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Escritos Latinoamericanos (compilación, 3ra. edición)

La libertad de prensa y la clase obrera

La libertad de prensa y la clase obrera

 

En México se está realizando una campaña contra la prensa reaccionaria. El ataque ha sido dirigido por los líderes de la CTM o, más precisamente, por el señor Lombardo Toledano en persona. El objetivo es “doblegar” a la prensa reaccionaria ya sea sometiéndola a una censura democrática o proscribiéndola del todo. Los sindicatos han sido movilizados para la guerra. Los incurables demócratas corrompidos por su experiencia con un Moscú stalinizado y dirigidos por “amigos” de la GPU, han alabado esta campaña que no puede ser vista más que como un suicidio. De hecho, no es difícil prever que incluso si esta campaña triunfa y conduce a resultados prácticos que se acomoden al gusto de Lombardo Toledano, las consecuencias últimas serán principalmente soportadas por la clase obrera.

 

Tanto la experiencia histórica como teórica prueban que cualquier restricción de la democracia en la sociedad burguesa, es, en último análisis, invariablemente dirigida contra el proletariado, así como cualquier impuesto que se imponga recae sobre los hombros de la clase obrera. La democracia burguesa es útil para el proletariado sólo en cuanto le abre el camino al desarrollo de la lucha de clases. Consecuentemente, cualquier “dirigente” de la clase obrera que arma al gobierno burgués con medios especiales para controlar a la opinión pública en general y a la prensa en particular, es, precisamente, un traidor. En último análisis, la agudización de la lucha de clases obligará a las burguesías de cualquier tipo a llegar a un arreglo entre ellas mismas; aprobarán entonces leyes especiales, toda clase de medidas restrictivas, y toda clase de censuras “democráticas” contra la clase obrera. Quien todavía no haya comprendido esto, debe salirse de las filas de la clase obrera.

“Pero hay momentos” objetarán algunos “amigos” de la URSS en que “la dictadura del proletariado se ve forzada a recurrir a medidas especiales, particularmente contra la prensa reaccionaria”.

“Esta objeción”, contestaremos, “proviene principalmente de identificar a un estado obrero con un estado burgués. Aunque México es un país semicolonial, también es un estado burgués y de ninguna manera un estado obrero. Sin embargo aún desde el punto de vista de los intereses de la dictadura del proletariado, proscribir a los periódicos burgueses o censurarlos no constituye en lo más mínimo un “programa” o un “principio” o un ideal establecido. Medidas de esta naturaleza sólo pueden ser un mal temporal e inevitable.”

Una vez en el poder, el proletariado puede verse forzado, por cierto tiempo, a tomar medidas especiales contra la burguesía, si la burguesía asume una actitud de abierta rebelión contra el estado obrero. En ese caso, restringir la libertad de prensa va a la par con todas las otras medidas empleadas en sostener una guerra civil. Naturalmente, si usted se ve forzado a usar artillería y aviones contra el enemigo, no puede permitir que este mismo enemigo mantenga sus propios centros de información y propaganda dentro del campo armado del proletariado. Sin embargo, también en este ejemplo, si las medidas especiales se extienden hasta convertirse en un patrón permanente, llevarían en sí mismas el peligro de volverse incontrolables y de que la burocracia obrera logre un monopolio político que sería una de las fuentes de su degeneración.