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Boletín Nº 11 (Febrero 2009)

Informe al 3º Congreso Provincial de Moscú del Sindicato de Metalúrgicos

Informe al 3º Congreso Provincial de Moscú del Sindicato de Metalúrgicos

Traducción de Juan Santos especialmente para este boletín del artículo “Rapport au 3ème. Congrès Provincial de Moscou du Syndicat Pan-union des Métaux”, publicado en Cahiers León Trotsky, N.º 55, marzo de 1995. Las notas fueron preparadas para esta edición.

Están transcurriendo semanas y meses que raramente ocurren cada mil años y que quizás no tengan precedentes en la historia. Antes de la Revolución de Octubre considerábamos que el hecho más importante de la historia mundial, y el más cercano a nosotros, era la gran Revolución Francesa y los acontecimientos que le sucedieron, incluyendo las guerras napoleónicas. Pero estos fueron hechos profundamente insignificantes respecto a lo que está pasando en Europa central. La revolución proletaria en Alemania ha madurado. Creíamos que a la guerra imperialista mundial le seguiría la revolución mundial. Seis años después, siguen habiendo incesantes batallas de clase en Europa. En 1918, los Hohenzollern[1] fueron derrocados en Alemania. Se formó un gobierno socialista. Imitando el ejemplo de Petrogrado, los ministros se han llamado “comisarios”. La clase obrera había llegado al poder, pero estaba dirigida por los socialdemócratas. Éstos actuaron como si fuesen emisarios de la burguesía para liquidar la revolución proletaria. Los ministros socialdemócratas se volvieron gradualmente incompetentes, cediendo todos sus poderes a los representantes del capital. La economía del país se derrumbó. El marco cayó tan rápido que incluso nuestro rublo soviético no ha podido seguirlo. Doce millones de trabajadores alemanes están bajo el talón de hierro del capital extranjero. Hasta el 75% del carbón y del acero del Ruhr han sido confiscados por los esclavistas. Alemania no tiene salida a su crisis social. O el derrumbe, la pauperización, la barbarie cultural, o la revolución proletaria. Se hacen intentos reiteradamente para recurrir a la ayuda de los socialdemócratas. Pero al mismo tiempo, crece entre las masas la influencia del Partido Comunista.

Para que una revolución triunfe, es necesario que las condiciones económicas hayan madurado. ¿Han madurado en Alemania? Sí. La industria alemana está concentrada y está tan bien organizada que solamente Estados Unidos la supera. Será mucho más fácil organizar una economía socialista en Alemania que aquí, debido a nuestro atraso. El nivel cultural del obrero alemán es suficientemente elevado para poder dirigir su revolución. De esta manera, existen condiciones técnicas y políticas que son favorables para una revolución en Alemania. ¿Cuáles son las condiciones de la composición de clase? Aquí, en tiempos de la Revolución de Octubre había 3.000.000 de obreros sobre un total de 150.000.000, cuya mayoría eran campesinos. En Alemania, sobre 60.000.000, 15.000.000 son obreros de la industria y 3.000.000, obreros agrícolas. Es una fuerza imponente. Se necesita una condición adicional, que la clase obrera quiera y pueda tomar el poder. Los socialdemócratas que dirigen al proletariado alemán han degenerado progresivamente como agentes de la burguesía. Su línea de conducta durante la guerra imperialista ha demostrado que habían fracasado desde un punto de vista de clase. Después de la guerra, la clase obrera alemana se lanzó al poder. Pero entre ella y el poder estaban los socialdemócratas.

En el curso de los últimos años, el Partido Comunista ha comenzado a aparecer en primer plano. No hay duda de que el partido, como dirigente del movimiento obrero, quiere tomar el poder. La pregunta es: ¿puede? Está totalmente fuera de duda para nosotros que la revolución es inevitable en Alemania, que la clase obrera está dispuesta. Desde 1918, la clase obrera ha derramado mucha sangre para conquistar el poder, pero no lo ha logrado, porque sus dirigentes eran muy débiles para su rol. Desde el III Congreso de la III Internacional[2], la importancia del Partido Comunista alemán, nuevo dirigente de la clase obrera, ha aumentado progresivamente.

La crisis actual en Alemania se ha desarrollado a partir de la ocupación del Ruhr[3]. Stresemann[4] capituló ante los imperialistas franceses. Pero el capital usurero francés no quería hablar con los derrotados. El Estado burgués alemán está en agonía. Esencialmente, ya no hay una Alemania unificada. Baviera, con su población de 9.000.000, está dirigida por el fascismo moderado. Sajonia, con una población de 8.000.000, tiene un gobierno de coalición de comunistas y socialdemócratas de izquierda. Ninguno de estos Estados toma en cuenta al gobierno central de Berlín, en donde Stresemann gobierna sin esperanzas. El Parlamento le ha cedido sus poderes, impotente. Stresemann se sostiene porque ni el Partido Comunista ni los fascistas han tomado el poder. Pero el ala izquierda del frente político en Alemania sigue creciendo. ¿Cuáles son las posibilidades de la clase obrera en la inminente lucha?

Ya hemos hecho una observación rápida y precisa de la situación revolucionaria. Técnicamente, el país está preparado. El nivel de la clase obrera es lo suficientemente elevado. La clase está dirigida por un Partido Comunista que manifiesta su voluntad de poder. Pero no es suficiente calcular los recursos, hay que utilizarlos. ¿El Partido Comunista podrá utilizar las condiciones actuales?

¿Cuál es la diferencia entre las condiciones que existían aquí en la época de la Revolución de Octubre y las que existen hoy en Alemania? Nosotros teníamos una masa armada de oprimidos, el ejército de esa época, que seguía nuestras consignas. La clase obrera alemana está confrontada a un ejército de Estado de 100.000 hombres, 3.000 de ellos oficiales. El Tratado de Versalles[5] prohíbe un ejército más grande. Este ejército es reclutado mediante compromisos voluntarios, los hombres se comprometen por doce años. Está disperso en un país de 50.000.000 de habitantes (si excluimos el Ruhr), de los que más de un tercio son proletarios. Esta fuerza no es para la burguesía un sostén confiable, sobre todo en las actuales condiciones prerrevolucionarias. Luego, existe una fuerza policial del Estado de 135.000 hombres. Está compuesta por sindicalizados, muchos de ellos socialdemócratas con visión menchevique. Poco numerosos, viejos, con cargas de familia, no se puede esperar, en absoluto, que estén ávidos por pelear por la causa de Stinnes[6] y del capital. La tercera fuerza contrarrevolucionaria consiste en los batallones fascistas. Están dirigidos por oficiales del estado mayor expertos en el arte de masacrar. Están familiarizados con la cuestión de los transportes ferroviarios en la medida en que esto afecta sus objetivos. El número de efectivos de los batallones fascistas es un secreto militar. Pero existen razones para pensar que cuentan entre 200.000 y 300.000 hombres. Se compone de jóvenes de la burguesía y de la parte reaccionaria del campesinado y del lumpenproletariado.

Estas son las fuerzas de un lado; del otro están las Centurias proletarias. ¿Cuáles son sus efectivos? Lo ignoramos. Es un secreto militar de la clase obrera alemana. Pero se puede suponer que en un país con 15.000.000 de obreros de la industria y 3.000.000 de obreros agrícolas, la proporción proletaria en las Centurias debe ser buena.

Esta es la relación de fuerzas. En una reunión, me han preguntado si no era oportunista por parte de los comunistas de Sajonia entrar en un gobierno de coalición. Esto no es oportunismo, sino una medida revolucionaria. Recuerden que en agosto de 1917 propusimos a los mencheviques y a los socialrevolucionarios (SR) que formaran un bloque con nosotros, contra las fuerzas contrarrevolucionarias. Luego, más adelante, hicimos una coalición con los SR de izquierda, dada la necesidad que teníamos de encontrar apoyo en los campesinos que preferían a la oposición y en ese momento seguían a los SR de izquierda.

Los socialdemócratas de Sajonia se encontraron en una situación peligrosa. De un lado estaba la clase obrera y su representante, el Partido Comunista, y del otro, el general Müller[7], actuando al servicio del general Seeckt[8] y del gobierno central. Sajonia obrera y Baviera fascista, guarniciones de campos opuestos, reunían sus fuerzas. El general Müller exigía la disolución de las Centurias proletarias y se preparaba a golpear en Sajonia, llevando tropas y artillería a sus fronteras. Los obreros se negaron a obedecer las órdenes del gobierno central transmitidas por el general Müller. Estamos al borde de la guerra civil si Müller y Seeckt llevan a cabo su amenaza. El gobierno de Sajonia se vio obligado a apelar a los obreros de toda Alemania para apoyar al proletariado sajón. El comité central del Partido Socialdemócrata alemán le ha preguntado al gobierno lo que significaba la campaña contra Sajonia. Imagínense cómo van a reaccionar los obreros medios berlineses ante la noticia de que se ha formado un gobierno de coalición obrera en Sajonia y que, Seeckt, agente del gobierno central, marcha contra él. Los obreros alemanes, y en particular los ferroviarios, se preparan para la huelga, para paralizar el golpe fascista contra Sajonia.

El ritmo del desarrollo militar se acelera en todo el país. Los hechos se desarrollan siguiendo el plan. Las circunstancias toman formas que son extremadamente favorables a la clase obrera. Pero Alemania no está sola. Tiene vecinos y no tiene un territorio tan extenso como el nuestro. Los obreros alemanes conservarán el poder en la situación internacional actual, esta es la cuestión. El principal enemigo de la revolución alemana, es Gran Bretaña, enemiga de todas las revoluciones. Gran Bretaña no tiene fuerzas en tierra. Su fuerza de otros tiempos se basaba en el antagonismo mutuo de dos de sus poderosos adversarios en el continente -por ejemplo Francia y Alemania. Su impotencia en tierra está claramente manifestada en el asunto del ultimátum de Curzon[9] que ha dejado en nuestra memoria una marca con la forma de varios aviones. Este es un ejemplo no menos claro de impotencia de Gran Bretaña en tierra como su posición en la cuestión del Ruhr y también en relación a Turquía[10].

La revolución ocurre en tierra y en tierra, como hemos visto, la conservadora Gran Bretaña no es peligrosa. El más fuerte y el más peligroso de los enemigos de Alemania en el continente es Francia. El Partido Comunista en Francia es fuerte, pero sería un optimismo imperdonable sobreestimar su importancia.

Sin embargo ¿Qué quiere decir esto? ¿Que la revolución alemana será aplastada por soldados extranjeros? Tenemos el ejemplo de la ocupación alemana en Ucrania que exigió un ejército de 250.000 miembros. Y había muchas menos ciudades en Ucrania y una red insignificante de líneas ferroviarias. Una ocupación extranjera en la industrializada Alemania necesitaría entre 1.500.000 y 1.750.000 soldados. Hemos observado que las tropas de ocupación son ganadas rápidamente por el contagio revolucionario y se desintegran, en cierta medida, como fuerza militar. El ejército francés cuenta con 700.000 hombres. El propio ejército francés no sería suficiente si se decidiera a ocupar una Alemania revolucionaria, y otros países como Polonia y Checoslovaquia no podrían entregarle más que 500.000 hombres adicionales. Esto significa que Francia tendría que movilizar ocho clases para completar la insuficiencia de los efectivos de su ejército de ocupación. En nuestro país, una relación así, entregaría un contingente de 1.000.000 en un solo año. Yo estuve en Francia los tres primeros años de la guerra. Y vi el efecto que producía en la sociedad francesa las pérdidas sufridas durante la guerra imperialista. Para una nación de 39.000.000, caracterizada por el débil crecimiento de su población, la pérdida de 1.500.000 ha sido colosal. No existe una sola familia en Francia que no tenga un familiar muerto en la guerra. En Francia hay hoy muchos trabajadores italianos, españoles, checoslovacos y polacos. Si el campesino francés está agobiado por el peso de una deuda de guerra de más de 3.000.000.000, con una guerra de ocupación y el llamado a diversas clases, no podrá enfrentarse a esto. La intervención de Francia en la revolucionaria Alemania es, no sólo impracticable sino una locura. Sin embargo, no sabemos en qué locura se aventurará la burguesía moribunda para salvarse.

Es difícil suponer que Polonia correrá el riesgo de marchar sobre Berlín. Todo lo que podría ganar, sería recibir un buen golpe. Se dice que la guerra con Polonia es inevitable. Pero no es verdad. Hay muchas razones para pensar que no tendrá lugar. ¿Que significaría para nosotros esa guerra? Nos haría un mal injustificable desde el punto de vista económico y cultural y le daría un serio golpe a nuestro trabajo constructivo. No queremos la guerra. Debemos hacer y haremos todo lo posible para evitarla. Estamos totalmente del lado de los obreros alemanes... Gustosamente le tenderíamos la mano por encima de Polonia para darles coraje, si fuera necesario. Los obreros alemanes no necesitan un apoyo militar en su lucha interna. Pobre es el horizonte de una revolución si no puede ganar con sus propias fuerzas. Pero el obrero alemán necesita los granos soviéticos. Exactamente como el obrero alemán necesita nuestros granos, el campesino ruso necesita una salida al mercado europeo de granos. Los precios de nuestros granos son desastrosamente bajos. Por la coyuntura actual de los precios, va ser difícil asegurar que el campesinado avance en el mismo terreno económico que los obreros. El proletariado alemán tiene el mando de los productos industriales que nosotros necesitamos. Entre Alemania y la Unión Soviética se debe comenzar a hacer intercambios de bienes para el interés de ambos. La llave geográfica de estos intercambios está en manos de Polonia. Polonia puede servirnos de puente o transformarse en una barrera. Si se da que nos sirve de puente para el comercio, le pagaremos al contado. Si no podemos transportar nuestros granos a través de Polonia, para los obreros alemanes, y recibir a cambio los productos manufacturados que necesitamos, estaremos estrangulados económicamente. En consecuencia, si Polonia se revela como una barrera entre nosotros y Alemania, ella también puede encontrarse entre dos pinzas. Estamos decididos a pagar caro por la paz, pero no permitiremos que nuestro país muera en el plano económico ni que el proletariado alemán muera de hambre. Después de la guerra con Polonia, hemos intentado obtener una frontera común con Alemania, pero estaba Wrangel[11] sobre nuestras espaldas y hemos sido incapaces de obtener lo que queríamos. Ahora ofrecemos a Polonia, a cambio de la paz y del tránsito por su territorio, facilidades para su pasaje por el Oriente a través de territorio soviético. Esta es nuestra posición en la situación internacional actual. Nuestras reivindicaciones son realizables, pero es imposible decir con alguna certeza que serán realizadas. Las posibilidades de paz son 51 a 49. El momento exige un auto control excepcional y debemos prepararnos para la guerra como si fuera inevitable. En función de esto, ahora prestamos una atención particular al estado de nuestro ejército, de nuestra aviación y de nuestra industria de guerra.

Algunos camaradas suponen que, ya que la revolución está madurando en Alemania, no es necesario preocuparse por el trabajo cotidiano, por la NEP, por las cosas insignificantes. Hay que combatir este estado de ánimo. De hecho, es imposible esquivar las preocupaciones diarias. Al contrario, en lo que concierne a lo que hay que hacer en el terreno del trabajo cotidiano, debe hacerse tres veces mejor, tres veces más, tres veces más rápido. La revolución alemana no nos exige que nos apartemos de las tareas prácticas diarias. Al contrario, nuestro trabajo practico cotidiano ahora debe ser más responsable que nunca.

Repito, la guerra es indeseable, no es inevitable, pero es probable. Si estalla, sería una guerra que estaríamos obligados a hacer. No debemos perder el control ante los hechos que se aproximan. El país comprenderá que queríamos evitar la guerra pero no pudimos. Las masas laboriosas, dirigidas por la clase obrera organizada, nos seguirá y emergeremos de esta nueva prueba con honor y triunfantes.


[1] Dinastía que gobernó Alemania desde 1871 hasta la Revolución de Noviembre de 1918, que derrocó a la monarquía y tras de la cual abdicó el Káiser Wilhelm.

[2] Este congreso tuvo lugar en Moscú entre el 22 de junio y el 12 de julio de 1921. Las tareas estaban signadas por el hecho de que la Internacional Comunista abarcaba más de cincuenta secciones, entre las cuales había grandes partidos de masas de los países europeos más importantes, lo que generaba el surgimiento de problemas de táctica y organización, pero sobre todo por el hecho de que el desarrollo de la revolución sufría cierto retraso que no se había podido prever con anterioridad.

[3] La ocupación del área industrial del Ruhr por las tropas franceses, que privó a Alemania de su centro de producción de hierro y acero, constituyó un duro golpe a la posición económica y financiera del estado germano.

[4] Gustav Stresemann (1878-1929) fue fundador del Partido del Pueblo Alemán después de la Primera Guerra Mundial, fue canciller en 1923 y luego ministro de relaciones exteriores (1923-1929). Su política llevó a la firma del Pacto de Locarno en 1925, a la entrada de Alemania en la Liga de las Naciones en 1926, al Pacto de no agresión germano–soviético de 1926.

[5] El Tratado de Versalles fue firmado en junio de 1917, reconstituyó las fronteras nacionales de acuerdo a las líneas fijadas por los Aliados en sus tratados secretos. Privó a Alemania de parte de su territorio europeo y de sus colonias de ultramar, limitó su poderío miliar y dispuso que pagara indemnizaciones de guerra. Su objetivo era desmantelar el poderío económico y militar de Alemania, pero también contener la corriente revolucionaria en ese país.

[6] Stinnes fue un importante capitalista alemán, que poseía un gran grupo industrial que incluía empresas en la industria del carbón, del hierro y del acero, ingeniería, la industria electrotécnica, etcétera, y era dueño también de líneas de navegación comercial, y de cierto número de periódicos que tenían gran influencia en la vida política de Alemania.

[7] Hermann Müller (1876-1931) fue general y luego canciller socialdemócrata en un gobierno alemán de coalición entre 1928 y 1930.

[8] General Hans von Seeckt (1866-1936), fue un oficial del ejército alemán que encabezó el Reichswehr entre 1920 y 1926.

[9] George Curzon (1859-1925) fue dirigente del Partido Conservador británico, ex gobernador general de la India y un miembro inflexiblemente antisoviético del gabinete británico.

[10] Durante la Primera Guerra Mundial, tropas de la Entente (alianza integrada por Gran Bretaña, Francia, Rusia, Serbia, Grecia, Bélgica, Italia, Rumania, Portugal, Estados Unidos y Japón) ocuparon Estambul en marzo de 1920 y, poco después, el ejército griego inició la invasión del país. La guerra greco-turca (1919-1922) que siguió, jalonada de masacres -más del 20% de la población masculina de Anatolia murió- concluyó con la victoria turca, que previamente habían rechazado la propuesta de un alto el fuego a ambos contendientes, realizada por la Entente.

[11] Piotr N. Wrangel (1878-1928), fue un General de las Guardias Blancas que combatió a los soviets y trató de derrocarlos en la guerra civil.