Logo
Logo
Logo

Escritos de León Trotsky (1929-1940)

Un programa de acción para Francia

Un programa de acción para Francia

Un programa de acción para Francia[1]

 

 

Publicado en junio de 1934

 

 

 

1. ¡El fascismo y la guerra nos amenazan!

 

Conducida por la gran burguesía, Francia zozobra en la desintegración del mundo capitalista. En los círcu­los dominantes de la sociedad, en todas las instituciones del régimen, los escándalos se multiplican: la in­fluencia corruptora de los ricos se propaga.

Para los trabajadores, el desempleo creciente; para los pequeños campesinos, la ruina; para los explotados, la miseria en aumento.

El agonizante capitalismo está en quiebra. Y la clase dominante sólo tiene un plan para salir de esta banca­rrota histórica: ¡aun más miseria para las masas labo­riosas!

¡Supresión de todas las reformas, aun las más insignificantes! ¡Supresión del régimen democrático!

Por todas partes, en el mundo entero, el taco de acero de la bota fascista se transforma en el último re­curso del desesperado capitalismo.

El imperialismo, que fue herido de muerte por la Revolución Rusa de 1917, logró mantener su dominio sobre la sociedad debido a la derrota de los partidos proletarios durante los dos periodos de la posguerra: la traición generalizada por parte de la socialdemocra­cia y la degeneración de la Internacional Comunista. Las derrotas de la Revolución Alemana en 1923, de la Revolución China en 1927 y de los proletariados alemán y austríaco en 1933 y 1934[2] marcan los momentos de­cisivos en que el capitalismo logró estabilizarse.

Sin embargo, estas precarias victorias, alcanzadas sin que la antigua clase dominante de la actual Rusia soviética lograra restablecerse, sirvieron sólo para agudizar la crisis general. La presión de los monopolios en el mercado mundial hoy choca más violenta y anárqui­camente que nunca con las fronteras nacionales y con el principio de la propiedad privada.

Aprovechando los reveses sufridos por el proleta­riado en su marcha revolucionaria hacia el socialismo, la burguesía mundial echa mano a su último recurso, el fascismo, mediante el cual hace desesperados esfuer­zos para sacar del paso a la clase obrera organizada.

Tal es la situación mundial que está empujando a la burguesía francesa hacia el fascismo.

Pero el fascismo aislado no es todavía la última pala­bra del capitalismo en su proceso de desintegración. Ni bien termina la lucha contra su enemigo interno, cada imperialismo necesita expandirse hacia el exterior. Esta puede ser la causa de una nueva guerra mundial. Cincuenta millones de personas perecieron en el atroz sufrimiento de la última guerra y sus secuelas. En la próxima, los obreros del mundo serán atrozmente masacrados por centenares de millones. Francia, cuya población se mantiene numéricamente estable, sufrirá este proceso más que cualquier otro país.

Los trabajadores deben luchar con todas sus fuerzas contra estos planes criminales de la burguesía.

 

2. El plan de la burguesía francesa

 

Para tratar de salir del caos en que ella misma ha sumergido al país, la burguesía francesa debe comen­zar por resolver el problema monetario. Un sector de ésta quiere hacerlo mediante la inflación, es decir mediante la emisión de papel moneda, la devaluación de los salarios, el alza del costo de la vida, la expropia­ción de la pequeña burguesía; otro sector confía más en la deflación, o sea en la disminución del nivel económi­co de los trabajadores (rebaja de los salarios y sueldos), ampliación del desempleo, ruina de los pequeños pro­ductores agrarios y de la pequeña burguesía de las ciudades.

Ambas alternativas significan más miseria para los explotados. Optar por uno u otro de estos métodos capitalistas equivaldría a elegir entre dos instrumentos con los que los explotadores se preparan para degollar a los trabajadores.

El primer paso del plan de los capitalistas franceses consiste en una deflación brutal. Se despoja a los trabajadores del subsidio por desempleo; el seguro social está amenazado; se reducen los salarios. Los emplea­dos públicos comienzan a sentirse afectados; los próxi­mos serán los pequeños productores rurales.

Esto no significa que mañana, si le conviene, la bur­guesía no vaya a emplear también el otro método: el de la inflación. La Alemania hitlerista es ejemplo de ello. ¡Los explotados deben oponerse vigorosamente a este plan de la burguesía!

Al programa de deflación, de reducción de sus me­dios de vida, los trabajadores deben oponerle su propio programa de transformación fundamental de las rela­ciones sociales mediante la completa “deflación” de los privilegios y ganancias de la banda de los Oustrics y los Staviskys que explotan al país! [3] Este es el único camino hacía la salvación.

 

3. Abolición del "secreto comercial"

 

Para hallar una solución favorable a las masas labo­riosas debemos confeccionar, sin demora, el implacable balance de la bancarrota capitalista y efectuar el inven­tario de las entradas y los gastos de todas las clases, de todos los grupos sociales.

Para los proletarios, para los explotados de todas las categorías, ésta no es una tarea difícil. Los salarios de los trabajadores están asentados en los libros de conta­bilidad capitalistas. En cuanto a los gastos, los peque­ños comerciantes los registran de semana en semana. Los ingresos y gastos de los campesinos, artesanos, pequeños comerciantes y funcionarios de baja categoría no son un secreto para nadie. ¡Los rapaces bancos esti­man con precisión, mediante hipotecas, la tasa de in­cremento de la ruina de los campesinos!

Pero los capitalistas, los grandes explotadores, guardan celosamente sus secretos. Los trusts, los monopolios, las grandes compañías, que dominan la producción total del país mediante la posesión directa de las nueve décimas partes de la misma, jamás dan cuen­ta de sus raterías.

Esta mafia explotadora se oculta tras la santidad del “secreto comercial”.

El secreto comercial no es más que un artificio para controlar la vida de los pobres y encubrir todos los negociados bancarios, industriales y comerciales de los ricos, los Staviskys y los de Wendels, que se escon­den bajo el manto del “bienestar general” y la “economía nacional”.

¡Abajo el secreto comercial!; quienes piden sacrifi­cios deben comenzar por presentar sus propios libros de contabilidad. ¡ Así se revelará su deshonestidad!

 

4. Control de la banca, la industria y el comercio por los obreros y los campesinos.

 

La democracia burguesa acordó a las masas laborio­sas un remedo de control político sobre sus dirigentes: la urna electoral. Mientras no le resultó perjudicial la burguesía permitió esta clase de democracia. En cambio, jamás permitió ni una sombra de control sobre su administración económica, base de la explotación que ejerce y que finaliza en la anarquía, la bancarrota y la miseria de las masas.

El parasitario accionista tiene derecho a saber cómo funciona el negocio que lo enriquece. El obrero, el pro­ductor explotado, sólo tiene que obedecer y conservar la boca cerrada; él es una mera parte de la maquinaria.

Pero los trabajadores quieren conocer todas las par­tes de la máquina. Solo ellos pueden juzgar su funcio­namiento. En lugar del manejo capitalista de la admi­nistración, establezcamos el implacable control del pueblo trabajador.

Los comités de fábrica, los comités de campesinos, los comités de pequeños funcionarios, de empleados, podrían, con la ayuda de técnicos, ingenieros y contado­res honestos, leales al pueblo trabajador, acabar fácil­mente con el “secreto comercial” de los explotadores. Es mediante este método que debemos establecer el control público sobre la banca, la industria y el comercio.

 

5. ¡A los trabajadores!

 

Bajo este llamamiento general, la Liga Comunista lucha por las siguientes medidas en favor de los tra­bajadores:

1. Semana laboral de cuarenta horas, aumento de salarios. El control obrero demostrará que el nivel de las fuerzas productivas permite la reducción de la jorna­da de trabajo. Aumento de salarios a expensas de los magnates del Comité des Forges, del Comité des Houillerés y de los Finalys, los Schneiders y los Stavis­kys, para beneficio material y moral del pueblo traba­jador.

2. Seguridad social real y, ante todo, seguro de desempleo, vacaciones anuales de un mes como mínimo, jubilaciones que nos permitan vivir después de los cincuenta años de edad.

3. A igualdad de tareas, salarios iguales. Abolición de la superexplotación impuesta a las mujeres, los jóve­nes, los extranjeros y los que provienen de las colonias.

4. Para las mujeres que trabajan, iguales salarios e iguales derechos que para los hombres que trabajan. Protección a la maternidad con licencias especiales

5. Para los jóvenes, salarios iguales a los de los adultos. Extensión de estudios y aprendizaje con ex­pensas colectivas. Medidas higiénicas especiales.

6. Rechazo de toda legislación especial para tra­bajadores extranjeros y de las colonias.

 

6. Nacionalización de bancos, industrias claves, compañías de seguros y transportes.

 

En la actualidad los bancos dirigen y controlan realmente toda la economía del país. Pero si el pueblo trabajador toma los bancos y por su intermedio comien­za a administrar la industria, el transporte y el comercio, el nivel general de vida puede elevarse de inmediato.

La nacionalización de los bancos, la gran industria, el transporte y las compañías de seguros es la condición previa de toda economía orientada hacia el bienestar de las grandes masas laboriosas, de todo el pueblo.

Esta nacionalización no debe contemplar indemni­zación alguna para los grandes capitalistas que se en­riquecieron mediante el expediente de desangrar a los proletarios durante años y años y sólo fueron capaces de ofrecer miseria y anarquía económica.

La nacionalización de los grandes medios de produc­ción e intercambio no significa en modo alguno la liqui­dación de las pequeñas empresas agrarias, comercia­les y artesanales. Por lo contrario, son los grandes monopolios privilegiados los que estrangulan a las pe­queñas empresas.

Las pequeñas empresas deben quedar en libertad, y los trabajadores, una vez nacionalizadas las grandes, podrán ir en ayuda de aquéllas. La economía planificada, con base en las inmensas riquezas acumuladas por los bancos, los monopolios, los trusts, etcétera, permitiría el establecimiento de un plan de producción y distribución capaz de ofrecer a los pequeños produc­tores compras directas del estado, materias primas y créditos en condiciones enteramente favorables. De este modo el campesinado recibiría maquinaria agrícola y fertilizantes a bajo precio.

La nacionalización por parte de las trabajadores significa la destrucción de las grandes monopolios privados, el apoya a las pequeñas empresas, la redis­tribución de las productos para beneficio de la gran masa de los productores.

 

7. Monopolio del comercio exterior.

 

Todo comercio exterior debe pasar por las manos del estado. De este modo, el intercambio dejará de en­contrarse bajo control de los monopolios privados, que regulan las importaciones y las exportaciones sin im­portarles los intereses del consumidor. De esta relación entre la producción nacional y el mercado mundial surgirían invalorables beneficios para las grandes masas. Así, sólo el estado, regido por los trabajadores, controlaría realmente todo el comercio exterior en bien de la colectividad.

 

8. La alianza entre obreros y campesinos.

 

El campesinado constituye, aproximadamente, la mitad de la población francesa. El estado proletario debe apoyarse en los campesinos explotados tanto como en los obreros de la ciudad y el campo. Nuestro programa contempla, junto a las necesidades de la cla­se obrera, las de las grandes masas rurales.

Afirmamos que nuestra meta final, como forma más elevada del progreso, es la colectivización de la agricul­tura tanto como de la industria. Sin embargo, el prole­tariado no puede imponer este objetivo, al campesi­nado. Sólo puede facilitar su avance hacia el mismo.

El proletariado sólo puede hacer propuestas en ese sen­tido, que luego habrán de ser completadas, corregidas y ampliadas por la experiencia conjunta de ambas cla­ses, igualmente oprimidas por los explotadores capi­talistas. Lo primero que debemos hacer es asegurar a los campesinos una oportunidad real de determinar su propio destino, decidir el uso que darán a sus fuerzas y a su propiedad, expresar sus preferencias en métodos agrícolas, aplicar su propio juicio a la elección del momento en que pasarán de la economía privada a la economía colectiva.

La población rural está lejos de ser homogénea. La clase dominante y sus serviles profesores ocultan celosamente el hecho de que una pequeña minoría ha monopolizado gran parte de la tierra y ha concentrado en sus manos los mejores medios de producción agrícola (máquinas, tractores, ganado, etcétera), por no men­cionar las fuentes de crédito.

Proponemos la lucha para hacer efectivas, inmediatamente, las siguientes medidas:

 

1. Igualdad de derechos entre los obreros rurales y los urbanos. Leyes generales que regulen los contratos, la jornada de trabajo y el día semanal de descanso, se­guridad social (incluso seguro de desempleo). La legis­lación laboral debe aplicarse totalmente a los trabaja­dores del campo.

 

2. Expropiación de las grandes propiedades, cam­pos y granjas modelo, en beneficio de la agricultura colectiva, cooperativa y de los pequeños agricultores.

 

3. Abolición de la esclavitud de las aparcerías. Revisión de los arriendos actuales por comités de tra­bajadores rurales electos por departamentos.

 

4. Revisión de hipotecas. Moratoria. Detención de todos los pleitos y ejecuciones hipotecarios.

 

9. ¡Servicios sociales para la colectividad!

 

Las grandes instituciones del estado (correos, adua­nas, educación, etcétera), que explotan a varios millo­nes de obreros y empleados, funcionan para beneficio del capitalismo. Los recientes escándalos revelan la corrupción que reina entre sus funcionarios más encumbrados.

Los empleados gubernamentales de menor catego­ría son explotados por corruptos y venales funcionarios que utilizan sus puestos para permitir que la clase propietaria aplaste aun más a los trabajadores.

Debemos efectuar una limpieza a fondo. Con la cola­boración de todos los explotados, los comités y los sindicatos de empleados gubernamentales efectuarán los cambios necesarios para establecer verdaderos ser­vicios sociales, que funcionen por y para las masas laboriosas.

 

10. Disolución de la policía, derechos políticos para los soldados.

 

El gobierno arrebata centenares de millones de francos a los pobres, a los explotados, a gente de todas las condiciones para desarrollar y armar a su policía, sus gardes mobiles y su ejército; en otras palabras, no sólo para desarrollar la guerra civil, sino también para preparar la guerra imperialista. Los jóvenes obreros movilizados por centenares de miles en las fuerzas ar­madas de tierra y mar están desprovisto de todos sus derechos.

Exigimos la destitución de los oficiales y suboficia­les reaccionarios y fascistas, instrumentos del golpe de estado. Por otra parte, los obreros bajo las armas deberán conservar todos sus derechos políticos y esta­rán representados por comités de soldados, elegidos en asambleas especiales. De esta manera se conservarán en contacto con la gran masa de los trabajadores, y unirán sus fuerzas con las del pueblo, organizado y armado contra la reacción y el fascismo.

Todas las policías, ejecutoras de la voluntad del ca­pitalismo, del estado burgués y de sus pandillas de políticos corruptos deben ser disueltas. Ejecución de las tareas policiales por las milicias obreras. Abolición de los tribunales de clase, elección de todos los jueces, extensión del juicio por jurado a todos los crímenes y delitos menores: el pueblo se hará justicia a sí mismo.

 

11. Derecho de las nacionalidades, a la autodetermina­ción, incluso a la separación.

 

El rapaz Tratado de Versalles es fuente de atroces males no sólo para los obreros de toda Europa sino tam­bién para los de la nación “victoriosa”, Francia. La defensa de las relaciones internacionales que surgen de este tratado, en virtud del cual la burguesía se anexó Alsacia y Lorena[4] sin mediar siquiera un plebis­cito como el que ahora exige para el Saar,[5] conduce hoy a la guerra.

La burguesía francesa no sólo oprime indirectamente todo un sector de Europa sino también asuela y aplasta inmensas colonias. Para todos esos pueblos oprimidos por los grandes capitalistas franceses - por los Wendels y los Michelins, por los bancos de París y otros-, para el pueblo de Alsacia-Lorena así como para los de Indochina, Marruecos y Madagascar, exigimos el derecho a la plena autodeterminación, incluso la separación, si así lo desean.

Las masas laboriosas de este país no tienen ningún interés en ayudar a que los bancos franceses manten­gan su dominio sobre otros pueblos. Por el contrario, al ganar aliados y simpatizantes para su propia lucha los trabajadores ayudan a la lucha por la liberación.

 

12. ¡Contra la guerra, por los estados unidos socialistas de Europa!

 

Para transformar la sociedad y sacarla del caos debemos primero salvarla de la guerra en que la bur­guesía ha de sumergirla una vez más.

Contra las maniobras del fascismo alemán, los capi­talistas franceses han establecido una política de bloques de estados que proclaman su lealtad al criminal Tratado de Versalles. Francia utiliza la Liga de las Naciones, ese conglomerado de la burguesía rapaz, para encubrir sus actos con un velo de pacifismo; mientras tanto, descarga el aplastante peso del costo de la carrera armamentista sobre el pueblo trabajador. Y la mentira “defensiva” de la “seguridad” permite que el frenesí chovinista realice su obra de arrojar el país a las monstruosas matanzas de mañana.

Los proletarios, los campesinos, los pequeños comerciantes, los artesanos y los empleados del gobier­no sólo pueden evitar aquel futuro estableciendo todas las formas de su control, desenmascarando la diplomacia secreta, oponiéndose por todos los medios a la preparación de la guerra, arrebatándole el gobierno al imperialismo.

Solo la victoria de los trabajadores revolucionarios de Francia puede eliminar toda posibilidad de guerra imperialista y elevar a los pueblos esclavizados de Europa y las colonias. Los pactos y los tratados se con­vertirían, entonces, en polvo. La única solución posible, prevista ya en 1919, sería, entonces, una: los estados unidos socialistas de Europa.

¡Contra la política de los bloques imperialistas, contra la mentira pacifista de la Liga de las Naciones, contra la diplomacia secreta de la guerra y la locura de los armamentos! ¡En todo el Viejo Continente europeo, dividido, militarizado, manchado de sangre, amenazado con la destrucción total por una nueva guerra, elevamos la única bandera de la liberación, la de los estados unidos obreros y campesinos de Europa, la fraternal federación de los estados sovié­ticos!

 

13. Por la defensa de la Unión Soviética

 

Para todo proletario el primer paso en aquella dirección consiste en la defensa incondicional de la Unión Soviética, donde la Revolución de Octubre de 1917 creó los grandes cimientos de la primera experien­cia de dictadura del proletariado, basada en la aboli­ción de la propiedad privada de los grandes capi­talistas.

La lucha contra la Unión Soviética sigue siendo el objetivo fundamental de la reacción imperialista mun­dial.

Desenmascarando los planes “pacifistas” de la burguesía, los trabajadores de Francia estarán luchan­do por la defensa de la Unión Soviética. Los pactos y los tratados no serán una defensa efectiva del proletariado soviético; sí en cambio, la lucha revolucionaria por el derrocamiento de la burguesía en los demás países.

La unión de las repúblicas socialistas de Francia y Rusia ha de ampliar la solidaridad proletaria interna­cional; no lo harán, en cambio, los compromisos con Barthou, Tardieu, Herriot[6] y sus pandillas imperia­listas.

Sólo estas medidas pueden salvar a las masas de la miseria y guiarlas hacia el socialismo. A partir de hoy todos los trabajadores deben luchar vigorosamente para lograrlas.

Más aun: la acción individual, la actividad de una agrupación u otra no bastan para la aplicación plena de estas medidas; ésta sólo puede llevarse a cabo por medio del poder estatal, que está al timón de la econo­mía, de la política y de la cultura de todo el país. ¿En qué manos se encuentra ese timón? ¡Este es el pro­blema!

 

14. ¡Abajo el “Estado autoritario” burgués! Por el poder obrero y campesino.

 

La burguesía comienza a llevar a cabo su plan de transformación del poder estatal, destinado a eliminar de una vez y para siempre la resistencia de los obreros: cercenamiento de los derechos de las instituciones democráticas electivas (parlamento y comunas) e inclu­so supresión total de estos derechos, ya que la presión proletaria, aunque distorsionada, también se sien­te allí.

La burguesía trata de concentrar el Poder Ejecutivo en manos de unos pocos hombres que imponen sus de­cisiones por medio de un aparato administrativo, militar y policial que es brutal, incontrolado, costoso.

El plan burgués de “estado autoritario”, dirigido contra los explotados debe ser rudamente combatido por las masas laboriosas.

Sólo éstas, tomando el futuro en sus propias manos, con vigor revolucionario, pueden crear, enérgicamente, el gran poder que se necesita para salvar a la sociedad de la oligarquía capitalista que la corrompe y la lleva a la ruina.

La tarea consiste en reemplazar al estado capita­lista, que funciona para beneficio de los grandes explotadores, por el estado proletario de los obreros y los campesinos. La tarea consiste en establecer, en este país, la dominación de los trabajadores. Declaramos ante todo que no se trata de una “modificación” secun­daria, sino que el dominio por parte de esa pequeña minoría que es la clase burguesa debe ser reemplazado por la dirección y el poder de la inmensa mayoría repre­sentada por los trabajadores.

Para lograrlo, se necesita la alianza de los traba­jadores con los campesinos. La reacción trata de atemo­rizar a éstos con el espectro de una dictadura proletaria que ha de someterlos al yugo de los obreros. En reali­dad, el estado obrero no se podrá realizar mientras el proletariado se encuentre aislado de los campesinos.

El ejemplo de la Revolución de Octubre de la Rusia soviética nos ayuda. Sin embargo, en Francia podemos hacer las cosas mejor que nuestros hermanos rusos, y evitarnos algunos de sus errores. El nivel económico de Francia es más elevado, y nos proponemos actuar de conformidad con las condiciones reales de nuestro país. La dictadura del proletariado se ha de establecer sobre la base de un programa claro y preciso y de un estrecho entendimiento entre el proletariado y los campesinos explotados.

El campesinado se encuentra disperso. Esta es una de las causas de su impotencia política, pese a su núme­ro y a su importancia para la producción. Los campe­sinos sólo podrán adquirir más poder si hacen causa común con los obreros contra la burguesía.

 

15. La lucha por la comuna obrero-campesina

 

La alianza entre campesinos y obreros sólo se logra­rá si la clase trabajadora muestra su fuerza, su decidida iniciativa y su capacidad para llevar a cabo este pro­grama. Esta es la razón por la que debemos, ante todo, crear condiciones para la unidad de acción.

Es necesario organizar la alianza obrera de los partidos y los sindicatos mediante la unificación de las fuerzas de todos los trabajadores sin excepción.

Se debe organizar un comité nacional de la alianza obrera, comités regionales y locales; crear comités de fábrica elegidos por los trabajadores.

El impulso provocado por estos comités de la unidad obrera y su autoridad ante las masas inspirarán a los trabajadores del campo para organizarse a si mismos en comités campesinos.

En la lucha contra el fascismo, la reacción y la guerra, el proletariado acepta la ayuda de agrupaciones pequeñoburguesas (pacifistas, Liga por los Derechos del Hombre, Frente Común, etcétera), pero las alianzas. resultantes sólo pueden ser de secundaria importancia. Por encima de todo, la tarea consiste en asegurar la unidad de acción de la clase trabajadora misma en las fábricas y en los barrios obreros de los centros indus­triales. La alianza de las organizaciones obreras impor­tantes (Partido Comunista, Partido Socialista, CGT, CGTU,[7] Liga Comunista) carecerá de todo valor revo­lucionario si no se orienta hacía la creación de:

1. Comités de lucha que representen a las masas mismas (soviets embrionarios).

2. Milicias obreras siempre unidas en la acción, aunque organizadas por los diversos partidos y organi­zaciones.

Para reforzar por igual la lucha de obreros y campe­sinos, los comités obreros deben establecer estrecha colaboración con los de campesinos. Constituidos en órganos de la defensa popular contra el fascismo, estos comités de unidad obrera y estos comités campesinos deberán transformarse, en el transcurso de la lucha, en organismos directamente electos por las masas, órga­nos del poder obrero y campesino. Sobre esta base, el poder proletario se erigirá en oposición al poder capi­talista y la comuna obrero-campesina triunfará.

 

16. Por una Asamblea Única

 

Somos, pues, firmes partidarios del estado obrero-campesino, que arrancará el poder a los explotadores. Nuestro primordial objetivo es el de ganar para este programa a la mayoría de nuestros aliados de la clase obrera.

Entre tanto, y mientras la mayoría de la clase obrera siga apoyándose en las bases de la democracia burgue­sa, estamos dispuestos a defender tal programa de los violentos ataques de la burguesía bonapartista[8] y fascista.

Sin embargo, pedimos a nuestros hermanos de clase que adhieren al socialismo “democrático”, que sean fieles a sus ideas: que no se inspiren en las ideas y los métodos de la Tercera República sino en los de la Convención de 1793.[9]

¡Abajo el Senado, elegido por voto limitado, y que transforma el poder del sufragio universal en mera ilusión!

¡Abajo la presidencia de la República, que sirve como oculto punto de concentración para las fuerzas del militarismo y la reacción!

Una asamblea única debe combinar los poderes legislativos y ejecutivo. Sus miembros serian elegidos por dos años, mediante sufragio universal de todos los mayores de dieciocho años, sin discriminaciones de sexo o de nacionalidad. Los diputados serían electos sobre la base de las asambleas locales, constantemente revocables por sus constituyentes y recibirían el salario de un obrero especializado.

Esta es la única medida capaz de llevar a las masas hacia adelante en vez de hacerlas retroceder. Una democracia más generosa facilitaría la lucha por el poder obrero.

Si durante la implacable lucha contra el enemigo ocurriese que el partido del socialismo “democrático” (SFIO),[10] del que nos separan irreconciliables diferen­cias de doctrina y de método, llegara a ganar la confianza de la mayoría, estamos y estaremos siempre prepa­rados para defender contra la burguesía a un gobierno de la SFIO.

No queremos alcanzar nuestro objetivo mediante conflictos armados entre diversos grupos de asalariados sino con arreglo a la real democracia obrera, con la propaganda y la crítica leal, con el reagrupamiento voluntario de la gran mayoría del proletariado bajo la bandera del verdadero comunismo.

Los trabajadores que adhieren al socialismo demo­crático comprenderán luego que tal socialismo no es suficiente para defender la democracia, y que ésta debe ser reconquistada. El desplazamiento del centro de gravedad político del Parlamento al gabinete y del gabinete a la oligarquía del capital financiero, los generales y la policía es un hecho consumado. Ni el Parlamento actual ni las nuevas elecciones pueden cambiar este estado de cosas. Sólo podremos defender los tristes despojos de democracia que nos quedan y, especialmente, ampliar la arena democrática para la actividad de las masas aniquilando las fuerzas armadas fascistas que el 6 de febrero de 1934 comenzaron a desplazar el eje del estado y todavía siguen haciéndolo.

 

17. La burguesía jamás se rendirá voluntariamente

 

La burguesía jamás aceptará de buen grado la aplicación de medidas que puedan sacar a la sociedad del caos. Quiere perpetuar todos sus privilegios, y para protegerlos comienza a utilizar bandas fascistas.

Nuestra consigna no es la de confiar el desarme de las bandas fascistas del capital financiero a su propia policía. Nos negamos a sembrar la criminal ilusión de que el gobierno capitalista pueda proceder realmente, al desarme de las bandas capitalistas. Los explotados deben defenderse contra los capitalistas.

¡Armar al proletariado, armar a los campesinos pobres!

¡Milicia popular antifascista!

Los explotadores, que no son más que una pequeña minoría, retrocederán antes del desencadenamiento de la guerra civil; los fascistas y reaccionarios perderán su audacia sólo cuando los trabajadores estén armados y conduzcan a las masas.

Unicamente si los obreros proceden en este sentido se logrará que la mayor parte de los soldados y mari­neros, hijos del pueblo laborioso y a quienes nuestra propaganda debe recordar constantemente sus oríge­nes y sus deberes de clase, sean ganados para la causa de los trabajadores. Unicamente así se logrará que se unan a las masas laboriosas contra los oficiales reaccio­narios y fascistas que pretenden usarlos contra su propia clase.

¡La tarea es enorme, pero constituye la única salida hacia la salvación! La Liga Comunista señala el camino.

La sociedad, que sólo puede existir gracias a vuestro trabajo, se pudre debido a que la burguesía dominante no ha de renunciar a uno solo de sus odiosos privilegios. Para conservarlos, ésta prepara bandas fascistas que amenazan vuestra existencia.

El 12 de febrero[11] exhibisteis vuestro poder y vuestra determinación de no someteros a esa violencia. Pero ese día vuestros dirigentes os traicionaron al no proponer consignas concretas ni perspectivas serias de lucha para vosotros. Para llegar a tener verdadera fuerza, para defender vuestro derecho a vivir, para no seguir trabajando por el enriquecimiento de una minoría de explotadores desvergonzados, preparad vuestra revolución: ¡uníos a la acción de la Liga Comunista!



[1] Un programa de acción para Francia. La Verité, Junio de 1934; Fourth International, octubre de 1942: La Verité era el periódico de la Liga Comunista de Francia, sección de la ICL. Las ideas principales de este documento. publicado en nombre de la Liga, fueron elaboradas por Trotsky; algunas par­tes las dicto a sus secretarios en las semanas febriles en que buscaba un lugar donde vivir y lo supervisó íntegramente. Este programa fue una respuesta a la situación prerrevolucionaria que se desató a partir del 6 de febrero de 1934, cuando los grupos fascistas y reaccionarios hicieron una demostración armada cuando el gobierno de Daladier en la cámara de diputados. Los obreros fran­ceses respondieron el 12 de febrero con una huelga general de un día y manifestaciones en todo el país. Francia se polarizo rápidamente y el gobierno giro a la derecha; Doumergue reemplazó a Daladier como premier y prometió formar un gobierno "fuerte". La idea de un frente único contra el fascismo, que había sido el eje de la agitación de la Liga Comunista durante algún tiempo, comenzó a ganar apoyo en los partidos obreros de masas y en los sin­dicatos. El objetivo de Un programa de acción era aclarar el contenido político y los propósitos del frente único propuesto. se lo puede considerar tam­bién una primera versión del Programa de Transición adoptado en 1938 por la conferencia de Fundación de la Cuarta Internacional (ver La agonía mortal del capitalismo y las tareas de la Cuarta Internacional de León Trotsky, aunque éste, por supuesto, es de alcance mundial, no restringido a un solo país.

[2] En febrero de 1934 el proletariado austríaco peleó heroicamente en la lucha armada contra el régimen de Dollfuss, pero fue derrotado.

[3] Albert Oustric: banquero francés cuyas especulaciones arruinaron muchos bancos y provocaron en 1930 la caída del gabinete Tardieu. Serge Alexander Stavisky fue otro banquero cuyas oscuras operaciones incluían abultadas en­tregas de dinero a la policía y a políticos burgueses. Su misterioso suicidio en enero de 1934 fue tan comprometedor para sus amigos del gobierno Chautemps que éste cayó. La derecha que intentó el golpe de estado del 6 de febrero de 1934 utilizó mucho este escándalo en su agitación.

[4] Alsacia-Lorena es una región fronteriza entre Francia, Alemania, Bélgica y Suiza, de la que se apodero Alemania en 1871, después de derrocar a Fran­cia en la Guerra Franco-Prusiana. Cuando Alemania fue derrotada en la Pri­mera Guerra Mundial, el Tratado de Versalles le otorgó la región a Francia. En ninguna de estas oportunidades se consiguió siquiera a los habitantes de la región.

[5] El Saar, al Oeste de Alemania, es una de las cuencas carboníferas mas ricas de Europa. En el siglo XVIII formaba parte de Francia, pero el Tratado de Paria de 1815 la dividió entre Prusia y Bavaria. Por el Tratado de Versalles, Alemania perdió él Saar, que quedó bajo la administración de la Liga de las Naciones, y sus minas carboníferas bajo el control de Francia. En el plebis­cito de marzo de 1935 la inmensa mayoría de la población votó a favor de la reunificación con Alemania pese a que ésta estaba controlada por los nazis.

[6] Jean Louis Barthou (1862-1934): fue ministro de relaciones exteriores del régimen de Doumergue. El y el rey Alejandro I de Servia fueron ase­sinados en Marsella en octubre de 1934, después que Barthou, un desta­cado partidario francés de la "seguridad colectiva"’, consiguió la admisión de la Unión Soviética en la Liga de las Naciones. André Tardieu (1876-1945) político reaccionario al que el régimen de Doumergue le encomendó preparar las enmiendas a la constitución francesa que reforzarían el estado retaceando los derechos democráticos. Edouard Herriot (1872-1957): dirigente del burgués Partido Radical, fundamentalmente identificado en la década del 20 con la política de buscar alianzas con el Partido socialista, primera aproxi­mación al Frente Popular. Trotsky escribió un folleto sobre él, Edouard Herriot, el político del justo medio (ver Escritos 1935-1936).

[7] La Confederación General del Trabajo (CGT era la principal federación sindical de Francia, dominada por una dirección reformista. En 1921 hubo una ruptura, de la que surgió la Confederación General del Trabajo Unitaria (CGTU), más radical pero también más pequeña, que duró hasta la reuni­ficación de ambas en 1936.

[8] El bonapartismo fue tema central de los escritos de Trotsky en la década del 30. Para una explicación concisa de qué entendía por bonapartismo burgués véase en este volumen Bonapartismo y fascismo. En cuanto a su análisis del bonapartismo soviético, ver también en este volumen su articulo El estado obrero, termidor y bonapartismo.

[9] Los revolucionarios considerar a la Tercera República francesa, que abarco desde la caída de Luis Napoleón en 1870 basta la derrota de Francia por Alemania en 1940, la máxima expresión de la corrupción y la hipocresía burguesas. Aquel se la compara con 1793, cuando la burguesía todavía era revolucionaria.

[10] SFIO: son las siglas de Sección Francesa de la Internacional Obrera (Socialista), nombre oficial del Partido socialista. El nombre oficial del Partido comunista era Sección Francesa de la Internacional Comunista (SFIO), pero en este volumen utilizamos las iniciales PC.

[11] El 12 de febrero de 1934 fue el día de la huelga general de protesta por la manifestación fascista del 6 de febrero.



Libro 4