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Escritos Latinoamericanos (compilación, 3ra. edición)

Escritos Latinoamericanos (compilación)

Escritos Latinoamericanos (compilación)

Christian Castillo

El interés de Trotsky por profundizar su estudio y conocimiento sobre América Latina comienza con su obligado traslado al México de Cárdenas, donde llega acompañado de su esposa Natalia Sedova y su secretario Jean Van Heijenoort el 9 de enero de 1937, luego de que el presidente mexicano le concediera lo que ningún otro gobierno quería otorgarle: una visa de residencia; una situación que había llevado al escritor surrealista francés André Breton (en ese entonces simpatizante de las ideas de Trotsky) a acuñar su famosa frase: "El mundo es un planeta sin visa para León Trotsky".

Presentamos en este libro un conjunto de artículos, entrevistas y cartas escritos por León Trotsky durante su exilio mexicano, de enero de 1937 hasta su asesinato en agosto de 1940. Algunos de estos trabajos recibieron temprana difusión en nuestro continente. Otros sólo fueron publicados esporádicamente y son poco conocidos: especialmente incluímos toda una sección dedicada a artículos de Trotsky y otros autores cercanos a sus ideas en esos tiempos, aparecidos en la revista Clave y que no han vuelto a ser publicados en décadas. En su conjunto es una de las compilaciones más completas de trabajos de Trotsky sobre América Latina, que creemos serán de gran interés tanto para el militante, como para el estudiante, el cientista social o para el lector interesado en temas políticos.

Trotsky y la politica mundial de la época

Durante los primeros meses de su estancia mexicana, Trotsky se dedicó centralmente a la organización de los "contraprocesos" a los juicios de Moscú. Sus escritos de esos días se empeñan en desentrañar las mentiras de los acusadores Stalin y Vichinsky y cuestiones vinculadas a la organización de la "Comisión de Investigación Internacional". Como parte de sus actividades esta comisión envió una delegación a México (que sesionó entre los días 10 y 17 de abril de 1937) encabezada por el filósofo norteamericano John Dewey que tuvo entre sus actividades principales tomar declaración al mismo Trotsky, cuyo alegato figura en el libro Los crímenes de Stalin. La febril actividad realizada por Trotsky en este terreno y en el seguimiento pormenorizado de los sucesos en la Unión Soviética -poco antes de ingresar a México, en agosto de 1936, había entregado a sus editores la versión terminada de La Revolución Traicionada, cuya primer edición aparece en mayo de 1937- fue acompañada con sus trabajos sobre los principales acontecimientos de la política mundial del momento. Primero, la guerra civil española, de la cual antes y durante su exilio mexicano, Trotsky escribió páginas magistrales y en la que había buscado la oportunidad de intervenir directamente. El otro gran tema que fue progresivamente envolviendo los escritos de Trotsky de estos años son los preparativos y luego los dramáticos acontecimientos de los primeros años de la Segunda Guerra Mundial. Ya desde 1934 Trotsky venía señalando que las contradicciones de la situación política mundial empujaban a un nuevo conflicto por el "reparto del mundo" entre las potencias imperialistas, el cual sólo podría ser evitado por la intervención revolucionaria del proletariado internacional. Cuando la acción desmoralizadora del Frente Popular en España y Francia alejó la perspectiva de la revolución, el camino hacia la guerra se hacía inevitable. En la entrevista concedida al dirigente sindical argentino Mateo Fossa, que lo visitó en México, Trotsky señalaba: "La guerra es inevitable y estallará en un futuro inmediato. Las crisis internacionales se suceden. Estas convulsiones son los dolores de parto de la próxima guerra. Cada nuevo paroxismo será agudo y más peligroso. Actualmente no veo en el mundo ninguna fuerza capaz de detener el desarrollo de este proceso. Indefectiblemente una horrible masacre hará presa de la humanidad. (...) La política del Frente Popular, como lo demuestran los ejemplos de Francia y España y de otros países, consiste en subordinar al proletariado al ala izquierda de la burguesía de los países capitalistas, tanto de la de la derecha como la de la "izquierda", está impregnada de chovinismo e imperialismo. El ’frente popular’ sirve para hacer de los obreros carne de cañón de su burguesía imperialista y nada más." Trotsky señaló claramente cómo la segunda guerra mundial no era en manera alguna una guerra de la "democracia contra el fascismo" como la presentaba la propaganda de los imperialismos británico, francés y norteamericano (y el stalinismo luego de la ruptura del pacto Stalin-Hitler), combatiendo abiertamente la política de subordinación a los mismos propugnada por los agentes de estas potencias imperialistas, que en las semicolonias y colonias llamaban, en nombre de "la lucha contra el fascismo", al mantenimiento del yugo imperialista. En septiembre de 1938, un año antes de la entrada de las tropas alemanas en Polonia, escribía: "En algunos círculos de la intelligentzia se ha hecho popular la idea de ’la unificación de todos los estados democráticos’ contra el fascismo. Considero que esta idea es fantástica, quimérica, apta solamente para engañar a las masas, especialmente a los pueblos débiles y oprimidos. ¿Realmente puede creer alguien siquiera por un momento que Chamberlain, Daladier o Roosevelt son capaces de declarar una guerra para defender el principio abstracto de la ’democracia’? Si el gobierno democrático amara tanto la democracia hubiera dado la libertad a la India. Y lo mismo Francia. Gran Bretaña prefiere la dictadura de Franco en España a la dominación política de los obreros y campesinos, porque Franco puede ser un agente del imperialismo británico mucho más complaciente y de confianza. Inglaterra y Francia no pusieron resistencia para entregarle Austria a Hitler, aunque inevitablemente le declararían la guerra si osara tocar sus colonias. En conclusión, es imposible combatir al fascismo sin combatir al imperialismo. Los países coloniales y semicoloniales deben luchar antes que nada contra el país imperialista que los oprime directamente, más allá de que lleve la máscara del fascismo o de la democracia."1 Tras el estallido de la guerra, Trotsky tuvo que responder a la oposición surgida en el principal partido de la IV Internacional en esos años, el Socialist Workers Party (SWP), donde dos de sus principales dirigentes, Max Shachtman y James Burnham, organizaron una fracción que se negaba a la defensa incondicional de la Unión Soviética frente al imperialismo, la cual sostenían ya no era en manera alguna un "estado obrero degenerado". Desde México, en artículos que se encuentran compilados en En defensa del marxismo, Trotsky combatió el pensamiento pragmático, antidialéctico, de sus contrincantes, que cedían a la presión de la opinión pública norteamericana luego de que Stalin pactase con Hitler. Sus consideraciones finales sobre la guerra se encuentran concentradas en el Manifiesto de la IV Internacional sobre la guerra imperialista y la revolución proletaria mundial, adoptado por la Conferencia de Emergencia de mayo de 1940. En su conjunto, las páginas destinadas al análisis de la segunda guerra y las respuestas estratégicas y tácticas que debían dar los marxistas revolucionarios ante la misma son sin duda de aquellas en las que aflora en toda su magnitud el genio marxista de Trotsky. Poco antes del estallido de la segunda guerra mundial, en septiembre de 1938, estando Trotsky en México y bajo la persecución más terrible del stalinismo -en esos días se multiplican los asesinatos de dirigentes trotskistas a manos de agentes de la GPU- se había realizado clandestinamente el Congreso de Fundación de la IV Internacional. La preparación de este Congreso y su documento fundamental (conocido como el Programa de Transición) ocupó gran parte de la actividad de Trotsky. En momentos en que la guerra se acercaba, veía fundamental sentar una bandera que separase claramente a los marxistas revolucionarios de la política traidora de la socialdemocracia y el stalinismo. Su hipótesis era que la guerra sería partera de la revolución y que al calor de estos grandes acontecimientos la IV Internacional podría pasar de unos pocos miles de seguidores a devenir en una internacional de masas. Aunque sus predicciones sobre el curso que seguirían los acontecimientos de la guerra, e incluso de la post guerra, son verdaderamente notables, su pronóstico más general no se cumplió. A pesar de Stalin, los obreros y campesinos soviéticos defendieron la propiedad nacionalizada y evitaron que la URSS colapsara durante la guerra. El stalinismo capitalizó el triunfo que las masas soviéticas obtuvieron sobre el nazismo, utilizándolo para desviar o aplastar los procesos revolucionarios de la inmediata post guerra y pactar un nuevo "orden de dominio mundial" con la nueva potencia imperialista hegemónica, los Estados Unidos.

Trotsky sobre México y América Latina: Pautas fundamentales para la comprensión de los "populismos" latinoamericanos

En medio de acontecimientos de esta magnitud, Trotsky dedica parte importante de su estancia en México al estudio de la realidad mexicana y latinoamericana. Sus aportes en este terreno, a los que está consagrado este libro, también son brillantes. La cláusula de asilo que impedía a Trotsky inmiscuírse en asuntos de la política interna mexicana, no implicó en manera alguna su desinterés por los importantes acontecimientos que se sucedían en su derredor. Sus artículos -de los que Olivia Gall ha destacado en su libro Trotsky en México su originalidad y fineza en relación a las mezquinas elaboraciones del stalinismo mexicano- tocan todos los aspectos fundamentales de la realidad política de México bajo el gobierno de Cárdenas, y se extienden a consideraciones que abarcan al conjunto de los países latinoamericanos y a la caracterización de los principales fenómenos políticos que se desenvolvían en ellos, como por ejemplo la aparición de movimientos nacionalistas burgueses y pequeñoburgueses (el mismo cardenismo, el APRA peruano, etc.), los después llamados "populismos latinoamericanos" y cuál debía ser la actitud de los revolucionarios ante ellos. Sin duda en este terreno uno de sus mayores logros teórico-políticos fue la caracterización del gobierno de Cárdenas como un "bonapartismo sui generis", luego extendida a otros gobiernos semicoloniales: "En los países industrialmente atrasados el capital extranjero juega un rol decisivo. De ahí la relativa debilidad de la burguesía nacional en relación al proletariado nacional. Esto crea condiciones especiales de poder estatal. El gobierno oscila entre el capital extranjero y el nacional, entre la relativamente débil burguesía nacional y el relativamente poderoso proletariado. Esto le da al gobierno un carácter bonapartista sui generis, de índole particular. Se eleva, por así decirlo, por encima de las clases. En realidad, puede gobernar o bien convirtiéndose en instrumento del capitalismo extranjero y sometiendo al proletariado con las cadenas de una dictadura poilicial, o bien maniobrando con el proletariado, llegando incluso a hacerle concesiones, ganando de este modo la posibilidad de disponer de cierta libertad en relación a los capitalistas extranjeros"2. En estas cortas líneas, donde se ponen en juego dialécticamente la relación entre clases y estado en los países semicoloniales y entre estos y el capital imperialista, hay más ciencia para desentrañar la naturaleza de los "populismos" latinoamericanos que en las decenas de libros de la sociología "oficial" consagrados al tema. Es que en Trotsky se combinan un gran conocimiento de la historia universal con el manejo profundo de la teoría marxista y la rigurosidad por comprender las particularidades de los fenómenos, una verdadera obsesión por no caer en el mecanicismo y el esquematismo teórico y político, como revelan las discusiones que mantiene con Charles Curtiss y otros trotskistas norteamericanos, que incluímos en este volumen.3 Su pensamiento en este terreno muestra el mismo agudo manejo del método marxista que le había permitido preveer la dinámica de la revolución rusa de 1917 con más de diez años de antelación, cuando, a la luz de la derrota de la revolución de 1905, escribía su primera versión de la Teoría de la Revolución Permanente en el folleto Resultados y Perspectivas. Pero con la ventaja de haberse enriquecido, más de treinta años después, con las lecciones y la experiencia viva de grandes acontecimientos revolucionarios y contrarrevolucionarios -triunfo de la revolución de octubre, derrota de la revolución china de 1925-27, ascenso y consolidación del stalinismo, triunfo del fascismo en Italia y Hitler en Alemania, la revolución y la guerra civil en España, etc.- que moldearon la historia mundial y la biografía personal del gran revolucionario.

Una visión no mecanicista de la Teoría de la Revolución Permanente 

En base a la caracterización del "bonapartismo sui generis "Trotsky definió la actitud de los marxistas revolucionarios ante gobiernos como el de Cárdenas, afinando la teoría de la revolución permanente en relación al contexto mexicano de fines de los ’30 u otros similares. Para Trotsky la revolución mexicana tenía en la cuestión agraria y en la lucha por la liberación nacional sus motores fundamentales: "En los países atrasados el camino para oponerse al fascismo es ante todo el camino de la lucha revolucionaria por la independencia nacional y por la transformación radical de las relaciones agrarias. Sin la revolución agraria no hay independencia nacional ni salvación contra el fascismo. Cualquiera que bloquee el camino hacia la expropiación de la propiedad territorial y de los recursos nacionales en beneficio de los campesinos y del pueblo en general, está instigando al fascismo. Generalidades vagas acerca de la amistad y la democracia no son suficientes. Se debe tener una posición clara: o con los magnates del capital y de la seudodemocracia, o con la democracia genuina de los obreros, los campesinos y los pueblos oprimidos."4 Pero para Trotsky la obra de Emiliano Zapata, no podría ser concluida más que por la conquista del poder por la clase obrera acaudillando a las masas campesinas: "En este sentido, durante el curso de la lucha por las tareas demoráticas, oponemos el proletariado a la burguesía. La independencia del proletariado, incluso en el comienzo de este movimiento, es absolutamente necesaria, y oponemos particularmente el proletariado a la burguesía en la cuestión agraria, porque la clase que gobernará, en México como en todo los demás países latinoamericanos, será la que tendrá con ella a los campesinos. Si los campesinos continúan apoyando a la burguesía como en la actualidad, entonces existirá ese tipo de estado semi bonapartista, semi democrático, que existe hoy en todos los países de América Latina, con tendencias hacia las masas."5 Esta posición, sin embargo, no le impedía a Trotsky discernir entre el carácter que podían asumir los "frentes populares" (y Trotsky decía que el PRM-antecesor del PRI mexicano-, el APRA peruano o el Kuomintang chino era "el frente popular bajo la forma de partido"6) en los países semicoloniales, que en ciertas circunstancias se podían ver obligados a tomar medidas de enfrentamiento con el imperialismo (como la nacionalización del petróleo realizada por Cárdenas) a las que había que defender. "Pero -señala Trotsky- esta diferencia histórica de apreciación y esta diferencia de actitud, no son permitidos más que a condición de que nuestra organización no participe en el APRA, en el Kuomintang o el PRM y que conserve una libertad de acción y de crítica absoluta", sosteniendo a su vez la incapacidad intrínseca de estas burguesías y gobiernos de resolver las tareas democráticas hasta el final, tarea que bajo el dominio del imperialismo sólo puede ser llevada por la clase obrera acaudillando a las masas campesinas, y bajo la dirección de su vanguardia organizada en partido revolucionario. En particular Trotsky asume la defensa de las expropiaciones de las compañías petroleras británicas en México: "La expropiación del petróleo no es ni socialista ni comunista. Es una medida de defensa nacional altamente progresista. (...) Sin renunciar a su propia identidad, todas las organizaciones honestas de la clase obrera del mundo entero, y especialmente de Gran Bretaña, tienen el deber de asumir una posición irreconciliable contra los ladrones imperialistas, su diplomacia, su prensa y sus áulicos fascistas. La causa de México, como la causa de España, como la causa de China, es la causa de la clase obrera internacional. La lucha por el petróleo mexicano es sólo una de las escaramuzas de vanguardia de las futuras batallas entre los opresores y oprimidos."7 Se enfrentaba así al imperialismo británico y a todos aquellos que las cuestionaban con el argumento de que Gran Bretaña estaba en el bando de las "democracias" y que no había que "perjudicar la lucha contra el fascismo", como era el caso del gobierno del Frente Popular francés8. La caracterización y la actitud política de Trotsky frente a fenómenos como el cardenismo se distinguió claramente de la de los stalinistas que, según las conveniencias del Kremlim, pasaban de la más completa subordinación política a los mismos a caracterizarlos como "fascistas"9 si atentaban contra los intereses de alguno de los imperialismos con los que Stalin se hallaba en connivencia (recordemos la activa participación del Partido Comunista Argentino junto al embajador norteamericano Braden y la más rancia oligarquía en la conformación de la Unión Democrática en 1946 en nombre del combate contra el "nazi-peronismo"). Otro logro teórico no menos importante que registra Trotsky en estos años son sus elaboraciones sobre los sindicatos que se vieron enormemente enriquecidas por el análisis directo de la estatización de los sindicatos del régimen cardenista, elaboraciones que serían luego completadas en el trabajo Los sindicatos en la época imperialista que también se incluye en este volumen.

Clave 

La herramienta principal con la que contó Trotsky para intervenir sobre la realidad mexicana y latinoamericana fue la revista Clave. De la misma en vida de Trotsky se editaron dieciocho números, divididos en dos épocas de nueve cada una, algunos de los cuáles fueron números dobles, de octubre de 1938 a junio de 1939 y entre septiembre de 1939 y mayo de 1940. Clave era no sólo el órgano teórico-político a través del cual se expresaban las secciones latinoamericanas de la IV Internacional, sino que contaba con la participación de intelectuales y personalidades que simpatizaban con las ideas de Trotsky. En colaboración permanente con Trotsky, Octavio Fernández (el trotskista mexicano con quien Trotsky estableció una relación más estrecha) aparece como director de la revista, y entre los habitués del equipo de redacción estaban Diego Rivera (hasta su ruptura con Trotsky), Jean Van Heijenoort, Grandizo Munis, Adolfo Zamora y José Ferrel. Colaboradores más esporádicos fueron André Breton, George Novack, Francisco Zamora, el pintor mexicano Juan O’Gorman, el escritor argentino residente en Chile Samuel Glusberg ("Enrique Espinoza") y el argentino Liborio Justo.

Bajo su firma directa, sin firma, con seudónimo o como colaborador estrecho en artículos realizados por Diego Rivera u Octavio Fernández, Trotsky fue responsable de las principales elaboraciones aparecidas en la revista, en las que desde el marxismo revolucionario se tocaban temas, junto a los de la política mexicana y latinoamericana, que hacían a los principales eventos políticos mundiales (especialmente el destino de la Unión Soviética bajo el dominio del stalinismo y la Segunda Guerra Mundial) y se exploraban otros temas teóricos de vanguardia.10 Unos pocos artículos originarios de Clave figuran en la edición norteamericana de los Writings realizada por Pathfinder Press y en su traducción al español realizada por Editorial Pluma en la segunda mitad de los años ’70. Otros más están en la edición en francés de las Oeuvres encarada por el Instituto León Trotsky de Francia bajo la dirección de Pierre Broué. Aquí presentamos varios artículos que hemos seleccionado de distintos números de Clave. Algunos de ellos, aunque figuran originalmente sin firma llevan el sello de Trotsky, ya sea que los redactara directamente o que fuera producto de la discusión con alguno de sus colaboradores estrechos.11 En este libro se publican también artículos de Clave escritos por otros autores en esos tiempos cercanos a Trotsky, que colaboraban habitual u ocasionalmente con la revista, que creemos serán igualmente atractivos para el lector.12

Lombardo Toledano y el PCM: Las dos cabezas del stalinismo mexicano 

Desde su llegada a México Trotsky tuvo que enfrentar no sólo la hostilidad de los reaccionarios de derecha sino fundamentalmente de las "dos cabezas" del stalinismo mexicano: el Partido Comunista Mexicano y Lombardo Toledano, dirigente de la Central de Trabajadores de México y cabeza de la campaña por la expulsión de Trotsky del país. Toledano, que durante muchos años había estado enfrentado al PCM por cuestiones de política local, se unió a éste en su campaña de calumnias, buscando con sus ataques permanentes crear las condiciones políticas locales que hicieran factible su asesinato. Para llevar finalmente a cabo el asesinato de Trotsky (que tuvo un primer antecedente en el fallido atentado encabezado por el pintor stalinista David Alfaro Siqueiros en mayo de 1940) fue necesario incluso realizar una "purga" en el PCM, al que los enviados de la GPU señalaban como "displicente" frente a la necesidad de pasar a la "acción directa" contra Trotsky. Entre estos siniestros personajes encargados de llevar adelante el asesinato del compañero de Lenín en la revolución de Octubre, vale destacar la presencia de quienes fueran importantes figuras en los PC’s mexicano y argentino respectivamente: Vittorio Vidali ("Contreras") y Vittorio Codovilla. Clave siguió pormenorizadamente los movimientos que se iban dando en el stalinismo mexicano, así como los giros de la relación entre el PCM y Lombardo Toledano. En esta compilación están incluidos algunos de los trabajos centrales en los que se realizan dichos análisis.

Trotsky y el trotskismo mexicano 

Durante su estancia en México Trotsky mantuvo una relación conflictiva con el grupo trotskista mexicano, la Liga Comunista Internacionalista. En particular las disidencias se manifestaron con la política sectaria y aventurera impulsada por Luciano Galicia, quien lanzó una campaña por la "acción directa" contra el gobierno de Cárdenas en momentos en que la situación económica empeoraba debido al boicot que los imperialistas realizaban al petróleo mexicano. Trotsky sacó una carta de ruptura con la sección y sugirió a la Conferencia Panamericana primero y al Congreso de fundación de la IV Internacional después, que se declarase que no había ninguna sección en México y se procediese inmediatamente a su reorganización, para lo cual se destacó una comisión especial de alto nivel dirigente y, luego, se encomendó tal tarea al norteamericano Charles Curtiss. Finalmente la LCI fue reconstruida a principios de 1939, poco después cambiando su nombre por el de Partido Obrero Internacionalista, Sección Mexicana de la IVInternacional.13 La influencia real que llegó a ejercer Trotsky en la vida política mexicana de entonces no puede medirse por el número de sus partidarios organizados. Cuestiones vinculadas a Trotsky pueblan frecuentemente las páginas de los periódicos mexicanos de entonces. Y, mucho más importante que esto, pese a la furibunda campaña de los stalinistas, puede decirse que el pueblo mexicano sentía verdadero orgullo por albergar al gran revolucionario ruso: basten recordar los alrededor de 250.000 obreros y campesinos que acompañaron su cortejo fúnebre luego de su asesinato a manos del sicario de Stalin, Ramón Mercader; una manifestación de masas comparable a las realizadas en apoyo a Cárdenas por la nacionalización del petróleo.

La actualidad del legado de Trotsky 

La publicación de estos Escritos Latinoamericanos de Trotsky no está realizada con un interés académico. Lo hacemos reivindicando su legado revolucionario, al fin de este año en el que se cumplen sesenta años de la fundación de la IV Internacional. El Centro de Estudios, Investigaciones y Publicaciones "León Trotsky" de Argentina, responsable de esta publicación, espera así aportar a la tarea para la que se puso en marcha: la difusión de la obra y el pensamiento de Trotsky. Aunque escritos hace alrededor de sesenta años, muchos de los problemas políticos tocados en este libro mantienen enorme actualidad. En momentos en que la opresión imperialista sobre nuestros pueblos no ha hecho más que multiplicarse, la perspectiva de la revolución permanente mantiene toda su vigencia si es que aspiramos a un futuro en el que no sean las crecientes miserias actuales las que se repitan día a día. En este más de medio siglo las burguesías nacionales se mostraron completamente incapaces de liberar a nuestros países de las cadenas de la dominación imperialista. Los otrora fuertes movimientos nacionalistas de las burguesías de la región han terminado encabezando algunos de los gobiernos más proimperialistas de la historia: es el destino no sólo del PRI mexicano sino del APRA peruano, del Movimiento Nacionalista Revolucionario de Bolivia o del peronismo en Argentina. Pese al desarrollo industrial acontecido en varios países, la cuestión agraria continúa siendo un punto nodal para el desenvolvimiento revolucionario en nuestros países, poniendo la cuestión de la "alianza obrera y campesina" y de la hegemonía revolucionaria del proletariado en la misma en el centro de los problemas a resolver para lograr el derrocamiento revolucionario de la burguesía y de la dominación imperialista. En los últimos años hemos tenido nuevas muestras tanto del potencial revolucionario de la lucha campesina (campesinos de Chiapas y otros estados del sur mexicano, "cocaleros" en Bolivia, "sin tierra" en Brasil, campesinos indígenas en Ecuador, etc.) como de los enormes límites que les imponen las direcciones campesinas, que las encaminan tras una estrategia limitada de reformas, de colaboración de clases y mera presión sobre el estado burgués semicolonial. A poco de fin de siglo, el papel dirigente en la revolución latinoamericana no puede caberle a otra clase social más que al proletariado, bajo la dirección de un partido revolucionario de la clase trabajadora, el que es necesario poner en pie como parte de la pelea por reconstruir el Partido Mundial de la Revolución Social, la IV Internacional. Cuando el imperialismo norteamericano quiere consolidar el dominio indiscutido de sus transnacionales desde Alaska a Tierra del Fuego, donde el desarrollo de mercados regionales como el NAFTA o el Mercosur no son más que instrumentos para el saqueo de nuestros pueblos por parte de éstas (y en el segundo caso también de los monopolios de los imperialismos europeos y japonés), la perspectiva de los Estados Unidos Socialistas de América Latina tiene un rol clave que jugar para unir la lucha de los obreros y campesinos latinoamericanos. Confrontadas con los llorosos llamados a "humanizar el capitalismo" de los políticos burgueses latinoamericanos, estas "viejas" ideas cobran una enorme actualidad a la hora de pensar en un futuro sin explotación ni opresión para los trabajadores y campesinos de nuestra región y del mundo. En los años por venir seguramente no faltarán ocasiones para que éstas puedan transformarse en fuerza material. La fuerza de las ideas de Trotsky residen en que están formuladas desde un profundo internacionalismo. Lejos tanto del chovinismo que caracterizó la práctica del reformismo socialdemócrata y de los partidos comunistas de los países imperialistas como de las concepciones "tercermundistas" comunes a tantas corrientes políticas, la perspectiva dejada por Trotsky es la de la interrelación entre la lucha del proletariado de los países imperialistas con la lucha de los obreros y campesinos de los pueblos coloniales y semicoloniales contra su enemigo común: el sistema imperialista mundial. Como sostiene el Manifiesto de Emergencia de la IV Internacional de mayo de 1940: "Tan sólo bajo una dirección revolucionaria podrá el proletariado de las colonias y semicolonias entrar en invencible colaboración con el proletariado de las metrópolis y la clase obrera del mundo entero. Sólo una colaboración similar puede llevar a los pueblos oprimidos a su emancipación completa y definitiva, aniquilando el imperialismo en el mundo entero. Una victoria del proletariado internacional librará a los pueblos coloniales del penoso esfuerzo de un desarrollo capitalista, al abrirles la posibilidad de avanzar hacia el socialismo junto con el proletariado de los países avanzados. La perspectiva de la revolución permanente en modo alguno significa que los países atrasados hayan de esperar la señal de avance hasta que se la den los más avanzados o que los pueblos coloniales hayan de esperar pacientemente a que el proletariado de las metrópolis los libere. Ayúdate y Dios te ayudará. Los trabajadores deben desarrollar la lucha revolucionaria en todos los países, coloniales e imperialistas, en que aparezcan condiciones favorables, dando ejemplo a los trabajadores de otros países. Tan sólo la iniciativa y la actividad, la resolución y la audacia pueden convertir en realidad la consigna: 'Proletarios del mundo entero, uníos!'". Esperamos con la publicación de estos trabajos aportar modestamente a moldear las ideas que permitan avanzar en tal dirección.

Buenos Aires, diciembre de 1998