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Boletín Especial (Noviembre 2007)

La posición de la República y las tareas de los trabajadores jóvenes

La posición de la República y las tareas de los trabajadores jóvenes

 

Informe al 5to Congreso Pan-Ruso de la Liga Comunista de la Juventud[1], 1922

León Trotsky

 

Publicado por primera vez en el Boletín del 5to Congreso Pan-Ruso de la Liga Comunista de la Juventud. Molodaya Gvardiya, Moscú, 1923. Tomado de la página web Marxist Internet Archive/English. Traducido al español especialmente para este boletín por Analí Trevin.

 

¡CAMARADAS! Han pasado cinco años desde el día en el cual, por voluntad de las masas laboriosas de Rusia, se implementó el orden soviético en nuestro país, y por la voluntad de estas mismas masas, la dirección de los destinos de nuestro país le fue confiada al Partido Comunista Ruso. Saludo a su Congreso de parte del Comité Central de este partido. 

La historia de estos cinco años, en los cuales sospecho que la mayoría de ustedes no han tenido oportunidad de participar activamente, ya que en octubre de 1917 gran parte de mi respetado público probablemente se hallaba aún gateando debajo de la mesa (este no es ni un reproche ni un cumplido, sino un hecho) la historia de estos cinco años constituye una gran fuente de lecciones. 

Las épocas revolucionarias, las épocas de los levantamientos sociales, sacan a la luz las entrañas de la sociedad. Cuando se pasa por la cumbre de una montaña, se podrán ver capas que se han acumulado a lo largo de los milenios, depositadas una sobre la otra. Desde arriba, eran invisibles. Pero estas capas fueron levantadas con un impulso volcánico, se formaron fallas, montañas y ríos y se pueden ver en el perfil de la montaña las capas de las distintas formaciones de piedra. Eso también ocurre en la sociedad. En épocas normales, las clases están unas sobre las otras, y sobre esta base se erige una superestructura compuesta por formaciones ideológicas diversas y hasta las formas más refinadas de la filosofía. Las raíces y las causas de la estructura interna no se pueden ver con el ojo desnudo. Pero la revolución hace estallar todo esto, cortando a través de las capas y sacándolas a la luz. Y por supuesto, aquellos de nosotros que participamos de la revolución en la práctica y en los hechos aprendimos bien de todo el proceso. Sin embargo, mientras que nuestro suelo revolucionario aún no se ha enfriado, la generación más joven debe aprender de la experiencia de estos cinco años sin parangón. 

Por supuesto que no podré aquí, ni en el grado más mínimo, agotar las lecciones de nuestra revolución, la más grande de la historia. Mi tarea es mucho más modesta: Ofrecer una caracterización de nuestra situación internacional e interna según la manera en que éstas se han desarrollado como resultado de nuestra lucha. 

Los primeros dos años transcurrieron en una lucha ininterrumpida, en el bloqueo[1]. El tercer año transcurrió también en la lucha, y en los primeros intentos de negociación con nosotros por parte de los gobiernos burgueses. Los últimos dos años han sido un periodo en el cual la lucha ha desaparecido gradualmente bajo los golpes de nuestras victorias militares. Las negociaciones adquirieron una naturaleza cada vez más profunda e intrincada. Existe un elemento común tanto en la guerra que nos libraron los imperialistas como en aquellas negociaciones pacíficas que desarrollan ahora con nosotros. Este elemento es su indecisión, su inconsistencia y su vacilación. No hay duda de que si el imperialismo alemán se hubiese propuesto a fines de 1917 o a comienzos de 1918 destruirnos y aplastarnos, nos hubieran aplastado. No hubiera existido una republica soviética. Tampoco hay duda de que si Clemenceau, el primer ministro francés y dictador de hecho a fines de 1918, se hubiera propuesto destruirnos y aplastarnos por medio de la fuerza militar, hubiéramos desaparecido de la faz de la tierra. En el sentido militar, éramos infinitamente más débiles, no sólo en comparación con el imperialismo unido, sino también en comparación con cada uno de las grandes potencias imperialistas. Hubo dos razones por las cuales no movilizaron contra nosotros todas sus fuerzas: en primer lugar, porque ya le temían al desarrollo del movimiento revolucionario en sus países como consecuencia de la guerra, y en segundo lugar, porque nos consideraban una unidad tan transitoria que no les pareció necesario conducir contra nosotros una guerra mayor. Es por esto que nos salvamos. Se limitaron a generales zaristas mercenarios y social-revolucionarios y mencheviques no menos mercenarios. Por medio de la burguesía de los países vecinos, o por medio de la burguesía emigrada, y los Guardias Blancos, y con la ayuda de nuestra llamada “democracia”, organizaron en forma anular los frentes que rodeaban el corazón de Rusia. 

Luego de los primeros dos años, comenzaron las negociaciones. Ya habían comenzado en febrero-abril de 1919. Para darles una idea de nuestra situación en aquel momento, déjenme recordarles, camaradas, las condiciones a las que nos enfrentábamos en la primavera de 1919.Hoy en día, como veremos, tanto nuestros amigos como nuestros enemigos se olvidan de ellas muy a menudo. El 4 de febrero, el Consejo de Comisarios del Pueblo hizo por radio (no contábamos con ningún otro tipo de contacto con el mundo exterior) una propuesta de paz a todos los poderes imperialistas, proponiendo:

el reconocimiento de las obligaciones de préstamo incurridas por los gobiernos rusos anteriores;

ofrecer en caución nuestras materias primas como garantía de pago de los intereses sobre los préstamos;

permitir concesiones a las empresas extranjeras;

hacer concesiones territoriales bajo la forma de la ocupación de las regiones otorgadas por parte de las fuerzas armadas de la Entente. 

Aproximadamente un mes y medio después, el radical norteamericano “Bullit” llegó a nosotros desde círculos cercanos al gobierno de los Estados Unidos, y el 10 de abril de 1919, le declaramos al imperialismo de Europa y de Norteamérica que estábamos preparados para poner fin al conflicto con los gobiernos “que existían efectivamente en Rusia” – los Blancos.

No tengo aquí un mapa de Rusia a comienzos de 1919, pero lo recuerdo bien. En aquel momento, el poder soviético no tenía a los Urales, a Siberia, el Mar Blanco, Ucrania y el Cáucaso. Nuestra área de influencia se reducía por entonces al viejo principado de Moscú. Y ahí podrán ver que el poder soviético le declaró a una delegación norteamericana no-oficial que “estamos preparados primero para reconocer esas fronteras, y terminar la guerra civil bajo la condición de su terminación por parte de nuestros enemigos”. Estábamos preparados, en segundo lugar, para desmovilizar inmediatamente al ejército y en tercer lugar, para honrar la parte correspondiente de la deuda estatal de nuestro territorio, ya que el territorio principal debía, en su mayor parte, permanecer con los Blancos. Renunciamos al reclamo de devolución de la reserva aurífera que había sido usurpada por los aliados, siempre y cuando se dedujera de los pagos de las deudas estatales. Estas eran las condiciones que íbamos a cumplir. Los imperialistas aliados no aceptaron estas condiciones, e hicieron muy bien en rechazarlas (risas). Desde aquel entonces, nuestra posición, a pesar de la severidad con la cual nos hemos responsabilizado por nuestros errores y falencias, ha mejorado. Esto no se puede negar al recordar el curso de las negociaciones en Génova. 

Les aseguro que lo que nos ofrecieron en Génova fue muy duro. Propusieron que devolviéramos las fábricas y obras a sus antiguos dueños. En cuanto a la tierra, las demandas eran menos definidas, ya que la tierra había sido dividida y era imposible arrancársela de las manos de los campesinos. Los tiburones de la bolsa internacional también entendieron esto. Pero la cuestión planteaba la restauración de las relaciones capitalistas en nuestro país. Contestamos con una negación. Es verdad que discutimos sobre nuestra predisposición a reconocer viejas deudas, aunque en forma condicionada, es decir, si nos daban inmediatamente un préstamo importante. Gran Bretaña, luego de interrumpir las negociaciones que había iniciado, hizo por segunda vez solicitudes acerca de estas condiciones, pero recibió como respuesta que de nuestro lado, las propuestas tenían un límite de tiempo fijo. 

Las negociaciones fueron interrumpidas y retiramos todas nuestras condiciones, declaraciones y nuestra predisposición a pagar las deudas. En relación con Europa y Norteamérica, no nos ata ninguna condición, y aún así no hay guerra. Pero, ¿cómo se puede explicar el hecho de que no hay guerra? Se puede explicar por la parálisis progresiva de la voluntad de clase del imperialismo bajo el efecto del crecimiento de sus contradicciones y bajo el efecto del impulso, aunque por cierto lento, del movimiento obrero revolucionario. Y por otro lado, esto también puede explicar la naturaleza indecisiva, constante y abortiva de las negociaciones de paz, el largo proceso diplomático que condujo a Génova, y luego a La Haya. 

Hemos dicho una y otra vez que la amenazante crisis económica está obligando a la burguesía europea a buscar un acuerdo con la Rusia soviética como proveedor potencial de material prima y como cliente potencial para los productos de la industria europea.

Esto se podrá afirmar sin reservas. Es verdad que la crisis en Europa no se está desarrollando tal como lo hacía hace un año y medio; se ha interrumpido y hasta se puede ver una mejora en la posición económica de los países de Europa occidental, pero esta mejora es superficial, mientras que la crisis fundamental sigue socavando los cimientos de la economía. 

¿Se podría decir que un acuerdo con la Rusia soviética traería aparejada una mejora considerable en la posición de Europa? No. Nos hemos vuelto demasiado pobres tanto como proveedores potenciales de materias primas y como potenciales compradores de productos fabricados para poder constituir dentro de los próximos dos o tres años un factor decisivo, o simplemente importante, en la vida económica de Europa. Y la burguesía lo sabe. Por supuesto, la inclusión de Rusia en la vida económica de Europa adquirirá cada año un peso cada vez mayor, y dentro de cinco, ocho o diez años, la Rusia renacida, de pie, se convertirá en uno de los factores más poderosos en la economía mundial. Esto es indudable. Pero ocurrirá dentro de ocho a diez años. Y para poder planificar proyectos que abarcarían décadas, se deberá contar con una perspectiva, se deberá sentir el suelo bajo los pies. 

Hoy en día, la burguesía europea no tiene certezas sobre la manera en que se desarrollarán los acontecimientos mañana o el día siguiente. El suelo económico está exhausto por la crisis mientras que la crisis pasa desde las convulsiones a una recuperación temporaria, y luego nuevamente a nuevas convulsiones. Las relaciones internacionales son inestables. Los aliados de antaño, y los principales, Gran Bretaña y Francia, se oponen uno a otro de manera cada vez más hostil en todos los niveles de las relaciones capitalistas, y es por eso que no existe un solo país europeo que sea capaz hoy en día de conducir una política, ni siquiera en la medida en que se podía conducir antes de la última guerra imperialista, que se calculaba para los próximos 15, diez o incluso de cinco años en adelante. Todos los gobiernos burgueses viven por los impulsos del momento, intentan tapar y remendar las contradicciones más acuciantes, pero es todo. Y entonces – de contradicción en contradicción, de conflicto en conflicto, y avanzando desde un recurso diplomático a otro, intentan postergar el problema más agudo. Por ende, su impotencia diplomática está relacionada con su mencionada impotencia militar. Tienen ejércitos poderosos – y aún así no pueden destruirnos. Tienen una diplomacia con una larga experiencia en la historia – y sin embargo son incapaces de llevar hasta el final con nosotros un solo acuerdo. 

Hablamos de nuestras retiradas. Por supuesto que nos hemos retirado mucho, pero comparemos nuestra plataforma diplomática en febrero y abril de 1919 (que les acabo de leer) con la plataforma con la cual llegamos a Génova y que nos llevamos de vuelta. En Génova, dijimos: ‘Rusia no se rendirá, ni se venderá, Rusia no capitulará ante el ultimátum del imperialismo mundial de Europa.’ ¿Y entonces qué ocurrió? En poco tiempo se nos acercó Urquhart, un representante de los pesos pesados de la bolsa de comercio de Gran Bretaña, representante de empresas que valen miles de millones en distintas partes del mundo (solía poseer muchos emprendimientos en los Urales y en Siberia) y firma un acuerdo preliminar condicional con el camarada Krasin por un período de 99 años. ¡Un largo período! Creo que pocos de los camaradas más jóvenes llegarían a ver el fin de este período. 

Se podría decir: si en la actualidad, la burguesía es incapaz de pensar en los próximos cinco o diez años, ¿cómo puede ser que Urquhart está pensando en los próximos 99 años? Subyace el hecho de que la burguesía, que gobierna como clase, como estado, deberá contar con un plan según el cual concluir una alianza, sabiendo cuál es el enemigo mayor y cuál es el menor, y previendo cómo se desarrollarían las relaciones en cinco, diez o 15 años. Pero Urquhart actúa como propietario individual y nada más, y sus cálculos son muy sencillos y muy correctos en su simplicidad. Dice, “si nosotros, los Urquhart, es decir, el capital, nos mantenemos firmes en Gran Bretaña, en Francia y en todo el mundo, entonces tarde o temprano sofocaremos a la Rusia soviética”. Y tiene razón. Pero si – razona Urquhart – nos derrocan a nosotros, los capitalistas, tanto en Gran Bretaña como en Francia, perderemos, por supuesto, nuestras propiedades en los Urales y en Siberia también, pero el hombre que pierde la cabeza no llorará por su cabello; si se expropiara el capital en todo el mundo, entonces por supuesto que la concesión del Sr. Urquhart vencerá en un período más corto que 99 años. Es por eso que su razonamiento es completamente realista y completamente correcto. No sé si el camarada Krasin le ha dicho esto. Probablemente le haya dicho en una conversación privada: “mientras sea una fuerza en el mundo, no lo expropiaremos individualmente. Pero si el trabajador británico lo expropiara y tomara su propiedad en sus propias manos, entonces de un modo u otro nos pondremos de acuerdo con el trabajador británico sobre esta concesión”. (Risas) Pero ustedes dirán que el gobierno soviético ha renunciado de todos modos a este acuerdo. Sí, lo ha hecho, incondicionalmente. La política de Gran Bretaña no ofrece una garantía mínima para concluir un acuerdo responsable y significativo que presupondría la posibilidad de relaciones normales entre países. Gran Bretaña desea evitar que Turquía establezca la oportunidad de su existencia dentro de las fronteras naturales del estado turco. Gran Bretaña de hecho se halla librando la guerra a Francia: Gran Bretaña actúa bajo el pseudónimo de Grecia mientras que Francia de hecho ofrece apoyo a Turquía. La guerra le ha dado la victoria a Turquía, país por el cual tenemos una total simpatía, ya que Turquía luchaba por su independencia mientras que Grecia llevaba adelante los planes imperialistas y rapaces de Gran Bretaña. 

Surgió la pregunta del Mar Negro y del Estrecho. En el Mar Negro, hay estados que forman parte de nuestra federación y también están en el Mar Negro, Turquía, Bulgaria y Rumania. Y sin embargo, Gran Bretaña desea arreglar la cuestión del Mar Negro junto con Francia e Italia, aunque sin la participación de los países para los cuales el Mar Negro forma un mar interno y sus costas el umbral de su casa. Bajo estas condiciones en las cuales Gran Bretaña pisotea los derechos elementales y los intereses de los pueblos de nuestra federación, el gobierno soviético no consideró posible firmar el acuerdo con un ciudadano británico: cumplir con un acuerdo, repito, presupone un mínimo de relaciones leales entre países y gobiernos. 

Pero ¿podremos, sin embargo, arreglarnos sin el capital extranjero? La prensa burguesa de Europa y Norteamérica se plantea esta pregunta, esperando que a medida que nos debilitemos económicamente, seremos cada vez menos inflexibles. Ya he mostrado y recordado los documentos de los actos diplomáticos que atestiguan que a la larga, han sido nuestros enemigos, y no nosotros, los que se han vuelto menos inflexibles. Pero desde el punto de vista económico, ¿podremos manejarnos sin el capital extranjero? 

Camaradas, si se pudieran imaginar que en nuestro planeta, no existiera ningún otro país además de Rusia, entonces sería evidente que la nación de 150 millones no perecería sin los fondos de Urquhart, sino que se levantaría gradualmente del empobrecimiento y la ruina que ha heredado. Entonces, ¿cuál es el problema? 

Cuando nos referimos a las concesiones y los préstamos, entonces asumimos un aceleramiento del ritmo de nuestro crecimiento y regeneración económica. Un influjo de capital y técnica del exterior significaría una superación más rápida de la crisis y el empobrecimiento. Su ausencia significa una cantidad mayor de sufrimiento y desastres, y un ritmo más lento de desarrollo económico, ¡pero eso es todo! Y es dentro de estos marcos que mantenemos negociaciones. Es por eso que no hemos aceptado ni aceptaremos una dependencia encadenada al capital mundial luego de que éste hubiera revelado su incapacidad para aplastarnos con su brazo armado. 

En La Haya, el capital intentó comprarnos: “Compraré todo”, dijo el Oro. Al igual que había dicho anteriormente, “Tomaré todo” dijo la Espada. Ambos ataques fueron repelidos. Por supuesto que, si el gobierno Británico hubiera cambiado su política, y por sobre todo, si hubiera reconocido a la República soviética, para luego intentar llegar a un acuerdo con respecto a la cuestión política más importante, entonces el acuerdo con Urquhart, con una u otra modificación, podría haber sido firmado. Este acuerdo constituye un acuerdo comercial con un grupo individual de capitalistas que recibe una ganancia fantástica y rapaz, pero que nos lleva a una nueva técnica y nos asiste, más allá de su voluntad, en el desarrollo de la industria de nuestro país a un ritmo más veloz, y en este plano, el comercio avanzará aún más. Con cada año, el número de demandas extranjeras crecerá y las condiciones que fijaremos serán cada vez más normales. 

¡Camaradas! La peculiaridad fundamental de nuestra posición económica yace en el hecho de que estamos construyendo, o intentando construir, el socialismo sobre una base económica arruinada. Esta es la característica principal que deberán grabar profundamente en vuestra conciencia. De acuerdo con los viejos panfletos marxistas, aprendimos y enseñamos que la misión (vocación) del capitalismo consistía en haber desarrollado en la mayor medida las fuerzas productivas del país y del mundo. Luego aparecerá en escena el proletariado, que toma control de estas fuerzas productivas desarrolladas y las reconstruye de manera socialista según los intereses de toda la humanidad. En principio, esto es absolutamente cierto. El capitalismo ha desarrollado en gran medida las fuerzas productivas. Pero antes de que el proletariado se demuestre capaz de tomar control de estas fuerzas productivas del capitalismo, el espasmo frenético de la Guerra Mundial ha destruido una parte considerable de estas fuerzas, en mayor medida hacia el este. 

Austria-Hungría está arruinada. Alemania está arruinada. Rusia está arruinada hasta el último grado. 

La técnica desarrollada por el capitalismo se preserva aún, por supuesto, en una serie de países. En Norteamérica, se coloca en su punto más alto, en Gran Bretaña en un punto muy alto, en Francia el daño a los valores materiales ha sido a la vez más considerable, y empeora hacia el Este. Hemos preservado la técnica – en los libros, en el conocimiento, en las costumbres, en los métodos, en el entrenamiento de los trabajadores. Pero los valores materiales creados por el trabajo desempeñado anteriormente están destruidos, aniquilados o destrozados hasta el último grado. Y sin embargo, aquí, la clase trabajadora, que por la obra del destino ha tomado en sus manos el poder en el país más arruinado en el sentido económico, está avanzando en la construcción del socialismo. Está construyendo el socialismo al mismo tiempo que intenta restaurar todos aquellos valores materiales que la burguesía había creado anteriormente, al comenzar por la época de acumulación primitiva. 

Aquellos de ustedes que conocen la economía política sabrán que la burguesía como clase pasa por la etapa de la acumulación primitiva, que se distingue por su barbarie extrema de explotación y auto-explotación para el pequeño-burgués, el embrión del burgués se explota a sí mismo. Éste hace el papel de burro de carga: explota a su esposa e hijos hasta obtener la cantidad mínima de capital necesario para que explote el trabajo asalariado. Luego el pequeño-burgués se convierte en burgués mediano, se levanta y se hace cada vez más fuerte. 

Hemos heredado un país devastado, y el proletariado que posee el estado está obligado a pasar por la etapa que se podría denominar la etapa de acumulación socialista primitiva. No tenemos la posibilidad de hacer uso del nivel de técnica que existía antes del 1914. Éste ha sido destruido, y deberá ser recreado paso por paso bajo las condiciones del estado obrero, aunque por medio de un esfuerzo colosal de gran envergadura por parte de su fuerza de trabajo. Aquí radica nuestra tarea y también nuestra gran dificultad, que es ante todo una gran falencia educativa. 

Permítanme abordar esta cuestión de manera enteramente concreta. Cuando un joven trabajador en, digamos, 1912 o 1913 entraba a la fábrica o al taller, encontraba allí un régimen definido. Su estado de subyugación, su estilo de vida, su existencia entera lo impulsaría a combatirlo. Se uniría a la huelga. Esta huelga, aunque aún fuera bastante confusa, espontánea y ciega, lo llevaría por el camino de la lucha de clases. Allí en el taller, recibiría su primera educación social que lo llevaría al socialismo y a la revolución. 

El joven trabajador de hoy encuentra en el taller condiciones materiales aún peores que aquellas experimentadas bajo el capitalismo. ¿A qué se debe? Porque el proletariado de nuestro país está pasando por la etapa de la acumulación socialista primitiva. Somos capaces – con calificaciones, por supuesto – de comparar a la clase trabajadora con la familia del artesano que hoy en día recién empieza a levantarse, pero que mañana se convertirá en el pequeño, el mediano, o quizás hasta el gran burgués. Cuando el artesano explota su labor, es decir, hace trabajar hasta la última gota de sudor a su esposa, su hijo y su hija, aún no existe explotación de clase. Esto es simplemente la utilización rapaz de las fuerzas propias y de su familia, con el objetivo de lograr su bienestar. Al pasar ahora por la etapa de la acumulación primitiva – y recién comenzamos apenas la superación de la devastación de la guerra civil, cuando difícilmente encontrábamos la más mínima esperanza de acumulación – la clase trabajadora se ve impelida a realizar un esfuerzo máximo. Aquí no existe, por supuesto, ninguna explotación de clase en la medida en que nos referimos a las empresas que le pertenecen a la clase trabajadora. Sin embargo, existe aquí la tensión de las energías por parte de la clase trabajadora y su juventud; quizás hasta una tensión excesiva de las energías, aunque se dirige a incrementar el nivel de su propio bienestar. 

Y es aquí, camaradas, en donde gira el punto preocupante y agudo de la educación de nuestra juventud. Cuando un joven trabajador, antes de la guerra y bajo el régimen burgués, entraba al taller, los trabajadores más avanzados le explicaban su posición de la siguiente manera: “Allí está tu jefe”, decían. “Es tu enemigo, tu explotador. ¿Cómo lo piensa combatir?” – “Con la huelga”. Y el joven trabajador, que aún no tenía idea de lo que eran la sociedad burguesa, Francia, Gran Bretaña, la Bolsa de Valores, el imperialismo o el militarismo, ya había recibido en esta pequeña célula, su taller, todo el incentivo necesario para formarse como luchador revolucionario, como proletario consciente. ¿Pero ahora? Ahora, las condiciones de acumulación socialista primitiva en nuestro período de transición han creado una situación en la cual cualquier menchevique[2] o SR[3], al repetir lo que solíamos decir ante la burguesía, lo empuja al trabajador a oponerse a la clase trabajadora en su conjunto. Este, camaradas, es el quid de la cuestión. Es muy sencillo si se la piensa, y si se conoce un poco sobre la naturaleza del estado, la definición de “clase” y de “explotación”. Pero se trata de este joven trabajador que acaba de ingresar a la fábrica, y que no tiene estos conocimientos, mientras que en una fábrica burguesa-capitalista, su accionar sería correcto. En este momento, deberá comprender la naturaleza del estado soviético para adquirir un entendimiento correcto de las condiciones de su vida de trabajo. En este momento debe tomar conciencia de la construcción de toda la sociedad soviética para poder comprender su posición en la fábrica y en el taller. 

En el pasado, era suficiente con que comprendiera su posición en el taller por instinto, para luego, esencialmente, corregir su posición en la sociedad. Sin embargo, ahora se da una situación contraria: debe tomar conciencia de la construcción de la sociedad soviética entera para no perderse en el taller. Dicho de otro modo, mientras que anteriormente pasaba por un camino de pruebas desde lo particular a lo general, este camino es hoy insuficiente hasta para los primeros pasos; este camino empírico es el camino en el cual los imitadores del socialismo lo podrán atrapar, aquellos que repiten una fórmula supuestamente vieja pero que la repiten en una nueva situación en donde adquiere un significado directamente opuesto. Esto significa que la tarea de educar a los jóvenes trabajadores se está tornando mucho más compleja y difícil, y al mismo tiempo nos explica por qué los mencheviques dirigen sus esfuerzos hacia los trabajadores jóvenes. 

Se debe reconocer, sin embargo, que los mencheviques han dado un gran paso (que se podría considerar un paso adelante ya que es un paso hacia una mayor claridad) en su nueva plataforma. Los mencheviques declaran abiertamente: “la salvación de Rusia yace únicamente en el capitalismo, el desarrollo de las fuerzas productivas sólo se podrá lograr en términos capitalistas”. Por ende exigen el traspaso de, si no todas, por lo menos la mayoría de las fábricas y obras a los capitalistas. Por supuesto, prometen que por todo eso, defenderán para los proletarios la jornada laboral de ocho horas contra los futuros capitalistas, cuyos intermediarios representarían. 

Pero para otorgarles la oportunidad de cumplir con su rol “socialista”, se deberá permitir un pequeño detalle: debemos devolver las obras, las fábricas y las minas a los capitalistas. Actúan como los albaceas de las conferencias de Génova y La Haya, con la única diferencia de que Lloyd George y Bartu exigían la devolución de las obras y fábricas sólo a los extranjeros, mientras que nuestros “demócratas” exigen la devolución de las fábricas a los capitalistas en general. Este modo de plantear la cuestión nos hace mucho más fácil la tarea de educar a los trabajadores jóvenes con respecto a este enemigo, ya que es en este nudo en donde se oponen las líneas básicas de nuestro desarrollo y nuestra lucha. 

Los mencheviques llaman al paro. ¿Con qué objetivo? ¡Con el objetivo de mejorar las condiciones de los trabajadores! Su liga está obligada a prestar mucha atención a los verdaderos intereses de la juventud y de defenderlos tanto frente a los órganos económicos como de los sindicatos. Pero su liga, como también los sindicatos y el Partido, parte del hecho de que la mejora en las condiciones de la clase trabajadora se está llevando a cabo sobre la base de la acumulación socialista primitiva – es decir que debemos producir una cantidad de valores materiales que puedan cubrir los costos de la producción, sin dejar que colapse, y al mismo tiempo mejorar lentamente, aunque sea levemente, esta producción. Es sólo bajo esta condición que podrá mejorar el nivel material de la clase trabajadora. Pero los mencheviques parten del hecho de que la clase trabajadora es incapaz de la construcción socialista y que las obras y fábricas deberían ser devueltas a sus viejos dueños u otorgadas a nuevos dueños. Por ende, la lucha por el paro no representa más que el sabotaje organizativo – es a través de grupos individuales y sectores menos maduros de la clase trabajadora y en contra de la clase trabajadora en su totalidad que los mencheviques desean socavar la acumulación socialista primitiva. 

La luz dirigente del menchevismo internacional, el teórico austro-alemán Otto Bauer[4] vierte en sus panfletos dedicados al nuevo curso de la República Soviética los mismos pensamientos, y esboza las mismas perspectivas que aquellas de la plataforma de los mencheviques rusos. Les leeré sólo dos citas: “Luego de una larga vacilación, el gobierno soviético ha decidido por fin honrar los préstamos extranjeros o las deudas del zarismo”. 

Se debe señalar inmediatamente la absoluta ignorancia con la cual el menchevismo internacional habla sobre la Rusia soviética, porque como he citado, a comienzos de 1919, nosotros sin vacilar y de modo tajante no dijimos sino que gritamos ante el mundo entero que, si los asesinos internacionales nos dejaran en paz, pagaríamos todas las deudas del zarismo. De hecho, en 1919, ofrecimos directamente honrar las deudas, mientras que en la actualidad sólo declaramos que acordaremos discutir las viejas deudas bajo la condición de recibir un préstamo tal que nos permitiera dar un gran salto económico. 

Pero esto supera la esfera de la descarada falsificación. Nuestro teórico dice lo siguiente en la página 34 de su libro: 

“La restauración de la economía capitalista no podrá llevarse a cabo bajo la dictadura del Partido Comunista. Por ende, el nuevo curso en la economía requiere también de un nuevo curso en la política”. 

Ya conocen el “nuevo curso en la política” que tanto desea Bauer: la democracia, el parlamentarismo. Entonces, es eso, ¿no les atrae? Y sigue con la lógica siguiente: la restauración de la economía capitalista como objetivo no podrá ser lograda bajo la dictadura del Partido Comunista. Y por ende hace falta un nuevo curso no sólo en la economía, sino también en la política. 

Pero, ¿quién le dijo que la tarea del nuevo curso consiste en restaurar la economía capitalista? El considera a ésta como una tarea incondicional; esto se explica en parte por la falta de comprensión de una expresión que empleamos a menudo, que ahora existe el capitalismo de estado. No entraré en una evaluación de este término, ya que en todo caso, necesitamos calificar sólo lo que entendemos por ello. Por “capitalismo de estado” entendíamos [un régimen económico en] que la propiedad pertenecía al estado, el cual a su vez estaba en manos de la burguesía, que explotaba a la clase obrera. Los emprendimientos de nuestro estado operan bajo líneas comerciales basadas sobre el mercado. Pero, ¿quién se halla en el poder? La clase trabajadora. Esta es la distinción de principios de nuestro “capitalismo” de estado entre comillas y el capitalismo de estado sin comillas. 

¿Qué significa esto como perspectiva? Sólo esto. Cuanto más se desarrolló el capitalismo de estado en la Alemania de los Hohenzollern, con más fuerza pudo la clase de junkers[5] y capitalistas de Alemania sojuzgar a la clase trabajadora. Cuanto más se desarrolla nuestro “capitalismo de estado”, más se enriquecerá la clase trabajadora, es decir, más firme será la base del socialismo. Y nuestra tarea por supuesto no es la restauración del capitalismo, y por supuesto semejante cosa sería imposible bajo el Partido Comunista. Por esta certificación, nos sentimos completamente en deuda con el Sr. Otto Bauer, es decir, le podremos asegurar a él también como a sus simpatizantes y amos que, mientras permanezca el poder en manos del Partido Comunista, la restauración del capitalismo en Rusia será imposible. (Aplausos). 

Es esto lo que escriben los caballeros del menchevismo internacional sobre nosotros. Pero los mismos mencheviques declaran que ustedes, los comunistas, le adjudican una importancia excesiva al poder del estado. Con la ayuda del poder del estado, no se podrá crear por la fuerza un nuevo sistema, etc., etc. Pero ¿por qué la burguesía le adjudica tanta importancia al poder del estado si el poder del estado no juega un rol decisivo en las cuestiones económicas? 

Camaradas, hay un periódico, Russkaya Mysl (Pensamiento Ruso), que se publica en el extranjero, y es uno de los periódicos más importantes de la burguesía rusa emigrada. En este periódico, en la encuesta internacional, Rusia se divide en dos partes. Primero, la Rusia libre: se trataría del Lejano Oriente en donde reinaba Merkulov – que en paz descanse – y segundo, la Rusia ocupada por la Tercera Internacional. La Rusia que se hallaba bajo la bayoneta japonesa se consideraba libre. ¿Por qué? Porque el poder estaba en manos de los elementos burgueses. Y todo el resto de Rusia era una zona de ocupación extranjera. ¿Por qué? Porque el poder del estado había sido arrancado de manos de la burguesía. Esta es la manera en que la burguesía calcula la importancia del poder del estado. 

La burguesía le hace concesiones a la clase trabajadora: sufragio universal, legislación social y laboral, seguro nacional, el acortamiento de la jornada laboral. La burguesía hace una retirada por pasos; cuando es necesario, otorga una reforma, cuando es posible, aplica nuevamente la presión y luego toma un paso atrás. ¿Por qué? Es una manera de maniobrar, la clase dominante lucha por su dominio, por la explotación de la otra clase. Por supuesto que los reformistas suponen que poco a poco, transformarán al sistema burgués en un sistema socialista. Y a esto les contestamos: ¡Mentira! Mientras que el poder esté en manos de la burguesía, calcularán cada reforma, pero sabrán hasta dónde otorgar reformas. Y es justamente por esta razón que tienen en sus manos el poder. 

La misma interrelación entre el poder del estado y la reforma existe para nosotros, pero con la pequeña diferencia que aquí, está en el poder la clase trabajadora, y asimismo, ésta le otorga concesiones a la burguesía: concesiones comerciales, libre comercio, el derecho a las ganancias y el derecho a llevar su alma y su cuerpo de burgués por las calles de Moscú con impunidad. Se ha otorgado esta concesión considerable, pero ha sido otorgada por la clase trabajadora dominante que porta los libros contables de su estado y que dice: “Hasta este punto haré una concesión, pero más no”. Y luego viene Otto Bauer y dice que bajo estas condiciones, el capitalismo no podrá levantarse. Y justamente por esta razón se ha creado una frontera: ¡para que no se levante! (Aplausos) 

Esta es una cuestión muy sencilla, pero sin embargo muy complicada, ya que habrá muchos jóvenes que les faltará asimilarla en la lucha, y la lucha será prolongada y extendida. La acumulación socialista primitiva dejará muchas cicatrices en las espaldas de la clase trabajadora y su juventud, la educación de sus elementos más conscientes representa para nosotros una cuestión de vida o muerte. 

La historia de estos cinco años de revolución deberá proveer el material básico para esta educación. 

Debemos estar plenamente conscientes de nuestra posición en el espacio y en el tiempo. ¿Para qué sirve el entrenamiento, el estudio y la educación? Estas son las habilidades necesarias para desarrollar la capacidad de orientarse en las condiciones del tiempo y el espacio. Se debe conocer al país en el cual se vive, los países que nos rodean, y se debe conocer la historia de nuestro país, aunque sea la de los últimos diez o quince años, el período de la víspera de Octubre, el período de la coalición, el kerenskismo[6], los puntos básicos de la historia de nuestros partidos pequeño-burgueses, etc. Todo este conocimiento deberá ser apropiado por cada trabajador joven, ya que aún quedan en el camino muchas batallas, y el desarrollo de la revolución en Occidente avanzará de forma sistemática, si no más lenta, de lo que esperábamos. 

¡Veamos cuántas vacilaciones y cambios se han dado en las filas de la misma clase trabajadora! En Italia, después de un levantamiento, hubo un reflujo, una traición y luego la escisión en el Partido Socialista. En Alemania, la división del partido en tres secciones: los social-demócratas, los independientes y los comunistas. Y luego la unificación de los independientes con los socialistas – como para fortalecer el campo del enemigo. ¿Qué es esto? Estos son pasos separados en el proceso del desarrollo revolucionario de la clase trabajadora, y estos pasos a menudo se dan de manera desordenada. La Historia levanta del cuello a la clase trabajadora, la sacude, la inclina para aquí y para allá y le deja ver desde distintos ángulos a los partidos socialistas; ahora hace que los mencheviques rusos jueguen con todos los colores del arco iris revolucionario, y ahora los deposita en la falda de la coalición burguesa. 

De esta manera, la clase trabajadora de Occidente avanza gradualmente y fortalece a sus partidos verdaderamente revolucionarios. El Tercer Congreso del Comintern[7] le dijo a los impacientes partidos comunistas más jóvenes: Queridos camaradas, no crean que el mismo día en que se declararon férreos partidarios de Rusia y del comunismo, Uds. ya habían descubierto su capacidad para ganar el poder del estado. Deberán por sobre todo ganarse a la mayoría de la clase trabajadora; sin la gran mayoría de los trabajadores, no podrán hacer la revolución proletaria. Porque nosotros en Rusia la hicimos con el apoyo de la gran mayoría de las masas trabajadoras. Así fluye tanto el programa como la táctica del frente único. La consigna del frente único es una apelación constante a las masas organizadas y no organizadas, aún cuando marchan bajo las banderas de otros; es un llamado a la lucha conjunta en común contra el enemigo de clase. Esta fue la lección que el Tercer Congreso les dio a los partidos comunistas que se lanzaban hacia delante de manera prematura. Esta es una lección de estrategia revolucionaria, y es una lección que no ha pasado sin dar sus frutos. 

En el último año, mientras que hemos hecho un progreso no deslumbrante pero sí firme, podemos ver alrededor del mundo, a la burguesía, educada por la experiencia rusa y con la ventaja del lento desarrollo de la revolución proletaria, preparando a sus cuadros de combate. En Italia, Mussolini[8], uno de los mencheviques renegados, juntó bandas de fascistas de la escoria depravada de las calles de las ciudades, y por medio de estas bandas fascistas armadas, mantiene sumida en el terror a toda Italia, mientras que la burguesía, con su parlamento, su Prensa, sus universidades, academias e iglesia, les abre respetuosamente el camino a estos bandidos: “Avancen y gobiernen”. Ahora, Mussolini es monárquico y está preparado para apoyar a todas las instituciones que le sirvan a la causa de la continuación de la opresión y la explotación de los trabajadores. En Francia, las bandas monárquicas que se habían formado para la restauración de la monarquía se están convirtiendo en las mascotas de la burguesía gobernante, sus destacamentos de combate, contra el comunismo en alza. Este es el estado legal burgués al desnudo, bajo su forma democrática parlamentaria. 

Allí se forma una organización de bandas contra-revolucionarias en la semi-clandestinidad aunque a la vista de todos, a la espera del día y la hora en que se batirá en el duelo entre el proletario y la burguesía. Esto significa que tanto en Europa como en Norteamérica, la revolución se prepara de manera sistemática, paso a paso, firmemente y con los dientes cerrados. Será larga, prolongada, brutal y sangrienta. Tomamos el poder en Octubre prácticamente de un solo golpe. Atacamos a nuestro enemigo cuando no estaba preparado. Sólo después de Octubre la burguesía rusa empezó a movilizar a los elementos contrarrevolucionarios y a formar frentes. Para nosotros, los golpes principales no ocurrieron antes de Octubre, no antes de la conquista del poder, sino después de la conquista del poder. En Europa, se podrá predecir que los acontecimientos seguirán un curso distinto. Aún antes del round decisivo final, los elementos contrarrevolucionarios demuestran una mayor experiencia que la que tuvieron los nuestros; los suyos cuentan con un nivel de cultura y técnica incalculablemente mayor; están utilizando todas sus reservas, están poniendo de pie a todos los elementos; están tejiendo una organización de combate; están tomando control de toda la Prensa; están preparando sus fondos; cuentan con su vanguardia fascista rapaz. 

Luego de que el proletariado hubiera ganado el poder en Europa, la contra-revolución no tendrá más reservas para la lucha. Por esta razón, podemos esperar que luego de la conquista del poder, el proletariado europeo pasará a la construcción del socialismo de modo mucho más directo y rápido. Pero hasta el momento de la toma del poder, aún tiene por delante un camino de lucha intensa y brutal, y esto significa además que en toda la situación mundial permanecen latentes todo tipo de acontecimientos inesperados. 

Las negociaciones diplomáticas, que ya he descrito al principio de mi informe, como un proceso largo y extendido, podrán ser interrumpidas como consecuencia de nuevos conflictos. En el Cercano Oriente, se ha atado un nudo sangriento que aún debe ser desatado. En el Lejano Oriente, colocamos delante nuestro, como escudo, a la República del Lejano Oriente en donde los trabajadores y campesinos, aunque desean establecer su propio régimen soviético y unirse plenamente a nuestra federación, se vieron forzados a mantener un régimen de democracia. ¿Por qué? Porque los norteamericanos dijeron que la Rusia soviética deberá ser aplastada ya que es anti-democrática. Tuvimos en los últimos años en el Lejano Oriente un ejemplo mundial de una democracia pequeña y pacífica en donde se formaron una asamblea nacional y ministerios sobre la base de la “mejor” ley electoral. Pero, ¿qué pasó? Este país fue en todo momento un escenario de ocupación, y un escenario para la fuerza armada japonesa, no sólo por consentimiento sino también por el apoyo y la connivencia de algunos, y con la asistencia activa directa de otros, estados imperialistas, Francia en particular. 

Pero también en Japón se calienta el suelo bajo los pies de las clases poseedoras. Todo indica que Japón atraviesa en la actualidad su 1903 o 1904, en la víspera de su 1905[9], con la diferencia de que la distancia entre 1905 y 1917 en Japón será un poco más corta que lo que fue para nosotros, ya que la historia corre ahora a una velocidad mucho más rápida que en las décadas anteriores a la guerra mundial. 

Aquí yace la evidente falta de confianza de las clases dominantes japonesas. Éstas están retirando sus fuerzas porque en esas fuerzas, la propaganda revolucionaria – que ha sido desarrollada, y por supuesto que en nuestro territorio se desarrollará – está siendo recibida de modo favorable. Y al retirar sus fuerzas, nos invitaron a participar de negociaciones por la paz en donde nos propusieron ni más ni menos que quedarse con la mitad de Sakhalin. ¿Por qué? Porque hay minerales valiosos. Pero al pueblo ruso también les gustan las riquezas naturales. Nuestro camarada delegado Joffe declaró allí lo mismo que nuestros delegados en Génova: “Rusia no se rendirá ni se venderá”. Las negociaciones fueron interrumpidas. Lo que significa para el futuro, no lo sabemos. 

Estaba el diplomático japonés que dirigía las negociaciones, señalándonos con el dedo: “¿Saben que la interrupción de las negociaciones podrá tener consecuencias?” ¿Consecuencias? Pero las hemos visto. ¿Ocupación? Ya hemos visto la ocupación del territorio del Lejano Oriente. 

En Génova propusimos el desarme. Nos negaron la inclusión de ese punto en las negociaciones. Les propusimos el desarme a nuestros vecinos más cercanos. Rumania, como saben, nos respondió: “Estamos de acuerdo con ustedes en discutir sobre el desarme, pero primero otórguenme Bessarabia”. La nación de 150 millones le propone a sus vecinos sentarse en una mesa común para llegar a un acuerdo sobre la reducción y el aligeramiento de la carga militar, y como respuesta, Japón, en el Lejano Oriente, se mete a la mitad de Sakhalin en el bolsillo, mientras que Rumania exige nuestro reconocimiento de su posesión de Bessarabia, la cual se había robado. 

Esa es, camaradas, nuestra situación internacional. Es mejor de lo que era en febrero de 1919. Todavía no pasó tanto tiempo desde que Clemenceau[10] despachó sus buques de guerra a los puertos del Mar Negro y a Odessa, y fue hace sólo un momento que un ex ministro, creo que del gobierno de Clemenceau, Herriot, un antiguo y futuro ministro abandonó nuestras fronteras. Él hizo un viaje hasta aquí, se encargó cuidadosamente del “asunto del reinicio de relaciones”, y me dijo en una conversación algo así: “Vuestra revolución es esencialmente, aunque por supuesto con algunas alteraciones, la hija de nuestra vieja revolución, salvo el hecho de que la madre no reconoce aún a su hija”. (Risas) Por mi parte, dije que esta fórmula era muy feliz, especialmente si lo convencía a Poincaré[11] (no sé por qué familiar estará emparentado él con esta revolución-madre: si él también es hijo, entonces debería ser un hijo especial para el cual existe una expresión particular en ruso). En todo caso, la situación ha cambiado un poco. Pero el peligro aún persiste plenamente. 

Es por eso, camaradas, que no podremos desarmarnos hoy, ni probablemente mañana tampoco. Y es por eso que junto con nuestra labor económica y cultural, la cuestión de nuestro ejército y nuestra flota es de gran importancia para nosotros. Ya que me dirijo a una reunión de la juventud, nuestro ejército y nuestra flota no son nada más que la liga armada de la juventud. Aquellos que nacieron en 1901 están en servicio con nosotros, y estamos llegando a aquellos que nacieron en 1902. La ligazón entre el ejército y la juventud trabajadora y campesina es directa, inmediata y vital. A través del ejército hemos llegado en los últimos años a la juventud trabajadora y campesina de Ucrania y Crimea. Hemos llamado a aquellos que nacieron en 1901. Aquí nuevamente hay una enorme diferencia con la situación de 1918 o 1919, cuando no existía aparato estatal, en un momento en el cual el campesino vacilaba y no sabía si hacía falta un ejército. Ahora, en todas partes y hasta en Crimea, que fue liberada recientemente, la juventud trabajadora y campesina de todos lados se une sin obligación, voluntaria y alegremente a las filas del Ejército Rojo. Debemos reforzar este ánimo y plasmarlo en una forma definida de comprensión política. Esta es la tarea capital de todos nuestros órganos e instituciones, y es, posiblemente, la tarea más importante de toda la Liga Comunista de la Juventud. 

Ya he dicho que no podremos contar con la educación empírica de los trabajadores jóvenes en los talleres. Los debemos abordar con generalizaciones específicas que caractericen la posición del trabajador en la sociedad. Esta necesidad fluye del carácter del período de transición de nuestro desarrollo social. El joven trabajador debe conocer no sólo su lugar en la sociedad, en el taller y en el campo, sino también su lugar en el universo. La cuestión de su perspectiva del mundo adquiere una importancia decisiva. 

En la actualidad es esencial que nos acerquemos a los trabajadores jóvenes, y en segundo lugar también a los campesinos, con un entendimiento más acabado y amplio de la situación. En la actualidad, la vida de toda una clase está en la mira, y el socialismo sólo podrá ser alcanzado por medio de los mayores sacrificios y esfuerzos de la sangre y los nervios de la clase trabajadora. Y esto sólo si la clase trabajadora tiene la convicción firme de que es aquí en esta tierra y este suelo donde debemos crear lo nuevo, y que aquí se coronarán todos nuestros objetivos, y que no habrá nada más importante que eso. 

La religión es una soga al cuello. La religión es un veneno precisamente durante una época revolucionaria y en un período de dificultades extremas que se suceden luego de la conquista del poder. Esto fue comprendido por un gran contra-revolucionario, en sus simpatías políticas, pero a la vez un gran psicólogo, como Dostoievsky[12]. Dijo: “El ateismo es inconcebible sin el socialismo, y el socialismo es inconcebible sin el ateismo”. Comprendió que el paraíso celestial y el terrenal se negaban entre sí. Si al hombre se le promete un más allá, un reino sin fin, entonces, ¿vale la pena derramar su sangre y la de sus hermanos e hijos para establecer un reino igual aquí en este mundo? Esa es la pregunta. Debemos profundizar en una visión del mundo revolucionaria. Debemos combatir los prejuicios religiosos de la juventud y acercarnos ella, incluso a aquella que tiene prejuicios religiosos, con un máximo grado de atención pedagógica de los más educados hacia los menos educados. Debemos acercarnos a ellos con la propaganda del ateismo, porque sólo esta propaganda define el lugar del hombre en el universo y dibuja para él un ciclo de actividad consciente en la tierra. 

Ya he dicho que la revolución pone al desnudo las capas de piedra de la existencia social y de la estructura de las clases y del estado, revelando el fraude y la hipocresía de la ideología burguesa. Esto se relaciona no sólo con los asuntos terrenales sino también con los celestiales. 

El mejor ejemplo es el Obispo Brown norteamericano. Consideremos su panfleto sobre el comunismo y el cristianismo. El obispo norteamericano, cuyo retrato se incluye en el panfleto, viste aún sus hábitos episcopales. Me imagino que ya se habrá arreglado para quitárselos. En la parte de adelante del panfleto, hay un martillo y una hoz y un amanecer. Y este obispo le dice lo siguiente a otra figura eclesiástica: “Un dios que hubiera jugado hasta el rol más mínimo en la guerra anglo-alemana, en la paz de Versalles o en el bloqueo de Rusia no es para mí un dios, sino un diablo. Si usted declara que el dios cristiano no jugó ningún rol en la guerra, entonces yo responderé que estos acontecimientos representan los sufrimientos más grandes que haya experimentado la humanidad en los últimos años, y que si él, Dios, no pudo o no quiso pararlos, entonces, ¿por qué, en ese caso, debemos acudir a él?” 

Estas son las palabras trágicas de un obispo que creyó en su dios y ante quien la guerra y la revolución revelaron las terribles úlceras de sus desastres. Y pregunta, “¿Dónde está mi dios? O no sabía, no deseaba saber, o no supo cómo. Si no sabía, entonces no es un dios. Si quiso, entonces no es un dios. Si no supo cómo, entonces no es un dios.” Y se convierte en materialista y ateo, y declara que la religión fluye de la naturaleza de clase de la sociedad. 

Y esto es natural. Sólo estas épocas volcánicas de explosiones sociales plantean la cuestión de la perspectiva religiosa del mundo, y nosotros habiendo tendido la experiencia de nuestra revolución, de nuestros sufrimientos y desastres, debemos plantear esta pregunta ante la conciencia y ante la conciencia teórica de la generación más joven y de la clase trabajadora. El mismo obispo dice después: “Si uno colocara simplemente a un hombre común honesto e inteligente a la cabeza del universo, el orden sería mucho mejor y habrá menos brutalidades y sangre derramada que en la actualidad”. Esta cuestión atañe a la educación de nuestros jóvenes trabajadores. En todos lados hay material para ello; desde la célula en el taller, en donde se desarrolla el proceso de nuestra acumulación socialista primitiva en formas aún muy brutales que seguirán desarrollándose por mucho tiempo de manera dolorosa, hasta el cosmos en sí y el lugar del hombre en el universo. 

Es necesario, camaradas, que el joven trabajador recuerde su ayer, el ayer de su clase. En relación con esto, he recordado un libro escrito por un dirigente muy conocido de los mencheviques, Dan[13], que presenta de manera más lúcida la naturaleza de clase media, filistea, pequeño-burguesa y fosilizada del menchevismo. El libro representa (si fuéramos más ricos lo hubiéramos republicado en una gran cantidad de copias y lo hubiéramos distribuido en todas partes) una brillante expresión de la arrogancia hueca de clase media. 

Este dirigente de los mencheviques informa a los emigrados rusos y a la burguesía europea (ya que el libro ha sido traducido al ruso y probablemente también a otros idiomas) sobre cómo hemos escrito en forma analfabeta los avisos en nuestras prisiones. ¡Analfabetismo! Por supuesto que estamos perfectamente familiarizados con el analfabetismo ruso, ¡es terrible! Pero este es el analfabetismo de nuestra clase trabajadora dominante que combatiremos firmemente y por todos los medios. Pero escaparse de la clase trabajadora y correr hasta la burguesía europea para señalar: “¡Mírenlos, qué sucios y analfabetos que son!” – no, semejante ocupación sólo le cabe a los Señores “socialistas”. 

Todo el libro está lleno de este tipo de quejas desgraciadas y miserables, de difamaciones y mentiras mezcladas con medias-verdades. Pero no me refiero al libro por esta razón. Entre otras estupideces vulgares, Dan presenta dos hechos muy claros: habla del orgullo de clase y el sentido de justicia que notó entre nuestros soldados rojos y trabajadores. Un soldado rojo le contó en la cárcel cómo vivía en Crimea y fue movilizado por Wrangel[14]. “Solía vivir y comer mucho mejor y más apropiadamente que en la Rusia soviética. Pero la actitud de superioridad de los oficiales hacia los trabajadores y soldados, es eso lo que no soportaba, y ¡era por esa razón que estaba dispuesto a perdonarles todo a los bolcheviques!” El desertor de Wrangel que supuestamente comía mejor bajo Wrangel se unió a nosotros, y en la cárcel, como guardia, se encuentra con el menchevique Dan, quien a su vez empieza a ponerlo a prueba para tentarlo. Dan no incluye sus propias palabras, pero de todos modos las conocemos. Dan señala el pan y los cereales, el pan mal cocido, etc., etc., y el soldado le contesta: “Sí, solía estar con Wrangel, nos daban mejor de comer, pero ahí tienen amos y aquí no tenemos”. 

Un segundo ejemplo. En la cárcel había un soldado rojo que trataba perfectamente bien a los mencheviques y socialrevolucionarios, pero por alguna razón uno de los socialrevolucionarios que entraba a la celda les gritó a sus compañeros socialrevolucionarios: “¡Caballeros, vayamos a caminar!” El soldado rojo que estaba agachado al lado de la puerta, saltó a sus pies como si lo hubieran picado y gritó, “¡Ni se atrevan!” Camaradas, no podrían haber dicho nada mejor. El soldado rojo de buen corazón estaba sentado en algún lado sin prestarle atención a nadie ni a nada. Entra corriendo el socialrevolucionario, dice la palabra “caballeros”, y el soldado rojo, como si lo hubieran picado, salta a sus pies y dice, “¡Yo les mostraré – caballeros!” Allí está la conciencia básica cuya existencia significa que el Partido Comunista podrá prevenir la restauración del capitalismo. 

Pero cuando nuestro Martov[15] y Dan dicen en su plataforma nueva que debemos devolverles las fábricas y plantas a los caballeros, ya no es el socialrevolucionario que dice “Caballeros, ¿vamos a caminar?” sino, “Caballeros, les gustaría tomar control, de las plantas y las fábricas?” Y entonces, ¿qué dirá nuestro soldado rojo? 

Para apoyar, fortalecer y desarrollar en los trabajadores jóvenes la conciencia de la clase trabajadora, ayer oprimida, hoy sufriendo pero gobernando – he aquí vuestra tarea primera y principal. Sí, la Nueva Política económica[16] es una concesión, una concesión pesada, pero esta es una cuestión táctica, esta es una cuestión de la táctica de la clase gobernante. “Aquí no hay amos”, le dice el soldado rojo a Dan. No hay amos ni los habrá en el rol de la clase gobernante. La clase trabajadora en su conjunto y su destacamento de la juventud bajo la forma de la Liga Comunista Rusa de la Juventud y los destacamentos dirigidos por ella llevarán esta conciencia durante los años que quedan de concesiones. 

Antes que nada, camaradas, debemos aprender, antes que nada, aprender. Y ya que la lucha será larga hasta la victoria de la clase trabajadora, deberemos aprender no de manera apresurada sino de manera seria y en un largo período. La ciencia no es sencilla, sin embargo, e incluyendo a la ciencia social, es la piedra fundamental y deberá formar a los jóvenes; porque si la situación actual en el país es difícil, y si el período de transición actual en el país torna difícil la comprensión de la naturaleza de clase del estado, entonces las ciencia y su capacidad de abstracción deberá socorrernos. 

Los años venideros serán años de aprendizaje. Deberán convertirse en los años de trabajo intensivo de los jóvenes trabajadores como la vanguardia de la clase trabajadora, tanto en la educación de los demás como en la educación propia. La lucha que tenemos por delante será muy dura. Esta lucha está devorando las energías de la generación más vieja. Nosotros, los hombres del primer llamado, estamos envejeciendo. 

Los hombres del segundo llamado a la conscripción se levantaron en los años de la turbulenta guerra civil, de alguna manera u otra aprendieron, pero aprendieron formalmente muy poco. Los hombres de la tercera leva de la clase trabajadora, es decir, vuestra generación, están entrando en su vida consciente en una atmósfera menos febril. Deben aprender para poder reemplazar a la generación más vieja, una parte de la cual está llegando al final de su período de servicio. 

Es por eso, camaradas, que la cuestión de la Liga de la Juventud es una cuestión de vida o muerte para nuestra revolución, y una cuestión del destino del movimiento revolucionario mundial. Permítanme apelar a ustedes y a través de ustedes a todas las capas más sensibles, honestas y conscientes del joven proletariado y campesinado avanzado: ¡Aprendan, fórmense con el granito de la ciencia, témplense y prepárense para estar al mando! (Aplauso)

 



[1] Para profundizar en la política hacia la juventud y la formación de la Liga de la Juventud, ver en este boletín: I. Velez, “La juventud Socialista en Petrogrado en 1917”.

[2] La guerra civil se inició en gran escala hacia mayo de 1918 y terminó con la derrota de Wrangel en el frente sur, el 20 de noviembre de 1920. Para profundizar este tema ver: León Trotsky, “Cómo se armó la revolución”, Ediciones CEIP León Trotsky, 2006.

[3] El Partido Socialdemócrata Ruso se dividió en la Conferencia de Londres en 1903 en dos fracciones: bolcheviques, la mayoría, conducida por Lenin, y mencheviques, la minoría. En 1912, las fracciones se convirtieron en partidos. Los mencheviques apoyaron al Gobierno Provisional en 1917 y se opusieron a la insurrección de octubre.

[4] SR: socialistas revolucionarios, una organización pequeño burguesa heterogénea que surgió en 1901. En octubre de 1917, se dividieron y su ala izquierda apoyó a los bolcheviques en la revolución. Pronto se volvió contra el gobierno soviético y se alineó con la contrarrevolución.

[5] Otto Bauer (1881-1938) fue uno de los principales teóricos de la socialdemocracia austriaca. Ministro de Relaciones Exteriores de la República Austriaca en 1918-19. Fue un tenaz opositor a la Revolución Bolchevique.

[6] Los Hohenzollern fueron la dinastía que gobernó Alemania desde 1871 hasta la Revolución de Noviembre de 1918, que derrocó a la monarquía y tras de la cual abdicó el Káiser Guillermo. Los junkers eran los terratenientes prusianos que jugaron un importante papel en el impulso de la industrialización.

[7] Kerensky, Alexander (1881-1970): socialrrevolucionario ruso. Después de la Revolución de Febrero fue Ministro de Justicia, Guerra y Marina y finalmente, jefe del Gobierno Provisional desde julio hasta la Revolución de Octubre. En 1918 huyó al extranjero. 

[8] La Tercera Internacional o Internacional Comunista. En el Tercer Congreso en 1921 se combatió las posturas ultraizquierdistas y se priorizó la formación de frentes únicos obreros.

[9] Benito Mussolini (1883-1945), líder fascista italiano. Aunque inició su actividad política en el Partido Socialista, giró al ultra-nacionalismo durante la Primera Guerra Mundial y creó el Partido Nacional Fascista en 1920.

[10] Se refiere a la situación previa a la Revolución rusa de 1905 a partir de la cual se estableció una monarquía constitucional, en su transcurso surgieron los Soviets de obreros, soldados y campesinos.

[11] Clemenceau, George (1841-1929): Primer Ministro francés a fines de la Primera Guerra Mundial, fue el principal inspirador de la paz de Versalles. Aplastó los motines en el ejército francés e instigó el bloqueo y la intervención contra la Unión Soviética. 

[12] Raymond Poincaré (1860-1934) Político francés, fue Presidente del Consejo de Ministros varias veces y Presidente de la República durante la Gran Guerra, presidió el Consejo de Ministros en 1922-24 e impulsó una política de dureza con Alemania, insistiendo en la necesidad de que esta pagara completamente las reparaciones de guerra establecidas en el tratado de Versalles.

[13] Fiodor Dostoievsky (1821-1881), novelista ruso, autor entre otras obras, de Crimen y castigo y Los hermanos Karamazov.

[14] Fiodor Dan (1871-1947), líder socialdemócrata, dirigente menchevique del Presidium del Soviet de Petrogrado en 1917, fue un adversario de la Revolución de Octubre.

[15] Piotr N. Wrangel (1878-1928) General de las Guardias Blancas que combatió a los soviets y trató de derrocarlos en la guerra civil.

[16] Martov, Iulius (1872-1923): colaborador de Lenin en la dirección de la socialdemocracia rusa hasta 1903, cuando se convirtió en dirigente de los mencheviques. Emigró a Berlín en 1920.

[17] En 1921, con la economía del país devastada, Lenin impulsa la llamada Nueva Política Económica (NEP) que en lo esencial buscaba (permitiendo la venta de los excedentes agrícolas a los campesinos y la explotación privada en pequeña escala de la industria liviana y el comercio minorista), utilizar los mecanismos del mercado para revitalizar la alicaída economía soviética al fin de la guerra. Estas medidas estaban acompañadas con el control estatal de la industria pesada, el transporte, parte importante de la industria liviana y el férreo monopolio estatal del comercio exterior.