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Escritos de León Trotsky (1929-1940)

Apuntes de un periodista

Apuntes de un periodista

Apuntes de un periodista[1]

 

 

10 de enero de 1936

 

 

 

Uruguay y La URSS

 

Uruguay acaba de romper relaciones diplomáticas con la URSS. Indudablemente, la medida obedece a la presión de Brasil y de otros países latinoamerica­nos, posiblemente también de Estados Unidos, y cons­tituye una especie de "advertencia". En otras pala­bras, la ruptura de relaciones diplomáticas es un acto de provocación imperialista. No tiene otro significado. En lo que concierne a la ayuda financiera de la Interna­cional Comunista a los revolucionarios latinoamerica­nos, no se necesitan organismos diplomáticos: existen decenas de medios y métodos. No mencionaremos aquí que la intervención de la Comintern en los movimientos revolucionarios provocaba, y sigue provocando invaria­blemente, el naufragio de éstos; de manera que, en rea­lidad, los gobiernos burgueses no deberían quejarse de los dirigentes de esa institución sino, por el contra­rio, imponerles la más alta condecoración: no la "orden de Lenin", desde luego, sino, digamos, la "orden de Stalin".

Pero aquí no nos interesa ese aspecto, sino la con­ducta de la prensa soviética. ¡Imposible imaginar un espectáculo más repugnante! En lugar de dirigir los dardos de su justificada indignación contra los anima­dores todopoderosos de la reacción uruguaya, la prensa soviética se dedica a hacer chistes insípidos y estúpi­dos a costa del pequeño territorio, la escasa población y la debilidad de Uruguay. En los versos descarados y cien por ciento reaccionarios de Demian Bedni[2] en­contramos retratada su incapacidad para encontrar al Uruguay en el mapa sin ayuda de anteojos, y su re­cuerdo de las quejas impotentes del cónsul uruguayo sobre la confiscación de su automóvil por los bolchevi­ques en la Revolución de Octubre. Nuestro poeta lau­reado adorna el discurso del cónsul con toda clase de acentos "nacionales", en el espíritu de las bromas de las Centurias Negras publicadas en órganos oficiales del zarismo como Novoie Vremia y Kievlianin (dicho sea de paso, se rumorea que Demian Bedni inició su carrera literaria en el Kievlianin).[3] Es cierto que en las jornadas de la Revolución de Octubre los obreros y Guardias Rojos confiscaron los automóviles de sus excelencias los diplomáticos; era menester desarmar al enemigo de clase, puesto que los diplomáticos eran todos partidarios de la contrarrevolución. Basta recor­dar que Kerenski huyó de Petrogrado protegido por la bandera de Estados Unidos[4]. Pero después de la victoria, cuando se investigaron todas las quejas, los diplomáticos de los países pequeños y débiles fueron tratados por el gobierno soviético con mayor deferencia y amistad que los de los grandes bandidos. En todo caso, en aquella época, quien se hubiera mofado de algún acento "nacional" hubiera sido arrojado al es­tercolero más cercano.

Hoy las cosas han cambiado. Stalin y Litvinov hacen cabriolas ante Mussolini y Laval. ¡En qué tono tan abyecto habló Moscú con Hitler cuando éste tomó el poder! A cambio de eso, descargan todo su sublime esplendor sobre la cabeza del "pequeño", "insignifi­cante", "imposible-de-encontrar-en-el-mapa" Uru­guay. ¡Cómo si se tratara aquí de la superficie y la po­blación del país, y no de su política estatal! En esta clase de "nimiedades" el espíritu reaccionario de la burocracia dominante se expresa con mayor claridad, quizás, que en su política general.

Recordemos otro episodio. El día en que el ministro inglés Eden llegó a Moscú, el periódico partidario de Mogilev publicó un artículo acerca de la hipocresía de la política inglesa[5]. Pravda se indignó: "¿Puede concebirse una muestra mayor de imbecilidad política?" Escribir sobre la hipocresía de la diplomacia inglesa es... hacer gala de imbecilidad; pero es abso­lutamente lícito escribir pornografía oscurantista y chovinista sobre el pueblo uruguayo: sí, el pueblo, por­que -sépanlo los sicofantes de Pravda- el lenguaje, el territorio y la población de un país tienen que ver con el pueblo, no con el gobierno.

 

Posdata: Como si todo esto fuera poco, en su infor­me al Comité Central Molotov mencionó la vergonzo­sa obra de Demian Bedni como la posición oficial del gobierno respecto de la ruptura de relaciones diplomáticas con Uruguay. Así se coloca el sello oficial del gobierno soviético sobre la pornografía chovinista. Caer así es caer del todo.

 

Torgler y Maria Reese[6]

 

En diciembre de 1935 la prensa de la Comintern anunció que Torgler había sido expulsado del partido [comunista alemán] por su "conducta indigna en el juicio [del incendio del Reichstag]". Es evidente que la Comintern, como muchos organismos enfermos, ado­lece de una extrema lentitud de reflejos. Ya han transcurrido dos años desde el juicio Dimitrov-Torgler. En ese lapso la Comintern expulsó a miles de comu­nistas que cuestionaron las bondades del viraje social-patriota, o las credenciales marxistas del "Frente Popular". En el caso de Torgler se tomaron su tiempo: evidentemente, se abrigaban esperanzas de que este pequeñoburgués cobarde pudiera resultar útil. Transformaron a Dimitrov en un semidios y se olvidaron co­medidamente de Torgler. Una auténtica organización revolucionaria se hubiera referido brevemente a la con­ducta valiente de Dimitrov como algo que se da por sen­tado y hubiera expulsado a Torgler inmediatamente. Sin embargo, hace tiempo ya que la Comintern perdió sus reflejos revolucionarios normales...

En realidad no expulsaron a Torgler por su conduc­ta en el juicio, hecho ya casi olvidado, sino porque se pasó en cuerpo y alma al nazismo. Según el despacho de Pravda, Torgler no sólo fue liberado del campo de concentración, sino que está preparando "algún libro" junto con Maria Reese. Si es así, entonces no queda la menor duda, porque hace tiempo ya que Maria Reese se vendió al Ministerio de Propaganda nazi.

El Pravda (27 de diciembre de 1935) de Moscú subraya que Reese pasó "de Trotsky a Hitler". Por una vez en mil años aparece una noticia con una pizca de verdad: Maria Reese, quien cumplió una función importante en el partido stalinista antes de venderse a Goebbels, trató de infiltrarse en la organización de los bolcheviques-leninistas[7]. Sin embargo, no tardamos en percatamos de que este individuo pertenece al tipo, actualmente dominante en el aparato de la Comintern, de los que consideran al movimiento obrero una fuente de prestigio e ingresos. Precisamente por eso no pudo permanecer en nuestras filas; no por años, como entre los stalinistas, ni siquiera por un par de meses, en reali­dad sólo un par de semanas.

¿Y Torgler? Este no era ningún infiltrado: ¡era el presidente del bloque parlamentario del PC! Y sea como fuere, pasó directamente de Stalin a Hitler, sin tantear antes el ambiente de los bolcheviques-leninistas. Pravda guarda silencio en torno a esta "aventura". Sin embargo, las filas de la burocracia stalinista de todos los países están repletas de Torglers y Reeses dis­puestos a aceptar cualquier viraje... siempre que se cumplan dos condiciones: primero, que sus pellejos no corran peligro; segundo, que se les pague con alguna moneda estable. Es lo único que les importa. No resul­ta difícil vaticinar que en los aciagos acontecimientos que se avecinan en Europa, el aparato de la Comintern será un semillero de renegados.

 

¿’’Cultura socialista’’?

 

En la conferencia de los stajanovistas en el Kremlin, un tal Diakonov, director de la fábrica de automóviles de Gorki, mencionó cautelosa y discretamente la posi­bilidad de completar el plan quinquenal en cuatro años. Orjonikije lo interrumpía cada vez que intentaba hablar, haciéndole no sólo preguntas, sino también chistes y bromas de dudoso gusto[8]. No nos resulta difícil imaginarnos la posición en que se encontró el modesto orador ante las majestuosas bromas en el lu­joso auditorio del palacio del Kremlin. Diakonov llegó a decir, "Camarada Sergo, quiero responder a sus preguntas, pero usted no me da tiempo." Sin embargo, Orjonikije no se arredró. Según la crónica periodística, interrumpió el brevísimo informe de Diakonov en no menos de catorce ocasiones; además de eso, al dirigirse al director de la fábrica, es decir, un subordinado suyo, utilizó constantemente las fórmulas del tuteo[9]. ¿Acaso son viejos compinches? No. Cuando Diakonov se dirige a su superior, emplea siempre un tono respe­tuoso, no lo trata de "tú", sino de "usted"...

En la conferencia se habló mucho sobre la actitud cultural hacia los trabajadores y el pueblo. Pero Orjo­nikije -y no sólo él- se comportó a la manera del auténtico patrón feudal ruso de los buenos tiempos, que se dirige alegremente a sus subordinados en el tono familiar de "¡oye, tú!" ¡No resulta difícil imaginar cómo hubiera reaccionado Lenin ante semejantes mo­dales de gran señor! El descaro y la vulgaridad le resul­taban orgánicamente intolerables, sobre todo en rela­ción con un camarada joven subordinado, que se des­concierta fácilmente cuando toma la palabra.

Digamos de paso que Orjonikije se dignó a mofarse de Diakonov en forma muy benigna; pero por su tono indicó claramente que nada le hubiera costado compor­tarse de otra manera. No podemos dejar de recordar un incidente de 1923, cuando Orjonikije, en su carácter de primer dignatario del distrito de Transcaucasia, abofeteó a un camarada joven que osó contradecirlo. En su lecho de enfermo, Lenin reunió todos los mate­riales relativos a este hecho repugnante, y propuso al Comité Central que relevara a Orjonikije de todas sus responsabilidades y lo separara del partido durante dos años. Fue justamente esta propuesta la que selló la alianza de Orjonikije con Stalin. Pero hoy, en la lucha por la "cultura" socialista, Orjonikije no tiene por qué reprimirse...

Debe agregarse que Kaganovich hace todo lo posible por no permitir que Orjonikije lo supere en este terreno. No es por nada que ambos ostentan el título de... "amados comisarios del pueblo". Kaganovich se dirigió a los maquinistas ferroviarios que hablaron en la conferencia en tono familiar, a la manera de un general de los buenos tiempos dirigiéndose a su ayudante de campo. Si hay alguna diferencia entre ambos, es que Kaganovich resulta un poco más repugnante que Orjonikije.

Y Pravda, el órgano central del Partido Comunista (!?!), reproduce estos ejemplos de vulgaridad señorial para enseñanza y ejemplo de todos.

 

Bizantinismo

 

En la conferencia stajanovista celebrada el 17 de noviembre en el Kremlin, Voroshilov se refirió a los pilotos que "dominan por completo, en forma auténti­ca, en forma stalinista, la técnica de la aviación" (Pravda, 20 de noviembre de 1935)[10]. Así nos enteramos que Stalin, el perfecto, domina la técnica de la aviación.

El mencionado Voroshilov agregó más abajo: "Stalin, quien ha estudiado el problema del armamento militar en todos sus alcances... ha dicho más de una vez que los tanques, aviones, cañones, no son jabón, no son fósforos, no son tortas, sino medios para la de­fensa, por eso tened la bondad de realizar vuestro tra­bajo como corresponde," Así aprendemos que es lícito realizar el trabajo de fabricar fósforos y jabón, no "co­mo corresponde", sino de cualquier manera. ¡Esto es lo que se conoce con el nombre de "exceso de celo"!

Comprendemos que Stalin se ocupe en estudiar exhaustivamente el problema del armamento militar. Pero tomemos, por ejemplo, a Mikoian[11]. Profundi­zando más las conclusiones de Voroshilov, en la misma conferencia, Mikoian relató la siguiente anécdota reveladora: las fábricas soviéticas producen "golosi­nas, agua de colonia, salchichones excelentes", etcé­tera, para la exportación, mientras que los mismos pro­ductos para el mercado de consumo interno son de pésima calidad (ya sabemos por boca de Voroshilov que esto es absolutamente lícito en relación con los fósfo­ros, el jabón y las tortas). Diríase que Stalin le dio un consejo a Mikoian: engañe a los obreros diciéndoles que los productos son para la exportación y luego co­lóquelos en el mercado interno. No sabemos qué es lo que más nos maravilla en la anécdota del dignatario: el desprecio por el consumidor soviético, la astucia de Stalin, o el exceso de celo de Mikoian.

Pero el mencionado Mikoian no se detuvo allí. Resulta que cuando Mikoian promulgó "la orden de producir jabones de la mejor calidad", Stalin, todavía insatisfecho, ordenó a su vez (¡a Mikoian!) que llevase muestras de jabón de tocador a una sesión del Buró Político. Como resultado de ello, cuenta el fiel Mikoian, "el Comité Central votó una resolución especial... acerca de las variedades y fórmulas de jabón." Con lo cual nos enteramos que Stalin, además de aviador, es un avezado saponificador.

Este fue el espíritu, con mayor o menor dosis de mikoianismo, de todos los discursos de la conferencia. Toda la atmósfera está impregnada de un bizantinismo intolerable. No, caballeros: ¡el país no puede respirar esa atmósfera, no lo hará por mucho tiempo!...

 

Una observación casual

 

En su informe ante el CEC sobre el movimiento stajanovista, Sarkisov, secretario de la cuenca del Don, incluyó dos golpes maestros. Dijo que los propios staja­novistas deben escribir en los periódicos acerca del stajanovismo: "resulta más claro y sencillo, y el obrero que lee se entera de que ese hombre realmente existe."

Molotov: "Exacto."

Estas palabras casuales revelan una verdad aplas­tante: no existe un lector que crea en lo que dice la prensa oficial; a los obreros no les cabe la menor duda de que los burócratas fabrican, no sólo las estadísticas míticas, sino también los individuos. Se necesitan mé­todos especiales para inducir a los obreros a creer "que ese hombre realmente existe." Agreguemos que esa es la tarea de los solemnes congresos de stajanovis­tas en el Kremlin, la publicación de fotografías, etcé­tera.

El mismo Sarkisov, en relación con el aumento de la productividad en las minas de carbón, presentó el siguiente ejemplo: "Un solo operario puede cuidar dos caballos." Lo cual, agregó, no sólo permite elevar la productividad del trabajo, sino, por añadidura, "que los caballos descansen." El operario no tiene por qué descansar: el sudoroso caballo lo hace por él.

 

¿Y quiénes son los jueces?

 

Dimitri Sverchkov participó como menchevique en el Soviet de Petrogrado de 1905. Como menchevique de derecha, fue correo de Avksentiev, ministro del interior bajo Kerenski. Durante la Revolución de Octubre se refugió en Kuban, ocupada por los blancos, y echó denuestos contra los bolcheviques a través de la prensa local. Cuando el Ejército Rojo se adueñó del Cáucaso, Sverchkov se unió tranquilamente a los bol­cheviques. En 1922 escribió el libro En el alba de la revolución, donde reconstruye el período del soviet de 1905 sobre la base de sus recuerdos personales. Este librito chispeante fue reeditado en varias ocasiones. Pero, dado que se trata de una crónica de hechos, no de las ficciones promulgadas últimamente, el libro ya no sirve. El Pravda del 12 de diciembre de 1935 publica una crítica descabellada, donde sostiene que este viejo libro supuestamente "glorifica a Trotsky". Mientras tanto, el tal Dimitri Sverchkov hizo carrera: hoy es miembro de la Corte Suprema de la URSS. El infeliz autor envió inmediatamente una carta a Pravda donde reconoce que la crítica es "justa". ¡Natural­mente! En 1922 la memoria de Sverchkov estaba afec­tada por sus terribles experiencias personales, pero en 1935 recuperó totalmente el uso de sus facultades. ¡En un artículo periodístico escrito en ocasión del aniversario del primer soviet, Sverchkov publica "recuer­dos" exactamente opuestos a los que publicó en un libro trece años atrás!

Este es el material con el que se hacen los exce­lentísimos jueces. Posiblemente algunos aparecerán algún día en el banquillo de los acusados... para res­ponder a la acusación de servilismo, perjurio y otras manifestaciones de la bajeza humana...



[1] Apuntes de un periodista. New International, febrero de 1936. Firmado ­"Alfa".

[2] Demian Bedni (1883-1945): poeta laureado extraoficial de la Unión Soviética durante muchos años, escribía poemas tendenciosos.

[3] Centurias negras: nombre popular de las pandillas reaccionarias de bandidos ’’patriotas" que existieron hasta el final de la guerra civil rusa. Tenían el apoyo clandestino de los zares y se especializaban en pogromos antisemitas y en el terrorismo contra los izquierdistas.

[4] Alejandro Kerenski (1882-1970): dirigente de una de las alas del Partido Social Revolucionario ruso. Fue ministro de justicia del Gobierno Provisional en marzo de 1917. A partir de mayo fue asumiendo los puestos de ministro de guerra y de marina y de primer ministro y posteriormente de comandante en jefe. Huyó de Petrogrado cuando los bolche­viques tomaron el poder.

[5] Anthony Eden (1897-1977): político conservador inglés y futuro primer ministro, era secretario de relaciones exteriores en 1935-38.

[6] Ernst Torgler (1893-1963): presidente del bloque parlamentario del PC, fue uno de los acusados en el juicio por el incendio del Reichstag en 1933. Absuelto, fue expulsado del PC alemán en 1935. Durante la guerra estuvo encarcelado en un campo de concentración nazi. En 1945 ingresó al Partido Socialdemócrata de Alemania occidental. Maria Reese, diputa­da parlamentaria comunista, rompió con el stalinismo al no poder discu­tir sus posiciones dentro del PC tras el acceso de Hitler al poder. Ingresó por un breve período al movimiento trotskista, pero luego rompió con el marxismo y se pasó a los nazis. Véase el prólogo de Trotsky a su artícu­lo Yo acuso al stalinismo en Escritos 33-34 [Tomo V, volumen 1 de la edición de Pluma, bajo el título "Maria Reese y la Comintern"].

[7] Joseph Goebbels (1897-1945): nazi, fue ministro de propaganda y esclarecimiento nacional desde 1933 y miembro del gabinete de Hitler a partir de 1938. Se suicidó tras la derrota alemana.

[8] G.K. Orjonikije (1886-1937): organizador de la fracción stalinista, dirigió la industria pesada. Aunque siempre fue fiel a Stalin, no se conocen públicamente las circunstancias de su muerte.

[9] En ruso, el tratamiento cortés exige el empleo de la segunda persona del plural, uy [usted]. La segunda persona del singular, ty [tú], expresa familiaridad, pero también falta de cortesía, exceso de confianza o falta de respeto. Las personas mayores lo emplean con los jóvenes. Bajo el antiguo régimen la nobleza lo empleaba con los campesinos, los sirvien­tes y otros ’’subordinados", que a su vez debían emplear la fórmula cor­tés. Esa distinción prácticamente ha desaparecido del inglés, aunque subsiste en el caso en que el ’’superior" llama a otro por su nombre, y éste responde con el apellido precedido de Mr. [señor] o Mrs. [señora].

[10] Kliment Voroshilov (l881-1969): uno de los primeros partidarios de Stalin, fue miembro del Buró Político a partir de 1926 y comisario de defensa en 1925-40.

[11] Anastas Mikoian (n. 1895): uno de los primeros stalinistas, fue miembro del Comité Central del PC a partir de 1923 y suplente del Buró Político desde 1935. Fue uno de los pocos bolcheviques de la Vieja Guardia que sobrevivió a las purgas. Representó al gobierno Soviético en nego­ciaciones comerciales internacionales.



Libro 4