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Boletines y Cuadernos

Introducción

Introducción

En este nuevo aniversario del asesinato de León Trotsky queremos rendirle homenaje dedicando este cuaderno del CEIP a la historia de la Oposición de Izquierda rusa, la sección más importante de la IV Internacional, no sólo numéricamente sino porque en sus filas militaban los dirigentes más probados, más lúcidos y más abnegados. Su combate dejó importantes jalones que continuaron y enriquecieron el desarrollo del marxismo revolucionario en el terreno teórico y político, contra la burocracia que se enquistó en el primer Estado obrero de la historia, y por consiguiente, de la experiencia más avanzada de la lucha de clases.

Poco antes de su muerte, Trotsky llevó la documentación y correspondencia referida a la lucha de la Oposición rusa a la biblioteca de la Universidad de Harvard, donde fue guardada a su pedido, durante cuarenta años, con el fin de salvaguardar la vida de sus compañeros y preservar su obra. A partir del año 1980, fecha en que se abrió el archivo, el historiador Pierre Broué, quien fue director del Instituto León Trotsky de Francia, realizó una importante investigación cuyos resultados fueron publicados en distintos números de los Cahiers Léon Trotsky, y tradujo del ruso cartas y artículos que daban cuenta de las distintas etapas de la lucha de la Oposición de Izquierda en la URSS. En este número de Cuadernos, publicamos el trabajo de Broué, Los trotskistas en la URSS (1929-1938). Este libro, de limitada circulación y agotado hace muchos años, fue el ensayo introductorio de esta investigación. Los bolcheviques-leninistas como se autodenominaba la Oposición de Izquierda, llegaron a encabezar huelgas en los campos de detención cuando las cárceles estaban pobladas por cientos de miles de prisioneros políticos hasta que fueron fusilados en masa en los Procesos de Moscú, en su mayoría acusados de “trotskistas”. Entre 1928-1936, la URSS atravesó grandes transformaciones que, bajo la dirección de Stalin, se hicieron por medio represivos, provocaron hambrunas, debilitando el camino al socialismo aunque fueron llevados a cabo en su nombre. La crisis del capitalismo mundial llevó a la URSS, sin desocupación y en vías de progreso, a ser vista como una alternativa, lo que ayudó a Stalin a arremeter contra la vanguardia revolucionaria en la URSS y a nivel internacional, en una de las décadas más convulsivas del siglo, con el crack económico en 1929, el ascenso de Hitler en Alemania y la revolución española en 1936, como telón de fondo.

Los artículos que publicamos en el último cuaderno del CEIP, “Intelectualidad y trotskismo en la década del ‘30”, reflejan este cambio de estado de ánimo en el ejemplo de la intelectualidad, sobre todo en EEUU, que en su gran mayoría, apoyaron a los partidos comunistas y se consideraban “Amigos de la URSS”. No obstante, un puñado de notables, como el prestigioso filósofo y pedagogo norteamericano, John Dewey, estuvieron dispuestos a enfrentar al Kremlin cuando comenzaron los Procesos que acusaron de las más graves traiciones a la URSS a quienes había sido los dirigentes de la Revolución de Octubre. Y en nombre de valores democráticos universales, estos intelectuales, apoyaron el llamado de Trotsky de poner en pie una tribuna para darle el derecho de defenderse de las acusaciones estalinistas.

Nuestra última publicación, El caso León Trotsky, da cuenta de la magnitud y la importancia del combate de los trotskistas contra el estalinismo. Prueba la falsedad de los cargos que levantaba la burocracia estalinista en esos procesos y de qué modo la Oposición jugó un rol como alternativa revolucionaria en condiciones muy difíciles. Dejaron lecciones que Trotsky resaltó en su testimonio, junto a datos sobre la biografía y la talla de dirigentes desconocidos, pero que, sin embargo, estaban forjados bajo el fragor de las epopeyas de todos esos años. Y es por eso que aprovechamos en este nuevo número de Cuadernos, para destacar este libro que reúne las actas que recogieron las pruebas y el testimonio que presentó Trotsky a la Comisión presidida por Dewey, con la reseña de Noé Jitrik, a quien agradecemos por su colaboración. El escritor Noé Jitrik, uno de los críticos literarios más reconocidos en Argentina, autor de numerosos cuentos, novelas y ensayos, da en “Del ancho mundo”, un fresco de la mirada cosmopolita de Trotsky enfrentado a hechos relevantes de su vida y de la época que a modo de biografía literaria rinden homenaje al gran revolucionario ruso.

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El año 1928 es considerado por muchos historiadores como la línea de mayor demarcación de la historia soviética. En los primeros meses de ese año comenzó una crisis, provocada por la retención de las cosechas de los campesinos ricos – los kulaks–, que puso en jaque al Estado obrero. Stalin, que durante años había favorecido a esos sectores, se vio obligado a enfrentarlos. Dando un giro 180º de manera improvisada, tomó aspectos del programa de la Oposición de Izquierda, aunque aplicados de manera brutalmente burocrática. Este proceso culminó con la colectivización forzosa y la industrialización acelerada. Dado que Stalin no se proponía restablecer la perspectiva de desarrollo de la revolución, el Gran Viraje –como se lo llamó después– sirvió para consolidar el dominio bonapartista del Estado obrero.

Desde 1924 hasta la “crisis del trigo” de 1928, Stalin, en alianza con Bujarin y Rykov –el ala derecha del Partido– había basado su fortaleza en una política que beneficiaba a los kulaks y en el plano internacional, en base a alianzas con sectores de la burguesía, como la que llevaron a cabo con los nacionalistas burgueses del Kuomintang que hizo posible la trágica derrota de la revolución china en 1927. La perspectiva de Stalin era el socialismo “a paso de tortuga” en un solo país, la URSS. En cambio para Trotsky, había que desarrollar la revolución en el plano internacional como una perspectiva realista para alcanzar el socialismo en la URSS. Estas alianzas le permitieron a Stalin, en un momento de relativa estabilidad capitalista y pasividad de las masas en la URSS, poco meses antes del nuevo “viraje de izquierda”, expulsar del partido a la Oposición, a aquéllos que habían denunciado durante esos cuatro años la política que reforzaba el poder de los kulaks, en detrimento de la industrialización y fortalecimiento de la clase obrera, hombres y mujeres que, como cuenta el historiador Pierre Broué, ocupaban los puestos más altos de la dirección. Los protagonistas de las gestas más importantes del movimiento revolucionario ruso, cuadros destacados en todas las áreas del partido, al momento del “viraje de izquierda” de Stalin, se encontraban presos, dispersos en lugares remotos y hostiles – a temperaturas muy bajas y en condiciones precarias- de la URSS. Inclusive el propio León Trotsky fue enviado a Alma Ata en enero de 1928, un pueblo cercano a la frontera china, a 4.000 km de Moscú. Nina, una de sus hijas, muerta ese mismo año, fue una de las primeras víctimas de la represión estalinista. Luego de la deportación de su compañero y privada de su trabajo cayó gravemente enferma y murió de tuberculosis a los 26 años.

En 1928, a poco de arribar a Alma Ata, Trotsky esperaba poder contar con sus dos colaboradores más cercanos, que intentaron acompañarlo pero fueron arrestados y encarcelados. De hecho, todos los militantes relacionados de una manera u otra a su secretariado en el pasado, estaban en prisión o deportados. El único colaborador en la casa de Alma Ata fue su hijo Liova, León Sedov, el primero de los dos hijos que Trotsky tuvo con Natalia Sedova y quien tenía actividad política desde su juventud. Sedov organizó la Oposición de Izquierda en las filas de las Juventudes Comunistas y de los estudiantes de Moscú. En estos primeros años de deportación y el exilio forzado a Turquía, un año después, Trotsky mantuvo una correspondencia que reunió cientos de cartas políticas y telegramas con los oposicionistas, difundidas en las colonias de exiliados a lo largo de la Unión Soviética. Trotsky afirmó que en 1928, “entre abril y octubre nosotros recibimos aproximadamente 1.000 cartas políticas y documentos y cerca de 700 telegramas”. Además muchos de ellos comenzaron trabajos de investigación. Trotsky comenzó a preparar y escribir varios libros, entre otros, su biografía y la generalización de la teoría de la revolución permanente al calor de la experiencia de la revolución china, que terminó en Alma Ata. Pero el intercambio de correspondencia entre la Oposición de Izquierda fue haciéndose más difícil desde mediados de 1929 por la persecución y censura estalinista hasta que fue interrumpido totalmente en 1933, meses después que privaran a Trotsky de la ciudadanía soviética.

La parte más importante de esta correspondencia fue publicada en el Boletín de la Oposición rusa (Biulleten’ Oppozitsii), el periódico en ruso que era introducido y difundido en los campos de detención y redes clandestinas en la URSS y que reproducía artículos de León Trotsky, su hijo León Sedov y de dirigentes como Christian Rakovsky, K. Tsintsadze, L. Sosnovsky, F. Dingelstedt, entre otros oposicionistas, una obra recientemente adquirida por el CEIP.

Con la colección completa de boletines (ver breve reseña al final del cuaderno) junto a investigaciones como la de Broué que mencionamos más arriba, y otras como la de la norteamericana Noemi Allen que publicó junto a un equipo The Challenge of Left Opposition o en Rusia, el historiador Vadim Rogovin, autor de seis volúmenes publicados en ruso y en alemán sobre la era de Stalin entre 1932-1940 y la historia de la oposición trotskista. Además, los periódicos y revistas de la época como The Militant o Lutte de Classes, hoy digitalizados y de acceso público, las bibliografías de Sinclair y Lubitz, y otros trabajos de historiadores; con este universo de fuentes bibliográficas, comenzamos un estudio que pretende avanzar en la investigación y en nuevas publicaciones, facilitar el acceso a las fuentes, promover su estudio, para dar pasos que aporten a conocer más acerca de estos combates, sus enseñanzas y las tradiciones de los dirigentes de la sección rusa de la IV Internacional, para difundir en nuestro idioma. Como parte de esta primera lectura y reconocimiento de fuentes quisimos presentar aquí un breve compilado de artículos de Trotsky y dirigentes de la Oposición rusa, inéditos en español, que nos parece dan pautas del combate político de estos primeros años a partir de su deportación.

Luego de la expulsión del partido a fines de 1927, las filas de la oposición estaban conformadas por los bolcheviques-leninistas y el grupo de los zinovievistas que no siguieron la capitulación de su jefe (quien pidió el reingreso al partido luego de la expulsión) eran en total unos 4.000 y los “decistas” o el grupo Centralismo Democrático, considerados de ultraizquierda, que eran una minoría. Al cabo de un año de zigzags burocráticos de Stalin (hacia la izquierda a comienzos de 1928, hacia la derecha en el Plenario de Julio y nuevamente hacia la izquierda, en agosto) había 8.000 oposicionistas deportados. No obstante, en las colonias de deportados reinaba la confusión y surgieron fuertes tendencias conciliadoras que confundían el “giro a izquierda” de Stalin con un genuino curso proletario.

A inicios de 1929, no sólo se había quebrantado el intercambio económico entre la ciudad y el campo, sino que había sucedido lo mismo con todas las relaciones, en las ciudades, en el Estado e incluso entre el Estado y el Partido. La inflación era incontrolable y la escasez de suministros, deplorable. El odio de los kulaks, campesinos medios y hasta pequeños, se reflejaba en el incendio y asesinato cotidiano de agentes del partido en las aldeas. La pobreza del país y los abusos del gobierno provocaban una reacción tan adversa que todos coincidían en el peligro por el que pasaba la revolución en su 12ª aniversario. Stalin responderá de contragolpe con medidas que avanzaban en el proceso de colectivización forzosa y de industrialización acelerada, superando sus propias estimaciones, las que, sin preparación, ya tenían un carácter aventurero.

A la par del agravamiento de las condiciones carcelarias a los bolcheviques-leninistas, con el que Stalin buscaba forzar las capitulaciones, surgieron cuadros y dirigentes de la nueva generación de oposicionistas que, desde 1928, se ganaron el mote de “irreductibles”. En “El VI Congreso y las tareas de la Oposición”, un artículo complementario al documento fundamental “Crítica del proyecto de programa de la Internacional Comunista”, Trotsky consideraba que el trabajo de la Oposición de Izquierda “no debe tener un carácter de archivo o académico, sino que tiene que estar unido íntimamente con el trabajo de los partidos comunistas y la lucha de las masas trabajadoras. En cada cuestión importante hay que dejar un firme jalón bolchevique en la conciencia de los trabajadores de vanguardia”. En estos años para Trotsky el bonapartismo asumió su forma más clásica como árbitro del doble poder entre la clase obrera y los nuevos propietarios, los kulaks. Frente a un creciente descontento de la clase obrera rusa, aunque venía de derrotas como la revolución alemana o la china, los nuevos vientos internacionales con tendencias a la radicalización de masas, en una época de cambios bruscos, podían dar nuevas oportunidades a los bolcheviques-leninistas para lo que precisaban prepararse. Y en caso contrario esos combates quedarían como jalones de la lucha revolucionaria.

Múltiples controversias surgieron en torno al carácter del nuevo viraje de Stalin y de los zigzag de un aparato que Trotsky considó centrista hasta 1933; también sobre las perspectivas para la URSS, su relación con la lucha de clases internacional, como se puede ver en “El peligro bonapartista y el rol de la Oposición” que aquí publicamos, donde Trotsky describe también la construcción de la Oposición en la clase obrera. La vía de construcción del socialismo en un solo país junto a la inauguración del “Tercer Período”, así denominado por Stalin –expresión internacional de su viraje en la URSS- serán puestos a discusión en el VI Congreso, el Proyecto de Programa de la Internacional Comunista, una política sectaria y ultraizquierdista con nefastas consecuencias para el proletariado mundial, va a ser otra de las cuestiones centrales que van a ocupar las discusiones de Trotsky y la Oposición de Izquierda.

Discusiones en torno al partido y la perspectiva de reformarlo o la de fundar un nuevo partido como planteaban los grupos ultraizquierdistas, sobre el voto secreto en el partido y los sindicatos, serán parte de estas controversias que se abrieron en y entre las distintas colonias de deportados. Discusiones donde los trotskistas pelearon hombre a hombre cada posición del bolchevismo y enfrentaron las capitulaciones de importantes dirigentes como las de Preobrajensky, Radek y Smilga quienes, en julio de 1929, clamaron por su ingreso al Partido renegando de las ideas por las que venían luchando, y agitando en las filas de la Oposición el temor de quedar aislados del partido para alentar más capitulaciones y el favor de Stalin. Trotsky verá en estas capitulaciones un hecho político de relevancia: “Demuestra sobre todo el agotamiento de la generación magna y heroica de revolucionarios que tuvieron la suerte de vivir las experiencias de la guerra y la Revolución de Octubre. Esta capitulación, a pesar de ser formalmente absurda, contiene indudablemente elementos trágicos: tres revolucionarios viejos y honorables se marginaron de las filas de los vivos. El camino de la rehabilitación está abierto para gran cantidad de centristas. Para los capituladores está cerrado. Han perdido lo más importante: el derecho a exigir confianza; jamás lo podrán recuperar”.

Es un momento donde los trotskistas tienen que dar una pelea sin cuartel para poner freno a las capitulaciones y el escepticismo. Es de este combate del que habla Trotsky cuando se refiere a la calidad de los revolucionarios rusos, ejemplo para toda la Internacional. Aquí publicamos dos artículos que él recomienda sobre dos dirigentes de la Oposición de Izquierda, junto a la biografía de ambos: Kote Tsintsadzé y Lev Sosnovsky. En sus cartas, estos últimos hablan descarnadamente de los sufrimientos bajo las duras condiciones carcelarias que amenazan sus vidas y, al mismo tiempo, llevan adelante apasionadas discusiones con el fin de alcanzar un análisis científico y preciso de la situación política e histórica, desde la que forjaban la tenacidad para una lucha que frente al partido era decisiva.

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Por último publicamos el prefacio al libro de Engels, Notas sobre la guerra franco-alemana de 1870-71, escrito por León Trotsky en marzo de 1924 y traducido al español para este cuaderno, donde el autor vuelve sobre las lecciones de la Revolución de Octubre, especialmente en cuanto al problema militar y el arte de la insurrección. Consideramos este artículo un aporte para el estudio de la cuestión militar que ha sido el tema de un seminario realizado recientemente en el Instituto del Pensamiento Socialista “Karl Marx”.Y al final presentamos las últimas adquisiciones para la biblioteca y archivo del CEIP y los resultados de la Campaña de Apoyo impulsada desde diciembre del año pasado.

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La edición general de este cuaderno estuvo a cargo de Andrea Robles y Rossana Cortez. Celeste Murillo, Guillermo Cruz, Pablo Gastaminza y Mario Irribarren participaron en la traducción de artículos. Laura Arriola, Valeria Foglia, Alicia Rojo, Demian Paredes, Matías Porreti y Julio Rovelli participaron en la producción editorial. Gabriela Liszt en la selección y traducción del artículo de León Trotsky para el prólogo del libro de Engels. Agradecemos especialmente a Nadia Koulikova por la traducción del ruso de Biulleten’ Oppozitsii.