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Naturaleza y dinámica del capitalismo y la economía de transición (compilación)

La Plataforma de la Oposición (Cap. I, II, III, IV)

La Plataforma de la Oposición (Cap. I, II, III, IV)

LA PLATAFORMA DE LA OPOSICION UNIFICADA[1]
(Capítulos I, II, III y IV)

Agosto de 1927

CAPITULO I

Preliminares

En el discurso que pronunció en el último Congreso del partido a que asistió, dijo Lenin: “Hemos vivido un año con el Estado en nuestras manos y bajo la Nueva Política Económica. ¿Ha funcionado ésta de la manera en que nosotros queríamos, en este año que pasó? No. No nos gusta reconocerlo; pero así es. Y ¿qué resultado ha dado? La máquina no camina hacia donde nosotros la guiamos. Era como un auto que no estaba yendo en la dirección que el conductor deseaba; sino hacia donde lo guían misteriosos especuladores o capitalistas privados. El auto no siempre sigue exactamente el camino (y frecuentemente sigue justamente el contrario) que se propone el hombre sentado al volante”.
En estas palabras se hallaba condensado el criterio con que debemos juzgar los problemas fundamentales de nuestra política. ¿Qué dirección sigue la máquina, el Estado, el poder? ¿Sigue la dirección que deseamos los comunistas expresando los intereses y la voluntad de los obreros y la enorme masa de los campesinos? ¿O no sigue esa dirección? ¿O no la sigue “exactamente”?
En los años que han seguido a la muerte de Lenin hemos procurado más de una vez llamar la atención de los órganos centrales del partido, y posteriormente del partido en general, sobre el hecho de que, gracias a una dirección desacertada, el peligro indicado por Lenin ha aumentado considerablemente. La máquina no sigue la dirección que reclaman los intereses de los obreros y los campesinos. En vísperas del nuevo Congreso, consideramos un deber, pese a todas las persecuciones que hemos sufrido, llamar la atención del partido con redoblada energía sobre este particular, pues estamos seguros de que la situación puede corregirse y de que puede corregirla el mismo partido.
Cuando Lenin dijo que la máquina camina con frecuencia hacia donde la dirigen fuerzas hostiles a nosotros, llamaba nuestra atención sobre dos hechos de importancia suprema. El primero es que existen en nuestra sociedad esas fuerzas hostiles a nuestra causa (e1 kulak, el nepman y el burócrata), que se valen de nuestras torpezas y nuestros errores políticos y cuentan con el apoyo del capitalismo internacional. El segundo es el hecho de que estas fuerzas son tan poderosas que pueden empujar nuestra máquina gubernamental y económica en una dirección errónea y hasta intentar finalmente -al principio de modo velado- apoderarse del volante de la máquina.
Las palabras de Lenin nos han impuesto a todos las obligaciones siguientes:
1.-Vigilar atentamente el crecimiento de estas fuerzas hostiles (kulak, nepman y burócrata).
2.-Tener presente que en proporción con el resurgimiento general del país estas fuerzas se esforzarán por unirse, introducir “enmiendas” propias en nuestros planes, ejercer una presión creciente en nuestra política y satisfacer sus intereses por medio de nuestro aparato.
3. -Adoptar todas las medidas posibles para debilitar el crecimiento, la unidad y la presión de estas fuerzas hostiles, impidiéndoles crear ese sistema efectivo, aunque invisible, de la dualidad de poderes a que aspiran.
4. -Decir con franqueza toda la verdad referente a estos procesos de clase a los obreros industriales y a las masas laboriosas. Esta es la clave con respecto a la cuestión del peligro “thermidoriano” y la lucha contra él.
Desde que Lenin profirió su advertencia han mejorado muchas cosas; pero también han empeorado otras. La influencia del aparato del Estado aumenta de día en día; pero al mismo tiempo aumenta la deformación burocrática del Estado obrero. El crecimiento absoluto y relativo del capitalismo en el campo y su crecimiento absoluto en las ciudades, empieza a crear en los elementos burgueses del país una conciencia de su fuerza política. Estos elementos tratan de desmoralizar -no siempre con éxito- al núcleo de comunistas con que se ponen en contacto en su trabajo y en el trato social. La consigna dada por Stalin en el XIV Congreso del partido: “¡Fuego a la izquierda!”, no podría más que promover esta unión de los elementos derechistas del partido con los elementos burgueses-ustrialovistas del país.
La cuestión: “¿Quién derrota a quién?”, será zanjada en una lucha continua de clases planteada en todos los sectores de la vida económica, política y cultural, lucha planteada en pro de una trayectoria socialista o capitalista, por una distribución de la renta nacional según una de las dos trayectorias, por un sólido poder político del proletariado o una división de este poder con la nueva burguesía. En un país formado por una mayoría abrumadora de pequeños e ínfimos campesinos y de pequeños propietarios en general, los procesos más importantes de esta lucha se verificarán durante un tiempo de un modo fragmentario y subterráneo para salir “inesperadamente” a la superficie.
El elemento capitalista encuentra su expresión primaria en la diferenciación de clase en el campo y en el creciente número de comerciantes privados. Las capas superiores del campo y los elementos burgueses de la ciudad se entremezclan cada vez más con los diversos eslabones de nuestro aparato económico y de gobierno. Y este aparato ayuda con no poca frecuencia a la nueva burguesía a ocultar bajo una niebla estadística sus esfuerzos afortunados por aumentar la parte que le corresponde de la renta nacional.
El aparato comercial -del Estado, cooperativo y privado- consume una enorme parte de nuestra renta nacional, más de la décima parte de la producción total. Por otra parte, el capital privado, en su facultad de intermediario comercial, ha manipulado en los últimos años bastante más de la quinta parte del tráfico total; en números redondos, más de cinco mil millones anuales. Hasta ahora el consumidor general ha recibido más del cincuenta por ciento de los productos que necesita de manos de los capitalistas privados.
Para el capitalista privado ésta es la fuente fundamental del beneficio y la acumulación. Las “tijeras” (desproporción) entre los precios agrícolas y los industriales, entre los precios al por mayor y al detalle, la diferencia de precios en las distintas ramas de la agricultura y entre las diversas regiones y épocas del año, y finalmente la diferencia entre los precios domésticos y los mundiales (contrabando), son una fuente constante de lucro privado.
El capital privado percibe un interés usurario sobre los empréstitos y hace dinero con los títulos del gobierno.
El papel del capitalista privado en la industria es también muy considerable. Aun cuando ha disminuido relativamente en el período reciente, ha aumentado, sin embargo, en el sentido absoluto. La industria capitalista privada registrada presenta una producción global de cuatrocientos millones anuales. La de las industrias pequeñas y domésticas pasa de mil ochocientos millones. En total, la producción de las industrias que no pertenecen al Estado constituye más de la quinta parte de la producción total de artículos y aproximadamente el cuarenta por ciento de las mercancías del mercado general. La preponderancia de esta industria está relacionada de uno u otro modo con el capital privado. Las diversas formas encubiertas o francas de explotación de la masa de los artesanos por el capital comercial del interior constituyen un problema sumamente importante, siendo, por añadidura, una fuente creciente de acumulación para la nueva burguesía.
Los impuestos, los salarios, los precios y el crédito son los principales instrumentos de distribución de la renta nacional y fortalecen a unas clases mientras debilitan a otras.
El impuesto agrícola se impone en el campo, por regla general, siguiendo una progresión inversa, es decir, que se carga más a los débiles y menos a los fuertes y al kulak. Aproximadamente, el treinta y cuatro por ciento de los propietarios campesinos pobres de la Unión Soviética (aun omitiendo provincias en las que existe una diferenciación de clase muy desarrollada, como Ucrania, el Cáucaso septentrional y Siberia) perciben el dieciocho por ciento de la renta neta. Exactamente la misma renta total, el dieciocho por ciento, es lo que percibe el grupo más alto, que constituye solamente el siete y medio por ciento de los propietarios. Por otra parte, ambos grupos pagan aproximadamente la misma cantidad del impuesto total, que es el veinte por ciento. Resulta de esto que el impuesto pesa mucho más sobre la propiedad del pobre que sobre el kulak o el propietario “fuerte” en general. A pesar de los temores de los líderes del XIV Congreso, nuestra política de impuestos no “despoja” en modo alguno al kulak, ni le impide en lo más mínimo concentrar en sus manos una acumulación cada vez mayor de dinero y mercancías.
El papel de los impuestos indirectos aumenta de modo alarmante en nuestro presupuesto a expensas de los directos. Esto basta para que la carga de los impuestos pase automáticamente de los niveles más ricos a los más pobres. La tributación de los obreros en 1925-1926 fue el doble que el año anterior, mientras que la tributación del resto de la población urbana disminuyó en un seis por ciento[2]. El impuesto sobre las bebidas pesa justamente, y cada vez de modo más intolerable, sobre los sectores industriales. El aumento de los ingresos por persona en 1926, en comparación con 1925, constituía aproximadamente para los campesinos el 19%, para los obreros el 26%, para los comerciantes y los industriales el 46%. Si dividimos los campesinos en tres grupos fundamentales, resultará de modo incontrastable que los ingresos del kulak han aumentado incomparablemente más que los del obrero. La cifra de los ingresos de los comerciantes y los industriales calculada basándose en los datos de los impuestos es indudablemente inferior a la realidad. Sin embargo, estas simples cifras atestiguan claramente un desarrollo de las diferencias de clase.
La “tijera” entre los precios agrícolas e industriales se ha abierto todavía más durante los últimos dieciocho meses. El campesino recibía por su producto no más de un cuarto del precio de preguerra y pagaba por los productos industriales el doble y un quinto más que antes de la guerra. Este exceso pagado por los campesinos, y de modo predominante por los más pobres, llegando a remontarse en el pasado año a la suma de mil millones de rublos, no sólo agrava el conflicto entre la agricultura y la industria, sino que agudiza grandemente la diferenciación de clase en el campo.
Con la tijera entre los precios al por mayor y al por menor, la industria del Estado pierde, así como también el consumidor, lo cual significa que hay un tercero que gana, que es el capitalista privado y, por consiguiente, el capitalismo.
Los salarios reales se mantuvieron en 1927, en el mejor de los casos, al mismo nivel que en el otoño de 1925. Sin embargo, es indudable que durante los dos años que median el país se ha enriquecido, la renta general de la nación ha aumentado, los kulaks del campo han aumentado sus reservas con enorme rapidez y la riqueza acumulada por el capitalista privado, el comerciante y el especulador han alcanzado proporciones considerables. Es evidente que la participación de la clase obrera en la renta general del país ha disminuido al mismo tiempo que la de otras clases ha aumentado. Este hecho es de importancia suprema para apreciar nuestra situación de conjunto.
Sólo una persona que crea en lo profundo de su corazón que la clase obrera y nuestro partido no son capaces de afrontar estas dificultades y estos peligros, puede afirmar que la indicación franca de estas contradicciones en nuestro desarrollo y del incremento de estas fuerzas hostiles es pánico o pesimismo. Nosotros no aceptamos esta opinión. Es necesario ver los peligros con claridad. Nosotros los señalamos certeramente con el único fin de luchar contra ellos como es debido y vencerlos.
Bajo la Nueva Política Económica es inevitable cierto desarrollo de las fuerzas hostiles, del kulak, el nepman y el burócrata. Estas fuerzas no pueden destruirse recurriendo simplemente al orden administrativo o a la presión económica. Al introducir y poner en práctica la NEP, nosotros mismos hemos hecho cierto lugar, en nuestro país, para las relaciones capitalistas y durante un período prolongado hemos de reconocer a estas como inevitables. Lenin no hacía más que recordarnos una simple verdad, que los obreros deben conocer, cuando decía: “Mientras sigamos siendo un país de pequeños campesinos, Rusia ofrecerá una base más sólida para el capitalismo que para el comunismo. No debemos olvidar esto... No hemos arrancado de raíz el capitalismo ni hemos minado los cimientos del enemigo interior”[3].
El importantísimo hecho social señalado aquí por Lenin no puede ser eliminado sin más ni más; pero podemos combatirlo y vencerlo mediante una política proletaria certera, meditada y sistemática, basándonos en el campesino pobre y en una alianza con el campesino medio. Esta política consiste básicamente en un fortalecimiento universal de todas las posiciones sociales del proletariado, y en la construcción y la expansión más rápida posible de los núcleos dirigentes del socialismo que trabajen por la preparación y el desarrollo de la revolución proletaria mundial.
Una política leninista certera exige también ciertas maniobras. Al luchar contra las fuerzas del capitalismo, Lenin empleaba con frecuencia el método de hacer concesiones parciales para sobrepasar al enemigo, retirándose transitoriamente para avanzar después con más seguridad. También ahora son necesarias estas maniobras; pero cuando Lenin maniobraba contra un enemigo que no podía ser vencido de frente, permanecía invariablemente dentro de la ruta de la revolución proletaria. Con él siempre conocía el partido las causas de cada maniobra, su significado, sus límites, la línea que no había que rebasar y la posición en que debería comenzar de nuevo el avance proletario. En aquellos días, bajo Lenin, una retirada se llamaba una retirada; y una concesión, una concesión. Gracias a esto, cuando el ejército proletario maniobraba, conservaba siempre su unidad, su espíritu de lucha, su conciencia clara del fin.
Recientemente nuestros líderes se han apartado decisivamente de estos caminos leninistas. El grupo de Stalin dirige al partido con los ojos vendados. Ocultando las fuerzas del enemigo, creando por doquier y para todo una apariencia oficial de triunfo, este grupo no ofrece al proletariado ninguna perspectiva, o, lo que es peor, le ofrece una perspectiva falsa. Se mueve en zigzags acomodándose y congraciándose con los elementos hostiles. Debilita y confunde las fuerzas del ejército proletario. Provoca el incremento de la pasividad, la desconfianza en la dirección y la falta de confianza en la fuerza de la revolución. Con alusiones a los métodos leninistas disimula su sistema de saltar de un lado a otro de un modo siempre inesperado para el partido, que no lo comprende y ve debilitada su fuerza. El único resultado es que el enemigo gana tiempo y avanza. Los ejemplos “clásicos” de este género de maniobras por parte de Stalin, Bujarin y Rikov son su política china y su política con el Comité anglo-ruso en el terreno internacional, y, dentro del país, su política con respecto al kulak. Sobre todas estas cuestiones el partido y la clase obrera no conocieron la verdad, o una parte de ésta, hasta después de haber sufrido las duras consecuencias de una política falsa hasta la raíz.
Después de los dos años en que el grupo Stalin ha determinado realmente la política de las instituciones centrales de nuestro partido, podemos considerar plenamente probado que este grupo ha sido incapaz de impedir: 1° Un desarrollo inmoderado de las fuerzas que desean llevar el desarrollo de nuestro país en una dirección capitalista. 2° Un debilitamiento de la posición de la clase obrera y del campesino pobre contra la fuerza creciente del kulak, el nepman y el burócrata. 3° Un debilitamiento de la posición general del Estado obrero en su lucha con el mundo capitalista junto a un empeoramiento de la posición internacional de la Unión Soviética.
El grupo de Stalin es directamente responsable por haber ocultado al partido, a la clase obrera y a los campesinos toda la verdad referente a la situación, ha ocultado los hechos menospreciando el desarrollo de las fuerzas hostiles y cerrando la boca a los que pedían la verdad y la proclamaban claramente.
El ataque cerrado contra la izquierda en un momento en que toda la situación indica peligro en la derecha; la supresión crudamente mecánica de toda crítica que exprese la alarma legítima del proletariado por el destino de la revolución proletaria; la abierta complicidad con una desviación derechista; los trabajos de zapa contra la influencia del núcleo proletario y viejo bolchevique del partido, todo esto está debilitando y desarmando a la clase obrera en un momento que exige por encima de todo la actividad del proletariado, la vigilancia y la unidad del partido y su fidelidad a su verdadera herencia leninista.
Los líderes del partido deforman a Lenin, le perfeccionan, le explican, le complementan a medida que necesitan ocultar los errores que van cometiendo. Desde la muerte de Lenin se ha inventado toda una serie de nuevas teorías cuyo significado se reduce a que proporcionan una justificación teórica al apartamiento de1 grupo de Stalin de la política de la revolución proletaria internacional. Los mencheviques, los smienoviekhovtzi [simpatizantes de última hora] y finalmente la prensa capitalista, ven y acogen la política y las nuevas teorías de Stalin-Bujarin-Martinov, como un movimiento de “superación de Lenin” (Ustrialov), de “sabiduría de estadista”, de “realismo”, de renuncia a las “utopías” del bolchevismo revolucionario. En la supresión de la dirección del partido de un grupo de bolcheviques -compañeros de lucha de Lenin- ven y aplauden abiertamente un paso práctico hacia cambiar el curso fundamental del partido.
Mientras tanto, los procesos elementales de la NEP, no refrenados ni corregidos por una firme política de clase, preparan nuevos virajes peligrosos.
Veinticinco millones de pequeñas granjas constituyen la fuente fundamental de las tendencias capitalistas en Rusia. La casta del kulak, que emerge gradualmente de esta masa, está llevando adelante el proceso de la acumulación primitiva del capital, socavando enormemente la posición socialista. El destino ulterior de este proceso depende, en último término, de la relación entre el desarrollo de la economía estatal y la privada. La lenta marcha de nuestras industrias acelera grandemente el ritmo de las diferenciaciones de clase entre los campesinos y los peligros políticos derivados de ellas.
“En la historia de otros países -escribió Lenin-, los kulaks han restaurado más de una vez el poder de los terratenientes, los zares, los curas y los capitalistas. Así ha ocurrido en todas las revoluciones europeas precedentes, en las que, a consecuencia de la debilidad de los obreros, los kulaks han conseguido volver de una república a una monarquía, del gobierno de las masas laboriosas al despotismo de los explotadores, los ricos, los parásitos... Se puede reconciliar fácilmente al kulak con el latifundista, el zar y el cura, aun cuando hayan tenido una querella; pero con la clase obrera, nunca”[4].
Todo el que no comprenda esto, todo el que crea que “el kulak va entrando en el socialismo”, sólo sirve para una cosa: para hacer naufragar la revolución.
Existen en nuestro país dos posiciones fundamentales mutuamente excluyentes. Una es la posición del proletariado que construye el socialismo; la otra, la de la burguesía que aspira a llevar nuestro desarrollo en una dirección capitalista.
El campo de la burguesía y las capas pequeño burguesas que la siguen, cifran todas sus esperanzas en la iniciativa privada y en el interés personal del productor de mercancías. Este campo utiliza como instrumento al campesino “económicamente fuerte”, procurando que las cooperativas, las industrias y el comercio exterior sirvan a los intereses de este campesino. Este campo cree que la industria socialista no debe depender del presupuesto estatal, que su desarrollo no debe ser tal como para interferir con la acumulación del capitalista agrícola. La lucha por un aumento de la productividad del trabajo significa para el pequeño burgués influyente una presión sobre los músculos y los nervios de los trabajadores. La lucha por la reducción de los precios significa para él una disminución de la acumulación de las industrias socialistas en interés del capital comercial. La lucha contra el burocratismo significa para él la desorganización de la industria, el debilitamiento del principio de planificación. Significa una postergación de la industria pesada, es decir, un arreglo en favor del campesino económicamente fuerte con la perspectiva inmediata del abandono del monopolio del comercio exterior. Tal es el rumbo de los Ustrialov. Este rumbo se llama el capitalismo en su fase de implantación, y constituye en nuestro país una fuerte tendencia que ejerce cierto influjo sobre determinados sectores de nuestro partido. El rumbo proletario fue descrito por Lenin con las siguientes palabras:
“Sólo podremos considerar garantizada la victoria del socialismo sobre el capitalismo y su consolidación cuando el poder del Estado proletario, después de haber suprimido definitivamente la resistencia de los explotadores y de haberse asegurado la completa sumisión de éstos y su propia estabilidad, reorganice toda la industria sobre la base de la producción colectiva en gran escala y la técnica más moderna (basada en la electrificación de toda la economía). Sólo así se hará posible que las ciudades presten al campo atrasado y disperso la ayuda radical técnica y social que cree la base material para un incremento enorme de la productividad del trabajo agrícola y rural, impulsando a los propietarios de pequeñas tierras por la fuerza del ejemplo y por su propio interés a pasar a una agricultura colectiva en gran escala a base de la maquinaria”[5].
Toda la política de nuestro partido debe basarse en este enfoque, el presupuesto, los impuestos, la industria, la agricultura, el comercio interior y exterior, todo. Esta es la posición fundamental de la Oposición. Este es el camino del socialismo.
Entre estas dos posiciones, y acercándose de día en día a la primera, los stalinistas van describiendo una línea de zigzags, breves a la izquierda y pronunciados a la derecha. El camino leninista es el desarrollo socialista de las fuerzas productivas en lucha continua con el elemento capitalista.
EI camino de Ustrialov es el desarrollo de las fuerzas productivas sobre una base capitalista, mediante una erosión gradual de las conquistas de octubre. EI camino de Stalin, conduce en la realidad objetiva a un retraso del desarrollo de las fuerzas productivas, a una reducción del peso relativo del elemento socialista, y prepara, por lo tanto, la victoria final de Ustrialov. El camino de Stalin es el más peligroso y el más ruinoso, porque oculta un apartamiento real del socialismo bajo la máscara de palabras y frases socialistas familiares. La coronación de nuestro proceso de reconstrucción económica ha significado que todos los problemas cruciales de nuestro desarrollo económico, estén ahora planteados blanco sobre negro. Esto ha socavado la línea política de Stalin, porque ésta es absolutamente inadecuada para afrontar los grandes problemas, trátese de la revolución en China o de la reconstrucción del capital básico en la Unión Soviética.
No obstante la gravedad de la situación, empeorada hasta el extremo por los crasos errores de la actual dirección, aún puede enmendarse la cosa. Pero es necesario modificar la línea de la dirección del partido y modificarla rigurosamente en la dirección indicada por Lenin.

CAPITULO II

La situación de la clase obrera y los sindicatos

La revolución de Octubre, por primera vez en la historia, transformó al proletariado en la clase gobernante de un Estado inmenso. Nuestra nacionalización de los medios de producción fue un paso decisivo hacia la reconstrucción socialista de todo ese sistema social que se basa en la explotación del hombre por el hombre. Nuestra introducción de la jornada de ocho horas fue el primer paso hacia una modificación completa y general de las condiciones materiales y culturales de existencia de la clase obrera. A pesar de la pobreza del país, nuestras leyes laborales han dado a los obreros (aun a los más atrasados, que antes se hallaban privados del derecho de defensa corporativa) garantías legales que ni el Estado capitalista más rico les ha dado ni les dará nunca. Los sindicatos, elevados a la condición de instrumentos sociales sumamente importantes en manos de una clase gobernante, contaron con la oportunidad, por un lado, de organizar masas completamente inaccesibles en otras circunstancias, y por otro, de influir directamente en el rumbo político del Estado obrero. La misión del partido es garantizar el desarrollo ulterior de estas conquistas históricas supremas, es decir, llenarlas de un contenido genuinamente socialista. En este sentido, nuestro éxito se hallará determinado por condiciones objetivas internas e internacionales, así como por la justeza de nuestro rumbo y por la destreza práctica de nuestra dirección.
El factor decisivo para apreciar el progreso de nuestro país por el camino de la construcción socialista debe ser el desarrollo de nuestras fuerzas productivas y el predominio de los elementos socialistas sobre los capitalistas, unido a un mejoramiento de todas las condiciones de vida de la clase obrera. Este mejoramiento debe manifestarse en la esfera material (número de obreros empleados en la industria, nivel de los salarios reales, un presupuesto adecuado a las necesidades obreras, condiciones de vivienda, asistencia médica, etc.), en la esfera política (partido, sindicatos, soviets, juventudes comunistas) y, finalmente, en la esfera cultural (escuelas, libros, periódicos, teatros). El esfuerzo por retrotraer a un segundo plano los intereses concretos esenciales del obrero y oponerlos, bajo el desdeñoso epíteto de “estrecho corporativismo”, con el interés histórico general de la clase trabajadora es teóricamente falso y políticamente peligroso.
La apropiación de la plusvalía por un Estado obrero no es, por supuesto, explotación. Pero en primer término tenemos un Estado obrero con deformaciones burocráticas. El hinchado y privilegiado aparato administrativo consume una parte muy considerable de nuestra plusvalía. En segundo lugar, la burguesía naciente, sirviéndose del comercio y especulando con la tijera de los precios, se apropia una parte de la plusvalía creada por la industria del Estado.
En general, durante este período de reconstrucción económica, el número de los obreros y su nivel de vida se han elevado tanto absoluta como relativamente, es decir, en comparación con el desarrollo de otras clases. Sin embargo, en el reciente período se ha producido un cambio radical. El desarrollo numérico de la clase obrera y el mejoramiento de su situación casi ha quedado interrumpido, mientras que el desarrollo de sus enemigos continúa con gran celeridad. Esto conduce inevitablemente, no sólo a un empeoramiento de las condiciones en las fábricas, sino también a una reducción del peso relativo del proletariado en la sociedad soviética.
Los mencheviques, agentes de la burguesía entre los obreros, señalan con malicioso placer la ruina material de nuestros trabajadores. Se esfuerzan por levantar al proletariado contra el Estado Soviético, por inducir a nuestros obreros a aceptar el lema menchevique-burgués “Vuelta al capitalismo”. El funcionario autosatisfecho que ve “menchevismo” en la insistencia de la Oposición por mejorar la situación material de los obreros presta un servicio inapreciable al menchevismo, pues empuja a los obreros bajo su bandera amarilla.
Para vencer las dificultades es menester conocerlas. Es necesario precisar justa y honradamente nuestros éxitos y nuestros fracasos en relación a la situación actual de las masas laboriosas.

La situación de los obreros

Nuestro período de reconstrucción económica produjo un aumento de salarios bastante rápido hasta el otoño de 1925. Pero el considerable descenso de los salarios reales que comenzó en 1926 no fue remediado hasta principios de 1927. En los dos primeros trimestres del año fiscal 1926-1927, los salarios mensuales equivalían por término medio en las grandes industrias a 30 rublos 67 kopeks y 30 rublos 33 kopeks, frente a 29 rublos 68 kopeks en el otoño de 1925. En el tercer trimestre -según cálculos preliminares- el salario se elevaba a 31 rublos 62 kopeks. Así, pues, en el corriente año los salarios reales continúan aproximadamente al mismo nivel que en el otoño de 1925.
Claro está que los salarios y el nivel material de conjunto de las categorías especiales de obreros y en regiones particulares -sobre todo en Moscú y Leningrado- se hallan indudablemente por encima de este nivel medio. Pero, por otra parte, el nivel material de otras capas vastísimas de la clase obrera se halla notablemente por debajo de esas cifras medias.
Además, todos los datos atestiguan que el aumento de los salarios va a la zaga del aumento de la productividad del trabajo. La intensidad del trabajo aumenta; las malas condiciones de los obreros siguen siendo las mismas.
La elevación de los salarios va condicionada cada vez más por un aumento de la intensidad del trabajo. Esta nueva tendencia, incoherente con una política socialista, fue reforzada por el Comité Central en su famosa resolución sobre la racionalización[6]. El IV Congreso de los Soviets adoptó esta misma resolución. Esta política significaría que el aumento de la riqueza social, debido a un desarrollo de la técnica (o aumento de la productividad del trabajo) no conduce en sí a un aumento de salario.
El reducido incremento numérico de los obreros revela un descenso del número de miembros obreros en cada familia. En rublos reales, el presupuesto de gastos de la familia obrera ha disminuido desde 1924-1925. El aumento del costo de las viviendas ha obligado al obrero a alquilar una parte de su alojamiento. Los sin trabajo son un peso para el presupuesto del obrero, el consumo creciente de bebidas alcohólicas también se lleva su parte del presupuesto de la clase obrera. En resumidas cuentas, tenemos un descenso notorio de sus niveles de vida. La racionalización de la producción que ahora está siendo implementada, empeorará todavía más inevitablemente las condiciones de existencia de la clase obrera, a no ser que vaya acompañada de una expansión de la industria y el transporte suficiente para dar ocupación a los obreros sin trabajo. En la práctica, la “racionalización” frecuentemente se reduce a “deshacerse” de unos cuantos obreros y a rebajar las condiciones materiales de otros. Esto llena inevitablemente a la masa obrera de un recelo por la racionalización en sí.
Con la reducción de los niveles de vida de los obreros, quienes más sufren son siempre los que forman el grupo más débil: los obreros no calificados, los temporarios, las mujeres y los adolescentes.
En 1926 se produjo una reducción notoria de los salarios de las mujeres en comparación con los de los hombres en casi todas las ramas de la industria. Entre los obreros no especializados de tres diferentes ramas de la industria, los salarios de las mujeres en marzo de 1926 eran el 51,8, el 61,7 y el 83% del ingreso de los hombres. No se han adoptado las medidas necesarias para mejorar las condiciones del trabajo femenino en ramas como la industria de la turba, la carga y la descarga, etc. Los salarios medios de los adolescentes, en comparación con los de todos los obreros, van disminuyendo sin cesar. En 1923 constituían el 47,1%; en 1924, el 45%; en 1925, el 43,4%; en 1926, el 40,5%; en 1927 el 39,5%.[7]
En marzo de 1926, el 49,5% de los adolescentes percibía menos de 20 rublos[8]. La abolición de la disposición que ordenaba el empleo de determinado número de adolescentes por un número dado de obreros en un establecimiento industrial, ha sido un golpe duro para la juventud obrera y para la familia trabajadora. El número de adolescentes sin trabajo aumenta considerablemente.

Los trabajadores agrícolas

De los tres millones y medio de asalariados del país, un millón seiscientos mil son peones agrícolas de ambos sexos. Solamente el 20% de ellos está organizado en sindicatos. El registro de los contratos de salarios, tan bajos, a veces, que significan en realidad la esclavitud, apenas ha comenzado todavía. Los salarios de los peones agrícolas suelen ser inferiores al mínimo legal, y esto ocurre a veces hasta en las granjas del Estado. El promedio de los salarios reales no excede del 63% del nivel de preguerra. La jornada de trabajo rara vez es inferior a diez horas. En la mayoría de los casos es de hecho ilimitada. Los salarios se pagan con irregularidad y después de demoras intolerables. Esta miserable situación del labrador asalariado no es solamente el resultado de las dificultades de la construcción socialista en un país campesino atrasado. Es también indudablemente el resultado del falso camino que se sigue, y que en la práctica, en la realidad de la vida, concede una atención predominante a los niveles superiores y no a los inferiores de la población campesina. Debemos llevar a cabo una defensa sistemática y general del labrador asalariado no sólo contra el kulak, sino también contra el denominado campesino medio económicamente fuerte.

La cuestión de la vivienda

El espacio de vivienda normal que disfrutan los obreros es por regla general considerablemente inferior al espacio medio asignado a la totalidad de la población urbana. Los obreros de las grandes ciudades industriales son a este respecto la parte menos favorecida de la población La distribución de la vivienda, según grupos sociales en una serie de ciudades investigadas, fue la siguiente:
Por obrero industrial, 5,6 metros cuadrados; por trabajador de oficina, 6,9; por artesano, 7,6; por profesional, 10,9 y por el elemento no obrero, 7,1. Los obreros ocupan el último lugar. Además, las dimensiones de la vivienda obrera van disminuyendo de año en año, mientras que las de los elementos no proletarios van aumentando. La situación general con respecto a la construcción de viviendas amenaza al desarrollo de la industria. A pesar de este hecho, el plan quinquenal de la Comisión de Planificación del Estado ofrece una perspectiva en la cual la situación de la vivienda, dentro de cinco años será peor que ahora, según lo confiesa la misma Comisión. De 11,3 archinas cuadradas[9] a fines de 1926, el término medio quedará reducido a fines de 1931, según este proyecto, a 10,6 archinas.

El desempleo

El lento desarrollo de la industrialización no se revela tan morbosamente en nada como en el desempleo que ha afectado a las filas fundamentales del proletariado industrial. El número oficial de desocupados registrados en abril de 1927 era de 1.478.000[10]. Su número real se acercaba a los dos millones. El número de desocupados aumenta incomparablemente más rápido que el número total de obreros ocupados. El número de obreros industriales desocupados está creciendo especialmente rápido. Según el plan quinquenal de la Comisión de Planificación del Estado, nuestras industrias absorberán durante cinco años poco más de 400.000 obreros. Esto significa, teniendo en cuenta la continua afluencia de obreros del campo, que el número de desocupados a fines de 1931 se elevará a no menos de tres millones. La consecuencia de este estado de cosas será un aumento del número de niños sin albergue y del de mendigos y prostitutas. El reducido subsidio de desempleo pagado a aquellos que están sin trabajo está provocando un resentimiento justificado. El subsidio promedio es de 11,9 rublos, es decir, unos cinco rublo de preguerra. El subsidio de los sindicatos es de 6,5 a 7 rublos. Y estos subsidios sólo se pagan aproximadamente al 20% de los miembros desocupados del sindicato.
El Código de Legislación Obrera ha sufrido tantas interpretaciones que éstas exceden con mucho al número de artículos del Código y, de hecho, anulan muchas de sus prescripciones. En particular, ha resultado quebrantada la protección legal de los obreros eventuales y temporarios. La reciente campaña de la negociación colectiva se caracterizó por una disminución casi universal de las garantías legales y por una presión descendente sobre los niveles y las escalas de salarios. Concediendo a la administración económica el derecho del arbitraje obligatorio, se ha reducido a la nada el contrato colectivo en sí, convirtiéndolo, de un acuerdo entre dos partes, en una orden administrativa[11]. Las contribuciones de la industria para la indemnización de los obreros accidentados son totalmente inadecuadas. En 1925-26, según los datos del Comisariado del Pueblo para el Trabajo, hubo por cada 1.000 obreros 97,6 accidentes que produjeron la incapacidad, en las grandes empresas. La proporción de obreros accidentados es del 10% anual.
Los años precedentes se han caracterizado por un gran aumento de los conflictos obreros, la mayoría de los cuales han sido solucionados con medidas coercitivas más bien que conciliadoras.
El régimen dentro de las fábricas ha empeorado. Los órganos administrativos se esfuerzan cada vez más por establecer su autoridad ilimitada. La admisión y el despido de los obreros se halla en realidad en manos de la administración. No es raro encontrar las relaciones prerevolucionarias entre los supervisores y los obreros.
Las conferencias de la producción van quedando poco a poco reducidas a la nada. La mayor parte de las propuestas prácticas de los obreros nunca son llevadas a cabo. Muchos obreros empiezan a sentir aversión por estas conferencias, debido al hecho de que los mejoramientos que logran introducir producen frecuentemente una reducción del número de obreros. El resultado es que las conferencias de la producción reúnen escasa concurrencia.
En la esfera cultural es necesario hacer resaltar el problema de las escuelas. Cada vez va siendo más difícil para el obrero dar a sus hijos la más elemental educación, para no hablar del desarrollo vocacional. En casi todos los distritos obreros hay una escasez creciente de escuelas. Las contribuciones exigidas a los padres para la dotación de escuelas están destruyendo prácticamente la educación gratuita. La escasez de escuelas y la provisión inadecuada de jardines de infancia están arrojando a la calle a una parte considerable de los niños de los obreros.

Los sindicatos y los obreros

El “conflicto de intereses en la cuestión de las condiciones del trabajo en las fábricas”, señalado en una resolución del XI Congreso del partido, ha aumentado considerablemente en estos últimos años. No obstante, la reciente política del partido en relación con el movimiento sindical y las prácticas de los líderes sindicales, habían producido tal efecto sobre los sindicatos, que, como confiesa el XIV Congreso, “los sindicatos no podían frecuentemente realizar su trabajo, manifestando cierta parcialidad y postergando a veces su tarea más importante y principal, la de defender los intereses económicos de las masas organizadas por ellos y elevar por todos los medios posibles su nivel material y espiritual”. La situación después del XIV Congreso no ha mejorado, sino que ha empeorado. La burocratización de los sindicatos avanzó todavía más.
En los cuadros de los órganos ejecutivos elegibles de diez sindicatos industriales el porcentaje de obreros industriales y de obreros militantes sin partido es sumamente pequeño (el 12 o 13%). La inmensa mayoría de los delegados a las conferencias sindicales son personas totalmente desligadas de la industria[12]. Nunca han estado los sindicatos y las bases obreras tan lejos de la dirección de la industria socialista como ahora. La iniciativa independiente de la masa de obreros organizados en los sindicatos se va reemplazando por acuerdos entre los secretarios de las células del partido, los directores de las fábricas y los presidentes de los comités de fábrica (el “triángulo”). La actitud de los obreros hacia los comités de taller y fábrica es de desconfianza. La asistencia a las reuniones generales es reducida.
Como el descontento del obrero no se desahoga en el sindicato, se oculta bajo tierra. “No debemos ser demasiado activos: si quieres un pedazo de pan no te vayas de lengua.” Frases como éstas son muy corrientes[13]. En tales circunstancias resulta inevitable que los obreros intenten mejorar su situación actuando al margen de la organización sindical. Sólo esto basta para exigir imperiosamente un cambio radical en el actual régimen sindical.

Las proposiciones prácticas más importantes

A. En la esfera de las condiciones materiales

1. Cortar de raíz toda propensión a prolongar la jornada de ocho horas. No permitir el trabajo en horas extraordinarias sino cuando sea absolutamente inevitable. No tolerar ningún abuso en el empleo de obreros eventuales ni que se trate a los obreros fijos como temporarios. Anular la prolongación de la jornada en las industrias insalubres, en las que ha sido introducida violando disposiciones anteriores.
2. La tarea más inmediata es la elevación de los salarios a un nivel que corresponda al menos al aumento logrado en la productividad del trabajo. El camino que debe seguirse en lo sucesivo es la elevación sistemática de los salarios reales en proporción con el desarrollo de la productividad del trabajo. Es necesario conseguir una creciente igualación en los salarios de los diferentes grupos de obreros mediante una elevación sistemática de los grupos peor pagados, y en ningún caso reduciendo los salarios de los mejor pagados.
3. Debemos eliminar todos los abusos burocráticos de las medidas de racionalización. La racionalización debe ir íntimamente ligada a un desarrollo adecuado de la industria, con una distribución planificada de la fuerza de trabajo y con una lucha contra el desperdicio de las fuerzas productivas de la clase obrera, y en particular de los obreros especializados.
4. Para remediar los malos efectos del desempleo: a) Los subsidios del desempleo deben determinarse en correlación con el salario medio en una localidad dada. b) En vista de la duración del desempleo, el derecho al subsidio debe concederse durante año y medio, y no durante un año. c) No debe tolerarse ninguna nueva reducción en los pagos de los fondos de seguridad social y debe llevarse a cabo una lucha efectiva contra su incumplimiento. d) Debe cesarse en el gasto de los fondos de seguro para medidas de sanidad e higiene públicas generales. e) Debemos combatir enérgicamente la inclinación a hacer “economía en relación de las personas aseguradas”. f) Debemos anular todas las regulaciones que con diversos pretextos privan en realidad a los obreros sin trabajo de su derecho a los subsidios y a inscribirse en las oficinas de empleo. g) Debe seguirse el camino de aumentar los subsidios de los sin trabajo, empezando por los obreros industriales. Deben planearse con amplitud de miras y con gran celo obras públicas de larga duración, en las que pueden emplearse a los sin trabajo con el máximo provecho para el desarrollo económico y cultural del país.
5. Un mejoramiento sistemático de las condiciones de vida de los obreros. La aplicación inflexible de una política de clase en todas las cuestiones de la vivienda. Ningún mejoramiento de las condiciones de alojamiento de los elementos no proletarios a costa de los obreros, ni ningún desalojo de los obreros sin trabajo y de obreros cuya semana laboral y cuyos ingresos han sido reducidos.
Deben adoptarse medidas enérgicas para el más sano desarrollo de las cooperativas de edificación, las cuales deben hacerse accesibles a los obreros peor pagados. No debe permitirse que los niveles superiores de los empleados de oficina tengan prioridad para ocupar los alojamientos destinados a obreros industriales.
El plan de vivienda de la Comisión de Planificación del Estado debe rechazarse, por estar en flagrante contradicción con una política socialista. Debe obligarse a las empresas mercantiles a aumentar sus gastos de alojamiento y su presupuesto de asignaciones y créditos a tal fin, con el objeto de que los cinco próximos años vean un mejoramiento efectivo de las viviendas de los obreros.
6. Los contratos colectivos deben hacerse después de una discusión real, no ficticia, en las asambleas obreras. El próximo Congreso del Partido debe anular la decisión del XIV Congreso que concede a los organismos directores de las fábricas el derecho al arbitraje obligatorio. El Código del Trabajo debe considerarse como el mínimum y no como el máximum de lo que tiene derecho a pedir el trabajador. Los contratos colectivos deben contener garantías contra la reducción del número de obreros y empleados de oficina durante la duración del contrato, haciéndose reservas expresas para las excepciones permisibles. Las normas de producción deben calcularse sobre la base del obrero medio, no del excepcional, y por toda la duración del contrato de salario. De cualquier modo, todas las modificaciones de los contratos colectivos que reduzcan las condiciones de los obreros en comparación con los contratos precedentes deben declararse inadmisibles.
7. El Buró de Salarios y Condiciones de Trabajo debe hallarse bajo un control más efectivo de los obreros y los sindicatos, y la constante oscilación de los salarios y las condiciones de trabajo debe interrumpirse.
8. Deben aumentarse las asignaciones para la adopción de equipos de seguridad y el mejoramiento de las condiciones de las fábricas, y deben imponerse mayores castigos por la infracción de las prescripciones para la protección de los obreros.
9. Deben examinarse de nuevo todas las interpretaciones del Código de Trabajo, anulando las que puedan acarrear un empeoramiento de las condiciones de trabajo.
10. Respecto a las obreras, debe adoptarse el lema: “A igual trabajo, igual salario”, hay que brindar facilidades para que las trabajadoras aprendan oficios calificados.
11. Debe prohibirse el trabajo gratuito de los aprendices, así como las tentativas por reducir los salarios de los adolescentes, y deben adoptarse medidas para mejorar las condiciones de su trabajo.
12. El régimen de economía no debe practicarse en ningún caso a costa del nivel de vida de los obreros. Debemos devolver a los obreros las “bagatelas” que se les han quitado (jardines de infancia, pase del tranvía, vacaciones más largas, etc.).
13. Los sindicatos deben prestar más atención al problema del trabajo eventual.
14. Debe aumentarse la asistencia médica a los obreros de las fábricas (ambulancias, clínicas de urgencia, hospitales, etc.).
15. Debe aumentarse el número de escuelas de niños en los distritos obreros.
16. Debe adoptarse una serie de medidas por parte del Estado para fortalecer las cooperativas de consumo obrero.

B. En los sindicatos

1. La labor de los sindicatos debe juzgarse en primer término por el grado en que defiendan los intereses económicos y culturales de los obreros, bajo las limitaciones económicas existentes.
2. Las organizaciones del partido, al adoptar medidas que afecten a los intereses económicos y culturales de la masa obrera, deben tener muy en cuenta las observaciones de los grupos comunistas sindicales.
3. Las elecciones efectivas, la publicidad, la revocabilidad y la responsabilidad ante los afiliados deben constituir la base del trabajo sindical.
4. Todos los órganos administrativos en la industria deben constituirse según un acuerdo real y no ficticio con el organismo sindical correspondiente.
5. En todos los Congresos sindicales (incluso en los Congresos de la Unión) y en todos los organismos electivos de los sindicatos (incluso el Consejo Ruso de los Sindicatos), debe haber una mayoría de obreros que intervengan directamente en la industria. El porcentaje de los obreros sin partido debe elevarse en estos organismos por lo menos a un tercio.
Con intervalos regulares debe dedicarse al trabajo industrial a cierto número de los funcionarios de los sindicatos.
Es necesaria una mayor utilización del trabajo voluntario en las actividades sindicales, una aplicación más amplia del principio del trabajo voluntario, un mayor estímulo de los obreros de las fábricas para que se dediquen a él.
6. No debe permitirse la destitución de comunistas elegidos para los cargos sindicales a causa de discrepancias internas del partido.
7. Debe garantizarse la independencia absoluta del comité de fábrica y los comités sindicales locales con relación a los órganos directores. La admisión y despido de obreros y el traslado de obreros de una especialidad a otra por períodos que excedan de dos semanas sólo deben efectuarse después de haberse informado al comité de fábrica, el cual empleará, en su lucha contra los abusos en este terreno, su derecho de apelación contra las decisiones de la dirección ante el sindicato correspondiente y ante las comisiones de reclamaciones.
8. Deben protegerse los derechos de los corresponsales de la prensa obrera, y debe castigarse rigurosamente a los que los persigan por hacer denuncias en ella.
Debe introducirse un artículo en el Código Criminal castigando como un grave crimen contra el Estado toda persecución directa o indirecta, abierta o encubierta, de un obrero por criticar, hacer proposiciones independientes o votar como le parezca.
9. Deben ampliarse las funciones de la Comisión de Control de los consejos de producción de modo que abarquen la inspección de la ejecución de sus decisiones y la investigación del acierto de éstas para proteger los intereses de los obreros.
10. Sobre la cuestión de las huelgas en las industrias del Estado, la decisión adoptada bajo Lenin por el XI Congreso del partido conserva toda su fuerza. En caso de huelga en las industrias concesionarias, éstas serán consideradas como industrias privadas.
11. Debe examinarse de nuevo todo el sistema de estadística del trabajo, que en su forma actual presenta un cuadro falso y obviamente retocado de la situación económica y cultural de la clase obrera, con lo cual obstruye grandemente toda labor en defensa de sus intereses económicos y culturales.
La dura situación de la clase obrera en el Décimo aniversario de la Revolución de Octubre se explica, desde luego, en último análisis, por la pobreza del país, por los resultados de la intervención y el bloqueo y por la lucha incesante del capitalismo circundante contra el primer Estado proletario. Esta situación no puede cambiarse de golpe y porrazo; pero sí puede y debe cambiarse mediante una política acertada. La tarea de los bolcheviques no es trazar cuadros autocomplacientes y brillantes de sus logros -que son desde luego muy reales-, sino plantear con firmeza y claridad la cuestión de lo que queda por hacer, de lo que debe hacerse y de lo que puede hacerse con una política acertada.

CAPITULO III

El campesinado, la cuestión agraria y la construcción socialista

“La producción en pequeña escala engendra continuamente, diariamente, hora a hora y espontáneamente el capitalismo y la burguesía en grandes proporciones”[14]. O bien el Estado proletario, contando con el alto desarrollo y la electrificación de la industria, consigue vencer el atraso técnico de millones de pequeñas e ínfimas granjas, organizándolas sobre la base de la colectivización y de la producción en gran escala, o bien el capitalismo, con la fuerza que reclute en el campo, minará los cimientos del socialismo en la ciudad.
Desde el punto de vista leninista, los campesinos -esto es, la masa campesina fundamental que no explota el trabajo- constituyen el aliado clave de cuya adhesión depende la seguridad de la dictadura proletaria y, por lo tanto, el destino de la revolución socialista. En la fase que estamos atravesando, la tarea que hemos de llevar a cabo con relación a los campesinos es la que formuló Lenin con la máxima justeza en las siguientes palabras: “Lograr concluir una alianza con el campesino medio sin renunciar por un instante a la lucha contra el kulak y apoyándonos siempre sólidamente en el campesino pobre.”[15]
La revisión de las doctrinas de Lenin sobre la cuestión campesina llevada a cabo por el grupo Stalin-Bujarin puede resumirse en los ocho puntos principales siguientes:
l. Abandono del principio fundamental del marxismo en que sólo una poderosa industria socialista puede ayudar a los campesinos a transformar la agricultura siguiendo el camino del colectivismo.
2. Desestimación del trabajo asalariado y del campesino pobre como la base social en los distritos rurales de la dictadura proletaria.
3. Cifrar nuestras esperanzas sobre la industria agrícola en el campesino “económicamente fuerte”, es decir, en el fondo, en el kulak.
4. Ignorar o negar abiertamente el carácter pequeño burgués de la propiedad y la industria campesina, lo cual significa una desviación de la posición marxista hacia las teorías de los socialistas revolucionarios.
5. Desestimación de los elementos capitalistas en el actual desarrollo del campo y ocultamiento de las diferenciaciones de clase que están abriéndose camino entre los campesinos.
6. La creación de teorías consoladoras para demostrar que “el kulak y las organizaciones del kulak no tendrán de todos modos probabilidades de triunfo, porque la estructura general de la evolución de nuestro país se halla predeterminada por la estructura de la dictadura proletaria.”[16]
7. La orientación política de que “los núcleos cooperativos de kulaks pueden ser integrados en nuestro sistema”.[17] “El problema puede expresarse diciendo que es necesario dejar en libertad las posibilidades económicas del campesino acomodado, las posibilidades económicas del kulak”.[18]
8. La tentativa de oponer el “plan cooperativo” de Lenin a su plan de electrificación. Según el mismo Lenin, sólo la combinación de ambos planes podría garantizar la transición al socialismo.
Confiando en estas tendencias revisionistas del grupo oficial, los representantes de la nueva burguesía, que han logrado ponerse en contacto con ciertos eslabones del aparato del Estado, aspiran abiertamente a encarrilar toda nuestra política agraria por los rieles capitalistas, y, dicho sea de paso, los kulaks y sus defensores ideológicos ocultan todas sus ambiciones fingiendo preocuparse por el desarrollo de las fuerzas productivas, por el aumento del volumen de la producción de mercancías “en general”, etc. Lo cierto es que el desarrollo de las fuerzas productivas del kulak, en el sentido del kulak, y el aumento de su producción de mercancías, en el sentido del kulak, reprime y obstruye el desarrollo de las fuerzas productivas de la masa restante de la industria campesina.
A pesar del proceso relativamente rápido de la reconstrucción de nuestra agricultura, la producción de mercancías de las industrias campesinas es reducidísima. En 1925-1926, el volumen total de mercancías enviadas al mercado fue el 64% del nivel de preguerra, y el volumen exportado, solo el 24% del exportado en 1913. La causa de esto, aparte del aumento general del consumo en la aldea misma[19], estriba en la tijera entre los precios agrícolas y los industriales y en la rápida acumulación de artículos alimenticios por los kulaks. Hasta el plan quinquenal se ve obligado a reconocer que “la carencia de productos industriales en general traza un límite definido al intercambio equivalente de mercancías entre la ciudad y el campo, reduciendo el volumen posible de productos agrícolas llevados al mercado”.[20] Así, pues, el atraso de la industria retrasa el desarrollo de la agricultura, y en particular de la producción de mercancías agrícolas, lo cual socava la unión (smtychka) entre la ciudad y el campo y conduce a una rápida diferenciación de clase entre los campesinos.
Las opiniones de la Oposición sobre las debatidas cuestiones de la política agraria se han visto confirmadas en modo total y absoluto. Las enmiendas parciales introducidas en la línea general por la presión de las críticas de la Oposición no han impedido la continua desviación de la política oficial del lado del campesino “económicamente fuerte”. Para probarlo basta recordar que el XIV Congreso de los Soviets, según el informe de Kalinin, no tuvo que decir ni una sola palabra sobre las diferenciaciones de clase en el campo o el desarrollo del kulak.
Semejante política solo puede tener un resultado: perderemos al campesino pobre y no conseguiremos ganar al campesino medio

La diferenciación de clase entre los campesinos

En los últimos años, los distritos rurales han hecho grandes progresos en el sentido de la diferenciación capitalista de clase.
Los grupos sin tierras o poseedores de tierras reducidas han disminuido durante los cuatro últimos años alrededor del 35 al 45%. El grupo poseedor de seis a diez deciatinas[21] ha aumentado al mismo tiempo entre un 100 al 120%. El grupo poseedor de diez deciatinas o más ha aumentado entre un 150 y un 200%. La disminución del porcentaje de los grupos pobres se debe en gran medida a su ruina y su disolución. De este modo, en Siberia se ha disuelto y ha desaparecido en el transcurso de un año el 15,8% de las familias sin tierras y el 3,8% de las que poseían menos de dos deciatinas. En el Cáucaso septentrional se ha disuelto el 14,1 de las familias sin tierras y el 3,8% de las que poseían menos de dos deciatinas.
El paso de las propiedades desprovistas de animales y utensilios a las capas más bajas del campesino medio se efecúa con suma lentitud. En la actualidad, subsiste en la Unión Soviética el 30 ó 40% de propiedades de esa naturaleza y la mayor parte de ellas se halla incluida en el grupo de las tierras pobres.
La distribución de los medios esenciales de producción en el Cáucaso septentrional es la siguiente: al 50% de los propietarios más débiles le pertenece el 15% de los medios de producción. Al grupo intermedio, que constituye el 35% de los propietarios, le pertenece el 35% de los medios esenciales de la producción. Y al grupo superior, que constituye el 15% de los propietarios, le pertenece el 50% de los medios de producción. El mismo patrón de distribución se observa en otras provincias (Siberia, Ucrania, etc.).
Esta desigualdad en la distribución de la tierra y los medios de producción se halla confirmada por una distribución desigual de las reservas de grano entre los diferentes grupos de propietarios campesinos. El 1º de abri1 de l926, el 58% de todo el grano excedente del país se hallaba en manos del 6% de los propietarios campesinos.[22]
La renta de la tierra adquiere de año en año proporciones mayores. Los propietarios arrendadores son, en la mayoría de los casos, los grandes terratenientes que poseen los medios de producción. En la inmensa mayoría de los casos se oculta el arriendo de la tierra, con el fin de evitar el pago del impuesto. Los pequeños propietarios, faltos de utensilios y animales, trabajan la tierra en su mayor parte con utensilios y animales alquilados. Las condiciones de arriendo de las tierras y del alquiler de los utensilios y los animales equivalen casi a la esclavitud. Paralela a esta esclavitud material va progresando la usura económica.
La frecuente parcelación de las propiedades agrícolas no debilita sino que fortalece el proceso de la diferenciación de clase. La maquinaria y los créditos, en lugar de servir de palancas para la socialización de la agricultura, van a parar con frecuencia a manos del kulak y del campesino acomodado, contribuyendo de este modo a la explotación de los peones agrícolas, de los campesinos pobres y de los campesinos medios más débiles. Además de esta concentración de la tierra y los utensilios en manos de los grupos superiores, estos últimos emplean el trabajo asalariado en mayor escala cada vez.
Por otra parte, el grupo inferior y en parte el grupo medio de los propietarios campesinos producen, sea merced a la ruina y la disolución completas o desprendiéndose de miembros individuales de la familia, un número sin cesar creciente de “peones agrícolas”. Este excedente de obreros pasa al servicio del kulak o del campesino medio “poderoso” o emigra a las ciudades, donde muchos de ellos no encuentran trabajo en ningún sitio.
A pesar de estos procesos, que han ido ya muy lejos y que conducirán a una reducción del peso económico relativo del campesino medio, éste sigue siendo numéricamente el grupo agrícola más grande. Atraer a este campesino medio del lado de la política agraria socialista es uno de las tareas primordiales de la dictadura proletaria. Basar nuestras esperanzas en el campesino “fuerte” significa en realidad basarlas en la disgregación futura de esta capa intermedia.
Sólo prestando la debida atención al labriego asalariado, sólo siguiendo un camino basado en el campesino pobre y en su unión con el campesino medio, solo una lucha decisiva contra el kulak, sólo el camino de la industrialización, sólo el camino de las cooperativas de clase y de un sistema agrícola de créditos de clase, harán posible atraer al campesino medio a la obra de la transformación socialista de la agricultura.

Propuestas prácticas

En la lucha de clases que se desarrolla actualmente en el campo, el partido debe permanecer, no en palabras sino con hechos, a la cabeza de los peones agrícolas, de los campesinos pobres y de la masa básica de los campesinos medios y organizarlos contra las aspiraciones explotadoras del kulak.
Para fortalecer y reforzar la posición de clase del proletariado agrícola -que es una parte de la clase obrera-, es necesaria la misma serie de medidas que hemos indicado al hablar de la situación de la clase obrera industrial.
Los créditos agrícolas deben dejar de ser en su mayor parte un privilegio de los sectores acomodados de la aldea. Debemos poner término a la situación actual, en la cual los fondos de asistencia a los campesinos pobres, arto insignificantes ya, sean gastados, no en los fines a que se destinaban, sino en servicio de los grupos acomodados y medios.
El desarrollo de la propiedad privada en el campo debe ser contrarrestado con un desarrollo más rápido de la agricultura colectiva. Es necesario asignar fondos sistemáticamente y de año en año para los esfuerzos de los campesinos pobres por organizarse colectivamente.
Al mismo tiempo, debemos prestar una ayuda más sistemática a los propietarios pobres no incluidos en las colectividades, eximiéndoles por completo de la tributación, asignándoles terrenos adecuados para el cultivo, concediendo créditos para la adquisición de utensilios agrícolas y haciéndoles ingresar en las cooperativas agrarias. En lugar de la consigna: “Creemos núcleos activos de campesinos sin partido, vivificando los Soviets” (Stalin-Molotov), consigna privada de todo contenido de clase y que en realidad fortalecerá el papel predominante de los núcleos superiores de las aldeas, debemos adoptar la consigna siguiente: Creemos núcleos activos de campesinos sin partido, formados por peones agrícolas, campesinos pobres y los campesinos medios que les siguen.
Debemos tener una verdadera organización planificada, universal y durable de los pobres que atienda a los problemas actuales políticos y económicos vitales, tales como las elecciones, los impuestos, la influencia en la distribución de crédito y la maquinaria, la división y utilización de la tierra, la creación de cooperativas, y el uso de los fondos asignados a los pobres de la aldea para formar cooperativas.
El partido debe promover por todos los medios el progreso económico del campesino medio: mediante una política sensata de los precios del grano, por la organización de créditos y cooperativas accesibles a él, por la introducción sistemática y gradual del grupo más numeroso de campesinos a los beneficios de la agricultura colectiva en gran escala y mecanizada.
La tarea del partido en relación con el desarrollo de la clase del kulak debe consistir en la limitación total de sus esfuerzos explotadores. No debemos permitir más apartamientos de ese artículo de nuestra constitución que priva a la clase explotadora de derechos electorales en los Soviets. Es necesario adoptar las siguientes medidas: un sistema de impuestos profundamente progresivo; disposiciones legislativas para la defensa del trabajo asalariado y la regulación de los salarios de los obreros agrícolas; una política de clase acertada en la cuestión del reparto y utilización de la tierra, así como en la de dotar al campo de tractores y otras herramientas de la producción.
El sistema creciente del arriendo de las tierras agrícolas; el método existente de utilización de la tierra, según el cual las comunidades agrícolas -situadas al margen de toda intervención y control soviéticos y cada vez más influidas por el kulak- disponen de la tierra; la resolución adoptada por el IV Congreso de los Soviets en pro de la “indemnización” en la época de la distribución anual de la tierra, todo ello va minando los cimientos de la nacionalización de la tierra.
Una de las medidas esenciales para el fortalecimiento de la nacionalización de la tierra es la subordinación de estas comunidades agrícolas a los órganos locales del Estado y el establecimiento de un control firme por parte de los Soviets locales, purificados de la influencia del kulak, en la regulación de todas las cuestiones del reparto y utilización de la tierra. El objeto de este control debe ser una defensa máxima de los intereses de los campesinos pobres y débiles contra la dominación de los kulaks. Es necesario adoptar, teniendo en cuenta la experiencia actual, una serie de medidas complementarias para evitar la existencia de una excesiva proporción de kulaks en las comunidades agrarias. Es necesario, sobre todo, que el kulak, al igual que el arrendador de tierras, se halle sujeto de modo total y absoluto, y no de palabra sino de hecho, a la vigilancia y el control de los órganos del poder soviético en el campo.
El partido debe oponer una resistencia tenaz a todas las tendencias encaminadas a la anulación o el debilitamiento de la nacionalización de la tierra, que es uno de los pilares fundamentales de la dictadura del proletariado.
El actual sistema del impuesto agrícola único debe modificarse en el sentido de eximir al 40 o 50% de las familias campesinas más pobres totalmente de la tributación, sin que se le cobren nuevos impuestos a la masa fundamental de los campesinos medios. Las fechas para la recaudación de impuestos deben determinarse ajustándose a los intereses de los grupos inferiores de los contribuyentes.
Debe destinarse una cantidad mucho mayor a la creación de granjas colectivas y estatales, y debe concederse el máximo de facilidades a las granjas colectivas que se organicen y a las demás formas de colectivismo. Las personas privadas de derechos electorales no pueden formar parte de las explotaciones colectivas. Toda la labor de las cooperativas debe hallarse inspirada por el objetivo de transformar la producción en pequeña escala en producción colectiva en gran escala. En la esfera del suministro de maquinaria debe seguirse una firme política de clase y debe llevarse a cabo una lucha especial contra las compañías que trafican con la maquinaria.
Hay que prestar una atención cuidadosa a la distribución de la tierra, sobre todo la tierra debe ser asignada a las granjas colectivas y a las de los pobres, prestando la máxima protección a sus intereses.
Los precios del grano y de otros productos agrícolas deben garantizar a los pobres y a la masa básica de los campesinos medios la posibilidad, cuando menos, de mantener sus granjas al nivel actual y mejorarlas gradualmente. Deben adoptarse medidas para la abolición de la disparidad entre los precios del grano en el otoño y en la primavera, pues esta disparidad perjudica grandemente al campesino pobre y beneficia en grado sumo a los núcleos superiores.
Es necesario, no sólo aumentar considerablemente las asignaciones en beneficio de los pobres, sino también modificar radicalmente la dirección general de los créditos agrícolas para asegurar al campesino pobre y medio créditos económicos y de largo vencimiento y abolir el actual sistema de garantías y referencias.

La cooperación

La tarea de la construcción socialista en el campo consiste en transformar la agricultura sobre la base de la industria colectiva en gran escala y utilizando la maquinaria. Para la masa fundamental de los campesinos, el camino más sencillo para llegar a este fin es la cooperación, como lo describió Lenin en su libro La cooperación. Esta es la enorme ventaja que ofrece al campesino la dictadura proletaria y el sistema de los Soviets en general. Sólo un proceso de industrialización progresiva de la agricultura puede crear una amplia base para esta cooperación socialista (o colectivización). Sin una revolución técnica en los métodos de producción -es decir, sin la maquinaria agrícola, sin la rotación de las cosechas, sin la fertilización artificial, etc.- no es posible realizar ningún progreso en el camino de la colectivización real de la agricultura.
El abastecimiento y la venta cooperativas sólo serán un camino hacia el socialismo cuando: 1.° Este proceso tenga lugar bajo la influencia inmediata económica y política de los elementos socialistas, especialmente las grandes industrias y los sindicatos; 2.° Cuando este proceso de cooperativización agrícola conduzca gradualmente a la colectivización de la agricultura misma. El carácter de clase de las cooperativas agrícolas se hallará determinado no sólo por el peso numérico de los diferentes grupos de los campesinos cooperativistas, sino más que nada por su peso económico relativo. La tarea del partido es procurar que la cooperación agrícola constituya una unión real de los grupos de campesinos pobres y medios y sea un arma en la lucha de estos elementos contra la creciente fuerza económica del kulak. Debemos involucrar sistemática e insistentemente al proletariado agrícola en la tarea de la creación de cooperativas.
Sólo puede concebirse una estructura cooperativista exitosa a condición de que los participantes gocen de un máximo de iniciativa independiente. Para que haya relaciones adecuadas de las cooperativas con la gran industria y el Estado proletario, es necesario un régimen normal en las organizaciones cooperativas, que excluya los métodos burocráticos de regulación.
Teniendo en cuenta la notoria desviación de la dirección del partido de la trayectoria bolchevique fundamental por lo que respecta al problema del campo, y su tendencia a buscar el apoyo del campesino acomodado y del kulak; en vista del ocultamiento de esta desviación con discursos antiproletarios sobre “las ilusiones del pobre” “el vivir de los otros”, y “no hacer nada”, y sobre la supuesta falta de entusiasmo del campesino pobre en defender la Unión Soviética; teniendo en cuenta estas cosas, es más que nunca necesario recordar las palabras del programa de nuestro partido. Cuando reafirma inequívocamente la importancia decisiva que tiene para nosotros la alianza con el campesino medio, nuestro programa declara sucinta y claramente: “En su trabajo en la aldea, el partido comunista ruso se apoya como antes en las fuerzas del campesino proletario y semiproletario. Los organiza sobre todo en fuerzas independientes, creando núcleos del partido en las aldeas, organizaciones de los pobres rurales, un tipo especial de sindicato para los elementos rurales proletarios y semiproletarios, y así sucesivamente, asociándolos por todos los medios posibles con el proletariado urbano y apartándoles de la influencia de la burguesía rural y de los intereses de los pequeños propietarios”.

CAPITULO IV

La industria del estado y la edificación del socialismo

El ritmo del desarrollo de la industria

“La única base material del socialismo es una vasta industria de maquinarias capaz de reorganizar la agricultura”[23].
La condición básica para un desarrollo socialista en la presente fase preliminar y en la situación histórica dada -cerco capitalista y retraso de la revolución mundial-, es que la industrialización sea lo bastante rápida para que garantice en un futuro próximo la solución, cuando menos, de los siguientes problemas:
1.° La situación material del proletariado del país debe ser fortalecida tanto absoluta como relativamente (aumento del número de obreros ocupados, reducción del número de desocupados, mejoramiento del nivel material de la clase obrera y, en particular, ampliación del espacio de vivienda per cápita para atender a las debidas condiciones de sanidad).
2.° La actividad de la industria, el transporte y las centrales eléctricas debe desarrollarse, por lo menos, en la misma proporción que las demandas y los recursos del país en general y no retrasarce detrás del potencial del crecimiento económico.
3.° La agricultura debe hallar el modo de pasar gradualmente a una base técnica más elevada y de garantizar a las industrias una fuente creciente de materias primas.
4.° En la cuestión del desarrollo de las fuerzas productivas, en la del progreso tecnológico y en la del mejoramiento de las condiciones materiales de la clase obrera y de las masas laboriosas, la Unión Soviética no debe quedar atrás de los países capitalistas, sino que debe alcanzarlos en un futuro próximo.
5.° La industrialización debe ser suficiente para garantizar la defensa del país, y en particular un desarrollo adecuado de las industrias de guerra.
6.° Los elementos socialistas, cooperativos y estatales deben aumentar sistemáticamente, anulando, subordinando y transformando los elementos económicos presocialistas (capitalistas y precapitalistas).
A pesar del considerable progreso alcanzado en la esfera de la industria, la electrificación y el transporte, la industrialización dista mucho de haber alcanzado el desarrollo necesario y posible. EI ritmo actual de la industrialización y el indicado para los años venideros son notoriamente insuficientes.
No hay ni puede haber, por supuesto, una política que nos permitiera resolver de golpe todas nuestras dificultades o saltearnos un período prolongado de elevación sistemática de nuestro nivel cultural y económico. Pero nuestro mismo atraso en la industria y en la cultura exige una intensidad excepcional de esfuerzos y de medios, una movilización verdadera y oportuna de toda nuestras reservas, una utilización acertada de todos los recursos para largar la industrialización más rápida posible del país. El atraso crónico de la industria, así como el del transporte, la electrificación y la edificación con respecto a la demanda y las necesidades de la población, de la economía pública y del sistema social en general, tiene detenida toda la circulación mercantil del país, pues reduce la venta de las mercancías agrícolas y su exportación. Restringe la importación dentro de límites sumamente estrechos, hace subir los precios y el coste de producción, motiva la inestabilidad del chervonets y retrasa el desarrollo de las fuerzas productivas. Asimismo demora los mejoramientos de las condiciones materiales del proletariado y la masa campesina, produce un crecimiento alarmante del desempleo y un empeoramiento de las condiciones de vivienda. Va minando la unión de la industria con la agricultura y debilitando la capacidad del país para defenderse.
El ritmo insuficiente del desarrollo de la industria conduce a su vez a un retraso del desarrollo de la agricultura. Al mismo tiempo no es posible la industrialización sin un aumento decisivo de las fuerzas productivas de la agricultura y de la producción agrícola para el mercado.

Los precios

La aceleración necesaria de la industrialización es imposible sin una reducción sistemática y decisiva de los costos de producción y de los precios al por mayor y menor de los artículos industriales y su igualación con los precios mundiales. En esto estriba el progreso real, tanto por lo que respecta al adelanto de nuestra producción, basándola en una técnica más elevada, como por lo que se refiere a la mejor satisfacción de la demanda de las masas laboriosas.
Ya es hora de poner término a los rumores indecorosos y disparatados de que la Oposición quiere elevar los precios. El partido siente el deseo unánime de reducirlos, pero no basta con el deseo: las políticas deben juzgarse no por la intención, sino por los resultados. Los resultados de la lucha actual por reducir los precios han obligado incluso a miembros importantes del grupo gobernante a plantear la cuestión de si no se estaba perdiendo con esta política una importante suma de dinero “¿A dónde han ido a parar mil millones de rublos?”, inquiría Bujarin en enero de este año. “¿Qué se ha hecho de la diferencia entre los precios al por mayor y al detalle?”, preguntaba Rudzutak hablando después sobre el mismo tema[24]. Con una escasez crónica de mercancías, la reducción exagerada y torpemente burocrática de los precios al por mayor, como no alcanza en la mayoría de los casos al obrero y al campesino, acarrea una pérdida de centenares de millones de rublos a la industria del Estado. La ampliación resultante de la tijera entre los precios al por mayor y al detalle, en particular en manos del comerciante privado, es tan enorme que justifica por completo la idea de retener una parte de este beneficio comercial entre las manos de la industria del Estado. La conclusión irrefutable de toda la experiencia económica de los recientes años es la necesidad de una superación más rápida de las desproporciones de los precios, de un aumento de la masa de mercancías industriales y de una aceleración de la marcha del desarrollo de la industria. Este es el único camino que puede conducir a una reducción efectiva de los precios mayoristas y minoristas, y sobre todo la rebaja de los costos de producción, los cuales han mostrado el pasado año una tendencia más bien ascendente que descendente.

El plan quinquenal de la Comisión de Planificación del Estado (1926-27 a 1930-31)

La cuestión del plan quinquenal para el desarrollo de la economía nacional que ha de examinar el XV Congreso del partido, reclama la máxima atención de éste. Este plan quinquenal no ha sido reconocido todavía oficialmente ni es fácil que lo sea mientras conserve su forma actual. No obstante, éste brinda la expresión más sistemática y más acabada de la línea principal de la actual dirección económica.
Según este plan, las inversiones de capital en la industria apenas aumentarán de uno a otro año (1.142 millones el año próximo y 1.205 en 1931). Y en proporción con la suma general invertida en la economía nacional bajarán del 36,4% al 27,8. Las inversiones netas del presupuesto del Estado en la industria bajarán, con arreglo a este programa, durante los mismos años, de 200 millones a 90. El aumento anual de la producción ha sido fijado en 4 al 9% cada año sobre el precedente, que es la tasa de crecimiento de los países capitalistas durante los períodos de boom. La gigantesca ventaja que supone la nacionalización de la tierra, de los medios de producción, de los bancos y de la gestión centralizada -es decir, las ventajas derivadas de la revolución socialista- casi no encuentran expresión en el plan quinquenal.
El consumo individual de productos industriales, sumamente precario en el momento actual, sólo aumentará durante los cinco años en un 12%. El consumo de telas de algodón en 1931, que ha de ser el 97% del nivel de preguerra, será cinco veces menor que el de Estados Unidos en 1923. El consumo de carbón será siete veces menor que en Alemania en 1926 y diecisiete veces menor que en Estados Unidos en 1923. El consumo de hierro en lingotes será unas cuatro veces menor que en Alemania y once veces menor que en Estados Unidos. La producción de energía eléctrica será tres veces menor que en Alemania y siete veces menor que en Estados Unidos. El consumo de papel al cabo de los cinco años será el 83% del nivel de preguerra. Y todo esto ¡quince años después de Octubre! Presentar en el aniversario de la Revolución de Octubre un plan tan parsimonioso y tan profundamente pesimista significa en realidad que estáis trabajando contra el socialismo. La reducción de los precios minoristas en un 17% a que aspira el plan quinquenal, aún en el caso de que llegue a verse realizada, apenas tendrá efecto alguno en las relaciones entre nuestros precios y los precios mundiales, que son dos veces y media o tres más bajos que los nuestros.
Pero aun con esta insignificante reducción de los precios (que, por otra parte, no es aún nada más que un proyecto), el plan quinquenal anticipa una escasez de productos industriales equivalente a 400 millones de rublos anuales, en relación a la demanda efectiva dentro del país. Si reflexionáis en que los monstruosos precios actuales de venta al por mayor se reducirán en un 22% en el transcurso de los cinco años (reducción más que modesta), veréis que esto sólo producirá una escasez de artículos por valor de mil millones de rublos. Así, pues, la desproporción entre la oferta y la demanda se mantiene intacta y seguirá siendo una causa perpetua del aumento de los precios al detalle. El plan quinquenal promete a los campesinos en 1931, aproximadamente, la cantidad de productos industriales de preguerra a precios una vez y media más altos. Al obrero de las grandes industrias le promete un aumento del 33% de su salario nominal al cabo de los cinco años, desatendiendo las mal fundadas esperanzas de la reducción de los precios. La desproporción entre la oferta y la demanda será remediada, según el esquema de la Comisión de Planificación del Estado, elevando la renta pagada por los obreros dos veces y media sobre la cantidad actual, aproximadamente unos 400 millones de rublos anuales. En vista de que hay un exceso de capacidad adquisitiva en los sectores acomodados de la población, los miembros de la Comisión de Planificación piensan remediar esta situación reduciendo los salarios efectivos de los obreros. Cuesta trabajo creer que semejante método de restablecer el equilibrio del mercado haya sido propuesto por los órganos responsables del Estado obrero. Toda esta falsa perspectiva induce forzosamente al consumidor a buscar una salida por el ruinoso camino de abolir el monopolio del comercio exterior.
La construcción de seis a siete mil verstas de nuevos ferrocarriles señalada en el plan quinquenal -frente a las catorce mil construidas, por ejemplo, durante los cinco años transcurridos de 1895 a 1900- serán peligrosamente insuficientes, no sólo desde el punto de vista de la industrialización socialista, sino desde el de las más elementales exigencias económicas de las principales provincias.
Con ajustes de una u otra índole, tal es la orientación esencial del organismo del Estado que rige actualmente el desarrollo de nuestra economía. Así nos muestra su verdadera faz la línea política de los actuales dirigentes.

La Unión Soviética y la economía capitalista internacional

En la larga lucha que nos aguarda entre dos sistemas sociales irreconciliablemente hostiles -el capitalismo y el socialismo-, el resultado será decidido en último término por la productividad relativa del trabajo en cada uno de estos sistemas. Y esto, bajo condiciones de mercado, se medirá por la relación existente entre nuestros precios domésticos y los precios mundiales. Este hecho fundamental es justamente el que tenía en cuenta Lenin cuando en uno de sus últimos discursos prevenía al partido de la inminente “prueba a que habría de someterse el mercado ruso y el mercado internacional, al cual nos hallamos subordinados, con el cual nos encontramos ligados y del cual no podemos aislarnos”[25]. Por esta razón la idea de Bujarin de que podemos caminar a cualquier paso, aunque sea “a paso de tortuga” hacia el socialismo, no es más que una ocurrencia pequeño burguesa y banal.
No podemos aislarnos del cerco capitalista retirándonos hacia una economía exclusivamente nacional. Precisamente a causa de su exclusivismo, semejante economía se vería obligada a caminar a un paso sumamente lento, y, por consiguiente, tropezaría con una presión, no debilitada sino fortalecida, no ya de los ejércitos y las escuadras capitalistas (“intervención”), sino sobre todo de las mercancías capitalistas baratas.
El monopolio del comercio exterior es un arma necesaria para la construcción socialista cuando los países capitalistas poseen un más alto nivel tecnológico, pero la economía socialista actualmente en construcción sólo puede ser defendida por este monopolio si se acerca continuamente a la economía mundial por lo que respecta a la técnica, el coste de la producción y la calidad y el precio de sus productos. El fin que debe perseguir la dirección económica no es una economía hermética que se baste a sí misma a costa de una reducción inevitable de su nivel y su ritmo progresivo, sino precisamente todo lo contrario: un incremento general de nuestra importancia relativa en la economía mundial, lo cual será logrado aumentando hasta el máximo nuestra tasa de desarrollo. Para ello es necesario: l.° Comprender la gigantesca significación de nuestra exportación, tan peligrosamente rezagada ahora con relación al desarrollo de nuestra economía en su totalidad (La participación de la Unión Soviética en el comercio mundial ha disminuido del 4,2% en 1913 al 0,97% en 1926). 2.° Modificar en particular nuestra política hacia el kulak, que hace posible que éste mine nuestra exportación socialista por el acaparamiento usurario de las materias primas. 3.° Fomentar nuestros lazos con la economía mundial mediante una aceleración general de la industrialización y un fortalecimiento del elemento socialista frente al capitalista de nuestra propia economía. 4.º No desperdiciar nuestras limitadas reservas acumuladas en el futuro inmediato sino pasar gradualmente, y siguiendo un plan premeditado, a invertir en una nueva forma de producción -y sobre todo en producción masiva- de las máquinas más necesarias y más utilizables. Fomentar y perfeccionar experta y concienzudamente nuestra industria, utilizando sistemáticamente los adelantos de la técnica capitalista mundial. Cifrar nuestras esperanzas en un desenvolvimiento socialista aislado y en una tasa de desarrollo independiente de la economía mundial equivale a deformar la perspectiva total. Eso hace descarrilar nuestros esfuerzos de planificación y no ofrece ninguna orientación para la acertada relación de nuestras relaciones con la economía mundial. Así no hay modo de decidir lo que hemos de fabricar nosotros mismos y lo que hemos de traer del exterior. Renunciar definitivamente a la teoría de una economía socialista aislada significará en el transcurso de unos cuantos años una utilización incomparablemente más racional de nuestros recursos, una industrialización mucho más rápida, un desarrollo cada vez mejor planificado y más poderoso de nuestra construcción de maquinaria. Significará asimismo un aumento más rápido del número de obreros ocupados y una reducción efectiva de los precios: en una palabra, un auténtico fortalecimiento de la Unión Soviética a pesar del cerco capitalista.
¿No implicará un grave peligro al desarrollo de nuestros lazos con el capitalismo mundial en caso de bloqueo y de guerra? La respuesta a esta pregunta se deduce de cuanto hemos dicho anteriormente.
La previsión de una guerra exige desde luego la creación de una reserva de las materias primas extranjeras estratégicas y el rápido establecimiento de las nuevas industrias vitalmente precisas, como, por ejemplo, la producción de aluminio, etc. Pero lo más importante en caso de una guerra prolongada y seria es tener una industria nacional desarrollada hasta el más alto grado y capaz de practicar la producción en masa y de pasar rápidamente de una clase de producción a otra. El pasado reciente ha puesto de manifiesto cómo un país eminentemente industrial como Alemania, atado al mercado mundial por un millar de hilos, pudo descubrir un poder de existencia y resistencia gigantesco cuando la guerra y el bloqueo le aislaron de golpe del resto del mundo.
Si con las ventajas incomparables de nuestra estructura social podemos utilizar durante este período “pacífico” los mercados mundiales para acelerar nuestro desarrollo industrial, nos hallaremos infinitamente mejor preparados y mejor armados para hacer frente al bloqueo o a la intervención.
Ninguna política doméstica puede librarnos por sí sola del peligro económico, político y militar del cerco capitalista. La tarea en nuestro país es avanzar todo lo posible por el camino de la construcción socialista, fortaleciéndonos con una política de clase adecuada, mediante relaciones adecuadas entre la clase obrera y el campesinado. Los recursos interiores de la Unión Soviética son enormes, y hacen que esto sea completamente posible. Utilizando a este fin el mercado capitalista mundial, ligamos nuestros cálculos históricos fundamentales al futuro desarrollo de la revolución proletaria universal. Su victoria en algunos países avanzados romperá el cerco capitalista, librándonos de nuestra dura carga militar; nos fortalecerá enormemente en la esfera de la técnica y acelerará nuestro desenvolvimiento en la ciudad y en el campo, en la fábrica y en la escuela; nos ofrecerá finalmente la posibilidad de crear realmente el socialismo, es decir, una sociedad libre de clase basada en la técnica más avanzada y en la igualdad real de todos sus miembros en el trabajo y en la utilización de los productos de éste.

Dónde encontrar los medios

A la cuestión de dónde encontrar los medios para una solución más franca y más revolucionaria del problema de la industrialización real y una elevación más rápida de la cultura de las masas -los dos problemas de cuya solución depende el destino de la dictadura socialista-, la Oposición responde como sigue:
El punto fundamental es la redistribución de la renta nacional mediante el uso acertado del presupuesto, los créditos y los precios. Otra fuente suplementaria es la utilización certera de nuestros lazos en la economía mundial.
1. Según el plan quinquenal, el presupuesto, tanto estatal como local, aumentará en cinco años de 6 a 8,9 mil millones de rublos, y se elevará en 1931 al 16% de la renta nacional. Esto constituirá una parte más pequeña de la renta nacional que el presupuesto zarista de preguerra, que era el 18%. El presupuesto de un Estado obrero no sólo puede, sino que debe ocupar mayor sitio en la renta nacional que un presupuesto burgués. Esto presupone, por supuesto, que será realmente socialista y que al mismo tiempo que gasta más dinero en la educación popular asignará cantidades incomparablemente mayores a la industrialización del país. La asignación neta que ha de destinar el presupuesto a las necesidades de la industrialización puede y debe elevarse de 500 a 1.000 millones anuales en el curso de los cinco próximos años.
2. El sistema tributario no está de acuerdo con el desarrollo de la acumulación entre las capas superiores de los campesinos y la nueva burguesía en general. Es necesario: a) gravar todo género de ganancias extraordinarias de las empresas privadas en una cantidad no menor de 150 a 200 millones de rublos en lugar de cinco millones, como actualmente; b) con el fin de fortalecer nuestra exportación, asegurarse la entrega por parte de los kulaks acomodados, que constituyen aproximadamente el 10% de los establecimientos campesinos, de no menos de 150 millones de puds de grano. Esto debe recaudarse bajo la forma de un empréstito de los almacenes de granos, que en 1926-27 llegaron a la suma de 800 o 900 millones de puds, y se hallaban concentrados en su mayor parte en manos de estas capas superiores de la población campesina.
3. Es necesario poner en práctica una política decisiva de reducción sistemática y resuelta de los precios al por mayor y al detalle, cerrando la tijera entre ellos. Y esto debe hacerse de modo que la reducción de los precios afecte primordialmente a los objetos de gran consumo entre los obreros y los campesinos. (Y debe hacerse sin adulterar la calidad, harto precaria ya, como se hace ahora.) Esta reducción de los precios no debe privar a la industria del Estado de sus acumulaciones necesarias, y debe efectuarse principalmente por medio de un aumento de la masa de artículos, una reducción del coste de producción, un reducción de los gastos “accidentales” y una disminución del aparato burocrático. Una política más elástica de reducción de precios, más adaptada a las condiciones del mercado y más individualizada -es decir, que tuviera más en cuenta las condiciones mercantiles de cada clase de artículos-, dejaría en manos de la industria del Estado enormes sumas que nutren ahora el capital privado y el parasitismo comercial en general.
4. EI régimen de ahorro, que según el anuncio de Stalin y Rikov del año pasado, debería haber producido de 300 a 400 millones de rublos anuales, ha dado en realidad resultados completamente insignificantes. Un régimen de ahorro es una cuestión de política de clase y sólo puede ser realizado bajo la presión directa de las masas. Los obreros deben atreverse a ejercer esta presión. Es completamente posible reducir los gastos improductivos en 400 millones de rublos anuales.
5. El hábil empleo de armas tales como el monopolio del comercio exterior, el crédito exterior, las concesiones, los contratos para suministro de ayuda técnica, etc., proporcionará un capital suplementario. Asimismo aumentará grandemente la eficiencia de nuestros gastos, multiplicando su efecto por medio de una nueva técnica y acelerando el curso general de nuestro desarrollo y reforzando así nuestra independencia socialista real a pesar del cerco capitalista.
6. La cuestión de la selección del personal -desde la cúspide a la base-, y de las oportunas relaciones entre ellos, es hasta cierto punto una cuestión económica. Cuanto peor es el personal, más fondos se necesitan. El régimen burocrático se opone a la existencia de un buen personal unido por relaciones justas.
7. La falta de previsión de nuestra actual dirección económica conduce en la práctica a la pérdida de muchas decenas de millones. Este es el precio que pagamos por la imprevisión, el desacuerdo, la estrechez de miras y la pereza.
8. La recaudación tributaria no puede bastar por sí sola para atender a las exigencias cada vez mayores de nuestra economía. Los créditos deben convertirse en una palanca cada vez más importante para la distribución de la renta nacional en el sentido de la construcción socialista, lo que presupone ante todo una moneda estable y una circulación saludable del dinero.
9. La adopción de una política más firme de clase en nuestra economía, estrechando los límites de la especulación y la usura, haría más fácil que las instituciones gubernamentales y de crédito movilizaran los ahorros privados y haría posible una protección financiera de la industria muchísimo más amplia por medio de créditos a largo plazo.
10. La venta oficial de vodka fue introducida primeramente como experimento, y con la idea de que la mayor parte de los ingresos obtenidos se destinaría a la industrialización, en primer término, de la industria metalúrgica. En realidad, la industrialización sólo ha perdido terreno con la venta oficial de vodka. Es necesario reconocer que el experimento ha fracasado por completo. Bajo la estructura soviética, la venta oficial de vodka es un factor negativo no sólo desde el punto de vista del presupuesto del individuo -como bajo el zarismo-, sino también y ante todo desde el punto de vista de la industria del Estado. La multiplicación del ausentismo, de mano de obra negligente, de productos deficientes, de máquinas averiadas, de accidentes industriales, de incendios, riñas, crímenes, etc., equivalen a centenares de millones de rublos anuales. La industria del Estado pierde con el vodka no menos de lo que de éste recibe de presupuesto, y muchas veces más de lo que la misma industria recibe del Estado. La abolición de la venta oficial de vodka lo antes posible (dentro de dos o tres años) aumentará automáticamente los recursos materiales y espirituales de la industrialización. Tal es nuestra respuesta a la cuestión: ¿dónde encontrar los medios? No es cierto que la lenta marcha de la industrialización se deba en primer término a la falta de recursos. Los medios son escasos, pero existen. Lo que hace falta es una política correcta.
El plan quinquenal de la Comision de Planificación del Estado debe ser rechazado de modo categórico y condenado por ser fundamentalmente incompatible con la tarea de “transformar a la Rusia de la NEP en una Rusia socialista”.
Debemos poner en práctica efectivamente una redistribución de la carga tributaria entre las clases, recargando al kulak y al nepman y aliviando a los obreros y a los pobres.
Debemos reducir la importancia relativa de los impuestos indirectos. Debemos abolir en un futuro próximo la venta de vodka por el Estado.
Debemos poner en orden las finanzas del servicio ferroviario.
Debemos poner en orden las finanzas de la industria.
Debemos devolver la salud a la descuidada industria forestal, que puede y debe convertirse en una considerable fuente de ingresos.
Debemos garantizar la estabilidad incondicional de la unidad monetaria. La estabilización del chervonets requiere por un lado una reducción de precios y un presupuesto sin déficit por el otro. No debe permitirse la emisión de papel moneda para cubrir un déficit del presupuesto.
Debemos establecer un presupuesto de fines estrictamente expresos, sin déficit y de una intolerancia rigurosa para cuanto sea superfluo o accidental.
En el presupuesto de 1927-28 debemos aumentar considerablemente las asignaciones para defensa (en primer término para las industrias de guerra), para la industria en general, para la electrificación, para el transporte, para la construcción de viviendas y para medidas conducentes a la colectivización de la agricultura.
Debemos oponer una resistencia decisiva a todo intento de entrometerse en el monopolio del comercio exterior.
Debemos emprender un curso firme hacia la industrialización, la electrificación y la racionalización con el objetivo de construir una economía tecnológicamente más poderosa y de mejorar las condiciones materiales de las masas.