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El golpe gorila de 1955 (Parte 1)

El golpe gorila de 1955 (Parte 1)

Nahuel Moreno

Indice
Aclaración
I 1954: Año clave del peronismo
II ¿Quiénes supieron luchar contra la revolución libertadora antes del 16 de septiembre de 1955?
1. La Iglesia Católica al servicio del golpe de estado del imperialismo yanqui
2. El partido comunista oculta los objetivos del plan de la Iglesia
3. Un solo frente obrero para frenar al imperialismo, a los curas y a los capitalistas
4. Movilización obrera: única respuesta contra el golpe de estado clerical‑patronal‑imperialista
5. El imperialismo yanqui y la Iglesia preparan un golpe de estado
6. El imperialismo yanqui y sus aliados siguen firmes en su ofensiva para colonizar el país

Aclaración
Este libro esta formado por dos folletos elaborados en diferentes momentos por Nahuel Moreno. El primero fue titulado: “ 1954: año clave del Peronismo ”. El segundo folleto titulado: “¿ Quienes supieron luchar contra la revolución libertadora, antes del 16 de septiembre de 1955 ?”, está compuesto por un conjunto de editoriales o artículos publicados en el periódico La Verdad, órgano de la Federación Bonaerense del Partido Socialista (Revolución Nacional)

I
1954: Año clave del peronismo
Los acontecimientos de mayor importancia a tener en cuenta en la lucha de la clase trabajadora contra el imperialismo y’ el capitalismo, durante la última década, han sido:

I
En los últimos años el proceso de colonización de Latinoamérica por parte del imperialismo yanqui, se intensificó enormemente a partir de la iniciación de la segunda guerra mundial; prosiguió su curso con una serie de triunfos importantes para el imperialismo, y alcanza su punto culminante con la intervención en Guatemala. Esta intervención señala un cambio importante, en el que el imperialismo yanqui pasa a colonizar prácticamente todo el continente, aún con intervención armada.

II
Si bien el imperialismo inglés obtuvo pactos tanto o más colonizantes del peronismo que los que logró durante la década infame, es un hecho el que no pudo utilizarlos y que cambió su relación con el país y con el gobierno como consecuencia de su debilitamiento y de la crisis mundial. El retroceso real del ¡imperialismo inglés, independientemente de los papeles firmados hasta la fecha, no pudo ser utilizado por el imperialismo yanqui para reemplazarlo y colonizamos. Esto se debió a circunstancias históricas excepcionales: economía burguesa semicolonial no complementaria con el imperialismo yanqui; apoyo decidido del imperialismo inglés; relativo poderío de esa economía burguesa, situación privilegiada como consecuencia de la guerra y la postguerra. La desaparición de algunas de esas circunstancias históricas excepcionales acrecientan el peligro de la colonización yanqui.

III
El desarrollo capitalista en el país después de una evolución intensa durante los últimos 20 años, sumada a la crisis agraria, que se dio en dicho lapso, ha llegado a tener una influencia y peso decisivos en la actual economía de la República. Este proceso de desarrollo industrial fue acompañado, durante la década de 1940 al 1950, por un enriquecimiento general que a partir de este último año se transforma en un período de lento empeoramiento de la situación general del país y de la clase obrera. Después de más de diez años en que el gobierno no apelaba a los préstamos del imperialismo, Cereijo, en 1950, concreta el primer empréstito de la época peronista, con el imperialismo. La ley de radicación de capitales es otra forma de abrir la puerta a nuevos empréstitos directos o indirectos. La situación de la clase obrera empeoraría día a día, aunque no en forma catastrófica.

IV
La situación privilegiada del país durante los 10 últimos años y las profundas diferencias de la economía argentina con los otros países latinoamericanos, no han hecho más que ocultar las lacras de la estructura económica nacional: atraso de la industria, gran propiedad terrateniente, mezquino mercado interno por la falta de unidad económica y política latinoamericana, producción para incrementar las ganancias capitalistas e imperialistas. Estas lacras disimuladas empiezan a manifestarse y amenazan llevar a la ruina al país y a los trabajadores.

V
Durante los 10 últimos años de enriquecimiento general hubo un colosal fortalecimiento y renovación de las clases más ligadas a la producción industrial capitalista. La burguesía industrial, la moderna clase media y el proletariado industrial llegaron a tener un nuevo peso específico en las relaciones entre las clases. Un peso específico extraordinario tiene, en la actualidad, la clase obrera, porque su aumento en cifras absolutas es muchísimo mayor al de las otras clases, lo que sumado a sus características especiales, le da una superioridad colosal sobre todas las clases del país. A esto se suma el peso específico de la zona capitalista por excelencia, el Gran Buenos Aires, que tiene más de una cuarta parte de toda la de la República.

VI
La reciente formación o fortalecimiento de estas clases no les ha dado tiempo de cristalizar, ni a ellas ni a sus sectores más avanzados, en organizaciones políticas que reflejen sus intereses. Pero esta cristalización política es inevitable, aunque a ella se oponga el intento de organización totalitaria peronista. El peronismo quiere frenar o controlar las nuevas formaciones políticas.

VII
Los explotadores en su conjunto, principalmente la nueva clase industrial intentan superar la crisis en desarrollo con la consigna, equívoca de productividad, que para ellos significa mayor explotación de los obreros, y por medio de acuerdos económicos con el imperialismo yanqui.

VIII
Todo este cambio en las, relaciones entre las clases, el gobierno y el imperialismo yanqui, se reflejó en cambios políticos de importancia. Dentro del carácter ultra reaccionario de su legislación social y política el gobierno permitió un juego democrático más amplio con la clase obrera y el imperialismo yanqui, con el objeto de fortalecer su situación interna en sus tratativas.

Es así como por un lado, estrechó sus relaciones con el imperialismo yanqui y, por otro, inició una nueva política en relación a los salarios: prescindencia aparente para no desprestigiarse. Ante el surgimiento de una nueva fuerza política que intenta hacerle el juego a la capitulación completa al imperialismo yanqui -la Iglesia y su partido-, el gobierno trata de preservarse con una campaña tímida que no ataca ni al imperialismo, ni a la Iglesia en su base.

IX
El surgimiento del frondicismo en la dirección del radicalismo y los intentos de formación de un partido católico, demuestran la crisis del radicalismo como órgano de capitulación al imperialismo yanqui y como representante de los explotadores que quieren esa capitulación.. El frondicismo ya no es útil a esos planes y surge la Iglesia para crear ese órgano político.

X
La clase obrera había iniciado toda una movilización, pausada, pero movilización al fin, que fue tronchada por el fracaso y las derrotas de los últimos convenios. A pesar de la derrota, ha habido un aprendizaje de la clase obrera, principalmente de su vanguardia. Han comprendido el rol de la dirección cegetista y de la nefasta dependencia de los sindicatos con respecto al Estado. A pesar del retroceso momentáneo de la clase obrera, la vanguardia asimila la experiencia y se prepara para el nuevo ascenso, que ha de comenzar muy pronto, en forma de escaramuzas contra las manifestaciones concretas de la ofensiva patronal. La gran experiencia que sacó la vanguardia, o que está sacando, es que la lucha por mejoras económicas se transforma en una lucha contra la burocracia sindical‑estatal y contra las medidas represivas y de control sindical del gobierno.

Frenemos el plan yanqui de colonización de Latinoamérica
Debido a que geográficamente, forma parte del mismo continente, el imperialismo norteamericano se encuentra con que tiene que colonizar el continente semicolonial más desarrollado del orbe: Latinoamérica, (exceptuamos el Oriente de Europa). Los latinoamericanos, a su vez, se encuentran con que tienen que luchar para lograr plena independencia y unidad contra el más poderoso imperialismo que ha conocido la historia. Los dos, fenómenos se complementan: Estados Unidos ha encontrado y seguirá encontrando una resistencia encarnizada de los países de Latinoamérica a sus planes de colonización; la lucha de los países latinoamericanos por su liberación va a ser de las más difíciles, si no la más difícil. Por otra parte, este plan colonizador de Estados Unidos da a la lucha antiimperialista un carácter ultra concreto y simple: contra los planes yanquis, económicos, políticos y militares.

La iniciación de la última Gran Guerra significó un cambio importantísimo en las relaciones ínter imperialistas y en los planes yanquis para Latinoamérica. La debilidad europea y el colosal peso económico que iba adquiriendo Estados Unidos, permitieron acelerar su viejo plan de total colonización de nuestro continente. El año 1939 significa el comienzo de una nueva etapa en Latinoamérica, la de la liquidación drástica de los otros imperialismos en la explotación de nuestro continente y la de la ejecución del plan yanqui de colonización en el mismo. No se podrá comprender ningún fenómeno económico, político o militar de ningún país de Latinoamérica si no se comprende que a partir del año 1939 el plan de colonización yanqui se concretó como amenaza inmediata, como problema urgente para todos los países latinoamericanos. Es decir, el fenómeno que el mundo ha visto con claridad después de la guerra -‑los planes yanquis para controlar y colonizar el mundo-‑ tuvieron comienzo en 1939 en nuestro continente. Este hecho decisivo no fue comprendido en toda su amplitud, por ninguna corriente del movimiento obrero. Los acontecimientos mundiales han acelerado esta tendencia yanqui a la colonización latinoameri­cana, ya que sus fracasos en el mundo refuerzan su interés hacia la tendencia a la colonización latinoamericana y a atrincherarse en el continente. Es por eso que adquiere tanta importancia la lucha y la resistencia de los pueblos latinoamericanos a los planes norteamericanos de colonización. Somos ya casi parte del continente económico yanqui y nuestra lucha tiene tanta importancia como la del movimiento obrero negro o campesino, yanquis.

De hecho, este plan yanqui, que fue puesto a la orden del día desde 1939 por las circunstancias ya referidas, no fue denunciado, ni comprendido en toda su magnitud e importancia para Latinoa­mérica, por ninguna corriente social o política y, menos que menos, por el Partido Comunista, que durante años sirvió como correa de transmisión en el movimiento obrero, de esos planes de colonización. Nosotros no somos una excepción: no hemos sabido hacer una análisis exhaustivo de ese plan y no lo hemos sabido denunciar con toda la magnitud y precisión que eran necesarias.

Hasta la invasión de Guatemala el plan yanqui tuvo sus triunfos y sus derrotas, sus altos y bajos. Aunque había progresado, no pudo ser llevado a cabo totalmente ya que para su ejecución se observaron las normas diplomáticas del "buen vecino". La irrup­ción de Castillo Armas en Guatemala es un salto importante en los métodos de Wall Street. Con el dominio sobre Guatemala comien­za a llegar a su fin el plan de colonización. En los dos últimos años el Departamento de Estado ha logrado controlar a casi toda Latinoamérica; la caída de Vargas, el golpe de Batista, Castillo Armas, el copamiento de Paz Estensoro, lo demuestran. Contra­dictoriamente, la resistencia y clarificación del movimiento de masas latinoamericano se acelera en forma colosal en relación al imperialismo yanqui.

Debemos comprender esta relación de fuerzas, estas derrotas para el movimiento latinoamericano, a fin de sacar todas las conclusiones necesarias para Latinoamérica y nuestro país, ‑posi­blemente, el último reducto todavía no dominado por el imperia­lismo yanqui.

Evitemos que el imperialismo yanqui domine nuestro país
Esta tendencia general, asentada en el colosal poderío de Nortea­mérica, de transformar inmediatamente toda Latinoamérica en una colonia, se reflejó con claridad en la economía y la política nacional desde el año 1939. Desde este último año ningún fenóme­no, político o económico puede ser comprendido, si no se estudia, si no se plantea esta simple cuestión: ¿cuál es la táctica del, imperialismo yanqui, en esta emergencia, para aplicar su plan de colonización?

La crisis del gobierno de Ortiz, de Castillo después, el 4 de ­junio de 1943, son meros episodios en esa lucha del imperialismo yanqui para colonizar nuestro país. Profundas razones económicas y de estructura social, que para nada tiene que ver con ninguna característica racial, han condicionado que nuestro país no fuera totalmente colonizado. La principal de esas razones, es que toda la estructura capitalista del país se ha basado en la producción, para el mercado mundial, de productos agropecuarios que son compe­titivos de la producción norteamericana. De ese antagonismo inso­luble surge una incompatibilidad orgánica entre el imperialismo yanqui y la economía capitalista nacional. A esta incompatibilidad se le suma la diversificación del comercio exterior argentino y de la producción capitalista, lo que dio a los gobiernos argentinos una amplia base de maniobras. Otra razón de importancia, es que, nuestro país ha sido explotado en forma preponderante por el imperialismo inglés, aunque no en forma total. Esta situación de semicolonia inglesa ha durado aproximadamente hasta la nacionali­zación de los ferrocarriles o hasta la expiración, por muerte natu­ral, del pacto Roca‑Ruciman. La nacionalización de los ferrocarri­les demuestra el retroceso y debilidad general del imperialismo inglés en el mundo, reflejado en particular, en Latinoamérica y en nuestro país. Independientemente de ello, los acuerdos entre el imperialismo inglés y el gobierno peronista, sobre todo la compra de los ferrocarriles, subjetivamente representan un triunfo del impe­rialismo británico, ya que éste se debilitó de acuerdo a sus planes y conveniencia momentáneas y no según una ofensiva antiimperia­lista. No por eso dejaron de ser un extraordinario retroceso. A partir de ese momento se abre un período de ligero dominio inglés, dominio que es de amistad y sociedad, en un plano defensi­vo por parte de los británicos. Concretamente, el socio mayor de una firma quebró y el socio menor trató por todos los medios de que esta quiebra fuera lo más leve posible prestándose a los planes del socio mayor. Pero, no por eso, la quiebra dejó de ser quiebra. Es así como el imperialismo inglés, por sus buenas relaciones con el peronismo, consiguió pactos colonizantes (explotación mixta de los ferrocarriles, prolongación del pacto Roca‑Ruciman, firma del pacto Andes, etc.), pero fue incapaz, por su debilitamiento general, de hacerlos cumplir. La década infame, de sometimiento total al pacto Roca‑Ruciman y al imperialismo inglés, fue enterrada con la nacionalización de los ferrocarriles por agotamiento británico y no por la voluntad antiimperialista del gobierno.

Nuestra tendencia se dejó llevar por el análisis unilateral de los convenios diplomáticos y comerciales, sin ver debajo del agua las verdaderas relaciones entre el imperialismo, el país y el gobierno. Era correcto denunciar las capitulaciones gubernamentales, pero mucho más correcto hubiera sido subrayar las verdaderas relaciones y, lo que es más importante, los cambios en las relaciones ínter imperialistas y con el país. Mucho más favorable aún, para el país y la burguesía, han sido las relaciones con los otros imperialismos europeos, que han salido de la guerra prácticamente liquidados. Es decir que para Latinoamérica, inclusive para nuestro país, la guerra tuvo una consecuencia: el único imperialismo que quedó en una actitud francamente ofensiva, colonizante, fue el imperialismo yan­qui.

La contradicción para nuestro país es que la guerra significó objetivamente -‑no subjetivamente-‑ una mayor independencia, ya que el imperialismo inglés no ha sido reemplazado todavía por el yanqui, aunque éste ya ha logrado dos pasos importantes para hacerlo y tiende con todas sus fuerzas a lograrlo. El peronismo, está a mitad de camino entre el debilitamiento del imperialismo inglés y el sometimiento al imperialismo yanqui. Justamente el debilitamiento del imperialismo inglés explica, en última instancia, dos hechos decisivos del peronismo: la necesidad de recurrir a una demagogia social para lograr el apoyo de la clase obrera y el que haya derrotado sistemáticamente, como consecuencia de ese apo­yo, a los agentes internos del imperialismo yanqui y de la coloniza­ción.

Hasta el año 1944, la resistencia gubernamental al imperialismo yanqui sigue la tradicional línea de apoyarse en el imperialismo inglés, los imperialismos europeos y los sectores burgueses amigos de ellos. Este frente antiyanqui tradicional se debilitaba día a día: decadencia de su columna vertebral, el imperialismo inglés, y deserción de sectores fundamentales de la gran burguesía, oligar­quía financiera gran burguesía industrial, casas cerealistas, que pasan al otro campo, al pro yanqui. El frente antiyanqui tuvo que derrotar al socialismo y comunismo al servicio del imperialismo yanqui en el movimiento obrero. Esa derrota fue fácil, facilísima. Dos factores la condicionaron: las traiciones de los viejos partidos del proletariado y ’las nuevas camadas obreras no educadas, en la tradición de aquellos partidos. La facilidad de la derrota posibilitó el ulterior apoyo de toda la clase obrera al frente antiyanqui, aunque la clase obrera fue sumada a ese frente gracias a la demagogia o concesiones sociales que efectúa el gobierno, merced a la extraordinariamente buena situación económica de la burgue­sía.

El apoyo de la clase obrera, en bloque, como clase y en todo el país permitió al peronismo derrotar por medio de las urnas a la unión democrática y posteriormente al radicalismo como avanzada de la colonización yanqui en el país. Estas derrotas forzaron al imperialismo yanqui y los sectores de la burguesía a él ligados, a tratar de zanjar el problema a través de golpes militares. La utilización amenazante de la clase obrera, por un lado, y la solidez del desarrollo económico del país, por otro, permitieron al peronis­mo triunfar en la etapa golpista del imperialismo yanqui.

El debilitamiento del imperialismo inglés, la crisis latente de la economía nacional, han ido obligando al gobierno peronista, a llegar, o tender a llegar, a importantes acuerdos económicos con el imperialismo yanqui, en su afán de salvar las grandes ganancias capitalistas y ganaderas. Este, derrotado políticamente, sabe que es, o será, imprescindible en el terreno económico y busca imponer condiciones cada vez más colonizantes. Todo esto explica las importantes capitulaciones efectuadas por el gobierno, que no han sido, por otra parte, de entrega total. El pacto de Río de Janeiro y el empréstito, por una parte, entran dentro de esa relación; al mismo tiempo, el hecho de que no se firme todavía el pacto bilateral, y de que la entrega no sea total, por otra parte, condicionan la situación contradictoria actual.

Los triunfos peronistas produjeron indirectamente una profunda crisis en el radicalismo. El frondicismo, como nueva corriente política que refleja a la moderna clase media urbana no presta la misma utilidad al imperialismo yanqui que el unionismo. De acuerdo con los sectores más reaccionarios de la burguesía, trata de utilizar a la iglesia para formar un gran partido Popular que le sirva para estructurar una nueva Unión Democrática, colonizante, para las elecciones de 1958 o para acompañar, si es necesario, los futuros golpes de estado.

La derrota política del imperialismo yanqui dentro del país, lo obligó a cambiar su táctica con el gobierno y con el país. Pero no cambió su estrategia. Con buenas o malas relaciones diplomáticas, el plan es el mismo: sometemos totalmente o imponemos si es posible un Castillo Armas. Hoy día, el casi triunfo yanqui en Latinoamérica contrasta con su situación en la Argentina.

El imperialismo trata de solucionar esta contradicción en favor de sus planes, tratando de utilizar la crítica situación económica argentina a fin de obligar al gobierno a llegar a un acuerdo colonizante.

Unámonos con otras corrientes, para denunciar y frenar
los planes de colonización de Latinoamérica y nuestro país
Es nuestra obligación denunciar sistemáticamente los planes y avances del imperialismo yanqui. Por otro lado, tenemos que destacar toda actitud independiente de los gobiernos latinoamerica­nos y toda vacilación o claudicación de los mismos, es decir, debe ser factor permanente de nuestra actividad, la denuncia de los planes yanquis de colonización latinoamericana.

Nuestras primeras denuncias deben ser sobre las visitas de diplo­máticos y las tratativas secretas. Los trabajadores deben saber cuáles son las propuestas y las negociaciones que se llevan a cabo con el siniestro imperialismo yanqui. ¡Nada de tratativas secretas!

Esta campaña contra e1 plan yanqui de colonización debe ser amplia, amplísima, sin sectarismos: acuerdos para hacer actos co­munes donde se denuncien esos planes, acuerdos técnicos con quienes resisten tímidamente estos planes, etc. Todo ello debe hacerse en forma audaz, sin limitaciones. Todo lo que sea coincidencia, en este aspecto, debe ser desarrollado sin ningún sectaris­mo. Que todo el mundo sepa que los luchadores más consecuentes contra el plan yanqui de colonización de Latinoamérica, somos nosotros; que independientemente del antagonismo que nos separa de todos los gobiernos latinoamericanos y corrientes burguesas o pequeño burguesas, como de nuestra intransigente crítica de clase a ellas, estamos por la unidad e independencia de nuestros países contra la colonización yanqui.

A escala norteamericana, debemos desarrollar todo lo que una a las corrientes obreras y antiimperialistas. Nuestra crítica debe ser para desarrollar esa unidad y no para frenarla. Los acuerdos diplo­máticos de Santiago de Chile, en su formulación son positivos. Nuestra crítica no es a su formulación sino a su aplicación por la burguesía y la burocracia. ¡Que la Comisión encargada de aplicar los Acuerdos de Santiago esté formada por representantes de la clase obrera chilena y argentina, democráticamente elegidos!

Es decir, nuestro objetivo estratégico en esta etapa es: lograr un amplio Congreso antiimperialista de trabajadores latinoamericanos que discuta el plan económico para toda América latina, que paralice la crisis y evite la miseria creciente, que se dé un programa de lucha contra los terratenientes y los explotadores nacionales, pero sobre todo, contra el plan yanqui de colonización latinoame­ricana. Si el peligro inmediato es no comprender la necesidad de una audaz unión contra los planes del imperialismo yanqui en Latinoamérica y en cada uno de nuestros países, el peligro opuesto es el de capitular, hacerle concesiones a las tendencias burguesas que se resisten, que tienen roces o que se oponen abiertamente a los planes yanquis de colonización. Este aspecto de la lucha antiimpe­rialista, como todos los de menor importancia, no nos pueden desviar de nuestro objetivo histórico: liquidar la explotación en cualquiera de sus formas o manifestaciones, con nosotros a la cabeza como representantes de la clase obrera. Así como estamos por la defensa del país, de todos sus habitantes, contra el plan colonizador yanqui, estamos también por la defensa incondicional del chacarero o campesino, contra la ofensiva del terrateniente. Con el objetivo de defender al campesino estamos dispuestos a unirnos con quien sea, periodistas, comerciantes de pueblitos, polí­ticos radicales, funcionarios o técnicos del gobierno. Pero lo que nunca aceptaremos será que, por luchar contra el terrateniente unidos a otras corrientes o personalidades, debamos abandonar nuestra lucha intransigente contra la explotación en todas sus formas, y principalmente, la explotación que sufre nuestra clase, la clase obrera, del propio chacarero. Ninguna conciliación en este aspecto. El que esté dispuesto a marchar unido con nosotros por un objetivo común, la lucha contra el plan yanqui, que sepa que jamás abandonaremos, ni por un instante, nuestra infatigable lucha contra la explotación que sufre la clase obrera por parte de los explotadores nacionales. En esa forma fortaleceremos a la clase obrera y en última instancia a la lucha contra el imperialismo y los terratenientes, ya que la clase obrera es la única capaz de solucio­nar de verdad los problemas de las otras clases trabajadoras. Si abandonamos la lucha de los obreros o peones contra su estanciero o industrial, es posible que ganemos la tímida simpatía de estos últimos o de un sector de ellos hacia la unidad con nosotros para ir contra el plan colonizador, pero perdemos inevitablemente la confianza del obrero o del peón que comprueba que, en nombre de la lucha contra el imperialismo, su patrón anda en Cadillac y él debe morirse dé hambre.

Estamos dispuestos a unirnos al estanciero o al industrial contra el plan colonizador del imperialismo e inclusive llegaremos, en circunstancias excepcionales, a acuerdos delimitados. Pero que se­pan todos, tanto el estanciero como el peón, que somos el partido que refleja los intereses históricos e inmediatos de los peones y que, en ese sentido, alentamos y educamos a los peones para que combatan económica y políticamente a su patrón como a su enemigo natural, ya que se enriquece a costa de la miseria de los trabajadores. Esto no impide que en una lucha o choque circuns­tancial entre los planes imperialistas y el estanciero o industrial, lleguemos a un acuerdo limitado con nuestro enemigo (la patro­nal), para combatir al enemigo en el país (el imperialismo).

La misma táctica debemos y podemos emplearla en relación a los gobiernos latinoamericanos, entre ellos el peronista. Este toda­vía no se ha transformado en un gobierno a lo Castillo Armas, Ofrece, por otra parte seria resistencia a ser controlado totalmente por los yanquis, a pesar de las capitulaciones. Estamos dispuestos a llegar a un acuerdo con el gobierno para explicar a los trabajadores por qué no se firma y por qué no debe ser firmado, el pacto bilateral con EE.UU. Hoy día, coincidimos tibiamente con el gobierno y sus organizaciones en que es necesario luchar contra el golpe militar y los planes de la Iglesia.

Pero estos acuerdos no deben confundimos con la política peronista, que es diametralmente opuesta a la nuestra. Mientras el peronismo respeta y alienta las ganancias capitalistas, para nosotros no hay salvación y organización de la economía nacional si no se atacan de lleno las ganancias capitalistas e imperialistas. Mientras el peronismo cree que a través de funcionarios se puede y se deben arreglar los conflictos entre el capital y el trabajo, como así también llevar adelante los planes económicos, nosotros creemos que solamente la clase obrera a través de sus representantes demo­cráticamente elegidos debe gobernar al país para solucionar de verdad los problemas económicos en beneficio de los trabajadores y de la nación. Nuestra posición, no por simple, deja de ser correcta: ninguna confianza a la burocracia gubernamental ni a los capitalistas nacionales, aunque coincidamos con ellos en algún pun­to del programa y en algún momento determinado; sólo la clase obrera puede gobernarnos para frenar de verdad los planes yanquis de colonización y para superar la economía nacional en beneficio de los trabajadores.

La importancia social y política del proletariado es decisiva
La influencia del moderno desarrollo capitalista en el país ha abarcado un ámbito casi total. No porque el proletariado industrial sea mayoría, sino por la influencia y desarrollo de la industria capitalista en el país. Todas las clases ligadas a la producción industrial capitalista ‑-burguesía industrial, nueva clase me­dia y el proletariado industrial-‑ han adquirido un enorme peso en sus relaciones con las otras clases. Pero este crecimiento y mayor importancia han adquirido dimensiones colosales en el proletariado industrial. Se ha transformado en la clase decisiva, fundamental por su número y su peso en el país. La clase media, en sus formas antiguas y modernas, juega un rol de gran importancia, pero secundaria, de la misma forma que la revolución agraria. Este cambio, de fundamental importancia, en las relaciones entre las clases en el país, va unido a la fundamental importancia de la zona urbana‑industrial: el Gran Buenos Aires. Con sus 5 millones de habitantes, lo que significa un poco más de 1/4 de todos los habitantes del país, esa colosal concentración urbana‑industrial demuestra directamente la importancia, el peso decisivo de la producción capitalista y del proletariado en las relaciones generales del país. Al mismo tiempo, también su atraso, porque sigue siendo una importante concentración pequeño burguesa.

El peronismo no es más que una confirmación y demostración indirecta de este hecho. Dentro de la Argentina moderna sola­mente dos gobiernos tuvieron una amplía base popular: el radicalis­mo y el peronismo. El radicalismo se apoyó fundamentalmente en el pueblo, en la clase media más pobre de las ciudades y los pueblos. El peronismo, por el contrario, logró el apoyo como clase del moderno proletariado industrial. Este es un acontecimiento de carácter histórico, que demuestra que el peso relativo del proleta­riado en el ámbito de todo el país ha pasado a ser decisivo.

Pero, este apoyo de los obreros al peronismo se ha hecho en condiciones históricas completamente favorables para el peronismo y la burguesía, de enriquecimiento general. Sectores importantes del proletariado se han pequeñoaburguesado en su nivel de vida o lo han mejorado sustancialmente. Como consecuencia de ello y de su relativa reciente formación social, el proletariado industrial, como la nueva clase media e inclusive los nuevos sectores burgue­ses, todavía no se han estratificado socialmente y no se han sedimentado políticamente.

Las clases, los sectores de clase y la vanguardia de esos sectores; sobre todo de la más importante: la clase obrera, no se han dado su organización política. La vida política del país ha girado, en los últimos años, alrededor de la ofensiva colonizante yanqui, del contrerismo, o de la defensa del país tal cual se encontraba (burgués y estancieril), y del peronismo. El enriquecimiento gene­ral, la reciente formación o fortalecimiento de las clases modernas, han provocado la falta de delimitación política de las distintas clases. El empobrecimiento general, al acentuar todas las contra­dicciones económicas y sociales, ponen a la orden del día la sedimentación y actuación política de cada clase y su vanguardia. El proletariado, que ya ha votado como clase por el peronismo, es decir, por quién refleja y defiende la Argentina burguesa y estan­cieril, buscará su propia representación política y sindical superando al peronismo como representación extraña. La formación del Partido obrero es la más importante tarea histórica.

Sólo el gobierno de la clase obrera argentina podrá evitar
el peligro de crisis que se cierne sobre el país y los trabajadores.
Desde el punto de vista capitalista, la Argentina es el país más desarrollado de Latinoamérica, aunque la Independencia trajo el reparto de la tierra, el surgimiento de la gran propiedad terrate­niente. No heredó, de la época colonial, relaciones semifeudales de importancia.

Las revoluciones agraria e industrial, que comienzan a fines del siglo pasado y que se complementan y son paralelas hasta la primera Gran Guerra Mundial, en cierto sentido, hasta la gran crisis tuvieron la rémora de la gran propiedad terrateniente. Como consecuencia, no se logró un asentamiento masivo, una colosal coloniza­ción de agricultores independientes, sino una relativamente peque­ña y esporádica. Esa es la razón de que no surgiera un extraordina­rio mercado interno que hubiera posibilitado el ulterior desarrollo de una poderosísima industria. A pesar de ello, la colonización agrícola en la Argentina fue la más importante de Latinoamérica y creó el mercado interno más poderoso de todo el sur de nuestro continente. Es por eso que la colonización agrícola es acompañada por el surgimiento de la industria moderna, tanto para el comercio exterior como interior.

Este proceso de desarrollo general capitalista, ascendente, para­lelo, -‑revolución agraria e industrial, desarrollo del comercio mun­dial e interno-‑ es interrumpido a partir de la primera Gran Guerra Mundial, para entrar en profundas contradicciones.

Hasta la gran crisis de 1929, se produce un desarrollo relativo de la colonización agraria y un desarrollo técnico importante de la producción industrial. A partir del año 1929, la producción agraria argentina entra en una profunda crisis en oposición a la industria que comienza a desarrollarse en una forma extensiva protegida por la política semiproteccionista de los gobiernos conservadores. Ese desarrollo industrial tiene el límite de un mercado interno restrin­gido, empobrecido por la crisis agraria. Es decir, el desarrollo industrial ya no es más paralelo al desarrollo de la colonización y producción agraria, sino su contrario. Esta contradicción será, a partir de entonces, una de las básicas de la estructura capitalista de la nación. El desarrollo industrial no se asienta más en el mercado interno de los pequeños productores (chacareros, agricultores, etc.), sino en la crisis de ellos y su posterior proletarización. Aumenta el poder adquisitivo del mercado interno por la incorpo­ración de estas capas proletarias, pero da las condiciones para una violenta crisis de superproducción como jamás hemos visto, dado que las nuevas capas incorporadas a la producción industrial han sido quitadas al campo, no reemplazadas por nuevas camadas de pequeños productores, es decir, compradores independientes. La importación de maquinarias y capitales extranjeros le permitieron a la burguesía, desarrollar la producción industrial sin recurrir a la utilización en masa de los trabajadores agrarios desocupados. La década infame es la década de la desocupación y de la miseria, del desarrollo industrial y de la crisis agraria, es la década del empo­brecimiento general del país, a pesar del desarrollo industrial.

Este proceso de decadencia general de la producción agraria y de desarrollo industrial, continúa al iniciarse la Segunda Guerra Mundial, pero con un cambio importante: la utilización en masa de los trabajadores del campo, sin trabajo por la crisis agraria.

Se produce también un relativo enriquecimiento, como conse­cuencia de dos hechos. Por un lado, la carencia total de competen­cia extranjera y, por otro, el que no se utiliza durante la guerra, y en los años que le continuaron inmediatamente, casi ninguna parte de la renta nacional para renovar y superar el nivel técnico del aparato productivo. Es decir, ese enriquecimiento general era, en cierto sentido, un desgaste acelerado de las máquinas y de las técnicas heredadas y un hipotecamiento del futuro. El desarrollo industrial se lleva a cabo utilizando mayor cantidad de mano de obra y no a través de la superación de la técnica y de la incorpora­ción de nueva maquinaria.

La posguerra, con los colosales precios de los productos agrope­cuarios, permitió la renovación de los equipos de industria liviana que se necesitaban, con urgencia, pero la técnica del aparato de producción y transporte del país no fue substancialmente renova­do. Para el año 1949, esta situación comenzó a hacer crisis. La guerra de Corea permitió postergar esa crisis al elevar los precios de la materia prima, aunque no se superó, y se siguió arrastrando, lo que crea cada día más graves problemas al país y a los trabaja­dores.

Los intentos de superarla haciendo una nueva colonización agraria, han fracasado. De la misma forma que los que se han hecho para lograr inversiones "humanitarias" del imperialismo yan­qui, ya que éste hará esas inversiones con el objetivo de colonizar­nos totalmente. La burguesía y el gobierno ven la salida, en estas condiciones, en una política de austeridad de la clase obrera, de mayor explotación de ésta y de desarrollo de ramas de la produc­ción marginales o improductivas, como petróleo altos hornos, etc. Se ha abierto una etapa de empobrecimiento general que se caracterizará por la utilización de partes importantes de la renta nacio­nal en la adquisición de las máquinas y la técnica que el aparato de producción necesita, y en desarrollar ramas de producción muy costosas para ahorrar divisas, como altos hornos o petróleo. Esta grave situación, esta tenaza económica, bajo el régimen capitalista actual será inexorable.

Nosotros alertarnos a la clase trabajadora. Si bien la crisis todavía no se ha manifestado con intensidad y, por el contrario, circunstancias excepcionales como el desarrollo capitalista relativa­mente intenso y la importante diversificación del comercio exte­rior, han permitido evitar la plena manifestación de esa crisis orgánica, la clase obrera tiene que preguntarse: ¿por qué desde hace dos o tres años el nivel de vida bajó sistemáticamente? ¿por qué desde hace cuatro años se tiende a un acuerdo económico decisivo con el imperialismo yanqui? Sencillamente, porque la patronal y el gobierno son concientes de las graves contradicciones que roen la economía nacional.

El imperialismo yanqui trata de utilizar estas contradicciones para arrancar, al país y al gobierno, pactos colonizantes. La patro­nal trata de superar esas contradicciones "capitalizándose", térmi­no que, en buen criollo, significa obtener mayores ganancias súper explotando a los trabajadores. El gobierno tiende a llegar a un acuerdo con los yanquis, pero evitando capitular completamen­te a los pactos colonizantes y ayudando al plan de "capitalización" de la burguesía, y tratando de salvar la paz social y el apoyo de la clase obrera.

Nuestro partido, que refleja los intereses históricos del proleta­riado y del país, discrepa y se opone a todas las soluciones ya citadas, ya que dejan en pie la explotación imperialista, la renta del terrateniente, las ganancias de los estancieros e industriales, que dejan en pie la división económica y política de Latinoamérica. Nosotros creemos que, justamente son esas las razones de la crisis que arrastra el país y de la violenta crisis que inevitablemente se producirá. Las buenas cosechas y precios en el mercado mundial no han hecho más que demorar la crisis, pero las verdaderas razones de ellas son las que hemos referido. Toda la estructura y política económica está dirigida, en nuestro país, a garantizar las ganancias capitalistas e imperialistas y la renta de los terratenientes. Por eso no hay unión latinoamericana, porque lo mismo ocurre en todos los otros países latinoamericanos: los terratenientes, capitalistas y empresas imperialistas defienden su "mercado", de la competencia de otros capitalistas. Por haber garantizado, durante años, las ganancias crecientes de las empresas imperialis­tas ganaderas e industriales, es que no está equipada la industria nacional.

Es por eso, que solamente Soluciones de fondo superarán o evitarán la crisis de fondo que todavía no salió a la superficie, pero que los trabajadores ya sentimos. Esas soluciones de fondo son:

* Planificar la economía nacional teniendo en cuenta principal­mente a los otros países latinoamericanos y el creciente aumento del salario real de los trabajadores.

* Eliminar radicalmente la renta agraria, se la pague al terrateniente o al Estado. El chacarero actual o de] futuro debe ser dueño, sin pagar nada de la tierra que trabaja. Esto permitirá una amplificación masiva de la colonización agraria y de la inmigración, y una ampliación insospechada del mercado interno.

* Aumento sistemático del salario real de todos los trabajado­res. Este aumento se llevará a cabo gracias a un impuesto brutal progresivo que recaerá única y exclusivamente sobre las ganancias capitalistas y estancieriles.

* Control obrero ultra democrático de las grandes empresas, para evitar las "mulas".

* Congreso para elaborar planes de colaboración económica latinoamericana y frenar la ofensiva del imperialismo yanqui, de todas las organizaciones obreras del continente.

* Nacionalización inmediata de las grandes empresas extranjeras y de los grandes consorcios financieros. La CADE y los Frigorífi­cos deben ser del país y como ya están pagos no deben ser abonados.

* Ruptura del pacto de Río de Janeiro y todos los otros que nos atan al imperialismo yanqui.

Solamente una clase en el gobierno es capaz de aplicar estas medidas: la clase obrera apoyada en todos los trabajadores.

La clase obrera no cree en esto, ni tampoco cree que hay graves contradicciones en la economía nacional. Es nuestro deber insistir desde ya, sistemáticamente, en que debe gobernar al país para salvarse y salvar a la nación.

Como hoy día, no hay ningún organismo verdaderamente repre­sentativo de la clase obrera que tenga posibilidades remotas de tomar el poder, nuestra campaña en ese sentido debe tener un carácter propagandístico y no agitativo.

No podemos creer seriamente que la CGT pueda tomar el poder ya que es parte de él (y no precisamente porque participe en él, sino porque es controlada por el gobierno). Es decir, no hay ninguna posibilidad de que la CGT tome íntegramente el gobierno. Por eso, si bien podemos insistir en que representantes cegetistas vayan a ministerios, o tomen todo el gobierno en beneficio único y exclusivo de la clase trabajadora, debemos ser concientes de que eso es imposible por el carácter de la CGT y que, por consiguiente, corresponde agregar a las consignas tácticas la descripción de la verdadera democracia e independencia del movimiento obrero que harían esa consigna factible. No plantearemos ministerio económico de la CGT en forma aislada, sino elegido democráticamente en un Congreso, previa una amplia discusión entre todas las tenden­cias del movimiento obrero para saber qué programa económico aplicará la clase obrera, a través de sus representantes en la con­ducción económica del país.

De cualquier forma que sea, nuestra tendencia abre con este informe, un diálogo de carácter histórico con nuestra clase y con cada obrero. Para solucionar la crisis se necesitan medidas de fondo y sólo la clase obrera en el poder podrá adoptarlas.

Frenemos la ofensiva de la Confederación General Económica contra los trabajadores
La crisis latente de la economía argentina es encarada por la patronal, hoy día organizada sólidamente en la CGE, con un plan sencillo: explotar lo más posible a la clase obrera. No porque la patronal esté en contra de la tecnificación de la producción, sino porque, siguiendo los objetivos de la producción capitalista que es obtener ganancias, beneficios, trata de obtenerlos por todos los medios y el más fácil y más expeditivo es, justamente, aumentar la explotación. Es por ese medio que la CGE encara la tecnificación de la producción.

El gobierno peronista ha hecho y hace los mayores esfuerzos por controlar, y en lo posible frenar, esa ofensiva patronal, para garantizar la paz social que le es tan necesaria a la propia patronal. Al mismo tiempo, defiende el poder adquisitivo del mercado. Pero estos intentos de canalizar la ofensiva capitalista contra la clase, obrera para evitar una violenta reacción de ésta, no impide, ni la ofensiva de la CGE, ni que el mismo gobierno apruebe, oficialice, las medidas más importantes de esa ofensiva. Por órdenes del gobierno, la CGT hace lo mismo.

La CGE tiende a lograr una legislación que la beneficie directa­mente. En la actualidad, solicita que las divisas provenientes del comercio exterior le sean otorgadas, para ser ella quien las reparta entre las empresas. Este pedido significa solicitar que todo el comercio exterior del país sea controlado por la burguesía indus­trial. La CGE se atreve a solicitar esto, porque ya ha hecho avances importantísimos.

Durante los dos últimos años, la patronal ha obtenido triunfo tras triunfo. El más importante de ellos ha sido los últimos convenios, con los importantes aumentos de precios a que dieron lugar. Efectivamente, durante los últimos años, el gobierno autori­zó importantes aumentos que encarecieron la vida y disminuyeron el salario real del obrero. Los últimos convenios plantearon el problema: los aumentos de salarios serán pagados por la misma clase obrera perjudicándose en última instancia, disminuyendo su salario real. La CGE propugnaba esa política y el gobierno, atem­perando las pretensiones de la CGE, en última instancia, dio la solución que ésta solicitaba: aumentar los salarios pero aumentan­do mucho más los precios.

Pero no sólo hubo ofensiva capitalista en relación a los salarios reales, es decir, con la carestía de la vida, sino también dentro de la fábrica en el ritmo de trabajo, como en el servicio médico, como así también el trato inhumano que se da a los obreros dentro de la fábrica, en todos estos aspectos la patronal ha hecho avances y los obreros han retrocedido.

Es decir, los importantes avances que el peronismo ha otorgado a los obreros han comenzado a perderse durante los últimos años. El que no reconoce que bajo el peronismo la clase obrera mejoró extraordinariamente en su nivel de vida, inclusive se pequeño aburguesó en su nivel de vida y mentalidad, no comprende nada de la realidad nacional. Pero quien, al mismo tiempo no comprende que estamos viviendo un momento en que la patronal, con la autorización tibia del gobierno, está arrebatando esas conquistas una tras otra, aunque ese proceso recién haya comenzado, no comprende nada de lo que está pasando. Debemos demostrarle pacientemente a los trabajadores, sobre todo a los peronistas, que hay una colosal ofensiva capitalista contra el nivel de vida y la forma de trabajo de la clase obrera, ofensiva que si esconde bajo la consigna equívoca de la productividad.

Nosotros estamos a favor de una productividad creciente en beneficio único y exclusivo de la clase trabajadora y del país, y no en beneficio único y exclusivo de las grandes empresas imperialistas y capitalistas. Es por eso que estamos por una productividad controlada y dirigida por la clase obrera, como única garantía de que la productividad no será utilizada para aumentar las ganancias capitalistas. Negamos a la CGE el derecho a sentarse en un plano de igualdad con los representantes obreros en cualquier Congreso que sea. Los 50 millones de ganancias anuales de la familia Di Tella no valen para nosotros lo mismo que los 6.000 obreros de su empresa. Para nosotros el bienestar y el control de los 6.000 obreros de la empresa Di Tella valen, las ganancias de Di Tella no nos importan nada.

Es por eso, que creemos que es tan urgente discutir la situación económica y el problema de la productividad como que el movi­miento obrero en su conjunto, con la CGT a la cabeza, discuta la ofensiva patronal.

Pero, se haga o no un Congreso democrático del movimiento obrero para discutir los problemas económicos que afronta el país y la ofensiva patronal , es necesario que ya, en cada sección, en cada fábrica, en cada gremio, enfrentemos la ofensiva patronal todos unidos, dirigentes y base obrera, peronistas y antiperonistas. El enemigo principal, en cada gremio o fábrica, es la patronal y no nuestros compañeros de trabajo.

Hoy día, se ha abierto toda una campaña patronal a favor del trabajo a destajo. Oponernos a ello y explicar pacientemente a nuestros compañeros y delegados de lo que esa monstruosidad significa y cómo ella es parte de la ofensiva patronal, es nuestra obligación. Nuestros militantes luchan en primera fila contra la ofensiva de la CGE.

El gobierno y el movimiento peronista, en una encrucijada
A diez años del golpe de estado del 4 de junio, podemos efectuar una síntesis del nuevo período que se inauguró en el carácter del gobierno.

El golpe del 4 de junio fue provocado por la terrible presión yanqui sobre el gobierno y el país. El 4 de junio es la respuesta de los sectores antiyanquis del país y del ejército en su conjunto, a la grave escisión de la oligarquía argentina, en pro yanquis y antiyan­quis. La condición política del 4 de junio fue, indiscutiblemente, la crisis de la Concordancia justista.

El gobierno del general Justo no significó otra cosa que el dominio del país por la oligarquía, es decir, por los sectores acomodados de la burguesía unidos íntimamente a la gran oligar­quía financiera, a su vez, íntimamente ligada al imperialismo britá­nico. El imperialismo yanqui, que fue quien más tardó en recuperarse de la crisis y que como consecuencia de ello no podía tener una actitud francamente ofensiva en relación a los países latinoamerica­nos dada la magnitud de la crisis en su propio país, aceptaba el predominio inglés y se acomodaba a él. A partir de la guerra de 1939, el imperialismo yanqui comienza a aplicar con todo rigor su plan de colonización de Latinoamérica y de la Argentina. La situación no puede serle más favorable: Europa se desangraba y perdía, día a día, su influencia económica, mientras que los Esta­dos Unidos, gracias a la guerra, podía, por fin, superar la gran crisis del año 1929.

Este cambio en las relaciones ínter imperialistas se reflejó dentro de las propias filas de la oligarquía: sectores importantes de ésta comenzaron a querer predominar sobre los otros a través de un acuerdo total con el imperialismo yanqui. La banca Bemberg comenzó a orientarse en ese sentido, lo mismo que los grandes consorcios cerealistas, que al peligrar el mercado europeo veían en la colaboración estrecha con los yanquis la única posibilidad de copar el mercado cerealista latinoamericano. A la burguesía indus­trial le pasaba lo mismo, veía a EE.UU. como al imperialismo que podía facilitarse los capitales necesarios para desarrollar su indus­tria. Los terratenientes ligados a la industria pensaban lo mismo.

Para la burguesía ganadera, fundamentalmente la de la provincia de Buenos Aires, esta penetración yanqui era casi fatal, lo mismo que para el imperialismo inglés o alemán.

El 4 de junio impide que el poder caiga en manos de los sectores de la oligarquía que están por una supeditación completa al imperialismo yanqui. El golpe surge para evitar que los viejos sectores dominantes de la estructura económica y política del país sean barridos, arrinconados, por la ofensiva yanqui sobre el país y el acuerdo de aquél con otros sectores de la oligarquía. El golpe es para evitar que SOFINA, los frigoríficos, los ferrocarriles y la producción ganadera, dejen de ser la base de sustentación de la estructura burguesa del país. Defienden esa estructura arcaica, de la colonización yanqui. De ahí, la contradicción permanente que dará origen a la peculiar dinámica del régimen que surge el 4 de Junio de 1943. Es reaccionario en la medida que defiende la vieja estructura del país, es progresivo en la medida que defiende al país y al gobierno de la colonización yanqui. Este fenómeno es ya conocido por el marxismo. El régimen de Chiang‑Kai‑Shek, militar­mente tenía una situación parecida frente a los japoneses: defendía al país tal cual era, feudal y semicolonial, de la colonización japonesa. Una situación histórica especial ha tenido como conse­cuencia que el proceso de colonización yanqui en Latinoamericano se manifestara militarmente, sino política y económicamente, pero el proceso ha existido y existe. Los regímenes del 4 de junio se han caracterizado por haber defendido al país con la vieja estructura de esa colonización.

La debilidad progresiva del imperialismo inglés y el colosal poderío que había ido tomando el imperialismo yanqui, -‑lo mis­mo ocurría entre la burguesía ganadera y la industrial (gran amiga de los yanquis)-‑ la derrota alemana y la completa decadencia europea, forzaron al régimen del 4 de junio a apoyarse en la clase obrera como sostén del gobierno, frente a la ofensiva yanqui y de la burguesía a él ligada. La política del gobierno frente a la clase obrera merece un capítulo aparte ya que es, en última instancia, la que caracteriza al gobierno peronista frente a todos los gobiernos anteriores.

La división de la oligarquía en yancófila y antiyanqui, se había reflejado en la propia burocracia sindical y en las organizaciones obreras, en la división de la CGT anterior al peronismo en dos organizaciones: una, apolítica, que le hacía el juego al gobierno de Castillo y otra, pro yanqui en extremo, formada por la burocracia que respondía a la Casa del Pueblo y al P.C. El gobierno del 4 de junio continuó en esto, como en tantas otras cosas, la política del gobierno de Castillo, pero en forma mucho más contundente. Liquidó a la CGT pro yanqui y apoyó de lleno a la CGT antiyan­qui. Al mismo tiempo, tendió a controlar drásticamente al movi­miento obrero, estatizándolo. Esto le provocó choques profundos con la vieja burocracia sindical que había fundado la CGT antiyanqui y que, por tal motivo, rompió con el gobierno de Farrel y con el Coronel Perón.

Perón pudo barrer con facilidad a la CGT pro yanqui y desarrollar enormemente a la CGT y sindicatos que no simpatizaban con los yanquis o no dependían de ellos, por circunstancias históricas especiales:

1) el colosal aumento de la renta nacional, de las ganancias de todas las clases productoras del país y desarrollo de la producción capitalista, lo que le permitió al peronismo hacerle concesiones importantes a la clase obrera;

2) surgimiento de un nuevo proletariado venido del campo, y pequeñoaburguesamiento del educado en las peores tradiciones reformistas del Partido Co­munista y del Partido Socialista.

Aquí también, el peronismo juega una dinámica altamente con­tradictoria. Para defenderse del imperialismo yanqui y de sus agentes en el país, dada la debilidad de los sectores imperialistas y burgueses antiyanquis, le resulta imprescindible apoyarse en la clase obrera; pero, dado que defiende la estructura burguesa ya existente, necesita controlar totalmente a la clase obrera. Apoyán­dose en el aparato totalitario desarrolla la organización sindical en todos los rincones y gremios del país, los levanta, les habla a muchísimos trabajadores por primera vez, de organización sindical y de clase. Pero, al mismo tiempo, estatiza; inaugura un rígido control estatal del movimiento sindical, crea una fabulosa, riquísi­ma y privilegiada casta burocrática íntimamente ligada al Estado.

La inmejorable situación económica evitó el choque del peronis­mo con su aliado maniatado y esposado: la clase obrera. Es que se dio la paradoja de que a la clase obrera argentina se le puso un esbirro a su lado, para que no se haga nada sin autorización oficial. Pero, ese mismo esbirro le otorgó conquista tras conquista económica. Desde 1952, esta situación ha cambiado radicalmente con el cambio de la situación económica. Este cambio no ha sido catastrófico, no ha sido un cambio brutal, pero existe, y cada día será más notorio. La defensa de la estructura burguesa del país, obliga, a la patronal y al gobierno, a llevar una ofensiva contra la clase obrera para súper explotarla y a tender a un acuerdo con el imperialismo yanqui. Concretamente, hay que reequipar el aparato de producción del país en condiciones de bajo precio en el merca­do mundial de los productos básicos del país: cereales y carne. En esas condiciones, si el reequipamiento no sale de las ganancias, tiene que salir de la explotación obrera;

3) El gobierno peronista que gracias al apoyo de la clase obrera derrotó al imperialismo yanqui en las elecciones, y después en los golpes militares, se encuentra con que las necesidades de la producción burguesa que defiende, lo obligan a un acuerdo con el gigante, al que ha derrota­do políticamente dentro del país: el imperialismo yanqui. Pero acuerdo no significa entrega, y el imperialismo tiende a ello, inevitablemente. De ahí que el peronismo, como frente burgués que resistió la colonización yanqui con base obrera, al mismo tiempo que como régimen bonapartista que estatizó al país, ha entrado en crisis.

No puede seguir contando con un apoyo entusiasta de la clase obrera, porque permite la ofensiva contra ella, por el contrario, aquélla se distanciará de él; no puede contar con que el imperialis­mo yanqui limitará sus pretensiones, por el contrario, éstas irán en aumento. El gobierno y su movimiento se encontrarán frente a la ofensiva yanqui sin el respaldo entusiasta, en un principio, y la oposición después, de la clase obrera, por los planes de mayor explotación y miseria de la CGE autorizados por el peronismo.

Nuestra tendencia debe alentar, destacar y tender a un acuerdo técnico con el gobierno en toda resistencia de éste a los planes yanquis de colonización. Pero no debemos olvidar que somos el partido que defiende los intereses de la clase obrera y que, por consiguiente, nuestra tarea de defensa del país de la colonización yanqui va acompañada, indiscutiblemente unida, al movimiento clasista independiente de la clase obrera, y que no tenemos con­fianza ni en los métodos peronistas ni en la política peronista de defensa de la estructura actual del país. Por eso, cuando coincida­mos técnica o políticamente con el gobierno, deberemos saber destacar que esa coincidencia es completamente parcial y que no es de política general. Es decir, seguimos, como desde el primer día, luchando contra la falta de libertades democráticas y contra la estatización sindical, pero, sobre todo seguiremos atacando irrecon­ciliablemente LA VIEJA ESTRUCTURA ESTANCIERIL, FRIGO­RIFICA, BURGUESA, DEL PAIS, CUYA DEFENSA ENCARNIZADA ES LA RAZON DE SER DEL PERONISMO.

La crisis del radicalismo obliga, al imperialismo yanqui y a la burguesía a organizar un nuevo partido: el católico
El radicalismo alvearista junto con el socialismo reppetuno, se transformaron en los mejores agentes políticos de los planes yan­quis de colonización del país. Cerrado el camino de las urnas por el gobierno de la concordancia que respondía a la oligarquía y al pacto colonizante Roca‑Ruciman, el alvearismo se orientó a la colaboración cada vez más estrecha con el imperialismo yanqui. Su vieja vinculación con la oligarquía financiera, las grandes casas cerealistas y la gran burguesía industrial, hizo orientar al alvea­rismo, junto con todos estos sectores, en favor del coloso del Norte. La corriente popular contra los conservadores en el poder, contra el fraude, en el fondo completamente progresiva, al ser canalizada por el alvearismo respondía en última instancia a los planes yanquis de colonización de Latinoamérica y el país. Esta contradicción surgirá con claridad, ya desaparecido Alvear, con la Unión Democrática de 1946. Los radicales, socialistas y comu­nistas, estuvieron íntimamente unidos a Braden. Acaudillaron a viejos sectores de la clase obrera y de la clase media, contra el peronismo, bajo el lema de la libertad política, pero sirvieron, en última instancia, al plan yanqui de colonización del país.

El triunfo del peronismo inicia la crisis del radicalismo, como de todos los sectores pro yanquis. Inmediatamente después del triunfo, surge, en forma organizada, el Movimiento de Intransi­gencia y Renovación, que al poco tiempo llega a la dirección del Partido.

Esta nueva corriente desde su comienzo da surgimiento a dos alas: la que se nuclea alrededor de la Provincia de Buenos Aires y la Capital Federal y la que responde a Sabattini y al interior del país.

El frondicismo está formado por los nuevos cuadros dirigentes y su base de sustentación está en las grandes ciudades. Lebensohn en Junín, Balbín en Eva Perón, Larralde en Avellaneda, y Frondizi en la Capital Federal. Las nuevas capas de la clase media, profesionales, empleados, técnicos, el estudiantado, forman la intransigencia frondicista. Es una manifestación incipiente, pero manifes­tación al fin, del importante cambio que se operó en el país en los últimos 20 años y que se reflejó en la estructura de la clase media, e indirectamente, en el Partido Radical.

El sabattinismo se recluyó entre los “viejos” irigoyenistas o los viejos caudillos de parroquia. En última instancia, reflejaba los viejos sectores de la burguesía rural que se resistieron al dominio del partido y del gobierno por parte del imperialismo yanqui o la oligarquía financiera. En las ciudades, el sabattinismo se acentuó, lo mismo que el irigoyenismo, en los sectores desclasados o más pobres de la pequeña burguesía o en algunos sectores de la clase obrera. Incapaz de llevar a cabo una política determinada por su ligazón con la gran o mediana burguesía agraria, el sabattinismo, al igual que el irigoyenismo o pueyrredonismo, se caracterizó por el carácter personalista, caudillesco, de su organización y de su polí­tica.

Los últimos años nos han mostrado una violenta lucha de tendencias dentro del radicalismo, Los unionistas se han esforzado por reconquistar el partido, para que sirva a la gran burguesía y al imperialismo yanqui. El frondicismo y el sabattinismo, se han disputado la dirección de la intransigencia y, por ende, del partido. Ha triunfado el frondicismo, como consecuencia del mayor peso de las relaciones capitalistas en la actualidad.

En un sentido, esa corriente es progresiva, aunque sufre todas las contradicciones de la pequeña burguesía, siendo incapaz de una política independiente. Vota contra el peronismo, por odio pe­queño burgués a la clase obrera, a quien observa con envidia por su nuevo peso político y social. Las luchas de la pequeña burguesía contra el imperialismo yanqui en Latinoamérica son observadas con simpatía por el frondicismo pero, al mismo tiempo, éste no se atreve a ir contra la Iglesia por su influencia entre la clase obrera.

Las contradicciones que roen al radicalismo y a la dirección frondicista han eliminado al radicalismo como una herramienta política útil de la burguesía y del imperialismo yanqui. La burgue­sía tiene, hoy día, una fuerte organización económica a la que debemos denunciar implacablemente en sus planes económicos reaccionarios: la CGE. Pero carece de una organización política popular. En la misma situación se encuentra el imperialismo yan­qui.

La Iglesia católica se ha transformado en la organización de esa nueva corriente política que necesita la burguesía y el imperialis­mo. Hasta fecha reciente, la Iglesia católica ha sido antiyanqui en Latinoamérica y en el mundo. Íntimamente ligada a sectores bur­gueses rurales, atrasados, miraba con horror la penetración financiera yanqui en la industria que deshacía las bases objetivas de su dominio. De ahí, los contactos de la Iglesia con el radicalismo y el Peronismo: su ligazón con los grandes estancieros y terratenientes que, a su vez, eran los grandes amigos de la Iglesia y los enemigos naturales de los yanquis y del desarrollo industrial desmedido.

Desde la terminación de la última Gran Guerra, la Iglesia ha comprendido la necesidad de una cruzada general contra la revo­lución en el mundo y se ha puesto incondicionalmente al servicio del jefe de la moderna Santa Alianza: el imperialismo yanqui. La Iglesia está, en el mundo, en primera fila al lado de Estados Unidos y de sus planes de dominio mundial.

Es así como los varones industriales y financieros yanquis, se han acomodado a la liturgia medieval católica, y, esta última, a los "horrores" del desarrollo industrial protestante, tanto en la Argen­tina como en el mundo.

Este cambio en la política de la Iglesia y del imperialismo yanqui se reflejó con claridad en Europa. Los grandes partidos católicos de Francia, Italia, Alemania, están al servicio de la gran burguesía, pero principalmente, al servicio incondicional de los planes ultra reaccionarios yanquis. Estos partidos, en el afán de conseguir una base popular para los planes yanquis, son capaces de sacrificar importantes intereses de su burguesía, pero siempre sir­ven a los intereses y planes ultra reaccionarios yanquis. La Iglesia todo lo supedita, con su instinto de conservación desarrollado durante siglos, a la derrota de la revolución en el mundo y por consiguiente, a la ejecución de los planes yanquis.

En Brasil, han organizado en San Pablo un tremendo movimien­to popular alrededor de Janio Quadros, que ha desplazado, en pocos años, a los políticos tradicionales de ese Estado. Indepen­dientemente de la demagogia social de Quadros, es indudable que ese movimiento sirve a los planes yanquis de colonización del Brasil.

El intento de creación, en nuestra república, de un importante partido católico, responde a la política combinada del imperialismo yanqui y la burguesía por darse un partido popular. Este partido se apoyará en una amplia demagogia social dentro de la pequeña burguesía y la clase obrera para mejor servir al imperialismo yanqui y a la burguesía. Es decir, la formación de ese nuevo partido es un peligro terrible para el proletariado argentino y como tal hay que combatirlo y denunciarlo ante la clase obrera, sin caer en el juego de la política peronista que se limita a medidas parciales, pero secundarias, contra la Iglesia. Sin combatir de lleno a la burguesía y al imperialismo, es inútil combatir a la Iglesia que se asienta, en estos momentos, en esa base económica y social: imperialismo yanqui y burguesía nacional.

Nosotros, sin dejar de apoyar las medidas gubernamentales que vayan contra la Iglesia, plantearemos las verdaderas medidas de fondo que van contra ella, que son las que van también contra la CGE y el imperialismo yanqui.

Los últimos convenios cierran una experiencia y abren otra
Desde el año 1952, según dijimos nosotros, se abrió todo un nuevo período en el aprendizaje del proletariado argentino: el del peronismo y la estatización sindical. Este aprendizaje se asentaba en el cambio de la situación económica del país. La relativa desocupación del año 1952 produjo la primera manifestación de ese aprendizaje y de la superación de la clase obrera en su activi­dad. El gremio que inició esa movilización y ese aprendizaje fue el textil. Justamente, el que más sufrió la desocupación. Como consecuencia de ello, en diciembre de 1952, el gremio repudió a la lista Azul y votó por una nueva experiencia, la lista Verde. La falta de organización de la lista Verde, producto de la falta de experiencia y combatividad de los mejores activistas sindicales, produjo su inmediata burocratización, sin resistencias serias por parte de los activistas.

El gremio del caucho, después de una magnífica huelga, logró una dirección independiente y poderosa, que hizo, guardando cier­tas formas peronistas, una auténtica política clasista. En cierta medida, lo mismo ocurrió con el gremio del tabaco.

El gremio metalúrgico, en Avellaneda y la Capital, se orientó hacia la formación de una nueva dirección clasista: surgían cama­das de delegados combativos y buenas comisiones internas. Este fenómeno era general y la burocracia se vio obligada a tomarlo en cuenta. En ferroviarios se votaba para puestos directivos medios a activistas de la huelga fracasada.

Todo esto ocurrió hasta las tratativas de los convenios. Es decir, la clase obrera buscaba una salida al problema económico de diferentes maneras en cada fábrica y cada sindicato, pero lo importante era que la buscaba. La vanguardia sindical hacía un colosal aprendizaje.

La atomización y el peronismo de la clase obrera por un lado, y la política pro patronal del gobierno y la CGT, por otro lado, caracterizaron a estos n1ovimientos y en última instancia, llevaron todo este flujo a un fracaso. Todos estos movimientos se llevaron a cabo bajo un fuerte matiz peronista, dirigidos generalmente por los comunistas que, comprendiendo el rol del gobierno, fueron capaces de jugar el rol de dirigentes sindicales. La inevitable ligazón entre lo sindical y lo político provocado por el carácter totalitarizante del gobierno adquirió, por atraso político y sindical de la mentali­dad obrera, una combinación curiosa: los movimientos fueron peronistas por sus expresiones públicas y en su carácter sindicalis­ta, pero fueron políticos por el carácter de sus direcciones y por la dinámica del movimiento sindical que los Nevaba a chocar con el gobierno. Esa contradicción fue producto, insistimos una vez más, de la confusión del propio proletariado peronista.

Esta curiosa combinación, este atraso del proletariado y la vanguardia provocaron el triunfo del gobierno y la patronal durante los últimos convenios y la espantosa aventura metalúrgica.

La derrota metalúrgica fue acompañada por la del tabaco y la brutal intervención al sindicato del caucho y poco después, por la derrota de las dos listas más progresivas de Alpargatas.

Estas derrotas, han significado: la derrota de la clase obrera en la renovación de los convenios, el cierre de la etapa que se abrió en 1952 y la iniciación de una nueva etapa que trataremos de precisar.

El proceso molecular, el aprendizaje de la clase obrera y funda­mentalmente de su vanguardia, los activistas sindicales, ha sido extraordinaria. Respecto a esto debemos distinguir los activistas que han asimilado las derrotas de los que, asustados, han desertado de la lucha. Tamet es el mejor ejemplo. Su mejor activista durante el ascenso no quiere saber nada, pero otro, desde una población del exterior, escribe para seguir la lucha sindical. El que sigue, el que asimiló la derrota, ya es cualitativamente un activista de su clase infinitamente superior al que era antes de la derrota. Conoce mucho mejor la ofensiva capitalista y los procedimientos de la burocracia. Sabe cómo combatir a una y a otra. Ese activista vale hoy día, mucho más que dos o tres activistas sin experiencia. En ese sentido, los activistas sindicales que no han abandonado la lucha han aprendido enormemente sobre el gobierno, la CGT, la patronal y la burocracia. Por otra parte, la clase obrera, en las distintas fábricas y secciones, está aprendiendo que hay una terri­ble ofensiva patronal. Este aprendizaje no es parejo, pero es gene­ral. Y se ve o se verá obligada a defenderse, y las experiencias Verde, metalúrgica, tabaco, etc., le son o le serán utilísimas.

La propia burocracia se ve obligada, para no desprestigiarse del todo, a rechazar algunas de las pretensiones patronales en las fábricas, las menos importantes, aunque respalda la política general del gobierno y la patronal. Debemos comprender este fenómeno para desarrollar la acción unida y confiada de la clase obrera. Desarrollar la unidad y la acción de la clase obrera, si es posible, a partir de las pequeñas escaramuzas contra la ofensiva patronal que se suscitan todos los días y que a veces, la, propia burocracia encabeza. Al mismo tiempo debemos ser conscientes de que, como lo demostraron exhaustivamente los últimos movimientos, la direc­ción cegetista no sirve para acciones de alguna importancia contra la patronal, y desarrollar, cuando las condiciones son favorables, nuevas formas de organización creadas por la propia clase obrera.

La atomización obrera se manifiesta en dos hechos evidentes: 1) la clase obrera reacciona en forma dispar frente a la ofensiva capitalista en cada fábrica o sección, sin ninguna coordinación; 2) los activistas sindicales asimilan la experiencia, pero sin ninguna ligazón entre ellos, sin formar ninguna tendencia.

El retroceso provocado por la derrota de los convenios se reflejó en el hecho de que los esbozos de formación de tendencias de clase sindicales han fracasado, se frustraron. Tanto la clase obrera como la vanguardia siguen sufriendo la ofensiva patronal y se defienden aisladamente. La vanguardia asimila estas luchas lo que lleva a un plano superior la comprensión de la clase obrera y la vanguardia para el nuevo surgimiento de corrientes de clase. Por un tiempo deberemos conformamos con batallas parciales, inclu­sive algunas importantes, hasta que vuelva a surgir una corriente de clase en algún sindicato de importancia. Sin embargo la presión se ejerce sobre la formación de esa tendencia de clase en los sindica­tos más importantes. Es muy posible que la elección textil, en forma distorsionada, de origen a esa corriente de clase, repitiéndo­se la experiencia Verde en un plano mucho más elevado. Lo mismo ocurrirá en los otros sindicatos y gremios.

Para superar la atomización, se imponen nuevas formas de organización para la clase obrera que superen la disciplina cegetis­ta, cuando las condiciones se presten a ello. Esto no se da en el actual momento. Desde ya, debemos tender a crear las oposiciones sindicales, como a la organización de la tendencia de clase en el terreno sindical.

Partido laborista u organización política de clase inmediata de los activistas sindicales
La clase obrera argentina no tiene un partido que la organice. De la misma forma que no tiene un gobierno obrero y campesino. Lograrlos, es una gran tarea histórica, pero debemos ser concientes de que no son tareas que se puedan lograr en esta etapa. La CGT es incapaz, por su estructura, de independizarse del gobierno pero­nista y su aparato estatal para hacer un partido independiente, como de tomar el poder en oposición al peronismo. No se puede hacer en nuestro país una asimilación mecánica de la consigna del Partido Laborista, del Socialist Workers Party. La razón es sencilla: los sindicatos y las centrales obreras norteamericanas no están sometidas al Estado, en cambio la CGT sí lo está. De aquí surge un hecho y una combinación en las tareas: en Estados Unidos hay que formar el Partido Laborista para tomar el poder con él. La consigna Partido Laborista es inmediata, agitativa, está a la orden del día, no se interpone para llevar a cabo, el cumplimiento de ninguna otra tarea general. Entre nosotros no es así, para lograr un Partido Laborista se interpone lograr la independencia de los sindi­catos, del Estado. Pero para lograr esto, se necesita antes la organización independiente sindical y política de los activistas sindicales. Por eso, las dos tareas urgentes, inmediatas, agitativas, son la formación de oposiciones sindicales y la organización polí­tica de la vanguardia obrera.

La consigna Partido Laborista, al igual que la de gobierno obrero y campesino, adquiere entonces un carácter propagandísti­co. Esta combinación propagandística y agitativa de las consignas, no significa que ellas, en determinadas circunstancias históricas -‑tremenda crisis económica y violenta crisis revolucionaria-‑, no se combinen en forma inmediata y agitativa como consecuencia del proceso histórico. Entre el planteamiento de las distintas consignas no es necesario que haya etapas enormes de tiempo. Pero la importancia de la consigna refleja la relación de la clase obrera con la burguesía, el imperialismo y el gobierno, en una etapa determi­nada, y hoy se impone luchar porque los activistas sindicales tengan su organización política.

El Partido Comunista no puede ser el partido de los activistas sindicales
Si aceptamos que hay un elemento decisivo en la comprensión de la realidad latinoamericana y Argentina que es la ofensiva colonizante yanqui, tenemos que reconocer que el Partido Comu­nista ha estado, durante un período importante de los últimos quince años, al servicio de ese intento de colonización.

La agencia obrera de la Unión Democrática fueron los socialis­tas repettunos y, fundamentalmente los comunistas. En lugar de defender una línea de clase consecuente y de luchar por la libertad de nuestra nación del imperialismo inglés y yanqui, el comunismo stalinista le hizo el juego, en nombre de la libertad, a la ofensiva del imperialismo yanqui en el país. Codovilla y el Partido Comu­nista, planteaban durante 1945 y 1946, la firma de los pactos interamericanos que nos ataban al carro del imperialismo yanqui. La Unión Democrática tenía un programa de política exterior que no significaba otra cosa que la entrega lisa y llana a Wall Street.

La guerra fría y el triunfo del peronismo hicieron cambiar la política al Partido Comunista argentino. El imperialismo yanqui, el gran amigo de Rusia, se transformó en su más importante enemigo. Como consecuencia de ello el Partido Comunista argentino cambió radicalmente su línea en el país.

“ El principal enemigo es el imperialismo yanqui y el peronismo tiene muchos lados buenos, positivos, principalmente porque resiste a los yanquis ”.

En esta etapa que se abre en el año 1947 aproximadamente, el Partido Comunista entrega a la CGT los sindicatos todavía no copados por aquellos. Así como la anterior etapa fue de capitula­ción a la ofensiva del imperialismo yanqui, a partir de su cambio pasan a servir los planes reaccionarios del gobierno sin ninguna crítica o resistencia.

Como la presión del peronismo se hacía muy fuerte, la burocra­cia que controla al partido aspiraba a mantenerlo independiente y, al mismo tiempo, controlar al movimiento obrero argentino, la tendencia a la supeditación al peronismo chocaba con las propias necesidades de la burocracia stalinista. El peronismo, dentro del movimiento obrero, aparece para la dirección del Partido Comunis­ta como su más importante enemigo. Si desapareciera el peronis­mo, el stalinismo tiene probabilidades de llegar a controlar -¡por fin! - al movimiento obrero argentino para con él presionar a la burguesía argentina y al imperialismo. El Partido Comunista, sin controlar al movimiento obrero no es nada, controlándolo puede conseguir y lograr concesiones. Esta es una de las razones más poderosas por las cuales el Partido Comunista volvió a caer en el contrerismo más completo, después de su coqueteo con el peronis­mo.

Por otra parte, la posición de Unidad Nacional lleva al Partido Comunista y a su dirección, a buscar aliados políticos, y lo único que encuentran es el partido radical, como única fuerza importante en condiciones de formar el gran frente que propugnan. Es así como caen víctimas de sus propios errores teóricos.

Después de expulsar a la tendencia Real, que capitulaba ante el peronismo, el Partido Comunista se ha orientado abiertamente hacia el contrerismo puro. En los hechos, luchan por organizar un gran frente contra el peronismo, frente que no tiene programa y que no puede tenerlo porque estaría formado por los peores elementos de la burguesía y de la Iglesia. El Partido Comunista ha defendido de hecho a la Iglesia, en los roces de ésta con el gobierno, al reivindicar el derecho de los católicos a construir su movimiento y su partido sin aclarar a qué fuerzas en el mundo responden los curas en el país.

Al proceder así, el Partido Comunista ha cometido una traición contra los intereses de los trabajadores, ya que la Iglesia es la avanzada de la reacción mundial y nacional.

Por otra parte, el Partido Comunista, se contradice entre su definición del peronismo y la política que lleva frente a él. Mientras que reconoce que el peronismo lleva a cabo una política contradictoria que no es de sometimiento total al imperialismo yanqui y que goza del apoyo de la clase obrera y que por otro lado, el imperialismo trata de colonizar al gobierno y al país, su política frente al gobierno es como si ésta ya se hubiera sometido al imperialismo yanqui, tratando de unir a todas las fuerzas contra­rias al peronismo, entre ellas a la Iglesia.

Nosotros creemos que hay que unir urgentemente a todos los que se oponen a la ofensiva yanqui contra el país. Incluso unirse al gobierno y al peronismo cuando éste choca en algún sentido con los planes imperialistas sin dejar por ello de criticar la política burguesa peronista como radicalmente opuesta a la nuestra. Pero no sólo hay que unirse con los que se oponen a la ofensiva yanqui contra el país, sino que hay que unir a los trabajadores contra la ofensiva capitalista; fundamentalmente, tenemos que unirnos a los trabajadores peronistas. Pero no podremos jamás unirnos a ellos si despreciamos, maltratamos, insultamos y desconocemos, las colo­sales conquistas que el peronismo otorgó a la clase trabajadora. Tenemos una política radicalmente distinta a la peronista; pero no podemos desconocer las conquistas que otorgó a la clase trabaja­dora, ya que esa es la razón del apoyo de que goza en el proletariado.

La unidad de todos los trabajadores es fundamental para noso­tros y la comprensión y unidad con nuestros compañeros peronis­tas es decisiva. Nuestra consigna es: ¡Defendamos de la ofensiva patronal las conquistas que otorgó a los trabajadores el peronis­mo! Para el Partido Comunista la consigna fundamental es otra: ¡Unamos a todos los contreras, no a todos los trabajadores, contra el gobierno peronista!

Construyamos el gran partido de la vanguardia obrera formando ya un partido centrista de izquierda legal
Distintas formas políticas y sociales tienden a superar la atomi­zación y apoliticismo del movimiento obrero. El peronismo es la etapa histórica en que se pierden las organizaciones políticas del proletariado en el país. Esta etapa que se abre es la de la organiza­ción política de la clase obrera y su vanguardia. Este proceso será largo y dificultoso pero ya se ha comenzado a dar. Debemos comprenderlo e integramos de lleno en él.

Sin perder el contacto fundamental con la lucha de clases, con las fábricas y los sindicatos, debemos y podemos utilizar las co­rrientes progresivas del estudiantado para fortalecer la corriente de integración y formación del partido de la vanguardia obrera. Lo mismo ocurre con la legalidad, puede y debe ayudamos en una forma increíble a tocar y organizar políticamente a la vanguardia obrera.

Nosotros somos extremadamente débiles para utilizar la legali­dad en todas sus posibilidades, incluso para ganarla por nuestro solo esfuerzo, pero, al mismo tiempo, somos los únicos que pode­mos establecer un nexo, por nuestra estructura y programa, entre el partido legal y la vanguardia obrera. De esa contradicción surge la necesidad, para nosotros, de utilizar la legalidad al máximo, de ligarnos, con ese fin, con corrientes que conceptuamos centristas de izquierda para conquistar en común la legalidad. La unidad con los grupos centristas para lograr en conjunto la legalidad a través de un partido único, es completamente progresivo.

Esa legalidad, esa unidad, y ese partido, se basará, en su trabajo en la clase obrera, fundamentalmente en nosotros. Seremos su espina dorsal.

Eso es lo que explica que, en el momento actual, seamos el polo de atracción de los grupos de izquierda estudiantiles y de la vanguardia obrera.

El Partido Socialista de la Revolución Nacional no es más que una etapa en la formación del partido centrista de izquierda legal, nuestro principal objetivo político‑organizativo en el actual mo­mento. En ese sentido debemos buscar una solución. El Partido Socialista de la Revolución Nacional debe transformarse en una corriente centrista de izquierda a corto plazo, o debemos buscar otro acuerdo o unión que cree esa organización.

Esa organización política legal centrista de izquierda es progre­siva fundamentalmente por su legalidad y su carácter nacional. Sabemos conscientemente que esa organización es lo opuesto de una proletaria bolchevique, y que nuestra tendencia, por medio de ella y luchando en ella contra las tendencias pequeño burguesas, tiende a construir una organización bolchevique y no centrista.

Concretamente, hay que formar por medio de acuerdos con centristas y grupos progresivos un partido de izquierda centrista legal que nos permita llegar mejor a la vanguardia obrera. La experiencia del Partido Socialista de la Revolución Nacional debe ser liquidada a corto tiempo: o sirve para ese fin o, no sirve, y entonces nos vamos.

II
¿Quiénes supieron luchar contra la revolución libertadora antes del 16 de septiembre de 1955?

1. La Iglesia Católica al servicio del golpe de estado del imperialismo yanqui
(de La Verdad, 3 de diciembre de 1954)

Solo la movilización de la clase obrera detendrá el golpe de estado y la colonización del país
El discurso pronunciado por el presidente de la Nación ante los gobernadores marcó la apertura de una campaña contra el clero de la que se hacen amplio eco la prensa y los organismos oficialistas. En su exposición, Perón dijo que se trataba sólo de 15 ó 20 curas que estaban complotando contra el gobierno unidos a determina­dos sectores políticos bien conocidos. Aparentemente, con aplicar­les la ley todo quedaba solucionado. Pero la violenta y difundida campaña periodística que no se hace ya contra determinados curas sino contra toda la iglesia católica, demuestra que el problema es mucho más grave de lo que el propio Perón lo presentó.

La gran importancia del problema reside en que detrás de toda la actividad de los católicos y los sectores contreras que están en combinación, está la mano del imperialismo yanqui. Y esto no lo dicen ni Perón ni la prensa oficialista, ni los organismos peronistas.

En el discurso pronunciado en Plaza de Mayo el 17 de Octubre, Perón advirtió contra lo que llamó los "emboscados". En ese momento hacía la defensa de los organismos partidarios que lo apoyan. El discurso a los gobernadores se manifiesta como una continuación y al mismo tiempo una diferenciación de aquél. Continuación en el sentido que la alocución de Plaza de Mayo es un prólogo al segundo. Diferenciación porque el gobierno señala en el discurso a los gobernadores un viraje a la izquierda.

En el último número de La Verdad dijimos que el imperialismo yanqui necesita tener en nuestro país una fuerza política lo más coherente y popular posible que le facilite los intentos de coloniza­ción económica y política. La quiebra de los radicales unionistas y socialistas reppetunos, agentes de Wall Street, han impulsado al imperialismo a llenar con un partido católico el vacío que aquellos dejan.

Las negociaciones del gobierno argentino con los yanquis se hacen largas y dificultosas, no llegándose aun a ningún acuerdo. En esta situación el imperialismo procura obtener a través del complot lo que no consigue por las tratativas.

No es que el gobierno peronista no quiera llegar a un acuerdo con el imperialismo yanqui. Pero las condiciones que impone el capitalismo norteamericano son muy elevadas y el gobierno argen­tino trata de que el acuerdo le signifique la menor cantidad posible de compromisos políticos y sujeción económica.

En medio de este estado de cosas, el imperialismo promueve y alienta a todos los que estén dispuestos a crear una situación interna que facilite la entrega sin reticencias de Perón. Este es el verdadero fondo del problema católico, y ni Perón ni la prensa oficialista dicen una sola palabra de esto.

No concordamos, ya lo hemos dicho en otra oportunidad, con la política que el gobierno lleva en sus tratativas con los yanquis, porque éstas se hacen en secreto. Las últimas actitudes del gobier­no insisten en negar a los trabajadores un papel consciente en las conversaciones con el imperialismo, Con su discurso, Perón quiere decir a los yanquis que tiene los hilos bien tomados y que no podrán voltearlo por el golpe de estado. El viraje a la izquierda es entonces una especulación para frenar el ataque a fondo de los yanquis y mantener las tratativas en el terreno que le pueda resultar más ventajoso.

El gobierno peronista no denuncia el verdadero instigador y sostenedor del golpismo: el imperialismo yanqui, ni llama tampoco a la clase obrera a jugar un papel combativo contra el imperialis­mo.

Un Bloque sin principios
La actitud de los católicos coincide con la última huelga univer­sitaria y la actividad de los sectores contreras. El partido comunis­ta que se dice antiimperialista y se manifiesta contra el golpe de estado presta su colaboración activa a todos los que quieran crear un clima de desprestigio del gobierno, así sean curas, oligarcas, pro imperialistas, o lo que fueren. En la última huelga universitaria, lo más selecto de la juventud pro yanqui, lo mejor de la juventud chupa cirios y el stalinismo estrecharon filas en un bloque sin principios. El partido comunista da la espalda a la clase obrera y entra en enjuagues con los sectores más reaccionarios, haciéndole, quiera o no, el juego al imperialismo yanqui que es el primer interesado en crear el desconcierto para ver facilitada su penetra­ción.

Nosotros denunciamos y denunciaremos violenta e incansable­mente a estos sectores como enemigos del país y de la clase obrera.

Nosotros, socialistas, sostenemos con Marx que la religión es el opio del pueblo. Los sacerdotes de todas la religiones componen una casta parasitaria, improductiva que sirve a la clase explotadora tratando de inculcar en la mente de la gente el principio del sometimiento y el conformismo.

El gobierno peronista ha protegido al máximo a la iglesia católica, abriéndole las puertas de la enseñanza al implantar la religión en las escuelas. Por otra parte, la Constitución argentina dispone el sostenimiento de la iglesia católica por el Estado.

En el entredicho del gobierno con los católicos no está en discusión el papel que debe cumplir la religión. El entredicho obedece a que el catolicismo está en abierto acuerdo con el imperialismo yanqui y pretende forzar las posiciones del peronismo para facilitar la entrega del país a los colonialistas de Washington.

Insistimos una vez más en decir que el gobierno argentino también necesita y busca el acuerdo, pero tiene todavía un margen bastante amplio de maniobra como para tratar de salir de las tratativas con el mayor dominio posible de la situación interna del país.

El discurso del 25
El acto realizado el día 25 en el Luna Park constituyó una demostración de fuerza del gobierno frente a la amenaza del golpe de estado. Aún cuando todos los discursos estuvieron dirigidos contra el clero y las organizaciones católicas, el gobierno quiso demostrar indirectamente al imperialismo que es dueño de la situación y que todas las tratativas deberán realizarse teniendo en cuenta esta relación de fuerzas.

Al mismo tiempo el discurso de Perón, medido en todas las palabras y de tono explicativo y no agitativo, es el mejor indicio de que el gobierno no está interesado en movilizar a las masas más allá de los actos formales que Pueda controlar. Sin embargo solo la movilización amplia de la clase obrera fortalecerá al país frente a los intentos de colonización del imperialismo yanqui.

Una amplia movilización de la clase obrera significa el plantea­miento de reivindicaciones tales como la de frenar la ofensiva patronal, expropiar las empresas imperialistas, dar participación en el gobierno a la clase obrera, etcétera.

El gobierno peronista que está embarcado en una política de colaboración de clases y se inclina cada vez con mayor evidencia del lado patronal, no está dispuesto a ceder a ninguna de las reivindicaciones que la clase obrera pudiera plantearle. Por consi­guiente, una movilización amplia de las masas debilitaría la posi­ción del gobierno. Este es el motivo fundamental por el cual el gobierno prefiere llevar por su cuenta las tratativas con el imperia­lismo y no impulsar la movilización de la clase obrera.

La política del gobierno peronista es peronista y la nuestra es socialista, es decir, son distintas, y muchas veces antagónicas. Por ejemplo no concordamos con los intentos de acuerdo que lleva a cabo el gobierno con el imperialismo yanqui porque no se consul­ta ni da participación directa en ellas a la clase trabajadora que es la única capaz de defender hasta sus últimas consecuencias los intereses del país en toda tratativa económica y política.

Pero no es verdad que Perón se haya entregado ya a los yanquis. Perón busca el acuerdo con ellos pero este se hace difícil no se concreta. La posición del gobierno y la prensa y organis­mos oficialistas frente a la amenaza de golpe de estado dice bien a las claras que las posibilidades de acuerdo no son fáciles y que Perón quiere impedir que los yanquis fuercen las tratativas.

Nosotros, como partido anticapitalista y antiimperialista, quere­mos dejar aclarada nuestra posición en torno a este problema. Pero una posición enunciativa sino afirmativa y de lucha.

A pesar de todas nuestras divergencias con el gobierno peronis­ta, a pesar de nuestras críticas, queremos manifestar públicamente que, mientras el gobierno no se entregue al imperialismo yanqui, frente al peligro de golpe de estado fomentado por Wall Street, ofrecemos al gobierno un acuerdo de carácter técnico bien delimitado, público y sin compromisos políticos a políticos a fin de detener todos los intentos del imperialismo por colonizar al país y súper explotar nuestra clase obrera.

Es en ese sentido que coincidimos en este momento con el gobierno que el mayor peligro para el país y la clase obrera es la organización de una nueva unidad democrática, al servicio político del imperialismo y capitalismo nacional, que se estructura alrededor de la iglesia católica. Contra ese peligro proponemos una amplia movilización de la clase obrera y el pueblo, ante todo de los organismos peronistas, pero sin excluir a ninguna organización político o sindical que opine como nosotros -‑y el peronismo en este momento-‑, que los problemas urgentes son el golpe de Estado y la movilización política de la clase obrera. Las organizaciones que intervengan en esa movilización tendrán completa libertad para hacer todas las críticas que consideren conveniente o necesario hacer a las otras organizaciones; la lucha será en común contra la iglesia, su organización política y su actual influencia.

2. El partido comunista oculta los objetivos del plan de la Iglesia
(de La Verdad, 19 de Mayo de 1955)
Después de muchos meses de desconocer en su prensa y en su acción las maniobras de la Iglesia tendiente a crear el Partido y el clima propicio para el Golpe de Estado, el Partido Comunista en el número 261 de "Nuestra Palabra" declara: " nos oponemos tam­bién con fuerza, a los que buscan la solución por las vías del golpe de Estado ". Pero por desgracia para ese Partido y para aquellos obreros que aún confían en él, ese "descubrimiento" no impedirá sin embargo que ellos ‑-que todos los días hablan en contra del Imperialismo Yanqui‑- actúen en primera fila en los disturbios estudia tiles, silencien los líos callejeros promovidos por los católi­cos, y sigan sin decir que es la Iglesia quien busca el golpe de estado para el sometimiento total al imperialismo Yanqui.

El gobierno combate a "los malos curas" pero no denuncia que es el imperialismo Yanqui quien mueve los hilos de la acción de la Iglesia; el Partido Comunista dice que “ con el golpe de Estado, se aceleraría la entrega del País al Imperialismo Yanqui", pero no dice que es la Iglesia quien prepara ese golpe. Tanto unos como otros insisten en mantener a la clase obrera alejada de los alcances del plan de la Iglesia, y de su significado. Están trabajando inconscientemente por su triunfo.

Las Consecuencias de una falsa caracterización política
Los compañeros obreros stalinistas tienen que hacer un esfuerzo Y comprender que la política capitulante que ha llevado y lleva su Partido frente a la Iglesia, parte de la falsa caracterización política que hacen del Gobierno peronista. El Partido Comunista define al Gobierno de Perón como " Corporativo Fascista ", y dice que " está entregado a los Yanquis".

Nosotros, no queremos convencer a nadie que el Gobierno de Perón sea un Gobierno obrero. Por el contrario nosotros somos los primeros en decir que el actual gobierno tiene un carácter reaccio­nario y sirve a los capitalistas. Pero esto no basta. El Gobierno Radical de Irigoyen también era un gobierno de la burguesía, pero el golpe de Uriburu, con serio, también sometió aún más los destinos, del país a los capitalistas y al Imperialismo. Es decir, ni Irigoyen con sus características "democráticas", ni Perón con sus intentos de organización total, son los gobiernos que ayer u hoy necesita el imperialismo.

El gobierno de Perón hace cada vez mayores concesiones al imperialismo yanqui, pero aún así no es el Castillo Armas que ellos necesitan para sus planes de colonización Latinoamericana.

El Partido Comunista caracteriza al régimen de Perón como el "Gobierno de monopolios" (“Nuestra Palabra”, número 245) y para poner un último ejemplo bastante ridículo de por sí, dijeron en un volante que la prisión para Osvaldo Pugliese fue planeada por el Departamento de Estado Yanqui. Esa caracterización que aparece como ultra revolucionaria es, por el contrario, completa­mente falsa y fatal para sus propios afiliados, pues los desarma políticamente para enfrentar la realidad. Si el Gobierno de Perón está totalmente entregado ¿por qué el Partido Comunista dice aho­ra que el Imperialismo Yanqui alienta el golpe de Estado?

Pero aún hay más. El Partido Comunista dice: " Así como nos hemos opuesto y nos oponemos con toda fuerza al Estado de tipo Corporativo Fascista, nos oponemos también con fuerza a los que buscan la solución por las vías del golpe de Estado" . ("Nuestra Palabra", núm. 261). Es decir que el stalinismo no solamente no dice a sus afiliados quien va a dar el golpe, sino que le asigna la misma importancia, como peligro inmediato, al gobierno de Perón que al Golpe de Estado. Eso es el significado de "nos oponemos con la misma fuerza", a unos que a otros. Esta posición es totalmente falsa. El principal’ enemigo en 1930 no era Irigoyen sino el golpe Uriburista. En 1955 el principal enemigo es el golpe de Estado pro yanqui, que como ellos mismos dicen " aceleraría la entrega del país al Imperialismo."

Nosotros, con ese criterio, no sacamos la conclusión de que la clase obrera debió apoyar a Irigoyen, o deba en la actualidad hacerlo con Perón. Nosotros de allí extraemos una conclusión mucho más sencilla: El Gobierno Peronista, con ser un gran enemi­go de los trabajadores, no es en este momento el peligro funda­mental. El enemigo fundamental de los trabajadores es el Imperia­lismo Yanqui y el golpe que prepara. Esto es lo que no entiende o no quiere entender la dirección stalinista.

"Frente Democrático nacional" y capitulación ante la iglesia
Así como para poner en un mismo saco el peligro del golpe de Estado con las características del Gobierno actual, el Partido Co­munista se vale de una falsa caracterización política; la capitula­ción a la Iglesia, a los radicales y a todos los contreras, está íntimamente ligada al punto fundamental del programa de los stalinistas, es decir, al Frente Democrático Nacional. Se podría aún aceptar la caracterización que ellos hacen del Gobierno, sin creer por eso que para combatirlo hay que hacer una "Santa alianza" con los sectores más reaccionarios, sin pedir que se reedite la fenecida "Unión Democrática". Nada de esto hace el Partido Comunista.

Una vez caracterizado el gobierno de Perón como el "go­bierno de los Monopolios", de lo que se trata entonces es de crear el gran "Frente Democrático" para voltearlo. En lugar de combatir a Perón con una política obrera, para formar ese frente, para incorporar a él todos los "demócratas", es necesario habla; de los “miles de católicos amantes de la paz y la Democracia", y tirarles besitos y flores a los radicales.

El Partido Comunista dice: "hay también gente democrática que se suma irreflexivamente a la idea de] Golpe de Estado, pues no tiene confianza en la clase obrera ". ("Nuestra Palabra", núm. 261). Pero, . . . ¿dónde milita esa gente “democrática” que quiere el golpe de estado ... ? No son acaso los católicos que junto a todos los contreras están promoviendo líos, quienes tienen esas inclinaciones ... ? No es acaso la Iglesia quien encabeza el movi­miento por el golpe de Estado?

Esta pregunta tan sencilla que cualquier obrero puede responder fácilmente, es contestada por el Partido Comunista con un montón de evasivas, que tratan de ocultar su capitulación a la Iglesia. En el mismo número de su periódico, los stalinistas dicen que no ignoran " que en los círculos dirigentes de la Iglesia hay sectores derechistas y reaccionarios". Muy bien, pero ¿son ellos los que buscan el Golpe de Estado? ¿Sí o no?

El Partido Comunista no responde esa pregunta, pero está tan entusiasmado tratando de juntar “demócratas” para su "gran Frente", que para que no se le escape ninguno y para confundir aún más a sus militantes, más adelante dice: " pero sería un grave error confundir a esos círculos dirigentes reaccionarios con las masas católicas, que están animadas de sentimientos democráticos y progresistas ". Más demostración de adonde conduce la línea del ¡gran Frente”, imposible.

Nosotros les planteamos a los compañeros stalinistas, que se hagan las siguientes preguntas: ¿Si el Gobierno de Perón ya está entregado a los yanquis, porque éstos buscan el golpe? ¿Quién alienta a los católicos sino el Imperialismo Yanqui, a que sigan creando el clima propicio para el golpe de estado? ¿Quién, sino los católicos, son la avanzada del golpe de Estado?

Creemos que estas preguntas pueden ayudar, mejor que cien consignas de ’Frentes", a que los trabajadores descubran a sus enemigos, rompan con sus falsos líderes, y se unan a la gran tarea de formar el gran Partido Obrero que los trabajadores y el país necesitan.

3. Un solo frente obrero para frenar al imperialismo, a los curas y a los capitalistas
(de La Verdad, Avellaneda, 6 de Junio de 1955).
Todas las fuerzas de la clase obrera Argentina deben ponerse en tensión para enfrentar el Golpe de Estado que prepara la Iglesia a encargo del Imperialismo yanqui, con el visto bueno activo de los capitalistas, sobre todo los industriales, que ven la salida a sus problemas en la superexplotación de la clase obrera y en una entrega total a EE.UU. a sus empréstitos e inversiones de capital. Nosotros creemos que la clase trabajadora debe estar alerta para deshacer todo cuartelazo militar o clerical, porque en la actualidad es este su principal peligro. Insistimos e insistiremos aún más sobre esto, porque creemos que la clase obrera no está preparada para ello, que no es conciente de la existencia de esta peligrosa Santa Alianza del Imperialismo, los curas y los capitalistas, y de lo que se proponen. Veamos porqué.

El obrero que milita en los partidos que son ante todo antipero­nistas (radicales, stalinistas, etc.) es decir, aquel obrero que cree que a la Argentina hay que dividirla en Peronistas y antiperonistas, piensa que el lío con los católicos se debe a una ingeniosa medida del Gobierno, para distraer la atención de la población trabajadora.

Mientras las figuras más reaccionarias de su Partido se ponen en movimiento bajo la batuta de la Iglesia, que ha llegado a polarizar a los sectores de clase media y burgueses más antiobreros del país, el espera que termine lo que considera "una farsa". Está conven­cido honestamente que sus intereses no están en juego en esta disputa, y si ya no mira con simpatía las tibias medidas que tomó el Gobierno contra la Iglesia, saca la conclusión de " que se las arreglen por su cuenta". Su actitud no puede ser más funesta: con su indiferencia o pasividad está permitiendo que levanten cabeza en el país las fuerzas más reaccionarias, que ellas hagan revivir la Unión Democrática con sus actos y manifestaciones, ahora en la persona de chupa cirios y adoradores de la "democracia" yanqui de todo pelaje. Está permitiendo lo peor: que siga siendo el gobierno, con sus tibias medidas y con la acción policial, el que se opone a la reacción clerical. Está impidiendo orno participando en la movilización de la clase obrera, que es la única garantía de desbaratar los planes de la "Santa Alianza".

A estos trabajadores nosotros les decimos: su actitud no puede ser de indiferencia o expectación. Sus intereses están en juego. Desde hace mucho tiempo el Imperialismo Yanqui está tratando, acá y en todos lados, de implantar Gobiernos dóciles que secunden sus planes de aplastar el movimiento obrero en el mundo, recupe­rar aquellos países que han escapado a su control, y dominar a fondo a todos para satisfacer sus necesidades de Mayores mercados y nuevas fuentes de inversión para sus capitales.

Al Gobierno Peronista, al que usted considera el peligro funda­mental, hay que combatirlo —nosotros siempre insistimos que no es el Gobierno de los trabajadores‑- pero sabiendo que en estos momentos puede ser suplantado por otro peor.

Nosotros les decimos a los trabajadores antiperonistas, que comprendan que la división en el país no es entre peronistas y antiperonistas sino entre explotadores (nacionales, extranjeros, pe­ronistas o contreras) y los explotados, es decir los trabajadores.

En situación similar está el obrero peronista. El cree que el Gobierno es un gigante que cuando quiere desbaratar golpes, poner en vereda a los revoltosos sean curas u otros, no tiene más que mover un dedo y se acabó. Para él, el gobierno es todopoderoso, y cada vez más piensa que con la policía y el Ejército todo lo puede. Confía en el Gobierno, en su política, en su aparato, y aunque él estaría dispuesto a apoyarlo en una situación de emergencia, cree que el Gobierno no lo necesita para tanto. Por otro lado, piensa. . . ¿Quiénes son los curas para poner en peligro nuestras conquistas?

Que el Imperialismo Yanqui está detrás de los curas? ¡No, no puede ser porque sino el Gobierno ya lo habría denunciado! ¿Que los capitalistas también están metidos en el lío? ¡Tampoco; recién acaban de reunirse amigablemente con nuestros dirigentes en el Congreso de la Productividad!

El compañero peronista está totalmente confundido. Como la prensa peronista no ha informado nunca la verdad, como no se informó que en el Congreso de la Productividad, por ejemplo, LOS PATRONES QUISIERON BARRER LAS COMISIONES INTER­NAS Y LOS CONVENIOS, él cree que todo anda bien. El no cree mucho en lo que dice constantemente el diario "La Prensa" de que por fin los patrones son buenos, pero tampoco cree que las cosas son para preocuparse. No alcanza a ver la importancia de los aumentos constantes de los precios que permite el Gobierno. No cree que con ellos los capitalistas no se conforman, que quieren más aumentos y aun barrer con el Gobierno, que por no perder su apoyo popular REGULA los aumentos de precios. El no ve que la ofensiva que llevan adelante todos los días los capitalistas contra el nivel de vida y las conquistas de los trabajadores, debe ser respon­dida con la formación de un gran Partido Obrero, para que el debilitamiento del Peronismo no fortalezca a la reacción clerical.

El no comprende que las mismas razones que hicieron que la prensa peronista no diera a conocer la actitud de los capitalistas en el Congreso de la Productividad, son las mismas que ahora la mueven a no denunciar al Imperialismo Yanqui como el que maneja los hilos en la "Santa Alianza". La prensa no denunció a los capitalistas porque en último término está con ellos, en lo que se diferencian es en el ritmo con el que se le sacarán las conquistas a los trabajadores. En la misma situación se encuentra frente al Imperialismo Yanqui. El gobierno sabe que con su política de salvar las ganancias de los explotadores, y de solucionar los proble­mas del país con una política capitalista y no obrera, necesita y necesitará cada vez más de los capitalistas imperialistas. Por eso es que no lo denuncia, porque quiere llegar a un acuerdo con él. Un acuerdo que no signifique un rompimiento directo con los trabaja­dores. Su política está condenada al fracaso. El imperialismo Yan­qui se siente cada vez más fuerte ante cada concesión que le va haciendo el Gobierno (Petróleo, ley de radicación de capitales, etc) y como los capitalistas se orienta al Golpe de Estado.

El obrero peronista, como el antiperonista, deben convencerse que solamente su movilización es, entonces, la garantía del triunfo frente al golpe que preparan el Imperialismo, los curas y los capitalistas. Debe convencerse que ni el Gobierno, ni el ejército ni la policía, pueden ser guardianes de sus intereses una vez puestos en juego. Debe tener en cuenta la experiencia de Guatemala donde el Ejército finalmente se puso del lado de las tropas mercenarias comandadas por el Departamento de Estado Yanqui.

¡Un solo frente obrero para frenar al imperialismo, a los curas y a los capitalistas! ¡Preparémonos desde ya para rechazar un nuevo Castillo Armas!

4. Movilización obrera: única respuesta contra el golpe de estado clerical-patronal-imperialista
(de La Verdad, Avellaneda, 10 de Junio de 1955)
Las manifestaciones realizadas por los católicos el último 25 de mayo a la salida de las iglesias de todo el país, fue una nueva demostración de fuerzas de la reacción pro yanqui. Pretendieron así repetir la movilización del 6 de mayo cuando atacaron en el centro a varios obreros del transporte, como si de este modo hubieran querido demostrar por anticipado cuáles son sus verdaderas inten­ciones hacia la clase obrera.

En esta ofensiva que han abierto los católicos, y que ya ha pasado de los volantes y las publicaciones agresivas a la agresión de hecho, se ha enganchado toda la "contra" pro imperialista y aun el Partido Comunista que se pone así al servicio del imperialismo yanqui.

En nuestro país, sin desdeñar las concesiones que le otorga el gobierno peronista, el imperialismo trata de, suplantarlo por otro que responda al pie de la letra a sus aspiraciones de colonizar al país, que no tenga miramientos con la clase obrera, que le arran­que de cuajo sus conquistas, que liquide las comisiones internas. Un gobierno que firme los pactos bilaterales, que suministre bases militares, al imperialismo y aporte con todos sus hombres y su economía a cualquier guerra que libre en cualquier parte del mundo.

Este gobierno no puede ser otro que el de la Iglesia y los más reaccionarios elementos del país. Y ellos no podrán llegar al poder sino mediante el GOLPE DE ESTADO.

Todos, los pasos de la peor reacción se encaminan a crear el clima propicio para el golpe. La clase obrera debe meditar sobre este hecho y considerar que la suerte del país y la suya propia se hallan ligadas al resultado del golpe de Estado.

Frente a la ofensiva católica, el gobierno se ha conformado hasta ahora con movilizar a la policía y poner a los curas y beatos que detiene a disposición de los jueces. Aun esto, lo ha realizado sin mucha decisión ya que en la manifestación católica del 6 de mayo los autos de la policía retiraban a los agentes de las esquinas dejando que a los católicos se les hiciera más todavía el campo orégano.

El gobierno no desconoce que en estos momentos se juega su propia suerte. Tampoco ignora que la única manera de aplastar a la movilización católica es con la movilización de la clase obrera. Sin embargo se conforma con los comunicados de apoyo que los sindi­catos y otros organismos le otorgan y cuyos textos leemos a diario, mientras se dirige a la clase obrera instándola a que perma­nezca en la mayor pasividad, dándole la consigna de “de casa al trabajo y del trabajo a casa”.

El golpe de estado será el peor de los males
Creemos necesario insistir una vez más en que el peligro de golpe de Estado no afecta sólo al gobierno. Las fuerzas que puedan surgir de él concentran el odio más feroz contra la clase obrera. Lo peor de la reacción anida en ellas. Si la situación de los trabajadores no es hoy muy halagüeña, será mil veces peor si triunfa un golpe de estado.

La tensión entre la Iglesia y el gobierno no es una cuestión que ataña sólo a esas dos fuerzas. Es una cuestión que interesa a toda la clase obrera. Cada paso que da la reacción católica es un avance de los capitalistas y el imperialismo contra los trabajadores y el país. Cada volante, cada publicación, cada manifestación clerical significarán también aumento en los precios, más horas de trabajo, expulsión de los obreros más luchadores, peores servicios médicos en las fábricas, más destajo, mayor explotación, más y más máqui­nas para cada operario y significarán también mayores ganancias de las patronales y más concesiones al imperialismo yanqui.

El proletariado, y en especial sus sectores más conscientes, deben tener esto bien presente.

Como debe movilizarse la clase obrera
Las declaraciones de los dirigentes de la CGT y los sindicatos no bastan. Mientras la discusión del problema de los católicos y el golpe que preparan no baje a la clase obrera, las declaraciones serán muy bonitas pero el problema no se habrá hecho carne en los trabajadores. Mientras no haya discusión en las secciones, la cuestión no habrá salido de la esfera de un tira y afloja entre el gobierno y la iglesia.

La clase obrera debe encarar el enfrentamiento de la moviliza­ción católica a través de su propia movilización, ¿Cómo debe realizarse esta movilización? En todos los lugares de trabajo debe ser discutido el problema de los católicos. La movilización clerical, las manifestaciones, la separación de la Iglesia y el Estado, el peligro de un golpe, deben ser discutidos, empezando por cada sección, amplia y democráticamente, con entera libertad de opi­nión para todos los obreros, incluso católicos o comunistas. Por sobre las diferencias políticas, los obreros de cualquier tendencia, aún de aquellas cuyas direcciones respondan al imperialismo, sa­brán orientarse, estamos seguros, por una posición que represente los intereses de la clase obrera en este momento.

Esta discusión en una sección, en un sector de una sección, ya es un principio de movilización de la clase desde el momento que ella comienza a tomar conciencia de un problema que la afecta y manifiesta su preocupación por el mismo.

La extensión de esta discusión a todo el turno, a toda la fábrica, de fábrica a fábrica, de sindicato a sindicato, señalará ya la movilización de toda la clase obrera. Este cambio de ideas, pondrá a los trabajadores en situación de clarificar el problema que se presenta tan oscuro y los convertirá en verdaderos jueces de los acontecimientos que afectan su futuro inmediato. De todas las asambleas de sección, de fábrica o de gremio, de todos los cuerpos Y congresos de delegados, deben salir pronunciamientos contra la movilización católica y el golpe de Estado.

La intervención activa de la clase obrera irá forjando así la unidad que podrá impedir el avance de] imperialismo y la ofensiva patronal.

Solo a través de esta unidad podrá responderse golpe por golpe a la movilización clerical, Y sólo en la medida en que la clase obrera haya comprendido la verdadera esencia de la ofensiva cató­lica podrá encontrarse lista después de responder al golpe que prepara la reacción con una carta de triunfo, la huelga general que es la máxima demostración de unidad y disciplina de la clase en torno a un objetivo: defender al país del imperialismo yanqui a través de la defensa de sus propias conquistas.

5. El imperialismo yanqui y la Iglesia preparan un golpe de estado
(de La Verdad, Avellaneda, 19 de mayo de 1955)

¡Unidad de la clase obrera para aplastarlo!
El Parlamento acaba de sancionar la derogación de la enseñanza religiosa en las escuelas. Al mismo tiempo se ha resuelto aplicar impuestos a los colegios religiosos de los que hasta ahora se hallaban eximidos y ha entrado a la Cámara de Diputados el proyecto de elección de constituyentes que reformarán la Consti­tución separando la Iglesia del Estado.

Por otra parte, los diarios nos enteran todos los días de deten­ciones de curas en distintos lugares de la República y de complots frustrados en los que tendrían participación elementos clericales. Todas estas noticias van acompañadas, en la prensa peronista, por una campaña anticlerical en la que se ridiculiza a los frailes y se resucitan todos los roces que ha tenido la Iglesia con el estado desde los tiempos de María Castaña hasta hoy.

Pero, ¿cuál es la razón de esta tirantez entre la iglesia católica y el gobierno que se acentúa desde hace siete meses, y que adquiere hay formas virulentas que evidencian que se está preparando un golpe de estado?

Las razones son más profundas. La propia política del imperia­lismo trata de ocultarlas y esto es lo que oculta a los ojos del pueblo los motivos del mismo.

¿Es que los curas se han vuelto malos de la noche a la mañana? ¿O como dicen los “contreras”: los curas están enojados por la sanción de las leyes de divorcio y profilaxis? Nada de esto. Los curas son los mismos reaccionarios de siempre, defensores de todos los principios de los explotadores, aliados a las ideas más retrógradas. En cuanto al divorcio, en países donde éste existe no hay ninguna cuestión entre la iglesia y el gobierno.

En el mes de noviembre del año pasado, Perón dijo en un discurso a los gobernadores que no había conflicto con la iglesia y que sólo se trataba de 15 ó 20 curas que estaban complotando contra el gobierno. En el número 6 de LA VERDAD aparecido el 3 de diciembre de 1954 y en subsiguientes ediciones, señalamos que los motivos del conflicto eran más amplios. Que la iglesia trataba de formar un partido que favoreciera el plan de coloniza­ción del imperialismo yanqui abriendo el país a su conquista. Que el gobierno quería llegar a un acuerdo con Washington pero en las mejores condiciones posibles en tanto que los yanquis, sin dese­char las tratativas, querían imponer al país un gobierno servil tipo Castillo Armas.

Desde entonces hasta ahora, las relaciones del gobierno con la iglesia se han vuelto de más en más tirantes. Las misas y sermones se han convertido en mítines “contreras”, las procesiones en mani­festaciones y las manifestaciones ‑-como la del 6 del corriente-‑ en verdaderas demostraciones de fuerza dotadas de un carácter agre­sivo, organizadas con grupos de choque y métodos terroristas.

Después de siete meses de tensión el gobierno sigue dando razones secundarias al conflicto con la iglesia. En declaraciones formuladas por el General Perón a un periodista italiano, dijo, entre otras cosas, que no hay ninguna cuestión con la iglesia; que “ lo que hay es un conflicto entre una parte del clero y las organizaciones del pueblo argentino” . Es decir que, aún hoy se sigue insistiendo en que la tirantez obedece al capricho de algunos curas a quienes, vaya a saber por qué causa se les ocurrió crear organismos similares a los peronistas pero de carácter católico. Y, no se sabe por qué, renunciando a las enormes ventajas, que les había otorgado el gobierno, se colocan en situación de perderlas.

El peronismo, efectivamente, confirmando su carácter reaccio­nario, había otorgado a la iglesia católica posiciones inmejorables y una preeminencia que no había tenido ni aun con los más reac­cionarios gobiernos conservadores. El propio Perón declaró al men­cionado periodista que la enseñanza religiosa costó al estado 87 millones de pesos durante el año pasado.

La resistencia del gobierno a entregarse atado de pies y manos
al imperialismo yanqui es la causa esencial del conflicto con la iglesia
El imperialismo yanqui no se niega a tratar con el gobierno todo el plan de inversiones. Más aun, por medio de las tratativas ya ha logrado algunas conquistas. Pero éstas no satisfacen al imperialismo, Washington necesita tener en los países latinoame­ricanos gobiernos que no ofrezcan resistencia a sus aspiraciones sino que se las faciliten y le otorguen día a día mayores ventajas. El gobierno peronista no es de esos. Perón quiere llegar a un acuerdo con los yanquis pero tratando de defender en lo posible su estabilidad basada en el apoyo de las masas que perdería si procediera a una entrega total del país.

Todas las conquistas del imperialismo que logra en nuestro país le dan aliento para conseguir otras nuevas y con mejores condicio­nes. Es por ello que, en la medida en que va lográndolas la iglesia, que respondo a las intenciones yanquis, se hace más agresiva.

Del mismo modo, en la medida en que el gobierno no permita una movilización de la clase obrera para frenar al imperialismo y sus agentes nacionales, se debilitará la posición del país frente a los avances imperialistas y se acrecentará la insolencia y la impunidad de la iglesia y sus sostenedores pro imperialistas, en la preparación del golpe de estado.

¿Por qué entonces, el gobierno no actúa con decisión frente a la iglesia si en ello te va su propia suerte? En primer lugar, porque quiere llegar a un acuerdo con el imperialismo. En segundo lugar, porque el gobierno es consciente de que la movilización de la clase desbordará los límites de su control y planteará todos los problemas a que está enfrentado el proletariado: ofensiva patronal, aumento de precios, disminución del nivel de vida. Y hoy, el peronismo ya no puede otorgar concesiones a los trabajadores sin ganarse la oposición de toda la patronal, con la cual mantiene muy buenas relaciones.

Pero no sólo el gobierno no dice al pueblo cual es el motivo real del conflicto con los católicos. El interés por mantener dentro de un plano cordial las tratativas con los yanquis obligan a ocultar el fondo del asunto y a señalar vagamente a los que preparan la entrega del país.

La C.G.T. y las organizaciones obreras tienen la obligación de denunciar el golpe de estado
y preparar a la clase obrera para enfrentarlo
Vuletich dijo el lo de Mayo que la triple alianza ha vuelto a manifestarse y que está integrada por el clero, la oligarquía y el capitalismo. Creemos que ese lenguaje tan general no puede ser el de la C.G.T. La Central Obrera tiene la obligación de señalar claramente y sin tapujos cuáles son las verdaderas relaciones entre la iglesia, la patronal y el imperialismo yanqui y debe ser la C.G.T. la que impulse en todos los terrenos en que se imponga.

La C.G.T. debe denunciar ya mismo el peligro del golpe de estado y preparar a la clase obrera para impedirlo.

Tenemos que ser conscientes del significado de un golpe de estado y de sus consecuencias. Lejos de solucionar los problemas de los trabajadores y el país en su conjunto, las fuerzas que puedan dominar después del golpe de estado serán más reacciona­rias que las actuales, ejercerán un poder que responderá directa­mente a la orden de los patrones y el imperialismo. Aplastarán las comisiones internas, liquidarán a corto plazo las conquistas de los obreros, barrerán con toda organización e independencia obreras, y entregarán al imperialismo yanqui las palancas de comando de la economía nacional y cercenarán la soberanía del país otorgándole bases militares.

¿Cómo debemos enfrentar este peligro? Ni la oposición bur­guesa ni el gobierno ofrecen garantías para detener el plan de colonización del imperialismo yanqui y frenar el golpe de estado. La clase obrera necesita una política independiente, libre de compromisos con los capitalistas, que le permita enfrentar con éxito y hacer retroceder al imperialismo y sus aliados dentro del país que preparan ese golpe de estado. Esta política independiente debe expresarse a través de un partido obrero. Los activistas sindicales que hoy luchan contra la patronal. Los obreros conscientes de los peligros que suponen los avances del capitalismo y el imperialismo contra sus conquistas tienen que unirse en torno a un programa que refleje los intereses de su propia clase. Esta unidad es la única salida que tiene el país y la clase obrera para frenar el plan de colonización yanqui y la ofensiva patronal.

Frente a este plan y esta ofensiva que se orientan hoy hacia el golpe de estado, que flota ya en el ambiente, que se traduce por la tirantez creciente en las relaciones con la iglesia que es alentado en las radioemisoras del exterior, debe actuar rápidamente la central obrera organizando su aplastamiento en sus propios focos de ori­gen. Y no sólo con discursos o comunicados. Las bombas y las cachiporras no se combaten sino con armas. Es necesario que la C.G.T. y todas las organizaciones que se reclaman de la clase obrera discutan democráticamente esta necesidad, en las secciones, en las fábricas, en los sindicatos.

Solamente la movilización de la clase obrera detendrá el golpe de estado, la tarea más importante en el momento actual es preparar esa movilización. No basta con que las direcciones sindicales se pronuncien contra la iglesia. Es preciso que TODA LA CLASE OBRERA se manifieste. Debemos preparar ya mismo asambleas en todas las fábricas del país en las cuales debe haber amplia libertad para que todos los obreros, sean de la tendencia política que sean ‑-incluso los católicos-‑, tengan la posibilidad de presentar libremente sus mociones. Posteriormente la C.G.T. debe publicar todas las mociones y los votos que saquen. Esta será la mejor manifestación de la voluntad obrera y de preparar a la clase contra el golpe de estado y el plan de colonización del imperia­lismo yanqui.

6. El imperialismo yanqui y sus aliados siguen firmes en su ofensiva para colonizar el país

Preparemos la defensa de nuestras conquistas y organizaciones de los ataques de la reacción
El 16 de junio no ha terminado. Siguen planteados los mismos problemas y la lucha sigue en pie. El golpe de estado no ha triunfado. Pero las fuerzas que lo realizaron están mejor colocadas que antes del golpe, y han logrado una serie de concesiones importantes. Los capitalistas y el imperialismo siguen tratando de instaurar su propio gobierno. Para ello tratarán de derrotar a la clase obrera.

Las causas del golpe siguen en pie
Los capitalistas y el imperialismo yanqui, junto con su aliada la iglesia y algunos sectores de las fuerzas armadas, prepararon la conspiración para barrer al gobierno peronista, a la C.G.T., a las comisiones internas y a los delegados y de esa manera poder suprimir las conquistas logradas por la clase obrera y permitir una mayor penetración del imperialismo yanqui en la economía nacio­nal.

El gobierno peronista constituyó y constituye la principal traba para el logro de este programa. Ellos quieren la lucha de clases que no le permite el peronismo, para suprimir conquistas y las organizaciones obreras. Nosotros desde estas columnas señalamos desde hace muchos meses estas intenciones de la burguesía y el imperialismo y su golpe de estado. Los capitalistas y el imperia­lismo actuaban con un programa claro:

a) en el terreno económico: aplicación del programa patronal en el Congreso de la Productividad;

b) mayor penetración del imperialismo yanqui en la economía nacional;

c) derrota de] peronismo y de la C.G.T., y subida al gobierno de un partido político de derecha con base popular que podría ser dirigido por la iglesia o los radicales unionistas.

Las causas de esta actitud las debemos buscar en la situación económica nacional. En primer lugar una reducción de la renta nacional (menos bienes para repartir) producida por la baja de los precios de los productos argentinos en el mercado mundial, lo que hizo que la burguesía se fijara como objetivo reducir el nivel de vida de la clase obrera. Junto a esto la situación de toda la industria nacional, que por la pésima política de los capitalistas tiene todas sus máquinas viejas lo que hace que el poder produc­tivo de la industria argentina sea muy bajo.

Para los capitalistas hay una sola solución a estos problemas. Por un lado apretar el torniquete a la clase obrera para que produzca más cobrando menos y por otro lado, con la penetración del imperialismo yanqui mediante préstamos e inversiones.

El peronismo no se opone a esta política. Simplemente trata de llevarla poco a poco, para evitar divorciarse de la clase obrera, mientras que los capitalistas la quieren llevar a cabo de golpe y apoyándose en una mayoría que le proporcionaría la clase media.

Por otra parte, el peronismo le hace el juego a la oposición burguesa no alertando a la clase obrera y al país sobre los móviles de aquélla.

La política de conciliación es la política de la burguesía
Y así llegamos al 16 de junio. Fecha trágica para los trabajado­res y el país, en que murieron muchos de nuestros hermanos, víctimas de la reacción imperialista. La situación del 16 de junio no se ha definido, el peronismo sigue en el poder, pero con otro carácter, y las fuerzas opositoras sé hallan envalentonadas y dueñas de la situación.

En el seno del gobierno, el ejército es la fuerza preponderante, y aunque no domina la situación, gravita en forma más intensa -‑una posición similar a la que tenía la C.G.T. antes del golpe. Perón dice que la revolución ha terminado, que el gobierno llama a la conciliación porque cree que se han logrado los objetivos de la revolución peronista y se impone un nuevo período democrático en que todos aportaremos.

No aclara el presidente cuáles son los objetivos logrados. Creí­mos y creemos que el peronismo no llevó a buen término su consigna de “independencia económica, soberanía política y justicia social".

Independencia económica, no tenemos. El imperialismo es due­ño de las principales empresas del país. (CADE, frigoríficos, Alpar­gatas, SIAM, etc.). Soberanía política, está por ser cercenada en parte por los acuerdos sobre el petróleo, y en cuanto a la justicia social, si bien es cierto que el peronismo trajo a la clase obrera una serie de conquistas, no es menos cierto que esas mismas conquistas se van perdiendo poco a poco con la carestía de la vida y con todas las manifestaciones de la ofensiva patronal.

Discrepamos con que el peronismo haya triunfado en sus obje­tivos políticos y por eso abandona la etapa revolucionaria para entrar en el período constitucional y de libre examen de todas las cuestiones, la verdad de la convivencia pareciera estar en que se quiere unificar a todas las fuerzas capitalistas del país. El pero­nismo tiene de similar con el radicalismo o con los conservadores en que son partidos no obreros, que defienden la propiedad priva­da capitalista y el orden burgués. La misma unidad lograda por los capitalistas en la C.G.E., se tiende a lograr en el terreno político.

Ante el empuje de la clase obrera, sus futuras luchas por defender su nivel de vida y sus conquistas, y ante la pésima situación de la economía capitalista argentina, que le impide a la burguesía darle mejoras a los obreros sin perjudicar gravemente sus intereses, se impone una política de unidad o de colaboración de todos los partidos políticos de la burguesía para detener a la gran movilización de la clase obrera que se prepara para frenar los apetitos capitalistas.

Cuando la clase obrera está tranquila, los capitalistas y sus distintos partidos pueden darse el lujo de tener diferencias y luchar entre sí. Pero frente a la clase obrera se unen.

Pero también la conciliación tiene otro significado. El peronis­mo no puede enfrentar como antes la presión combinada de los capitalistas y el imperialismo yanqui. La amenaza de un nuevo golpe de estado pesa aún sobre su cabeza. La única forma de frenarlo es movilizando a la clase obrera, y eso lo sabe muy bien el gobierno. Por eso cede ante la presión del imperialismo yanqui y sus aliados, que le exige darle libertades a los partidos que defien­den sus intereses y el peronismo, ante la alternativa de capitular ante el imperialismo o movilizar a la clase obrera se inclina por lo primero, pues sabe muy bien que una vez que la clase obrera se haya levantado en defensa de sus intereses, continuará hasta la liberación final, y entonces trastabillará todo el régimen capitalista.

Por otra parte, la contra y la burguesía quieren la conciliación para unificar sus efectivos. Para crear su gran partido que apoyán­dose en la clase media, le permita mediante una mayoría hacer bajar la cabeza a la clase obrera. La burguesía quiere liquidar la influencia de la C.G.T., y de la clase obrera, y para ello necesita derrocar al peronismo, y sacar a Perón de la presidencia. Las manifestaciones radicales y clerical tiene ese significado, hacer que Perón renuncie, para iniciar ya la nueva era, la era de la entrega total del país al imperialismo yanqui, la era de la ofensiva patronal y del aplastamiento de la clase obrera, la era del hambre y de la miseria. En ese sentido la conciliación es ya un paso importante, los partidos de la burguesía tendrán oportunidad de organizarse y preparar la batalla contra la clase obrera.

Sin embargo, no debemos ser pesimistas, las armas que utilizan contra nosotros los capitalistas, tarde o temprano se vuelven contra ellos mismos. La clase obrera debe saber utilizar esas libertades para darse su gran partido obrero que acaudille no sólo a la clase obrera sino también a todas las masas explotadas. (La Verdad, junio 25, 1955).

Por supuesto, la oposición pro imperialista se colocó de lleno al lado de la Iglesia Católica, en favor del putch imperialista. En noviembre 27 de 1954 el Comité Nacio­nal de la Unión Cívica Radical (Río Bamba 582, Capital Federal) sacó un indigno volante, firmado por Arturo Frondizi y Federico Mojardin, titulado "Solidaridad con los católicos perseguidos", donde se decía: “El Régimen inició una nueva persecución. Se añade ahora la presión ejercida contra un vasto sector del pueblo argentino, cuya fe religiosa es convertida por el Régimen en proble­ma político, para servir a los propósitos de intimidación, sobre los que basa su poder”.

El radicalismo se opuso en el Parlamento a todas las medidas progresivas que el peronismo tomó contra la Iglesia Católica. Y el 13 de junio ‑-3 días antes del putch— el presidente del bloque radical en la Cámara de Diputados de la Nación (Alende) decía: "Estamos con los católicos que sufren persecuciones y cárceles, estamos con la libertad de profesar cualquier culto, para los hombres de todas las religiones; estamos con la libertad de los judíos cuando les llegue el turno; estamos con la libertad de los protestantes cuando les llegue el turno” [1] . Así se cubría la acción pro imperialista de la Iglesia Católica!

Por su parte, el stalinismo se acopló al putch con toda el alma. El Partido Comunista Argentino apoyó a la Iglesia Católica! Días antes del golpe de estado pro im­perialista su órgano oficial, Nuestra Palabra , afirmaba: “ Es innegable que la reforma de la Constitución al objeto de plantear la separación de la Iglesia del Estado es una cortina de humo: se quiere que el pueblo olvide la entrega del petróleo, de la siderurgia, de la metalurgia, que olvide la carestía, que olvide la política de guerra y la línea reaccionaria ” [2] .

Así estaban las cosas antes del 16 de junio. La oposi­ción oligárquica (incluido su furgón de cola stalinista) desplegaba su frente único con el imperialismo. El socia­lismo revolucionario trotskista concretaba su frente único antiimperialista con el gobierno peronista, al estilo bol­chevique, sin apoyar al Gobierno, sin confiar en él, sin quitar ni una coma a sus críticas, sin dejar de denunciar­lo, exigiendo ante todo la independencia del proletariado y la lucha intransigente por sus objetivos de Clase. Como decía La Verdad : “Jamás hemos dejado de caracterizar al gobierno peronista como ajeno a los intereses de la clase obrera, jamás hemos dejado de subrayar que no tenemos la más mínima confianza en este gobierno, pero al mismo tiempo jamás hemos dejado de insistir en que hay que combatir a muerte el contrerismo que está a favor del golpe de Estado ”.

Pero, ¿cuál era la posición de los agentes "marxistas" de la dirección peronista? ¿Qué decían los Ramos, Puiggrós, Astesano y toda la compañía de escritores sen­sibles a los intereses del Ministerio de Propaganda de Apold? Sus palabras y sus actos en esos días tienen el innegable mérito de evidenciar a gritos la forma en que los agentes de la dirección peronista y apóstoles de la sumisión del obrero a la Presidencia de la Nación y el Ministerio de Guerra, son agentes indirectos del imperia­lismo en los momentos decisivos. En abril de 1955, los socialistas revolucionarios trotskistas escribían:

“La Iglesia, como agente del imperialismo yanqui y de los explotadores, está a la vanguardia de la ofensiva yanqui para colonizar el país. En estos momentos, en que el gobierno hace concesiones al imperialismo yanqui, la Iglesia ve la oportunidad para debilitarlo, y junto con todos los elementos "contreras": radicales, conservadores, socialistas reppetunos y comunistas, que por un raro fe­nómeno se están convirtiendo al catolicismo, trata de formar un gran frente con base popular que derrote al peronismo e implante una dictadura tipo Castillo Armas y que entregue al país atado de pies y manos al imperia­lismo yanqui. Un gobierno que haga todo lo que la patronal quiere: que se anulen las conquistas obreras, que los convenios colectivos se arreglen entre el directorio y el jefe de personal” [3] .

Entretanto, Rodolfo Puiggrós decía en un Informe a la primera Asamblea Nacional del Movimiento Obrero Comu­nista (Cap. XI Conflicto Clerical): “La lucha contra la reacción clerical es parte de la lucha por la industrializa­ción, por la planificación, por el aumento de la produc­tividad... La Iglesia Católica es el poder político más poderoso del mundo capitalista. Decimos “poder políti­co” puesto que hasta el imperialismo yanqui le cede la misión de encabezar a la reacción, como su mejor agente, en algunos países como Italia, España, Francia, Alemania Occidental y los propios Estados Unidos” [4] .

Estas pocas palabras hablan más que cientos de páginas, La lucha por el aumento de la productividad, es decir, la ofensiva de la burguesía para aumentar la explotación de la clase obrera, que formó parte de la preparación del putch clerical‑patronal‑imperialista, aparece descripta como... lucha contra la Iglesia! . En momentos en que la Iglesia Católica se convierte en el partido político del imperialismo yanqui en la Argentina, Puiggrós no ve nada, y dice que la Iglesia es el mejor agente del imperia­lismo en algunos países (Italia, España, Francia, Alemania, Estados Unidos), PERO NO EN LA ARGENTÍ­NA!!!!

Todavía en junio de 1955, días antes del putch, el periódico puiggrosísta dedicaba más de tres páginas al conflicto entre el peronismo y la Iglesia, pero no decía ni una palabra de que la Iglesia era el agente del imperialis­mo yanqui, ni sobre la inminencia del putch. Cuando hasta los ciegos veían que se acercaba el golpe pro impe­rialista contra la clase obrera y el país, el periódico Clase Obrera permanecía sordo y mudo, y no prevenía ni alertaba a la clase obrera. Pero esto no es nada, o mejor dicho, esto no es todo. En el mismo número, el talentoso marxista Eduardo Astesano daba una muestra de cretinis­mo como no se ha visto en el país desde hace mucho tiempo. En momentos en que toda la burguesía argentina se galvanizaba en tomo a la Iglesia, puntal del imperia­lismo; cuando la chusma oligárquica de los barrios dis­tinguidos se volcaba a las calles, dirigida por los curas, para demostrar que por fin, después del fracaso de la Unión Democrática, la burguesía argentina había hallado en la Curia su partido político, el señor Astesano escribía ‑-fíjense bien!—: “ Es evidente que una Democracia Cris­tiana, punta de lanza del imperialismo, no corresponde a la situación real del país ”. Y agregaba este genio polí­tico “La Religión Católica es un factor geopolítico de unidad continental desde Méjico a la Argentina que no debe subestimarse y que puede ayudar a oponerse a la penetración del imperialismo inglés o yanqui vinculado al protestantismo ” [5] .

Lo menos que puede hacer una persona que escribió esto en la Argentina, en junio de 1955, es suicidarse o ingresar a un convento. Hasta entonces, habíamos creído que el señor Astesano era un asalariado de Apold, pero ahora dudamos. Quizá se trate de un amateur que trabaja, por su cuenta. Al fin y al cabo, Apold no podía ser tonto hasta el extremo de tomar a su servicio un imbecil tan manifiesto... Lo cierto es que de ese modo Clase Obrera servía objetivamente al imperialismo, ayudándolo a engañar y confundir al proletariado mientras la Iglesia preparaba el golpe de Estado.

¿Qué hacía entretanto el señor Jorge Abelardo Ramos, varios alias, ese combativo antiimperialista que vivía a sueldo de los diarios peronistas y distraía sus ocios en escribir libros para la editorial de la U.C.R.? Escribía en Democracia artículos de palpitante actualidad sobre la revolución de 1890, en los cuales "demostraba" que esa revolución había sido un golpe clerical –oligárquico—­ imperialista contra el gobierno nacionalista de Juárez Celman‑Roca. Sin embargo, en 1949 el mismo señor Ramos escribió que “con Roca y Juárez Celman la clase terrateniente copia el mapa económico que el imperialis­mo dibujaba desde Londres para sus colonias” [6] .

Un sujeto capaz de afirmar en 1955 sin sonrojarse, sin explicación ni autocrítica todo lo contrario de lo que decía en 1949, no merece siquiera que se lo cite y, por otra parte, no es esto lo que aquí nos interesa. Lo que queremos señalar es que en junio de 1955 el señor Ramos no tenía nada que decir acerca del carácter de la lucha entre el peronismo y la Iglesia ni sobre la inminencia del golpe clerical‑patronal‑imperialista.

Eso sí, el 17 de junio, al día siguiente del putch, el señor Ramos se despachó con un artículo encabezado por el originalísimo título de "Buenos Aires ciudad abier­ta" donde decía:

“La clase obrera ha dado su inmediata réplica. Distribuidas en abanico en la superficie de los tiroteos, sus vanguardias entraron de lleno, a pesar de la. desigualdad de los medios técnicos, en la batalla. El ejército fundado por San Martín, templado en las guerras gauchas y organizado por Roca y Riccheri, cumplió hasta el fin con su deber, apuntalando con su acción las conquistas fundamentales del proceso revolucionario.

La aristocracia vacuna, desplazada del poder político, los peluco­nes de la oligarquía sobreviviente y las cohortes de las sectas antinacionales crearon la atmósfera del golpe" [7] .

Véase cómo una prostituta intelectual "cumple hasta el fin con su deber" de confundir a la clase obrera y prepararla para nuevas masacres. Ni una palabra de críti­ca para la dirección peronista, que envió a los obreros desarmados a la Plaza de Mayo para servir de blanco inerme a las bombas y la metralla. El saludo retórico a la clase obrera no es para sus acciones vigorosas de clase revolucionaria ‑-el incendio de las iglesias, el asalto a las armerías para armarse-‑, sino a su debilidad preparada por el gobierno y la CGT. En cambio, se hace la apología del ejército "organizado por Roca". Dejemos de lado que el ejército de Roca sólo sirvió para asesinar indios y su campaña guerrera fue calificada por el propio Ramos de “ paseo militar por el desierto con los laureles marchitos de unos pocos centenares de indios pasados por las ar­mas " [8] . Lo importante es que con la frase rimbombante de "cumplió hasta el fin con su deber" el señor Ramos oculta prudentemente que el ejército estaba comprome­tido en el putch y salió a última hora sólo para impedir que el proletariado argentino tomara por su cuenta el Ministerio de Marina y acabase allí no más con los traidores como Olivieri y los "leales" como lsaac Rojas. Lo dijo el propio ministro de Guerra "peronista" justi­ficando la actitud del ejército: "Estamos seguros de que hemos hecho un bien a la Nación, y en el devenir de los tiempos ha de reconocerse que nada pudo ser más feliz para la suerte de la patria y de sus instituciones que la postura asumida por el ejército. Nuestros conocimientos profesionales nos permiten deducir el caos que reinaría ahora en el país si hubiésemos seguido otro camino. Y fácil les será meditar sobre las consecuencias gravísimas de la guerra civil, con el desconcierto internacional y la tragedia de luchas sangrientas entre hijos del solar patrio común" . (La Nación, julio 12, 1955).

Finalmente, después de su apología del ejército, el señor Ramos indica como gestores del putch a la aristo­cracia vacuna y la oligarquía sobreviviente. Airosamente olvida así a la burguesía industrial, que en las fábricas, desde 1954, y en especial desde la convocación del Con­greso de Productividad, preparó el camino para el putch con una intensa ofensiva contra las conquistas obreras.

Mientras los miserables Castillo Armas argentinos masa­craban a los trabajadores desarmados, mientras las prostitutas alquiladas por el peronismo se sumaban a ellos objetivamente, confundiendo y engañando a la clase obrera, los militantes socialistas revolucionarios trotskis­tas repartían en la tarde del 16 de junio el siguiente volante, que sintetiza toda su táctica de frente único antiimperialista:

“Compañeros trabajadores:

La Verdad hace un llamado a todos los trabajadores ‑-peronistas y no peronistas-‑, y les dice: unidos aplastemos el golpe de estado reaccionario de la Iglesia y el imperialismo yanqui.

A los compañeros peronistas les decimos: el golpe quiere liqui­dar todas las conquistas que otorgó el peronismo a la clase obrera y quiere imponer un gobierno dictatorial que firme el pacto bilateral con el imperialismo yanqui.

A los compañeros no peronistas les decimos: no se trata de defender al gobierno actual, sino de evitar que triunfe un gobierno ultra reaccionario y antiobrero.

Todos a luchar contra el golpe, a aplastarlo, formando grupos de obreros que deben armarse para combatirlo . Es preciso evitar un nuevo gobierno a lo Uriburu que liquide las organizaciones obreras, imponga el terror e implante la dictadura del capital y el imperia­lismo.

¡UNIDAD EN DEFENSA DEL PAIS Y DE LA CLASE OBRE­RA, DE NUESTRAS CONQUISTAS Y DE NUESTRAS ORGANI­ZACIONES!!!

¡VIVA LA UNIDAD DE LA CLASE OBRERA! ¡MUERA LA REACCION CLERICAL‑PATRONAL‑IMPERIALISTA!!!”

Después del 16 de junio vino el 16 de septiembre. Entre ambas fechas el señor Ramos inició la publicación de una revista llamada Izquierda. Su primer número apareció en agosto, cuando era perfectamente evidente que la Santa Alianza del Vaticano, el imperialismo yanqui y la burgue­sía argentina preparaba un nuevo putch para acabar con Perón. Ramos escribió un editorial de varias páginas ha­ciendo la apología del gobierno peronista. Pero en todo el editorial no hay ni una sola línea alertando a la clase obrera contra la inminencia del putch. En agosto de 1955 todo lo que el señor Ramos tenía que recomendar al proletariado era “ agruparse alrededor de la revista Izquierda para preparar la construcción de un gran parti­do independiente de la clase trabajadora ”.

Mientras el señor Ramos divagaba así en torno a cues­tiones generales, eludiendo el problema ultra concreto del putch, los socialistas revolucionarios trotskistas escribían:

“¡¡LA CALLE PARA LOS OBREROS!! LA REACCION PREPA­RA UN NUEVO 16 DE JUNIO: TODOS UNIDOS PARA APLAS­TARLA!

El Ministerio del Interior ha informado que un sector de la reacción amenazó con un nuevo 16 de junio. Nosotros hemos denunciado estos planes en números anteriores, señalando que mientras un sector de los capitalistas acepta la pacificación, abandonando ‑-al menos momentáneamente-‑ sus planes de golpe de estado, otro sector, fundamentalmente apoyado en una parte de la clase media, la mas desesperada, que cuenta con la participación del clero y de los perores nacionalistas, sigue firme en su plan de preparación civil del golpe de estado.

Frente a esta amenaza permanente que pesa sobre la cabeza del país, de la clase obrera, sus organizaciones y sus conquistas, es necesario que todas las organizaciones obreras, fundamentalmente la C.G.T., se preparen para ganarle la calle a la reacción clerical‑patronal‑imperialista, impidiendo así la consumación de un nuevo golpe de estado.

Por estas razones, propugnamos: que así como la reacción tiene armas y se prepara para usarlas contra la clase obrera, es preciso que ésta también se arme. Sólo así frenaremos a la reacción.

Hay que tener bien claro que: sólo la movilización de la clase obrera frenará los planes de la reacción. Por lo tanto, invitarnos a la C.G.T. que inicie una campaña en todas las fábricas, seccionales y gremios para preparar la movilización. Y ante todo, como medida de carácter urgente, estimamos que la C.G.T. debe convocar a todos los obreros a concentrarse, ante el menor rumor de movilización reaccionaria, en los lugares donde sea citada ésta, para ganar­les la calle y darles la leña necesaria para que comprendan de una vez por todas que la clase obrera no está dispuesta a dejarse arrancar las conquistas pasivamente.

¡Todos unidos en defensa de nuestras conquistas!!” [9]

Y cuando la oposición pro imperialista comenzó a exi­gir la renuncia de Perón, los trotskistas plantearon que era la clase obrera quien debía decidir si Perón continua­ba en el gobierno (criterio que el propio Perón adoptó el de agosto, cuando presentó su renuncia ante la CGT), y pedían que la vicepresidencia del Senado fuera ocupada por un representante de la CGT, para que, en caso de renunciar Perón y Teisaire, el gobierno pasara legalmente a manos de la CGT. Decía La Verdad :

“UN SECTOR DE LA REACCION EXIGE LA RENUNCIA DE PERON. NO SON ELLOS, SINO LOS OBREROS QUIENES DE BEN RESOLVER .

En el número anterior, señalábamos que existía una campaña reaccionaría tendiente a lograr la renuncia de Perón. Poníamos dos ejemplos o manifestaciones de esta campaña: los gritos de los manifestantes católicos contra Eva Perón, y la declaración tenden­ciosa del Comité de la Provincia del Radicalismo. Desde esa fecha nuevos hechos se han agregado a los mencionados en el número anterior de "La Verdad". Por un lado nuevas organizaciones -como la Unión Demócrata Cristiana- exigen la renuncia de Perón cómo condición a la pacificación; pero la línea de acción que se han dado los sectores reaccionarios que quieren lograr este objetivo se ha concretado últimamente en un hecho: el rumor.

El primer hecho a aclarar para comprender la magnitud de esta campaña es la razón misma, el por qué de la intensidad de este movimiento. ¿Cómo explicar que a pocos días todavía -‑menos de dos meses-‑ del fracaso del golpe de estado, la reacción se anime a pedir la renuncia de Perón? ¿Es que acaso sus avanzadas, lanzadas a la calle el 16 de junio no han sido derrotadas? Podríamos buscar mil interpretaciones a este fenómeno, y quizá de las mil los más "despiertos" se queden con la de que la reacción sigue agitando la calle porque son valientes, que por pura valentía de los católicos, etc. Sin embargo, la explicación es falsa. Ni aún los clericales que hace días vitoreaban en la puerta del Centro Naval los nombres de los cabecillas del golpe actúan solamente en función de su valentía. Las razones son otras, y no tampoco muy difíciles de entender: la movilización clerical‑patronal‑imperialista que culminó en el alza miento de la Marina no ha sido aplastada por la movilización de la clase obrera.

El hecho es claro. La falta de armas en manos de la clase obrera y la posterior salida del ejército "para mantener el orden" impidie­ron "que la clase obrera jugara ella misma el partido", corno pidiera días antes De Pietro. La participación de la clase obrera fue importan­tísima, pero no decisiva. Con la actitud del ejército salió fortalecida la movilización reaccionaria, ya que ésta no fue aplastada por la movilización triunfante de la clase obrera. Por eso hoy los clerica­les siguen haciendo manifestaciones, y la reacción, sobre todo en la clase media, se siente envalentonada.

Pero, ¿y la convivencia? ¿No entra la reacción por las vías de la "convivencia"? Este es el otro problema a aclarar. Un fuerte sector de la burguesía, los industriales y los grandes gerentes de empresas, se han convencido de la necesidad de la "convivencia". Pero no por eso han abandonado ellos sus fines. Si hoy entran por esa variante, es porque temen tremendamente la reacción de la clase obrera si estallara un nuevo golpe, y porque el propio peronismo le está haciendo concesiones importantes, como la relativa libertad de prensa. Ellos, que se sienten fuertes, seguirán presionando en gran forma al gobierno para que termine con la demagogia social, para que se le den nuevas concesiones, todo con el objetivo mínimo de tener asegurado el triunfo en las futuras elecciones nacionales.

Toda la reacción está firme en llevar al gobierno un hombre que mientras unos se han responda fielmente a sus intereses. Pero dado, como dijimos, la línea de la convivencia, otros se movilizan tras la línea de inmediata renuncia de Perón o nuevo golpe. Ahora nos referimos a estos últimos.

Evidentemente, la clase media es el verdadero centro de los que exigen la renuncia de Perón. Esto no significa que estén solos. Las mismas fuerzas que intervinieron el 16 de junio son un hervidero de conspiraciones y atentados. Pero el apoyo de la clase media le da fisonomía amplia y popular a este movimiento. Como dijimos antes, ellos se sienten más fuertes que nunca. Exigen la renuncia de Perón porque, pese a que desde el golpe, el gobierno tiene una política cada vez más de derecha, saben que no hay nadie mejor que ellos para aplicar esa línea y aún mucho más. Su medio actual es el rumor. Quieren mantener latente el estado de subversión reaccionaria. A través de él quieren crear la convicción de que "hasta que no renuncie el tirano" no habrá paz en las calles de Buenos Aires.

Sólo la movilización podrá frenarlos
A la campaña de rumores y al objetivo a que ésta responde no se le pueden oponer comunicados radiales ni artículos especiales en los periódicos. A las manifestaciones clericales y a su. intento por ganar las calles en demostraciones de fuerza tampoco se le pueden oponer acciones policiales. Ellos no solamente tienen odio contra los trabajadores; también les tienen miedo.

Claro está que no ya los obreros aislados o desorganizados. Ellos temen a la movilización de la clase obrera, y por otro lado la clase obrera no tiene otra salida que su propia movilización. La respues­ta a la movilización clerical reaccionaria debe ser respondida por la movilización de la clase obrera. No hay otra salida. ¿Pero qué significa esta movilización y qué objetivos debe darse?

En las fábricas, en todos los lugares de trabajo, en las secciones y en los sindicatos deben votarse resoluciones contra el plan reaccionario que quiere la renuncia de Perón. Esta línea deben votarla todos, peronistas y no peronistas, porque el plan reacciona­rio no quiere que sean los trabajadores los que decidan el proble­ma del gobierno. El segundo problema es prepararse para que si el plan triunfa y se consigue la renuncia de Perón, ésta sea discutida y resuelta democráticamente por los obreros en sus sindicatos.

Pero hay una sola forma de impedir desde ya que la presidencia caiga en manos de la reacción, y ésta es nombrar ya a un senador de la C.G.T. para la vicepresidencia primera del Senado, que en caso de renuncia de presidente y vicepresidente, pase a regir los destinos del país y a cumplir el programa que la clase obrera democráticamente elabore.

Nosotros siempre hemos dicho que el gobierno actual no repre­sentaba a los trabajadores, y que su política de pretendido árbitro favorecía a los capitalistas, Supongamos que la clase obrera debe decidir el destino de la renuncia de Perón, entonces nosotros votaremos, consecuentes con nuestras ideas, porque el gobierno pase a manos de los trabajadores. No tuvimos ni tenemos confian­za en la política y en los métodos del actual gobierno, pero acataremos disciplinadamente a la mayoría. Un representante direc­to de los trabajadores es mucho más efectivo que un gobierno que quiere seguir una línea de árbitro. Los dos grandes contrincantes en la lucha que se desarrolla en el país son: por un lado la reacción, encabezada por el imperialismo yanqui, y, por el otro los trabajadores. La movilización de la clase obrera debe culminar con un paso adelante hacia el objetivo de un auténtico gobierno obre­ro”. [10]

Por fin, cuando el 31 de agosto Perón conmueve al país con la noticia de su renuncia, los socialistas revolucionarios trotskistas se hacen presentes en Plaza de Mayo con un volante que dice:

“Compañeros: El general Perón ha ofrecido su renuncia al país “si ello contribuye a la pacificación del mismo”.

Los únicos que tienen derecho a decidir si se le acepta o no son los trabajadores, quienes con su apoyo en las elecciones de 1946 y 1951 lo han llevado a la presidencia.

Estamos en contra de que el presidente se vaya por imposición de los que prepararon el golpe de estado del 16 de junio: la Iglesia, la patronal y el imperialismo yanqui.

Solamente un Congreso Nacional de Trabajadores, que represen­te fielmente el sentir y el pensar de la clase obrera, debe decidir en democrática discusión si Perón se va o se queda.

Si los trabajadores resuelven aceptarle la renuncia, el gobierno debe pasar a manos de la clase obrera a través de uno de los senadores de la C. G. T.

Por todo ello, la Federación Socialista Bonaerense R. N., que edita el periódico La Verdad , llama a los trabajadores a luchar:

¡Por el respeto a la voluntad popular!

¡Contra las disposiciones antidemocráticas y reaccionarias del imperialismo yanqui, la patronal y la Iglesia!

¡Por la convocatoria de un Congreso Nacional de Trabajadores que decida democráticamente sobre la renuncia!

¡Por la elección de un senador de la C.G.T. para el cargo de presidente en caso de aceptarse la renuncia de Perón!

Federación Socialista Bonaerense R. N. ‑ Lea, La Verdad ” .

Y en el último número de su periódico anterior a la, caída del gobierno peronista, el socialismo revolucionario trotskista decía:

“LEÑA A LA REACCION CLERICAL‑PATRONAL‑IMPERIALIS­TA! ¡MANOS LIBRES A LA CLASE OBRERA!!

La actitud del presidente de la República sienta un precedente histórico: por primera vez en la vida del país un presidente de la República presenta su renuncia, no a las autoridades de la Nación, sino a los trabajadores, a través de la C.G.T.

Este es el reconocimiento de que por encima de los poderes de la Constitución existe un poder supremo: el de la clase trabajado­ra, apoderada legítima de los intereses nacionales y sociales más importantes y respetables de la Nación.

La renuncia del general Perón hubiera significado en este caso un triunfo de la reacción, un triunfo de los instigadores y realiza­dores de la masacre del 16 de junio: la iglesia católica, la patronal y el imperialismo yanqui, quienes luego del 16 de junio tuvieron como consigna, expresada en las manifestaciones de pitucos chupa­cirios, la renuncia de Perón.

Este plan fue denunciado ya por nuestro periódico en su núme­ro 15, de fecha 25 de junio de 1955. Decíamos entonces: "Este es el nuevo plan de la "santa alianza" clerical‑patronal‑imperialista. Los radicales, ¡cuándo no!, se apresuraron a tomar esta bandera de la reacción. Nosotros no tenemos ninguna confianza en el gobierno peronista. Muchas veces hemos insistido en que no es el gobierno que los trabajadores necesitan. Pero frente a la manio­bra de la reacción nosotros planteamos: ¡Que en caso de presentar Perón su renuncia, ésta sea discutida y resuelta democráticamente por los trabajadores en las fábricas y, sindicatos! "Nosotros nos someteremos a la decisión de la mayoría de los trabajadores, pero nuestra posición es desde ya: ¡Impidamos que el gobierno caiga en manos de la reacción! ¡Impidamos el triunfo del plan reacciona­rio!”

Y en el número 16, de fecha 5 de agosto, decíamos:

“En las fábricas, en todos los lugares de trabajo, en las seccio­nes y en los sindicatos, deben votarse resoluciones contra el plan reaccionario que quiere la renuncia de Perón. Esta línea deben votarla todos, peronistas o no peronistas, porque el plan reacciona­rio está basado en que no sean los trabajadores los que decidan el problema del gobierno. El segundo problema es prepararse para que si el plan triunfa y se consigue la renuncia de Perón, ésta sea discutida y resuelta democráticamente por los obreros en sus sindicatos.

Pero hay una sola forma de impedir ahora que la presidencia caiga en manos de la reacción, y ésta es nombrar desde ya a un senador de la C.G.T. para la vicepresidencia primera del Senado, para que en caso de renuncia de presidente y vicepresidente, pase éste a regir los destinos del país y a cumplir el programa que la clase obrera democráticamente elabore.

Siempre hemos dicho que el gobierno actual no representaba a los trabajadores, y que su política de pretendido árbitro favorecía a los capitalistas. Si la clase obrera debe decidir el destino de la renuncia de Perón, supongamos, nosotros votaremos, consecuentes con nuestras ideas, porque el gobierno pase a manos de los trabaja­dores. No tuvimos ni tenemos confianza en la política y en los métodos del actual gobierno, aunque acataremos disciplinadamente a la mayoría. Un representante directo de los trabajadores es mucho más efectivo que un gobierno que quiere seguir una línea de árbitro. Los dos grandes enemigos de la lucha que se desarrolla en el país son por un lado la reacción, encabezada por el imperia­lismo yanqui, y por el otro los trabajadores. La movilización de la clase obrera debe culminar con un paso adelante hacia el objetivo de un auténtico gobierno obrero.

Nosotros proponíamos un Congreso de todos los trabajadores para decidir sobre la posible renuncia de Perón, pero creemos que la asamblea de ayer manifestó la voluntad de los trabajadores de que Perón siga ocupando el cargo de presidente. Somos disciplina­dos a la voluntad de la clase obrera y aceptamos el veredicto popular, respetamos y haremos respetar la voluntad de los trabaja­dores de que Perón siga siendo presidente de la República.

El hecho de que aceptemos la voluntad de la mayoría de los trabajadores no significa que seamos peronistas, ni tampoco el ala izquierda del peronismo, ni siquiera aliados del peronismo. Somos una organización distinta del peronismo. Nuestro partido es un partido obrero, el peronismo, en cambio, es un partido burgués, es decir, que está por la defensa del actual orden de cosas: que los patrones sean dueños de las fábricas, que los terratenientes sean dueños de las tierras, y que éstos sigan viviendo del trabajo de obreros y campesinos. Nosotros luchamos por otro orden de cosas. Queremos que los obreros sean dueños de las fábricas y los campesinos de sus tierras, pues son los trabajadores los únicos productores de riqueza. Luchamos porque el gobierno actual sea sustituido por los trabajadores exclusivamente, que sean obreros y campesinos, ellos solos, los que rijan los destinos del país. Lo que hace que en algunos hechos estemos junto al gobierno peronista, y frente a la oposición, se debe a que, si bien estamos a favor de la sustitución del actual gobierno por un gobierno de la C.G.T. y de todas las organizaciones obreras y campesinas, estamos en contra de que el actual gobierno sea reemplazado por un gobierno de los curas, los patrones y el imperialismo yanqui.

En ese sentido respetamos la voluntad de los trabajadores sindi­calmente organizados en la C.G.T., pero seguiremos luchando por nuestros postulados y por atraer a los obreros peronistas a nuestro programa, pero combatiendo cada vez más contra la reacción y sus planes de implantar un gobierno de fuerza clerical‑patronal‑imperia­lista que aplaste a las organizaciones y conquistas de la clase obrera.

¡!Todos unidos contra los planes de la reacción! ¡Todos unidos en defensa de nuestras conquistas y organizaciones!!

Lanús, 1 de septiembre de 1955.”

El segundo número de Izquierda apareció en septiembre de 1955. Salió a la calle el lunes 19, día en que la dirección peronista capitulaba, prefiriendo perder el po­der a conservarlo merced al armamento del proletariado. Este número de Izquierda constituye un documento de inestimable valor, que comprueba la extremada sagacidad política del señor Ramos y su notoria capacidad para servir hasta el fin a los Apold. Según él, el 16 de junio el gobierno peronista había salido fortalecido. Sin embargo, era evidente para cualquiera ‑-menos para el retardado cerebro de las prostitutas intelectuales-‑ que después del 16 de junio "el peronismo sigue en el poder, pero con otro carácter, y las fuerzas opositoras se hallan envalento­nadas y dueñas de la situación. En el seno del gobierno el ejército es la fuerza preponderante, y aunque no domi­na la situación, gravita en forma más intensa ". En cam­bio, el señor Ramos escribía ‑-¡en septiembre de 1955!— que "los desplazamientos administrativos del aparato es­tatal eran objeto de hondas cavilaciones. Perón "estaba en manos de los militares ", la Marina "seguía sublevada " (el señor Ramos también creía que esto eran "rumores"); el ejército "imponía condiciones"; la era de la CGT "había concluido"; al traducir sus deseos por realidades, el imperialismo y sus agentes nativos no cometían ni el primero ni el último de sus errores fatales". Como puede observarse, al traducir en análisis político su deseo que el peronismo no cayera y desapareciesen sus sueldos, el señor Ramos cometió no el primero ni el último, pero sí uno más de sus numerosos errores, que no son fatales sólo porque la clase obrera argentina no hace de él el menor caso.

El numero de septiembre de Izquierda llevaba a todo lo largo y ancho de la tapa un vigoroso título que reza: “ Las Milicias Obreras Armadas: Baluarte de la Revolu­ción Popular Argentina" . Dejando de lado la charla sobre la "Revolución Popular" (? ), ¿es que Ramos se había atrevido a dar -‑tarde y mal, pero dar al fin-‑ la consigna de armamento del proletariado para enfrentar al putch clerical‑patronal‑imperialista, según reclamaban desde mu­cho antes los marxistas revolucionarios? Nada de eso. Es que el propio gobierno peronista, a través de la CGT, había amagado la formación de milicias obreras, por cierto sin la menor intención de concretarlas efectivamente. La CGT ofreció al ministro de Ejército las reservas de los trabajadores, y el ministro de Ejército respondió que, como lo establecía la ley, en caso de necesidad las reservas serían convocadas. Eso fue todo, y por eso triunfó el putch del 16 de septiembre. Ante esa comedia en torno al armamento de la clase obrera, lo primero que correspondía hacer era desenmascarar el juego y exigir el efectivo armamento de milicias obreras. Pero Ramos, "cumpliendo hasta el fin" con su tarea de confundir a la clase obrera para beneficio de la inepta dirección peronista, hizo la apología de la comedia enviando "a la podero­sa central sindical de nuestro país nuestro ardiente saludo de combate".

Durante el putch del 16 de septiembre, y después de su triunfo, los socialistas revolucionarios trotskistas aplicaron decididamente la política, de frente único con el peronismo, como lo indican los tres volantes que repro­ducimos:

“Trabajadores:

La Federación Socialista Bonaerense (Revolución Nacional), que edita el periódico "La Verdad", les lanza un urgente llamado:

Apoyad la instrucción de la dirección de la C.G.T., defended la situación actual contra la reacción que quiere implantar un gobier­no militar reaccionario!

No se trata de defender a un gobierno: el peronista, sino de impedir que triunfe un gobierno abiertamente precapitalista y antiobrero.

Nosotros, por ejemplo, no estamos a favor de la política pero­nista, ni de los manejos de los dirigentes sindicales que se enrique­cen a costa de los obreros y suprimen la democracia sindical; pero, en este caso, ponemos en primer lugar la unidad de la clase obrera y del movimiento sindical, contra el ataque, que le lleva a cabo la reacción para implantar su gobierno. Si el golpe militar triunfa, el movimiento obrero perderá sus organizaciones sindicales y su uni­dad, y los patrones, el imperialismo y el clero serán los dueños completos del país.

Por eso creemos que hay que apoyar la acción de la C.G.T. contra el golpe. Esto no impide que alertemos fraternalmente sobre los siguientes peligros:

‑ si no se moviliza a la clase obrera.

‑ si no se pone en práctica la resolución de la C.G.T., sobre mili­cias obreras. . .

‑ se puede perder TODO.

No debemos olvidar que el 14 de junio la dirección del movi­miento sindical aseguró que no pasaba nada, y dos días después estallaba el golpe. No debernos olvidar tampoco que hasta hace pocos días se dijo que nada pasaría y que había que guardar tranquilidad yendo "del trabajo a casa y de casa al trabajo". Esta política se ha revelado como un grave error; si la clase obrera se hubiera movilizado, no habría sufrido en tres meses dos golpes de estado.

Lo que veníamos diciendo desde hace un año lo repetimos nuevamente ahora:

Sólo la movilización e iniciativa de la clase obrera puede aplastar de una vez por todas los golpes reaccionarios. Por eso, disciplinadamente, solicitamos y presionamos a las direcciones sindicales para que se ponga en práctica la resolución de las milicias obreras.

Compañeros: Todos los obreros unidos, sin excepción, debemos luchar contra el golpe de estado de la reacción y debemos exigir que se ponga en práctica la resolución sobre las milicias obreras única forma de aplastar DE UNA VEZ POR TODAS a la reacción-clerical, patronal, imperialista.

Federación Socialista Bonaerense (R. N.), 17 de septiembre de 1955. Lea La Verdad
"Huelga general para el 17 de octubre.

La Federación Bonaerense del Partido Socialista Revolución Nacional, que edita el periódico La Verdad, asume la responsabili­dad histórica, ante el silencio de las direcciones que se reclaman del movimiento obrero, de llamar a todos los trabajadores a una huelga general, en forma pacifica, para el 17 de octubre.

Recogemos así la voluntad mayoritaria de la clase obrera argen­tina, que considera al 17 de octubre su día de protesta y de lucha contra la patronal y el imperialismo.

No se trata de discutir con los compañeros radicales, comunis­tas, apolíticos o anarquistas si corresponde o no ese día como protesta. Se trata de un hecho indiscutible: la amplísima mayoría de los trabajadores argentinos consideran al 17 de octubre como su día de protesta, y nuestra organización así lo acepta, llamando a la huelga general en forma pacífica de todos los trabajadores del país, para llevarlo a cabo.

No se trata, por otra parte, de ir a la huelga para voltear al actual gobierno, sino de poner en práctica las promesas sobre libertad y democracia para el movimiento obrero proclamadas reiteradamente por ese gobierno. Dado que el ejército y los tan­ques están en las calles, debemos evitar cuidadosamente caer en trágicas y sangrientas aventuras, aunque ello no signifique abando­nar las conquistas obtenidas por la clase obrera, siendo, el 17 de octubre una de ellas.

Este año, al igual que los anteriores, el paro del 17 de octubre debe cumplirse como siempre: en los servicios no esenciales los trabajadores no deben concurrir a sus lugares de trabajo. En los servicios considerados esenciales el paro debe ser simbólico, de 10 minutos: de 17 horas a 17.10 horas. .

Para lograr que esta huelga sea general por un lado y pacífica por otro lado, es preciso:

Llevar a cabo asambleas de fábricas y secciones, en los mismos lugares de trabajo, para votar la huelga general y nombrar comisio­nes y piquetes que la garanticen.

Presionar a todas las direcciones sindicales de la C.G.T. para que asuman la responsabilidad, como lo hemos hecho nosotros, de proclamar la huelga general y pacífica.

Compañeros: la huelga general es hoy día la única forma de demostrar que estamos todos unidos por la defensa de nuestras conquistas sociales y nacionales, que las mantendremos las profundizaremos.

¡Nada de aventuras y provocaciones! Todos a la huelga general!

Federación Bonaerense del Partido Socialista (R. N.). Lea La Verdad. Octubre 15, 1955.”

"Viva la huelga general. La Federación Bonaerense del Partido Socialista de la Revolución Nacional, que edita "La Verdad", se solidariza plenamente con la huelga general indefinida decretada por la C.G.T.

Desde que cayó Perón, la clase obrera argentina ha sufrido atropello tras atropello con el pretexto de democratizar su vida sindical. Los tanques y las tropas del ejército han masacrado repetidamente a los trabajadores, corno en Gerli, Piñeiro, Villa Jardín, Rosario y Tucumán, para enseñarles las maravillas de la actual democratización.

Se prometió que no se atacaría para nada la estructura sindical de la C.G.T., y se violó esa promesa, permitiéndose que bandas armadas asaltaran los locales sindicales. El gobierno militar juró una y mil veces antes del 17 de octubre que si las organizaciones sindicales no hacían ninguna huelga, se respetarían los sindicatos, y después que pasó esa fecha se volvió a la carga contra los sindica­tos, deteniéndose a obreros y dirigentes sindicales, asaltándose loca­les y, lo que fue fundamental, decretándose un estatuto‑tipo para todos los sindicatos que hacía, caducar a todas las autoridades al declararse a los gremios en estado de asamblea. Este estatuto no significaba otra cosa que dejar a merced de la patronal a todo el movimiento obrero, ya que los delegados, comisiones internas, comisiones sindicales y de la C.G.T. caducaban por cuatro meses como mínimo. Esto hubiera significado el derrumbe del movimien­to obrero argentino.

Los dirigentes sindicales, que habían capitulado una y mil veces a la prepotencia gubernamental, al ver que el agua les llegaba al cuello resolvieron apelar a la base obrera llamando para el 2 del corriente mes a una huelga general, para que salvaran a las organiza­ciones y a las conquistas sociales, y de paso se salvaran ellos.

El apoyo entusiasta, decidido, de los explotados, obligó al gobierno a retroceder y a levantar el estado de asamblea en los gremios y en la C.G.T., aceptándose que hasta tanto se elijan nuevas autoridades, las actuales mantengan la integridad de la organización. Si el éxito no fue completo, ello se debió a que la dirección de la C.G.T. levantó la huelga inesperadamente, tratando de salvarse ella, y no la organizó debidamente.

Después de la huelga general del 2 del corriente los "dirigentes sindicales libres" volvieron a las andadas asaltando la C.G.T. de La Plata y fundando una nueva C.G.T., con la aprobación del gobier­no militar, que intervino a su vez la C.G.T. de Rosario. Su objetivo era y es claro: romper la organización cegetista.

Esta nueva huelga general indefinida es la última oportunidad que le queda a los trabajadores para defender a sus organizaciones y a sus conquistas, ya que en caso contrario la patronal’, junto con los dirigentes libres y el gobierno militar, obtendrán una victoria’ dividiendo el movimiento obrero, a la C.G.T. y a los sindicatos.

‑ Los errores de la dirección cegetista.

El movimiento obrero está que se sale de la vaina para frenar al gobierno militar, a la patronal y a los dirigentes libres que quieren romper la organización cegetista.

Desgraciadamente, la dirección de la C.G.T., ni antes ni ahora ha estado a la altura de las circunstancias.

Una huelga se organiza y se informa con suficiente tiempo.

Nada ha hecho en ese sentido la dirección de la C.G.T, No se han organizado ni comités de huelga, ni piquetes. Tampoco se ha informado con tiempo y en forma completa de los poderosos e impostergables motivos que exigen que la huelga general se lleve a cabo. Se trata de frenar la ofensiva patronal y gubernamental contra el movimiento obrero, la organización sindical y las con­quistas de la época peronista. No se trata de hacer una huelga general para defender a los malos dirigentes, sino solamente para frenar la ofensiva patronal‑militar contra el movimiento obrero.

La existencia de dirigentes matones y acomodados con la patro­nal es utilizada por los "dirigentes libres" para confundir a los trabajadores diciéndoles que se sale a la huelga general para defen­der a esos dirigentes.

Nosotros, que tenemos centenares de militantes y simpatizantes perseguidos y apaleados por esos dirigentes matones, aseguramos a la clase trabajadora que lo que está en juego es si el gobierno y la patronal harán lo que quieran con el movimiento obrero argenti­no.

Nosotros, que hemos criticado a las direcciones de la C.G.T. porque no declaró por cobardía, la huelga general durante la revolución de septiembre y para el 17 de octubre último, apoyamos con todo fervor esta huelga general indefinida porque queremos salvar al movimiento sindical argentino de sus enemigos.

‑ Para ganar la huelga general debemos organizarnos.

Hay que parar los transportes y la electricidad para ganar la huelga. Para lograr esta victoria es necesaria una férrea organiza­ción que supere la organización sindical. Creemos que los mejores activistas deben organizarse por barrios y por fábricas para organi­zar comités de huelga (un delegado por cada fábrica del barrio) y piquetes que desarrollen la huelga. Los comités de huelga deben sacar todos los días un boletín informativo que impida que la prensa en manos de la patronal confunda a los trabajadores.

Por eso nuestro consejo para ganar la huelga es:

Parar los transportes y la electricidad.

Organizar piquetes de tres a cinco activistas dependientes del comité de huelga.

Organizar comités de huelga barriales (un delegado por cada fábrica).

Sacar un boletín informativo diario por barrio o localidad.

¡Vivan las conquistas del movimiento obrero argentino!

¡Abajo los divisionistas del movimiento sindical!

¡Fuera la intervención militar gubernamental en los sindicatos!

,Viva una C.G.T. unida y democrática!

‑Viva la huelga general indefinida!

Noviembre 14, 1955” .

Pero la ofensiva imperialista sobre el país no actuaba únicamente mediante la agitación clerical que se inicia a fines de 1954. Ya desde 1953 el capital yanqui y sus agentes nativos presionaban sobre el gobierno peronista desde dentro, a través de los ministros del equipo econó­mico, que cada vez más imprimían a la política peronista un carácter entreguista ante las exigencias de Washington y Wall Street y de creciente apoyo a la campaña patronal contra las conquistas obreras. Tanto éxito tenía esta presión yanqui, que algunos de los principales agentes del capital norteamericano en el país no vacilaron en procla­mar que el peronismo se estaba regenerando y llegaría a ser un buen gobierno patronal y pro yanqui. Así Guiller­mo Kraft, notorio agente del capital yanqui invertido en la Argentina, declaraba en 1954 que “ una profunda transformación se está operando en nuestro país. Se reconoce a la empresa privada y se confía en el hombre de empresa. Los bienes que alguna vez fueron nacionali­zados se están devolviendo unos tras otros a las entidades privadas. Se nos invita a participar en la dirección de las organizaciones estatales. Y todo ello con absoluta liber­tad de opinión y total independencia política. Sin embar­go, estos son los primeros pasos. Piensa nuestro go­bierno aflojar paulatinamente los resortes burocráticos y dar a las actividades privadas no solamente el rol de su propia existencia, sino, además ‑-y de eso ya tenemos signos inequívocos-‑, hacer desaparecer su intervención en nuestras actividades" . [11] Y ésta era también la opinión de Federico Pinedo, quien confiaba en que esa evolución del peronismo hiciera “ innecesario el golpe de estado " [12] .

En verdad, el imperialismo tenía motivos para festejar el éxito de su ofensiva desde dentro contra el peronismo, porque había obtenido ventajas importantes tales como la ley de radicación de capitales extranjeros, el contrato Káiser, y el estrangulante contrato con la California‑Stan­dard Oil, amén de los intentos de aumentar la explota­ción de la clase obrera con el cuento de la "productivi­dad". Ante todas estas medidas del gobierno peronista -­‑que fueron otros tantos triunfos de la ofensiva yanqui contra el país y contra el propio peronismo, ya que lo minaban desde adentro-‑, la tendencia de Puiggrós, Ra­mos y Cía. se apresuró a expresar su aprobación, afir­mando que así el gobierno peronista afianzaba... la independencia del país. De este modo colaboraban con Guillermo Kraft y Federico Pinedo ‑-es decir, con Wall Street-‑ en vendar los ojos a la clase obrera y moverle el piso al peronismo, quien a fuerza de hacer concesiones al capital yanqui iba quedando maniatado y perdiendo li­bertad de acción frente a la oposición pro imperialista que, agrupada en torno a la Iglesia, comenzaba a ganar la calle. Los socialistas revolucionarios trotskistas, por el contrario, indicaron ante la clase obrera la carrera hacia el abismo que emprendía la dirección peronista y explica­ron este concepto básico: si la política económica no es dirigida por la clase obrera a través de ministros obreros designados por la CGT, cualquier concesión al capital imperialista sólo servirá para hundir al país, a la clase obrera y al peronismo.

Decía La Verdad: “La Argentina ante el plan de colonización.
La Argentina ha sido el país de América Latina más alejado de la dominación del imperialismo yanqui y quien mejor ha resistido al plan de colonización. Por varias razones: 1.- Por tener econo­mías no complementarias, es decir, que ambos países producen más o menos los mismos productos, lo que impide un gran inter­cambio; 2.- Por tener nuestro país una economía diversificada, es decir, que produce y exporta muchas mercancías distintas lo que da a la burguesía y al gobierno un mayor margen de maniobras.

Esta situación mantuvo a nuestro país ligado estrechamente a los imperialismos europeos a quienes se les vendía carnes, cueros y cereales a cambio de sus productos manufacturados. (Cosa que no se podía hacer con EE.UU.) lo que permitió a Inglaterra controlar nuestra economía: transportes, energía y frigoríficos estaban con­trolados desde Londres.

El estallido de la segunda guerra mundial trajo como consecuen­cia el debilitamiento del imperialismo inglés, quien comenzó a retirarse ordenadamente del país. La venta de los ferrocarriles se realizó por agotamiento del imperialismo inglés -‑incapaz de reno­var el material rodante-‑ y no por voluntad antiimperialista del gobierno, que no nacionalizó -‑por ejemplo-‑ ni la CADE ni los frigoríficos que siguen dando pingües ganancias al imperialismo.

El retiro del imperialismo inglés y la buena situación de la burguesía argentina, permitieron al gobierno adoptar poses an­tiimperialistas y manifestar cierta independencia. Pero hoy la buena situación se terminó. Las ventas a Europa a precios elevadí­simos se acabó y el gobierno y la burguesía se encuentran con que tienen que solucionar otra vez los graves problemas de la economía del país.

En primer lugar, el bajo rendimiento de la mano de obra en la industria, producto del atraso de la maquinaria. Y el bajo rendi­miento del trabajo agrícola, producto de la falta de mecanización de la agricultura y de la existencia del latifundio. ¿Cual es la solución que los capitalistas dan a estos problemas? La venida de capitales yanquis al país que traigan máquinas y capitales y el aumento de la explotación de la clase obrera.

Los trabajadores no deben aceptar estas soluciones porque son soluciones capitalistas, es decir ajenas a los intereses del país y de la clase obrera. Los trabajadores deben exigir soluciones que con­vengan al país y que no signifiquen un aumento de la explotación.

En primer lugar, si se necesitan capitales yanquis que vengan, pero que sea la clase obrera quien negocie y que las tratativas sean públicas para que todo el pueblo pueda participar en su discusión.

En segundo lugar, debe eliminarse el latifundio en el campo y la tierra entregada a los campesinos.

En tercer lugar debe exigirse la expropiación de empresas que ya están pagas y que sabotean la marcha de la economía nacional, como la CADE y los frigoríficos. Esta es la mejor manera de enfrentar la ofensiva imperialista y la ofensiva patronal. [13]

Hay que rechazar el colonizante acuerdo del petróleo: el bloque parlamentario de la C.G.T. debe obrar en tal sentido
En el número 15 de La Verdad hablábamos sobre el significado de algunas cláusulas del acuerdo petrolífero con la Standard Oil, firmado ya por el Poder Ejecutivo y puesto a consideración de las cámaras. No nos equivocábamos al afirmar que la suerte de los intentos Yanquis por colonizar el país dependía en la actualidad de dicho Convenio, pues el Imperialismo Yanqui ha forjado éste como el mejor instrumento para lograr su objetivo básico, es decir, controlar la zona sur del Continente como paso previo para el manejo y la defensa del Estrecho de Magallanes.

El Canal de Panamá ‑-la “llave de la defensa del Hemisferio Occidental”, como lo llaman los yanquis-‑ peligra ante la posibi­lidad inmediata de un desmoronamiento y ante el fácil blanco que ofrece a posibles bombardeos. Si el manejo de la zona del Canal por los yanquis le costó a los colombianos una revolución, el imperialismo yanqui ‑-esta vez con métodos más refinados-‑ nos trata de arrebatar una zona del territorio argentino bajo el manto de un acuerdo petrolífero. A medio siglo de la rapiña de EE.UU. en Centroamérica que provocó la repulsa de todos los trabajadores latinoamericanos, el plan yanqui de colonización se orienta a repetir un nuevo atropello a la soberanía, esta vez de nuestro país.

La "contra" se equivoca: no es el petróleo lo que quieren los yanquis
Los argumentos de la prensa peronista para defender el conve­nio del petróleo se basan en las reales necesidades que tiene el país de solucionar el problema de la energía. Planteado el problema en ese terreno se podría discutir la conveniencia de entregarle a los yanquis la tarea de perforación y extracción del petróleo. Es decir, pese a que las inversiones de capital extranjero son un importante puente para aumentar el número de empresas que el imperialismo controla y con ello hacer sentir más aún su presión para controlar el país, no se puede estar en principio en desacuerdo con utilizar los capitales y la técnica extranjera. ¡Pero lo importante es que de acuerdo al contrato la Standard Oil no tiene ninguna obligación de extraer petróleo en la zona que se le cede!

Hacer girar el problema en torno al único asunto del petróleo es confundir a los trabajadores. La “contra” gime por la "muerte" de Y.P.F. El peronismo contesta con razón, de que los Gobiernos radicales y conservadores fueron los que hicieron posible que ya ahora empresas extranjeras controlen una parte de nuestra produc­ción petrolera, como la ESSO, etc. Lo que todos olvidan es que el petróleo es lo que menos interesa a los yanquis, que disponen lo suficiente de Venezuela, Perú y otros países.

Junto al palabrerío sobre el petróleo, cada vez se nota con mayor evidencia la justeza de la afirmación hecha por nosotros en números anteriores, acerca de que por el artículo 64 del Convenio se retrocede cien años en el trato dado a las empresas extranjeras, al aceptar que las disputas que pueden entablarse entre la Standard Oil y el Estado deban ser resueltos por un tribunal extranjero, que al final controla la misma empresa contratante. Los argumentos de la prensa peronista son ciertos en el sentido de denunciar el palabrerío antiimperialista de los radicales, y su pasado plagado de entregas y chanchullos, pero esa misma prensa e incluso altos funcionarios del Gobierno no pudieron desmentir el significado colonizante de las cláusulas del acuerdo petrolero. El doctor Gó­mez Morales, secretario de asuntos económicos del Gobierno, ma­nifestó el 9 de agosto a los periodistas: “Personalmente considero inadecuada la parte del contrato que resuelve la designación de un árbitro ... para solucionar diferencias que pueden surgir entre el Estado y la empresa” .

Como vemos, las propias autoridades han reconocido gran parte del vergonzoso acuerdo petrolero; pero no son esas solas las cláusu­las colonizantes, ni se las puede tachar de inadecuadas; hay que decir la verdad, el acuerdo petrolero contempla la máxima aspira­ción del imperialismo yanqui, y ni de lejos resuelve los problemas reales que tiene el país. ¡Hay que rechazarlo!

La clase obrera debe movilizarse por el rechazo del convenio petrolero
Las concesiones cada vez mayores del gobierno al capitalismo y al imperialismo ‑-sin llegar a ser aún el Castillo Armas que ellos quieren-‑ plantean el problema de la actitud de la clase obrera en el escenario Político cada vez con mayor urgencia. El visto bueno del Gobierno a la ofensiva patronal y las importantes concesiones que como la del acuerdo del petróleo se le hacen al imperialismo yanqui, la postergación de la Asamblea Constituyente y de la urgente necesidad de separar la iglesia del Estado; pero sobre todo el retroceso frente al principal explotador de nuestro país: el imperialismo yanqui, plantea la necesidad de una política obrera independiente.

Desde la aparición de La Verdad venimos insistiendo en la necesidad de formar un partido obrero de romper con la dirección burguesa peronista sin volver a caer tampoco nuevamente en el charco radical. Este planteamiento nuestro no es un imposible ni tampoco un consejo para nuestros biznietos. Ya ahora es necesario unir a los mejores activistas sindicales tras una política obrera independiente, en el momento actual centrada en la denuncia del acuerdo del petróleo y la lucha por los próximos convenios.

Esos compañeros que ya existen en los gremios, y en el país y que quieren llevar una política de oposición consecuente frente a los patrones y al capataz de patrones: el imperialismo yanqui, deben ponerse en movimiento en sus fábricas y en sus gremios por el rechazo del pacto del petróleo sabiendo que con ello están luchando en primera fila contra el plan yanqui de colonización latinoamericana. Hay que presionar para que en cada fábrica, en cada gremio, los trabajadores se expresen contra el acuerdo coloni­zante y exijan a los diputados de la C. G. T. que dicen representar­los, que ellos voten en Diputados en contra del acuerdo. La próxima asamblea o congreso de delegados del gremio textil, ferroviario, metalúrgico, etc.; la primera asamblea de fábrica o de sección que se realice debe discutir este problema para que los diputados cegetistas conozcan la posición que ellos deben represen­tar en el parlamento.

La C.G.T., que en el último tiempo ha resuelto en varias ocasiones reunirse aparte del bloque del partido peronista y tomar posiciones a veces distintas a la de ellos, debe también hacerlo en el presente con el problema del acuerdo petrolero y resolver una posición que contemple el pensamiento de los que fueron sus electores. No basta con tener independencia y reunirse aparte para resolver el problema de las autoridades de la cámara o problemas pequeños. Frente a todos los problemas hay que adoptar esta actitud. Esta posición encontrará el supremo inconveniente que la propia C.G.T. es parte del "movimiento peronista". Mientras no se modifique esta situación y no se corten los lazos que la unen al Estado y a su ideología, seguirá existiendo una valla que la separa de la auténtica representación de una política obrera independiente”. [14]

* Fuente: MIA español. Tomado de Ediciones Pluma, Buenos Aires, abril de 1974.

[1] República Argentina, Cámara de Diputados de la Nación, Diario de Sesiones, Junio 13. 1955. Pág. 561

[2] Nuestra Palabra, Órgano del Partido Comunista Argentino, mayo 24, 1955, p.2.

[3] La Verdad, Avellaneda, abril 21, 1955. 7 Clase Obrera, Bs. As. abril, 1955.

[4] Clase Obrera, Bs. As., abril, 1955.

[5] Eduardo Astesano, en Clase Obrera, Bs. As., junio 1955, Pág. 10.

[6] J. A. Ramos, América Latina, ob. cit., p. 133-34

[7] Jorge Abelardo Ramos: alias Víctor Almagro, en Democracia, Bs. As., junio 17, 1955

[8] Jorge Abelardo Ramos, América Latina, ob. cit., p. 133

[9] La Verdad, Avellaneda, agosto 19, 1955.

[10] La Verdad, Avellaneda, agosto 5, 1955.

[11] La Argentina en la VII Reunión Plenaria de Consejo Interamericano de Comercio y Producción (México, 1954), p. 126.

[12] Federico Pinedo. El fatal estatismo (Kraft, Bs. As, 1956), p. 17

[13] La Verdad, marzo 4, 1955

[14] La Verdad, agosto 19, 1955.