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Boletín Nº 11 (Febrero 2009)

La unificación comunista (carta a un camarada)

La unificación comunista (carta a un camarada)

Secundando las instrucciones dadas al partido español por la Internacional Comunista en su «carta abierta», se ha comenzado con gran intensidad, es decir, ferocidad, la campaña contra todos los «trotskistas». Se ponen a contribución todos los medios que el apoyo exterior puede facilitar. No se repara en procedimientos; incluso se recurre a las injurias más ofensivas contra los oposicionistas, acusándoles de delatores y agentes de policía. Toda la Prensa, los discursos y los folletos que se anuncian están inspirados en este odio salvaje a los principios que defiende la Oposición Comunista de Izquierda Internacional y su Sección española.

No disponemos ni de la fuerza numérica ni de los medios materiales de que dispone el Partido. Sin embargo, tenemos la firme convicción de defender los ideales del proletariado revolucionario, y ni la violencia periodística y verbal ni la violencia física pueden hacernos cesar en nuestra acción. Estamos dispuestos a defender hasta sus últimas consecuencias nuestros principios y puntos de vista. Frente a las infamias que en torno nuestro difunden los elementos oficiales, aportaremos nuestros puntos de vista, que a la luz de la experiencia nacional e internacional se han acreditado como justos.

En este folleto nuestro camarada Esteban Bilbao expone, en forma de carta, a un camarada, los problemas en relación con la unificación comunista, y explica y desarrolla los orígenes y principios de la Oposición Comunista. Muy en breve publicaremos otro trabajo del camarada Fersen, bajo el título de «El trotskismo y el partido oficial». A éste seguirán otros, en los cuales, y de forma popular, iremos exponiendo el fundamento de las críticas comunistas que se califican con el nombre de trotskistas.

Cada vez nuestras publicaciones alcanzan una mayor difusión en toda España y en la mayoría de las Repúblicas americanas. Es preciso que el núcleo de camaradas que con máximo interés siguen desde hace tiempo nuestra actividad, y que ha progresado extraordinariamente en los últimos, nos ayude resueltamente a llevar a cabo las tareas que nos hemos impuesto. Pedimos a todos nuestros amigos que nos ayuden principalmente a divulgar las publicaciones de la Oposición Comunista. Tenemos la seguridad de que muchos trabajadores comunistas no aceptan todavía nuestros puntos de vista porque no los conocen suficientemente.

E. C.

Palabras preliminares

Camarada: Comprendo perfectamente tu indignación y tu sorpresa ante lo que tú consideras «torpeza y ceguedad del Partido». Esas aparatosas y «hábiles» invitaciones a la «unificación comunista» y a la «constitución de un frente revolucionario», que has leído en Mundo Obrero, La Palabra y demás prensa comunista, y en las cuales no se menciona para nada a la Oposición Comunista de Izquierda, han soliviantado tu candor de militante comunista de buena fe.

Para ti la Oposición Comunista de Izquierda, «a pesar de todo», es, sin ningún género de duda, infinitamente superior al llamado Bloque Obrero y Campesino y a la Oposición de dicho Bloque (?), tanto por la calidad de sus hombres como por el valor revolucionario de sus concepciones, como por la justeza y previsión de sus puntos de vista. Y no te explicas cómo «el Partido», «en sus primeros pasos para lograr la unificación», ha podido «olvidar o desdeñar» una fracción de tanta importancia como la Oposición de Izquierda.

Seguramente entre los militantes oficiales del Partido son muchos los que participan de tus mismas preocupaciones. Y hasta es muy posible que algunos, cándidamente, lleguen a llamar la atención del Comité Ejecutivo, haciéndole ver el «olvido». Pero no hay tal olvido, camarada. [5] Ni olvido ni desdén, créeme. La tolerancia de la Oposición Comunista de Izquierda dentro delas filas oficiales del Partido está más allá de las pobres posibilidades de la dirección nacional. Precisamente la dirección nacional es un simple mandado que no tiene otra misión que impedir por todos los medios que la Oposición hable a los militantes del Partido.

Es indudable que el Partido, el verdadero Partido, los militantes de base que no tienen ciertos intereses particulares, que no están sujetos a ciertos compromisos, desean fervorosamente la unificación comunista. La unificación comunista es la primera garantía del triunfo del proletariado, en efecto. Pero una cosa es la unificación comunista y otra cosa es la sumisión de todos los comunistas al interés de un puñadito de funcionarios con el desacreditado cuento de «la línea política», «la disciplina», &c., &c. Si solamente se tratara de aceptar la imposición de una de las fracciones no existiría problema de unificación, sino una simple cuestión de adhesión. Para ese viaje no se necesitan alforjas, ni tendría sentido la diversidad de tendencias en el campo del comunismo. Precisamente lo que está en tela de juicio y necesita una profunda revisión es lo que la fracción oficial quiere dejar a salvo. Todo ese zurdo tinglado «técnico» que se quiere hacer pasar por estrategia y táctica revolucionarias, esa jerigonza o caló staliniano –social-fascismo, anarco-fascismo, politización, fascización, dictadura democrática, partidos obreros y campesinos bipartitos, bloque de las cuatro clases, integración del kulak en el socialismo, socialismo a paso de tortuga, kulak, ¡enriquécete!, socialismo en un solo país– que se ha puesto en circulación con el pabellón del leninismo; toda esa basura seudorrevolucionaria bajo la cual ha quedado enterrado el marxismo y la dialéctica revolucionaria; toda esa sarta de torpes consignas, combinaciones y maniobras burocráticas, que han acarreado a la revolución desastres en serie y han llevado los partidos a la más completa desmoralización e impotencia y al proletariado a un callejón sin salida, es lo que los funcionarios que constituyen la fracción oficial quieren que se acate sin discusión, como condición previa a la unificación. Para ello acuden [6] al fetiche de la «línea política de la Internacional». Por lo visto, una determinada política se acredita no por sus aciertos, sino por llevar el marchamo oficial. Ocurre con la línea política de la burocracia lo que con la «autoridad»: es un principio absoluto. Y se justifica no por esto o por lo otro, sino, per se, porque sí.

La «línea política»

Esta concepción supersticiosa y fetichista de la «línea política» es perfectamente extraña al marxismo. El marxismo es un método científico, revolucionario, incompatible con todo fantasmón o palabra tabú. El marxismo no se casa con nadie ni se presta a alcahueterías. Para el marxismo, una «cosa» se justifica históricamente por su eficacia en el desarrollo de las contradicciones sociales, en sentido del triunfo de las fuerzas progresivas, y no por razones de orgullo, de amor propio o de conservación de prestigios. La crítica es el elemento constante del marxismo. Y la crítica marxista no se detiene ante ninguna clase de «prestigios», máxime si los tales prestigios obstaculizan la ruta del triunfo del proletariado.

Tapar las faltas, evitar la crítica, acumular error tras error y defender a porrazos lo que ha sido mal hecho, con ese procedimiento de la «santidad de la cosa juzgada» –juzgada ante un corro de servidores de manga ancha–, tal ha sido la política «marxista» que trata de ampararse con el timito de la «línea política de la Internacional». Se ignora o se finge ignorar que una dirección «revolucionaria» con el estómago repleto de pecados y de crímenes de lesa revolución no va a ninguna parte si previamente no vomita la podredumbre que lleva en el buche. Los instrumentos de la revolución se afinan y se perfeccionan en la experiencia, en la crítica, y el examen sereno de los acontecimientos históricos, en el estudio y aclaración de las causas y motivos que concurren tanto a los triunfos como a las derrotas. Eliminar autoritariamente la crítica, prohibir el examen para dejar a salvo la responsabilidad de la dirección, para que no padezca el prestigio de las cimas directoras, sólo conduce a cegar las fuentes del [7] conocimiento para hacer inevitables los desastres. Es dar una puñalada por la espalda al marxismo y a la revolución. Esta y no otra es la verdadera línea política de la burocracia directora.

La Internacional desde 1923

Camarada, tú sabes bien que desde 1923 han ocurrido en el mundo acontecimientos de importancia decisiva a los cuales ha ido íntimamente unida la suerte del proletariado internacional. Parto de 1923 porque es el año en que se inicia en la Internacional Comunista un cambio radical que coloca el porvenir de espaldas a las lecciones del Octubre ruso de 1917. En 1923, ante una situación francamente revolucionaria, capitula sin lucha la dirección del Partido Comunista Alemán. En 1924 tiene lugar la desdichada aventura putchista de Bulgaria. En 1925, el golpe de Estado de Estonia. En 1926, la huelga general inglesa, ahogada en la salsa reaccionaria del Comité anglorruso. En 1927, la hecatombe de la revolución china, sacrificada al amasijo menchevique con el kuomintang. En 1928, los acontecimientos revolucionarios de Viena. En 1930, la caída de la primera dictadura en España. En 1931, la caída de la monarquía española.

De todos estos grandes acontecimientos, el proletariado salió vencido, ya actuara, ya se inhibiera; los partidos comunistas, deshechos; la Internacional desacreditada, y la contrarrevolución, triunfante. ¿Es posible tomar en serio después de esto la «infalibilidad» de la «línea política» de la Internacional? ¿Conoces tú acaso, camarada, militante oficial de la Internacional, la forma en que actuó la dirección oficial en todos estos descalabros? ¿Sabes qué estrategia y qué táctica empleó? ¿Te has enterado en qué sentido se orientaba la dirección oficial entre desastre y desastre? Seguramente que no.

Nadie te habrá explicado todo esto ni lo habrás leído en ninguna parte. Y, sin embargo, el conocimiento de todos estos pormenores es esencial a la formación de todo verdadero comunista. Tú sólo sabes que «existe» una tal «línea política oficial» imperturbable, siempre inatacable, [8] siempre indiscutible y siempre sagrada, ocurra lo que ocurra en este bajo mundo. Que la simple duda atrae el anatema, la maldición y la excomunión sobre la cabeza del infeliz mortal que tenga la osadía de reclamar pruebas acerca de la autenticidad y validez del fetiche. La eficacia de la «línea política», por lo visto, es como la hermosura de Dulcinea: hay que afirmarla aunque con los ojos se vea lo contrario. Todo es cuestión de la clásica fe del carbonero.

Lo que significa la Oposición

Pues bien, camarada; si para la Oposición Comunista de Izquierda se hallan cerradas a cal y canto las puertas oficiales de la Internacional es por la sencilla razón de que los oposicionistas no participamos de la fe del carbonero, ni de la manga ancha de los apologistas retribuidos. La O. C. de I. también posee su línea política, y por cierto bien contrastada y bien probada en la piedra de toque de los acontecimientos mundiales. Como que es la línea política que hizo posible el primer triunfo decisivo del proletariado en el antiguo imperio de los zares. Línea política enriquecida por toda la experiencia posterior. Marxismo de pura ley, sin trampa ni cartón. La honrada comparación, a la luz de la crítica de los hechos, de las dos líneas políticas, la oficial y la de la Oposición, sería el mejor curso de política comunista y ahuyentaría la confusión sembrada por los que están interesados en que la charca no se aclare...

Y ahora escucha esta triste verdad de gran tamaño, camarada: la suerte de la revolución proletaria internacional va íntimamente unida a la suerte de la Oposición Comunista de Izquierda. Cuando se atropella a la O. C. de I., la revolución se viste de luto. Los 8.000 bolcheviques que en los presidios y el destierro siberiano agonizan bajo la brutal y reaccionaria imposición de Stalin constituyen el testimonio viviente de la hecatombe de la revolución proletaria en el mundo. Se trata de la destrucción de los compañeros de armas de Lenin que purgan como un horrible delito su fervorosa adhesión al marxismo y a la [9] revolución proletaria. El destierro y el alejamiento forzado de Trotsky de la dirección de la política revolucionaria equivale al mayor paso que haya dado la contrarrevolución en el mundo desde el triunfo de Octubre, es la consecuencia de un verdadero golpe de Estado contrarrevolucionario.

No os regocijéis, compañeros sinceros pero mal aconsejados, cuando la burocracia impide el acceso de la Oposición al Partido, pues inconscientemente participáis de la alegría de los enemigos del proletariado. Quizá también la conducta de vuestros «jefes» tiene mucho de inconsciente, aunque haya por medio un sueldo, una «personalidad» y un «prestigio». En la Internacional hay muchos que defienden lo que no creen para no perder el «destino».

En todos los acontecimientos importantes acaecidos en el mundo, y de los cuales ha estado pendiente el porvenir y la suerte de la revolución proletaria, la Oposición de Izquierda jamás dejó de decir su palabra. Con una insuperable intuición supo siempre anticiparse a los hechos, comprender el desarrollo interno de las fuerzas sociales, el proceso dialéctico de los antagonismos, tanto en los períodos de relativo equilibrio como en las derivaciones de los cambios bruscos. Prever y señalar la política adecuada a cada momento histórico, tal ha sido siempre la virtud específica de la Oposición de Izquierda. Ni una sola vez la realidad ha podido desmentir la justeza de los pronósticos y de los juicios de la Oposición. Pero, por desgracia para el proletariado, los movimientos revolucionarios se encauzaron sistemáticamente en el sentido de la catástrofe inevitable. ¿Por qué?

La revisión del marxismo

A partir de la desaparición de Lenin, y debido a una serie de circunstancias desfavorables al curso ascensivo de la revolución, se inicia en el Partido Comunista ruso un verdadero proceso de revisión de la teoría, de la táctica, del método y de la organización del partido revolucionario del proletariado. Una fracción del partido [10] –integrada precisamente por los elementos contra los cuales Lenin tuvo que imponer sus tesis de Abril de 1917 y cuya actitud oportunista y cobarde en el momento de la insurrección «no había sido casual»– logró trepar a la dirección.

Esta fracción imprimió a la política del partido ruso una orientación bastarda y en contradicción con las concepciones fundamentales de la dialéctica marxista y de los puntos de vista que condujeron al triunfo de octubre. De la necesidad de criticar la falsa política de la nueva dirección surgió la fracción de izquierda, en torno a la cual se agruparon los mejores combatientes de la revolución, los que por su clarividencia, su desinterés, su abnegación y su profundo conocimiento de la dinámica revolucionaria y del carácter internacional de los antagonismos sociales, eran los legítimos caudillos del proletariado triunfante. El programa, la táctica y las concepciones de la fracción de izquierda eran las del bolchevismo auténtico, desplazado de la dirección por el grupo centrista. La nueva dirección, oportunista, burocrática y sin principios no hubiera podido mantenerse mucho tiempo de no ser por los procedimientos extralegales introducidos en el Partido.

A pretexto de disciplina y de «orden» se suprimió el derecho de crítica y de libre emisión del pensamiento revolucionario en las filas del Partido, todo para impedir a la fracción íntegramente marxista la exposición de sus puntos de vista. Se seleccionó el personal de los puestos del aparato, tanto del Partido como del Estado, según un criterio artificial y arbitrario, teniendo en cuenta no los méritos, revolucionarios de los militantes, sino el grado de sumisión y obediencia al interés del nuevo grupo dirigente. Todos los organismos del Estado soviético y del Partido –la prensa, la radio, el cinema, el teatro, las escuelas, las universidades, las editoriales, la Policía, los tribunales, &c., &c.– se convirtieron en poderosos instrumentos de falsificación, de calumnia y de coacción contra el ala izquierda del Partido y al servicio exclusivo de la burocracia dirigente. Al mismo tiempo se suprimió la democracia interna en el Partido y se instauró la dictadura de la dirección sobre la base. [11]

La fracción izquierdista, los militantes forjadores del triunfo de la revolución tuvieron que recurrir a procedimientos «clandestinos», para hacer la propaganda de su plataforma política. La represión más inicua y canalla se desencadenó contra la falange de magníficos revolucionarios que ponían por encima de todo el interés supremo de la revolución. Expulsados del Partido, perseguidos, acosados, deportados, desterrados y asesinados, pasaron a ser oposición. Tal es el origen de la Oposición Internacional de Izquierda.

Cómo se ha combatido y combate a la oposición
Con las demás secciones de la Internacional se obró de la misma manera. El Partido Comunista ruso, debido a su superioridad y a sus condiciones especiales, siempre ha ejercido la hegemonía directora de la Internacional. Este fenómeno es, desde luego, natural y hasta necesario. Pero a partir del cambio de dirección, la fracción centrista y burocrática del Partido ruso empleó todos sus enormes recursos en corromper y mediatizar las secciones de la Internacional, sometiéndolas a los intereses particulares del grupo dirigente. Los militantes perdieron la facultad de nombrar los Comités superiores. La ayuda económica de la revolución rusa se convirtió, en manos de la burocracia, en un elemento de corrupción y de soborno para sujetar los Comités de las secciones e imponer a los partidos como única política la voluntad usurpadora de la burocracia soviética.

Desde hace años las direcciones oficiales de los partidos comunistas no son otra cosa que encubridores pagados de los desastres a que ha conducido la revolución el grupo burocrático y de las infamias realizadas contra la Oposición de Izquierda. Pero, con todo esto, la Oposición ni calló ni callará. En esta partida está en juego el porvenir de la revolución. Fiel a su misión de alumbrar la ruta de la revolución proletaria, la Oposición de Izquierda expresó su punto de vista con anticipación a los hechos, tanto en lo que respecta a los asuntos interiores [12] del Estado soviético como en lo que afecta a las cuestiones internacionales. La revisión oficial, siempre torpe y con retraso, no tuvo otra preocupación que la de no coincidir con el criterio de la Oposición.

Había que poner de manifiesto la diferencia de las dos líneas políticas. Coincidir hubiera supuesto para la dirección oficial un «desprestigio». Mas como la Oposición, mejor armada en cuanto a conocimiento y perspicacia, marcaba siempre la orientación justa, resultaba que la dirección oficial, al rehuir la línea política de la Oposición, daba de bruces en el fracaso y el desastre. Los acontecimientos daban siempre la razón a la Oposición. La impotente rabia de la dirección oficial se desahogaba desencadenando la represión contra los oposicionistas. Con ello la revolución y el proletariado pagaban el pato. El odio feroz de la burocracia dirigente hacia la Oposición de Izquierda no es otra cosa que pánico insuperable.

La Oposición de Izquierda es el juez implacable que ha de condenar los horrendos crímenes de la burocracia staliniana contra el proletariado. La Oposición de Izquierda demostrará a la faz del mundo el infame contenido contrarrevolucionario de toda la política «antitrotskista» de la burocracia que tiene por jefe a Stalin. Su política honradamente revolucionaria, su crítica valerosa y sin ejemplo le ha costado a la Oposición de Izquierda, a la verdadera dirección de la revolución proletaria mundial, torturas y sufrimientos sin nombre. Por mucha que sea la ferocidad de Stalin y el servilismo de sus criados para tratar de evitar lo inevitable, el veredicto de condenación lo pronunciará implacable el proletariado.

Crisis capitalista y postración comunista

No te extrañe, camarada, la postración, el desaliento y el caos que reinan en el seno del proletariado. Dices tú que no te explicas cómo estando el capitalismo en plena agonía en todo el mundo la contrarrevolución triunfa y los partidos comunistas decaen y languidecen. Verdad es [13] que el fenómeno resulta desconcertante al «sano sentido común». Pero es que el «sentido común» de un proletario consciente no es igual al sentido común de la generalidad de los mortales. La lógica formal, el simple razonamiento, aun kantiano, se estrella forzosamente al enfrentarse con los hechos históricos, preñados de contradicciones y antítesis. La lógica de un comunista ha de basarse, no en la «razón humana», sino en la dialéctica revolucionaria. Y para manejar un poco la dialéctica hay que conocer los hechos y el sentido en que se mueven.

A la altura en que nos encontramos, todo comunista que tenga en la cabeza algo más que cuatro frases hechas y media docena de lugares comunes vacíos, debe recapacitar seriamente y hacer el siguiente soliloquio: «Desde hace una partida de años la revolución no ha sufrido más que derrotas en todo el mundo. En Alemania, en Estonia, en Finlandia, en Bulgaria, en Inglaterra, en China, en Austria, en España. De la mayor parte de estos países no tengo idea de que haya quedado algo que se parezca a un partido comunista. En Francia sé que el Partido se ve reducido a la última expresión. Jamás oí hablar del Partido Comunista de los Estados Unidos. En Inglaterra se ha hundido por completo el reformismo. Lo más natural es que el Partido Comunista inglés hubiera arrastrado a los trabajadores. Pero no; son los conservadores quienes han ganado la partida. En Alemania se desmoronan todos los partidos burgueses, pero está a dos dedos del Poder el fascismo, que aniquilará por completo las organizaciones proletarias.

Verdad es que el capitalismo está en franca descomposición. Este fenómeno debiera coincidir con un desarrollo y armamento invencible de los partidos de la revolución. Pero precisamente es lo contrario lo que ocurre. Sin embargo, de creer a nuestros jefes, en los partidos comunistas todo marcha como sobre ruedas. El capitalismo se hunde, los obreros se radicalizan, la revolución avanza, el Partido crece sin cesar y las masas siguen al Partido. Por otra parte, la dirección es infalible; nadie pone peros a la línea política. Los elementos dudosos fueron excluidos. Parece, pues, que no puede haber equivocaciones. Verdad es que existe la Oposición trotskista. Pero ésta [14] está fuera del Partido por contrarrevolucionaria, y además parece que son pocos. Claro que la cantidad no es el todo; lo principal es estar en lo cierto. Reconozco que en muchas cosas la Oposición tiene razón. Ya no hay discusiones, ni polémicas de fracción, ni siquiera Congresos. ¿Será que todos pensamos ya igual o será que no pensamos ninguno? Se reciben órdenes y circulares de arriba y eso basta. Todo se aprueba por unanimidad, mejor dicho, todo lo hacen «arriba».

Antes, en vida de Lenin, había libertad de crítica y se discutía al propio jefe de la revolución. Los comités y delegaciones se nombraban por voluntad de los militantes. Ahora los dirigentes reciben órdenes de Moscú y las imponen al Partido. Esta moda la ha debido de traer Stalin. Yo no sé de nadie que haya discutido a Stalin. ¿Será infalible como el Papa?

La verdad es que Stalin debe ser algo asombroso. El ha descubierto que Trotsky ha sido siempre un contrarrevolucionario disfrazado. Lo que parece mentira es que Lenin no hubiera caído en la cuenta, tan intransigente como era con toda desviación. Muy vivo tenía que ser Trotsky para engañar al propio Lenin y a todos los revolucionarios. Porque la verdad es que no había un solo comunista que no fuera un ferviente adorador de Trotsky.

La moda antitrotskista

Ahora todos somos antitrotskistas; es una obligación impuesta en el Partido. La dirección no se preocupa siquiera de si sabemos leer; lo único que le interesa es que los militantes sean antitrotskistas. Yo no sé lo que es el trotskismo y creo que como a mí les pasa a casi todos. Yo siempre he creído que Lenin y Trotsky eran los dos mejores revolucionarios... Francamente, no sé por qué con el partido no se juega limpio. Por lo menos, cuando uno es una cosa debiera saber por qué lo es.

Nos dicen que para estar en la línea hay que ser antitrostskista, que es la única manera de seguir una política justa. Sí; también el año pasado la línea política era la justa y en nombre de ella se combatieron las críticas de [15] los trotskistas y se les trató de contrarrevolucionarios. Bullejos combatió un folleto de Trotsky con un artículo que titulaba: «El decálogo de un menchevique». Bullejos había prometido una serie de artículos para refutar a Trotsky, pero no pasó del primero.

Luego vino la circular del Ejecutivo diciendo que había que cambiar por completo la línea política; que todo lo anterior era completamente falso. Y hubo que empezar a hablar en el sentido propugnado en el folleto de Trotsky y de las críticas de la Oposición. ¿Y por qué no se rehabilita a los que estaban en lo cierto? Y, sobre todo, ¿por qué no se cuenta con los militantes para hacer las cosas? ¿Tendrá razón la Oposición trotskista? Porque ya va picando en historia eso de ir tan bien las cosas y no contemplar más que calamidades sin que tenga uno derecho a que le descifren tan enrevesado enigma. Será cosa de enterarse bien de cuál es el pensamiento de la Oposición. Y, sobre todo, que es estúpido combatir una cosa que se desconoce, sólo porque se lo ordenen a uno.

Sí, camarada, conviene que todos los comunistas recapaciten seriamente y traten de conocer las cosas. Muchas veces, por ignorancia, hace uno lo contrario de lo que sería su deseo. Cuando se desconocen las cosas puede uno incluso perseguir y calumniar a su mejor amigo; depende de la intención y del interés de la mano que le guíe. Es necesario no confiar excesivamente en los dirigentes, sobre todo cuando sólo piden obediencia...

¡Ah!, y no tomes mucho a pecho el olvido en que a los oposicionistas nos tiene el Comité Ejecutivo del Partido. Ellos, los pobres, no pueden hacer otra cosa porque entonces dejarían de ser lo que son, perderían la colocación. Los miembros del C. E. no hacen más que obrar al dictado, no se pertenecen, no están en posesión de su «libre albedrío». Son los militantes de base los que han de imponerse.

Saludos fraternales.

Esteban Bilbao.

Marzo de 1932.