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Escritos de León Trotsky (1929-1940)

Acerca de la sección soviética de la Cuarta Internacional

Acerca de la sección soviética de la Cuarta Internacional

Acerca de la sección soviética de la Cuarta Internacional[1]

 

 

11 de enero de 1936

 

 

 

Se está arreglando una nueva purga en el autoti­tulado Partido Comunista de la Unión Soviética. Esta vez lleva el modesto rótulo de "control de credenciales partidarias". La diferencia entre esta purga y las an­teriores es que el propio partido no participa siquiera formalmente: no hay reuniones generales, confesiones personales, denuncias publicas, ni testimonios confir­matorios. La maquinaria de control funciona en la tras­tienda, porque, vean ustedes, sólo se trata de las "credenciales". En realidad, como resultado de esta modesta investigación técnica, ya se ha expulsado aproximadamente al diez por ciento del partido. Todavía no se ha completado el control de los aspirantes. Pero ya hay mucho más de 200.000 expulsados de las filas del partido. Recordemos al pasar que esta cifra era la casi totalidad de los miembros del Partido Bolchevique en la época en que condujo al proletariado a la conquis­ta del poder.

El Pravda del 2 de enero clasifica las cifras de expul­sados según las siguientes categorías principales:

"Desde los trotskistas, zinovievistas, oportunistas, falsarios, elementos extraños, tramposos y aventure­ros, hasta espías de agencias extranjeras." Se obser­vará que la lista repite la fórmula general de las amal­gamas termidorianas. Que nadie sea tan ingenuo como para "indignarse" por la mezcolanza de trotskistas con tramposos y espías. Todo régimen enfrentado al pueblo persigue, por un lado a los revolucionarios y por el otro a los criminales. Desde tiempos inmemoria­les ambas categorías compartieron las cárceles del zar, como hoy comparten las cárceles de la burguesía del mundo entero. En su momento, Kerenski juró una y otra vez que los bolcheviques eran cómplices de las Centurias Negras y del espionaje alemán. Stalin se mantiene fiel a la tradición. En lugar de "indignarnos" examinemos la amalgama estadística más de cerca.

Lo primero que nos llama poderosamente la aten­ción es que entre más de 200.000 expulsados, los "trotskistas" ocupen oficialmente el primer lugar. ¿Significa que constituyen un gran grupo desde el punto de vista numérico? ¿O que la burocracia, tras liquidar "los restos y remanentes" del trotskismo en no menos de diez ocasiones signe considerándolos su enemigo más peligroso? La respuesta a ambas pregun­tas es sí. Enseguida demostraremos, basándonos en las estadísticas oficiales, que los bolcheviques-leninis­tas expulsados en la última purga (últimos meses de 1935), suman no menos de diez mil, en realidad muchos más. La brutalidad de la represión demuestra con creces hasta qué punto la burocracia teme a esta "ca­tegoría". Es común que los informes oficiales agru­pen a los trotskistas y zinovievistas dentro de la misma categoría. Los zinovievistas eran un grupo leningra­dense; en el resto del país no eran más que unos cuantos individuos aislados y, dejando de lado su inestabi­lidad general, jamás tuvieron una existencia política independiente. De manera que podemos clasificar a los expulsados en seis categorías: (1) bolcheviques-leninistas; (2) zinovievistas; (3) "oportunistas" (que aquí aparecen por razones de simetría y camuflaje: por regla general, los informes individuales no los men­cionan); (4) falsarios y elementos extraños (ex guardias blancos, etcétera); (5) tramposos y aventureros; (6) es­pías extranjeros. Estas categorías se repiten, con pe­queñas variaciones, en los informes distritales, la correspondencia, los editoriales, etcétera.

Antes de entrar al análisis de la fuerza numérica de los bolcheviques-leninistas, queremos señalar que en ninguna de las listas de categorías o en ninguno de los comentarios que hemos leído se menciona a los mencheviques y social-revolucionarios. Ninguno de los dos partidos existe políticamente. Como señaló muy correctamente el camarada Tarov, su política reaccionaria de 1917 les cerró todo acceso a las nuevas genera­ciones de la ciudad y del campo. Y como señaló en varias ocasiones el camarada yugoslavo Ciliga, hasta ayer cautivo de Stalin, la única oposición seria en el país es la de los bolcheviques-leninistas. En otros términos, la oposición al bonapartismo en la Unión Sovié­tica, no se deriva de los principios de la democracia pequeñoburguesa, sino de las conquistas de la Revolu­ción de Octubre y marcha bajo su bandera. Tengámoslo muy en cuenta, porque reviste una importancia colosal para el futuro.

Después de tantas purgas y campañas de extermi­nio físico, nos resulta casi increíble que entre las categorías de expulsados -que no suman cientos, ni miles, sino 200.000 como mínimo- los bolcheviques-leninistas encabecen la lista. ¿Cuántos eran? La prensa soviética, cautelosamente, se abstiene de citar las cifras to­tales. La única mención, directa o indirecta (generalmente indirecta), de la cifra total de "trotskistas" ex­pulsados, aparece en artículos y observaciones referi­das a las provincias y distritos. Queremos extendernos en el análisis de estos datos.

Jataevich, secretario de la provincia Dneper-­Petrovsk, señala que durante el control de documentos en su satrapía, el partido expulsó a 2.646 personas, el ocho por ciento del total. Durante el control, dice, "logramos descubrir no sólo a individuos aislados, sino a grupos contrarrevolucionarios trotskistas-zinovievis­tas ocultos en las filas del partido." Jataevich no nos proporciona la cifra. Pero sí cita otras: "1.500 guardias blancos, kulaks, miembros de las pandillas de Petliura, Majno y otros; 300 falsarios y tramposos que se infil­traron en el partido con documentos falsos" (Pravda, 26 de diciembre de 1935). Estos dos grupos suman 1.800. Además, hay una referencia oscura a "espías extranjeros que se infiltraron en el partido"; pero no puede referirse más que a una veintena de individuos. Si restamos la cifra anterior, quedan no menos de 1.600 trotskistas, zinovievistas, y oposicionistas de todo tipo. Salvo que Jataevich oculte alguna otra categoría de expulsados. ¿Cuáles? ¿Por qué? Pero si los trotskis­tas no fueran sino la tercera parte de los arriba mencio­nados, igualmente les corresponde una cifra imponente (500 a 1.000). Esta cifra es, naturalmente, hipotética.

En un pequeño artículo publicado en la misma edi­ción de Pravda, leemos que en la región de Azov-Mar Negro fueron expulsadas 4.324 personas, siete por ciento del total. En el control se reveló que "en distin­tas organizaciones urbanas existían grupos contrarre­volucionarios trotskistas-zinovievistas (la fábrica ’Krasni-Aksai’, el departamento agrícola regional, el trust de frutos y uvas)." El breve artículo no señala cuántos de los expulsados pertenecían a estos grupos, pero reconoce que siguen apareciendo "enemigos ocultos’’.

En la región de Siberia Occidental fueron expulsa­dos 3.576 miembros del partido (once por ciento) y 1.935 postulantes (12,8 por ciento). El secretario Eije escribe en Pravda: "El mayor número de expulsiones corresponde a los kulaks y guardias blancos de los ejércitos de Kolchak: casi un tercio. Luego vienen los trotskistas y zinovievistas..." (23 de diciembre de 1935). Según este informe, los bolcheviques-leninistas ocupan el segundo lugar desde el punto de vista numérico. Todos los expulsados, con excepción de los guar­dias blancos, ocupan no más de cuatro categorías. Si cada una de estas categorías comprendiera igual cantidad de expulsados, cada una tendría más de 900. Sin embargo, el propio Eije señala que, después de los guardias blancos, los trotskistas y zinovievistas son nu­méricamente los más grandes. Por lo tanto, no puede haber menos de 1.000 bolcheviques-leninistas expul­sados en Siberia Occidental, es decir, aproximadamente un veinte por ciento del total de expulsados. Dice Eije: "La mitad de los trotskistas y zinovievistas expulsados del partido trabajaba en las instituciones pedagógicas... La basura (!) trotskista-zinovievista se esforzó por penetrar en el sector ideológico con fines propagandísticos." Aquí se refiere evidentemente a los nuevos miembros del partido, la juventud obrera-estudiantil. Podemos conceder que Siberia representa una excepción en cuanto al elevado porcentaje de bolcheviques-leninistas: evidentemente, la juventud sufre la influencia de los exiliados (agreguemos que el mismo fenómeno se produjo bajo el zarismo).

En el distrito de Jarkov, de 50.000 miembros fueron expulsados más de 4.000. El secretario Zaitsev sólo clasifica los 2.356 casos verificados por los organismos de mayor autoridad. Entre éstos se encuentran: 594 degenerados morales y violadores de la disciplina; 907 kulaks y guardias blancos; 120 falsarios y trampo­sos; 42 nacionalistas burgueses y, por último, 120 trots­kistas. En este caso tenemos una cifra concreta y, por otra parte, no se menciona a los zinovievistas. Si te­nemos en cuenta que en Jarkov, la satrapía de S. Kosior, Petrovski y Compañía, el exterminio físico de la Oposición comenzó en 1923 y fue tan despiadada y brutal que su fama se extendió por toda la Unión So­viética, la modesta cifra de 120, que comprende a más del cinco por ciento de los 2.356 expulsados, resulta verdaderamente asombrosa[2].

Es perfectamente claro que la burocracia no tiene ni puede tener motivos para exagerar la influencia de los bolcheviques-leninistas. Por eso, las cifras que apa­recen en la prensa las debemos considerar mínimas. Por otra parte, desde 1924 la camarilla stalinista expul­sa a los militantes de la Oposición calificándolos de "degenerados morales" y aun de "guardias blancos". No cabe duda de que los bolcheviques-leninistas de mayor prestigio y actividad aparecen bajo estos rótulos para facilitar su ejecución en los campos de concentra­ción o camino al exilio.

Tomando el coeficiente de Siberia Occidental, ob­tenemos una cifra de no menos de 40.000 "trotskistas" y zinovievistas expulsados en toda la Unión Soviética. Ya hemos explicado por qué consideramos que esta cifra es excesiva. Pero aunque tomemos el porcentaje mínimo de Jarkov, es decir, del cinco por ciento, obte­nemos más de 10.000. Por último, si calculamos el promedio de Jarkov y Siberia Occidental, obtenemos 25.000. Probablemente, esta última cifra es la más próxima a la realidad.

Cualquiera comprende claramente la gran impor­tancia política de estos datos. Queda una pregunta: ¿por qué la burocracia no da a conocer las cifras totales, pero a la vez publica datos parciales lo suficientemente claros como para que uno se pueda orientar? La res­puesta es muy sencilla: la burocracia hace lo imposible por no dar publicidad a los bolcheviques-leninistas, pero al mismo tiempo debe lanzar la voz de alarma. ¡Cuidado! ¡"Ellos" son muchos! ¡"Ellos" crecen!. Sea como fuere, ya no se habla de "restos" y "puñados a destruir".

Los bolcheviques-leninistas eran y siguen siendo los enemigos más implacables de la burocracia, la cual trata de perpetuar su posición de casta dominante. No es de extrañar que la camarilla stalinista asigne el primer lugar en sus amalgamas a los "trotskistas". Se han ganado con sus luchas este honor. El carácter de la última purga constituye la prueba más clara del aumento de su prestigio. La burocracia ya no puede utilizar al partido aterrorizado para liquidar sumaria­mente a sus enemigos; ni siquiera puede hacerlo en forma pública a los ojos de aquel. Reemplaza la purga pública por la cámara secreta, es decir, la pone en manos de la GPU. Desde luego, los expulsados van a parar a las mismas manos... para ser exterminados. El método se adecúa tan bien a los intereses de la burocracia, que Stalin ya tiene proyectada una nueva purga: desde el l° de febrero hasta el 1° de mayo del corriente año. Los viejos carnés (se dice que están "ajados") serán cambiados por otros nuevos, y en las instruccio­nes del CC se incluye la cláusula estricta de que, en el momento de cambiarlos, los secretarios, vale decir la GPU, deben controlar nuevamente a cada miembro del partido y entregar el carné únicamente al que merezca "confianza". Quizás dentro de seis meses nos dirían cuántos bolcheviques-leninistas adicionales fueron ascendidos del partido al campo de concentración.

Para muchos, estos datos pueden parecer inespera­dos. Hemos reproducido todos nuestros cálculos ante el lector para aventar toda sospecha de subjetivismo o prejuicio por nuestra parte. La esencia de la cuestión reside en que bajo la influencia de la prensa stalinista y de sus agentes (como Louis Fischer y otros caballeros)[3], no sólo nuestros enemigos, sino también muchos de nuestros amigos occidentales, se hacen a la idea de que si quedan bolcheviques-leninistas en la URSS, casi todos están en los campos de trabajos forzados. ¡No! ¡De ninguna manera! Las medidas policiales no pueden desarraigar el programa marxista, ni la gran tradición revolucionaria. Es cierto que el trabajo de los bolche­viques es más difícil en la URSS que en cualquier otro país del mundo (en este sentido es muy interesante el reciente testimonio del camarada yugoslavo Ciliga). No obstante, el intelecto revolucionario no deja de fun­cionar por un solo día. Si no como doctrina, entonces como sentimiento, como tradición, como bandera, nuestra tendencia tiene un carácter de masas en la URSS y evidentemente atrae fuerzas nuevas. Entre los diez a veinte mil "trotskistas" expulsados en los últi­mos meses de 1935, los representantes de la vieja ge­neración, los participantes del movimiento de 1923-28 constituyen decenas, quizás cientos, pero no más. La masa fundamental la constituyen las fuerzas jóve­nes. Por otra parte, no debemos olvidar que estos datos pertenecen únicamente al partido. ¡También existe la Liga Juvenil Comunista, con sus millones de jóvenes! Y entre ellos el descontento es mucho más agudo. Para los revolucionarios jóvenes el acceso al leninismo es sumamente difícil en la URSS. Pero sin duda su nivel es incomparablemente más alto que el del "partido" stalinista. La gran tradición sigue viva. En lugares se­cretos está oculta la vieja literatura de la Oposición. Las obras de Marx, Engels y Lenin están en los anaqueles (todavía no se atreven a prohibirlos). Los periódicos soviéticos se ven obligados a reproducir noticias sobre acontecimientos mundiales. La literatura internacional bajo la bandera de la Cuarta Internacional ya es muy rica. Nuestras ideas y consignas penetran en la Unión Soviética a través de mil canales... inclusive a través de nuestro Biulleten ruso. Así se asegura el precioso legado del pensamiento revolucionario.

Bajo el azote de la burocracia, y en parte por pro­vocación directa de los Iagodas, Medveds y otros[4], elementos aislados de la juventud toman la senda del terrorismo individual, es decir, el camino de la deses­peración y de la impotencia. Los bonapartistas aprove­chan con avidez los atentados terroristas para justifi­car la sangrienta represión a la Oposición: este método es tan antiguo como la vileza de los antiguos déspotas privilegiados. Pero la mayor parte de la juventud revo­lucionaria no se separa de su clase para tomar la senda de las aventuras individualistas. El programa de la Cuarta Internacional no promete milagros instantáneos, pero sí señala el único camino justo e incondicionalmente seguro. El crecimiento de la Cuarta Inter­nacional a nivel mundial fortalece e inspira a nuestros amigos y seguidores en la URSS. Podemos decir con certeza que a pesar de los trece años de persecución, calumnias y pogromos sin precedentes en la historia por su vileza y crueldad, a pesar de las capitulaciones y traiciones -más peligrosas que la represión- la sec­ción de la Cuarta Internacional mas fuerte, más nume­rosa y más templada es la de la URSS.

No, no tenemos razón alguna para caer en la apatía. El avance no es ininterrumpido ni recto. La lucha de los oprimidos exige grandes sacrificios. Pero el futuro nos pertenece. La última purga burocrática en la URSS es una prueba tan clara que hasta un ciego la puede ver: ¡el futuro nos pertenece!

 

 

Posdata: La persistente mención sobre "espías de agencias extranjeras" expulsados del partido en la última purga merece una atención especial. Por supuesto que puede haber tales casos. Pero por su propia naturaleza sólo pueden ser excepcionales. Hubiera bastado una circular secreta común para enviar la in­formación. ¿Por qué los periódicos hablan tanto de es­pías? La prensa stalinista jamás lo haría sin instruccio­nes de arriba. Pero, ¿cual es el objeto de la orden? Podemos suponer cual es la respuesta sin temor a equi­vocarnos.

Desde que los stalinistas ejercen el régimen auto­crático en la URSS, no pocos militantes extranjeros de la Oposición Comunista han ido al paredón. Muchos mas se pudren en la incomunicación, en los campos de concentración y en el exilio. Cada vez llegan más noticias sobre estos casos al exterior. Los informes de A. Ciliga, que acaba de escapar de las cadenas stalinis­tas, poseen un valor excepcional. La burocracia debe contrarrestar estas revelaciones de algún modo, ar­mando a sus lacayos extranjeros con algo que se aseme­je a una explicación. No sería extraño que los agentes de la Comintern acusaran a los comunistas extranjeros arrestados y fusilados en la URSS de "espías de agen­cias extranjeras". Pero estas canalladas no quedarán impunes. Las masas trabajadoras conocerán la verdad. Las organizaciones de la Cuarta Internacional estarán en sus puestos.



[1] Acerca de la sección soviética de la Cuarta Internacional. New Militant, 15 de febrero de 1936, donde apareció bajo el título "200.000 mili­tantes de la Oposición expulsados del Partido comunista de la Unión Soviética en ’limpieza’ reciente". Firmado "L.T."

[2] Grigori Petrovski (1878-1958): bolchevique de la Vieja Guardia, pre­sidió el Comité Central de Ucrania desde 1919 hasta 1938 y fue vice­presidente del CEC de la URSS. En 1939 abandonó la política y dirigió museos.

[3] Louis Fischer (1896-1970): Corresponsal europeo del Nation, principalmente desde la URSS, escribió varios libros sobre la política europea. Trotsky lo consideraba un exégeta del stalinismo.

[4] Filip Medved (muerto 1937): jefe de la GPU de Leningrado en la época del asesinato de Kirov. Fue sentenciado junto con otros policías a una breve condena de cárcel por no haber brindado protección adecuada a Kirov, y todos fueron fusilados en 1937.



Libro 4