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Red Internacional

Ediciones IPS recomienda:. La lucha contra el fascismo en Alemania: una guía para tiempos sinuosos

Ponemos a disposición ¿Y ahora? Problemas vitales del proletariado alemán, que forma parte del volumen 3 de las Obras Escogidas de León Trotsky: La lucha contra el fascismo en Alemania, junto a una detallada reseña de dicha obra.

Viernes 18 de septiembre de 2020 | 22:55

¿Porqué leer en el 2020 los textos de Trotsky compilados en La lucha contra el fascismo en Alemania? Walter Benjamin dijo, en una paráfrasis dialectizada de la afirmación de Marx, que las revoluciones no eran las “locomotoras de la historia” sino “la forma en que la humanidad, que viaja en ese tren, acciona el freno de emergencia” para evitar la catástrofe. Quizás no haya mejor imagen para sintetizar aquello que Trotsky buscaba en las polémicas sobre Alemania: abrir a los trabajadores el curso para accionar el freno, la revolución en el corazón del imperialismo europeo. En uno de los subperíodos más convulsos del siglo XX, se trataba nada menos que de frenar el camino hacia el fascismo y la masacre imperialista más aguda conocida por la historia: la Segunda Guerra Mundial. Como sabemos, la historia no se repite bajo idénticas condiciones, pero sí se desarrolla sobre sí misma, bajo sus contradicciones y tendencias precedentes, y a veces lo hace de manera amplificada.

Hoy la realidad pandémica (en sí misma, todo un “aviso de catástrofe” de este régimen social) nos recoloca en la perspectiva de grandes crisis cuyas tendencias le son previas pero que rebrotaron con inusitada intensidad. El alcance de la crisis ya es mundial, y en perspectiva su magnitud tendrá una escala histórica. Viviremos agudos choques de clases que le darán al álgebra de época, definido por Lenin como de “crisis, guerras y revoluciones”, nuevas proporciones específicas. La lectura de los escritos de Trotsky sobre Alemania contiene herramientas teóricas y políticas de gran valor para los tiempos actuales, de preparación para las convulsiones por venir.

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¿Cómo y por qué navegan hacia su degradación las principales democracias imperialistas de la época? ¿Cómo pierde sus conquistas y trincheras organizativas la clase obrera más poderosa y organizada del mundo entero y es arrastrada a la guerra más devastadora del siglo? ¿Qué política urgía para evitar este curso? La lucha contra el fascismo en Alemania compila escritos de Trotsky que buscan darle respuestas teóricas y político-prácticas a estos grandes problemas de la época, que en los primeros años ‘30 se condensaban dramáticamente en la situación alemana.

Son textos esencialmente políticos (escritos mayoritariamente entre la crisis mundial abierta en el 29 y la llegada de Hitler al poder en 1933, pero extendidos también hasta 1940) que buscan desentrañar la naturaleza del fascismo y delinear con qué métodos y orientación política debía luchar la clase trabajadora paracombatirlo. Trotsky transita las coordenadas de una época de catástrofes, de fenómenos políticos tan novedosos como aberrantes, pero también de grandes oportunidades para los explotados. Quien tenga en sus manos el libro que aquí reseñamos comprobará que su pluma le da vida a textos encendidos, de combate, que buscan incidir en el curso de los acontecimientos, pero que no por esto pierden agudeza teórica, capacidad de previsión de las tendencias en desarrollo ni vigencia para comprender desde la actualidad el ciclo que da lugar al fenómeno fascista. De hecho, es posible ubicar a Trotsky como el marxista revolucionario que mejor captó la dinámica de los regímenes políticos de entreguerras, con todos los fenómenos novedosos que presentaron y combinaron, dando como resultado diversas formas de dominación transicionales para las que había que desarrollar herramientas de explicación como base para la intervención política. Trotsky fue uno de los revolucionarios que con más claridad advirtió no sólo la naturaleza del fenómeno fascista sino del peligro vital que entrañaba para las clases laboriosas a nivel mundial.

Este es el trasfondo en el cual analiza la situación de Alemania, a la que considera, en medio de las contradicciones latentes de posguerra y su agudización con la Gran Depresión, un eslabón débil: En el artículo que ponemos a disposición, escrito en el año 1932, plantea: “El capitalismo ruso resultó ser, debido a su extremo retraso, el eslabón más débil de la cadena imperialista. El capitalismo alemán aparece en la situación actual como el eslabón más débil por la razón opuesta: es el capitalismo más avanzado en una Europa que se encuentra en una situación sin salida. Cuanto más se afirma el carácter dinámico de las fuerzas productivas en Alemania, más se ahogan estas en el sistema estatal de Europa, parecido al ‘sistema’ de jaulas de un miserable parque zoológico provincial. Cada cambio de la coyuntura coloca al capitalismo alemán ante tareas que se vería forzado a resolver mediante la guerra”. [1]

Y precisamente fue el triunfo de Hitler lo que permitió preparar las condiciones para la resolución de esas necesidades del imperialismo alemán por la más agresiva vía militar.

Sobre la naturaleza del fascismo

Trotsky plantea que la función histórica del fascismo es rescatar al capital de su crisis ante una situación de descalabro capitalista y lucha de clases aguda. Lo hace mediante la movilización de las capas sociales situadas inmediatamente encima del proletariado y que temen ser arrojadas a sus filas; o sea la pequeñoburguesía (profesionales, comerciantes, etc.) pauperizada por la crisis a la que, junto a la masa de desocupados, se organiza y se militariza en un movimiento de masas para volcarlo hacia la destrucción de las organizaciones obreras.

Es decir, el fascismo es una apuesta extrema de la burguesía ante la amenaza a su dominio. Los métodos fascistas de movilización de masas y guerra abierta al proletariado para liquidar sus organizaciones independientes no son aquellos que en condiciones más estables la burguesía “elegiría” para ejercer su dominio, porque le son enormemente más costosos en términos sociales que el parlamentarismo. Dice Trotsky: “El régimen fascista ve llegar su turno porque los medios ‘normales’, militares y policiales de la dictadura burguesa, con su cobertura parlamentaria, no son suficientes para mantener a la sociedad en equilibrio. A través de los agentes del fascismo, el capital pone en movimiento a las masas de la pequeñoburguesía irritada, a las bandas del lumpenproletariado desclasadas y desmoralizadas, a todos esos seres a quienes el capital financiero empuja a la rabia y la desesperación. La burguesía exige del fascismo un trabajo completo: una vez que aceptó los métodos de la guerra civil, quiere lograr la calma para varios años”. [2]

Ahora bien, Trotsky alumbra una concepción no mecánica del fenómeno fascista. No lo entiende como mera resultante de la crisis económica del 30, ni menos aún lo atribuye a la psicología individual de Hitler. Lo concibe como el producto de la imbricación de condiciones objetivas y subjetivas y su mutua relación de determinación, donde la lucha de clases y su resultado, siempre abierto, opera como el factor determinante. Dentro de los factores objetivos, claramente fue crucial la crisis capitalista desatada en EE.UU. en el 29 y que se extendió al conjunto del mundo. Alemania sufrió particularmente esta crisis porque impactó sobre las duras condiciones que arrastraba desde la salida de la Primera Guerra Mundial con el Tratado de Versalles. Este tratado, por el que perdió territorio continental, recursos económicos, productivos y todo su imperio colonial, implicó para el imperialismo alemán, el más industrializado después de Estados Unidos, un gran “chaleco de fuerzas” que constreñía su desarrollo. A lo largo de toda la posguerra Alemania había sufrido permanentes crisis económicas con la constante devaluación del marco, una de las hiperinflaciones más agudas de la historia y una desocupación de masas, al punto que en el año 1932 la cifra de desocupados ascendía a 6 millones. Es imposible pensar la crisis de la democracia de Weimar y la creciente prédica que tuvo el nazismo sin partir de esta grave crisis económico-social que llevó a la ruina a millones de empleados y pequeñoburgueses, que fueron la principal base social que movilizó Hitler y volcó contra las organizaciones obreras.

Ahora bien, decíamos que para Trotsky el fascismo no deviene mecánicamente de la crisis económica, como mero reflejo superestructural de las oscilaciones de la estructura. Sus condiciones de posibilidad, y sobre todo de asentamiento, están sobredeterminadas por el resultado de la lucha de clases y por lo tanto de la influencia ejercida por las fuerzas subjetivas que intervienen en ella, es decir las clases sociales y sus direcciones políticas.

En “Bonapartismo, fascismo y guerra”, de 1940, dice Trotsky: “el fascismo es en cada oportunidad el eslabón final de un ciclo político específico que se compone de lo siguiente: la crisis más grave de la sociedad capitalista; el aumento de la radicalización de la clase obrera; el aumento de la simpatía hacia la clase trabajadora y un anhelo de cambio de parte de la pequeñoburguesía urbana y rural; la extrema confusión de la gran burguesía; sus maniobras cobardes y traicioneras tendientes a evitar el punto culminante revolucionario; el agotamiento del proletariado; confusión e indiferencia crecientes; el agravamiento de la crisis social; la desesperación de la pequeñoburguesía y su anhelo de cambio; la neurosis colectiva de la pequeñoburguesía, su rapidez para creer en milagros; su disposición para las medidas violentas; el aumento de la hostilidad hacia el proletariado que defraudó sus expectativas. Estas son las premisas para la formación acelerada de un partido fascista y su victoria”  [3].

Nótese que Trotsky hace referencia a un ciclo centrado en las mutaciones subjetivas en la concienciay disposición de las clases y sus fracciones. Y en esas mutaciones, es la política la que dicta, porque es la que abre y obtura cursos de acción. Veamos las discusiones centrales que Trotsky hacía al respecto.

¿Cómo combatir el fascismo?

En función del análisis de las particularidades presentadas por la situación alemana, Trotsky afirmaba en “Alemania, clave de la situación internacional”, del año 1931, que el crecimiento del fascismo provenía de dos condiciones: “El fascismo es el producto de dos factores: una crisis social aguda, por una parte, y la debilidad revolucionaria del proletariado alemán, por otra. La debilidad del proletariado, a su vez, se compone de dos elementos: el papel histórico particular de la socialdemocracia, ese representante siempre poderoso del capital en las filas del proletariado, y la incapacidad de la dirección centrista del Partido Comunista para agrupar a los obreros bajo la bandera de la revolución. Para nosotros, el factor subjetivo es el Partido Comunista porque la socialdemocracia es el obstáculo objetivo que hay que barrer” [4].

Para Trotsky, el fortalecimiento del fascismo se explicaba por la negativa del Partido Comunista Alemán (KPD por sus siglas en alemán), que en 1932 era votado nada menos que por 5 millones de obreros, a levantar una política de frente único con la cual ganarse en una experiencia común a las masas socialdemócratas para un combate real contra los fascistas con los métodos de la lucha de clases.

Esta negativa tenía su raíz en la orientación, dictada desde Moscú, del “tercer período”: una definición abstracta y formal que caracterizaba la inminencia de la revolución y establecía que el enemigo principal a combatir no era el fascismo sino la socialdemocracia, considerada como “socialfascista”, es decir como un ala moderada del fascismo.

Las direcciones de los partidos comunistas no reconocían las especificidades del fascismo y tendían a licuarlo en las características generales de la reacción burguesa. La concepción del “socialfascismo” implicó llevar esto al paroxismo, borrando las diferencias entre el fascismo y el Partido Socialdemócrata (SPD por sus siglas en alemán) e incluso sosteniendo que el ascenso de Hitler sería el preludio de la revolución socialista.

Trotsky discutió permanentemente contra esta caracterización, pero no desde el ángulo de la defensa de la dirección socialdemócrata (uno de los principales garantes del orden burgués, cuyo rol apoyando la guerra imperialista de 1914 y ahogando en sangre la revolución de 1918-1919 había sido clave) sino desde la necesidad de abrirse camino a los millones de obreros que dirigía la socialdemocracia.

El Frente Único Obrero sobre el que insistió era en primer lugar una política defensiva, para preservar las posiciones del proletariado y poder preparar la ofensiva. En el texto “El Frente Único defensivo. Carta a un obrero socialdemócrata”, de 1933, Dice Trotsky: “¿Qué va a ‘defender’ el Partido Comunista? ¿La Constitución de Weimar? No, (…) El Partido Comunista debe llamar a la defensa de aquellas posiciones materiales y morales que la clase obrera ha logrado conquistar en el Estado alemán. Me refiero directamente al destino de las organizaciones políticas obreras, los sindicatos, periódicos, imprentas, clubes, bibliotecas, etc. Los obreros comunistas deben decir a sus compañeros socialdemócratas: ‘Las políticas de nuestros partidos se oponen irreconciliablemente; pero si los fascistas vienen esta noche a destrozar el local de vuestra organización, vendremos corriendo, con las armas en la mano, para ayudarlos. ¿Nos prometen que si nuestra organización es amenazada correrán a ayudarnos?’. Esta es la quintaesencia de nuestra política en el período actual” [5].

En lugar de poner el centro de la política en denunciar con fraseología en apariencia de ultraizquierda a la socialdemocracia, lo que había que hacer era impulsar una acción política común sobre la base de la cual se pudiera acelerar la experiencia de esas bases obrera con su dirección reformista para que los revolucionarios pudieran conquistar cada vez más influencia. El principio de esa acción común debía ser la defensa mutua de las conquistas obreras. La lucha defensiva implicaba mantener las posiciones obreras como forma de preparación para las batallas decisivas, donde el proletariado debería pasar al ataque frontal contra los fascistas. Táctica y estrategia están relacionadas: sin la fortaleza táctica para las luchas defensivas no habría habilidad estratégica para el pasaje a la ofensiva. Veamos en qué otro terreno se expresó esta cuestión vital.

Fascismo y democracia

Todo esto se emparenta a su vez con otra polémica central que mantuvo Trotsky con la dirección del KPD y la IC y que condensan estos escritos, que tiene que ver con la relación entre régimen fascista y régimen democrático, que era al mismo tiempo un debate teórico y de estrategia y táctica política.

Los estalinistas, minimizando el peligro fascista y buscando dar un sustento pretendidamente “teórico” a su política del socialfascismo, planteaban que podía darse un avance gradual, en frío, de la democracia al fascismo, ya que no había entre ambos una contradicción absoluta en términos de su carácter de clase, es decir: ambos eran burgueses.

Trotsky sostenía que de esta premisa correcta (el carácter igualmente burgués de ambos), los estalinistas extraían conclusiones teóricas y políticas totalmente incorrectas, ya que si desde el punto de vista sociológico tienen un mismo carácter de clase, existen entre la democracia y el fascismo grandes diferencias en términos de las formas y métodos que adquiere la dominación burguesa, y por lo tanto del lugar del proletariado y las clases oprimidas en el régimen social de conjunto.

En el artículo “¿Y ahora? Problemas vitales del proletariado alemán”, plantea: “En una sociedad capitalista desarrollada, durante un régimen ‘democrático’, la burguesía se apoya en primer lugar sobre la clase obrera controlada por los reformistas. (…)En el régimen fascista, al menos en un primer estadio, el capital se apoya en la pequeñoburguesía para destruir las organizaciones del proletariado. (…) La socialdemocracia, principal dirección reformista del movimiento obrero, no puede tener influencia sin las organizaciones obreras de masas. El fascismo no puede instaurar su poder sino una vez destruidas las organizaciones obreras. El parlamento es la arena principal de la socialdemocracia. El sistema fascista se basa en la destrucción del parlamentarismo. Para la burguesía monopolista, los regímenes parlamentario y fascista no son más que instrumentos diferentes de su dominación: recurre a uno o a otro según las condicioneshistóricas. Pero, tanto para la socialdemocracia como para el fascismo, la elección de un instrumento u otro tiene una significación independiente. Más aún, es para ellos una cuestión de vida o muerte política. ¿Existe diferencia en el ‘contenido de clase’ de los dos regímenes? Si se plantea la pregunta a propósito solo de la clase dominante, no existe diferencia. Pero si se toma la situación y las relaciones recíprocas entre todas las clases desde el punto de vista del proletariado, la diferencia es muy grande. Durante muchas décadas dentro de la democracia burguesa, sirviéndose de ella y luchando contra ella, los obreros edificaron sus propias fortalezas, sus bases, sus reductos de democracia proletaria: sindicatos, partidos, clubes culturales, organizaciones deportivas, cooperativas, etc. El proletariado no puede llegar al poder dentro de los límites de la democracia burguesa, sino por la vía revolucionaria: esto está demostrado tanto por la teoría como por la experiencia. Y estos baluartes de democracia obrera dentro del Estado burgués son absolutamente esenciales para tomar el camino revolucionario” [6].

Con esta polémica, Trotsky estaba señalando dos cuestiones centrales relacionadas entre sí: por un lado, que la igualación entre la democracia y el fascismo por su contenido de clase común no hacía más que esconder a ojos del proletariado aquellas conquistas concretas que tenía que defender de la amenaza fascista, y sin cuya defensa no podía plantearse en manera alguna una orientación revolucionaria, precisamente porque el punto de partida para la lucha contra el fascismo no era la abstracción del Estado democrático sino las organizaciones vivas en las que el proletariado concentraba toda su experiencia, tradición, fuerza organizativa y conquistas materiales. Es decir, en la visión estalinista no había “trincheras” obreras que defender frente al avance nazi.

Por otro lado, que el KPD pretendía así justificar su propia capitulación sin combate ante el fascismo, ya que plantear que es posible privar al proletariado, sin fricciones y sin combates, no solo de todas sus conquistas materiales —su nivel de vida, la legislación laboral, sus derechos civiles y políticos—, sino también incluso del instrumento fundamental de sus conquistas, es decir, de sus organizaciones, era declarar de antemano una rendición sin lucha.

Y precisamente ese fue el fatal desenlace que tuvo la situación alemana, lo que Trotsky llamará “la tragedia del proletariado alemán”: el proletariado más poderoso de Europa por su lugar en la producción, su peso social, su tradición histórica y la fuerza de sus organizaciones sindicales y políticas, no ofreció ninguna resistencia ante la llegada de Hitler al poder y sus violentos ataques contra las organizaciones obreras. El KPD ni siquiera fue capaz de legar a la clase que buscaba representar las lecciones de una derrota en el combate.

De esta dura derrota, Trotsky llegó a la conclusión de que no se podía seguir peleando en el seno de la Internacional Comunista por regenerarla sino que había que poner en pie una nueva Internacional que se propusiera organizar a lo mejor de la vanguardia del proletariado mundial. Así inició, bajo diversas tácticas, el camino para la construcción de un nuevo agrupamiento internacional que en 1938, en vísperas de la Segunda Guerra Mundial, dio nacimiento a la IV internacional como continuidad revolucionaria de la tradición de la Revolución Rusa.

El marco de crisis mundial en el que entramos hace cada vez más acuciante el frente único como política para los explotados. Trabajadores y trabajadoras ocupados, desocupados, sindicalizados, no sindicalizados, nativos, inmigrantes, confluyendo en una política común, de exigencia a las organizaciones de masas, para evitar la degradación a la que conduce este régimen social. La pandemia, surgida de las propias entrañas de la organización irracional de la producción capitalista, es una muestra de cómo ésta avanza hacia la depredación de la vida en todos los sentidos imaginables. Se tratará, como dijo Benjamin, de buscar las vías para accionar nuestro propio freno de emergencia.


[1TROTSKY, León “¿Y ahora? Problemas vitales del proletariado alemán”, La lucha contra el fascismo en Alemania, IPS-CEIP, Obras Escogidas 3, Buenos Aires, p. 106.

[2Ibídem, p. 118.

[3TROTSKY, León “Bonapartismo, fascismo y guerra”, La lucha contra el fascismo en Alemania, IPS-CEIP, Obras Escogidas 3, Buenos Aires, pp 434-435.

[4TROTSKY, León “Alemania, clave de la situación internacional”, La lucha contra el fascismo en Alemania, IPS-CEIP, Obras Escogidas 3, Buenos Aires, pp 86-87.

[5TROTSKY, León “El Frente Único Defensivo. Carta a un obrero socialdemócrata”, La lucha contra el fascismo en Alemania, IPS-CEIP, Obras Escogidas 3, Buenos Aires, p. 301.

[6TROTSKY, León “Y ahora? Problemas vitales del proletariado alemán”, La lucha contra el fascismo en Alemania, IPS-CEIP, Obras Escogidas 3, Buenos Aires, pp.118- 121.

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