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Discurso al II Congreso Panruso de las Secretarías de Educación Política

20 de octubre de 1921

Lamentablemente no escuché el informe del camarada Aronshtam1, y puede llegar a suceder que algunas veces repita algo que él ya dijo. Les pido disculpas por adelantado. Ustedes escucharon el informe del camarada Lenin2 sobre nuestra situación económica y sobre los métodos de construcción económica en relación con el nuevo período de los asuntos internacionales, que halla su expresión interna en nuestro desarrollo. Aquellas mismas condiciones que han determinado el profundo giro de nuestra política económica tienen, por supuesto, una influencia similar también sobre nuestro ejército.

¿Qué es lo esencial de nuestra situación internacional? Esta consiste en que, al final del cuarto año tras la Revolución de Octubre, todavía estamos rodeados por el capitalismo. La revolución proletaria no ha logrado ningún progreso posterior victorioso directo. La burguesía se ha mantenido en pie en todo el mundo, en lo que fuera el periodo más crítico para ella, luego del final de la guerra imperialista y la desmovilización de los ejércitos. Ese fue el periodo de menor estabilidad estatal de la burguesía como clase dominante, el periodo de mayor peligro inmediato proveniente de las masas obreras que estaban defraudadas por la guerra y su resultado, de los más grandes levantamientos revolucionarios espontáneos, de masas, de mayor pánico en las filas de la clase dominante. En ese periodo,era posible para nosotros pensar, con cierta justificación, que la burguesía caería frente a esta ofensiva espontánea, y que el ejército de obreros y campesinos que había sido creado con el fin de salvaguardar el dominio de la clase obrera en nuestro país había agotado completamente sus tareas dentro de estos límites nacionales. La situación se desarrolló de un modo diferente. Estamos rodeados, como antes, por la burguesía aún en el poder. Toda la riqueza del pueblo y el poder estatal se encuentran en sus manos. Así, la esperanza de que la primera oleada elemental del pueblo trabajador después de la guerra arrasara a la burguesía no ha sido cumplida. La burguesía se ha mantenido en pie. Ese es el hecho más importante en la situación internacional.

¿Qué es lo que estamos presenciando ahora? Una renovada acumulación de las fuerzas revolucionarias de la clase obrera. Esta ya no es más esa marea espontánea que vimos a finales de 1918 y comienzos de 1919, aunque el movimiento de masas espontáneo todavía existe. Ahora en cada país se está llevando adelante un trabajo más sistemático y obstinado para crear un partido revolucionario, para acumular experiencia revolucionaria, para prepararse de forma sistemática para la conquista del poder por parte de la clase obrera. Ahora, en la época en la que hemos entrado, ya no hay lugar para que la clase obrera tome a la burguesía por sorpresa y la derroque por medio de una embestida impetuosa. A pesar del hecho de que el terreno económico se está resquebrajando bajo los pies de la burguesía, esta ha mantenido, sin embargo, el control político propio y de su aparato de Estado, de modo tal que la lucha será tenaz, sistemática, prolongada y despiadada. Este es el rasgo básico de nuestra situación internacional. Tenemos, por un lado, una acumulación de las fuerzas de la clase obrera, pero por otro lado, vemos cómo, sobre nuestros socavados y cada vez más desintegrados cimientos económicos del capitalismo, la burguesía está acumulando fuerzas militares y políticas. Vemos cómo está recomponiendo y fortaleciendo el aparato de su averiado agitado poder estatal, cómo está devolviendo el golpe y preparándose para un contragolpe con mayor fuerza y de forma más cruenta.

¿Qué se sigue de aquí? Lo siguiente. Primero, la burguesía, habiendo permanecido en pie durante 1919, 1920 y 1921, considera ahora que el bolchevismo no constituye para ella el peligro mortal inmediato como sí lo suponía en 1918 y 1919, cuando esperaba derrocarnos por medio de tropas de ocupación. En consecuencia, se ha vuelto psicológicamente posible para la burguesía entrar en relaciones económicas con nosotros.

En segundo lugar, la burguesía ha sobrevivido por tres años desde la guerra y se está preparando para seguir viviendo por más tiempo. De aquí se sigue que la burguesía se está preparando para un largo periodo de lucha para eliminar a la revolución proletaria.

Mientras nosotros maniobramos, en nuestras políticas internas e internacionales, en relación con las masas campesinas y con la burguesía (y como nos hemos mantenido en pie, estamos maniobrando no del todo mal), la burguesía también está a su vez maniobrando. Le ha llegado la hora de utilizar la riqueza natural de Rusia, y en cierta medida del mercado ruso, para sanar las más acuciantes heridas económicas,a fin de fortalecer su posición y estar en condiciones de estrangular a la clase obrera si esta llegara a levantarse contra la burguesía.

¿Qué se desprende de esto respecto a las perspectivas? Lo que se desprende, como ya lo he dicho, es que la lucha de la clase obrera por el poder será prolongada, intensa y cada vez más feroz, no sólo a escala de Europa sino mundial. En el curso de esta lucha habrá oleadas que asciendan y oleadas que se hundan. Es difícil predecir por cuánto tiempo esto continuará. Pero está claro que afectará nuestra situación internacional de formas muy variadas. Habrá períodos donde se romperá el cerco del bloqueo y habrá relaciones comerciales entre la burguesía y nosotros; y habrá períodos de intervención renovada, de nuevas incursiones militares. Y en esta prolongada época de lucha entre la clase obrera y la burguesía en la cual estamos entrando, una de las fuerzas fundamentales de la clase obrera mundial será, como antes, nuestro Ejército Rojo. Esa es la perspectiva dentro de la cual debemos enfocar la cuestión del Ejército Rojo, no sólo el seno de nuestro partido sino también entre las amplias masas del pueblo trabajador.

Frecuentemente decimos que hemos pasado de un periodo de guerra a un periodo económico. Esto es verdad, por supuesto, en el sentido de que ahora podemos transferir una mayor cantidad de fuerzas al trabajo económico. Pero en la medida en que los elementos menos conscientes de la clase obrera interpretan esta circunstancia en el sentido de que el rol histórico del Ejército Rojo ha tocado a su fin de alguna manera, esta actitud liquidacionista hacia el Ejército Rojo nos amenazaría, si los elementos avanzados no la combatieran, con el mayor de los peligros. Esta necesidad urgente de liquidar al ejército (como se ha dicho frecuentemente) se ha manifestado a veces, de forma espontánea, entre los círculos dirigentes comunistas, en la forma de un abandono en masa del Ejército Rojo por parte de los comunistas.

Aunque el pleno del Comité Central del Partido ha decidido ahora firmemente mantener un complemento básico de trabajadores del Partido en el ejército, esta desviación hacia el trabajo económico continúa. Es necesario que los militares del Partido opongan una resistencia decidida a esta desviación. Dondequiera que los comités provinciales retiren a los obreros militares del ejército (la mayoría de las veces esto se hace por acuerdo voluntario, a pesar de la decisión del CC del Partido), los obreros militares del Partido deben combatir implacablemente a estos comités provinciales. Esta lucha es necesaria para la autopreservación del ejército. Está ligada al período profundamente crítico que atraviesa el Ejército Rojo y que se debe, principalmente, al brusco cambio de las condiciones de guerra a las de paz.

Nuestro Ejército Rojo fue formado frente a un terrible peligro proveniente de los Ejércitos Blancos y los generales Blancos, bajo la presión de una agitación furiosamente concentrada realizada por nuestro partido. Ahora, en la transición a una situación de paz, la psicología del ejército ha sido perturbada. Sobre todo, han surgido dudas acerca de si es necesario permanecer en el ejército ahora que los elementos más avanzados y más enérgicos lo han abandonado.

Hemos desmovilizado dieciséis clases diferentes. Nos estamos aproximando a una situación en la cual sólo tres clases permanecerán en nuestro ejército, y luego sólo dos, la de 1900 y la de 1901. Junto con esto, los números del ejército están siendo reducidos en más de un tercio. El licenciamiento de las clases mayores por tiempo indefinido es inevitable: provocará una normalización del ejército, una nivelación con respecto a los grupos etarios, y eso será una gran ventaja. Esperamos lograr esto en los próximos meses, y con ese fin tenemos que arrancar de la actividad económica a unos 400.000 hombres de estas dos clases que no fueron convocadas en su debido momento. Esta convocatoria también originará una cierta resistencia, interna y externa, y aquí la tarea de agitación será muy grande; explicar la significación del rejuvenecimiento del ejército y su nivelación en términos de edad. La diferencia de edad da lugar a fricciones y protestas. Necesitamos un ejército que sea una institución perdurable, que continuará existiendo a lo largo de la toda época venidera, y cuyo rol aumentará en relación con los cambios en la situación internacional.

La partida de los grupos de edad mayores es una gran ganancia, en el sentido de que como resultado de ella el ejército será renovado, pero al mismo tiempo es una pérdida tremenda, en el sentido de que el ejército perderá todo aquello que tuvo de más experimentado y más templado, aquello que constituyó la belleza de espíritu del ejército y en lo que estuvo basado. ¿Qué porcentaje permanecerá de aquellos que participaron de la guerra civil, en ciertos distritos y divisiones de retaguardia? Hay distritos donde aquellos que se quedan constituyen sólo el diez por ciento, y todo el resto de la tropa es materia prima fresca. Si uno mira a esos distritos desde fuera, todo parece estar como antes. División número tal, la moral tal como debe ser, los comisarios en sus puestos, los comandantes presentes, el entrenamiento se lleva adelante, los uniformes mejor que nunca, la situación de la comida también es mejor: parece que se hubiera dado un paso adelante. No obstante, si escarban un poco, resulta ser que esto no es más que un viejo contorno que ha sido llenado con un elemento bastante nuevo, con nueva gente, jóvenes campesinos que son como ladrillos sin cocer; se les da un buen empujón con el hombro y todo se derrumba. La forma externa es buena, porque la herencia es buena: fue creada en la época precedente. Pero si somos negligentes en este periodo crítico, podría resultar que los viejos toneles —que, estoy seguro, no son malos toneles, al haber sido moldeados a partir de nuestra experiencia— se está vertiendo vino nuevo que podría llegar a demostrarse que no es vino en absoluto, sino agua3. De este modo, el peligro más inmediato es este, que si, en este periodo transicional, hay un éxodo demasiado rápido de los comunistas del ejército, si no se presta una atención suficiente al ejército en su conjunto, si no se lleva adelante ninguna agitación práctica y sistemática, entonces podemos llegar a quedarnos, bajo la envoltura externa del Ejército Rojo, nada más que con un espacio en blanco.

Hablo sobre esto no con el fin de asustarlos, sino para mostrarles el peligro que enfrentamos. Es un hecho indudable que la agitación ha decaído en grado extremo. Creo que esto se aplica en forma generalizada a las Secretarías Políticas Provinciales. Le pregunté al comandante de las tropas del Distrito Militar del Volga acerca de su trabajo y (permítanme decir esto sin ánimo de ofender) me contestó que las Secretarías Políticas Provinciales no llevan adelante ningún trabajo en el ejército y, en general, el ejército no ve para qué sirven. Puede ser que exagerara un poco pero, por lo general, yo creo que el partido y las Secretarías Políticas Provinciales no son lo suficientemente conscientes acerca de qué tan crítico es el periodo que el ejército está atravesando, y cuánto apoyo necesita. Los viejos métodos de agitación —aparecer por un cuartel, dar un discurso y eso es todo— no funcionan ahora, porque para el nuevo hombre del Ejército Rojo, un muchacho de 19 o 20 años que no combatió en la guerra, estas frases generales sobre el imperialismo que tenían algún significado para los hombres del Ejército Rojo de mayor edad le son completamente extrañas. Lo que se necesita aquí es una educación sistemática. El no siente la presencia del enemigo, y los argumentos abstractos –presentados, además, en un lenguaje muy tosco– surten poco efecto en él. En consecuencia, él necesita, antes que nada, que lo familiaricen con lo que existe en el mundo, empezando por Rumania, Polonia, y así sucesivamente. Es necesario crear, cueste lo que cueste, en lugar de la agitación estereotipada de barricada acerca del imperialismo en general, una serie de folletos explicativos sobre nuestros vecinos. En estos folletos hay que enseñarle al hombre del Ejército Rojo cómo es Rumania, por ejemplo, cuál es la situación del campesino en Rumania y en Polonia, y cosas por el estilo. Quizás estos folletos deberían ser elaborados sobre la base de dos niveles diferentes, con algunas publicaciones sustanciosas para los obreros politizados, los comisarios, y todo el resto, y otros, absolutamente simples, para el campesino raso. Debemos, por supuesto, ponernos a trabajar sin retraso, para que no nos suceda que la guerra comience cuando recién hemos comenzado a educar a nuestros hombres del Ejército Rojo.

Bajo el Zar, bajo el régimen zarista, la actitud del campesino hacia la guerra era elemental, con los sentimientos nacionales jugando un papel considerable. Ustedes recuerdan cómo el héroe de Uspensky, el viejo soldado Kudinych hablaba sobre cómo había combatido, diciendo: “Derrotamos a los circasianos, un pueblo bueno, los derrotamos por miles”. No podemos y no debemos construir al ejército sobre esas bases. Nuestro Kudinych debe saber contra quién está peleando y por qué, se le debe enseñar eso, y a los comandantes también. ¿Saben todos los comandantes de pelotón y de compañía lo que debieran saber? En absoluto. Es verdad que maldicen a Polonia, maldicen a Rumania, pero lo hacen como por inercia, inconscientemente, sin ninguna comprensión de la situación. Por todas estas razones necesitamos manuales adaptados para el Ejército Rojo. Y la creación de esos manuales es una tarea de educación política para los órganos de las Secretarías de Educación Política.

En el ejército activo el hombre del Ejército Rojo está, sobre todo, absorbido por la guerra, con el combate. Pero el hombre del Ejército Rojo que vive una época de respiro, por así decir, está principalmente preocupado con contemplar lo que está sucediendo a su alrededor en los cuarteles y los campamentos. El hombre del Ejército Rojo en tiempos de paz le presta más atención a los pequeños detalles. En la guerra, como dice el dicho francés, las cosas suceden “como en la guerra”. En la guerra, si el hombre del Ejército Rojo no tiene nada para comer, le roba algo al campesino, y si no hay que robar, bien, se va hambriento y se encoge de hombros, porque considera que no se puede hacer nada para arreglarlo; es la guerra. Pero en tiempos de paz es un asunto bastante diferente. En tiempos de paz exige que todo esté en orden en el cuartel, que los cuarteles tengan ventanas, que estas tengan colocado el vidrio, que los cuarteles tengan puertas y estufas. Es mucho más exigente, y está dispuesto a quejarse si algo no lo satisface; para no hablar de aquellos casos cuando toma conciencia de una mala actitud hacia él y sus necesidades. Por otra parte, las personas a su alrededor también son más exigentes, en tiempos de paz, en relación con el Ejército Rojo, de lo que eran en tiempos de guerra. En tiempos de guerra, si el hombre del Ejército Rojo rompe una puerta porque no tiene leña para su estufa, incluso el campesino cuya puerta ha sido destrozada contempla en forma tolerante lo que ha hecho el soldado, porque se da cuenta lo que significa la guerra.

De este modo, en tiempos de paz, vemos mayores exigencias hechas por el hombre del Ejército Rojo al Estado y, en sentido contrario, por el Estado al hombre del Ejército Rojo. En tiempos de paz, el hombre del Ejército Rojo exige más orden; que es precisamente, tenemos que confesarlo, lo que está faltando tanto en el ejército como en otras esferas. Aquí, también, necesitamos realizar un trabajo cuidadoso para educar al hombre del Ejército Rojo. Tenemos que dirigir su atención hacia aquellos pequeños detalles que forman parte de su vida.

Un rasgo distintivo de nuestro Partido Comunista como grupo es que fuimos educados en el pasado a través de la lucha revolucionaria. Enfrentábamos a un régimen que había sido moldeado en el curso de décadas, siglos y milenios. Este había creado una técnica y una cultura y había logrado cosas grandiosas en muchas esferas. Tuvimos que derrocar al antiguo amo con el fin de tomar el poder. Y en esa lucha, no nos preocupábamos si rompíamos un vidrio o prendíamos fuego a las casas. Era una lucha con la burguesía por el poder del Estado, una lucha que no podía tener el efecto de educarnos en poner atención a las minucias y los detalles. Por el contrario, nos burlábamos de tales minucias, y cuando los filisteos nos decían que la revolución estaba destruyendo la cultura, los empujábamos a un lado. Después que tomamos el poder vino la época de la guerra civil: cuando uno corta madera, vuelan las astillas. Y muchas astillas rusas volaron. Hay que reconocer que en algunos lugares sólo quedaron astillas.

Y ahora estamos empezando a construir, y tenemos que reeducar a las masas, en razón de que uno no puede construir con astillas. El trabajo requiere nuevos métodos. Una época de guerra, de guerra civil, no podía educar a la gente en que preste atención a las minucias y los detalles, aún así es precisamente la atención a los detalles y las minucias lo que constituye la condición necesaria para el progreso económico y cultural. Cuando uno recibe un informe de que en alguna división, o regimiento, o brigada, los caballos son bien cepillados, los mantienen limpios, y cosas por el estilo, entonces, aunque esto sea una cosa pequeña, lo pone contento a uno. Pero, en la mayoría de los casos, uno recibe informes de tipo diferente: los caballos están en malas condiciones, no los atienden, tienen malas herraduras, y cosas por el estilo. Hay que focalizar toda la atención en educar al Ejército Rojo. Mientras que en el periodo anterior este fue educado a través de un levantamiento revolucionario de masas, el peligro externo de los Blancos, hoy en día este proceso, que compactó al Ejército Rojo en conjunto único y unificado, está ausente. Está fuera de discusión que la masa de los campesinos no pueden comprender las bases de esta nueva educación teóricamente. La cohesión interna del Ejército Rojo sólo puede ser asegurada mediante una cuidadosa atención a las necesidades del hombre del Ejército Rojo, por un lado, y por el otro, enseñándole al hombre del Ejército Rojo a prestarle atención a todos los detalles de la vida económica del país. Esta es una tarea educativa muy grande que se nos presenta ahora y que debemos llevar adelante cueste lo que cueste. Es una tarea dura, porque significa una reeducación individual tanto de los obreros dirigentes como de las masas del Ejército Rojo en su conjunto.

La educación de los comandantes es de inmensa importancia. Podemos educarlos sólo si prestamos atención a sus necesidades materiales. Los comandantes están en una posición muy necesitada. Los intentos por mejorarla chocan con las objeciones de aquellos que consideran que los comandantes no deberían ser colocados en una posición privilegiada en relación con los hombres del Ejército Rojo. Les pido que presten atención en particular a este asunto. Es del todo incorrecto tratar la situación del comandante y la del hombre del Ejército Rojo como si fueran idénticas. El hombre del Ejército Rojo tiene que pasar sólo dos años en el ejército, y eso constituye su servicio militar al Estado. Pero para el comandante, el servicio militar no es el desempeño de una obligación temporaria, es su profesión. Tiene que permanecer en el ejército durante toda su vida (esto se aplica en especial a los rangos superiores) y mantener a su familia de lo que recibe en su capacidad de comandante. Aquí tenemos que comparar la situación del comandante y su familia no con la del hombre del Ejército Rojo sino con la de un obrero altamente capacitado, o la de un especialista. Si se producen abusos en este asunto, deben ser detenidos y castigados, pero esencialmente, nuestra actitud hacia la cuestión debe ser clara y precisa, y no debe hacer lugar a ninguna concesión a la demagogia barata que se encuentra en este respecto.

La masa de los hombres del Ejército Rojo siempre comprenderá cuando uno les diga francamente: “Si ustedes quieren tener un buen comandante, que no va a ser reemplazado cada tres meses, que trabajará sistemáticamente en su puesto, y que pueda garantizar que, en una situación de combate, no va a conducir a los hombres del Ejército Rojo a una masacre, será necesario brindarle a este especialista unas condiciones de existencia favorables”. De otra manera, no podremos reclutar comandantes. Esto se aplica tanto a los comandantes reclutados entre los obreros y los campesinos y a un gran número de los viejos comandantes, de quienes no nos vamos a deshacer porque nos son útiles.

Necesitamos prestar atención a los viejos comandantes, saber cómo acercarnos a ellos y ganarlos ideológicamente. Esto se puede hacer: poseemos cierto material propicio para este propósito. Nuestro periódicos han escrito acerca del libro Smena Vekh (Un cambio de marcas de ruta)4 que ha sido publicado en el exterior, en Praga, cuyos autores son ex Guardias Blancos (uno de ellos fue ministro en el gobierno de Kolchak, otro dirigía el departamento de agitación en el ejército de Kolchak, un tercero encabezaba el mismo departamento en el ejército de Denikin): Klyuchnikov, Potekhin, Bobrishchev-Pushkin. Son todos octubristas, cadetes de derecha y, quizás, antiguos miembros de las Centurias Negras, son todos patriotas recalcitrantes en el sentido reaccionario, noble-burgués, de la palabra. Y ahora, partiendo de consideraciones de patriotismo, han llegado a la conclusión de que la salvación de Rusia yace en el poder soviético, que en las condiciones históricas presentes, ningún poder más que el poder soviético es capaz de preservar la unidad y la independencia del pueblo ruso contra la agresión desde el exterior. Por supuesto, están en una posición infinitamente remota del comunismo; pero no es el comunismo al que se han acercado, sino al poder soviético, por la vía del patriotismo. Si ustedes leen este libro, podrán ver que sus autores no son una especie de criaturas mercenarias que quieren obtener dinero del poder soviético y que se están congraciando con él con ese objetivo en la mira. Han efectuado un cierto cambio ideológico dentro de ellos mismos, trabajando desde el punto de vista del patriotismo. Se han detenido a mitad de camino;pero a mitad del camino que los trae hacia nosotros. Algunos de ellos avanzarán todavía más por este camino, y este es el camino por el cual se nos están acercando los mejores elementos de entre los viejos comandantes.

Es necesario que haya al menos una copia de este libro Smena Vekh en cada provincia. Pienso que este libro no será el único. Lo que aparece aquí es un cambio en el pensamiento de la intelectualidad patriótica emigrada, lo cual se debe al hecho de que nos demos mantenidos en pie, que Rusia está ahora personificada en el poder soviético. Este es un obsequio espléndido para nosotros para reeducar a los comandantes de la vieja escuela, un obsequio que debemos ser capaces de utilizar en las localidades. Debemos poner manos a la obra, usando citas del libro, para explicarles a ellos, para mostrar cómo la gente que adoptó un punto de vista patriótico ha sentido, después de pasar por la ruinosa experiencia de la intervención y de sufrir la decepción que ha sido la suerte corrida por todos los elementos entre los emigrados, que el único gobierno capaz de asegurar el desarrollo económico y cultural del pueblo ruso es el poder soviético.

Este trabajo puede realizarse, en lo principal, en el seno del ejército. No me complazco con la ilusión de que las Secretarías de Educación Política Provinciales puedan hacerlo todo por sí mismas. Cada una de ellas tiene tareas generales en relación con la provincia en su conjunto: pero pueden ayudar mucho con esta tarea, incorporando a su trabajo elementos de estas ideas tomadas del libro Smena Vekh sobre el que estado hablando.

Quiero subrayar especialmente que el trabajo de reeducar a los comandantes del Ejército Rojo puede ser llevado adelante sólo en los cuarteles, en las unidades militares, y así sucesivamente. No hay que suponer que podemos hacer todo este trabajo de educación política del ejército, o de la mayor parte de él, mediante las Secretarías de Educación Política y sus órganos. Creamos el ejército a través de los Comisariados Militares Provinciales. Todo estaba en sus manos: entrenaban, educaban, agitaban, purgaban, formaban y también daban órdenes. El comisariado militar de provincia tenía el ejército en sus manos. Hoy, sin embargo, los métodos de trabajo de nuestros comisariados militares provinciales han cambiado completamente. Sus funciones han sido reducidas a llevar un registro y a la movilización. La administración real del ejército es llevada adelante a través de la jerarquía de mando: el alto mando, el distrito, la división, la brigada, el regimiento. La educación del ejército también se realiza a través de estos canales. La estructura previa del ejército, bajo la cual la dirección fue concentrada en los comisariados militares provinciales, como departamentos de los Comités Ejecutivos, tenía su justificación, por supuesto, y trajo buenos resultados, pero consideraciones de orden general en cuanto al estado y a lo militar no han obligado a hacer esta reforma. Esta es la razón por la cual, mientras el comisariado militar provincial no puede arrogarse el ejercicio de una autoridad administrativo-militar completa en el ejército dentro de los límites de una provincia, ni tampoco puede hacerlo la secretaría de educación política provincial, debido a su forma de organización, la cual no congenia con la organización del mando, concentrar en sus propias manos el trabajo de educar al ejército. Pero esto no significa que su papel se vea en consecuencia reducido. En primer lugar, las secretarías de educación política están todavía en condiciones de apoyar, tanto ideológica como materialmente, la agitación que se lleva a cabo en las unidades, y -algo que yo considero muy importante- tienen la responsabilidad de fomentar en las unidades una atmósfera que conduzca a la educación del ejército en un espíritu de ciudadanía socialista, y atrayendo a los obreros y los campesinos hacia este.

Mientras tanto, como he dicho, observamos una declinación en el trabajo político en el ejército. Esto se debe al hecho de que la transferencia de todas las funciones de manos del Directorio Político del Consejo de Guerra Revolucionario a manos de las Secretarías de Educación Política coincidió con la salida de los obreros politizados del ejército más en general, con la desmovilización del ejército, con el declive de atención que se le presta. Casi todas nuestras organizaciones tienen que ser probadas todavía. La principal tarea, aquella de unificar el trabajo de educación del ejército en una provincia con trabajo educativo generalizado, sólo puede ser llevado adelante por la Secretarías de Educación Política.

Para que este trabajo tenga éxito, debemos mantener el número de obreros politizados que están ahora sirviendo en el ejército al máximo. El reemplazo de obreros comunistas que se está produciendo ahora en todas las organizaciones, especialmente en aquellas de índole cultural y educativa, es fatal. No hace mucho tiempo leí en el Pravda un artículo excelente escrito por el camarada Skabeyev en el que habla de la fluidez endiablada del personal abocado a la educación política del ejército. Los jefes de sección, los secretarios y todo el resto –algunos son trasladados, otros movilizados, un tercer grupo es enviado a cumplir una misión, y un cuarto grupo queda librado a su propia suerte. Este estado de cosas conduce a las peores consecuencias, ya que –lo repito– limitarse a aparecer por un cuartel, hacer un discurso, y luego salir corriendo no constituye trabajo educativo. Uno tiene que llegar a conocer a los cuarteles desde adentro, adquirir experiencia en observar lo que sucede, en aprender qué decir y cuándo decirlo. Es por esta razón que debemos mantener a los obreros politizados en el ejército durante un periodo más largo, y porqué la Secretaría de Guerra, y yo en particular, van a ser muy duros en relación con aquellos casos en que un obrero politizado abandona [el ejército] para irse a otro trabajo.

El trabajo educativo debe estar estrechamente vinculado ahora con aumentar la cualificación del hombre del Ejército Rojo como soldado. Hay que aumentar su interés por toda suerte de cosas: en él tenemos que educar al ciudadano socialista y engendrar al soldado ambicioso. Todo esto exige el empleo de métodos muy complejos. Hoy recibí un informe proveniente de Kostroma, en el que se hace mención de un método de agitación muy interesante. [Lee]

Aquí tengo que interrumpir la lectura. Cuando hablaba acerca de crear un mínimo de condiciones humanas de existencia para los comandantes, me olvidé de decirles que esto puede ser logrado sólo si se presta atención a asegurar la cooperación de los órganos soviéticos. Hemos implementado varias reformas y hemos emitido autorizaciones a través del Consejo de Comisarios del Pueblo y el Consejo del Trabajo y la Defensa, pero estas reformas y autorizaciones han hallado expresión, principalmente, en términos de rublos soviéticos, lo que quiere decir que no han encontrado expresión alguna. Obviamente, para lograr una mejoría material necesitamos algo diferente: la cooperación de los órganos que sueldan el poder en las localidades es imperiosa. Hemos hecho un intento de adjuntar anexar ciertas divisiones a los soviets más grandes, de mayor influencia; así las Divisiones 51 y 56 han sido anexadas al Soviet de Moscú, y no se quejan de ello, porque como resultado de esto, reciben algo de parte del Soviet de Moscú, tanto material como espiritualmente.

Nosotros, en el Consejo de Guerra Revolucionario hemos llegado a la conclusión de que debemos estimular, a lo largo y a lo ancho del país, esta suerte de emulación entre los soviets y los Comités Ejecutivos de modo absoluto en lo tocante a la cuestión de hacer que las unidades militares estén ligadas a ellos. Por supuesto, no todos los soviets pueden hacerse cargo de dos divisiones. A un soviet de un uyezd le asignaremos media división, o una batería; a un soviet provincial le daremos una brigada; y a quienquiera que esté en condiciones, puede hacerse cargo de una división. Esta asignación se ha vuelto posible ahora, gracias a la disposición más estacionaria de las unidades, que en el periodo inmediato que tenemos por delante vivirán una vida más establecida. Entonces el soviet local estará en condiciones de hacer muchas cosas para compensar aquellas que el centro ha dejado inconclusas, y podrá mejorar tanto el nivel espiritual como las condiciones materiales de las unidades. Por ejemplo, en la región del Volga las necesidades de las unidades han sido satisfechas en sus tres cuartas partes, exclusivamente gracias a los órganos del soviet local y los del Partido, en razón de que el centro brindaba muy poco. Esto ha sido refrendado por el mismo comandante de las tropas de la región del Volga, quien se quejaba de la caída del trabajo educativo. Personalmente, yo creo que hay que hacer mucho más en ese ámbito. Dejemos que cada pueblo que es la sede del órgano de poder con mayor autoridad en un uyezd dado dé los pasos, mediante un acuerdo con el comandante de distrito, para asignarse algunas unidades del ejército para sí: esto beneficiará tanto a las unidades como al soviet local.

Ahora voy a continuar leyendo el informe sobre el nuevo método de agitación. “Aquí, la influencia agitativa y política en su forma más dramática fue combinada con maniobras, con el entrenamiento táctico y estratégico de los hombres del Ejército Rojo, lo cual tiene un efecto mucho más poderoso que cualquier discurso agitativo, y que puede ser efectuado con la participación de las organizaciones sindicales y partidarias locales”.

En este respecto voy a decir unas pocas palabras acerca de las maniobras que observé en la región de Kiev en la ribera derecha de Ucrania. Ahí se pudieron observar tanto los puntos fuertes como débiles del Ejército Rojo. Cuando Rumania se agitó, y parecía haber una amenaza desde Polonia, se decidió realizar maniobras en la región de Kiev en la ribera derecha en Ucrania. Las unidades en esa área eran muy buenas, y hubo un montón de cursos de entrenamiento, poseían la caballería, la moral era excelente. Cuando las dos fuerzas de trabaron en lucha entre sí, ambos bandos, que imaginaban que estaban al borde de la guerra con Rumania, fueron poseídos por un fervor bélico tan intenso que demostró ser casi imposible separarlos. Estas maniobras, en las que participaron fuerzas jóvenes casi exclusivamente, testimoniaron el gran aumento del espíritu militar y dieron muestra de una tremenda energía, ya que hubo que realizar colosales marchas, tanto de día como de noche. Por otra parte, sin embargo, se descubrió que éramos mucho más débiles en la cuestión de prestar atención a los detalles. Después de todo, no es suficiente con tener un plan genial: para ponerlo en práctica uno tiene que prestar atención a toda una serie de detalles, establecer comunicaciones, efectuar trabajo de reconocimiento, velar por la seguridad, y adaptar el plan a la situación local. Sin prestar atención a los detalles, el mejor de los planes se transforma a menudo en nada.

Les doy un ejemplo. Una unidad hizo uso de los carros de los habitantes locales, si bien esta práctica había sido prohibida. Cuando se les preguntó por qué se habían apoderado de los carros, la unidad respondió que no habían leído la orden que prohibía esto, porque se habían recibido dos órdenes al mismo tiempo, y una de ellas no había sido leída. Había dudas en este punto sobre si no habían querido ejecutar la orden, o en verdad no la había leído en razón de no prestar atención. ¿Pero qué utilidad tiene la mejor de las órdenes operativas si no se la lee a tiempo? Toda una operación puede llegar a colapsar si los administrativos cometen errores cuando copian la orden. Aún así, en todos los informes que recibimos había enormes errores de tipeo, y tales errores pueden decidir el resultado de una batalla. Si Napoleón hubiera sido asistido por subordinados descuidados, hubiera perdido la mitad de sus batallas.

En nuestro caso, esto es lo que sucede frecuentemente. Cuando una orden ha sido copiada, con o sin errores, es despachada a los cuarteles pertinentes; en motocicleta, por ejemplo. La motocicleta viaja dos kilómetros, se rompe, y no avanza más. Y en ese momento, cuando en la mente del comandante, la unidad en cuestión va marchando para enfrentarse al enemigo en el flanco/tomar al enemigo por su flanco, ésta en verdad ni siquiera sabe cuáles son sus planes. ¿Qué utilidad tiene una orden magnífica si no llega a su destino? Es obvio que cuando uno envía una orden es necesario brindar varias salvaguardas para asegurarse de que sea entregada sin falta, haciendo enviarla en un mensajero a caballo, en auto o por otro medio.

Eso es lo que se quiere decir con prestar atención a los detalles que hacen a los asuntos militares, eso es que lo se quiere decir con prestar atención a las reglamentaciones. Es una cosa notable en nuestro ejército, hay que reconocerlo, un soplo de esa tendencia que se expresa en la frase: “Para qué preocuparse, es pan comido”. Hay una actitud de desprecio hacia las reglamentaciones, aún así las reglamentaciones son una condensación de la experiencia militar: son un manual sobre cómo combatir, basado en las guerras pasadas. Mucha gente dice que las reglamentaciones son letra muerta que restringe la libertad revolucionaria. Eso es una tontería; uno no debe hablar así.

Las reglamentaciones son un ítem de lo más importante en el trabajo de educación política y es necesario combatir implacablemente ciertas opiniones que no pueden ser descriptas más que como superficialidades, esa actitud de decir: “Para qué preocuparse, es pan comido”, todos esos supuestos métodos revolucionarios que permiten burlarse de las órdenes, las reglamentaciones y cosas por el estilo. Estudiar las reglamentaciones es una parte tan fundamental del trabajo educativo como limpiar los botones, los uniformes, la munición y todo el resto. Y ahora los mejores guerreros, los guerreros comunistas, se han puesto a estudiar las reglamentaciones; están estudiando con ahínco las reglamentaciones, sobre la base de su experiencia de combate, y después de eso, se abocarán a sacar a luz las deficiencias.

Quiero decir unas pocas palabras sobre la marina. La armada está en una situación difícil. Para empezar, estuvo paralizada debido al dominio británico sobre los mares. Fue reducida al mínimo, y después se auto liquidó a través del motín de Kronstadt. Hemos notado cómo la palabra “Kronstadt” ha dejado de representar, en la literatura, en la prensa y en los periódicos, la fortaleza y el lugar donde nació el poder soviético, sino que ahora es usada como sinónimo de elementos contrarrevolucionarios o lucha pequeñoburguesa. Los marineros de Kronstadt leen esto todos los días. No se lo hace, por supuesto, por mala voluntad, pero por otro lado, no puede servir para elevar la moral. La fortaleza de Kronstadt es el bastión de los marineros, y al mismo tiempo, la bandera de revuelta contra el poder soviético. Esto, por supuesto, es un impedimento para reordenar a la armada: pero yo creo que, no obstante, no tenemos razón alguna para abandonar la idea de rehabilitarla.

Hablé acerca del camino que está tomando la historia en el período venidero. En este periodo debemos prepararnos para ver una feroz lucha entre la clase obrera y la burguesía no sólo en Rusia sino en todo el mundo. Y es muy difícil decir si este combate quedará confinado a las fuerzas de tierra nada más. No podemos emprender la creación de una armada para acciones ofensivas. No podemos derrotar al imperialismo británico en los mares, los océanos (lo derrotaremos en el continente asiático), sino que debemos más bien pensar en defender nuestras costas. Nuestra armada, en consecuencia, debe tener un carácter defensivo. Pero eso no basta. Debemos poseer el núcleo de una armada compuesta de los mejores marineros. Y, en este ámbito, la capacidad juega un rol mucho mayor que en el ejército. Es incomparablemente mucho más difícil obtener un buen marinero que obtener un buen soldado de infantería, artillero o soldado de caballería. Lo que un marinero debe saber es harto complicado. Esa es la razón por la cual necesitamos mantener el núcleo de una armada, la que más tarde estará en condiciones de expandirse. Aquellos órganos de las Secretarías de Educación Política Principales que tienen contacto local con la armada deben prestar una atención muy seria a esto.

Para concluir, voy a decir un par de cosas acerca de las perspectivas de desarrollo de nuestro ejército. Nuestro programa5 habla de la intención de crear un ejército de tipo milicia, esto es, un ejército que mantiene listos para el combate sólo a sus cuadros, y entrena a cuerpo cambiante de hombres sin arrancarlos de sus trabajos, de modo tal que, si hubiera necesidad, pueden ser incorporados dentro del marco provisto por los cuadros y arrojados contra el enemigo. ¿De qué depende el ritmo de nuestra transición al ejército tipo milicia? Depende de muchos factores, el más importante de los cuales es la relación mutua entre la clase obrera y el campesinado y el estado de las fuerzas productivas; el transporte en particular. Con el fin de transformar al ejército en una milicia tenemos que estar en condiciones, después de que el elemento variable ha sido movilizado, de arrojar parte de él rápidamente contra el enemigo. Si el transporte está en mal estado, tendremos que mantener más unidades bajo bandera de las que serían necesarias si lo contrario fuera cierto.

Nuestro ejército, como el estado en su conjunto, es dirigido en forma organizada por la clase obrera y el campesinado. Las bases sociales para la milicia existen allí donde no hay ninguna fricción entre la clase obrera y el campesinado. En tanto que el campesinado, por ciertas razones económicas, ha sido, especialmente en el periodo reciente, terreno fértil para la agitación antisoviética, y esto no sólo entre los elementos superiores sino también en las capas medias, en esa medida organizar al ejército como una milicia habría sido políticamente peligroso, y hemos tenido que mantenerlo en pie como un ejército de campo, sometido a la estrecha influencia de nuestro partido y a la de los obreros avanzados. En consecuencia, la rapidez con la que pasemos a un ejército tipo milicia, la rapidez con que continuemos recortando el tamaño del ejército, reduciéndolo a sus cuadros, estará determinado por nuestros logros económicos. Si, antes de que la burguesía cae, lográbamos revivir nuestro sistema de transporte, y si, por el otro lado, el proceso de resurgir de la agricultura, que ha comenzado indudablemente, continúa su marcha, a pesar de los horrores de la hambruna del Volga, y si las relaciones mutuas entre la clase obrera y el campesinado se vuelven más armónicas, más correctas; entonces se crearán las condiciones para reducir al ejército todavía más sin reducir la capacidad defensiva del país. Hasta entonces, sin embargo, mientras todavía estamos en nuestra difícil situación económica actual, podemos implementar la reducción del ejército sólo hasta un cierto punto.

Un ejército, que es una organización artificial, creada no por la naturaleza sino a través de un trabajo de formación prolongado, de renovada formación y así sucesivamente, es creado gradualmente y tiene que ser constantemente apoyado. Si el Partido y el poder soviético no lo vigilan, el ejército podría desintegrarse más rápidamente de lo que fue construido. Pero, más allá de todo el carácter artificioso de los métodos de su organización militarista, un ejército refleja enteramente al país, a la sociedad, al pueblo del cual ha surgido, con todos sus puntos fuertes y débiles. El ejército se ha visto obligado a devorar una porción demasiado grande de nuestra renta nacional, porque nuestra renta nacional es demasiado pequeña, y no podemos permitirnos el lujo de tener un pequeño ejército compuesto de cuadros. Este es un lujo que nos permitiremos cuando seamos más ricos. La idea, vista desde fuera, podría parecer paradójica, contradictoria, pero en realidad contiene una verdad muy real. Por su estructura nuestro ejército refleja el medio que lo rodea, con esta diferencia (como escuché que planteaba uno de los informantes [rapporteurs] que me precedió), que en virtud de su mismo carácter artificial este ofrece condiciones favorables para ejercer influencia ideológica sobre el joven campesino de 19 o 20 años, al separarlo de las condiciones de vida campesina. Si lo llegáramos a sacar de esas condiciones entre las edades de 10 y 15, esto significaría desclasarlo y desmoralizarlo, pero al poner al campesino en estrecho contacto con obreros comunistas por dos años-y ahora estamos cambiando a un periodo de servicio de dos años- creamos un marco de los más favorable para ejercer una influencia comunista.

Y esta es la razón por la cual el Departamento de Guerra va a insistir con que el servicio militar sea realmente universal. Vamos a convocar a las clases 1900 y 1901. Los cuarteles deben transformarse en una escuela genuina para las jóvenes generaciones, no sólo de entrenamiento militar sino también de educación y entrenamiento político. Las excepciones hay que mantenerlas por lo tanto al mínimo, incluso en el caso de aquellos que están estudiando o por estudiar en instituciones de educación superior. Si están todavía en los primeros años de sus estudios, con un largo camino por recorrer todavía; dejemos que sean tan buenos como para que entren al Ejército Rojo durante un par de años. Debemos asegurarnos que el servicio en el Ejército Rojo no sea considerado una imposición. Esto se puede lograr mejorando los cuarteles mismos, limpiando la atmósfera dentro de ellos, y asegurándose de que los jóvenes más educados, más avanzados no disfruten de ningún privilegio. Y en este aspecto, vuestra ayuda con la convocatoria de las clases 1900-1901 será absolutamente necesaria para nosotros.

Una vez más estamos atravesando un periodo crítico en lo que concierne al ejército. Desde un punto de vista política general atravesamos un periodo crítico en febrero y marzo de este año, durante las revueltas en Kronstadt y en la provincia de Tambov6 y el cambio de nuestra legislación. Ahora puede decirse que el periodo más crítico, más peligroso, desde el punto de vista político general, lo hemos dejado atrás. Pero el ejército es una copia de la sociedad, y los peligros del viraje se van a ver reflejados en el ejército, con un cierto retraso. Recién ahora estamos atravesando el período crítico para el ejército. La moral prevaleciente en el ejército es buena, y es posible consolidar esta moral, pero eso no sucederá por sí mismo. Si el proceso que ha estado desenvolviéndose durante algunos meses continúa –el drenaje de fuerzas del ejército y la caída de la atención que se presta al ejército- entonces el ejército podría desintegrarse, ya que un ejército no es una sumatoria de individuos, no consiste de establecimientos, no es un cierto número de pistolas, de ametralladoras y de bayonetas, es un vínculo ideológico, moral entre hombres vivientes. Este vínculo militar específico, particular es creado mediante la experiencia, mediante el combate, mediante sacrificios y pruebas, mediante la educación y el ejemplo, y así sucesivamente, sin cesar. Este es un capital acumulado. Acumularlo es diez, cien veces más duro que despilfarrarlo. Les pido que nos ayuden en nuestro trabajo de preservar el capital ideológico de nuestro Ejército Rojo.

1. Lev M. Aronshtam era por esta época el jefe de la sección militar de la Secretaría Central de Educación Política; más tarde tuvo otros altos cargos en el Ejército Rojo. Fue arrestado en 1937 y murió en prisión: fue rehabilitado póstumamente.
2. El informe sobre la NEP de Lenin ante este Congreso se encuentra en el tomo 44 de las Obras Completas (Editorial Progreso, Moscú, pp. 162-182) bajo el título “La Nueva Política Económica y las tareas de los Comités de Instrucción Política”.
3. Una referencia a la frase bíblica “Ni tampoco pongan los hombres vino nuevo en viejas botellas [esto es, los toneles]: las botellas se romperán, y el vino se escurrirá”, (Mateos 9:17).
4. Lenin también realizó una mención a este libro en el XI Congreso del Partido Comunista ruso. Se encuentra en el tomo 45 de las Obras Completas (Editorial Progreso, Moscú, 1987) en el “Informe político del Comité Central del PC (b) de Rusia (27 de marzo de 1922)”.
5. La referencia aquí es evidentemente a la resolución “Sobre la cuestión militar” del VIII Congreso del Partido: ver Resoluciones y decisiones del PCUS, volumen 2, editado por R. Gregor, University of Toronto Press, 1974, pp. 23-83. Para las discusiones que tuvieron lugar en el año 1921 sobre la transformación del ejército en una milicia, ver John Erickson, The Soviet High Command, capítulo 5.
6. La revuelta de Tambov fue uno de los intentos realizados por eseristas y los grupos cadetes para subvertir el poder soviético desde adentro. El movimiento de bandidos en el área de Tambov estaba encabezado por un miembro del partido eserista llamado Antonov, quien en 1918 había sido el jefe de la milicia del uyezd de Kirsanovsk. Este movimiento comenzó en agosto de 1920, con los bandidos operando en varios grupos de 150-200 hombres cada uno. Se levantaron planteando las consignas de Asamblea Constituyente, la formación de un sindicato del campesinado trabajador, el exterminio de los comunistas, y cosas por el estilo. Hasta finales de 1920 el poder soviético fue completamente barrido en los tres uyezds del sur de la provincia de Tambov, y sindicatos del campesinado trabajador fueron organizados en todas partes. A comienzos de 1921 las bandas de forajidos se habían vuelto tan fuertes (por entonces llegaban a 25.000 hombres) que estuvieron en condiciones de atacar grandes aldeas (Razskazovo, etc) con impunidad, saquear las granjas estatales y destruir los medios de transporte y de comunicación, mientras que nuestras unidades pobremente organizadas no pudieron librar un combate activo contra ellas. Sólo a partir de abril de 1921 en adelante pudo el gobierno soviético y el Comando Supremo dedicar una atención suficiente al combate contra el bandidaje en la región de Tambov. Un enérgico trabajo político, el establecimiento de comités revolucionarios, y la lucha por dividir al campesinado fueron combinados con resueltas medidas para eliminar a las fuerzas de forajidos. A mediados de junio se propinó un golpe decisivo a Antonov, y el campesinado que había sido movilizado por los bandidos comenzó a pasarse de nuestro lado. A fines de 1921, el bandidaje había sido eliminado.



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