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Boletín Nº 3 (Julio 2003)

La historia del trotskismo norteamericano..." James Cannon, Conferencia I

La historia del trotskismo norteamericano..." James Cannon, Conferencia I

Los Primeros días del Comunismo Norteamericano

 

Me parece bastante apropiado camaradas, dar una serie de conferencias sobre la historia del trotskismo norteamericano en este Labor temple (Templo del Trabajo). Fue aquí mismo, en este auditorio, en el comienzo de nuestra lucha histórica en 1928 que hice el primer discurso público en defensa de Trotsky y de la Oposición Rusa. El discurso fue dado no sin algunas dificultades, ya que los stalinistas trataron de romper nuestro acto por la fuerza física. Pero nos las arreglamos para hacerlo. Nuestra actividad oral pública como trotskistas reconocidos comenzó realmente aquí, en este Labor temple, trece, casi catorce años atrás. Sin duda, al leer la literatura del movimiento trotskista en este país ustedes frecuentemente habrán notado repetidas afirmaciones de que no tenemos ninguna nueva revelación: el trotskismo no es un movimiento nuevo, una nueva doctrina, sino la restauración, el renacimiento del verdadero marxismo como fue expuesto y practicado en la revolución Rusa y en los primeros días de la Internacional Comunista.

 

El bolchevismo mismo fue también un renacimiento, una restauración del verdadero marxismo después de que esta doctrina había sido corrompida por los oportunistas de la Segunda Internacional, quienes culminaron su traición al proletariado apoyando a los gobiernos imperialistas en la 1ra. Guerra Mundial de 1914-1918. Cuando uno estudia el período particular del que voy a hablar en este curso -los últimos trece años- o cualquier otro período desde los tiempos de Marx y Engels, se puede observar una cosa: La continuidad ininterrumpida del movimiento marxista revolucionario. El marxismo nunca ha dejado de tener auténticos representantes. A pesar de todas las perversiones y traiciones que han desorientado al movimiento de tanto en tanto, siempre ha surgido una nueva fuerza, un nuevo elemento ha salido adelante para ponerlo otra vez en la senda correcta, es decir, en la senda del marxismo ortodoxo. También así fue en nuestro caso. Estamos enraizados en el pasado. Nuestro movimiento, al que llamamos trotskismo, ahora cristalizado en el Socialist Workers Party, no surgió totalmente maduro de la nada. Surgió directamente del Partido Comunista de los EE.UU. El Partido Comunista mismo surgió del movimiento precedente, el Partido Socialista y en parte, de los IWW (Industrial Workers of the World). Surgió del movimiento de los obreros revolucionarios de Norteamérica en el período de la preguerra y la guerra. El Partido Comunista, que tomó forma organizada en 1919, era originalmente el ala izquierda del Partido Socialista. Fue del Partido Socialista de donde vinieron los contingentes comunistas más grandes. En realidad, el lanzamiento formal del Partido en setiembre de 1919 fue simplemente la culminación organizativa de una pelea prolongada dentro del Partido Socialista. Allí se había trabajado el Programa y allí, se formaron los primeros cuadros. Esta pelea interna en su momento, llevó a la división y a la formación de una organización separada, el Partido Comunista. En los primeros años de la consolidación del Movimiento Comunista -es decir, como ustedes dirían, desde la Revolución Bolchevique en 1917 hasta la organización del Partido Comunista en este país dos años más tarde, y aún por un año más después de ello- la principa1 tarea fue la lucha fraccional contra el socialismo oportunista, entonces representado por el Partido Socialista. Este es casi siempre el caso cuando una organización política obrera se deteriora y al mismo tiempo da nacimiento a un ala revolucionaria. La pelea por la mayoría, por 1a consolidación de fuerza dentro del partido, casi invariablemente limita la actividad inicial del nuevo movimiento a una pelea casi estrecha, intrapartidaria, que no finaliza con la separación formal.

El nuevo partido continúa buscando adherentes en el viejo. Le lleva tiempo al nuevo partido aprender cómo pararse firme sobre sus propios pies. Así, aún después de que la separación formal había ocurrido en 1919, por la fuerza de 1a inercia y el hábito, y también porque la pelea no había terminado realmente, la lucha fraccional continuó. Quedó gente en el Partido Socialista que no estaba decidida y que eran candidatos más que probables para la nueva organizaci6n partidaria. El Partido Comunista concentró su actividad en el primer año a la lucha por clarificar la doctrina y ganar fuerzas adicionales del Partido Socialista. Por supuesto como es casi invariablemente el caso en tales desarrollos históricos, esta fase fraccional dio en su momento lugar a la actividad directa en la lucha de clases, para reclutar nuevas fuerzas y para el desarrollo de la nueva organización sobre bases enteramente independientes.

El Ala Izquierda del Partido Socialista, que más tarde se convirtió en el Partido Comunista, fue inspirada directamente por la Revolución Bolchevique de 1917. Antes de ese momento, los militantes norteamericanos habían tenido muy poca oportunidad de adquirir una genuina educación marxista. Los dirigentes del Partido Socialista no eran marxistas. La literatura del marxismo publicada en ese país era más bien magra y confinada casi exclusivamente al aspecto económico de la doctrina. El Partido Socialista era un cuerpo heterogéneo; su actividad política, su agitación y enseñanzas programáticas eran una terrible mezcolanza de todo tipo de ideas radicales, revolucionarias y reformistas. En esos días antes de la última guerra, y aún durante ella, a los jóvenes militantes que llegaban al partido buscando una clara guía programática, les costó encontrarla. No la podían tener de la dirección oficial del partido que carecía de un conocimiento serio de tales cosas. Las cabezas prominentes del Partido Socialista, eran la contraparte norteamericana de los dirigentes oportunistas de los partidos socialistas de Europa, sólo que más ignorantes y más despreciativos de la teoría. Consecuentemente, a pesar del impulso y el espíritu revolucionario, la gran masa de jóvenes militantes del movimiento norteamericano, pudieron aprender muy poco de marxismo; y sin el marxismo es imposible tener un movimiento revolucionario consistente.

La Revolución Bolchevique en Rusia cambió todo casi de cuajo. Allí fue demostrada en la acción concreta la conquista del poder por el proletariado. Como en casi todos los otros países, el tremendo impacto de esta victoria revolucionaria del proletariado sacudió hasta sus cimientos a nuestro movimiento en Norteamérica. La sola inspiración de la hazaña fortaleció enormemente al ala revolucionaria del partido, dio a los trabajadores nuevas esperanzas e hizo emerger un nuevo interés en esos problemas teóricos de la revolución que no habían recibido un reconocimiento apropiado hasta entonces.

Pronto descubrimos que los organizadores y dirigentes de la Revolución Rusa no eran sólo revolucionarios de acción. Eran genuinos marxistas en el campo de la doctrina. A parte de Rusia, recibimos de Lenin, de Trotsky y de los otros dirigentes, por primera vez, serias exposiciones de la política revolucionaria del marxismo. Aprendimos que habían estado enfrascados en largos años de lucha por la restauración del marxismo no falsificado en el movimiento obrero internacional. Ahora, gracias a la gran autoridad y al prestigio de su victoria en Rusia, eran finalmente capaces de ser escuchados en todos los países. Todos los militantes genuinos se agruparon a su alrededor y comenzaron a estudiar sus escritos con un interés y un apasionamiento desconocidos antes. La doctrina que ellos exponían tenía una autoridad diez veces mayor porque había sido verificada por la práctica. Aún más, mes a mes, año a año, a pesar de todo el poder que el capitalismo mundial movilizaba contra ellos, mostraban la capacidad de desarrollar la gran revolución, crear el Ejército Rojo, mantenerse y avanzar. Naturalmente, el Bolchevismo se convirtió en la doctrina autorizada entre los círculos revolucionarios de todos los movimientos políticos obreros del mundo, incluso en nuestro país.

Sobre esa base fue formada el Ala Izquierda del Partido Socialista. Tenía publicaciones propias; tenía organizadores, oradores y escritores propios. En la primavera de 1919 -es decir cuatro o cinco meses antes de que el Partido Comunista se organizara formalmente, tuvimos en Nueva York la primera Conferencia Nacional del Ala Izquierda. Yo fui delegado a esa conferencia, viniendo en ese momento de la ciudad de Kansas. Fue en esta conferencia que la fracción tomó cuerpo virtualmente como partido dentro de un partido, en preparación para la posterior ruptura. El órgano oficial del Ala Izquierda fue llamado "Revolutionary Age" ("La Era Revolucionaria"). Este periódico llevó a los trabajadores de Norteamérica la primera explicación auténtica de las doctrinas de Lenin y Trotsky. Su editor fue el primero en el país en exponer y popularizar las doctrinas de los dirigentes bolcheviques. Por lo tanto debe ser reconocido históricamente como el fundador del comunismo norteamericano. Este editor era un hombre llamado Louis C. Fraina. Su corazón no era tan fuerte como su cabeza. Sucumbió en la pelea y se transformó en un converso trasnochado de la democracia burguesa en el medio de su agonía. Pero esa es sólo su mala fortuna personal. Lo que hizo en esos tempranos días mantiene toda su validez y aún ni él ni ningún otro pueden deshacerlo.

Otra figura prominente del movimiento en esos días fue John Reed. El no era un dirigente ni un político, pero su influencia moral era muy grande. John Reed fue el periodista socialista norteamericano que fue a Rusia, tomó parte en la revolución, la relató verídicamente y escribió un gran libro sobre ella, "Diez días que conmovieron al Mundo".

En los comienzos, el grueso de los miembros del Ala Izquierda del Partido Socialista eran extranjeros. En esos momentos, más de veinte años atrás, una gran parte del proletariado en Norteamérica era extranjero. Antes de la guerra las puertas de la inmigración habían sido abiertas ampliamente, ya que acumular un gran ejército de reserva servía a las necesidades del capital norteamericano. Muchos de esos inmigrantes llegaron a Norteamérica con las ideas socialistas desde sus países nativos. Bajo el impacto de la Revolución Rusa el movimiento socialista de lengua extranjera creció a pasos agigantados. Los extranjeros se organizaron en federaciones según su idioma, prácticamente cuerpos autónomos afiliados al Partido Socialista. Había tanto como ocho o nueve mil miembros en la Federación Rusa; cinco o seis mil entre los polacos; tres o cuatro mil ucranianos; casi doce mil fineses, etc. -una enorme masa de miembros extranjeros en el partido. La gran mayoría se concentraron bajo la consigna de la Revolución Rusa y después de la división del Partido Socialista constituyeron el grueso de los miembros del Partido Comunista.

Los dirigentes de estas federaciones aspiraban a controlar al nuevo partido y de hecho lo controlaron. En virtud de estos bloques los obreros extranjeros a quienes representaban, ejercían una influencia inesperada en los primeros días del movimiento comunista. Esto era bueno en algunos aspectos porque en su mayor parte eran comunistas apasionados y ayudaron a inculcar la doctrina del bolchevismo.

Pero su dominación era muy mala en otros aspectos. Sus mentes no estaban realmente en los Estados Unidos sino en Rusia. Le dieron al movimiento un tipo de formación no natural y lo contagiaron desde el comienzo con un sectarismo exótico. Los dirigentes dominantes del partido -dominantes en el sentido de que ellos tenían el poder real gracias a los bloques que tenían detrás suyo- era gente absolutamente no familiarizada con la escena política y económica norteamericana. No entendían la psicología de los obreros norteamericanos y no les prestaban mucha atención. Como resultado, el movimiento en sus comienzos sufrió de exceso de irrealismo y tuvo un tinte de romanticismo que puso al partido en muchas de sus actividades y pensamientos fuera de la real lucha de clases de los Estados Unidos. Lo más extraño es que muchos de estos dirigentes de las Federaciones Extranjeras, estaban convencidos de su misión mesiánica. Estaban determinados a controlar el movimiento para mantenerlo en la fe pura.

Desde su comienzo en el Ala Izquierda del Partido Socialista y más tarde en el Partido Comunista, el movimiento comunista norteamericano fue zozobrado por tremendas peleas fraccionales, "peleas por el control" se llamaban. La dominación de los dirigentes extranjeros creó una situación paradójica. Ustedes saben que normalmente, en la vida de un gran país imperialista como éste, los obreros inmigrantes extranjeros ocupan una posición de una minoría nacional y tienen que librar una lucha permanente por la igualdad, por sus derechos, sin conseguirlos por completo nunca. Pero en el Ala Izquierda del Partido Socialista y en los comienzos del Partido Comunista, esta relación estaba dada vuelta. Cada uno de los idiomas eslavos estaba fuertemente representado. Los rusos, polacos, lituanos, letones, fineses, etc., tenían la mayoría. Eran la mayoría abrumadora y nosotros, los norteamericanos nativos, que pensábamos que teníamos algunas ideas de cómo tenía que ser dirigido el movimiento obrero, estábamos en minoría. Desde el comienzo estuvimos en la posición de una minoría perseguida. En los primeros tiempos tuvimos muy poco éxito.

Yo pertenecía a la fracción, primero en el Ala Izquierda del Partido Socialista y más tarde en el movimiento comunista independiente, que quería una dirección norteamericana para el movimiento. Estábamos convencidos de que era imposible construir un movimiento en este país sin una dirección más íntimamente ligada y conocedora del movimiento nativo de los obreros norteamericanos. Muchos de ellos por su parte estaban igualmente convencidos de que era imposible para un norteamericano ser un bolchevique realmente puro. Ellos nos querían y nos apreciaban -como su "expresión inglesa"- pero pensaban que tenían que mantenerse en el control para evitar que el movimiento se convirtiera en oportunista y centrista. Durante años se perdió una gran cantidad de tiempo dando esa pelea, que para los dirigentes extranjeros sólo podría ser una pelea perdida. A la larga el movimiento tenía que encontrar una dirección nativa, de otra manera no podría sobrevivir.

La pelea por el control asumió la forma de lucha sobre cuestiones organizativas. ¿Deberían los grupos extranjeros organizarse en federaciones, o deberían organizarse en ramas locales sin una estructura nacional o derechos autónomos? ¿Deberíamos tener un partido centralizado, o un partido federado? Naturalmente, la concepción de un partido centralizado era una concepción bolchevique. Sin embargo, en un partido centralizado los grupos extranjeros no podrían ser movilizados tan fácilmente en bloques sólidos, mientras que en un partido federado era posible para los dirigentes de la Federación enfrentar al partido con bloques sólidos de votantes que los apoyaran en las convenciones, etc.

Esta lucha desbarató la Conferencia del Ala Izquierda en Nueva York en 1919. Cuando llegamos a Chicago en septiembre de 1919, es decir, en la Convención Nacional del Partido Socialista donde tuvo lugar la división, las fuerzas del Ala Izquierda estaban divididas entre sí. Los Comunistas en el momento de su ruptura con el Partido Socialista eran incapaces de organizar un partido unido propio. Anunciaron al mundo unos días después que habían organizado no un Partido Comunista sino dos. El que tenía la mayoría era el Partido Comunista de los Estados Unidos, dominado por las Federaciones Extranjeras; el otro era el Partido Obrero Comunista, representando a la fracción minoritaria que ya he mencionado, con su mayor proporción de nativos y extranjeros norteamericanizados. Naturalmente, había variaciones y fluctuaciones individuales, pero esta era la línea principal de demarcación.

Tal fue el poco auspicioso comienzo del Movimiento Comunista Independiente -dos partidos en el terreno, con programas idénticos, batallando fieramente el uno contra el otro.

Para hacer las cosas peor, nuestras divididas filas se enfrentaron a una persecución terrorífica. Ese año, 1919, era el año de la gran reacción en este país, la reacción de la postguerra. Después que los patrones terminaron la guerra para "hacer el mundo seguro para la democracia" decidieron escribir un capítulo suplementario para hacer a los Estados Unidos seguro para el mercado abierto.

Comenzaron un giro patriótico furioso contra todas las organizaciones obreras. Miles de obreros fueron arrestados a escala nacional. Los nuevos Partidos Comunistas sufrieron los embates de este ataque. Casi todas las organizaciones locales de costa a costa fueron allanadas; prácticamente cada dirigente del movimiento nacional o local fue puesto bajo arresto, procesado por una u otra cosa. Deportaciones masivas de militantes extranjeros tuvieron lugar. El movimiento fue perseguido a tal punto que fue llevado a la clandestinidad. Los líderes de ambos partidos pensaron que era imposible continuar el funcionamiento abierto, legal. Así, en el mismísimo primer año del Comunismo norteamericano no sólo tuvimos la desgracia, el escándalo y la catástrofe organizativa de dos partidos Comunistas separados y rivales, sino que también tuvimos a ambos partidos después de unos pocos meses, funcionando en grupos y células ilegales.

El movimiento permaneció ilegal desde 1919 hasta comienzos de 1922. Después de que el primer shock de las persecuciones pasó y los grupos y células se acostumbraron a su existencia ilegal, los elementos en la dirección que tendían al irrealismo ganaron fuerza, en tanto y en cuanto el movimiento estaba entonces completamente aislado de la vida pública y de las organizaciones obreras del país.

La disputa fraccional entre los dos partidos continuaba consumiendo una cantidad enorme de tiempo; los refinamientos de la doctrina, los quisquilleos, se convirtieron casi en un pasatiempo. Entonces yo, por mi parte, me di cuenta por primera vez de la completa malicia de la enfermedad del ultraizquierdismo. Parece ser una ley peculiar que cuanto mayor es el aislamiento de un partido de la vida del movimiento obrero, cuanto menor es el contacto que tiene con el movimiento de masas, y cuanto menor es la corrección que éste puede ejercer sobre el partido, tanto más radical se vuelve en sus formulaciones, su programa, etc. Quien desee estudiar la historia del movimiento cuidadosamente, debería examinar algo de la literatura del partido impresa durante esos días. Ustedes ven, no costaba nada ser ultrarradical, porque de todas maneras, nadie les prestaba atención. No teníamos reuniones públicas, no teníamos que hablar a los obreros o ver cuáles eran sus reacciones a nuestras consignas. Así, los que gritaban más fuerte en nuestras reuniones cerradas se convirtieron en más y más dominantes en la dirección del movimiento. La fraseología del "radicalismo" tuvo su día de fiesta. Los años iniciales del movimiento comunista en este país estuvieron más que consagrados al ultraizquierdismo.

 

Durante las elecciones presidenciales de 1920 el movimiento era ilegal y no pudo implementar alguna forma de tener su propio candidato. Eugene V. Debs era el candidato del Partido Socialista, pero estábamos envueltos en una terrible lucha fraccional con este partido y pensábamos erróneamente que no podíamos apoyarlo. Por lo tanto el movimiento se decidió por un programa muy radical: ¡Emitió una proclama altisonante llamando a los obreros a boicotear las elecciones! Ustedes podrán pensar que podríamos haber dicho simplemente "no tenemos candidato, no podemos hacer nada al respecto". Ese fue el caso, por ejemplo, con el Socialist Workers Party. Los trotskistas en 1940, debido a dificultades técnicas, financieras y organizativas, no pudimos participar en las elecciones. No encontramos posible apoyar a ningún candidato, entonces sólo dejamos pasar el asunto. Sin embargo, el Partido Comunista en esos días, nunca dejó pasar algo sin emitir una proclama. Si yo a menudo muestro indiferencia a las proclamas, es porque vi muchas de ellas en los días iniciales del Partido Comunista. Abandoné enteramente la idea de que cada ocasión debe tener una proclama. Es mejor pasarla con pocas; emitirlas en las ocasiones más importantes. Entonces tiene mayor peso. Bueno, en 1920 se sacó un volante llamando a boicotear las elecciones pero no logramos nada de eso.

Una fuerte tendencia antiparlamentaria creció en el movimiento. Una falta de interés en las elecciones que llevó años y años superar. Mientras tanto leíamos el folleto de Lenin "El ultraizquierdismo, enfermedad infantil del comunismo". Todos reconocían -teóricamente- la necesidad de participar en las elecciones, pero no había disposición para hacer algo al respecto y varios años tuvieron que pasar antes de que el partido desarrollara alguna actividad electoral seria.

Otra idea radical ganó predominancia en el inicial movimiento comunista ilegal: la concepción de que mantenerse clandestino es un principio revolucionario. Durante las dos décadas pasadas hemos disfrutado las ventajas de la legalidad. Prácticamente todos los camaradas del SWP no han conocido otra forma de existencia que la del partido legal. Es muy posible que una predisposición legalista haya crecido entre ellos. Esos camaradas pueden sufrir fuertes golpes en tiempos de persecución ya que el partido tiene que ser capaz de realizar sus actividades sin importar la actitud de la clase dirigente. Es necesario para un partido revolucionario saber cómo operar aún en formaciones ilegales. Pero esto sólo debe realizarse por necesidad, nunca por elección. Después que una persona experimenta tanto la organización política ilegal, como la abierta, se puede convencer a sí mismo fácilmente que la más económica, la más ventajosa es la abierta. Es la forma más fácil de entrar en contacto con los obreros, la forma más fácil de captar. Consecuentemente, un bolchevique genuino, aún en tiempo de mayor persecución, trata siempre de atrapar y utilizar cada posibilidad de funcionar abiertamente; si no puede decir todo lo que quiere libremente, dirá lo que pueda y completará la propaganda legal por otros métodos.

En los inicios del movimiento comunista, antes de que hubiéramos asimilado apropiadamente los escritos y enseñanzas de los líderes de la Revolución Rusa, creció una tendencia a considerar al partido ilegal como un principio. En tanto el tiempo pasó y la ola de reacción retrocedió, las posibilidades de actividades legales se abrieron. Pero fueron necesarias tremendas peleas fraccionales antes de que el partido tomara el más leve paso en la dirección de legalizarse. La absolutamente increíble idea de que un partido no puede ser revolucionario a menos que sea ilegal fue en realidad aceptada por la mayoría en el movimiento comunista en 1921 y comienzos de 1922.

En la cuestión sindical el "radicalismo" también se mantuvo dominante. El ultraizquierdismo es un virus terrible. Prospera mejor en un movimiento aislado, lo van a encontrar ustedes más desarrollado en un movimiento que está aislado de las masas, que no tiene ningún correctivo de éstas. Ustedes lo ven en estas divisiones en el movimiento trotskista -nuestros propios "aspectos lunáticos". Cuanto menos gente los escucha, cuanto menos efectos tienen sus palabras sobre el curso de los eventos humanos, más extremos, irracionales e histéricos son en sus formulaciones.

La cuestión sindical estaba en la agenda de la primera convención ilegal del movimiento comunista. Esta convención proclamó una separación y una unificación al mismo tiempo. Una fracción encabezada por Ruthemberg se había separado del Partido Comunista, dominado por los grupos extranjeros. La fracción Ruthemberg se reunión en una convención conjunta con el Partido Obrero Comunista para formar una nueva organización llamada el Partido Comunista Unificado, en Mayo de 1920 en Bridgeman, Michigan (esta no debe confundirse con otra convención en Bridgeman en agosto de 1922 que fue allanada por la policía). El Partido Comunista Unificado ganó la superioridad y se fusionó con la restante mitad del Partido Comunista original un año más tarde.

La Convención de 1920, recuerdo con precisión, adoptó una resolución sobre la cuestión sindical. Bajo la luz de lo que se ha aprendido en el movimiento trotskista, les haría poner los pelos de punta. Esta resolución llamó al boicot de la American Federation of Labor (AFL). Estableció que si un miembro del partido está "obligado por necesidad de trabajo" a pertenecer a la AFL, debería trabajar ahí de la misma manera que un comunista trabaja en un Congreso burgués, no para construirlo sino para hacerlo explotar desde adentro. Esa estupidez fue más tarde corregida junto con otras cosas. Mucha gente que cometió estas estupideces más tarde aprendió y se desenvolvió mejor en el movimiento político.

Siguiendo a la Revolución Rusa, la joven generación, revelándose contra las traiciones oportunistas de los socialdemócratas, tomó demasiada dosis de radicalismo. Lenin y Trotsky dirigieron el "Ala Derecha" -así es como ellos demostrativamente llamaron a su tendencia- en el III Congreso mundial de la Internacional Comunista en 1921. Lenin escribió su folleto, "El ultraizquierdismo, enfermedad infantil del comunismo", dirigido contra los izquierdistas alemanes, tomando las cuestiones del parlamentarismo, sindicalismo, etc. Este folleto, junto con las decisiones del Congreso, hicieron mucho en el curso del tiempo para liquidar la tendencia izquierdista en los inicios de la Comintern.

No quiero para nada pintar la fundación del Comunismo Norteamericano como un circo, como hacen los filisteos que se mantienen al margen. No lo fue de ninguna manera. Hubo lados positivos en el movimiento, y estos predominaron. Estaba compuesto de miles de revolucionarios valientes y devotos. A pesar de todos sus errores, construyeron un partido como nunca antes se había visto en este país, es decir, un partido fundamentado en un programa marxista, con una dirección profesional y militantes disciplinados. Aquellos que pasaron el período del partido ilegal, adquirieron hábitos de disciplina y aprendieron métodos de trabajo que irían a jugar un gran rol en la historia siguiente del movimiento. Nosotros estamos construyendo sobre esos cimientos.

Aprendieron a tomar el programa seriamente. Aprendieron a sacarse para siempre la idea de que un movimiento revolucionario, que tenga como objetivo el poder, puede ser dirigido por gente que practica el socialismo como un pasatiempo. El típico dirigente del Partido Socialista era un abogado que practicaba leyes, o un predicador o un escritor, o un profesional de un tipo u otro que asentían en venir y hacer un discurso cada tanto. Los funcionarios de tiempo completo eran meramente caballos de tiro que hacían el trabajo sucio y no tenían influencia real en el partido. La brecha entre los obreros de base, con sus aspiraciones e impulsos revolucionarios, y los chapuceros pequeñoburgueses en las alturas era tremenda. El joven Partido Comunista rompió con todo eso y fue capaz de hacerlo fácilmente porque ninguno de los antiguos dirigentes se puso de todo corazón a apoyar la Revolución Rusa. El partido tuvo que sacar nuevos dirigentes de las filas y desde el mismo comienzo se sentó el principio de que esos dirigentes deberían ser obreros profesionales para el partido, deberían poner todo su tiempo y toda su vida a disposición del partido. Si uno piensa en un partido que tiene como objetivo dirigir a los obreros en una lucha real por el poder, entonces no tiene sentido considerar cualquier otro tipo de dirección.

En la ilegalidad el trabajo de educación, de asimilación de los escritos de los dirigentes rusos, continuó. Lenin, Trotsky, Zinoviev, Radek, Bujarin, esos eran nuestros maestros. Comenzamos a ser educados en un espíritu totalmente distinto al sentimentaloide del Partido Socialista, en el espíritu de revolucionarios que se toman las ideas y el programa muy en serio. El movimiento tuvo una vida interna muy intensa, tanto más cuanto estaba aislado y vuelto hacia sí mismo. Las peleas fraccionales eran feroces y largamente extenuantes.

El movimiento comenzó a estancarse en el callejón sin salida de la ilegalidad. Unos pocos de nosotros en la dirección comenzamos a buscar una salida, una forma de aproximarnos a los obreros norteamericanos por medios legales. Estos esfuerzos fueron resistidos con firmeza. Formamos una nueva fracción. Lovestone estaba fuertemente asociado conmigo en la dirección de esta fracción. Más tarde se nos unió Ruthemberg al salir de prisión en la primavera de 1922.

Por un año y medio, dos años, esta lucha continuó sin descanso. La pelea por la legalización del movimiento tuvo un resultado positivo de nuestro lado; aunque por el otro hubo una resistencia igualmente determinada por gente convencida hasta la médula de que esto significaba algún tipo de traición. Finalmente, en diciembre de 1921, teniendo una leve mayoría en el Comité Central, nos comenzamos a mover, dando un paso cuidadoso por vez, hacia la legalidad.

No pudimos legalizar al partido como tal, la resistencia en la base era todavía muy fuerte, pero organizamos algunos grupos legales para charlas. Después llamamos a una convención para federar estos grupos en un órgano central llamado American Labor Alliance, que convertíamos en una organización de propaganda. Entonces, en diciembre de 1921 recurrimos al plan de organizar al Partido Obrero como una organización legal, abierta, junto con el Partido Comunista ilegal. No podíamos prescindir de éste. No era posible conseguir una mayoría para acordar con esto, pero se efectuó un compromiso por el cual mientras mantuviéramos al partido ilegal, levantaríamos el Partido Obrero como una extensión legal. Dos o tres mil cabezas duras clandestinos se rebelaron contra este movimiento de cambio hacia la legalidad, rompieron y formaron sus propias organizaciones.

Continuamos con dos partidos -uno legal y otro clandestino. El Partido Obrero tenía un programa muy limitado, pero se convirtió en el medio a través del cual toda nuestra actividad pública legal se llevaba a cabo. El control yacía en el Partido Comunista clandestino. El Partido Obrero no encontró persecución. La ola reaccionaria había pasado y prevalecía un tono político liberal en Washington y en el resto del país. Podíamos celebrar encuentros públicos y conferencias, publicar periódicos, participar en campañas electorales, etc. Entonces surgió la cuestión ¿Necesitábamos este estorbo de dos partidos? Queríamos liquidar la organización clandestina y concentrar toda nuestra actividad en el partido legal y correr el riesgo de una ulterior persecución. Encontramos una renovada oposición. La lucha continuó ininterrumpidamente hasta que finalmente llevamos el asunto a la Internacional Comunista en el IV Congreso en 1922. En ese congreso yo era el representante de la fracción "liquidacionista", como nos llamaban. Este nombre viene de la historia del bolchevismo. En un determinado momento, después de la derrota de la Revolución de 1905, una sección de los mencheviques se adelantó con la posición de liquidar el partido clandestino en Rusia y confiar toda la actividad a la "legalidad" zarista. Lenin peleó salvajemente contra esta propuesta y sus sostenedores, porque significaba renunciar al trabajo y la organización revolucionarias. Los denunció como "liquidacionistas". Entonces naturalmente cuando nosotros nos vinimos con la propuesta de liquidar el partido clandestino en este país, los izquierdistas con su mente puesta en Rusia mecánicamente transfirieron la expresión de Lenin y nos denunciaron como "liquidacionistas". Entonces nos fuimos a Moscú ante la Internacional Comunista. Esa fue la primera oportunidad en que me encontré con el camarada Trotsky. En el curso de nuestra lucha tratamos de obtener el apoyo de miembros individuales de la dirección rusa. En el verano y fines de 1922 pasé muchos meses en Rusia. Por bastante tiempo era como un paria debido a que esta campaña acerca de los "liquidacionistas", había llegado más arriba de nosotros y los rusos no querían tener más que ver con los liquidadores. Sin conocimiento de la situación en Norteamérica tendían a tener prejuicios contra nosotros. Asumían que el partido había sido realmente ilegalizado y cuando la cuestión fue puesta ante ellos estaban inclinados a decir de antemano: "Si ustedes no pueden hacer su trabajo legalmente, háganlo ilegalmente,

pero ustedes deben hacer su trabajo". Pero no era así como quedarían las cosas. La situación política en los Estados Unidos hacía posible un Partido Comunista legal. Esa era nuestra discusión y toda la experiencia posterior lo ha probado. Finalmente algunos otros camaradas y yo nos encontramos con el camarada Trotsky y le expusimos nuestras ideas por casi una hora. Después de hacer algunas preguntas, cuando habíamos terminado nos dijo "Es suficiente, voy a apoyar a los "liquidacionistas" y hablaré con Lenin. Estoy seguro que los apoyarán, entonces la autoridad predominante y la influencia, naturalmente se transferiría a ese partido. Es sólo una cuestión de entender la situación política. Es absurdo encorsetar en el chaleco de fuerza de la ilegalidad cuando no es necesario. No hay cuestión alguna en ello".

Le preguntamos si arreglaría para que nosotros viéramos a Lenin. Nos dijo que Lenin estaba enfermo, pero si era necesario, si Lenin no estaba de acuerdo con él, arreglaría para que lo viéramos. En unos pocos días el nudo comenzó a desatarse. Una comisión del congreso fue encargada para la cuestión norteamericana y nos presentamos ante una comisión para debatir. Ya había corrido la voz de que Trotsky y Lenin estaban a favor de los "liquidacionistas" y la corriente estaba cambiando a nuestro favor. En la discusión en la audiencia de la comisión, Zinoviev hizo un brillante alegato sobre el trabajo legal e ilegal, trayendo la vasta experiencia de los bolcheviques rusos. Nunca he olvidado ese discurso. La memoria del mismo pone a nuestro partido en un buen lugar hasta nuestros días y lo hará en el futuro, estoy seguro. Radek y Bujarin hablaron en el mismo sentido. Ellos tres eran en esos días los representantes del Partido Comunista Ruso en el Comintern. Los delegados de los otros partidos, después de un completo y profundo debate, dieron apoyo por completo a la idea de legalizar el Partido Comunista Norteamericano. Con la autoridad del Congreso Mundial de la Comintern detrás de las decisiones, la Oposición en los Estados Unidos pronto decreció. El Partido Obrero que había sido creado en 1921 como una extensión legal del Partido Comunista, tuvo otra convención, adoptó un programa más claro y reemplazó por completo a la organización clandestina. Toda la experiencia desde 1923 ha demostrado la sabiduría de esa decisión. La situación política

aquí justificaba la organización legal. Hubiera sido una terrible calamidad, pérdida y mutilación de la actividad revolucionaria el mantenerse clandestinamente cuando no era necesario. Es muy importante que los revolucionarios tengan el coraje de correr esos riesgos cuando no se pueden evitar. Pero también es igualmente importante tener la prudencia suficiente para evitar sacrificios innecesarios. Lo principal es lograr que se haga la tarea de la forma más económica y expeditiva posible.

Una observación final sobre esta cuestión: un pequeño grupo se mantuvo irreconciliable con la legalización del partido. Iban a mantenerse clandestinos a pesar de nosotros. No iban a traicionar al comunismo. Tenían sus cuarteles en Boston y una rama en Cleveland. Cada tanto, a través de los años, escucharíamos de este grupo clandestino una proclama de algún tipo. Siete años más tarde, después de que habíamos sido expulsados del Partido Comunista y estábamos organizando el movimiento trotskista, escucharnos que este grupo en Boston era de alguna manera simpatizante de las ideas trotskistas. Esto nos interesó ya que estábamos muy necesitados de toda la ayuda que pudiéramos obtener. En una de mis visitas a Boston los camaradas locales arreglaron una conferencia con ellos. Eran muy conspirativos y nos llevaron a la vieja manera clandestina al lugar del encuentro. Un comité formal nos recibió. Después de intercambiar saludos, el dirigente dijo: "ahora, camarada Cook, díganos cuál es vuestra proposición". Camarada "Cook" era el seudónimo por el que me conocían en el partido clandestino. El no iba a revelar mi nombre legal en un encuentro clandestino. Le expliqué por qué habíamos sido expulsados, nuestro programa, etc. El dijo que estaban deseosos de discutir el programa trotskista como base de la unidad en un nuevo partido. Pero querían acordar primero en un punto: el partido que íbamos a organizar tendría que ser una organización clandestina. Entonces intercambié algunos chistes con ellos y volví a Nueva York. Supongo que todavía son clandestinos.

Ahora, camaradas, todo esto es algo así como el fondo, una introducción a la historia de nuestro movimiento trotskista. La semana que viene trataré lo del desarrollo posterior del Partido Comunista en los años iniciales antes de nuestra expulsión y la reconstrucción del movimiento bajo la bandera del trotskismo.