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Sobre Revolución obrera en Bolivia /1952 de Eduardo Molina

Entrevista a Javo Ferreira

HISTORIA
Ilustración: Ia Ra

Sobre Revolución obrera en Bolivia /1952 de Eduardo Molina

Andrea Robles

Ideas de Izquierda

En los próximos días Ediciones IPS va a iniciar una nueva colección: Historia Latinoamericana, con la salida de un primer título Revolución obrera en Bolivia /1952. Crisis, guerra e insurrección en el corazón de Sudamérica. Su autor, nuestro compañero Eduardo Molina, falleció en 2019. Para hablar sobre el libro y sobre su autor, conversamos con Javo Ferreira, dirigente de la Liga Obrera Revolucionaria de Bolivia e integrante del Consejo Editorial de La Izquierda Diario de ese país. Javo, además de ser amigo y compañero de militancia de Eduardo, escribió el prólogo y el epílogo del libro.

En la presentación, los editores afirman que es un libro de historia y ensayos. Podríamos empezar por dar una primera idea general para después poder profundizar sobre alguno de sus aportes y de los debates que desarrolla en un marco donde se pone en evidencia permanentemente su actualidad. ¿De qué trata el libro?

El trabajo de Eduardo, desde mi punto de vista, y creo de parte de los que han tenido la oportunidad de trabajar sobre el mismo, es un importante aporte a la interpretación socialista y revolucionaria de la Revolución de 1952 en Bolivia. Y es un trabajo que, por primera vez, presenta de manera concentrada y sistematizada, y de manera polémica también, debates estratégicos y programáticos que se desarrollaron en Bolivia con motivo de la Revolución y que tuvieron como protagonistas a diversos representantes del nacionalismo burgués, como el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), que va a ser el partido que va a capitalizar, por decirlo de alguna manera, que va a aprovechar el triunfo obrero de Abril de 1952. Para los que no conocen, digamos brevemente que el MNR en Bolivia se asemeja de alguna manera al peronismo en Argentina o el varguismo de los años 40 en Brasil. Es decir, formaciones nacionalistas que buscaban regatear parte de la renta nacional frente al imperialismo. Ese fenómeno que en los años 40 y 50 va a recorrer toda Latinoamérica. El APRA en Perú, ya mencioné el peronismo en Argentina, el MNR en Bolivia, etc.

Ese fenómeno del surgimiento del nacionalismo burgués en estas tierras de Bolivia se va a expresar de una manera particular con el MNR dirigido por Víctor Paz Estenssoro, que va a cumplir un papel enorme porque se va a establecer una especie de paradigma nacionalista burgués. De hecho, la Revolución boliviana va a ser conocida como la “revolución nacional”, y entonces el texto de Eduardo lo que hace es no sólo rescatar, poner sobre la mesa y actualizar estos debates que hoy en Latinoamérica tiene una importancia enorme. Con el ciclo de los gobiernos llamados progresistas que se desarrollaron sobre todo en la primera década de este siglo, se volvió a desempolvar la idea de lo nacional popular como sujeto de transformación, pero también como un objetivo limitante de los cambios que en Latinoamérica se estaban produciendo, que eran el resultado de una intensa lucha de clases, en las décadas pasadas, donde vimos el surgimiento de estos progresismos y la actualización de estas concepciones nacionalistas burguesas. Pero, en el texto de Eduardo también aparecen discusiones que son muy importantes en el sentido de cómo interpretar la revolución, aparecen las concepciones de los partidos comunistas, del estalinismo, concepciones semietapistas, etc. No las puedo abordar ahora todas estas, pero el mérito del trabajo de Eduardo es que restablece una mirada “permanentista” de la revolución. ¿A qué me refiero con permanente? Que plantea una interpretación alternativa a la del nacionalismo burgués y a la del estalinismo, restableciendo la posibilidad que se perdió en la revolución del 52 de luchar por un gobierno de los trabajadores y avanzar en la construcción socialista de la sociedad. Entonces es un texto que no sólo tiene una dimensión historiográfica, sino que es un texto de enorme actualidad política porque restituye las discusiones estratégicas, programáticas y políticas para pensar la revolución hoy, para pensar los desafíos que tiene la clase obrera, el movimiento campesino, los sectores populares, en una situación agravada de crisis capitalista como la que estamos viviendo hoy. Entonces, creo que ese es el mérito del texto de Eduardo.

El libro tiene varias partes, tiene toda una parte dedicada a los antecedentes, a la cuestión nacional propia boliviana, a la Guerra del Chaco, luego aborda el período de la revolución y también el de la posrevolución. A mí me gustaría –porque es muy desconocido en la Argentina– que nos contaras un poco más cómo fue ese proceso, cómo fue la revolución boliviana de 1952. Eduardo define la caracterización de la revolución, su mecánica, su dinámica, y plantea que hay tres concepciones sobre la revolución, amén, que también la pone al nivel de la Revolución cubana y de la Revolución mexicana.

La revolución de 1952 fue –para pensar un poco– el acontecimiento fundante, el acontecimiento constitutivo, podríamos decir, de lo que se puede definir como la Bolivia moderna y contemporánea. Es decir, la gran eclosión social que se produjo en Abril del 52 llegó a disolver el Ejército, imponiendo la formación de milicias obreras y campesinas, y puso en evidencia la magnitud de un acontecimiento que se encuentra entre las tres más grandes revoluciones que se dieron en Latinoamérica, primero con la Revolución Mexicana en 1910; en 1952 la Revolución boliviana, que, como bien señala Eduardo, podríamos decir que es la más clásica, en el sentido de la que más se asemeja al proceso revolucionario ruso. Y, por último, la gran Revolución cubana en 1959, que va a ser la única que llegó a expropiar a la burguesía y expulsar al imperialismo.

La Revolución boliviana como se la conoce, o la revolución nacional fue la culminación de una prolongada experiencia de lucha de clases que podríamos decir que arrancó con la Guerra del Chaco. En el año 32 se inicia un proceso enorme en la Guerra del Chaco entre Bolivia y Paraguay. Va a ser el conflicto bélico más importante contemporáneo que vivió Latinoamérica. Antes estuvo la Guerra de la Triple Alianza en el siglo XIX, pero ya en los tiempos modernos, más contemporáneo, la Guerra del Chaco fue el enfrentamiento militar hasta hoy más importante que se ha producido en Latinoamérica. Tuvo tres años de duración, involucró de alguna manera a todos los países de Latinoamérica y entonces este acontecimiento, como es la Guerra del Chaco, va a revelar la bancarrota, la degradación de la construcción estatal y de la sociedad boliviana hasta ese momento. Una sociedad que estaba construida sobre la base de la racialización de las relaciones sociales, una sociedad en la que las mujeres y los indígenas, por ejemplo, no tenían derecho al voto. Era una sociedad en la que sólo se podía votar si se sabía leer y escribir y se tenía algún tipo de propiedad. Una sociedad que tenía normativas legales, por ejemplo, que justificaban el trabajo semiesclavo. Estamos hablando de que la Guerra del Chaco va a revelar ante los ojos de indígenas, de campesinos, de obreros que se veían obligados a ir a morir al frente ese carácter retrógrado del Estado y de la sociedad boliviana.

Entonces, a partir de la Guerra se inicia un proceso profundísimo de reagrupamiento, de organización, donde el nacionalismo va a cobrar muchísimo cuerpo. Estamos hablando de que en los años 40, ya finalizada la Guerra, va a surgir lo que se conoce como los regímenes del llamado socialismo militar, es decir, gobiernos militares que hablaban en nombre del socialismo y que llevaron incluso importantes reformas legales como es el Constitucionalismo social de 1938, alternándose con regímenes militares altamente represivos, es decir, estamos diciendo que la revolución del 9 de abril del 52 va a ser la culminación de una larga y profunda experiencia del movimiento obrero y de las masas en una enorme lucha de clases. En forma resumida, para los que no conocen, podemos decir que en esos 17 años que van del año 35 al año 52, el movimiento de masas va a realizar enormes experiencias con gobiernos nacionalistas burgueses, con gobiernos represivos altamente autoritarios, sufriendo las masacres de Catavi, por ejemplo de 1942, las masacres de los pueblos indígenas, por ejemplo, como la de 1947; semiinsurrecciones como la de 1936-37 o procesos insurreccionales capitalizados por la oligarquía, como va a ser el colgamiento y la caída de Villarroel en 1946; elecciones nacionales que, en el año 47, por ejemplo, van a mostrar una militancia obrera independiente impresionante. Imagínense, que solo podían votar los que sabían leer y escribir. ¿Entonces, qué hacían los trabajadores mineros cuando presentaron el bloque minero parlamentario? Les enseñaban a leer en las bocaminas los titulares de los diarios, a los trabajadores, para que cuando vayan a la mesa de votación les decían “¿Qué dice acá?”, y entonces el obrero, de memoria, que no sabía leer y escribir, repetía ta ta, ta, ta ta. Y entonces fue un proceso electoral impresionante, porque por el bloque minero parlamentario van a terminar ingresando muchos diputados, entre ellos Guillermo Lora, Juan Lechín.

Un año antes se había votado las Tesis de Pulacayo. Quizás nos podés contar un poco este proceso del año 46, seis años antes de la revolución.

Se me estaba pasando ese acontecimiento importante, porque en 1946 se aprueban las Tesis de Pulacayo, es un congreso minero que se realiza en la localidad de Pulacayo y se aprueban unas muy renombradas tesis que establecen unos lineamientos muy importantes para la clase obrera. Ahí se propugna la necesidad de sostener una política independiente, de independencia de clase frente a la oligarquía, de depositar confianza solo en las fuerzas obreras y en la alianza obrero campesina. Se plantea, por ejemplo, por primera vez, la necesidad del armamento obrero frente a las masacres que eran regulares ya en ese tiempo. Se plantea la necesidad de la ocupación de las minas por parte de los trabajadores para impedir los despidos y lo que se conocía como masacres blancas. Es decir, las Tesis de Pulacayo elaboradas por Guillermo Lora y miembros del Partido Obrero Revolucionario, van a tener un impacto enorme en la constitución de una subjetividad independiente de la clase obrera boliviana y muestra –este texto– ese profundo proceso de radicalización política que la clase obrera estaba viviendo y que lo acercaba a posiciones trotskizantes. Mucho se ha dicho que las Tesis de Pulacayo son una traducción del Programa de Transición trotskista a las condiciones del momento histórico de los años 40 en Bolivia. Entonces estamos hablando del periodo prerrevolucionario, de una intensa elaboración política teórica, pero también de una gran experiencia que enriquecía esta elaboración teórica en la lucha de clases. Estamos hablando de las masacres y de enormes huelgas del año 49, 47, una guerra civil de dos meses, también en el año 49.

Es decir, es un proceso intensísimo que combina masacres, luchas callejeras, huelgas violentas, procesos electorales donde la clase obrera intenta intervenir de manera parcialmente independiente. Evidentemente hay varias críticas que después se pueden formular en cada uno de estos hechos. Pero quiero señalar la importancia de todo ese proceso que va a conducir finalmente a la gesta Abril del 52, una gesta de Abril que –perdón, que lo reitere– disolvió el Ejército. Y en ese sentido no es un proceso revolucionario más de los muchos que hemos vivido en Latinoamérica, sino que, entre las jornadas del 9 de abril y el 11 de abril de 1952, la clase obrera boliviana va a poner en marcha junto con sus sindicatos, milicias obreras que van a disolver el ejército, un ejército que tenía alguna experiencia militar. Estábamos hablando antes que 15 años atrás se había producido la Guerra del Chaco. Y muestra la fuerza de la clase obrera que logró convertir un fracasado golpe de Estado del MNR en una revolución victoriosa y que ha sido el acontecimiento político que más cambios y que con mayor profundidad se han producido en Bolivia.

¿Me gustaría que nos cuentes cuál fue el rol de la clase obrera? ¿Cómo se establece el poder dual? Eduardo justamente menciona la disputa por la hegemonía de las direcciones. Nos podés contar un poquito más sobre eso para después también charlar sobre las tres concepciones que Eduardo mencionó en el libro que hay sobre la revolución. Pero para graficar un poco más cuál fue el rol de la clase obrera, cómo se establece la revolución de Bolivia del 52.

Evidentemente, en 1952, cuando el MNR intenta llevar adelante un golpe de Estado, estamos hablando de que en los años previos al 52, diversos grupos nacionalistas intentaban acciones, putchistas y golpistas. Pero nunca se pensaba en términos de permitir que la clase obrera, el movimiento campesino, llevara adelante esas transformaciones por su propia cuenta. El nacionalismo burgués, que no era solo el MNR, estaba la Falange Socialista Boliviana, Razón de Patria, Alfa y Omega y diversos grupos, había un montón de grupos nacionalistas que intentaban hacerse del poder del Estado mediante intentonas golpistas, ya sea con la policía, con el ejército, etc. En Abril del 52 no había ninguna novedad. El MNR estaba en una conspiración golpista, habían arreglado con algunos oficiales de la policía y algunos militares para llevar adelante este golpe de Estado. El golpe de Estado fracasa.

En la localidad de Laja, hay una reunión muy interesante, en donde se encuentran Hernán Siles Zuazo, que era el representante del MNR, y el General Ortiz, que era el representante del ejército. Pero lo llamativo es por qué se encuentran en Laja –una localidad a 40 km de la ciudad de La Paz. Los dos estaban huyendo, Siles Zuazo estaba yendo al Perú y el General Ortiz también estaba yendo al Perú. Pero por qué se produce esta cosa increíble. Porque evidentemente Siles Zuazo huía al Perú, porque el golpe de Estado había fracasado. Pero lo que no sabía Siles Zuazo es que mientras él estaba escapando, los mineros, los fabriles, los trabajadores, con dinamita en mano, habían derrotado al ejército, lo habían desarmado, habían tomado los cuarteles, habían desarmado a la tropa y eran los dueños de la situación. Entonces el general Ortiz estaba escapando ante ese escenario que era desconocido por el “jefe” del levantamiento armado, que era Hernán Siles Zuazo. Es increíble porque parecía que se hubieran encontrado la cobardía y el terror juntos en Laja. El dirigente del MNR, sin saber que los obreros habían derrotado y disuelto el ejército y entonces, en Laja, toman conocimiento de esta situación y se firma una rendición. Ortiz sigue para el Perú y Siles Zuazo vuelve ya sabiendo del triunfo obrero en la ciudad de La Paz.

En ese momento no hay ejército, el único verdadero poder efectivo en el país son los obreros armados. Entonces, evidentemente, cuando hablamos de un doble poder hablamos porque hay un fantasmal poder burgués que es Siles Zuazo, tratan de reconstruir lo que era el Parlamento que había sido cerrado en las elecciones del año 51. Se hacen todos los intentos para volver a poner en pie toda la institucionalidad democrática burguesa sumamente cuestionada. Pero es un poder fantasmal que se sostiene solo por el peso de la rutina. Por la rutina y las concepciones políticas que vienen más atrás que el desarrollo de los acontecimientos. Pero, por otro lado, tienes un verdadero poder material armado, que son decenas de milicias obreras que se encuentran bajo el mando de los sindicatos. Ese proceso de doble poder, se va a prolongar hasta el año 54, dos años en los cuales no es que se va a mantener estática la situación.

El MNR, apenas llegado al poder gracias a la fuerza obrera, empieza una política de desarme de las milicias y de reconstrucción del ejército, ya bajo el nombre de Ejército Nacional. Es decir, la construcción de un ejército nacionalista que pudiera ser el garante del poder burgués reconstruido y en marcha. En el año 54 las milicias ya se encuentran desarmadas. El armamento de esas milicias, en gran medida, va a pasar a manos de grupos paramilitares o lo que se conoció acá en Bolivia como el control político, que eran milicias, pero ya no eran las milicias obreras, sino que eran las milicias del MNR, del partido que estaba en función de gobierno. Entonces vamos a tener a partir del año 52, 12 años de gobierno del MNR, primero con Víctor Paz, posteriormente con Hernán Siles Zuazo, después nuevamente Víctor Paz y finalmente la derrota de la Revolución. Luego de haber desmoralizado a los trabajadores, haber desarmado a los trabajadores, haber estatizado los sindicatos campesinos y convertirlos en una fuerza de choque antiobrera. Estamos hablando de 12 años posrevolucionarios, de una intensísima lucha de clases que van a culminar, con el golpe del vicepresidente de Víctor Paz Estenssoro, que era el general Barrientos Ortuño. A partir de ese momento, que es la derrota definitiva de la Revolución, a partir del 4 de noviembre del 64, vamos a tener en la historia boliviana un ciclo de 18 años de gobiernos militares, apenas interrumpidos por breves momentos de intensa recuperación obrera y lucha de clases, como fue la Asamblea Popular del 71. Pero en esos 12 años de gobiernos posrevolucionarios del MNR se va a producir, en los primeros años, el fin del doble poder, el desarme de las milicias y la entrega del país –y esto es lo más llamativo–, pese a que hubo una revolución, a la voracidad del capital imperialista. A partir del año 55, Estados Unidos va a empezar a cumplir un papel destacadísimo en la dirección de la política económica y en el armamento del nuevo Ejército Nacional, que va a ser el que va a llevar adelante el golpe de Estado.

Brevemente, en todo este período se van a desarrollar, podemos decir tres concepciones de la revolución. Por un lado, la concepción del nacionalismo burgués que esperaba desarrollar un capitalismo nacional autónomo. Zavaleta Mercado lo expresaba muy bien. Zavaleta es, pese a que ha fallecido, el intelectual del nacionalismo burgués más de izquierda en el país. Zavaleta Mercado afirmaba que la discusión de socialismo o capitalismo era falsa, que primero, antes de hablar de socialismo o capitalismo, la nación debería ser, es decir, debería ponerse en pie el ser nacional. Y ese ser nacional, una vez que esté construido, después verá si avanza por un rumbo capitalista o socialista. Era el fundamento teórico del nacionalismo burgués. Primero, el sustantivo: hay que poner en pie el ser nacional y luego el adjetivo: socialista, capitalista, pero primero el sustantivo. Con esta visión el MNR y todo el nacionalismo burgués hizo todos los esfuerzos para garantizar un gobierno del MNR. Por otro lado, en el campo del movimiento obrero se desarrollaron tres concepciones que son, por un lado, una que sostenía el Partido Comunista, que era que Bolivia era un Estado feudal, por todo este atraso que mencionaba antes, y que por lo tanto la primera etapa de la revolución debería ser una etapa de desarrollo capitalista nacional y en ese marco el Partido Comunista y todo el estalinismo en ese momento sostuvo y apoyó decididamente al gobierno del MNR y del nacionalismo burgués.

Una segunda concepción que era la de Guillermo Lora, que era parte del movimiento trotskista en ese momento, que planteaba acertadamente que la revolución era una revolución obrera proletaria, como establecían las tesis de Pulacayo pero esa concepción de Guillermo Lora nunca fue sostenida hasta el final. Porque su estrategia, pese a afirmar de que se trataba de una revolución proletaria y obrera, se basaba en empujar al MNR a que fuera más a la izquierda. Es decir, si bien reconocía el carácter proletario de la revolución, lo hacía sobre la base de una estrategia incorrecta que era buscar que el MNR avanzara en un sentido socialista, más allá de sus propios objetivos. Entonces, la estrategia de Guillermo Lora y el Partido Obrero Revolucionario era, aunque con matices diferentes al Partido Comunista, en última instancia, terminaban todos sosteniendo y apoyando por izquierda al gobierno nacionalista burgués de Víctor Paz. Y finalmente está la tercera posición, que es la que se expone en el trabajo de Eduardo, que como señalé líneas atrás, es la de recuperar la visión permanentista de la revolución, es decir, la visión que Trotsky había formulado a partir de dos experiencias muy importantes: la experiencia de la misma Revolución rusa y, posteriormente, la experiencia de la Revolución china de 1927, de la segunda Revolución china. Sobre estas dos experiencias, Trotsky va a desarrollar la Teoría de la Revolución Permanente que plantea –para decirlo en forma sencilla y rápida– la necesidad de que las tareas nacionales, democráticas; es decir, que esa construcción de ese ser nacional, como decían los burgueses, sea llevada adelante por la clase trabajadora, ya que la burguesía, las clases dominantes, no tienen ningún interés, como se había demostrado hasta 1952, en resolver todo ese legado de taras históricas –como era las relaciones sociales semiesclavistas, semifeudales–.

Lo que en el trabajo de Eduardo se rescata es esta visión formulada por Trotsky, donde es la clase obrera la que puede avanzar en resolver todas estas tareas democráticas pendientes en nuestros países. Pero, a partir del momento de conquistar el poder del Estado, puede avanzar de una manera permanente en una combinación de tareas democráticas y socialistas. En ese sentido, el texto de Eduardo tiene una importancia enorme, porque vuelve a traer a la mesa estos debates que hoy están presentes. Hoy en Bolivia se vuelve a discutir a partir de la cuestión indígena, de los 14 años del gobierno de Evo. Se vuelven a discutir estos grandes problemas de cómo avanzar hacia el socialismo. Si al socialismo se puede avanzar sobre la base de movimientos populares nacionalistas burgueses, como se pretendía en los años 50. Y qué tipo de estrategia es la que necesitamos los trabajadores, las trabajadoras, discutir para poder vencer. Estas concepciones de la revolución en el texto de Eduardo están muy bien sintetizadas, muy bien presentadas. Y las mismas no son una reflexión sobre el pasado, una veleidad historiográfica o académica, sino que tienen una enorme importancia política hoy para pensar el futuro de nuestros países, el futuro de Latinoamérica y, fundamentalmente, el futuro de la clase obrera y el pueblo que hoy está bajo ataques tremendos en lo económico.

Justamente sobre eso quería continuar. Porque, en definitiva, la revolución no es derrotada por las fuerzas contrarrevolucionarias de la burguesía, sino que es desviada. Les llevó 12 años desarticular, desde adentro, podemos decir, el proceso de la revolución hasta culminar con el golpe militar. Y la pregunta también es qué actualidad tiene esto con la historia reciente boliviana con el último golpe militar, que terminó con el gobierno de Evo Morales.

Por ejemplo, ese es uno de los aportes de enorme actualidad del trabajo de Eduardo. La revolución del 52 no pudo ser derrotada inmediatamente. Imagínate que no había ejército en Bolivia, que es el pilar fundamental de todo orden burgués. Después podemos hablar de la cultura, la ideología, la escuela, la religión, todos los famosos aparatos ideológicos del Estado. Pero hay un problema central, todos esos aparatos se sostienen en una herramienta que son las instituciones armadas. Esas instituciones armadas estaban disueltas en la Bolivia de abril del 52. Entonces no podían derrotarla militarmente. Lo que va a haber es un proceso de desmoralización, de desvío desde adentro, haciendo concesiones. No les quedaba otra. Tuvieron que nacionalizar las minas en octubre del 52; tuvieron que terminar con el latifundio en el occidente del país y distribuir la tierra en una de las reformas agrarias más importantes que hubo en Latinoamérica. Incluso mayor a la misma Revolución mexicana. En el año 53 se lleva adelante una reforma agraria sobre la base de milicias campesinas armadas, el reparto de la tierra se hace a través de los mismos sindicatos.

Estamos hablando de un proceso muy profundo donde el MNR y la burguesía se ven obligados a hacer determinadas concesiones mientras van desarmando las milicias, mientras van cooptando los sindicatos. Un desvío de 12 años, un desvío que en los últimos años ya del Gobierno del MNR, 59, 60, 61, van a adquirir enormes rasgos represivos. A tal punto que, en diciembre del 63, se va a producir el Congreso Minero de Colquiri, donde los trabajadores mineros van a recuperar las consignas de la Tesis Pulacayo, que era poner nuevamente en pie milicias obreras frente a las masacres y alentar la ocupación de las minas frente a los intentos de despido que el “gobierno revolucionario” de Víctor Paz intentaba aplicar. En función de ese capitalismo autónomo, el MNR, en colaboración con el gobierno de Kennedy, hasta su muerte en el 61, y luego con el gobierno de Johnson, van a intentar convertir a las empresas mineras, particularmente la COMIBOL que había surgido con la Revolución, la Corporación Minera de Bolivia, en una empresa capitalista rentable. Y para que sea una empresa capitalista rentable había que despedir a todo el personal trotskista, a todo el personal comunista, a todo el personal de la izquierda del MNR, había que imponer mecanismos de mayor productividad del trabajo para que estas empresas fueran rentables.

Hacer eso luego de una revolución con obreros que, aunque las milicias estuvieran desarmadas, aún contaban con algo de armas y dinamita, que habían tenido una experiencia enorme de 20 años de intensísima lucha de clases, era muy difícil. Evidentemente, la contrarrevolución no podía conformarse ya en los primeros años 60, no podía conformarse con el desvío, sino que empiezan los preparativos golpistas que se van a consumar en el 64 con el golpe de Barrientos. En el caso boliviano actual, si bien no hubo una revolución con Evo Morales, sino lo que hubo fue, si se quiere, a partir de la del levantamiento de la ciudad de El Alto de octubre del 2003, la inauguración de un proceso revolucionario en Bolivia que va a durar hasta el año 2009, aproximadamente –hay diferencias importantes con el 52, pero también hay puntos de contacto interesantes–. Porque así como el MNR se vio obligado a desviar ese proceso revolucionario, mientras iba reconstruyendo todo el aparato militar, que va a llevar adelante la contrarrevolución, durante el gobierno del MÁS, Evo Morales se dedicó a embellecer a las Fuerzas Armadas, fueron presentadas como unas Fuerzas Armadas antiimperialistas que ya no tenían nada que ver con las viejas Fuerzas Armadas neoliberales. Hubo una política muy parecida en el sentido de contener a las masas, sacarlas de las calles, pasivisar esa acción de masas, estatizando los sindicatos, dando también algunas concesiones, como fueron modificaciones inclusivas, formales, importantes en la Constitución Política del Estado. Una combinación de concesiones con mucha retórica “antiimperialista” y embellecimiento de las Fuerzas Armadas. Eso se terminó el 2019 con tres grandes masacres que el ejército “antiimperialista” de Evo Morales llevó adelante con el golpe de Estado. Estamos hablando de las masacres del Pedregal en Ovejuyo, la masacre en Sacaba del 15 de noviembre de 2019, de la masacre en la ciudad de El Alto de Senkata. Estamos hablando de cómo ese ejército que fue presentado como antiimperialista al servicio de una revolución democrática y cultural, era todo palabrería y que la naturaleza, la esencia contrarrevolucionaria y de sostén del orden estatal burgués, se ha mantenido en el tiempo.

Esto lo desarrollamos particularmente en el epílogo, que tuve la posibilidad de escribir, del libro de Eduardo. Allí relatamos este proceso y los puntos de contacto que existen entre cómo se va armando la contrarrevolución en los años 50 y 60 y cómo se armó y se preparó también el golpe de Estado en la Bolivia del 2019. Aunque son procesos distintos, hay puntos de contacto de cómo actúan los “nacionales y populares” ante la acción de masas y ante las fuerzas represivas. En ese sentido el trabajo de Eduardo tiene una enorme actualidad para la lucha de clases hoy.

Es inevitable al leerlo, encontrar puntos de contacto y de apelaciones a la reflexión en torno a Latinoamérica e incluso Argentina. ¿Nos podés decir algunas cuestiones sobre qué actualidad tiene el libro desde ese ángulo?

Como decía al principio, que al inicio del milenio se haya producido en Latinoamérica un ciclo de revueltas, rebeliones, que en el caso boliviano fueron cuatro o cinco levantamientos. El cambio en la política boliviana, por ejemplo, se va a producir con la Guerra del Agua en abril del 2000, luego el levantamiento indígena aymara de septiembre del 2000, diversas crisis nacionales que van a atravesar el 2001 y el 2003, los enfrentamientos entre la policía y el ejército, que dejaron 35 muertos y cientos de heridos, y finalmente la insurrección popular de la ciudad de El Alto en octubre del 2003. Cinco años de una intensísima lucha de clases que, como subproducto de esa lucha de clases, va a surgir el gobierno del Movimiento al Socialismo de Evo Morales, como una expresión distorsionada de lo que venía sucediendo por abajo. Bolivia no fue la excepción, estuvo el 2001 en Argentina, los levantamientos ecuatorianos que se venían produciendo desde el año 98 contra los diversos gobiernos y que arrancaron contra Bucaram. Esta es Latinoamérica. Vivió en el inicio del milenio un proceso muy interesante de revueltas en Chile. De hecho, ya se venían produciendo las revueltas estudiantiles, los levantamientos de los “pingüinos” por educación. Procesos que sacudieron Latinoamérica y que dieron lugar a estos gobiernos progresistas. A partir del surgimiento de estos gobiernos vuelve a surgir el debate que mencionaba antes sobre la posibilidad o no de conquistar capitalismos autónomos, es decir, de que le impriman al desarrollo de nuestras sociedades un desarrollo sostenible y que nos permita escapar de la pobreza, el atraso. En ese sentido, el surgimiento de los gobiernos progresistas reactualiza estos debates y tienen una enorme importancia hoy. Lo interesante del asunto es que cuando pensamos la revolución del 52, pero también sí pensamos cómo han terminado este ciclo de gobiernos progresistas, por lo menos la primera oleada, vemos que ese esfuerzo, esa disposición a conquistar capitalismos autónomos, verdaderamente nacionales e independientes, es una verdadera utopía. Es una utopía incluso reaccionaria, porque terminan desviando y confundiendo a los trabajadores y a los sectores populares. Es decir, en Bolivia creo que fue el intento más profundo y más intenso con la revolución del 52 de conquistar ese capitalismo nacional.

Si uno mira el resultado del siglo XX y de las primeras dos décadas del siglo XXI, vemos que esos objetivos han fracasado. Lamentablemente hay una persistencia en reeditar estos proyectos fracasados. En el caso argentino lo vemos con el kirchnerismo, de hecho ese intento de restituir un peronismo de “manos llenas”, de concesiones, no existe más. Lo vemos en la misma Bolivia con el proyecto de Evo Morales, de avanzar en una revolución democrática y cultural sin cuestionar las bases capitalistas de la sociedad, cuestión que vemos que vuelve a fracasar. Donde se puede observar el fracaso es en el 2019, en donde el racismo que se había intentado eliminar, por ejemplo, mediante leyes, normas constitucionales, terminó en nada. En 2019 vimos una explosión de racismo, que estaba contenido, y que explotó de una manera criminal. Ese proyecto del nacionalismo burgués de los años 50, que hoy es desempolvado por los progresismos de una manera tibia, apostando a desarrollos capitalistas nacionales, independientes, soberanos y autónomos, se ha revelado como un tremendo fracaso. En ese sentido, el trabajo de Eduardo tiene una importancia enorme, porque lo que se cuestiona es precisamente ese proyecto que lo único que termina haciendo es desmoralizar al movimiento de masas, “mojar la pólvora”, por decirlo de alguna manera, y alentar, aunque no sea el objetivo de los Evo Morales, de los Lula, el desarrollo de estas tendencias reaccionarias y contrarrevolucionarias que, tarde o temprano, van a golpear al movimiento de masas. Hay una actualidad enorme y más aún cuando viene el segundo ciclo de gobiernos progresistas, mucho más lavados que el primer ciclo, pero que aún así persisten con este objetivo, con esta estrategia de reeditar un proyecto nacionalista burgués y de un capitalismo más humanizado, por decirlo de alguna manera.

Para terminar, me gustaría conversar sobre Eduardo. El libro verdaderamente plasma una parte de la obra de Eduardo Molina que también deja ver su carácter militante. Allí él remarca el combate en el terreno ideológico y su importancia. Vos, militaste muchísimos años con él, ¿nos podés contar sobre su vida y también sobre el objetivo que se trazó con esta obra?

Eduardo no solo era un camarada con el que militamos juntos, era un amigo, un compañero y que tuvimos la fortuna también de militar juntos en acontecimientos como los que relataba como el levantamiento de Octubre, esa intensa lucha de clases que vivió Bolivia dos décadas atrás. Y Eduardo tenía una acumulación de conocimientos no sólo de Bolivia, sino del conjunto de Latinoamérica casi enciclopédicos. Tuvo un papel destacado en su militancia, en la LORCI, acá en Bolivia. Eran situaciones difíciles las que vivimos en el período que va del 2000 al 2009, con conatos de guerra civil, levantamientos. Era un momento histórico y Eduardo colaboró muchísimo en la elaboración teórica y programática para estos momentos. De hecho, recuerdo una anécdota que la conté en el prólogo del libro, recuerdo que íbamos a Huanuni, íbamos a una reunión con trabajadores mineros en Huanuni con Eduardo. El viaje en ese tiempo era de cinco o seis horas, más o menos, de viaje desde La Paz. Cuando llegamos a esa reunión con los mineros, había fracasado la reunión. Y había fracasado, una cosa increíble. No sé qué evento se había organizado en la ciudad de Oruro. Todos los trabajadores se habían ido detrás del sindicato al evento en Oruro. Estábamos sentados en el cordón de la vereda, desmoralizados en gran medida, porque era un viaje muy largo y se había perdido todo el día. Y Eduardo con el nivel que tenía y los conocimientos que tenía hacía el comentario, recordando a Zavaleta Mercado que decía que producto de la experiencia de la revolución del 52, que había sido realizada y organizada por los sindicatos, prácticamente por los sindicatos obreros, se había desarrollado en Bolivia una cultura política que pervive hasta hoy, que Zavaleta definía como una cultura política de resistencia, muy espontaneísta. Y los partidos políticos para poder existir –decía Zavaleta– debían refugiarse detrás de un sindicato. Lo que se había desarrollado como cultura política en Bolivia era una militancia social y sindical, pero no una militancia política.

Recuerdo que ese día en Huanuni, Eduardo decía esto es lo que expresaba Zavaleta. En Bolivia, lamentablemente, es muy débil la cultura política partidaria en el sentido de militancia de partido, pero es muy extendida y muy profunda la cultura de militancia sindical o social. Esa experiencia fracasada en Huanuni fue un aliciente para que Eduardo se pusiera a trabajar en el texto que en estos días vamos a presentar a los trabajadores, a las trabajadoras, a la juventud. Eduardo tenía esta capacidad, muy de los militantes también, de no desmoralizarse ante estas derrotas que son, por cierto, lo sabemos todos los que militamos, muy comunes en la práctica militante. Rosa Luxemburgo decía que el camino a la victoria de la clase obrera está plagada de derrotas, grandes y pequeñas.

Esa derrota pequeña que tuvimos, como fue el fracaso de una reunión, fue uno de los motores que incentivó a Eduardo a ponerse a escribir y a elaborar y a trabajar en este texto. El fallecimiento de Eduardo, un mes o dos meses antes del golpe de Estado en Bolivia, nos privó de las posibilidades de que, con todo su conocimiento y su elaboración, pudiéramos hacer balances o incluso elaboraciones teóricas un poco más complejas, más sofisticadas o más complejizadas de lo que se ha vivido. Sin embargo, el texto que nos dejó es un gran punto de apoyo para pensar los desafíos que tenemos hoy por delante.

En los próximos días va a salir publicado y el próximo fin de semana va a estar en la Feria de Editores que se realiza en el barrio porteño de Chacarita (Av. Corrientes 6271), en el stand –311– de Ediciones IPS.


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Andrea Robles

@RoblesAndrea
Militante del Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS). Integrante del CEIP y Ediciones IPS. Querellante en la Causa Triple A por el asesinato de su padre César Robles. Escribió "Triple A. La política represiva del gobierno peronista (1973-1976)" en el libro Insurgencia obrera en la Argentina (2009).