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Escritos de León Trotsky (1929-1940)

Al camarada Sneevliet sobre la Conferencia de la IAG

Al camarada Sneevliet sobre la Conferencia de la IAG

Al camarada Sneevliet sobre la Conferencia de la IAG[1]

 

 

26 de febrero de 1935

 

 

 

Estimado amigo:[2]

 

Recibí su carta del 21 de febrero sobre la conferen­cia del Buró de Amsterdam. También recibí un informe bastante extenso sobre el mismo tema del camarada polaco V., que concurrió a la conferencia como obser­vador. Además, tengo un ejemplar de Emancipación, el periódico de Doriot, que publica un articulo y la primera parte de un informe sobre la conferencia. Aunque esta información puede ser insuficiente (todavía no me llegaron completos los textos de las resolu­ciones adoptadas), me apresuro a enviarle una evalua­ción provisoria de los resultados de esta conferencia.

1. El Partido Laborista Noruego (NAP) no estuvo representado, o sea que por iniciativa propia provocó la ruptura en el preciso momento que ellos eligieron. El NAP fue el único verdadero partido de masas dentro de la IAG. Siempre se explicó y excusó el carácter informe de la IAG especialmente por la necesidad de adaptarse al “gran” partido noruego. Ahora Tranmael siente que ha llegado su hora y le dice al querido Schwab[3]: el moro ya cumplió con su misión, el moro queda despedido. Una lección invalorable para todos los que consideran que los acuerdos sin principios cons­tituyen el arte superior de la política.

2. Al mismo tiempo, Schwab rompió con nosotros de manera muy hostil, precisamente a causa de su incli­nación hacia el gran partido noruego. Ahora perdió por la derecha al único verdadero partido de masas y por la izquierda rompió toda relación con la ICL, la única organización que representa cierto capital ideológico en medio del actual caos del movimiento obrero. Y no le irá mejor en el futuro, pues nuestra época es despiada­da con las organizaciones que se apoyan en algo tan débil como una serie de fórmulas inocuas.

3. La posición del partido sueco[4] no parece dife­renciarse en nada de la del NAP. Los suecos se arras­tran detrás de Tranmael en su curso a la derecha, y aunque todavía necesitan de las banderas de la IAG no será por mucho tiempo.

4. No puedo considerar un avance el hecho de que el ILP haya roto “definitivamente” con la Segunda Internacional mientras continúa sus estériles intrigas con la Tercera; es sólo otra forma de la misma confu­sión. Hubiera sido un verdadero paso adelante, eso sí, que Fenner Brockway[5] se hubiera declarado a favor de la Cuarta Internacional y luego vuelto al Partido Laborista.

5. En 1874 Engels le escribió a Sorge[6] sobre una conferencia anarquista-proudhonista,[7] “La falta de discusión ocultaba un desacuerdo general sobre todo lo fundamental; sólo se dieron y escucharon informes” Esta espléndida descripción le calza como un guante a la conferencia de la IAG. Solo que en nuestra época estas “comunidades” duran todavía menos que hace sesenta años.

6. Es muy alentador que Schmidt[8] y usted ha­yan adoptado una posición tan firme en favor de la Cuarta Internacional. Pero eso no fue lo que conformó el carácter de la conferencia. Muy por el contrario. En el primer articulo que recibí sobre la conferencia, Do­riot concluye, luego de una andanada de inocuas y difu­sas observaciones, con una única, concreta y precisa afirmación: “No hemos formado una nueva internacio­nal. Esta idea trotskista fue formalmente rechazada por la conferencia.” No caben dudas de que todos los de­más participantes dieron informes similares: frases ge­nerales sobre el resurgimiento, la unidad, la lucha con­tra la guerra, etcétera, y un solo hecho preciso; el rechazo a la Cuarta Internacional y a los trotskistas. Este resultado “concreto” consuela en cierta medida a esta gente de la falta de cualquier otro resultado. Les pro­porciona una especie de satisfacción moral. Si usted relee la carta que le envié hace un mes y medio o dos en­contrará en ella una modesta profecía: los señores se la­varán las manos respecto a la Cuarta Internacional y en ello radicará el contenido “positivo” de la conferencia.

7. En el editorial de Doriot casi se puede palpar el efecto devastador de la confusión reinante en el SAP. Se las arregla para hablar de la total bancarrota de la Segunda y la Tercera Internacional y, en el mismo tono y a la vez, “condenar formalmente” la idea de la Cuarta. Eso forma parte de la tradición de la escuela de Walcher. La Cuarta Internacional surgirá en el “proce­so", pero Walcher y sus conferencias parecen no tener nada que ver con el “proceso”. Tal vez Walcher sea de la opinión de que será mejor para el proceso que él no interfiera en los asuntos de la Cuarta Internacional. Cada vez me convenzo más de que después de todo esa presunción puede no estar equivocada. Toda la historia de la lucha entre mencheviques y bolcheviques está signada por esa palabrita “proceso”. Lenin siempre formulaba tareas y proponía los métodos adecuados para cumplirlas. Los mencheviques estaban de acuerdo con los “objetivos” a largo plazo, pero le dejaban su realización al proceso histórico. No hay nada nuevo bajo el sol.

Como ya le dije; todavía no me llegaron las resolu­ciones del SAP, pero conozco la música y también al director de la banda. La misión histórica del SAP con­siste en evitarles un dolor de estómago a los peores confusionistas y centristas.

8. Se hizo un intento de maniobra con la izquierda de la Segunda Internacional. Pero fue en vano. Y aun­que hubieran tenido éxito en este terreno, no habría durado mucho. Bajo la presión de los grandes aconteci­mientos y peligros, los elementos centristas que se echan a andar buscan un poderoso apoyo material o claridad ideológica. Algunos, en su mayoría escépticos y cínicos, pretenden encontrar el camino a Moscú. Otros, el camino hacia nosotros. Las banderas del SAP en ninguna circunstancia podrán atraer durante un lapso prolongado a ninguna organización de masas o tendencia seria.

Si hubiéramos desarrollado paciente y sistemáticamente la Declaración de los Cuatro acordada hace un año y medio, elaborado documentos comunes de propa­ganda, hecho contactos alrededor de las banderas de la Cuarta Internacional, habríamos causado una impre­sión considerablemente más profunda a la Juventud Socialista española, al Schutzbund austríaco, etcétera. La traición del SAP sirvió únicamente a la burocracia stalinista. A nosotros nos trajo considerables dificulta­des, pero no pudo cambiar nuestra orientación.

9. Se creó un comité contra la guerra, para el que se ganó a la izquierda belga. Pero, según me informó el camarada V., la izquierda belga sostiene una posición puramente pacifista: “contra todas las guerras”, “ninguna diferencia entre la URSS y los estados capi­talistas en la guerra”, etcétera. En una palabra, tonte­ría sentimental-reaccionaria y filistea que, parece, no fue rechazada por la conferencia. ¿Y cómo podían ha­cerlo?. Tenían suficiente trabajo con condenar a la Cuar­ta Internacional. Y además, si los filisteos pacifistas se hubieran visto frente a una posición clara, este maravi­lloso comité contra la guerra nunca se habría formado. En el caso de que estalle la guerra, cinco simples obreros que apoyen seriamente los principios políticos leni­nistas serán cien veces más importantes que este tipo de comités, que volarán con las primeras brisas bélicas como un castillo de naipes.

De todos modos, los del SAP trataron de consolara la conferencia, o mejor dicho de consolarse a sí mismos: las consignas oportunistas a menudo llevan a acciones revolucionarias. Son realmente generosos con estas migajas de su sabiduría brandleriana. Por el mo­mento, Walcher tendrá que contentarse con las consig­nas oportunistas; el “proceso” se ocupará, en lugar de él, de las “acciones revolucionarias”.

10. La moraleja de esta historia la dio Trotsky, bastante correctamente en mi opinión, cuando aconse­jó a los participantes: en vez de invitarnos a su “comu­nidad de trabajo” ustedes tendrían que volver a la Segunda y a la Tercera Internacional y preparar la uni­ficación desde adentro. Esa por lo menos es una idea política; si a ustedes les faltan los deseos o el coraje para formar una nueva internacional vuelvan a las vie­jas y refórmenlas o unifíquenlas.

11. Recién recibí la resolución del SAP sobre la Cuarta Internacional. Este entripado tiene exactamente el aspecto que debía tener. Hay mucha charla sobre la echec (“derrota”) de las dos Internacionales, y luego se le deja a San Nicolás la tarea de construir una nueva, Dios sabrá sobre qué fundamentos. Se ven obligados por la propia situación (y en alguna medida también por nosotros) a decir “algo” sobre este delicado asunto, pero se esmeran especialmente en que lo que dicen no plantee obligación alguna a ninguna tendencia.

Al mismo tiempo recibí también la declaración de Brockway, Kilbom y Kruk,[9] que afirma que la orien­tación hacia una Cuarta Internacional implicaría la ruptura del comité. Con esto queda definitivamente establecida la fisonomía de la conferencia.

12. Lo más importante en todo organismo político es la tendencia de su desarrollo. Si consideramos el periodo que va desde agosto de, 1933 a febrero de 1935, no podemos afirmar, pese a los grandes acontecimien­tos que se sucedieron, que se haya hecho ningún progreso, ni cuantitativo ni cualitativo. En lo que hace al NAP, algunos esperaban influir sobre su dirección, otros crear en su seno un ala izquierda, o por lo menos lograr la adhesión del Mot Dag;[10] no sucedió nada por el estilo. Debido a las relaciones con Tranmael se evitó la crítica y en realidad se ayudó a éste a frenar a la oposición. Las mínimas ventajas que se puedan haber logrado quedaron contrarrestadas por la ruptura del NAP. Ideológicamente persiste la misma confusión, pero con el transcurso del tiempo se ha hecho mucho peor y más peligrosa.

¿Sobre qué base podemos albergar la menor espe­ranza de que las cosas mejoren en el futuro? Unas cuantas docenas de personas se reúnen una vez cada año y medio. Todos ellos completaron su educación política hace tiempo y sólo necesitan a la IAG como válvula de seguridad contra sus propias izquierdas. El eje de su crítica y especialmente de su odio se dirige contra la izquierda, contra nosotros. No hay resoluciones obliga­torias; no hay organismos donde discutir. Las reuniones y el boletín -como dijo Engels- no sirven más que para dar informes y escucharlos. Sus miembros sólo charlatanean a la manera de Doriot (no la Cuarta Inter­nacional sino la unidad de toda la clase obrera). Una comunidad de intereses muy decepcionante, sin con­tenido, sin perspectivas, sin futuro.

Ahora llego a las conclusiones prácticas. Usted me escribió, querido amigo, que por consideración a la inminente unificación con el OSP no puede publicar la crítica al proyecto de resolución del SAP[11] en el órgano del RSP.[12] La fusión de las dos organizaciones holan­desas es tan importante que por mi parte estoy dispuesto a pagar por ella un precio considerable. Por lo tanto le ruego que no considere lo siguiente como un reproche sino como el análisis de un síntoma notorio.

El SAP es la organización dirigente de la IAG, no porque tenga ideas sino, por el contrario, porque le es útil a los heterogéneos grupos que desprecian las ideas. Y es muy fácil para el SAP porque estos señores no dan un rábano por las ideas. Nos odian precisamente por­que nosotros somos muy estrictos en lo que a ellas res­pecta. Cuando nuestra entrada a la SFI0 este odio se expresó de la manera más repelente: ayer se abrazaban con Kadt contra los “sectarios”; hoy se alinean con el histérico sectario Bauer en contra de nosotros.

Esta gente no se avergüenza de criticarnos de la manera más severa antes y después de la conferencia. En esta situación el RSP de Holanda se siente obligado a abstenerse de antemano de criticar un proyecto de resolución, y eso antes de su fusión con el OSP. Realmente, este pequeño hecho aclara brillantemente todo el problema de la IAG. Vemos repetirse aquí una regla que se cumplió cientos de veces en el pasado a escala mucho más amplia; los centristas, incluso los de iz­quierda, siempre respetan a los oportunistas y se sienten adulados y estimulados cuando se ganan sus sonrisas. Al mismo tiempo, se enojan terriblemente cuando los mal educados “sectarios” (o sea marxistas) arruinan con sus inadecuadas críticas el placer que obtienen de las sonrisas de sus amigos de derecha. Cuando el centrista urde sus grandes combinaciones siempre inclina la cabeza a la derecha y murmura hacía la izquierda: ¡cállense! Esta es la presión que debe ha­ber sentido el RSP cuando, en una especie de pago ade­lantado, se abstuvo de publicar una crítica bastante reservada, principista y objetiva. ¿No es sintomático?

El plebiscito del Saar[13] fue una notable confirmación de nuestro análisis sobre la Segunda y la Tercera Inter­nacional. No se podía pedir mejor laboratorio experi­mental para probar nuestra nueva orientación. Y en Francia las cosas no son diferentes. El proletariado francés únicamente podrá lograr la victoria a pesar de los dos partidos oficiales. Sin embargo, si fracasa ente­rrará para siempre a los stalinistas y a los socialistas. Es sobre estos hechos históricos fundamentales que de­bemos apoyarnos si deseamos templarnos para el lar­go camino que nos aguarda. Para sacar las conclusiones más importantes de la cuestión del Saar tenemos que denunciar implacablemente ante los trabajadores la confusión de un Walcher, un Doriot, etcétera.

Ya que esta gente, justamente porque copia nues­tros gestos con el objetivo de volverse eventualmente en contra de nosotros, constituye el peligro más inme­diato en el camino hacia la Cuarta Internacional. Realmente me parece un crimen comprar el derecho a una ilusoria comunidad de ideas con ellos al precio de renunciar, o incluso de moderar, nuestra crítica en su contra. (Nota: e incidentalmente tendrá que admitir que la entrada a la SFI0 de nuestra sección francesa no tuvo nada que ver con esa abstención de la crítica. Por el contrario, nunca nuestros amigos franceses criticaron tan áspera, concreta y efectivamente a los oportunistas como lo hacen ahora. Porque una cosa son las combina­ciones con los dirigentes centristas hechas a espaldas de las masas y otra muy diferente el trabajo en una or­ganización de masas en contra de la dirección cen­trista.)

Lo repito, la fusión de los dos partidos holandeses es tan importante que estamos dispuestos incluso a pagar de más por ella. Pero con una condición: la ICL debe mantener su completa libertad de movimiento y crítica respecto al Buró de Amsterdam. En cuanto a cambiar nuestra actitud hacia la IAG después de la con­ferencia de París, yo por mi parte lo considero imposi­ble. ¿Tendremos que cambiar de idea en el futuro? El futuro mismo nos lo dirá.

Pero, ¿qué hacer ahora? El nuevo Partido de los Trabajadores de EE.UU. dio un paso modesto pero im­portante en la dirección correcta[14]. En sus estatutos leemos:

“El partido, en el momento de su fundación, no esta afiliado a ningún otro grupo, partido u organiza­ción de Estados Unidos ni de ninguna otra parte. Su Comité Nacional está facultado para establecer relaciones fraternales con grupos y partidos de otros países y, si sostienen el mismo programa básico que nosotros, para cooperar con ellos en la elaboración de un progra­ma internacional y en establecer lo más rápido posible la nueva internacional revolucionaria. Cualquier fusión organizativa tiene que ser sometida a la Conven­ción Nacional del partido." (Artículo III, “Afiliación internacional", página 26.)

Desearía que usted y el camarada Schmidt presten atención a este parágrafo especialmente importante. Aquí no se trata de fraternizar confusamente con Fulano, Mengano o Zutano en base a un programa ambiguo y lavado, por la sola razón de que no pertenecen a la Segunda ni a la Tercera Internacional. En absoluto; los norteamericanos dicen: queremos entablar sólidas relaciones solamente con organizaciones que sostengan el mismo programa básico que nosotros, para crear juntos la nueva internacional revolucionaria. Por lo tanto la primera obligación del partido holandés uni­ficado será proponerle al partido norteamericano uni­ficado llevar adelante una acción conjunta sistemática orientada hacia la formación de la Cuarta Internacional. Se podría partir de la vieja Declaración de los Cua­tro, revisada, corregida y ampliada. Entonces podrían volverse por ultima vez al SAP, junto con el Secretariado Internacional bolchevique leninista: ¿quieren o no participar en nuestro trabajo preparatorio, que no implica hacer nada por decreto?

Si se me informó correctamente, el camarada Schmidt, abierta y lealmente, se reservó el derecho de luchar por la Cuarta Internacional. Si después de esto creamos una comisión preparatoria de un programa que plantee sus serias y bien fundamentadas posiciones sobre los problemas más importantes del movimiento internacional, esta comisión, sin arrogarse ningún derecho administrativo, será un polo de atracción mucho mayor que la IAG. En ningún momento se plantea un ultimátum: con nosotros o con Amsterdam. Si lo considera necesario, el partido holandés puede se­guir en la IAG y al mismo tiempo encarar con nosotros ese trabajo preparatorio. Luego la experiencia tendrá algo que enseñarle a una de las dos partes.

Por medio de esta carta comunico esta propuesta práctica a todos los miembros del plenario.[15] Pero la decisión concreta queda en manos del partido holandés unificado.

Posdata: Pese a la extensión de esta carta me parece que respecto al SAP no es tan completa como debía serlo, tanto teórica como fácticamente. Por lo tanto agrego dos puntos importantes:

1. Le pedí al camarada Adolphe[16] que prepare un informe completo para nuestras secciones sobre la Declaración de los Cuatro basado en documentos auténticos, es decir un informe de nuestros intentos de colaborar con el SAP. Incluso a los que ahora están al margen de la cuestión les quedará absolutamente claro que los representantes del SAP nunca tuvieron ocasión de manifestarse -y mucho menos de votar- contra el deseo que se nos atribuye de proclamar la Cuarta Internacional de un golpe. Las diferencias se limitaban a la cuestión de si había que criticar a Tran­mael y Cía. o tolerarlos y cortejarlos.

Ni tampoco planteamos esta cuestión como un ultimátum. Siempre dijimos: ésta es nuestra opinión; ustedes sigan adelante y hagan su experiencia con Tranmael; sin embargo, nos reservamos el derecho de criticar a Tranmael y también sus experiencias con él. Nuestras criticas siempre fueron de tono prudente y amistoso. En lo que se refiere a las resoluciones sobre la Cuarta Internacional, siempre se adoptaron por una­nimidad. Por insistencia nuestra siempre se hizo una cuestión de principios de la unanimidad en las resolu­ciones.

Pero Walcher y los demás se asustaban de su propio coraje después de que se adoptaba una resolución. Luego de dar un paso adelante, siempre daban dos pasos atrás. Al hacerlo se negaban a discutir o a dar siquiera una explicación por escrito. Simplemente no contestaban las cartas y en conversaciones semipriva­das repetían ofendidos que queríamos improvisar la Cuarta Internacional. La razón real era y sigue siendo que no se atreven a encarar tan tremendo objetivo. Después de cada contacto con nosotros su impresión era: “Pero esta gente se toma el asunto demasiado seriamente; eso no andará nunca.”

2. Su explosión de odio en contra nuestra en oca­sión de la crisis en la sección alemana sorprendió a muchos. ¿Cuál era la causa de esta desagradable male­volencia? ¿Por qué la alianza con Bauer? Estos senti­mientos deben de haberse acumulado durante mucho tiempo en sus corazones centristas antes de aparecer publicados en las columnas de Die Neue Front.

Walcher y sus satélites vienen de la escuela de Brandler. En 1923, junto con Brandler-Thalheimer, resbalaron por encima de la situación revolucionaria. No pudieron reunir el coraje necesario pera la acción. Igual que ahora con la Cuarta Internacional, en aquel entonces, en el momento de la Revolución Alemana, pretendían que el “proceso” histórico los liberara de la obligación de tomar grandes decisiones y de tener que asumir la responsabilidad por ellas. Esa es la esen­cia misma del centrismo de izquierda, cuyo prototipo más importante fue el ruso Martov.[17] En perspectiva estaba dispuesto a aceptar las más audaces resolu­ciones. Pero cuando se trataba de dar aunque sea un modesto paso en la dirección señalada por los principios y de involucrarse en su realización práctica, siempre se hacia a un lado. Estoy seguro de que las explicaciones que se inventaba para justificar sus retiradas eran mucho más eruditas que las de Walcher y sus con­sortes.

Durante la Revolución China, los brandleristas -Walcher incluido- apoyaron en contra de nosotros la criminal política de Stalin.[18] En lo que hace a la historia del Comité Anglo-Ruso, Walcher y los suyos todavía no comprenden qué criminal fue la política de Stalin ­Tomski,[19] que a último momento acudió en auxi­lio del Consejo General [Británico], en una situación sumamente critica. Más aun; la actitud del SAP en la IAG no es más que una edición atenuada de la misma política. También en la cuestión rusa Walcher marchó junto a Brandler hasta 1930, si no me equivoco. Todo esto no puede ser casual. En 1933 hicimos un intento honesto y franco de sacar a esta gente del marasmo centrista. Pero toda su manera de actuar demuestra que no pueden vivir y respirar fuera de ese marasmo. Con esto no quiero decir que todos sus afiliados e incluso su dirección estén perdidos para siempre. A veces el tan meneado “proceso” golpea hasta las cabezas más duras. Pero no queremos seguir hacia los dirigentes del SAP la misma política pasiva que ellos aplican con sus amigos de la derecha. Tenemos que actuar en la dirección de la Cuarta Internacional y, con los hechos consumados, poner al SAP frente a la alternativa: con nosotros o contra nosotros. Esa es la única política correcta.

 

Crux [León Trotsky]



[1] Al camarada Sneevliet sobre la conferencia de la IAG. International Information Bulletin. Partido de los Trabajadores de Estados Unidos, Nº 1, 1935. Firmado “Crux”. Esta carta fue escrita poco después de la conferencia de la IAG (Buró de Amsterdam) en París, a la que habían concurrido Henricus Sneevliet como representante del RSP de Holande y Peter J. Schmidt como representante del OSP de Holanda. La carta de Trotsky responde a una de Sneevliet del 22 de febrero de 1935, publicada en el mismo boletín. Sneevliet opinaba que las resoluciones de la conferencia sobre la situación mundial y el problema de la guerra no contenían nada “que hubiera que combatir especialmente", salvo que no decían una palabra sobre la necesidad de una nueva internacional. También creía que la ICL habla cometido “un gran error” al no participar en la conferencia y que tendía que considerar la posibilidad de que sus secciones más numerosas entraran en la IAG.

[2] Henricus Sneevliet (1883-1942): fundador del movimiento marxista en Indonesia y del Partido Comunista de Holanda. Mientras estaba preso por haber defendido a los marineros “amotinados” fue electo para el Parlamento holandés en 1933. Ese año firmó la “Declaración de los Cuatro" y su partido, el RSP, se adhirió a la ICL. Abandonó el movimiento de la Cuarta Interna­cional en 1935 y fue ejecutado por los nazis en la Segunda Guerra Mundial

[3] Jakob Schwab: era la misma persona que Jakob Walcher

[4] El partido sueco, ex Partido Comunista Independiente de Suecia dirigido por Kilbom. se llamaba en ese momento Partido Socialista de Suecia.

[5] Fenner Brockway (n. 1890): dirigente del Partido laborista Independiente. Enemigo de la Cuarta Internacional y posteriormente secretario del Buró de Londres-Amsterdam. En 1935 Trotsky opinaba que el ILP tendría que trabajar dentro del Partido laborista, mucho mas, grande, y no quedarse aislado de éste.

[6] Friedrich Sorge (1828-1906): amigo y camarada de Marx y Engels, fue secretario de la Primera Internacional.

[7] Pierre Joseph Proudhon (1809-1865): uno de los primeros teóricos del anarquismo.

[8] Peter. Schmidt: dirigente del OSP holandés.

[9] El doctor Joseph Kruk representaba a un pequeño grupo, el Partido Laborista Independiente de Polonia.

[10] ­Mot Dag era un grupo centrista noruego.

[11] Se refiere a la crítica de Trotsky Sobre las propuestas del SAP.

[12] El RSP de Holanda (Partido Socialista Revolucionario) era el grupo encabezado por Henricus Sneevliet que en 1933 se unió al llamado a formar una nueva internacional y se convirtió en la sección holandesa de la ICL.

Pocos días después de escrita esta carta el OSP y el RSP se unieron para formar el RSAP, que votó mantenerse ligado tanto a la ICL como a la IAG.

[13] El Plebiscito de Saar del 13 de enero de 1935 resultó en una aplastante victoria de los nazis y la devolución del Saar a Alemania. Para Trotsky era una evidencia más de la total bancarrota e impotencia del stalinismo aún dos años después de haber tomado Hitler el poder.

[14] Como concesión al Partido Norteamericano de los Trabajadores, la Liga Comunista de Norteamérica no insistió en la afiliación a la ICL como condi­ción para la fusión.

[15] Un plenario es una reunión completa y formal de un comité. Aquí se hace referencia a una reunión plenaria del Comité Ejecutivo Internacional de la ICL.

[16] Adolphe era el seudónimo de Rudolf Klement, miembro del secretariado Internacional, asesinado por la GPU en París en 1938, poco antes de la conferencia de fundación de la cuarta Internacional (ver Escritos 1938-1939).

[17] Iulius Martov (1872-1923): colaborador de Lenin en la dirección de la socialdemocracia rusa hasta 1903, cuando se convirtió en dirigente de los mencheviques. Emigró a Berlín en 1920.

[18] La criminal política de Stalin en la Revolución china se discute en los libros de Trotsky La Tercera Internacional después de Lenin, Problemas de la revolución china y La revolución china: problemas y pèrspectivas.

[19] Mijail Tomski (1886-1936): viejo bolchevique. Siempre estuvo en el ala derecha del partido y se opuso a la insurrección bolchevique. Encabezó los sindicatos soviéticos y fue miembro del Buró Político hasta que se unió a la lucha contra Stalin del ala derecha dirigida por Bujarin y Rikov. Se suicidó durante el primer juicio de Moscú de 1936.



Libro 4