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Escritos de León Trotsky (1929-1940)

Sugerencias para la sección belga

Sugerencias para la sección belga

Sugerencias para la sección belga[1]

 

 

27 de marzo de 1936

 

 

 

Estimado camarada Dauge:

 

1. Acerca de la expulsión del partido: tratándose de un problema tan complicado y delicado, lo más correcto es no preocuparse por enigmas -¿qué hará la burocra­cia? ¿cómo y cuándo nos expulsará?-, sino desarro­llar constantemente una actividad revolucionaria cada vez más amplia, profunda e incansable. Respecto de los estatutos [del POB], debemos permanecer a la de­fensiva hasta el momento mismo de la expulsión; políticamente, debemos desarrollar una ofensiva incansa­ble. Por otra parte, al problema de la defensa estatutaria no hay que dedicarle más que el uno por ciento de la energía. El noventa y nueve por ciento restante debe ser empleado en la lucha contra los reformistas, centristas y pacifistas.

Ante cada amenaza de expulsión debemos respon­der al aparato, no con excusas ni adaptaciones, sino redoblando nuestra ofensiva revolucionaria: debemos decir abiertamente que, al prepararse para la nueva masacre, los traidores reformistas quieren desembara­zarse de los testigos incómodos.

Es absolutamente erróneo pensar que en esta lucha los trabajadores se guiarán por consideraciones de tipo exclusiva o mayormente legalista: quién inició la ruptu­ra, etcétera. Este elemento cumple un papel, sí, pero en una situación política extremadamente crítica como la actual lo decisivo es el contenido político, el mérito de las acusaciones y denuncias y, en fin, el tono de con­fianza absoluta en las propias posiciones que debe im­pregnar al periódico y a toda vuestra actividad.

Con esto no quiero decir que debemos cometer ex­travagancias, exageraciones en el lenguaje, o errores tácticos. Pero lo decisivo es la línea estratégica. Nues­tras palabras no son para los oídos de Vandervelde, ni siquiera para los de Godefroid o Libaers[2], sino para los oídos de los obreros más conscientes, valientes e insatisfechos: estos son, en última instancia, los que cumplirán el papel decisivo.

El grupo es débil numéricamente, pero su posición revolucionaria lo hace muy fuerte. La época que se avecina le abrirá posibilidades sin precedentes... bajo una condición: que no debiliten las oportunidades bus­cando la línea de la menor resistencia frente a los refor­mistas, centristas y pacifistas.

2. Las consideraciones expresadas en el primer párrafo se adaptan por completo a la política electoral: no tomar la iniciativa en la ruptura, pero tampoco ceder un centímetro en el terreno de consignas y críticas.

3. La ruptura está determinada de antemano por la lógica inexorable del proceso en su conjunto. Debe­mos prepararnos desde ahora:

a) Debemos elaborar el programa de acción del nuevo partido abriendo inmediatamente la discusión en torno a dos documentos, 1) La Carta Abierta por la Cuarta Internacional; 2) el proyecto de programa de la ASR, relaborado a la luz de las últimas experiencias o críticas. La discusión del programa será un factor excelente para la educación de los cuadros del nuevo partido.

b) Debemos tomar medidas sistemáticas en relación con los planes del partido político (POB), los sindicatos y la juventud.

4. La ruptura no se realizará de un solo golpe. Tras la expulsión del núcleo de dirección la lucha proseguirá en las organizaciones locales. En este momento crítico todo dependerá del tono que emplee la ASR: deberá inspirar confianza en sus partidarios y simpati­zantes. Toda la experiencia revolucionaria demuestra que en esas situaciones la base resulta más decisiva que la dirección, la cual, asustada por la perspectiva de quedar aislada, empieza a debilitarse, a desorientar a sus partidarios más firmes y termina... aislada. La experiencia más reciente fue la de Francia, donde los dirigentes bolcheviques-leninistas, acuciados por Moli­nier, trataban, en el momento crucial, de no romper con Marceau Pivert (el equivalente francés de Gode­froid y Libaers); rebajaron sus consignas, cedieron, desorientaron a sus propias filas y, con ello, fortale­cieron a Lagorgette[3] y a Marceau Pivert y debilitaron su propia posición.

5. Después de la separación total, el nuevo partido debe mantener una fracción clandestina en el POB. No hay por qué creer que esa expulsión será la última. Bajo el peso de los acontecimientos habrá nuevas lu­chas internas, deserciones, expulsiones y rupturas. El nuevo partido debe tener partidarios leales y discre­tos en el POB.

6. Sería un error irreparable desafiliar a los miem­bros de las organizaciones económicas, sindicatos, et­cétera. ¡De ninguna manera! Crear pequeños sindica­tos paralelos equivaldría a asumir una responsabilidad abrumadora sin la menor posibilidad de cumplir las tareas pertinentes en un futuro previsible. Aun cuando se tiene una organización independiente de vieja data se deben afiliar los militantes a los sindicatos, socieda­des de socorros mutuos, etcétera... Se necesita el parti­do independiente, no para la competencia mezquina con las organizaciones de masas, sino para ganarlos desde adentro. Es el único camino. El partido es nues­tra herramienta de trabajo; es necesario forjarla, tem­plarla, afilarla. Debemos ir con este instrumento a donde realmente están las masas.

Entonces, ¿debemos pagarle derechos a una burocracia traidora? Claro que sí; tenemos que pagar si queremos la oportunidad de socavar a la burocracia.

La incoherencia de la Comintern se revela en este hecho dual: mientras permanecieron en las organizaciones de masas, los stalinistas hicieron acuerdos ver­gonzosos con los reformistas; cuando se separaron de éstos, crearon sindicatos paralelos que no eran mas que réplicas del partido. La política bolchevique es abso­lutamente distinta: un partido independiente para el trabajo sistemático, paciente, incansable en las orga­nizaciones reformistas de masas, en lucha permanente contra los dirigentes reformistas. Debe ser una combi­nación de trabajo legal y clandestino, acorde con las cir­cunstancias y las oportunidades.

Se acerca el momento en que los elementos revolu­cionarios se verán obligados a trabajar en la clandesti­nidad. Para el partido revolucionario, la existencia ile­gal es, por así decirlo, normal en ciertos períodos. El partido es una selección de elementos de vanguardia, es decir, de los más conscientes y valientes.

El sindicato no puede existir en la clandestinidad como organización de masas. Los pequeños sindicatos revolucionarios serían golpeados de inmediato por la represión gubernamental y liquidados casi inexorable­mente. En cambio, si los militantes permanecen en los sindicatos reformistas, no sólo estarán rodeados por un medio social necesario, sino que también contarán con una defensa legal contra la represión.

Desde luego que los dirigentes reformistas los per­seguirán, incluso los entregarán a la policía. Pero eso significa que debemos aprender a ocultarnos de los diri­gentes reformistas, que no son sino policías extraoficia­les del capitalismo en el seno de la clase obrera. La preparación para la clandestinidad revolucionaria comien­za ante todo en los sindicatos reformistas. Debemos tener camaradas que trabajen en ellos abiertamente, exponiéndose, en última instancia, a la expulsión. De­bemos tener otros que no sean oradores pero que, mediante el trabajo sistemático, puedan reunir a los nú­cleos revolucionarios en los sindicatos.

Durante 1917, cuando ya contábamos con un par­tido poderoso y fuertemente implantado en los soviets, la mayoría de los sindicatos seguían bajo la dirección de los mencheviques. ¿Nos separamos de los sindica­tos? ¡De ninguna manera! Nos quedamos hasta el final, es decir, hasta que tomamos su dirección. Nuestra situación era más favorable que la vuestra en otros sen­tidos. La gran lección del bolchevismo es la intransi­gencia del partido para con los reformistas y centristas y la mayor flexibilidad para con las organizaciones de masas. Sin lo primero, el partido se convierte inexora­blemente en herramienta del capital; sin lo segundo, se convierte en una secta, estéril para siempre. La síntesis de la dureza férrea y la flexibilidad extrema garan­tiza el éxito.

8. La ruptura con el partido que nos impone la buro­cracia de ninguna manera implica que desertemos vo­luntariamente de la organización juvenil. Todo lo con­trario. Precisamente en el momento de la expulsión de­bemos empezar entre la juventud una campaña incan­sable contra los reformistas traidores, los rupturistas, los que expulsan, por la unidad sobre bases revo­lucionarlas. Con esta campaña daremos cuenta de los Godefroids. Con esta política -si la ruptura es igualmente inevitable en la juventud- nos llevaremos una buena parte de la organización. Y aun en caso de ruptu­ra será necesario mantener una fracción clandestina en la juventud.

9. Esta política requiere una actitud correcta: nin­gún compromiso con Godefroid y Libaers. En esto aparece la mayor debilidad de la ASR. No hay peligro mayor para un revolucionario que abrigar ilusiones, no sólo respecto de los enemigos, sino también de los aliados. No niego la posibilidad y la necesidad de con­certar tal o cual alianza con el centrista Godefroid o con el pacifista Libaers. Pero, en lo que se refiere a las alianzas, la norma marxista es: considerar al aliado de hoy como el enemigo potencial de mañana, denunciar abiertamente todos sus errores para preparar a los obreros para una posible, incluso probable traición. Decir abiertamente la verdad es una norma útil.

Ninguna ilusión respecto de Godefroid. Hasta los burgueses radicales franceses tratan de utilizar a los socialistas y stalinistas para defenderse de los fascis­tas. Si Godefroid realmente quisiera defenderse de los reformistas, intentaría valerse de los "trotskistas". Pe­ro utiliza todos los medios para tratar de eliminarlos y expulsarlos. Es un síntoma infalible: Godefroid pre­para conscientemente la traición.

Usted menciona el ataque de Godefroid contra el chovinista Hubin. ¿Qué importancia tiene? Si Gode­froid deja de polemizar contra individuos de la calaña de Hubin, pierde todo respeto entre la juventud. Para preparar su reconciliación con la burocracia debe mantener las apariencias. Su ataque contra los "trotskis­tas" es un acto político; su polémica contra Hubin es mera retórica[4].

Usted dirá que yo "exagero"[5].  Muy bien. Por el momento aceptaré la hipótesis de que Godefroid aún no se ha planteado la opción definitiva, que maniobra, que espera oportunidades favorables a derecha o iz­quierda. Pero en este caso la única táctica correcta con­siste en denunciar a Godefroid, desenmascarar públicamente sus contradicciones, criticar su periódico en forma fraternal pero intransigente, etcétera... Al colo­carlo entre la espada y la pared lo obligaremos a actuar, a optar. Si usted dice, "En caso de traición no vacilaré en atacarlo", etcétera... se engaña a usted mismo y siembra ilusiones. La "traición" no siempre es una línea recta; muchas veces es un retroceso. Godefroid viene retrocediendo desde hace mucho tiempo. Aguardar su traición definitiva significa descuidar la educa­ción revolucionaria de la juventud y allanarle el camino a Godefroid.

10. Exactamente lo mismo es aplicable a Libaers.

11. Alguien dirá: "¿Pero nuestra crítica a los cen­tristas y pacifistas no nos impedirá formar una alianza con ellos contra la burocracia?" Si realmente quie­ren combatir a la burocracia, no. Saben que siempre pueden contar con vuestro apoyo y no vacilarán en expulsar o deshacerse de los revolucionarios. ¿Debe­mos renunciar al derecho de criticarlos? Sería una capi­tulación muy ventajosa para ellos y criminal para el ala revolucionaria.

12. La creación de un partido nuevo es una tarea larga y difícil. La expulsión del POB sería tan sólo el primer paso. Aunque al comienzo no sean más que un puñado, unos cientos de militantes, podrán hacer un trabajo importante bajo la condición -no me cansaré de repetirlo- de combinar la firmeza programática y la intransigencia para con los reformistas y centristas con la mayor flexibilidad y paciencia hacia las organi­zaciones de masas.



[1] Sugerencias para la sección belga. Bulletin Intérieur GBL, N° 15, 10 de mayo de 1936. Traducido del francés [al Inglés] para esta obra por Jeff White. Trotsky escribió esta carta a Walter Dauge en momentos en que la dirección del POB maniobraba para fabricar un pretexto que le permitiera expulsar a los trotskistas y a su órgano, Action Socialiste Révolutionnaire, del partido. La carta fue muy difundida en Bélgica seis meses más tarde, cuando la policía allanó el domicilio de Dauge. El go­bierno publicó algunos pasajes y la prensa del POB manifestó indigna­ción ante la ’’amoralidad" de Trotsky (véase el ensayo de Trotsky Their Morals and Ours [Pathfinder Press, 1973], donde Trotsky erróneamen­te ubica el incidente en 1935). A fines de mayo de 1936 los dirigentes del POB encontraron el pretexto que buscaban al elaborar un programa electoral que elogiaba al gobierno de van Zeeland y a su política de rearme. Exigieron que Dauge, candidato en la lista del POB en el dis­trito minero de Borinage, firmara el programa. Cuando se negó, lo eliminaron de la lista e iniciaron las expulsiones.

[2] Libaers: dirigente de un grupo pacifista de oposición en el POB. Godefroid, dirigente de la Joven Guardia Socialista [JGS) grupo juvenil del POB.

[3] Lagorgette: representante de la SFIO en el congreso de Lille de la Juventud Socialista, dirigió el ataque contra los bolcheviques-leninistas.

[4] Además, al atacar a Hubin y no decir nada sobre Vandervelde, Go­defroid engaña a sus lectores en dos sentidos: hace una diferenciación de principios entre Hubin y Vandervelde y encubre a éste mediante ataques retóricos contra aquél. De esta manera, apoya al social-patriotismo bajo pretensión de combatirlo. [Nota de León Trotsky.]

[5] Además, hay exageraciones y exageraciones. Con esto quiero decir que se puede exagerar por el buen camino y por el malo. Vea, por ejemplo, el libro de Lenin Contra la corriente. En esta polémica en mi contra incurrió en algunas exageraciones evidentes que los acontecimientos posteriores refutaron. Pero Lenin empleó estas exageraciones movido por su constante preocupación de expresar su pensamiento con la mayor precisión. Todos (y me incluyo) aprendimos algo de estas exageracio­nes y todavía hoy podemos aprender, mientras que la confianza "exage­rada" en los centristas y pacifistas no educa a nadie, en realidad, es muy desmoralizante y encubre la evolución de los centristas hacia la traición total. [Nota de León Trotsky.]



Libro 4