer la Bandera Roja a la victoria ¡Gloria a las trabajadoras que marcharon bajo esa Divisa Roja durante la Revolución de Octubre! ¡Gloria a la Revolución de Octubre que liberó a las mujeres!



[1] Alexandra Kollontai (1872-1952), intelectual, hija de un general. Miembro del partido socialdemócrata ruso desde 1899, bolchevique primero y menchevique después hasta 1915 en que vuelve a las filas del bolchevismo. Emigra a EE. UU. durante la guerra y retorna a Rusia durante la revolución, ocupando altos puestos de gobierno.

[2] El Ejército Rojo fue creado por el Estado obrero para la defensa de la Revolución.

[3] Kerensky, Alexander (1881-1970): social-revolucionario ruso. Después de la Revolución de Febrero fue Ministro de Justicia, Guerra y Marina y finalmente, jefe del Gobierno Provisional desde julio hasta la Revolución de Octubre. En 1918 huyó al extranjero.

[4] Palacio de Gatchina, al sur de Petrogrado.

[5] Quizás la autora del artículo se refiera a que es más visible y recordada la participación de los hombres en la revolución que la de las mujeres (N. de T.).

[6] Nadezhda Krupskaya: Nació en San Petersburgo en 1869, y mientras cursaba en el Colegio de Mujeres adhirió a un círculo marxista y formó a los obreros en las ideas socialistas. A los 25 años se casó con Lenin. Poco después, fue arrestada por sus actividades revolucionarias y, junto con el dirigente bolchevique, fue enviada al exilio, donde escribió su primer libro, La Mujer Trabajadora. Cuando la revolución se encendió en 1905 regresó a Rusia como secretaria del Comité Central del Partido Bolchevique. En 1914, participó de la redacción del periódico Rabotnitsa (La obrera), y en 1915 integró la delegación rusa a la IIIº Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas, organizada por Clara Zetkin, que se pronunció contra la guerra imperialista. Con sus conocimientos sobre educación colaboró en la Revolución Rusa de 1917: apenas tomado el poder, fue nombrada Comisaria de Educación, un cargo equivalente al de ministro. Desde allí promulgó las leyes educativas del nuevo Estado obrero, propició las campañas de alfabetización, puso en pie numerosas instituciones culturales y desarrolló la bibliotecología.

[7] Yelena Dmitriyevna Stassova (1873-1966). Se unió a las filas del partido socialdemócrata ruso en 1898. Como secretaria personal de Lenin, fue exiliada a Liberia entre 1913-1916.

[8] Palacio Taurina, en San Petersburgo.

[9] Matilde Kshesinskaya fue una famosa bailarina amante del último zar. Durante la revolución, las masas insurrectas tomaron su palacio.

[10] El Instituto Smolny era un antiguo colegio aristocrático de señoritas, transformado en centro de operaciones de la insurrección.

[11] Inessa Armand (1875-1920). Se une al partido Bolchevique en 1904, emigra en 1909 y se convierte en amiga personal de Lenin en el exilio. Representa a los bolcheviques en Bruselas en 1914, en Zimmerwald y en Kienthal. A su retorno a Rusia, en 1917, trabaja en la Internacional Comunista y muere en 1920, víctima del cólera. 

[12] Varvara Nikolayevna Yakovleva (1884-1944?) Antigua militante bolchevique, se unió al partido en 1904. Durante la discusión sobre los sindicatos (1920-21) apoyó a Bujarin. En 1923 fue una de las firmantes de la Carta de los 46, en octubre de 1923, apoyando el programa de democratización del partido desarrollado por Trotsky. Luego del Tercer Juicio de Moscú, en 1937, fue sentenciada a 20 años de prisión. Se cree que fue fusilada en 1941 o en 1944.

[13] Anna Ilyinichna Yelizarova: (1864-1935) Miembro del consejo editorial del periódico Rabotnitsa (La obrera).