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El trotskismo argentino y las características de la burguesía nacional

El trotskismo argentino y las características de la burguesía nacional

Desde sus primeras elaboraciones, el trotskismo argentino discutió cómo la burguesía nacional estaba estrechamente vinculada con terratenientes y capital extranjero, con intereses opuestos a los de los trabajadores.

Por Alicia Rojo

Ideas de Izquierda 9/12/2018

El Grupo Obrero Marxista (GOM) -después Partido Obrero Revolucionario (POR)- dirigido por Nahuel Moreno se construyó desde fines de 1943. Este pequeño grupo intentará dialogar, en pleno apogeo peronista, con los trabajadores en gremios como los metalúrgicos, el sindicato textil y las empresas alimenticias, al tiempo que abordaba el estudio de la estructura económica argentina y la historia de la conformación de sus clases dominantes, fundamentando los estrechos lazos del país con el imperialismo.

Frente Proletario fue, desde 1946, el periódico del grupo. En sus páginas podemos encontrar denuncias de la explotación capitalista, así como llamados a recuperar las comisiones internas y formar fracciones revolucionarias en los sindicatos. Las denuncias contra las patronales procuraban tomar las experiencias de los propios trabajadores, al tiempo que exponer el origen de las ganancias empresariales.

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Era un objetivo central demostrar que los sectores de la burguesía nacional que el peronismo proclamaba como aliados del movimiento obrero en un proyecto político nacional de conciliación de clases no solo estaban estrechamente vinculados con los terratenientes y el capital extranjero, sino que tenían intereses opuestos a los de los trabajadores.

Los análisis expuestos en Frente Proletario fueron así el punto de partida de una serie de estudios que serán ampliados y profundizados posteriormente. Una serie de trabajos de Nahuel Moreno de 1948 serán compendiados en 1959 en el segundo número de Cuadernos de Estrategia, que contenía la “Tesis agraria”, “El centrismo en cifras” y la “Tesis industrial”, mientras que se publicará también mimeografiada la “Tesis latinoamericana”. “Cuatro tesis sobre la colonización española y portuguesa” apareció en 1957 en Estrategia de la emancipación nacional. Buena parte de estos estudios fueron la base de los análisis del historiador trotskista Milcíades Peña [1] publicados en Fichas de Investigación Económica y Social aparecida entre 1964 y 1966.

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Estos trabajos han dejado una huella profunda, aunque poco reconocida, en la historiografía argentina. Planteos como la existencia de una burguesía con múltiples intereses en el campo, la industria, el comercio y las finanzas, el nacimiento de una burguesía nacional estrechamente ligada con el imperialismo, fenómenos ambos que tendrán un peso determinante en el desarrollo de la industrialización sustitutiva en los años 30, son ideas que serán retomadas en diversos análisis de la historia argentina con una casi nula referencia a quienes las esbozaron o desarrollaron en el campo del trotskismo, como el propio Peña [2].

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La “burguesía nacional”: una clase con múltiples vínculos en la industria, el campo, las finanzas y el capital financiero internacional

Desde su fundación, el GOM decide la publicación de boletines de discusión y formación. El Boletín N° 1, de mediados de 1944, retomará elaboraciones parciales previas [3] planteando el objetivo de profundizarlas apelando al debate y la producción dentro de la organización:

… hacemos voto porque estas hojas se transformen en la tribuna de todos los trotskistas sudamericanos… hay camaradas que no comprenden todavía en toda su amplitud la importancia que tiene para el desarrollo de la economía nacional, y por consiguiente de su política, la existencia de un enorme capital financiero. Y es así como se le atribuye a la burguesía industrial de nuestro país una importancia decisiva en la relación de fuerza sociales, tan importante y decisiva, como para sostener un gobierno que es su directo representante, Ramírez-Farrell-Perón, y el de haber hecho una revolución contra el otro sector de la burguesía nacional, el de los latifundistas.

Desde los primeros números de Frente Proletario -el primero aparece en octubre de 1946– se presenta el objetivo de ligar la estructuración en las fábricas con el de mostrar a los trabajadores “las ligazones que tienen sus establecimientos con otros capitalistas nacionales y con los extranjeros” [4]. En los números publicados entre abril y agosto de 1947 el GOM analiza la constitución de tres empresas: la textil Francia Argentina, la metalúrgica Tamet y el consorcio Bemberg.

Bajo el título “Quién es Tamet”, por ejemplo, Frente Proletario continúa la serie de artículos para dar a “conocer los consorcios financieros más importantes del país, que controlan no solo la producción sino también la política”. El artículo presenta, como síntesis de la investigación realizada, un cuadro con las relaciones del grupo Tamet con otros consorcios:

Los dueños de Tamet, a simple vista, es el consorcio financiero Tornquist (…) Este consorcio es una potencia industrial, dueña de las más viejas instituciones bancarias con inversiones industriales (…) con intereses en el campo (…) detrás de la familia Tornquist (…) hoy están los capitales belgas.

Pone en evidencia también su ligazón con Dodero, −vinculado a la actividad marítima beneficiada por la política peronista (grupo al que también el periódico dedica un artículo)− y a la empresa eléctrica CADE. Esto, sumado a las relaciones con Soulas-Campomar, grupo textil con vínculos con las finanzas y, a su vez, de este consorcio nacional con Tornquist “revela la existencia de una actividad en líneas generales común de los capitales de los distintos países de Europa” [5]. Agrega que “a medida que sigamos haciendo estos estudios veremos como la mayor parte del capital extranjero en nuestro país, el que controla lo fundamental de la economía argentina, es el capital europeo” [6].

El caso Dodero, “amigo íntimo” del presidente Perón, le sirve además a Frente Proletario para reforzar la vinculación entre los empresarios y el gobierno. Esta investigación demuestra el peso del capital financiero europeo, inglés, belga, francés, alemán, suizo, que, ligados entre sí, controlan la mayor parte de las compañías nacionales más importantes.

En distintos números, el GOM desarrolla ejemplos de este tipo mostrando los vínculos de las más importantes empresas nacionales −particularmente aquellas con cuyos trabajadores, como en el caso de Tamet, el grupo intentaba establecer contactos políticos y sindicales−, tanto con el capital internacional como con los grandes grupos económicos ligados a los intereses terratenientes y financieros.

La formación de la burguesía argentina: un recorrido histórico

En agosto de 1948, en su número 20, Frente Proletario realiza un recorrido por la historia argentina que se remonta a los tiempos de la colonización, donde el GOM fundamenta el peso de los terratenientes en la estructura económica y social argentina. A diferencia de Perú, Bolivia o México, aquí la colonización española no tuvo minas ni indios que explotar, sino que la base de la riqueza fue la ganadería, los cueros y las carnes saladas que el mercado mundial necesitaba. Se fortaleció así una de las clases dominantes, los estancieros, junto a la otra clase nacional, la de los comerciantes. La característica común a ambas clases explotadoras nacionales es el depender del comercio extranjero.

Ya después de la Revolución de Mayo los estancieros comenzaron a comprar o a recibir tierras, con las que afianzaron su poder junto con la salazón de las carnes. Juan Manuel de Rosas fue el típico representante de este tipo de estanciero, ya con tierras y saladeros. Mientras, entre los comerciantes, se afianzaba el dominio inglés. El capitalismo mundial les ofreció a los hacendados las dos condiciones indispensables para transformarse en terratenientes: la demanda de cereales en Europa y la crisis de la agricultura europea, sobre todo de Italia y España que dejaba sin ocupación cantidad enorme de trabajadores agrarios. El representante típico de la “mutación de estanciero a terrateniente es don Justo José de Urquiza, y el de clase terrateniente ya constituida el General Roca”.

Así, las clases dominantes argentinas se consolidaban mientras que la “Inglaterra pletórica de capital y ganancias, necesitada de colocarlos busca, desde la década del ’70, países jóvenes donde invertirlos” y los ferrocarriles se vuelven centrales para lograr sus objetivos. “Ya tenemos a los terratenientes y a los ferrocarriles, dos de los factores más importantes para comprender el desarrollo político económico y social del país. La crisis del año 1890 nos traerá el otro factor: la industria moderna, capitalista”.

El método de congelación de las carnes abrió nuevas transformaciones. Con la instalación de los frigoríficos se inicia la incorporación al país de grandes empresas industriales con todos los adelantos de la técnica: “Los terratenientes tienen, de esta manera, otra rama donde invertir sus ganancias. Ya las invirtieron junto con los comerciantes y el capital inglés en los ferrocarriles; ahora lo harán en la industria y con los mismos socios: los comerciantes y el imperialismo”.

A fines del siglo XIX, comenzaron a fundarse en el país los primeros consorcios financieros, dependientes o sucursales de consorcios extranjeros cuya dirección es encargada a un gran latifundista nacional, como Tornquist, o a algún hombre de negocios o industrial, como Bemberg, que también era terrateniente.

Después de 1914 se produjo la incorporación de empresas extranjeras industriales para el mercado interno, plantas de montaje de automóviles, grandes fábricas textiles y de lámparas, etc. Aquí se produce un fenómeno de gran importancia en el país, que es la penetración del imperialismo norteamericano, que comienza a desalojar al inglés, no solo en las inversiones sino en el comercio exterior. Proceso que cambia “repentinamente” con la crisis de 1929.

Es el momento en que comienzan los roces entre el imperialismo inglés y el norteamericano y el país refuerza su vínculo con Gran Bretaña, expresado en el tratado Roca-Runciman “por el cual los terratenientes, por medio del gobierno, transforman al país en una semicolonia inglesa de derecho, cuando ya lo era de hecho… el [capital] norteamericano es desalojado radicalmente a partir del tratado, en las inversiones y en el comercio, por Inglaterra”.

Se inicia una época proteccionista en el comercio, excepto para Inglaterra que ingresa más del 50 % de sus mercancías sin pagar derechos, y se acelera “la incorporación de industrias extranjeras al país, nuevas sociedades entre capitales extranjeros y terratenientes o industriales nacionales (…); la industria se desarrolla en forma desconocida”.

Con este recorrido analítico, el GOM va fundamentando su visión de una burguesía no solo ligada estrechamente al imperialismo, sino que ha desarrollado un importante grado de diversificación implantándose en múltiples áreas de la economía. Esboza además las características del crecimiento industrial en la década del 30 funcional a los intereses de los sectores de clase dominantes en la economía y por tanto la unidad de intereses entre terratenientes e industriales, ideas que reaparecerán también en investigaciones posteriores. Este recorrido resalta nuevamente no solo la opresión del imperialismo sobre el país, sino también el agudizamiento de las disputas entre Inglaterra y EE.UU y la ligazón de la primera con los terratenientes.

Las “tesis”: un panorama de la estructura económica argentina

El objetivo de las Tesis, escritas en 1948, era demostrar el carácter capitalista semicolonial del país. La “Tesis industrial” destaca el carácter dependiente de la industria con respecto a los terratenientes y el capital extranjero, negando que “la industrialización de un país atrasado es independencia económica de ese país con el imperialismo y fortalecimiento de la burguesía antiimperialista”. Su objetivo era demostrar que las políticas de los gobiernos, desde Agustín P. Justo a Perón, no contuvieron un carácter progresivo en la medida que no liberaron a la economía argentina del control de los grandes consorcios.

La “Tesis agraria” se proponía demostrar el predominio de la producción familiar en el campo argentino y el escaso rendimiento del trabajo agrícola. Negando la existencia de restos feudales cuestionaba, sin embargo, el carácter avanzado del capitalismo argentino. En ambos textos aparece la idea de la unidad de intereses entre los sectores más poderosos de la industria y los terratenientes.

Estos trabajos cumplen con el objetivo de atacar las posiciones de los grupos que negaban el carácter semicolonial del país a la vez que enfrentan las visiones que le otorgaban al peronismo y a la burguesía nacional industrial un carácter progresivo e incluso antiimperialista. Moreno dirá con posterioridad que estos documentos sufrían una falta “de síntesis dinámica, es decir una falta de visión de conjunto del movimiento y de las contradicciones del agro argentino. Más que una película, nuestros primeros documentos han sido fotografías”. Encontrará la explicación a esta deficiencia en la dedicación que el grupo debió darle al trabajo de construcción en el movimiento obrero y a la “magra herencia que recibimos de nuestros antecesores” [7].

Efectivamente, el carácter polémico de estos trabajos conduce a tensar algunos de sus planteos y conclusiones tornándolos unilaterales. A esto se deben muchos de sus límites más que a la “magra herencia” en la que pone el acento Moreno. Estas discusiones formaron parte de las elaboraciones y los debates de los trotskistas de los años 30; en oposición o como continuidad pudieron constituir una base para los estudios posteriores.

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Creemos, sin embargo, que el conjunto de la producción de la corriente salva en buena medida estas debilidades. En el resto de los materiales que se produjeron en la década del ’40 están planteados en muchos casos en forma más equilibrada problemas tales como el peso del crecimiento industrial en la economía o la expansión de las relaciones capitalistas en el campo sin desmentir, por ello, el carácter atrasado y dependiente del conjunto de la economía. Asimismo, el énfasis puesto en las disputas interimperialistas y su peso en la economía y la política nacional complejiza el análisis de los regímenes políticos.

Los herederos de esta producción, entre los que Peña aparece como la figura excluyente en el campo político intelectual, arrastran algunos de estos límites (al caracterizar al gobierno de Perón o al evaluar los alcances de la industrialización del país, por ejemplo [8]), pero también ha desarrollado de manera brillante las ideas contenidas en estas primeras elaboraciones, como la unidad de intereses entre distintos sectores de la burguesía, la diversificación de sus actividades o el peso de las disputas entre los imperialismos dominantes en el país.



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