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Mariátegui: el comunismo de las muchedumbres

Juan Dal Maso

MARXISMO
Ilustración: Emilio Pettoruti, Detalle de José-Carlos-Mariátegui (1921).

Mariátegui: el comunismo de las muchedumbres

Juan Dal Maso

Ideas de Izquierda

Apuntes para una discusión sobre la concepción marxista (y mariateguiana) de la política.

En un conocido texto de 1857, el poeta francés Charles Baudelaire escribió:

No se le da a cualquiera tomar un baño de multitud: gozar de la muchedumbre es un arte; y solo puede darse un festín de vitalidad, a expensas del género humano, aquel a quien un hada le inspiró en su cuna el gusto del disfraz y de la máscara, el odio al domicilio y la pasión del viaje.

El tema de las multitudes y las muchedumbres dominó buena parte de la literatura y el pensamiento económico y social europeos de ese tiempo y por un largo período. Fuera para buscar en ellas la legitimidad de un poder o la posibilidad de transformación o para pensar cómo hacer que volvieran a los suburbios de los que nunca deberían haber salido, sea para tomarlas como objeto estético (fascinante y peligroso a la vez, al estilo de la fijación, en estas pampas, de Borges con el tema de la barbarie), las masas estaban ahí y eran la expresión de sociedades en proceso de cambio.

Por obvias razones, es un tema igualmente presente en el marxismo y particularmente en el pensamiento de José Carlos Mariátegui. La irrupción de las masas, característica de la situación histórica que se abre con la Primera Guerra Mundial y la Revolución rusa, marca la impronta de sus reflexiones y elaboraciones en un amplio abanico de temas. Unidos por el signo de un cambio de época, las revoluciones y levantamientos nacionales abren el camino a una práctica política de masas que marca los límites de la democracia liberal y presenta una alternativa frente a ella tanto como frente al fascismo. Pero también inciden en los cambios experimentados por la literatura y las artes. Esta confluencia de procesos puede verse con toda claridad en La Escena contemporánea pero también en múltiples escritos de Mariátegui.

Mariátegui utiliza reiteradamente el concepto de muchedumbre y, aunque sin tener una sistematización teórica específica o explícita, significa algo específico [1]. Muchedumbre es una palabra que tiene la misma raíz latina que multitud. El concepto de multitud ha sido utilizado por el autonomismo, especialmente por Antonio Negri, como una noción contrapuesta por principio a la de pueblo que en las concepciones burguesas clásicas sería la base del Estado. Pero también la multitud es utilizada a veces como reemplazo del concepto de clase o como la forma de su reconfiguración, en función de una lectura de los cambios del capitalismo tributaria de las teorías del “capitalismo cognitivo”.

En el caso de Mariátegui, la muchedumbre tiene un significado emparentado pero diferente. La muchedumbre no se contrapone necesariamente al pueblo en tanto este puede ser sujeto de la lucha antimperialista (aunque Mariátegui irá sacando conclusiones de los procesos, especialmente de la revolución china 1925-27, a partir de la cual termina de definir la imposibilidad de la burguesía nacional de una lucha antimperialista, por lo cual se opera una mayor diferenciación interna del pueblo y su reorganización en función de la división de clases, pero su vigencia como categoría). Tampoco aparece como un reemplazo o reconfiguración de la clase. Para Mariátegui la muchedumbre es la forma mediante la cual los pueblos oprimidos y el proletariado irrumpen en la escena política mundial, uniendo luchas nacionales y lucha de clases [2].

Declassés, pueblo conservador y muchedumbres

Mariátegui prestó especial atención a las novelas alemanas sobre la Primera Guerra Mundial. Tomemos en cuenta su comentario sobre Los que teníamos doce años (título en castellano del libro de Ernest Glaesser Jahrgang 1902). En la reseña que escribió sobre esta novela, la muestra como expresión de una generación que tenía 12 años cuando estalló la guerra y la vivió como una experiencia extraña y que ante la crisis y la tarea reconstructiva de la primera posguerra “no quiere que su experiencia sea estéril”. Esta novela muestra también la experiencia del pequeñoburgués desclasado, que para Mariátegui es expresión de la crisis del capitalismo y la cual contrapone a la representación bucólica de la pequeño-burguesía y el pueblo pequeño puesta en práctica por el populismo literario en Francia. En pleno proceso de “estabilización capitalista”, la industria del populismo literario representaba al pueblo como una suma de pequeñas y pintorescas historias, alejadas de los dramas existenciales de la quiebra de sentidos operada por la guerra tanto como de las exigencias de la lucha de clases en la que se empeñaba el proletariado revolucionario. Para contribuir a consolidar una situación conservadora, ¿qué mejor que abonar la idea de un pueblo conservador?

Frente a las figuras del pequeño-burgués desclasado, y el pueblo conservador pintado de modo naturalista conformista, la prosa de Mariátegui nos ofrece a las muchedumbres. Muchedumbres que no define teóricamente, pero que están ahí. Son sujeto de la acción histórica y al mismo tiempo interlocutor de la intelectualidad marxista y comunista. En su conferencia de 1923 en la Universidad Popular González Prada sobre Internacionalismo y Nacionalismo presenta a las muchedumbres de la nueva época abierta por la guerra y la Revolución rusa:

Un ideal caprichoso, una utopía imposible, por bellos que sean, no conmueven nunca a las muchedumbres. Las muchedumbres se emocionan y se apasionan ante aquella teoría que constituye una meta próxima, una meta probable; ante aquella doctrina que se basa en la posibilidad; ante aquella doctrina que no es sino la revelación de una nueva realidad en marcha, de una nueva realidad en camino. Veamos, por ejemplo, cómo aparecieron las ideas socialistas y por qué apasionaron a las muchedumbres.

Cabe destacar que Mariátegui no veía solamente la posibilidad de la confluencia entre las muchedumbres y el socialismo, sino también la fuerza del fascismo, en el que Mussolini “es un tipo volitivo, dinámico, verboso, italianismo, singularmente dotado para agitar masas y excitar muchedumbres” y de ese modo constituir un movimiento reaccionario pero masivo. Entre muchas otras diferencias con la concepción de Mariátegui, las muchedumbres del fascismo serán masas regimentadas pero atomizadas.

Tres cosas caracterizan a las muchedumbres: la pasión, el realismo y la acción. Pero también la persistencia en existir frente a una cultura y una sociedad que las ignoran. Así lo plantea Mariátegui en su lectura retrospectiva de la obra de Manuel González Prada, de la que destaca precisamente su concepción de las multitudes y las muchedumbres, en su texto sobre El proceso de la literatura, que forma parte de sus 7 Ensayos de interpretación de la realidad peruana.

La muchedumbre está ahí, fuera de la sociedad oficial, pero dispuesta a escuchar a quien sepa hablarle, está dispersa, pero puede dejar de estarlo (tal cual era la apuesta de Mariátegui para el desarrollo del movimiento indígena del Perú en relación con la lucha del movimiento obrero y tal cual se pusieron en marcha las muchedumbres a escala mundial). Y es que, a diferencia de González Prada, Mariátegui ve ese momento histórico del pasaje de las muchedumbres dispersas a las muchedumbres compactas, de las muchedumbres pasivas a las que están en movimiento.

Así lo había planteado en “El íbero-americanismo y el pan-americanismo”:

Al íbero-americanismo le hace falta un poco más de idealismo y un poco más de realismo. Le hace falta consustanciarse con los nuevos ideales de la América indo-ibérica. Le hace falta insertarse en la nueva realidad histórica de estos pueblos. El pan-americanismo se apoya en los intereses del orden burgués; el íbero-americanismo debe apoyarse en las muchedumbres que trabajan por crear un orden nuevo. El ibero-americanismo oficial será siempre un ideal académico, burocrático, impotente, sin raíces en la vida. Como ideal de los núcleos renovadores, se convertirá, en cambio, en un ideal beligerante, activo, multitudinario.

Sumemos entonces una característica fundamental de las muchedumbres en movimiento: la lucha por un orden nuevo, que une (o puede o debe unir) la lucha de clases del proletariado a escala internacional, con las nuevas generaciones que en el Perú se proponen la redención indígena y antimperialista.

Muchedumbres, socialismo/comunismo y movimiento real

En su polémica contra el libro de Henri de Man, Más allá del marxismo, Mariátegui tomaba diversos ángulos de discusión, haciendo especial hincapié en la capacidad del marxismo de ser contemporáneo y no-contemporáneo al mismo tiempo respecto de las tendencias filosóficas y teóricas de los primeros años del siglo XX. Cuestionando que se pudiera identificar al marxismo con una concepción cientificista, Mariátegui reivindicaba el realismo de Marx, que lo había llevado a buscar apoyarse en la ciencia para demostrar que la lucha por el socialismo tenía bases materiales en las contradicciones de la sociedad capitalista. Y aquí aparecen nuevamente las muchedumbres, marcando la continuidad de la lucha por el socialismo, en un sentido similar a la imagen trazada por Engels del proletariado alemán como heredero de la filosofía clásica alemana, a propósito de la discusión sobre la filosofía moderna y el marxismo:

El empeño de quienes, como Henri de Man, condenan sumariamente al marxismo, como un simple producto del racionalismo del siglo XIX, no puede ser, pues, más precipitado y caprichoso. El materialismo histórico no es, precisamente, el materialismo metafísico o filosófico, ni es una Filosofía de la Historia, dejada atrás por el progreso científico. [...] La crítica marxista estudia concretamente la sociedad capitalista. Mientras el capitalismo no haya trasmontado definitivamente, el canon de Marx sigue siendo válido. El socialismo, o sea la lucha por transformar el orden social de capitalista en colectivista mantiene viva esa crítica, la continúa, la confirma, la corrige. […] Marx está vivo en la lucha que por la realización del socialismo libran, en el mundo, innumerables muchedumbres, animadas por su doctrina. La suerte de las teorías científicas o filosóficas, que él usó, superándolas y trascendiéndolas, como elementos de su trabajo teórico, no compromete en lo absoluto la validez y la vigencia de su idea. Esta es radicalmente extraña a la mudable fortuna de las ideas científicas y filosóficas que la acompañan o anteceden inmediatamente en el tiempo.

Las muchedumbres, entonces, con su movimiento social y político, marcan la continuidad de la teoría marxista y del proyecto socialista. Aquí cabe destacar que Mariátegui no tuvo oportunidad de conocer el texto de La ideología alemana, publicado íntegramente en 1932 (Mariátegui murió en 1930) y hasta dónde llega nuestro conocimiento tampoco tuvo acceso al primer capítulo, que fue publicado en ruso a mediados de los años ‘20 del siglo pasado. Allí es donde Marx y Engels realizan una definición emparentada con la de Mariátegui:

Para nosotros, el comunismo no es un estado que debe implantarse, un ideal al que ha de sujetarse la realidad. Nosotros llamamos comunismo al movimiento real que anula y supera al estado de cosas actual. Las condiciones de este movimiento se desprenden de la premisa actualmente existente.

Como ha señalado Emmanuel Barot, a pesar de esta contraposición entre ideal y movimiento real, Marx y Engels definen en otros lugares de su obra al comunismo como un objetivo a alcanzar, “la asociación razonable de hombres libres en un sociedad sin clases”, es decir que presentan una ambivalencia entre “comunismo-fin” y “comunismo-movimiento” [3].

Volviendo a Mariátegui, lo notable es que plantea una formulación muy similar a la de Marx y Engels, pero sin haberla conocido de manera directa y esto a su vez se vincula con la persistencia del concepto de muchedumbre como sujeto de la acción política. La continuidad de la teoría se da en la práctica política de masas (las que para ejercer esa práctica política se vuelven activas).

Muchedumbre, clase y autoorganización

Habíamos dicho al principio que la muchedumbre para Mariátegui no es un reemplazo de la clase sino una forma que adquiere la clase y la unidad de la clase con los pueblos oprimidos, cuando se ponen en movimiento.

La vinculación entre muchedumbre y clase se presenta con mucha claridad en la misma polémica con Henri de Man que comentamos antes, a propósito del sentido heroico y creador del socialismo. Allí explica Mariátegui que el sujeto del marxismo no son las masas consideradas como grupos de desarrapados indefensos y desorganizados, sino una clase productora que puede elevarse a la comprensión de los grandes problemas sociales y políticos y dirigir la sociedad (aquí pesa la impronta soreliana del pensamiento de Mariátegui también). La estructuración en el mundo de la producción es un punto de apoyo material para una política revolucionaria, pero es necesario un proceso de constitución de la clase trabajadora como sujeto revolucionario a partir de su propia experiencia:

El socialismo ético, pseudocristiano, humanitario, que se trata anacrónicamente de oponer al socialismo marxista, puede ser un ejercicio más o menos lírico e inocuo de una burguesía fatigada y decadente, mas no la teoría de una clase que ha alcanzado su mayoría de edad, superando los más altos objetivos de la clase capitalista. El marxismo es totalmente extraño y contrario a estas mediocres especulaciones altruistas y filantrópicas. Los marxistas no creemos que la empresa de crear un nuevo orden social, superior al orden capitalista, incumba a una amorfa masa de parias y de oprimidos, guiada por evangélicos predicadores del bien. La energía revolucionaria del socialismo no se alimenta de compasión ni de envidia. En la lucha de clases, donde residen todos los elementos de lo sublime y heroico de su ascensión, el proletariado debe elevarse a una “moral de productores”, muy distante y distinta de la “moral de esclavos”, de que oficiosamente se empeñan en proveerlo sus gratuitos profesores de moral, horrorizados de su materialismo. Una nueva civilización no puede surgir de un triste y humillado mundo de ilotas y de miserables, sin más título ni más aptitud que los de su ilotismo y su miseria. El proletariado no ingresa en la historia políticamente sino como clase social; en el instante en que descubre su misión de edificar, con los elementos allegados por el esfuerzo humano, moral o amoral, justo o injusto, un orden social superior. Y a esta capacidad no ha arribado por milagro. La adquiere situándose sólidamente en el terreno de la economía, de la producción. Su moral de clase depende de la energía y heroísmo con que opera en este terreno y de la amplitud con que conozca y domine la economía burguesa.

Aquí no se cierra, pero sí se completa, el círculo muchedumbre/clase y clase/muchedumbre, al que cabe sumar, en la tónica del “movimiento real”, la cuestión de la autoorganización.

Mariátegui ya había destacado la novedad histórica del “Estado sovietal”, es decir del Estado obrero basado en los soviets, como una forma nueva de democracia de masas que superaba las limitaciones de la democracia liberal en crisis y constituía la única alternativa al fascismo, instituyendo mediante lo soviets la unidad de las tareas ejecutivas y legislativas [4]

Una muy similar observación a la que contraponía la moral de productores al “pueblo de ilotas” realizaba en sus 7 Ensayos a propósito de la importancia de la autoorganización indígena:

La solución del problema del indio tiene que ser una solución social. Sus realizadores deben ser los propios indios. Este concepto conduce a ver en la reunión de los congresos indígenas un hecho histórico. Los congresos indígenas, desvirtuados en los últimos años por el burocratismo, no representaban todavía un programa; pero sus primeras reuniones señalaron una ruta comunicando a los indios de las diversas regiones. A los indios les falta vinculación nacional. Sus protestas han sido siempre regionales. Esto ha contribuido, en gran parte, a su abatimiento. Un pueblo de cuatro millones de hombres, consciente de su número, no desespera nunca de su porvenir. Los mismos cuatro millones de hombres, mientras no sean sino una masa inorgánica, una muchedumbre dispersa, son incapaces de decidir su rumbo histórico.

De allí que la reivindicación del “comunismo incaico” y su continuidad en las tradiciones comunitarias indígenas como algo convergente con la lucha socialista del proletariado moderno, está unida orgánicamente con la mirada de Mariátegui sobre el rol de las muchedumbres en la política del período de entreguerras, su vinculación con la cuestión de clase y del comunismo como movimiento real.

Algunas conclusiones

Hemos señalado a lo largo de estas líneas le existencia del concepto de muchedumbre en Mariátegui, utilizado mayormente en plural y conectado con la cuestión de clase y la lucha de clases. Planteamos a su vez que las muchedumbres se presentan como alternativa al pequeño-burgués desclasado de la intelectualidad crítica pero desesperanzada y al pueblo conservador del populismo literario francés. Señalamos que las muchedumbres, para Mariátegui, reúnen una serie de características que las transforman en agentes de la política revolucionaria contemporánea: una base material en el mundo de la producción (carácter de clase), una dinámica de movilización, una identificación entre los objetivos propios y el proyecto socialista y por ende una correlación entre pensamiento teórico y acción social y política. Vinculamos estas cuestiones con la importancia de la autoorganización, que Mariátegui asocia a la institución de los soviets o consejos obreros, surgidos desde el propio mundo de la producción. En este contexto, la cuestión de las muchedumbres implica la concepción del comunismo como movimiento real.

Estas reflexiones permiten pensar el problema de la política desde una óptica marxista. A diferencia de posiciones predominantes en la intelectualidad de izquierda y progresista de las últimas décadas centradas en la sobrevaloración del discurso político, el pensamiento de Mariátegui, al igual que el de Rosa Luxemburgo, Lenin, Trotsky, Gramsci y tantos otros marxistas del siglo XX, está centrado en la dinámica de la movilización de masas y su capacidad creativa en todos los terrenos. Y a diferencia del autonomismo, que utiliza la categoría de multitud emparentada con la de muchedumbre, pero como reemplazo o reformulación del concepto de clase, para Mariátegui corresponde a una dinámica que la clase trabajadora y los pueblos oprimidos establecen en su lucha; el comunismo no existe aquí y ahora, sino que solo puede construirse sobre la base de la confrontación y destrucción del capitalismo. Un comunismo de las muchedumbres cada vez más necesario ante un sistema cada vez más destructivo y barbarizado.


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NOTAS AL PIE

[1Aprovecho para agradecer a Martín Bergel por el intercambio fugaz sobre este tema, que me ayudó a clarificar lo que después sería el planteo de este artículo.

[2Para una lectura de la multitud como dinámica de la clase en lucha, ver Montag, Warren, “Aprendiendo de las masas: Trotsky en el Circo Moderno”.

[3Barot, Emmanuel, Marx en el país de los soviets o los dos rostros del comunismo, Bs. As., Ediciones IPS, 2016, p. 35.

[4Ver el artículo sobre Lenin “Conductor de muchedumbres y pueblos” en Mariátegui, José Carlos, Política Revolucionaria, Tomo I, Caracas, Fundación Editorial El Perro y la Rana, 2010, p. 229.
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Juan Dal Maso

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(Bs. As., 1977) Integrante del Partido de los Trabajadores Socialistas desde 1997. Autor de diversos libros y artículos sobre problemas de teoría marxista, forma parte también de la Asociación Gramsci Argentina y del consejo consultivo de la Cátedra Mariátegui (Perú).