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Escritos de León Trotsky (1929-1940)

Juicios interminables

Juicios interminables

Juicios interminables[1]

 

 

27 de agosto de 1936

 

 

 

Estoy leyendo, enfermo de asco, las crónicas del juicio en Pravda. No es fácil, ni siquiera para un político, imaginar tamaña desvergüenza, estupidez, perfi­dia. Cualquiera que considerara este asunto como metal de buena ley sería, para mí, un cadáver político.

Sin embargo, este juicio no será el último. Cuando finalizó el juicio a Zinoviev y Kamenev en enero de 1935, yo escribí: "Puesto que la amalgama, sobre todo en lo que a mí respecta, culminó en un lamentable fra­caso, es inevitable que Stalin intente montar un nuevo juicio, mejor preparado." Después del juicio reciente este vaticinio adquiere un sentido todavía más amplio. Han fusilado a dieciséis hombres para identificar a la palabra "trotskismo" con "terrorismo". Ese fue el sig­nificado del juicio. Ahora se reunirán nuevos tribunales secretos, donde cualquier persona acusada de "trots­kista" podría ser fusilada sumariamente por terrorista. Stalin aplastó a los dieciséis infelices -algunos ya es­taban agotados, vacíos, anonadados- y a los jóvenes informantes que esperaban hacer carrera hasta conver­tirlos en masa sanguinolienta, para mejor llegar hasta mi persona.

Los acusados se empeñaron en ayudar a Stalin. Se decía que todos los testimonios, todos los hilos, todas las denuncias conducían directamente al autor de estas líneas. Al profundizar en la lectura de las denuncias aumenta la sensación de vacío. Se pudo montar el juicio público cuando se hubo logrado un acuerdo entre la GPU y los acusados. Pero Stalin no cumplió su parte del compromiso. Cerró el caso mediante las ejecuciones sumarias.

En marzo de 1923, cuando Lenin preparaba un ataque decisivo contra Stalin para el Duodécimo Con­greso del Partido, al enviarme una serie de cartas y do­cumentos desde su lecho de enfermo, me dijo por intermedio de su secretaria Fotieva: "Pero no negocie con Stalin, porque hará un compromiso podrido y luego lo traicionará."[2] Es una cualidad que Stalin ha desarrollado mucho desde entonces. Hizo un "compromiso po­drido" (en mi contra) con los acusados indefensos y luego traicionó a sus socios, atados de pies y manos. ¡Y cómo los traicionó!

Como decía antes, hubo sólo dieciséis hombres en el banquillo. Pero éstos, que a la vez eran autoacusadores y acusadores, mencionaron decenas de nombres al pasar. Safonova, la ex esposa de Smirnov, fue traída desde la cárcel como testigo de cargo en el juicio a su esposo. Se decía que era oficial del Ejército Rojo y que instigó una conspiración "trotskista" entre los oficiales rojos. Al igual que Reingold en el juicio de los dieciséis, en el próximo juicio Safonova tendrá que desempeñar un papel como principal agente de la GPU. Pero lo pagará como Reingold, es decir, con su vida.

El testimonio de Reingold contiene un pasaje que me resulta extraño. Dice que su tarea sería la de borrar las huellas de los atentados terroristas una vez que los conspiradores hubiesen tomado el poder. ¿De qué manera? "Eliminando físicamente a los funcionarios del Comisariado del Interior (GPU), tanto a los que tuvieran conocimiento de la preparación de los atenta­dos terroristas como a los que hubieran perpetrado dichos atentados en la práctica." En otras palabras: estos canallas infames les dieron a los acusados la idea de la misma obra sangrienta que la GPU realizará ma­ñana contra los propios acusados.

Otro hecho que arroja una luz horrible sobre la camarilla bonapartista: el autor de los comentarios de Pravda sobre el juicio es Zaslavski, quien línea por línea da por sentado que mis vínculos y los de los demás acu­sados con la Gestapo son cosa demostrada. En 1917 el mismo Zaslavski, periodista de Dyen (El Día) -un pe­riódico financiero- era el enemigo más furibundo de los bolcheviques. Nos acusó a Lenin, a mi y a otros de sirvientes del estado mayor alemán. En una serie de artículos escritos en 1917, Lenin decía: "Zaslavski y los demás canallas...", sin emplear otro calificativo. Ahora el canalla es el defensor del "bolchevismo" stalinista contra nosotros, agentes de la Gestapo. Nin­guna fantasía teórica o poética, sea la de un Marx o la de un Shakespeare, pudo haber inventado semejante acuerdo. Pero la vida sabe hacerlo.

Todavía tengo la esperanza de que se desenmascare este crimen sin precedentes. Con esta carta quiero hacer un modesto aporte a esa obra. El resto vendrá con el tiempo.



[1] Juicios interminables. SIP Nº 14, 1º de diciembre de 1936. Tradu­cido del francés (al inglés) para esta obra por Mary Gordon. Al día si­guiente de redactar esta carta Trotsky fue sometido a arresto domicilia­rio y sus secretarios expulsados del país.

[2] Lidia Fotieva (1881-1975). secretaria de Lenin desde 1918 hasta la muerte de éste en 1924.



Libro 4