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Escritos de León Trotsky (1929-1940)

La ignorancia no es una herramienta revolucionaria

La ignorancia no es una herramienta revolucionaria

La ignorancia no es una herramienta revolucionaria[1]

 

 

30 de enero de 1939

 

 

 

En el número 3 de nuestra revista publicamos un artículo de Diego Rivera sobre una carta programática escrita por Haya de la Torre. Como pudieron ver nuestros lectores, el artículo de Rivera tomaba en cuenta problemas sumamente importantes y ade­más estaba escrito en un estilo muy sereno. Sin em­bargo, un tal Guillermo Vegas León,[2] periodista del APRA, respondió con un artículo al que sólo se puede calificar de desvergonzado y maligno. Con el objetivo de responder a las fundamentales cues­tiones planteadas, al Señor Vegas León utiliza in­sinuaciones personales y cree posible atacar a Diego Rivera como hombre y artista.

¿Hace falta defender a Rivera de esos ataques estúpidos y malintencionados? Con un desprecio muy cómico, Vegas León llama "pintor" a Rivera en cada línea de su articulo, como si esta palabra implicara una terrible condena. Para dar más fuerza a su ironía, la ironía de un filisteo impotente, el señor Vegas León tendría que haberse referido a Rivera como a un "gran pintor", ya que si está mal ser pintor debe ser incompa­rablemente más condenable ser un dotado maestro. Imitando a Lombardo Toledano y a otros "socialistas" burgueses, Vegas León acusa a Rivera de vender sus pinturas a la burguesía. ¿Pero quien si no la burguesía puede comprar cuadros en la sociedad capitalista? La inmensa mayoría de los artistas, que a causa de las condiciones sociales dependen de la burguesía, están ideológicamente unidos a ella. Rivera es un caso excepcional porque mantiene una total independencia moral de la burguesía. Precisamente por esta razón tiene derecho a ser respetado por todo obrero socialista y todo demócrata sincero. Pero Vegas León no entra en ninguna de estas dos categorías.

Vegas León se indigna porque Rivera trata como un demócrata a Haya de la Torre. Lo considera insultante y calumnioso. Haya de la Torre "no es un demócrata sino un revolucionario", exclama. Es absolutamente imposible entender qué quiere decir con esto. Por un lado, se puede contraponer el demócrata al partidario de la monarquía o de una dictadura fascista; por el otro, y de manera diferente, se lo puede contraponer al socialista. Pero oponer el demócrata al revolucionario es casi lo mismo que contraponer un pelirrojo a un abogado. En Francia y Estados Unidos, naturalmente, el demócrata no puede ser un revolucionario; está a favor de mantener el orden existente; es un conser­vador. Pero en un país atrasado como Perú, doblemente oprimido por el imperialismo y la dictadura policial, no puede menos que ser revolucionario si es un demócrata serio y lógico. Esta es precisamente la idea que de­sarrolla Diego Rivera. No reprocha a Haya de la Torre la posición que asume como defensor de la democracia porque en su carta programática no aparezca como un socialista. Rivera toma su posición condicionalmente y trata de demostrar -en nuestra opinión con éxito- que Haya de la Torre aparece como un demócrata ilógico. A esto tendría que haber respondido Vegas León.

Haya de la Torre considera a Estados Unidos "el guardián de nuestra libertad", y en caso de peligro fascista -¿Benavídez no lo es?-[3] promete recurrir al guardián "en busca de ayuda". El camarada Rivera condena justamente esta idealización del imperialismo norteamericano. ¿Cuál es la respuesta de Vegas León? Replica con más insultos, cita a Lenin, invoca otros escritos de la Torre... y más insultos. Pero de esta manera no explica por qué el dirigente aprista, en lugar de denunciar el verdadero rol que juega ese país, en vísperas de la conferencia de Lima consideró acer­tado presentar a Estados Unidos - como lo hizo Tole­dano en Futuro - como la gallina filantrópica que protege a sus pollos latinoamericanos (incluyendo al tierno pollito Benavídez) del gavilán de allende el océano. Esa distorsión de la realidad es doblemente inadmisible cuando el que escribe es un demócrata de un país oprimido.

Los marxistas revolucionarios pueden concluir acuerdos prácticos con los demócratas, pero preci­samente con los que son revolucionarios, es decir con los que se apoyan en las masas y no en la gallina protectora. Para los marxistas el APRA no es socialista porque no es una organización de clase del proletariado revolucionario. Es la organización de la democracia burguesa en un país atrasado, semicolonial. Por sus características sociales, sus objetivos históricos y en gran medida por su ideología es similar a los populistas rusos (los socialrevolucionarios) y al Kuomintang chino.[4] Los populistas rusos utilizaban la doctrina y la fraseología "socialista" mucho más que el APRA. Sin embargo, eso no evitó que jugaran el rol de demó­cratas pequeñoburgueses, peor aun, demócratas pequeñoburgueses atrasados, que no tuvieron la fuerza necesaria para llevar a cabo las tareas puramente democráticas pese al espíritu de sacrificio y al heroísmo de sus mejores combatientes. Los "socialrevolucio­narios" levantaban un programa agrario revolu­cionario, pero, como siempre sucede con los partidos pequeñoburgueses, eran prisioneros de la burguesía liberal -esa buena gallina que protegía a sus po­lluelos- y traicionaron a los campesinos en el momento decisivo de la revolución de 1917. Es imposible olvidar ese ejemplo histórico. Un demócrata que predica la confianza en los "guardianes" imperialistas sólo puede brindarles amargas ilusiones a los pueblos oprimidos.

Tanto en sus tesis como en su artículo, el camarada Rivera afirma que los pueblos oprimidos sólo podrán lograr su emancipación total y definitiva con el derro­camiento revolucionario del imperialismo, y que esta tarea solamente la puede realizar el proletariado mundial en alianza con los pueblos coloniales. Sobre esta idea, el señor Vegas León derrama un torrente de objeciones ofensivas y unos pocos argumentos del mismo carácter. Dejando de lado los insultos, tratare­mos de ubicar la base de su argumentación. Dice que el proletariado de los países imperialistas no tiene el menor interés en la lucha de los países coloniales y en consecuencia éstos deben seguir su propio proceso. Considerar, aunque sea en mínima medida, que el destino de los países atrasados depende de la lucha del proletariado de los países avanzados es... "derro­tismo". No entraremos en consideraciones sobre lo absurdo de esta posición. Vegas León da un ejemplo para demostrar la validez de sus ideas: México expro­pió a las empresas petroleras; ¿acaso éste no es un paso hacia la emancipación del país de su dependencia del imperialismo? Sin embargo, esta medida se tomó sin la menor participación del proletariado norteamericano e inglés. Según Vegas León, este ejemplo reciente demuestra que los pueblos coloniales y semicoloniales pueden lograr su emancipación total independiente­mente de la actitud del proletariado internacional.

Todo este razonamiento demuestra que el publicista del APRA no comprende el abecé de un problema que es de importancia fundamental para su partido, es decir, la relación entre los países imperialistas y los semicoloniales. Es absolutamente cierto que México avanzó un paso hacia su emancipación económica al expropiar a los intereses petroleros. Pero Vegas León cierra los ojos al hecho de que México, como vendedor de productos petroleros, cayó ahora -y era inevita­ble- bajo la dependencia de otros países imperialistas. ¿Qué formas asume o puede asumir esta dependencia? La historia todavía no dijo la última palabra sobre el problema.

Por otra parte, ¿se puede asegurar que ese acto concreto, la expropiación de las empresas petroleras, está definitivamente garantizado? Desgraciadamente, es imposible afirmarlo. Una presión militar o incluso puramente economía, junto con una relación de fuerzas internacional desfavorable para México -derrotas y retrocesos del proletariado mundial- pueden obligar a retroceder a este país. Sería una hueca fanfarronada negar tal posibilidad. Sólo unos lamentables utopistas pueden presentar el futuro de México, como el de cualquier otro país colonial o semicolonial, como una constante acumulación de reformas y conquistas hasta que se llegue a la emanci­pación total y definitiva. Del mismo modo, los socialdemócratas, esos clásicos oportunistas, supusieron durante mucho tiempo que lograrían transformar la sociedad capitalista a través de una completa serie de reformas sociales hasta alcanzar la emancipación de todo el proletariado. En realidad, el camino de las reformas sociales fue posible sólo hasta determinado punto, cuando las clases dominantes, asustadas por el peligro, lanzaron la contraofensiva. La lucha sólo se decide por la revolución o la contrarrevolución. En una cantidad de países la acumulación de reformas democráticas no llevó al socialismo sino al fascismo, que liquidó todas las conquistas sociales y políticas del pasado. La misma ley dialéctica se aplica a la lucha de liberación de los pueblos oprimidos. Bajo ciertas condiciones favorables, se pueden alcanzar de manera relativamente pacífica determinadas conquistas que ayudarán a la lucha por su ulterior independencia. Pero esto no significa que las conquistas parciales continuarán ininterrumpidamente, hasta que se logre la independencia total. Después de garantizar muchas conquistas secundarias en la India, el imperialismo británico está decidido no sólo a poner punto final a las reformas sino a hacer retroceder el proceso. La India sólo se podrá liberar por la lucha revolucionaria unida y abierta de los obreros, los campesinos y el prole­tariado inglés.

Este es uno de los aspectos de la cuestión. Pero también hay otro. ¿Por qué pudo el gobierno mexicano realizar con éxito las expropiaciones, al menos por el momento? Sobre todo, a causa del antagonismo entre Estados Unidos e Inglaterra. No había que temer una intervención activa, inmediata, de parte de Inglaterra. Pero éste es un problema menor. El gobierno mexicano también consideraba improbable la intervención militar de su vecino del norte cuando decretó la expropiación. ¿Sobre qué base se apoyaban esos cálculos? Sobre la actual orientación de la Casa Blanca: el "New Deal" en la política interna iba acompañado de la política de "buena vecindad" en las relaciones exteriores.[5]

Evidentemente Vegas León no entiende que la actual política de la Casa Blanca está determinada por la profunda crisis del capitalismo norteamericano y por el crecimiento de las tendencias radicales en la clase obrera. Hasta ahora estas nuevas tendencias encontraron su expresión más clara en la CIO.[6] El señor Vegas León se queja de que la CIO no se interesa en la suerte del Perú. Probablemente esto signifique que la CIO se negó a financiar al APRA. Por nuestra parte, no tenemos la menor intención de cerrar los ojos al hecho de que la conciencia política de los dirigentes de la CIO no es superior a la del ala izquierda del partido conservador de Roosevelt, y podríamos agregar que en algunos aspectos cae por debajo de ese nivel miserable. Sin embargo, la existencia de la CIO refleja un enorme salto en los pensamientos y sentimientos de los trabajadores norteamericanos.

El sector influyente de la burguesía cuyo represen­tante es Roosevelt dice (o decía ayer): "Es imposible gobernar con los viejos métodos; hay que llegar a un acuerdo; tenemos que garantizar concesiones parciales para salvaguardar lo fundamental, es decir, la propie­dad privada de los medios de producción". Esté preci­samente es el sentido del New Deal. Roosevelt aplica la misma política a las relaciones internacionales, sobre todo a América Latina: hacer concesiones secun­darias para no perder en los problemas importantes.

Justamente estas relaciones políticas internacio­nales posibilitaron que la expropiación del petróleo por México no provocara una intervención militar ni un bloqueo económico. En otras palabras, se pudo realizar un avance pacifico en el camino hacia la emancipación económica gracias a la política más activa y agresiva de grandes sectores del proletariado norteamericano. Como se ve, el problema no es si Lewis y Cía. "simpatizan" o no "simpatizan" con el APRA o con el pueblo peruano. Esos señores no ven más allá de la punta de su nariz y sólo simpatizan con ellos mismos.

Además, por otra parte no se trata de hasta qué punto los trabajadores norteamericanos comprenden hoy que su lucha por la emancipación está ligada a la de los pueblos oprimidos. Aunque vista desde esta perspectiva la situación puede parecer muy lamentable, sigue siendo indiscutible y muy importante que la intensificación de la lucha de clases en Estados Unidos facilitó extraordinariamente la expropiación de las empresas petroleras por el gobierno mexicano. El señor Vegas León, típico pequeñoburgués, no puede comprender en lo más mínimo la lógica interna de la lucha de clases, esta relación entre los factores internos y los externos.

Sería radicalmente erróneo extraer de aquel la conclusión de que la política de Estados Unidos conti­nuará desarrollándose ininterrumpidamente en esta misma dirección, abriendo así posibilidades cada vez mayores de emancipación pacífica al pueblo latinoamericano. Por el contrario, se puede predecir con toda certeza que la política del "New Deal" y de "buena vecindad", que no resolvió ningún problema ni satisfizo ninguna aspiración, hará estallar las nece­sidades y el espíritu agresivo del proletariado norteamericano y de los pueblos de América Latina. La intensificación de la lucha de clases engendró el "New Deal"; su intensificación aun mayor lo matará, haciendo predominar en las filas de la burguesía las tendencias más reaccionarias, agresivas y fascistas. Inevitablemente, y tal vez en un futuro muy próximo, la política de "buena vecindad" será reemplazada por la del "puño amenazante", que podría levantarse antes que nada contra México. Sólo los charlatanes ciegos o pequeñoburgueses del tipo de Lombardo Toledano o Vegas León pueden cerrar los ojos ante esta perspectiva. Un año antes o un año después, la cuestión se planteará en forma muy aguda: ¿quién es el dueño de este continente? ¿Los imperialistas de Estados Unidos o las masas trabajadoras que pueblan todas las naciones de América?

En esencia, esta cuestión sólo se podrá resolver por un abierto conflicto de fuerzas, es decir por la revolución, o para ser más exactos por una serie de revoluciones En esas luchas contra el imperialismo participaran, por un lado, el imperialismo norteame­ricano en defensa propia; por otro, los pueblos de América Latina, que luchan por su emancipación, y que precisamente por esa razón apoyarán la lucha del proletariado norteamericano.

De lo que hemos dicho se deduce claramente que está muy lejos de nuestra intención recomendar al pueblo latinoamericano que espere pasivamente la revolución en Estados Unidos, o a los obreros norte­americanos que se crucen de brazos hasta que llegue el momento del triunfo de los pueblos de Latinoamé­rica. El que espera pasivamente no consigue nada. Es necesario continuar la lucha ininterrumpidamente, extenderla y profundizaría, en armonía con las condi­ciones históricas reales. Pero al mismo tiempo hay que ser consciente de la relación recíproca entre las dos principales corrientes de la lucha contemporánea contra el imperialismo. Si surge en una etapa deter­minada, se puede garantizar el triunfo definitivo.

Naturalmente, con esto no queremos decir que Lewis y Green se transformarán en destacados pro­motores de la federación socialista del continente americano.[7] No, se quedarán hasta el fin en el bando del imperialismo. Tampoco queremos decir que todo el proletariado entenderá que su propia emancipación depende de la liberación de los pueblos latinoameri­canos, o que todo el pueblo latinoamericano tomará conciencia de que hay una comunidad de intereses entre él y la clase obrera norteamericana. Pero el solo hecho de que libren una lucha paralela implicará que exista entre ellos una alianza objetiva; tal vez no sea una alianza formal, pero seguramente será muy activa. Cuanto más pronto la vanguardia proletaria de América del Norte, Central y del Sur comprenda la necesidad de una colaboración revolucionaria más estrecha contra el enemigo común, tanto más concreta y fructífera será esa alianza. Una de las tareas más importantes de la Cuarta Internacional consiste en esclarecer, ejemplificar y organizar esa lucha.

 

* * *

 

El ejemplo desarrollado por nosotros demuestra suficientemente el nivel teórico y político general del señor Vegas León. Después de esto, ¿vale la pena considerar todas sus afirmaciones? Sólo tomaremos en cuenta dos, entre las más importantes.

León nos atribuye la idea de que la URSS es un país imperialista. Por supuesto, en el artículo de Rivera no se encuentra nada por el estilo. Lo único que decimos es que, en su lucha por mantenerse en el poder, la burocracia soviética se transformó en los últimos años en un agente del imperialismo "democrá­tico". Para ganarse las simpatías de éste, está dis­puesta a perpetrar toda clase de traiciones a expensas de la clase obrera y de los pueblos oprimidos. La actitud de los stalinistas en el congreso pacifista de México (setiembre de 1988) reveló plenamente su traición a los pueblos coloniales y semicoloniales. Precisamente por esa razón los apristas de izquierda se opusieron denodadamente a la mayoría stalinista del congreso. ¿Vegas León está o no de acuerdo con esta posición? Cuando este señor declara, adoptando un aire de importancia, que no es (¿a diferencia de nosotros?) un "enemigo de la URSS", lo único que podemos hacer es encogernos de hombros con des­precio. ¿Qué significa la URSS para Vegas León? ¿Una noción geográfica o un fenómeno social? Si toma en cuenta la sociedad "soviética", tiene que compren­der que es totalmente contradictoria. Es imposible ser amigo del pueblo de la URSS sin ser enemigo de la burocracia "soviética". Como lo demostró más de una vez L.D. Trotsky, todos los seudo “amigos” del Krem­lin son pérfidos enemigos de la lucha por su emanci­pación que libran los obreros y los campesinos de la Rusia soviética.

Evidentemente, Vegas León nos acusa de "dividir las fuerzas de la España republicana" en su lucha contra el fascismo. Con esto revela una vez más su estupidez reaccionaria. Desde el comienzo de la revolución española, y sobre todo después de declarada abiertamente la Guerra Civil, los marxistas revolucionarios demostraron que el triunfo sólo sería posible con un programa socialista: darles inmediatamente la tierra a los campesinos, expropiar a los bancos y a los trusts, permitir que los obreros se emancipen de la explotación capitalista. En estas condiciones la revolución española hubiera sido invencible. Pero los abogados y lacayos de los terratenientes, de los ban­queros, de los capitalistas y del clero respondieron: "¡No, ustedes destruyen la unidad!" Todo movimiento revolucionario de los obreros y los campesinos fue aplastado implacablemente en nombre de la "unidad" entre explotados y explotadores. Todos los verdaderos revolucionarios socialistas y anarquistas fueron víc­timas de la calumnia, la prisión y el exterminio. Más aun; el rol principal lo jugó la GPU stalinista. ¡"No, ustedes destruyen la unidad”... entre víctimas y verdugos! Ahora vemos los resultados de esa política traidora. Los obreros y campesinos engañados les volvieron la espalda a los republicanos y cayeron en el desaliento, la apatía y la indiferencia. Esto preci­samente fue lo que garantizó el triunfo de Franco. Los que ahora, después de la caída de Barcelona, repiten que los "trotskistas" predican la división de la España republicana. demuestran con este solo hecho que son agentes de los terratenientes españoles, los banqueros, los capitalistas y el clero. Esto solo nos obliga a decirles abiertamente a los trabajadores peruanos: ¡No crean en los individuos de la clase de Vegas León; son peque­ños burgueses conservadores que no comprenden la lógica de la lucha de clases, y en consecuencia son absolutamente incapaces de dirigirlos a ustedes en su lucha por la emancipación nacional y social; no les pueden traer más que derrotas!

Creemos que con esto basta. Los insultos e insinua­ciones de Vegas León no son argumentos. La desvergüenza no justifica la ignorancia. Y la ignorancia no es una herramienta de la revolución.



[1] La ignorancia no es una herramienta revolucionaria. Traducido [al inglés] de Clave de febrero de 1939 para New Internat¡onal de marzo de 1939, donde llevaba el título "¿Claridad o confusión?" Firmado Clave. Isaac Deutscher dice en El profeta desarmado que este artículo fue escrito para Trinchera Aprista; pero la versión publicada en Clave solamente lleva el subtítulo "Sobre un artículo escandaloso de Trinchera Aprista".

[2] Guillermo Vegas León: colaborador de El Popular, periódico oficial de la CTM.

[3] Oscar Raimundo Benavídez (1876-1945): presidente del Perú de 1933 a 1939.

[4] Kuomintang: partido nacionalista burgués de China fundado en 1911 por Sun Yat-sen y dirigido desde 1926 por Chiang Kai-shek. En 1923 la dirección de la Comintern ordenó a los comunistas chinos entrar a ese partido.

[5] La política de buena vecindad, proclamada por el presidente norteamericano Franklin Roosevelt, proclamaba que Estados Unidos ya no recurriría a la intervención armada en Latinoamérica y el Caribe sino que funcionaría como "un buen vecino".

6 CIO (Congreso de Organizaciones Industriales): comenzó siendo un comité de la Federación Norteamericana del Trabajo (AFL), federación sindical conservadora. Los dirigentes de la AFL se negaron a dar respuesta a la exigencia de nuevos y fuertes sindicatos por industria para organizar a una clase trabajadora que se radicalizaba; en 1938 expulsaron a los sindicatos de la CIO, obligándolos a fundar su propia organización nacional. La AFL-CIO surgió en 1955.

 

[7] William Green (1873-1952): presidente conservador de la AFL



Libro 6