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Boletín Especial (Noviembre 2007)

Manifiesto: "A las masas trabajadoras de Francia, Inglaterra, América e Italia"

Manifiesto: "A las masas trabajadoras de Francia, Inglaterra, América e Italia"

 

Lenin, Chicherin[1], Trotsky

Octubre de 1918

Tomado de Marxist Internet Archive/Français y traducido al español para este boletín por Rossana Cortéz.


Los gobiernos Aliados contra los Soviets

¡Obreros! Como un perro feroz desatado de su cadena, toda la prensa capitalista de sus países aúlla por la intervención de sus gobiernos en los asuntos de Rusia, y grita con voz ronca "Ahora o nunca”. Pero en este momento en que los mercenarios de vuestros explotadores se han sacado la careta y reclaman abiertamente una campaña contra los obreros y los campesinos de Rusia, incluso en este momento, mienten descaradamente, los engañan de manera vergonzosa. Porque, en el mismo momento en que amenazan con una intervención en los asuntos rusos, ya llevan adelante operaciones contra la Rusia obrera y campesina. Fusilan a los trabajadores de los Soviets en el ferrocarril de Murmansk, del que se han apoderado. En el Ural, destruyen los consejos obreros, fusilan a sus representantes por medio de los destacamentos checoslovacos contratados con el dinero del pueblo francés, dirigidos por oficiales franceses. Por orden de sus gobiernos, le cortan al pueblo ruso las entregas de trigo, para forzar a los obreros y los campesinos a atarse nuevamente la soga al cuello de las Bolsas de París y Londres.

La agresión directa emprendida actualmente por el capital anglo-francés contra los obreros de Rusia no hace más que coronar la lucha subterránea llevada adelante desde hace ocho meses contra la Rusia Soviética. Desde el primer día de la Revolución de Octubre, desde el primer día en que los obreros de Rusia derrocaron a sus explotadores y los llamaron a seguir su ejemplo, a terminar con la carnicería internacional y con la explotación, a partir ese momento, vuestros explotadores han jurado acabar con este país, en el que la clase obrera, por primera vez en la historia de la humanidad, ha osado sacarse de encima el yugo capitalista, se ha atrevido a liberarse de la opresión de la guerra.

Vuestros gobiernos, contra los obreros y campesinos de Rusia, han apoyado la Rada ucraniana[2] que se ha vendido al imperialismo alemán y que ha llamado a las bayonetas alemanas a su socorro contra los obreros y campesinos de Ucrania; han apoyado a la oligarquía rumana, esta misma oligarquía que, por sus ataques contra el frente Sudoeste ha ayudado a matar la capacidad de defensa de Rusia; sus representantes han comprado al contado a este mismo general Krasnov quien, ahora, de acuerdo con el militarismo alemán, trata de cortarle a Rusia el carbón del Donetz y el trigo de Kuban, para hacer de ella la víctima indefensa del capital alemán y ruso; han apoyado financiera y moralmente al partido de los socialistas-revolucionarios de derecha –ese partido de los traidores de la Revolución- que, con las armas en la mano, se sublevó contra el poder de los obreros y los campesinos.

Pero cuando todos sus esfuerzos no llegaron a nada, cuando se hizo evidente que los bandidos mercenarios son una fuerza insuficiente, no han vacilado en sacrificar vuestra sangre y emprenden abiertamente una ofensiva contra Rusia, arrojando al fuego las fuerzas de los obreros y campesinos de Francia e Inglaterra. Ustedes, que derraman vuestra sangre por los intereses capitalistas en la Marne, en el Aisne, en los Balcanes, en Siria y la Mesopotamia, también deben morir en las nieves de Finlandia septentrional y en las cumbres del Ural. Por interés de los capitalistas, deben ser los verdugos de la Revolución obrera rusa y disimular la cruzada emprendida contra el proletariado ruso.

Vuestros capitalistas les aseguran que esta campaña no está dirigida contra la Revolución rusa, que es una lucha contra el imperialismo alemán, al que nos habríamos vendido. La falsedad y la hipocresía de esta afirmación se volverán claras para cada uno de ustedes si solamente consideran los siguientes hechos: hemos sido forzados a firmar la paz de Brest-Litovsk[3] que desmiembra a Rusia, precisamente porque vuestros gobiernos, sabiendo que Rusia no estaba en condiciones de continuar con la guerra, se negaron a establecer conversaciones de paz internacionales, cuya fuerza hubiera salvado a Rusia y les hubiera dado una paz aceptable. No es la Rusia sangrante desde hace tres años y medio la que ha vendido vuestra causa: son vuestros gobiernos los que han arrojado a Rusia a los pies del imperialismo alemán. Cuando estuvimos forzados a concluir la paz de Brest-Litovsk, las masas de nuestro pueblo no estaban en condiciones de seguir en guerra. Y cuando los agentes de vuestros gobiernos trataban de arrastrarnos a la guerra, al afirmar que Alemania no nos permitiría mantener la paz con ella, nuestra prensa les respondía: si Alemania rompe la paz que hemos comprado con sacrificios tan grandes, si levanta la mano contra la Revolución rusa, nos defenderemos; si los Aliados quieren ayudar en la justa causa de nuestra defensa, que nos ayuden a reparar nuestros ferrocarriles, a restablecer nuestra producción; porque una Rusia débil económicamente no puede defenderse.

Pero los Aliados no respondían nada a estos llamados de nuestra parte, no pensaban más que en extorsionarnos por los intereses de los viejos préstamos que el capital había consentido al zarismo para arrastrarlo a la guerra y que el pueblo ruso ha pagado desde hace mucho tiempo con un mar de sangre y montañas de cadáveres. No solamente los Aliados no nos ayudaron para nada en el restablecimiento de nuestra capacidad de defensa, sino que, así como demostramos más arriba, han intentado por todos los medios destruir esta capacidad de defensa, aumentando nuestra desorganización interna, cortándonos nuestras últimas reservas de trigo.

Los Aliados nos previnieron de que los alemanes iban a apoderarse de los ferrocarriles de Siberia y de Murmansk –estas dos últimas líneas directas que nos unen al mundo exterior por fuera del control alemán. Pero, de hecho, no son los alemanes quienes se apoderaron de estas líneas –no estaban en condiciones de tomarlas, ya que estaban demasiado lejos- son nuestros valientes Aliados quienes se los han apoderado. En Murmansk y en Siberia, no llevan adelante la lucha contra los alemanes, que ya no están allí, sino contra los obreros rusos, destruyendo los soviets en todas partes. Todo lo que la prensa de vuestros capitalistas, todo lo que sus agentes dicen para justificar su bárbaro ataque contra Rusia, todo esto sin excepción no es más que hipocresía destinada a esconderles a ustedes el fondo de la cuestión. Con otros objetivos, preparan su campaña contra Rusia.

Persiguen tres objetivos: el primero, es la ocupación del mayor territorio posible de Rusia, cuyas riquezas naturales y ferroviarias asegurarían al capital francés e inglés los intereses de los préstamos. Su segunda meta, es el aplastamiento de la Revolución rusa, para que ella no los inspire, para que no les muestre de qué manera es posible sacudir el yugo del capitalismo. El tercer objetivo, es la creación de un nuevo frente oriental, que distraiga a los alemanes del frente occidental hacia el territorio ruso.

Los agentes de vuestros capitalistas les aseguran que, de esta manera, disminuirán la presión que las hordas alemanas ejercen sobre ustedes y acelerarán el momento de la victoria sobre el imperialismo alemán. Mienten. No han podido vencer a Alemania cuando combatían con el gran ejército ruso que aseguraba a los Aliados la ventaja del número; así como ya no están en condiciones de vencer en el campo de batalla, ahora que el nuevo ejército ruso simplemente acaba de nacer.

El imperialismo alemán solo será derrotado cuando el imperialismo de todos los países sea vencido por la ofensiva coordinada del proletariado mundial. El camino de esta victoria, no es la continuación de esta guerra, sino su cesación, lo que les quitará, a ustedes y a los obreros alemanes, el temor a una burguesía extranjera con sus metas de usurpación; el fin de la guerra de los pueblos, para que la guerra civil internacional –guerra de los explotados contra los explotadores- ponga fin a toda injusticia social y nacional.

Los intentos de arrastrar a Rusia a la guerra no los salvarán de la carnicería; no pueden más que arrastrar a la guillotina a los obreros rusos, a la Revolución obrera y campesina rusa, lo que nadie desea más que los jefes del partido militar alemán quienes, como vecinos más cercanos de la República rusa, tienen más razones que los demás para temer sus chispas incendiarias.

Al volverse el instrumento dócil de vuestros gobiernos, en su criminal conspiración contra Rusia, ustedes, obreros de Francia e Inglaterra, de América e Italia, se volverán los verdugos de la Revolución obrera. Los descendientes de los Comuneros, en el rol de ayudantes de Gallifet[4] ¡Este es el rol de Francia! ¡Este es el rol al que los somete vuestros amos!

A ustedes, hijos de obreros ingleses que se levantaron inmediatamente cuando los grandes propietarios de las hilanderías de Inglaterra quisieron ir en ayuda de los esclavistas norteamericanos, en el rol de verdugos de la Revolución rusa, quieren llevarlos vuestros gobiernos a semejante degradación.

Ustedes, que siempre odiaron el despotismo zarista, deben ayudar, por orden de los reyes de los trusts, a la creación de un nuevo zarismo en Rusia. De esto se trata, obreros de América del Norte.

Ustedes, que han seguido con entusiasmo toda manifestación de la guerra liberadora del proletariado, a ustedes, obreros de Italia, los quieren hacer cómplices de la campaña antirrevolucionaria contra la Rusia obrera.

La Rusia obrera les tiende la mano, proletarios de los países aliados. Esta gente, cuyas manos están enrojecidas por la sangre de las víctimas fusiladas en Kern, Samara, Tomsk, bajo las órdenes del cuerpo expedicionario de Murmansk y de los directores de la insurrección checoslovaca, estos hombres se atreven a gritar que, por orden de Alemania, rompemos nuestros lazos con los pueblos de Francia, Inglaterra, Italia, Estados Unidos y Bélgica. Por demasiado tiempo hemos soportado sin inmutarnos los ultrajes de los representantes del imperialismo a la Rusia soviética. Hemos permitido permanecer en Rusia a quienes antes lamían las botas del zarismo, aunque ellos no hayan reconocido al gobierno obrero, no hemos recurrido a represiones contra ellos, aunque la mano de sus misiones militares fue visible en cada complot contrarrevolucionario dirigido contra nosotros, y todavía ahora, cuando los oficiales franceses están a la cabeza de los checoslovacos, cuando los británicos de Murmansk han empezado, todavía ahora no hemos levantado una voz de protesta contra la presencia de vuestros diplomáticos sobre el territorio de la Rusia soviética, exigiendo solamente su vuelta de Vologda a Moscú, en donde podemos defenderlos mejor contra los posibles atentados de la gente indignada hasta el fondo de su alma por su manera de actuar.

Todo esto lo hemos hecho porque no queremos darles la posibilidad de decir que rompimos con ustedes. E incluso ahora, después de la partida de los embajadores aliados, no se inmutarán los tranquilos ciudadanos de vuestros países viviendo con nosotros y obedeciendo a las leyes de la República obrera y campesina. Estamos convencidos que si les devolvemos golpe por golpe a los usurpadores “aliados”, solamente ustedes mirarán esto como una acción de legítima defensa de vuestros propios intereses, porque la salvación de la Revolución rusa está en el interés común de los proletarios de todos los países. Estamos convencidos que toda medida tomada contra ustedes tanto como contra nosotros, será aprobada por el proletariado de todos los países.

Obligados a luchar contra el capital, aliados que quieren agregar nuevas cadenas a las cadenas que ya nos ha impuesto el imperialismo alemán, dirigimos a ustedes nuestro llamado: ¡Viva la solidaridad de los obreros del mundo entero! ¡Viva la solidaridad del proletariado de Francia, Inglaterra, Estados Unidos e Italia con el de Rusia! ¡Abajo los bandidos del imperialismo alemán! ¡Viva la revolución internacional! ¡Viva la paz entre los pueblos!

En nombre de los Comisarios del Pueblo: Presidente de los Comisarios del Pueblo: V. Ulianov (Lenin) – Comisario del Pueblo para el Extranjero: G. Chicherin – Comisario del Pueblo en la Guerra: L. Trotsky

 


[1] Chicherin Georgi (1872-1936). Diplomático profesional. En 1905 ingresó al Partido Socialdemócrata ruso y a fines de 1917 se adhirió a los bolcheviques. De 1921 a 1930 fue comisario de Asuntos Exteriores. (NdeT).

[2] Rada ucraniana: En el congreso nacional panucraniano, de abril de 1917, fue elegida la Rada central, menchevique-socialrevolucionaria, con Petliura a su cabeza. La Rada llegó a un acuerdo con el Gobierno Provisional sobre la autonomía de Ucrania y comenzó a formar unidades militares nacionales. Después de la Revolución de Octubre, la Rada proclamó la independencia de Ucrania, y realizó una política contra el poder soviético. Se negó a dejar pasar convoyes soviéticos hacia el Don, pero no obstaculizó la concentración de cosacos y tropas de choque contra la Rusia soviética. A comienzos de enero de 1918, el gobierno soviético se vio obligado a liquidar este centro contrarrevolucionario por la fuerza militar. El comandante en jefe, Antonov-Ovseenko, hizo avanzar sus unidades sobre Kiev. Durante este avance, los obreros iniciaron la insurrección y el 26 de enero de 1918, Kiev cayó en manos de los soviets. Al verse sin apoyo dentro del país, Petliura realizó un pacto con los alemanes, por el cual ellos reconocían la independencia de la Rada y esta se comprometía a abastecerlos con productos y a limpiar Ucrania de destacamentos rojos. Bajo la presión de las tropas alemanas, los destacamentos de la Guardia Roja se retiraron del territorio ucraniano. (NdeT).

[3] La paz de Brest-Litovsk (1918) puso fin a la guerra entre la Rusia revolucionaria y la Alemania imperialista. Rusia debió conceder grandes indemnizaciones y abandonar gran parte de su territorio. En las circunstancias por las que atravesaba Rusia, señaló Lenin, era imposible llevar adelante una guerra revolucionaria. La revolución necesitaba un período de paz para consolidarse y crear sus propias fuerzas armadas. (NdeT).

[4] Gallifet, Gaston Alexandre (1830-1909), General, hizo carrera en Crimea, Argelia y México; oficial de Luis Bonaparte y cortesano complaciente de régimen, combatió en Sedan –1870- hecho prisionero en la capitulación, de regreso a Francia, tomó el mando de una brigada de caballería en el ejército versallés, se vanaglorió de masacrar a los prisioneros de la Comuna; enseguida fue nombrado general de división –1875-; comandante del cuerpo del ejército –1879- se opuso en nombre del ejército a la amnistía, al regreso de los exiliados de la Comuna, nombrado gobernador de París – 1880- ministro de Guerra en 1899 en el gabinete Waldeck-Rousseau con el socialista Millerand.